SEIS SECRETOS SENCILLOS
PARA ESTUDIAR LA BIBLIA
(Parte III)
PARA ESTUDIAR LA BIBLIA
(Parte III)
El tercer secreto es muy sencillo, pero poco querido. Es la voluntad dispuesta a obedecer. Por eso es poco querido, porque invade la ciudadela de nuestro ser, la voluntad. En efecto, este secreto dice que si no vienes con una actitud sumisa y dispuesta, con la intención de obedecer la Palabra de Dios, no lograrás mucho en tus estudios. Si confiamos en que Dios es bueno, e infinitamente más sabio que nosotros, deberíamos estar dispuestos y animados a hacer lo que Él nos indica en la Biblia, aun antes de saber qué es. El Señor muestra Su Palabra a la persona que quiere obedecer, y tú y yo hemos de ser como esta persona mencionada en Juan 7:17:
“El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios...”
Es así de sencillo, el que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá. Esa es la actitud que también nos recomienda el profeta en Isaías 66:2, diciendo:
“Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”.
No vale para nada cuando una persona muy voluntariosa empieza a mirar la Biblia, a menos que primero quebrante su voluntad. La voluntad fuerte, y la independencia o autonomía personal son enemigos de la Palabra y la voluntad de Dios. Muchas veces entre creyentes, estos fallos de carácter se disfrazan con expresiones como “libertad en Cristo” , con intención de hacer cada uno como le parece, ¡como en los días del libro de Jueces! Pero Dios dice que mirará a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a Su Palabra. En su libro: “¡Quebrántame Señor!”, página 18, William MacDonald escribe así sobre el quebrantamiento:
“Dios quiere que estemos quebrantados para aceptar y obedecer Su voluntad. El Salmista lo dice resueltamente, “No seáis como el caballo o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, mas de otra forma no se acercan a tí”.
“La tendencia de un caballo brioso es pasar sobre todo, mientras que la mula simboliza la testarudez e intransigencia. Tenemos ambos peligros en relación con la voluntad de Dios”.
La voluntad no quebrantada es un peligro vivo en la vida de todos los cristianos, no importa su edad ni cuántos años llevan en el Señor. Para combatir este peligro y seguir creciendo en la gracia y en el conocimiento del Señor (2 P. 3:18) cada uno debe vivir en sacrificio vivo, como Pablo aconseja en Romanos 12:1-2, y practicar la autonegación diaria de Lucas 9:23. El quebrantamiento y la humildad no sólo son aconsejables, sino necesarios, tanto que son imprescindibles. Puedes prescindir de carreras universitarias, de diplomas y certificados, de reconocimiento humano, de bienes materiales, y aun de tus derechos personales, pero no de un espíritu pobre y humilde que tiembla a la Palabra de Dios (Is. 66:2; Mt. 5:3). Pero, ¡qué poco se ve hoy en día esta actitud! A la Palabra de Dios oímos respuestas como: “Sí, pero...”, o: “yo no lo veo así”, cuando allí está el precepto bíblico delante de sus ojos. Es lamentable, y los que son así no irán muy lejos espiritualmente, aunque hagan muchos estudios en institutos bíblicos o programas de discipulado. No se mide la espiritualidad de un hombre por las notas que saca en sus estudios de asignaturas bíblicas, sino por cómo se quebranta ante la Palabra de Dios y conforma su vida a ella. Se mide en la humildad, la fidelidad y el temor de Dios que es el principio de la sabiduría (Pr. 1:7). ¿Cómo andas tú, mi amigo, en este asunto? Si la Palabra de Dios dice que hay que hacer o no hacer algo, o da un precepto que debes aplicar a ti mismo, ¿estás dispuesto a obedecerlo a pesar de las convicciones o preferencias que tenías antes, y a pesar de la dificultad que te pueda suponer? ¿Quieres hacer la voluntad de Dios? Si puedes decir con sinceridad y sin reservas que sí, entonces, la Biblia es un libro abierto para ti. (continuará, d.v.)
Es así de sencillo, el que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá. Esa es la actitud que también nos recomienda el profeta en Isaías 66:2, diciendo:
“Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”.
No vale para nada cuando una persona muy voluntariosa empieza a mirar la Biblia, a menos que primero quebrante su voluntad. La voluntad fuerte, y la independencia o autonomía personal son enemigos de la Palabra y la voluntad de Dios. Muchas veces entre creyentes, estos fallos de carácter se disfrazan con expresiones como “libertad en Cristo” , con intención de hacer cada uno como le parece, ¡como en los días del libro de Jueces! Pero Dios dice que mirará a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a Su Palabra. En su libro: “¡Quebrántame Señor!”, página 18, William MacDonald escribe así sobre el quebrantamiento:
“Dios quiere que estemos quebrantados para aceptar y obedecer Su voluntad. El Salmista lo dice resueltamente, “No seáis como el caballo o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, mas de otra forma no se acercan a tí”.
“La tendencia de un caballo brioso es pasar sobre todo, mientras que la mula simboliza la testarudez e intransigencia. Tenemos ambos peligros en relación con la voluntad de Dios”.
La voluntad no quebrantada es un peligro vivo en la vida de todos los cristianos, no importa su edad ni cuántos años llevan en el Señor. Para combatir este peligro y seguir creciendo en la gracia y en el conocimiento del Señor (2 P. 3:18) cada uno debe vivir en sacrificio vivo, como Pablo aconseja en Romanos 12:1-2, y practicar la autonegación diaria de Lucas 9:23. El quebrantamiento y la humildad no sólo son aconsejables, sino necesarios, tanto que son imprescindibles. Puedes prescindir de carreras universitarias, de diplomas y certificados, de reconocimiento humano, de bienes materiales, y aun de tus derechos personales, pero no de un espíritu pobre y humilde que tiembla a la Palabra de Dios (Is. 66:2; Mt. 5:3). Pero, ¡qué poco se ve hoy en día esta actitud! A la Palabra de Dios oímos respuestas como: “Sí, pero...”, o: “yo no lo veo así”, cuando allí está el precepto bíblico delante de sus ojos. Es lamentable, y los que son así no irán muy lejos espiritualmente, aunque hagan muchos estudios en institutos bíblicos o programas de discipulado. No se mide la espiritualidad de un hombre por las notas que saca en sus estudios de asignaturas bíblicas, sino por cómo se quebranta ante la Palabra de Dios y conforma su vida a ella. Se mide en la humildad, la fidelidad y el temor de Dios que es el principio de la sabiduría (Pr. 1:7). ¿Cómo andas tú, mi amigo, en este asunto? Si la Palabra de Dios dice que hay que hacer o no hacer algo, o da un precepto que debes aplicar a ti mismo, ¿estás dispuesto a obedecerlo a pesar de las convicciones o preferencias que tenías antes, y a pesar de la dificultad que te pueda suponer? ¿Quieres hacer la voluntad de Dios? Si puedes decir con sinceridad y sin reservas que sí, entonces, la Biblia es un libro abierto para ti. (continuará, d.v.)
de LIBRO DIVINO, AMADA PALABRA, por Carlos Tomás Knot
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Israel, Mi Amada
Mi deleite está en ella – Hepsiba – es el nombre que el Señor dio a Su antiguo pueblo. Los dieciséis profetas reciben gozosos cientos de profecías de bendición para Israel. El Señor Jesús lloró sobre Jerusalén (no Tiro y Sidón) y quiso muchas veces juntarla como la gallina a sus polluelos. La Palabra de Dios nos instruye a orar por la paz de Jerusalén.
Hoy en día algunos israelíes están muy dispuestos a sacrificarse por el proceso de la paz. En cambio, otros dan sus vidas en asesinatos suicidas a fin de hacer un sabotaje a esa misma paz.
Nosotros anticipamos la venida de nuestro Señor, esperanzados por los eventos que ocurren en Israel. Nuestros intereses en el arrebatamiento se centran en el Señor, Sus recompensas, Su novia, y el día de la boda. Seguramente Sus pensamientos también están centrados en esto. Pero también Se preocupará intensamente por Su amado Israel. ¿Qué dicen las Escrituras acerca de los próximos siete años después del rapto?
Los israelíes nacidos de nuevo, por supuesto, ascenderán en las nubes para encontrarse en el aire con el Señor. Desgraciadamente, es evidente que estos serán sólo una minoría pequeña de los 18.000.000 de judíos que viven hoy en día. Pronto la nación hará un pacto de siete años con el futuro dictador mundial, y comenzarán la construcción del templo. Hoy se rumorea que los planes y las preparaciones se están finalizando, lo cual quiere decir que muy pronto comenzará la construcción. Acto seguido se inaugurarán los sacrificios.
Antes de que los ángeles de ira empiecen a derramar los juicios de la Tribulación, otros pondrán el nombre del Padre como sello sobre 144.000 varones jóvenes de Israel. Aunque nunca aceptarán el número 666 del hombre de pecado, sus vidas serán preservadas durante la Tribulación. El Cordero se regocijará con ellos en el Monte de Sión, cantando un cántico nuevo que nadie más puede aprender (Ap. 14:1-5).
Estos varones jóvenes son vírgenes y no se halla en ellos ningún engaño. Están sin mancha delante de Dios. Son las primicias del periodo de la Tribulación y siguen al Cordero dondequiera que vaya. La novia también estará con el Cordero, de modo que estos jóvenes le serán a la novia como un compañero.
Suponiendo que más o menos un 10% de los 9.000.000 de varones en Israel se pueden considerar “jóvenes”, la sexta parte de estos son los 144.000. A menos que nuestras esperanzas de la segunda venida del Señor estén muy equivocados, es probable que los 144.000 estén muy vivos hoy día. Están viviendo vidas puras, todavía no entregados a Cristo, pero listos para creer cuando el Espíritu obra en ellos. Es un grupo interesante.
Su tarea después de ser sellados parece ser propagar el evangelio eterno. El fruto de este ministerio se puede ver en los muchos designados como ovejas a la mano derecha del Señor cuando Él se sienta para juzgar a los gentiles vivos. Pero antes que el Señor intervenga, muchos más creyentes nuevos serán matados, tanto judíos como gentiles.
Cuando se abre el quinto sello, los israelíes creyentes que hayan sido matados durante los siete años se ven bajo el altar como mártires (Ap. 6). Muchos más sobrevivirán los terrores de la Tribulación y le verán al Señor cuando Él aparece. Ellos también creerán, con lagrimas de remordimiento por su rechazo nacional de su Rey. (Zac. 12:10). Muchas ovejas gentiles heredarán el reino que les fue preparado desde la eternidad (Mt. 25:34), pero Israel será la nación predominante en el Milenio. Los apóstoles reinarán sobre las tribus (Mt. 19:28), y rápidamente construirán el templo, como se describe en Ezequiel.
Días grandes para Israel y para la humanidad vienen pronto. Todavía más felices pueden ser todos aquellos israelíes y todos los que aceptan a Cristo en la edad de la gracia. Así que, nunca dejemos de orar e interceder fervientemente en apoyo de todos los que trabajan para llevarle la Luz a Hepsiba, la nación amada de Dios.
Hoy en día algunos israelíes están muy dispuestos a sacrificarse por el proceso de la paz. En cambio, otros dan sus vidas en asesinatos suicidas a fin de hacer un sabotaje a esa misma paz.
Nosotros anticipamos la venida de nuestro Señor, esperanzados por los eventos que ocurren en Israel. Nuestros intereses en el arrebatamiento se centran en el Señor, Sus recompensas, Su novia, y el día de la boda. Seguramente Sus pensamientos también están centrados en esto. Pero también Se preocupará intensamente por Su amado Israel. ¿Qué dicen las Escrituras acerca de los próximos siete años después del rapto?
Los israelíes nacidos de nuevo, por supuesto, ascenderán en las nubes para encontrarse en el aire con el Señor. Desgraciadamente, es evidente que estos serán sólo una minoría pequeña de los 18.000.000 de judíos que viven hoy en día. Pronto la nación hará un pacto de siete años con el futuro dictador mundial, y comenzarán la construcción del templo. Hoy se rumorea que los planes y las preparaciones se están finalizando, lo cual quiere decir que muy pronto comenzará la construcción. Acto seguido se inaugurarán los sacrificios.
Antes de que los ángeles de ira empiecen a derramar los juicios de la Tribulación, otros pondrán el nombre del Padre como sello sobre 144.000 varones jóvenes de Israel. Aunque nunca aceptarán el número 666 del hombre de pecado, sus vidas serán preservadas durante la Tribulación. El Cordero se regocijará con ellos en el Monte de Sión, cantando un cántico nuevo que nadie más puede aprender (Ap. 14:1-5).
Estos varones jóvenes son vírgenes y no se halla en ellos ningún engaño. Están sin mancha delante de Dios. Son las primicias del periodo de la Tribulación y siguen al Cordero dondequiera que vaya. La novia también estará con el Cordero, de modo que estos jóvenes le serán a la novia como un compañero.
Suponiendo que más o menos un 10% de los 9.000.000 de varones en Israel se pueden considerar “jóvenes”, la sexta parte de estos son los 144.000. A menos que nuestras esperanzas de la segunda venida del Señor estén muy equivocados, es probable que los 144.000 estén muy vivos hoy día. Están viviendo vidas puras, todavía no entregados a Cristo, pero listos para creer cuando el Espíritu obra en ellos. Es un grupo interesante.
Su tarea después de ser sellados parece ser propagar el evangelio eterno. El fruto de este ministerio se puede ver en los muchos designados como ovejas a la mano derecha del Señor cuando Él se sienta para juzgar a los gentiles vivos. Pero antes que el Señor intervenga, muchos más creyentes nuevos serán matados, tanto judíos como gentiles.
Cuando se abre el quinto sello, los israelíes creyentes que hayan sido matados durante los siete años se ven bajo el altar como mártires (Ap. 6). Muchos más sobrevivirán los terrores de la Tribulación y le verán al Señor cuando Él aparece. Ellos también creerán, con lagrimas de remordimiento por su rechazo nacional de su Rey. (Zac. 12:10). Muchas ovejas gentiles heredarán el reino que les fue preparado desde la eternidad (Mt. 25:34), pero Israel será la nación predominante en el Milenio. Los apóstoles reinarán sobre las tribus (Mt. 19:28), y rápidamente construirán el templo, como se describe en Ezequiel.
Días grandes para Israel y para la humanidad vienen pronto. Todavía más felices pueden ser todos aquellos israelíes y todos los que aceptan a Cristo en la edad de la gracia. Así que, nunca dejemos de orar e interceder fervientemente en apoyo de todos los que trabajan para llevarle la Luz a Hepsiba, la nación amada de Dios.
R.E. Harlow
traducido de la revista “Missions” por Josué Knott
traducido de la revista “Missions” por Josué Knott
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EL DINERO HABLA... ¿Y Qué Dice?
“El dinero habla” es simplemente una versión moderna del antiguo proverbio: “El dinero sirve para todo” (Eclesiastés 10:19). Es el lenguaje internacional. ¿Sabes algo de japonés? ¿No? Pero conoces la palabra “yen”. ¿Y hebreo? Todos reconocemos la palabra “shekel”. Lo mismo pasa con “peso”, “lira”, “franc” y “deutchmark” aunque han desaparecido y ahora todos conocen la palabra “euro”. Y todavía vale decir "dolar" y "libra". Los viajeros que no pueden comunicarse por medio del dialecto local, simplemente tienen que alargar sus carteras... e instantáneamente, ¡todo el mundo comprende!
El dinero habla, pero ¿qué dice? El rey Salomón fue la persona que más dinero tenía para escucharlo hablar, y esto es lo que él oyó:
1. El dinero no puede evitar que el “gran evento” suceda. Aunque el sabio va a la muerte con los ojos abiertos y el necio se hunde en la oscuridad, el último enemigo es insobornable. “Un mismo suceso acontecerá al uno como al otro” (Eclesiastés 2:14). El dinero habla elocuentemente en la sala de juntas, es adulador en el banquete, pero mudo en el lecho de muerte.
2. El dinero no puede acompañarnos en nuestro viaje final (Eclesiastés 2:8-11). Dejamos el mundo con las mismas posesiones que cuando llegamos (Eclesiastés 5:15). Y así es trágicamente posible ser sabio para este mundo pero necio para la eternidad.
3. Cuanto más dinero tengas, más importancia parece tener. Si el dinero va tomando más y más lugar en mi vida, en la misma medida va expulsando gozo, amor y contentamiento de ella. El dinero hace un buen siervo, ¡pero un maestro cruel!
El hombre que “lo tenía todo” declaró: “todo es vanidad”. Luego, ¿es malo el dinero? No, lo necesitamos para funcionar. ¿Es malo vivir para el dinero? Es la manera más segura de convertirse en uno que vive en la pobreza espiritual. Escucha a tu dinero y verás.
Jesucristo preguntó: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36). ¿Quieres ser realmente rico? “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
El dinero habla, pero ¿qué dice? El rey Salomón fue la persona que más dinero tenía para escucharlo hablar, y esto es lo que él oyó:
1. El dinero no puede evitar que el “gran evento” suceda. Aunque el sabio va a la muerte con los ojos abiertos y el necio se hunde en la oscuridad, el último enemigo es insobornable. “Un mismo suceso acontecerá al uno como al otro” (Eclesiastés 2:14). El dinero habla elocuentemente en la sala de juntas, es adulador en el banquete, pero mudo en el lecho de muerte.
2. El dinero no puede acompañarnos en nuestro viaje final (Eclesiastés 2:8-11). Dejamos el mundo con las mismas posesiones que cuando llegamos (Eclesiastés 5:15). Y así es trágicamente posible ser sabio para este mundo pero necio para la eternidad.
3. Cuanto más dinero tengas, más importancia parece tener. Si el dinero va tomando más y más lugar en mi vida, en la misma medida va expulsando gozo, amor y contentamiento de ella. El dinero hace un buen siervo, ¡pero un maestro cruel!
El hombre que “lo tenía todo” declaró: “todo es vanidad”. Luego, ¿es malo el dinero? No, lo necesitamos para funcionar. ¿Es malo vivir para el dinero? Es la manera más segura de convertirse en uno que vive en la pobreza espiritual. Escucha a tu dinero y verás.
Jesucristo preguntó: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36). ¿Quieres ser realmente rico? “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
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TODO O NADA
Parte II
Hay dos palabras teológicas que describen estas dos cosas necesarias. Te daré las dos palabras y después explicaré brevemente lo que significan. Las dos palabras son justificación y regeneración.
La palabra justificación es el sustantivo del verbo justificar. Justificar a alguien quiere decir probar o demostrar que esa persona es justa; que queda libre de culpa. También tiene el mismo significado que la palabra absolver, cuyo sentido es librar, o soltar, como de alguna obligación o de las consecuencias de haber sido hallado culpable.
Porque Dios el Hijo, por medio de quien Dios el Padre creó todas las cosas, tomó forma de hombre y sufrió en la cruz como la ofrenda de Dios por el pecado, por nuestros pecados, ahora a Dios le es posible justificarnos, declararnos libres de culpa, porque otro ha sufrido en nuestro lugar.
El sacrificio de Cristo en la cruz es algo que justifica también a Dios en Su obra de apartar nuestra sentencia y perdonarnos. Porque hace posible que Dios nos perdone y todavía sea justo cuando nos perdona.
No hay absolutamente ninguna obra de nuestra parte que se pueda añadir a la obra que Cristo perfeccionó y completó por nosotros cuando sufrió “una sola vez” por nuestros pecados en la cruz. Él declaró: “Consumado es”, lo cual no nos permite creer como la Iglesia Romana enseña, que todavía haga falta el sacrificio de la Misa para seguir ofreciendo a Cristo de una forma mística e incomprensible cuando Él ha declarado: “Consumado es” (Juan 19:30). El sacrificio y la obra que fueron necesarios de parte de nuestro Salvador fueron terminados una vez para siempre hace más de 1.900 años cuando Jesucristo colgó en la cruz. No hay nada que tú o yo podamos hacer para añadir a lo que Cristo ya hizo para nuestra justificación.
Podrías contestar, entonces, diciendo: “Es cierto. Todo lo que queda para hacer de nuestra parte es creer y confiar en Él para recibir el perdón”.
Esto es precisamente donde muchos fallan en cuanto a recibir el perdón de Dios, porque no comprenden que hay una cosa más que tiene que hacerse antes de que Dios sea justificado en perdonar nuestros pecados, aunque Cristo ha muerto como la ofrenda por nuestros pecados.
Lo que es necesario es un cambio de mente y corazón de parte del rebelde quien se entronó a sí mismo como rey o señor en lugar de Dios. Ese rebelde, que eres tú, debe arrepentirse, bajarse del trono de su vida, y pedir a su Creador y Padre que tome el trono y reine como gobernador supremo en su vida.
Este hecho involucra el otro término teológico que mencionamos anteriormente; la palabra regeneración. En otras palabras, debemos ser regenerados, “nacer de nuevo” como Cristo dijo. Debemos convertirnos de una vida vivida egoístamente a una vida vivida en la voluntad de Dios.
Aun la obra que resulta en nuestra regeneración es algo hecho por Dios. El hombre puede reformarse superficialmente -- muchos lo han hecho -- pero no puede regenerarse. No obstante, la decisión de rendirse a Dios solamente la podemos tomar nosotros. Ningún otro ser en el cielo o en la tierra puede tomar la decisión por ti. Es en base a tu sincera decisión de rendirte a Él que Dios te perdona y te otorga la justificación por medio de Jesucristo. Entonces, tendrás vida eterna, la cual Dios promete así: “si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído” (Col.1:23). Todo aquel que verdaderamente ha nacido de nuevo hará lo que dice este versículo, porque la vida que tiene no es una reforma religiosa, sino la misma vida de Dios.
Cristo tenía mucho que decir sobre esto cuando estuvo en la tierra. Vamos a observar las cosas que Él decía, una por una. Quisiera invitarte a mirar en el evangelio según Marcos 8:34-36.
“Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, y del evangelio, la salvará.
Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”
Cristo decía estas palabras a una multitud compuesta de gente inconversa y de discípulos Suyos. De alguna manera Él decía: “Cualquiera de vosotros que desee seguirme, aquí tiene lo que debe hacer. Primeramente debe negarse a sí mismo”.
Amigo, hemos ascendido al trono en nuestras propias vidas, pero Cristo dice aquí que tenemos que negarnos este “derecho”. Debemos abdicar el trono y permitir al gobernador justo y debido que suba allí y gobierne en nuestra vida.
Es cierto que esto no es nada fácil para nosotros, porque cada uno quiere hacer su propia voluntad en la vida. Así que, algo fuerte tiene que pasar, y Cristo nos enseña qué es este “algo”. Él dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. ¿Qué significa esto de tomar nuestra cruz?
Muchas personas tienen una idea equivocada acerca de lo que estas palabras significan. Algunos dicen que tienen un problema físico, de salud, que no puede ser curado, y que esa es la cruz que tienen que llevar.
Pero ese problema físico no es una cruz. No lo escogieron, no lo tomaron. Ese problema físico es una enfermedad.
Otros dicen que están en apuros financieros, por ejemplo, y que es la cruz que tienen que llevar. No, ellos no lo escogieron voluntariamente.
También hay muchos otros problemas y dificultades que nos vienen en la vida, a los cuales muchas personas han llamado equivocadamente su “cruz” que tienen que llevar.
¡Una cruz es un instrumento de muerte, es un lugar donde morir! Cristo murió en Su cruz. Él también nos llama a esa muerte. Él está diciéndonos aquí que si queremos vivir, antes, ¡TENEMOS QUE MORIR!
Cristo no habla aquí de la muerte física. Él habla de la muerte de tu propia voluntad obstinada. Él demuestra a través de estas palabras que es necesaria la dimisión, la rendición incondicional de aquel que desentronó a Dios en su vida y tomó el trono para sí. Ése tiene que ser rechazado de una manera tan fuerte y absoluta que Cristo lo asemeja al ser clavado en una cruz y entregado a la muerte.
Este rey inferior no te ha ocasionado nada más que problemas. El que tiene derecho de reinar en tu vida tiene un plan mucho mejor para tu vida que el que tú tienes. Él es totalmente sabio. Entonces, Él sabe lo mejor para ti. Él también es amor, y hará para ti lo que sea mejor. Ciertamente puedes confiar en un Rey tan maravilloso, sabio y amoroso. Nadie jamás te ha amado ni te amará más que Él. No se ha olvidado de ti ni por un momento, ni aún durante todo el tiempo que has vivido en rebelión.
En el siguiente versículo dice: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, y del evangelio, la salvará”. Aquí Cristo afirma que si decides salvar tu vida para tu propio placer y tu propia voluntad, seguro que la perderás. Pero, dice Él, cualquiera que pierda su vida por causa de su debido Maestro y por el maravilloso mensaje que Él tiene para el mundo, éste ciertamente salvará su vida por toda la eternidad.
Algún lector de este librito puede decir que este versículo habla de las recompensas, los galardones que los cristianos recibirán en la eternidad con Dios. Algunos dicen que los que viven sus vidas “cristianas” para sí mismos, no tendrán recompensa, pero que los que viven para el Señor tendrán recompensa. No obstante, el siguiente versículo demuestra que Cristo taxativamente no está hablando de recompensas. ¡Esta cuestión de rendirse al Señor o no, es cuestión de vida o muerte! Justo en el siguiente versículo Cristo dice: “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”
¿Te atreverías a torcer estas palabras de Dios para que significasen cualquier cosa excepto lo que claramente dicen?
Puedes decir que todavía crees que somos salvos solamente por la fe, y que nuestras obras no tienen absolutamente nada que ver con nuestra salvación. En ese caso, vamos a mirar otras palabras dadas por nuestro Señor que tiene que ver con esto. Vamos a considerar algo que Él dijo en el Sermón del Monte, en el evangelio según Mateo, capítulo siete, empezando con el versículo 21. Considera esto:
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Él dice muy claramente que no los que confían en su propia fe serán salvos, sino aquellos cuya fe es la que resulta en obediencia a Su Padre que está en los cielos.
Recibimos el perdón de Dios porque Cristo padeció y murió en la cruz por nosotros. Ésta es la buena nueva del evangelio. No obstante, Dios enseña claramente que este perdón no se aplica a menos que haya un verdadero arrepentimiento y una entrega, rindiendo la voluntad al Señor. La fe que tienes en Cristo debe ser confianza en Él como Señor además de Salvador. Sólo en este caso recibirás el perdón de Dios y la seguridad de vida eterna.
Escucha más de lo que Cristo dice aquí en Su Sermón del Monte: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22-23).
Aquí vemos que habrá gente que ha profetizado, es decir, supuestamente hablado de parte del Espíritu de Dios. Aun han echado fuera demonios y han hecho muchas maravillas en el nombre de Cristo, pero siguieron viviendo para sí mismos, satisfaciendo los deseos de su propia mente y su propio corazón. Cristo dice que son hacedores de maldad. Todavía viven en rebelión contra Él, aunque tratan de apaciguar sus propias conciencias con obras para el Señor, pero todo el tiempo viven para sí mismos.
Puede que alguien esté diciendo ahora mismo en su propio corazón: “Pero yo todavía creo que todo lo que hay que hacer es poner la fe en Cristo para salvación. Cristo es la Roca sobre la cual estoy firme. Bueno, ¿qué quiere decir “estar firme”, o edificar sobre Cristo la Roca? Justo las siguientes palabras del Señor aquí en el Sermón del Monte nos dicen lo que Él quería decir.
“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24). ¿Te das cuenta que la persona que oye las palabras de Cristo y las hace, es como el hombre que edifica su casa sobre la roca? Cristo es la roca de tu salvación si creyendo has abdicado el trono de tu corazón y le has invitado a tomar este trono y reinar en tu vida. Pero si en lugar de hacer esto, todavía sigues haciendo tu propia voluntad y no la de Cristo, estás viviendo en rebelión contra Él. En esta condición no hay promesa en la Palabra de Dios de que Cristo vea tu vida como una casa fundada sobre una roca.
Pero más adelante en este texto, Cristo dice acerca de los desobedientes:
“Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7:26-27). ¡Sí, amigo, esta caída terrible y ruinosa de tal persona es que su alma se perderá!
La palabra justificación es el sustantivo del verbo justificar. Justificar a alguien quiere decir probar o demostrar que esa persona es justa; que queda libre de culpa. También tiene el mismo significado que la palabra absolver, cuyo sentido es librar, o soltar, como de alguna obligación o de las consecuencias de haber sido hallado culpable.
Porque Dios el Hijo, por medio de quien Dios el Padre creó todas las cosas, tomó forma de hombre y sufrió en la cruz como la ofrenda de Dios por el pecado, por nuestros pecados, ahora a Dios le es posible justificarnos, declararnos libres de culpa, porque otro ha sufrido en nuestro lugar.
El sacrificio de Cristo en la cruz es algo que justifica también a Dios en Su obra de apartar nuestra sentencia y perdonarnos. Porque hace posible que Dios nos perdone y todavía sea justo cuando nos perdona.
No hay absolutamente ninguna obra de nuestra parte que se pueda añadir a la obra que Cristo perfeccionó y completó por nosotros cuando sufrió “una sola vez” por nuestros pecados en la cruz. Él declaró: “Consumado es”, lo cual no nos permite creer como la Iglesia Romana enseña, que todavía haga falta el sacrificio de la Misa para seguir ofreciendo a Cristo de una forma mística e incomprensible cuando Él ha declarado: “Consumado es” (Juan 19:30). El sacrificio y la obra que fueron necesarios de parte de nuestro Salvador fueron terminados una vez para siempre hace más de 1.900 años cuando Jesucristo colgó en la cruz. No hay nada que tú o yo podamos hacer para añadir a lo que Cristo ya hizo para nuestra justificación.
Podrías contestar, entonces, diciendo: “Es cierto. Todo lo que queda para hacer de nuestra parte es creer y confiar en Él para recibir el perdón”.
Esto es precisamente donde muchos fallan en cuanto a recibir el perdón de Dios, porque no comprenden que hay una cosa más que tiene que hacerse antes de que Dios sea justificado en perdonar nuestros pecados, aunque Cristo ha muerto como la ofrenda por nuestros pecados.
Lo que es necesario es un cambio de mente y corazón de parte del rebelde quien se entronó a sí mismo como rey o señor en lugar de Dios. Ese rebelde, que eres tú, debe arrepentirse, bajarse del trono de su vida, y pedir a su Creador y Padre que tome el trono y reine como gobernador supremo en su vida.
Este hecho involucra el otro término teológico que mencionamos anteriormente; la palabra regeneración. En otras palabras, debemos ser regenerados, “nacer de nuevo” como Cristo dijo. Debemos convertirnos de una vida vivida egoístamente a una vida vivida en la voluntad de Dios.
Aun la obra que resulta en nuestra regeneración es algo hecho por Dios. El hombre puede reformarse superficialmente -- muchos lo han hecho -- pero no puede regenerarse. No obstante, la decisión de rendirse a Dios solamente la podemos tomar nosotros. Ningún otro ser en el cielo o en la tierra puede tomar la decisión por ti. Es en base a tu sincera decisión de rendirte a Él que Dios te perdona y te otorga la justificación por medio de Jesucristo. Entonces, tendrás vida eterna, la cual Dios promete así: “si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído” (Col.1:23). Todo aquel que verdaderamente ha nacido de nuevo hará lo que dice este versículo, porque la vida que tiene no es una reforma religiosa, sino la misma vida de Dios.
Cristo tenía mucho que decir sobre esto cuando estuvo en la tierra. Vamos a observar las cosas que Él decía, una por una. Quisiera invitarte a mirar en el evangelio según Marcos 8:34-36.
“Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, y del evangelio, la salvará.
Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”
Cristo decía estas palabras a una multitud compuesta de gente inconversa y de discípulos Suyos. De alguna manera Él decía: “Cualquiera de vosotros que desee seguirme, aquí tiene lo que debe hacer. Primeramente debe negarse a sí mismo”.
Amigo, hemos ascendido al trono en nuestras propias vidas, pero Cristo dice aquí que tenemos que negarnos este “derecho”. Debemos abdicar el trono y permitir al gobernador justo y debido que suba allí y gobierne en nuestra vida.
Es cierto que esto no es nada fácil para nosotros, porque cada uno quiere hacer su propia voluntad en la vida. Así que, algo fuerte tiene que pasar, y Cristo nos enseña qué es este “algo”. Él dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. ¿Qué significa esto de tomar nuestra cruz?
Muchas personas tienen una idea equivocada acerca de lo que estas palabras significan. Algunos dicen que tienen un problema físico, de salud, que no puede ser curado, y que esa es la cruz que tienen que llevar.
Pero ese problema físico no es una cruz. No lo escogieron, no lo tomaron. Ese problema físico es una enfermedad.
Otros dicen que están en apuros financieros, por ejemplo, y que es la cruz que tienen que llevar. No, ellos no lo escogieron voluntariamente.
También hay muchos otros problemas y dificultades que nos vienen en la vida, a los cuales muchas personas han llamado equivocadamente su “cruz” que tienen que llevar.
¡Una cruz es un instrumento de muerte, es un lugar donde morir! Cristo murió en Su cruz. Él también nos llama a esa muerte. Él está diciéndonos aquí que si queremos vivir, antes, ¡TENEMOS QUE MORIR!
Cristo no habla aquí de la muerte física. Él habla de la muerte de tu propia voluntad obstinada. Él demuestra a través de estas palabras que es necesaria la dimisión, la rendición incondicional de aquel que desentronó a Dios en su vida y tomó el trono para sí. Ése tiene que ser rechazado de una manera tan fuerte y absoluta que Cristo lo asemeja al ser clavado en una cruz y entregado a la muerte.
Este rey inferior no te ha ocasionado nada más que problemas. El que tiene derecho de reinar en tu vida tiene un plan mucho mejor para tu vida que el que tú tienes. Él es totalmente sabio. Entonces, Él sabe lo mejor para ti. Él también es amor, y hará para ti lo que sea mejor. Ciertamente puedes confiar en un Rey tan maravilloso, sabio y amoroso. Nadie jamás te ha amado ni te amará más que Él. No se ha olvidado de ti ni por un momento, ni aún durante todo el tiempo que has vivido en rebelión.
En el siguiente versículo dice: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, y del evangelio, la salvará”. Aquí Cristo afirma que si decides salvar tu vida para tu propio placer y tu propia voluntad, seguro que la perderás. Pero, dice Él, cualquiera que pierda su vida por causa de su debido Maestro y por el maravilloso mensaje que Él tiene para el mundo, éste ciertamente salvará su vida por toda la eternidad.
Algún lector de este librito puede decir que este versículo habla de las recompensas, los galardones que los cristianos recibirán en la eternidad con Dios. Algunos dicen que los que viven sus vidas “cristianas” para sí mismos, no tendrán recompensa, pero que los que viven para el Señor tendrán recompensa. No obstante, el siguiente versículo demuestra que Cristo taxativamente no está hablando de recompensas. ¡Esta cuestión de rendirse al Señor o no, es cuestión de vida o muerte! Justo en el siguiente versículo Cristo dice: “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”
¿Te atreverías a torcer estas palabras de Dios para que significasen cualquier cosa excepto lo que claramente dicen?
Puedes decir que todavía crees que somos salvos solamente por la fe, y que nuestras obras no tienen absolutamente nada que ver con nuestra salvación. En ese caso, vamos a mirar otras palabras dadas por nuestro Señor que tiene que ver con esto. Vamos a considerar algo que Él dijo en el Sermón del Monte, en el evangelio según Mateo, capítulo siete, empezando con el versículo 21. Considera esto:
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Él dice muy claramente que no los que confían en su propia fe serán salvos, sino aquellos cuya fe es la que resulta en obediencia a Su Padre que está en los cielos.
Recibimos el perdón de Dios porque Cristo padeció y murió en la cruz por nosotros. Ésta es la buena nueva del evangelio. No obstante, Dios enseña claramente que este perdón no se aplica a menos que haya un verdadero arrepentimiento y una entrega, rindiendo la voluntad al Señor. La fe que tienes en Cristo debe ser confianza en Él como Señor además de Salvador. Sólo en este caso recibirás el perdón de Dios y la seguridad de vida eterna.
Escucha más de lo que Cristo dice aquí en Su Sermón del Monte: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22-23).
Aquí vemos que habrá gente que ha profetizado, es decir, supuestamente hablado de parte del Espíritu de Dios. Aun han echado fuera demonios y han hecho muchas maravillas en el nombre de Cristo, pero siguieron viviendo para sí mismos, satisfaciendo los deseos de su propia mente y su propio corazón. Cristo dice que son hacedores de maldad. Todavía viven en rebelión contra Él, aunque tratan de apaciguar sus propias conciencias con obras para el Señor, pero todo el tiempo viven para sí mismos.
Puede que alguien esté diciendo ahora mismo en su propio corazón: “Pero yo todavía creo que todo lo que hay que hacer es poner la fe en Cristo para salvación. Cristo es la Roca sobre la cual estoy firme. Bueno, ¿qué quiere decir “estar firme”, o edificar sobre Cristo la Roca? Justo las siguientes palabras del Señor aquí en el Sermón del Monte nos dicen lo que Él quería decir.
“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24). ¿Te das cuenta que la persona que oye las palabras de Cristo y las hace, es como el hombre que edifica su casa sobre la roca? Cristo es la roca de tu salvación si creyendo has abdicado el trono de tu corazón y le has invitado a tomar este trono y reinar en tu vida. Pero si en lugar de hacer esto, todavía sigues haciendo tu propia voluntad y no la de Cristo, estás viviendo en rebelión contra Él. En esta condición no hay promesa en la Palabra de Dios de que Cristo vea tu vida como una casa fundada sobre una roca.
Pero más adelante en este texto, Cristo dice acerca de los desobedientes:
“Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7:26-27). ¡Sí, amigo, esta caída terrible y ruinosa de tal persona es que su alma se perderá!
continuará, d.v. en el siguiente número
escrito por Ray W. Johnson
escrito por Ray W. Johnson
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