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miércoles, 31 de octubre de 2018

EN ESTO PENSAD - noviembre 2018

Banquetes Fatales

Obviamente no es malo comer, pues es necesario para vivir. El Señor enseña a los creyentes a orar pidiendo el pan nuestro de cada día (Mt. 6:11). Dios creó los alimentos para que los creyentes participásemos con acción de gracias, y todo lo que creó es bueno (1 Ti. 4:3-4). Pero no sólo de pan vivirá el hombre (Mt. 4:4). Hay algo mucho más importante.
    El énfasis excesivo en la comida junto al descuido de la vida espiritual, ha resultado fatal para más de uno. Hoy vivimos en tiempos cuando muchos sólo hablan de comer, beber y divertirse. La filosofía atea, existencialista y hedonista es: “comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (Ecl. 8:15; Is. 22:13; 1 Co. 15:32). Sí, moriremos, porque “está establecido para los hombres que mueran una sola vez" pero hay que recordar la segunda parte: "y después de esto el juicio” (He. 9:27). Deben tener cuidado de su alma eterna más que su estómago, no sea que mueran en el banquete y vayan al juicio y castigo eterno. No la comida y la bebida, sino el evangelio prepara al ser humano para su encuentro inevitable con Dios. En la eternidad nadie pensará en lo que comió durante su vida.

1. El Banquete de Nabal (1 Samuel 25:36-38)
    El rico, tacaño e insolente que no quiso compartir sus bienes para agradecer el cuidado recibido de los hombres de David. Les injurió y envió con las manos vacías. Mientras su esposa intercedía ante David por su vida, él se quedaba en casa festejandose con banquete como rey, y quedó completamente ebrio. No se arrepintió la mañana siguiente cuando oyó lo que ella hizo. “Se quedó como una piedra”, y diez días después Jehová lo hirió y murió.

2. El Banquete de Belsasar (Daniel 5)
    Belsasar era el nieto de Nabucodonosor. Llegó a ser rey y pasó su última noche en la tierra en un gran banquete, comiendo, bebiendo vino y divirtiéndose. Su conducta era irreverente, usando los vasos del templo de Dios, y totalmente nefasta ya que los enemigos de Babilonia tenían la ciudad sitiada y esa misma noche la conquistaron. Sentía apetito y ganas de alegrarse, pero no la urgencia de su situación, ni se la tomó en serio. Tenía falsa confianza en sus defensas. Su actitud cambió cuando vio la mano escribiendo sobre la pared, y escuchó la interpretación de Daniel, pero ya era tarde. Murió sin digerir lo que había comido y bebido.

3. El Banquete de Ester (Ester 7)
    El libro de Ester presenta varios banquetes, pero nos interesa el segundo banquete de Ester, que fue bien para ella, y fatal para Amán, enemigo de los judíos. Se fue al banquete alegre, sintiendo su propia importancia ya que se codeaba como nadie más con el rey y la reina. No sabía que fue convidado para ser descubierto y condenado. Pensaba en la compañía y el menú, pero no en su terrible pecado de odio contra los judíos. En ese banquete Ester denunció su malvado plan de aniquilar a los judíos. El rey Asuero se airó y salío al huerto del palacio. Cuando entró de nuevo Amán había caído imprudentemente sobre el lecho de la reina rogando por su vida, y al verlo ahí, el rey lo condenó a muerte. Fue del banquete a la horca.

4. El Banquete del Rico
(Lucas 16:19-31)
    Jesucristo relata el caso de “un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez”. El mendigo Lázaro, echado a su puerta, “ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico”. ¡Menudas migas, sabrosas y ricas! Pero de nada le sirvió al rico su comida espléndida cuando murió y abrió los ojos en el Hades. Ahí nada le importó lo que había comido. Había recibido sus bienes en su vida, pero sin gratitud, sin compasión y sobre todo sin fe en Dios. No fue al castigo por su banquete, sino por ser injusto e incrédulo. En ese lugar de tormento ni agua tenía, y amigos, todavía está ahí atormentado en las llamas. Tenía que haber pensado en su alma, en Dios, en la eternidad, pero se entretenía cada día con sus banquetes.

5. El Banquete Que No Llegó A Celebrarse (Lucas 12:19-20)
    El rico insensato planificó un gran banquete – probablemente muchos de ellos – pero no llegó a disfrutarlos. Cuando sus bienes aumentaron, pensaba decir: “Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años: repósate, come, bebe, regocíjate”. ¡Se iba a jubilar en estilo, cómodo, lleno y alegre! “Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” Murió sin banquete. Tenía todo pensado y preparado excepto su condición espiritual. Pensaba en reposar, en comer, en beber, en alegrarse, pero no en su alma, Dios, el juicio o la eternidad. Se fue a la eternidad sin banquete y sin salvación.
    Hermanos y amigos, el Señor Jesucristo advierte: “¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre” (Lc. 6:25). Hay algo más importante que la comida. El  tiempo se acaba, el Señor viene, el juicio y la eternidad se acercan. ¡Pensemos en almas, no banquetes!  “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día” (Lc. 21:34).
Carlos Knott
 
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 “Probadme ahora... dice Jehová de los ejércitos”
Malaquías 3:10
 
El cristianismo necesita hoy, sobre todo, hombres y mujeres que puedan poner a Dios a prueba en oración y que puedan demostrar Sus promesas...La Iglesia necesita a tales hombres: no muchos, educados o ricos; no maquinaria eficiente, ni leyes eclesiásticas, sino hombres y mujeres que sepan orar con el Espíritu Santo, de tal forma que Dios se apresure a contestar lo que piden sin que tengan que esforzarse en seguir pidiendo sin obtener respuesta, porque piden lo que no debieran... Repetimos, la Iglesia necesita imperiosamente santos que puedan servir para cubrir este abismo entre las oraciones y las respuestas como puente. Santos cuya fe sea atrevida para pedir a Dios lo que Él no puede negar... En efecto, Dios está esperando que le pongamos a prueba por medio de la oración. Su mayor placer es contestar nuestras oraciones, pues éstas dan evidencia de la confiabilidad de Sus promesas. De hecho, los hombres no harán nunca nada digno de Dios ni de valor para ellos mismos hasta que realicen esto...
     Nuestro evangelio pertenece a lo milagroso. Se proyecta en un plano milagroso. Y sólo puede ser mantenido en él por lo sobrenatural. Si sacamos de la religión lo sobrenatural, desaparecen su vida y su poder, y la religión degenera en un código de moral.
     El poder milagroso es divino. La oración tiene este mismo poder: trae el poder divino entre las filas de los hombres y los pone en marcha. Nunca, como ahora, ha necesitado tanto la Iglesia que levantemos piedras miliarias que den testimonio de los grandes hechos de Dios a lo largo del camino...Esto hará callar al enemigo de las almas, mucho más que todos nuestros planes para que el Evangelio triunfe. Estas piedras erigidas como testimonio dejarán trastornados y confundidos a los antagonistas de Dios, corroborarán a los débiles y levantarán los ánimos de los fuertes en triunfos y victorias.
Lo Mejor de Edward M. Bounds, CLIE, pág. 268
 
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Digno Es El Cordero
 

“¿Quién es digno?...no se había hallado a ninguno digno”.
“Digno eres...el cordero que fue inmolado es digno”
.
(Ap. 5:2, 4, 9, 12)
 
“Digno” es una palabra clave en este pasaje. La gran pregunta lanzada en el cielo es: “¿Quién es digno?”  La respuesta – nadie – de los seres creados. Juan, viendo que no se hallaba a ninguno digno, lloró. Es el único caso registrado de alguien que llora en el cielo. Y se le dijo: “No llores” (Ap. 5:5).
    Tenía que aprender lo que todo el cielo sabe, y ahora nosotros también lo sabemos por la gracia de Dios: sólo el Cordero de Dios es digno. En el cielo nadie adora a la virgen, los santos, los ángeles ni los cuatro seres vivientes. ¡Nadie habla de la dignidad del ser humano! Todo el cielo adora únicamente a Dios y al Cordero. De eso se ocupan en los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis, dándonos ejemplo. Aquí abajo, los creyentes unimos nuestra voz a las del cielo. Hermanos, una de las formas más puras de adoración es proclamar la dignidad del Cordero.
    En el cielo doblan la rodilla y se postran en adoración. Dentro de no mucho, toda rodilla se doblará en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor. Pero ahora, congregados en Su Nombre, adoramos, confesamos la gran dicha de Su señorío, y proclamamos gozosos: “Digno eres...porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios” (Ap. 5:9).                                                             
  Carlos
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 El Viejo Predicador

Hoy casi no se oye predicar sobre ideas antiguas como la caída espiritual del hombre, el pecado y la ruina moral de la humanidad. Pocos advierten a los ser humanos de su gran peligro como pecadores culpables ante el Dios santo y justo.
    Pero queda por lo menos un predicador de la antigua calaña, que habla tan potente y claramente como siempre. Por supuesto, tal predicador no es muy amado. Sin embargo, el mundo entero es su parroquia. Lo mismo visita a los pobres que entra en la casa de los ricos; se presenta en asilos de los indigentes así como entre los más distinguidos de la sociedad. Predica igualmente a religiosos y a no religiosos.
    Habla claro y va al grano. Tal vez sea por esto que a muchos no les gusta. Este predicador se llama... La Muerte. ¿Quién no ha escuchado alguna vez a este viejo predicador? Toda lápida le sirve de púlpito. Los diarios le reservan mucho espacio. Todos los días se puede ver su congregación camino al cementerio.
    En ocasiones él se ha dirigido a usted personalmente: la repentina partida de un vecino, la solemne despedida de un apreciado pariente o querido familiar, su esposa amada o un hijo adorado; todos han sido llamados urgentes de parte del viejo predicador.
    Un día, quizás muy pronto, usted mismo será el texto de su sermón: en medio de su familia afligida y sobre su tumba él hará oír su penetrante voz.
    El sermón incesante del viejo predicador declara: “El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).
    Así la sentencia de muerte ha sido pronunciada contra todos. Una persona inocente podría exigir que se le haga justicia, pero para la culpable lo justo es el castigo. Usted es culpable de pecados en sus pensamientos, actitudes, palabras, y hechos. Si es católico lo ha confesado en cada misa, en el acto penitencial.
    El viejo predicador afirma: “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23), pero a ese terrible sermón responde el mensaje del amor y la gracia de Dios.
    Desde que el ser humano pecó se ha anunciado un libertador: el Hijo de Dios. Nunca habló el viejo predicador tan solemne y elocuentemente como en el Calvario. Jesucristo no conoció pecado, pero fue hecho pecado por nosotros, y sufrió la muerte para que los que crean en Él tengan la salvación (2 Corintios 5:21; S. Juan 5:24).  “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
    Amigo, Dios le ofrece la vida eterna mediante Jesucristo. Arrepiéntase, pues, de su pecado, confíe en Aquel que justifica al impío, y acepte a Jesucristo como su Señor y Salvador. Créalo: Jesucristo padeció en su lugar, pagando por su pecado. Confía en Aquel que vino para salvarle del castigo eterno y darle vida eterna. Reconcíliese con Dios. Él desea la reconciliación. ¿No la desea usted?
 
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 La Amistad Con Cristo Y Con Los Creyentes

Lucas Batalla

Texto: Juan 15:12-17
 
Este texto habla de algo muy importante que adolece mucho en el mundo. La gente habla del amor, los amigos y las amistades, pero nada como lo que dice Cristo. Para los del mundo, y los “cristianos” afectados por el mundo, el amor es algo puramente emocional y caprichoso, un encuentro romántico o sexual, según el modelo del cine. También la amistad es casi sin criterio. Nada hay como el amor de Cristo, y ninguna amistad como la Suya. La amistad verdadera es lo que el hombre menos practica. La verdadera se define por el amor, no una emoción o atracción física. Y el mundo no puede dar ese amor porque no lo tiene.
    Hay amores y amistades que no son buenos, y debemos aprender a evitarlos. En Génesis 38:12 y 20 vemos que Judá, cuando se apartó de su padre y familia, vivía en el mundo y tenía un amigo mundano, Hira el adulamita. A ése no le pareció malo que Judá se casara con una mujer pagana, ni que luego estuviera con una ramera.
    El diablo astuto conoce nuestras debilidades sentimentales, y aprovecha familia y amistades para introducir la desobediencia y rebeldía contra Dios. Por eso advierte Deuteronomio 13:6-8, “Si te incitare....tu amigo íntimo, diciendo en secreto: Vamos y sirvamos a dioses ajenos, que ni tú ni tus padres conocisteis...no consentirás con él, ni le prestarás oído; ni tu ojo le compadecerá, ni le tendrás misericordia, ni lo encubrirás...”
    En 2 Samuel 13:3-5, Amnón hijo de David tenía un amigo Jonadab, “hombre muy astuto”, que le aconsejó fingirse enfermo para engañar a su hermana y acostarse con ella. Luego, cuando se llevó a cabo el plan de Jonadab y Amnón fue odiado y al final muerto, Jonadab no sufrió nada. Los malos consejos suyos a él no le costaron, pero a Amnón sí. Hubiera sido mejor tener un amigo espiritual que le aconsejara según la Palabra de Dios y no según los deseos de la carne. Pero muchos jóvenes reciben sus consejos de compañeros jóvenes suyos, para su desvío y ruina, en lugar de recibirlos de hombres de Dios. Así que hay amistades que deberían ser evitadas, o rotas, para seguir al Señor. Los que les cuesta romper esas amistades nunca crecerán ni prosperarán espiritualmente mientras continúen en ellas (1 Co. 15:33).
    Pero entre los discípulos y seguidores del Señor Jesucristo la amistad es importante y valiosa. En Juan 15:12 el Señor quiere que Sus discípulos se amen y tengan entre sí esa verdadera amistad. Los creyentes pueden exhortarse (He. 3:13) para que no se endurezcan por el engaño del pecado. Pero, ¿qué amigo del mundo puede hacer esto? Según Colosenses 3:16 los hermanos y amigos creyentes pueden y deben enseñarse y exhortarse con la Palabra del Señor. Los incrédulos no pueden, porque en ellos no mora en abundancia la Palabra de Cristo. Pueden divertirnos, pero no edificarnos.
    En Juan 15:13 el Señor enseña que la amistad verdadera y espiritual nos lleva a darnos, a poner nuestra vida, a dar, no recibir. Proverbios 19:4 dice: “las riquezas traen muchos amigos”, y el versículo 6 afirma: “cada uno es amigo del hombre que da”. Pero ésas son amistades superficiales y egoístas, por la cuenta que les trae. Si el rico no fuera rico, no tendría esos amigos. No le quieren a él sino sus bienes. “Muchos son los que aman al rico” (Pr. 14:20). Cuando era pobre, no eran sus amigos, y cuando no tenga más riquezas, le dejarán (Lc. 15:14-16), y se arrimarán a otro rico buscando aprovecharse de sus bienes. Pero la mayor y verdadera amistad la tiene el que pone su vida por sus amigos. ¿Somos amigos de alguien? ¿Hasta qué punto? ¿Qué damos o qué ponemos para el bien de nuestros amigos? El Señor puso Su vida, lo dio todo,  y como creyentes nos llama a amar de esa manera que da para el bien del otro. No amistad para recibir, para provecho personal, sino para dar, para el bien del otro. 1 Juan 3:17 reclama: “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?”
    En Juan 15:14 el Señor pone esta condición a la amistad con Él: hacer lo que Él manda. Si es la prueba definitiva, y lo es, ¡cuán pocos son Sus verdaderos amigos! Ese principio está en el Antiguo Testamento en Amos 3:3, “¿Andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo?”. Si queremos en verdad ser amigos de Cristo, tenemos que ponernos de acuerdo con Él, no Él con nosotros. Sus discípulos eran Sus amigos, pero la muchedumbre no. ¿En cuál de los grupos nos encontramos nosotros?
    Recordemos que la verdadera amistad es con Cristo, no con el mundo. Muchos han sido engañados y desviados por amistades mundanas. Hoy día gran cantidad de la juventud anda en amistades superficiales, carnales, temporales. Aparentemente no tienen valor para romper con nadie ni sacrificar nada para seguir a Cristo y ser Sus amigos. Malo es el porvenir de la iglesia cuando es poblada con tales personas – conduce a las condiciones de Laodicea (Ap. 3:14-21). Se divierten mucho, pero no andan con Cristo.
    Curiosamente, a nuestro Señor le acusaron de ser amigo de pecadores (Lc. 7:34), y aunque fue dicha como una crítica, es un gran título Suyo: “amigo de pecadores”. Él dio Su vida por nosotros, como dice el himno de Sankey:

"Oh qué amigo nos es Cristo, Él llevó nuestro dolor,
Y nos manda que llevemos todo a Dios en oración".

     Su amistad es muy diferente a la del mundo, que nunca llevará nuestro dolor. Cristo no se iba con ellos, sino que recibía a los que deseaban conocerle y ser salvos. Eso es algo muy diferente a las amistades que algunos cristianos excusan diciendo: “pero el Señor fue amigo de pecadores”. Parece que lo dicen para irse con ellos, no para traerlos a Cristo. Tras años de amistades así, no han visto a ninguno convertido y sacado del mundo. Son amistades que no van a ninguna parte.
    Hermanos, la amistad de Cristo es la cosa más grande que hay en este mundo, y suprime la necesidad de amistades mundanas. Es la que tanto necesita el mundo, pero nosotros, por la fe, la tenemos, pues no la desaprovechemos. En Juan 15:15 el Señor dijo a los discípulos que no les llamaba más siervos, sino amigos. Les admitió a Su círculo de amistades, porque le conocían, confiaban en Él, compartían Su vida y ministerio, dejaron a otros para estar con Él, y sufrían afrenta con Él. Entrar en esa relación requiere el sacrificio de negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirle (Lc. 9:23). Pero si dejamos atrás al mundo, ¿qué hemos perdido? ¡Nada de valor!
    El Señor les eligió (Jn. 15:16), no para ser creyentes, porque la elección no es así. Les eligió para ser apóstoles y amigos, y ser enviados a representarle en el mundo. Marcos 3:13-14 enseña esa elección.
    En Juan 15:17, nuevamente el Señor manda amarnos unos a otros, como Él nos ha amado. Esa amistad verdadera entre creyentes no se basa en cosas superficiales y casuales, sino en el amor divino y fraternal. Por eso Proverbios 17:17 dice: “En todo tiempo ama el amigo”. Esta amistad no tiene caducidad. “Es como hermano en tiempo de angustia”. Está cerca, no abandona. Es leal, no traiciona ni se aparta.
    Y Proverbios 18:24 nos aconseja: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo”. ¿Queremos amigos buenos y espirituales? Tenemos que mostrarnos amigos, tomar la iniciativa, acercarnos y ser amigables. ¿No tienes amigos creyentes? Puede ser culpa tuya. ¿Qué haces para tenerlos? No esperes que otro se acerque a ti. Acércate tú. Una visita, un hecho bondadoso, una palabra de ánimo, de aprecio, tu paciencia, tu presencia consoladora, un acto servicial – tales cosas edifican y fortalecen la amistad entre creyentes. Job 6:14 dice: “El atribulado es consolado por su compañero”. En Job 19:19 y 21 se quejó de que sus íntimos amigos le aborrecieron, se volvieron contra él y no le tuvieron compasión cuando sufría. Alguien bien ha dicho: “Con amigos así, sobran los enemigos”. Actuemos como verdaderos amigos para ganar verdaderos amigos. Proverbios 18:24 dice: “Y amigo hay más unido que un hermano”. Es el Señor Jesucristo, nunca nos dejará ni nos desamparará. ¡Qué bendición es tener también a fieles hermanos creyentes que muestran esa clase de amistad!
    Pero los enemigos de Dios no pueden ser nuestros amigos, porque nuestra amistad con Cristo nos hace vivir en otra onda, y caminar en otra senda. No pueden andar con nosotros porque no están de acuerdo. Nuestra amistad con Cristo rige toda otra relación. Por eso Santiago 4:4 nos recuerda que la amistad del mundo es incompatible. No podemos nadar y guardar la ropa. “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. Efesios 5:11 manda: “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas”. Dificilmente podemos hacer esto con los incrédulos y tener su amistad. Muchas amistades con incrédulos se mantienen porque calla y consiente el creyente las obras infructuosas suyas. Esto es ser desobediente y desleal a Cristo que pagó con Su sangre la amistad con nosotros. “Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros” (Lc. 6:26). En el mundo estamos rodeados de enemigos, no de amigos. Si uno cultiva la estima y aprobación del mundo, la sociedad, se aleja del Señor.
    Hermanos, ahora es cuando cultivar nuestra amistad con el Señor, ya que por toda la eternidad estaremos con Él, no con los del mundo. Al Señor le costó todo. ¿Qué estarías dispuesto a pagar, a sacrificar, para andar en amistad con Él? Abraham era amigo de Dios (Stg. 2:23), y le costó mucho. Salió de su país y parentela. Se circuncidó. Llevó a su hijo Isaac a sacrificar. Hizo todo eso por fe, no porque entendiera, sino porque el Señor se lo mandó.  “Sois mis amigos si haceis lo que yo os mando”. Éste es el requisito y la medida de la amistad con Cristo. Nunca encontraremos a un amigo mejor.
 
 

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