“Virgen” No Es Un Título Bíblico
En la Biblia la palabra “virgen” no es un título sino una
descripción de una condición. En sus varias formas solo aparece once
veces en todo el Nuevo Testamento, y de ésas solo tres se refieren a
María la madre de Jesucristo. Uno es Mateo 1:23 que cita una escritura
profética: “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo”. No “la virgen” sino “una virgen”. En Lucas 1:27 aparecen las otras dos referencias a María, donde leemos: “a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María”. No hay más.
Nunca es empleada como un título. Las Escrituras nunca le llaman a María “la Virgen María”, “la Santa Virgen”, “la Bendita Virgen” ni otros títulos semejantes. José no la llamó así. Cristo no la llamó así. Los apóstoles y demás creyentes tampoco le dieron ese título. El título viene de religiones paganas, por ejemplo, en la mitología griega había tres diosas vírgenes: Artemisa diosa de la caza y la luna (Diana en la mitología romana), Atenea diosa de la guerra y de la civilización (Minerva en la mitología romana), y Hestia diosa del hogar – que es Vesta para los romanos. Los paganos rindieron culto a esas virgenes y les atribuían poderes especiales, es decir, como diosas.
En cambio, Maria la madre de Jesucristo nunca fue titulada “Virgen” hasta que surgió el catolicismo romano que había asimilado creencias y prácticas del paganismo. El catolicismo le atribuye perpetua virginidad y poderes especiales, como diosa, y enseña a la gente a rezar a ella y confiar en ella para ayuda. Dedica el mes de mayo a Maria y de ahí el día de la madre. Su creencia en María como “siempre virgen” es equivocada, ya que las Escrituras enseñan que ella y José tuvieron relaciones normales de matrimonio después del nacimiento de Jesús (Mt. 1:25). Además, Mateo 13:55 y Marcos 6:3 indican que José y María tuvieron hijos, por lo que es imposible que fuera siempre virgen, ni es necesario que sea así para que la apreciemos como mujer bendita, privilegiada y única en la historia, la madre de nuestro Señor (Lc. 1:43).
Es importante notar cómo las Sagradas Escrituras se refieren a María sin darle títulos como en las religiones paganas. He aquí algunos ejemplos en los Evangelios.
“María su madre” Mateo 1:18
“su madre María” Mateo 2:11; 13:55
“la madre de mi Señor” Lucas 1:43
“María su mujer” Lucas 2:5
“su madre María” Lucas 2:34
“María” Lucas 1:27, 30, 34, 38, 41, 46, 56
“la madre de Jesús” Juan 2:1, 3
“mujer” Juan 2:4
“su madre” Juan 19:25-26
“María la madre de Jesús” Hechos 1:14
Vemos por la cita en Hechos de los Apóstoles que la iglesia apostólica la conocía como “María la madre de Jesús”, no como “la Virgen”. Ella se reunía con los demás pero no ocupaba lugar de preeminencia ni autoridad, ni se le rendía culto. Seguramente oraba con los demás creyentes, pero no era conocida como intercesora con poderes o influencia especial, ni recibía peticiones ni ofrendas de nadie. Nadie oraba a María en la iglesia apostólica. No se le componían himnos ni dedicaban días especiales a ella. El Rosario y la Salve no son textos bíblicos, ni tampoco los títulos que en ellos se le atribuyen a ella.
Reconocemos que María era una mujer especial, única en la historia de la humanidad y especialmente bienaventurada porque ella fue el vaso escogido por el cual el Verbo de Dios se encarnó: “aquel Verbo fue hecho carne” (Jn. 1:14). Considera cómo María misma se describió en Lucas 1:38, “He aquí la sierva del Señor”. En Lucas 1:46-47 leemos: “María dijo: Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”. En el versículo 48 habla de “la bajeza de su sierva”. Ella era humilde, obediente, sumisa y engrandecía al Señor. Hablaba de Dios como Salvador suya, pues ella también necesitaba ser salva y no puede salvar a nadie. Sus virtudes son ejemplo para toda mujer creyente, pero en las Escrituras el apóstol Pedro no la menciona, sino a Sara (1 P. 3:1-6) como ejemplo de conducta piadosa. Esto indica que aunque María era apreciada sin duda, los apóstoles no le elevaron a una posicion especial, ni existía la práctica de rendirle culto.
Nunca es empleada como un título. Las Escrituras nunca le llaman a María “la Virgen María”, “la Santa Virgen”, “la Bendita Virgen” ni otros títulos semejantes. José no la llamó así. Cristo no la llamó así. Los apóstoles y demás creyentes tampoco le dieron ese título. El título viene de religiones paganas, por ejemplo, en la mitología griega había tres diosas vírgenes: Artemisa diosa de la caza y la luna (Diana en la mitología romana), Atenea diosa de la guerra y de la civilización (Minerva en la mitología romana), y Hestia diosa del hogar – que es Vesta para los romanos. Los paganos rindieron culto a esas virgenes y les atribuían poderes especiales, es decir, como diosas.
En cambio, Maria la madre de Jesucristo nunca fue titulada “Virgen” hasta que surgió el catolicismo romano que había asimilado creencias y prácticas del paganismo. El catolicismo le atribuye perpetua virginidad y poderes especiales, como diosa, y enseña a la gente a rezar a ella y confiar en ella para ayuda. Dedica el mes de mayo a Maria y de ahí el día de la madre. Su creencia en María como “siempre virgen” es equivocada, ya que las Escrituras enseñan que ella y José tuvieron relaciones normales de matrimonio después del nacimiento de Jesús (Mt. 1:25). Además, Mateo 13:55 y Marcos 6:3 indican que José y María tuvieron hijos, por lo que es imposible que fuera siempre virgen, ni es necesario que sea así para que la apreciemos como mujer bendita, privilegiada y única en la historia, la madre de nuestro Señor (Lc. 1:43).
Es importante notar cómo las Sagradas Escrituras se refieren a María sin darle títulos como en las religiones paganas. He aquí algunos ejemplos en los Evangelios.
“María su madre” Mateo 1:18
“su madre María” Mateo 2:11; 13:55
“la madre de mi Señor” Lucas 1:43
“María su mujer” Lucas 2:5
“su madre María” Lucas 2:34
“María” Lucas 1:27, 30, 34, 38, 41, 46, 56
“la madre de Jesús” Juan 2:1, 3
“mujer” Juan 2:4
“su madre” Juan 19:25-26
“María la madre de Jesús” Hechos 1:14
Vemos por la cita en Hechos de los Apóstoles que la iglesia apostólica la conocía como “María la madre de Jesús”, no como “la Virgen”. Ella se reunía con los demás pero no ocupaba lugar de preeminencia ni autoridad, ni se le rendía culto. Seguramente oraba con los demás creyentes, pero no era conocida como intercesora con poderes o influencia especial, ni recibía peticiones ni ofrendas de nadie. Nadie oraba a María en la iglesia apostólica. No se le componían himnos ni dedicaban días especiales a ella. El Rosario y la Salve no son textos bíblicos, ni tampoco los títulos que en ellos se le atribuyen a ella.
Reconocemos que María era una mujer especial, única en la historia de la humanidad y especialmente bienaventurada porque ella fue el vaso escogido por el cual el Verbo de Dios se encarnó: “aquel Verbo fue hecho carne” (Jn. 1:14). Considera cómo María misma se describió en Lucas 1:38, “He aquí la sierva del Señor”. En Lucas 1:46-47 leemos: “María dijo: Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”. En el versículo 48 habla de “la bajeza de su sierva”. Ella era humilde, obediente, sumisa y engrandecía al Señor. Hablaba de Dios como Salvador suya, pues ella también necesitaba ser salva y no puede salvar a nadie. Sus virtudes son ejemplo para toda mujer creyente, pero en las Escrituras el apóstol Pedro no la menciona, sino a Sara (1 P. 3:1-6) como ejemplo de conducta piadosa. Esto indica que aunque María era apreciada sin duda, los apóstoles no le elevaron a una posicion especial, ni existía la práctica de rendirle culto.
Carlos Tomás Knott
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¿QUÉ HACEMOS CON EL TIEMPO?
El tiempo está repartido divinamente a todos con equidad. Nadie tiene más ni menos que los demás. Pero no todos lo aprovechan, no todos lo redimen. Es trágico perder el tiempo, o matar el rato, porque es un recurso no renovable. El reloj y el calendario nunca paran, y el tiempo no espera a nadie. Para aprovechar y no perder el tiempo, tenemos que darnos cuenta de lo siguiente:
• El tiempo es limitado, y desde nuestro nacimiento estamos en la cuenta retrocesiva.
• La muerte es cierta y no sabemos cuándo será. “Mañana” o “cualquier día” no es un plan para aprovechar el tiempo. “Si oyereis hoy su voz...” enfatiza lo importante que es el día de hoy.
• El arrebatamiento es aun más cierto, y en el Tribunal de Cristo daremos cuenta a Dios por nuestro uso del tiempo que Él nos concedió, si lo redimimos o no (Ef. 5:15-17; 2 Co. 5:10).
• El número de años productivos está establecido por Dios. “Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos” (Sal. 90:10).
• Los días deben ser contados y usados sabiamente.“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal. 90:12).
• El tiempo requiere comportamiento responsable, como el ejemplo de la hormiga (Pr. 6:6-8). “Prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento”.
• El tiempo se nos ha confiado para servir y glorificar a Dios. “...La noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Jn. 9:4).
• El tiempo es irrecuperable, es un recurso no renovable. Una vez gastada una hora, nunca volverá. "...redimiendo el tiempo" (Col. 4:5).
• El tiempo no respeta a las personas. Todas tienen las mismas horas en un día y una semana. Algunos con esas horas hacen mucho, llevan empresas, gobiernan países, cumplen trabajos y proyectos, pero otras personas con las mismas horas ni hacen su cama. No necesitamos más tiempo; el problema es cómo lo utilizamos.
Hay algunos ejercicios prácticos que reforzarán nuestro respeto por el tiempo y evitarán que lo malgastemos. Primero, piensa en las horas como monedas. Si una hora es un euro, dólar, peso o la moneda de tu país, entonces un cuarto de hora es la cuarta parte de esta moneda. Cada día gastas 24 horas/monedas. Cada semana, 168. Un día meterás la mano en el monedero y sólo quedarán unas poquitas. ¡Seguro que cuidarás de cómo gastarlas! Pero piensa en todas las horas malgastadas, perdidas, en la vida, que si podrías evitar ese derroche, las tendrías para mejores cosas. Antes de decidir qué hacer, cualquier actividad, acostumbra a preguntar: “¿Cuánto tiempo me costará?”
Durante una semana, apunta lo que haces durante cada cuarto de hora. Al final de cada día, y luego al final de la semana, repásala y evalúa cuántas de las 168 horas usaste para dormir, comer, descansar, charlar, divertirte, y cuántas empleaste para hacer un trabajo productivo y completo. Puede que los resultados te sorprendan. Después, decide cómo mejor utilizar el tiempo y organizarte un horario sencillo y una lista de tareas.
Confiesa al Señor cualquier derroche de tiempo, y ora en las palabras del Salmo 90:12 cada día para que Él te enseñe y guíe. Determina que con Su ayuda conocerás el tiempo (Ro. 13:11), y que lo redimirás (Ef. 5:15-17) y mirarás con diligencia cómo andas, para la gloria del Señor.
Cuando ERA bebé, el tiempo a penas se movía.
Luego como joven, el tiempo andaba.
Después llegué a adulto y el tiempo corría.
Al envejecerme, el tiempo volaba.
Pero pronto hallaré que el tiempo se fue.
Y la eternidad ¿qué será de mí?
Luego como joven, el tiempo andaba.
Después llegué a adulto y el tiempo corría.
Al envejecerme, el tiempo volaba.
Pero pronto hallaré que el tiempo se fue.
Y la eternidad ¿qué será de mí?
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LOS "INDECISOS"
Muchos piensan que a Cristo y el evangelio hay tres reacciones: sí, no e indeciso. Creen que hay un empate en su mente y que todavía no se sabe cuál será el resultado final. Pero se equivocan. Considera estos casos bíblicos.
Primero, en Hechos 17:32 los hombres de Atenas escucharon al apóstol Pablo predicar acerca de la muerte y resurrección de Cristo. Unos se burlaron, pero otros dijeron: “Ya te oiremos acerca de esto otra vez”. Nunca lo escucharon otra vez. Aunque no se burlaron, rechazaron el evangelio ese día y perdieron una gran oportunidad.
Segundo, en Hechos 24:25 Félix oyó a Pablo disertar de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, y se espantó. Pero en lugar de arrepentirse y creer, dijo: “Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré”. Tenía oportunidad en este momento, pero no la aprovechó. Luego, esperando recibir soborno, llamaba a Pablo muchas veces y hablaba con él, pero sólo como pretexto para que le ofreciera dinero. Su demora le costó su alma.
Tercero, en Hechos 26:27 Pablo predicó al rey Agripa acerca de la muerte y resurrección de Cristo, y le preguntó: “Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees”. Éste fue el momento decisivo en la vida de Agripa, pero respondió “Por poco me persuades a ser cristiano” (v. 28). Casí creyente, pero incrédulo. Casi salvo, pero perdido. “Por poco” son de las palabras más tristes en la Biblia.
Amigo, respecto al Señor Jesucristo y el evangelio sólo hay sí o no, creer o no creer, ser salvo o perdido. En tu condición natural eres un pecador culpable ante Dios. "La paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23). El evangelio es la buena nueva que Dios amó al mundo y mandó a Su Hijo Jesucristo, quien murió para pagar por nuestros pecados. Ahora mismo, sin arrepentirte y creer en Él, estás perdido. No hay “indecisos”, solo incrédulos y creyentes. Si mueres hoy, no morirás indeciso, sino incrédulo, a menos que confíes en Cristo.No cometas el error de los atenienses, Félix y Agripa. Ahora mismo estás perdido. Si crees en el Señor Jesucristo, serás salvo. “El evangelio... es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16).
Carlos
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LA FE DE NOÉ
por Lucas Batalla
Texto: Hebreos 11:7Este versículo contiene mucho, porque resume toda la vida de Noé, que era el nieto de Matusalén y bisnieto de Enoc (Gn. 5:24-29).
El mundo solo asocia a Noé con el arca, y muchos creen que es un mito. Pero Noé era un hombre literal, histórico, que descendió de Enoc el séptimo desde Adan (Jud. 14). Su genealogía está en Génesis 5. Jesucristo le nombró en Mateo 24, y está en la genealogía de Cristo en Lucas 3. El apóstol Pedro le menció en sus dos epístolas. Que nadie diga que eso fuese una leyenda o parábola.
Génesis 6 describe las terribles condiciones del mundo antes del diluvio – el primer gran juicio de Dios sobre la humanidad. Dios advirtió a Noé, y él con temor preparó el arca en tierra y en tiempos cuando nunca había llovido. Hebreos 11 dice que lo hizo por fe. Creyó a Dios y actuó, y mediante eso “condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe”.
Al estudiar el texto en Génesis vemos que Dios intervino así en la vida de Noé porque él no seguía la corriente del mundo de su día, sino buscaba a Dios. Génesis 6:8 dice que “Noé halló gracia”, y el versículo 9 añade que era “varón justo” – no como los demás de aquel terrible siglo. Era “perfecto en sus generaciones” y “con Dios caminó Noé” (v. 9), como Enoc su bisabuelo (Gn. 5:22). Vivía en medio de un mundo malísimo. La maldad de los hombres era mucho, y todos sus pensamientos eran de continuo el mal (Gn. 6:5). Toda carne había corrompido su camino (Gn. 6:12). La tierra estaba llena de violencia a causa de ellos (Gn. 6:13), y terrible juicio divino pendía sobre el mundo.
En esos tiempos, Noé pensaba en Dios, y clamaba a Él. Probablemente era casi el único hombre en el mundo que oraba a Dios. ¡Imagina esto! Hay algo que conmueve el corazón de Dios – es la oración de los que le buscan. No podemos salvar a nuestros hijos, pero Dios sí. Noé, instruido por Dios, preparó el arca, y su familia entró y fue salva del diluvio. El testimonio personal de Noé es importante. No vivía como los demás. Halló gracia, no por una misteriosa elección, sino porque vivía para agradar a Dios. Era distinto: “a ti he visto justo delante de mí en esta generación” (Gn. 7:1).
Observa en Génesis 6:22 que Noé tenía un corazón dispuesto, tenía fe – confianza en Dios – y obedeció. “Hizo conforme a todo lo que Dios le mandó”. Leemos esta misma idea en Génesis 7:5 y 16. La fe nos conduce a hacer lo que Dios dice, a respetar y obedecer Su Palabra. Sabiendo que el juicio venía, no se entretuvo edificando una gran casa para vivir comodamente, ni compró fincas, porque ¡para qué, pues todo iba a ser destruido! Así que, ahí estuvo ciento viente años preparando el arca y predicando. 2 Pedro 2:5 le llama “pregonero de justicia”. Podemos imaginar las burlas de la gente, pero Noé no dejó de hacer lo que Dios le dijo. El mundo siempre quiere desviar al creyente para que no sirva a Dios. A Nehemías cuando edificaba el muro de Jerusalen, varias veces los enemigos intentaron hacerle parar, pero siguió y terminó la obra. Hermanos, debemos hacer “conforme” a lo que Dios manda y no parar ni cambiar para dar gusto al mundo que no entiende y cree.
Dios le dio la gracia, las instrucciones, el conocimiento y las fuerzas, pero Noé tuvo que hacer como Dios había dicho, y eso es la fe – lo que la demuestra. La fe no es un sentimiento, una emoción, ni una teoría o filosofía. Es muy práctica. Cree a Dios y hace lo que Él dice.
Terminada el arca, y con los animales metidos, Noé y su familia entraron cuando Dios le dijo (Gn. 7:6-7, 16). Solo había una puerta, y nota que fue Dios que cerró la puerta, no Noé. Eso dio seguridad. Noé tuvo que entrar para ser salvo, pero solo Dios cierra la puerta para asegurar la salvación. Pereció todo el mundo y solo se salvaron los que estaban en el arca – ocho personas. La mayoría no cree, todavía es así, pero la mayoría no manda a Dios ni lleva la razón.
Pasó un año en el arca. Hay tiempos cuando tenemos que sentarnos, estar quietos y esperar en Dios. Este año no fue tiempo perdido, pero qué poco nos gusta parar, meditar y esperar en Dios. Luego en Génesis 8:1 leemos que Dios se acordó de Noé y obró para que las terribles aguas de muerte fuesen quitadas de la tierra. En los versículos 16-19 vemos que salío del arca cuando Dios se lo dijo, al igual como cuando entró. Actuó guiado por la Palabra de Dios, y nosotros también debemos actuar así. Luego hizo algo voluntario que a Dios le gustó. Edificó un altar (Gn. 8:20) y presentó holocausto a Dios. El siguiente versículo dice que “percibió Jehová olor grato” – eso es – que le agradó. La gratitud y la adoración agradan a Dios. ¿Qué percibe Dios de nosotros?
Hermanos, como Noé, no sigamos al mundo. Recordemos las tres cosas en el Salmo 1:1 que no debemos hacer si queremos bendición de Dios. Hay que separarnos del mundo. Cuánto bien podemos hacer viviendo fielmente para Dios con nuestra familia, y enseñando a los nuestros ejemplo de la vida de fe.
En Génesis 9:1 Dios bendijo a Noé y sus hijos, y los envió a llenar la tierra. Vemos Su pacto con Noé en el versículo 9, y mencionado repetidas veces en los versículos del 11 al 17. La señal de ese pacto fue el arco iris que Dios hizo. Es una gran blasfemia que los sexualmente perversos utilicen ese símbolo divino dado a Noé, y ciertamente ellos serán juzgados, no con agua, sino con fuego eterno.
Génesis 9:20-27 relata que Noé labró la tierra, cosa buena, pero se descontroló con el vino, cosa mala. No dice que era continuamente un borracho, sino habla de un hecho puntual. Cuán importante es que nos cuidemos de excesos y de lo que pueda manchar nuestro testimonio. En esta sección aparece el desprecio que le hizo su hijo Cam, por lo que fue maldito, y el respecto y la misericordia que Sem y Jafet tuvieron a su padre, por lo que fueron benditos. Cam, padre de Canaán, fue salvo del diluvio porque entró con su padre en el arca, pero después se perdió por la deshonra: “maldito” (Gn. 9:25). Es la primera persona maldita en el mundo posdiluvio, y fue por cómo trató a su padre.
Los versículos 28 y 29 resumen los últimos siglos de Noé, sí, siglos, porque tuvo seiscientos años cuando entró en el arca, y murió con novecientos cincuenta años de edad. Así que vivió trescientos cincuenta años después de entrar en el arca, o sea, trescientos cuarenta y nueve después del diluvio. ¡Imagimemos cómo sería tener entre nosotros una persona de más de novecientos años de edad! Para eso tendría que nacer cerca del año 1.100, o sea, en la edad media. Pues Noé tenía todos esos años y vio muchos cambios en el mundo. No es un cuento hermanos. Un día nosotros los creyentes veremos a Noé y hablaremos con él, o más bien le escucharemos.
Hermanos, tengamos cuidado durante toda la vida, y especialmente en la vejez, en el camino largo, hasta el fin, porque entonces llegaremos a la gloria. No aflojemos. No se puede jubilar de la vida espiritual ni tomar vacaciones de ella. En todo el camino hay peligros en este mundo. Seamos fieles a Dios de principio al final. ¡Qué éste sea nuestro propósito y que el Señor nos dé gracia y fuerzas para vivir así!
de un estudio dado el 28 de agosto, 2019
Altar y Holocausto de Noé
por Joseph Anton Koch 1768-1839
por Joseph Anton Koch 1768-1839
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