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viernes, 4 de marzo de 2016

EN ESTO PENSAD -- marzo 2016


Probablemente nadie olvidará los sucesos trágicos en Madrid el 11 de marzo del año 2004. Muchos saben exactamente dónde estaban cuando oyeron por primera vez la asombrosa noticia. Recuerdan que estaban en el trabajo, en casa mirando la tele, o viajando en coche o autobús.
    Muchos de nosotros escuchábamos la radio o mirábamos las imágenes con horror e incredulidad. ¿Realmente estaban sucediendo estas cosas? Pero, ¡sí, sucedieron! Y sentimos profunda compasión por todos los que perdieron amigos y seres queridos en este día de dolor nacional. Me impactó el pensamiento de que tantas personas como tú y yo estaban vivas y sanas en un momento, y en el siguiente momento estaban en la eternidad. ¡No sabían que en un segundo de tiempo se les iba a quitar la vida y que serían lanzadas a la eternidad en un momento de violencia inimaginable!
     De alguna manera vamos por la vida sabiendo que no durará para siempre, pero pensamos que el fin está todavía lejano. Pensamos que tenemos bastante tiempo, cuando en realidad sólo hay un latido de corazón o una respiración entre nosotros y la muerte. ¿Has pensado en dónde irás cuando mueras? ¿Te has preguntado dónde estarás cuando los vivos estén observando tu funeral? ¿Dónde estarás tú un segundo después de la muerte?
     Muchos piensan que irán al cielo porque han sido religiosos o sinceros, o porque han tratado de ser buenos, pero un segundo después de la muerte descubrirán que estaban equivocados. Muchos esperan ir al cielo y les gustaría ir allí, por supuesto, pero ellos también estarán tristemente sorprendidos un segundo después de la muerte. Otros dicen que el cielo no existe, y que es un cuento inventado por la religión. Pero el cuento es lo que éstos creen, que no hay cielo, y un segundo después de la muerte se darán cuenta. Y lo peor es que entonces, ¡será demasiado tarde!
     Amigo, ¿es posible que nunca hayas abierto la Biblia para ver con toda certeza lo que Dios dice acerca de a dónde irás cuando termine tu vida terrenal? ¿Por qué no abrirla ahora y ver con tus propios ojos lo que tiene que decir, mientras haya tiempo? Quizá no sabes dónde comenzar, ya que la Biblia es un libro grande. Sugerimos que comiences a leer en los Evangelios (S. Mateo,  S. Marcos, S. Lucas y S. Juan), porque cuentan de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo. Lee la Biblia y busca en ella las respuestas a estas preguntas: ¿Por qué vino Jesucristo al mundo?” y “¿Cómo podemos ser salvos de nuestros pecados?” Mejor comenzar lo antes posible, porque no sabes cuándo te tocará morir, y hoy por hoy no estás preparado.
     A continuación citamos algunos versículos para ayudarte a comenzar. Por favor, leelos con cuidado y toma el tiempo para pensar en ellos.

   “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (S. Mateo 7:13-14).

   “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (S. Marcos 8:36-37).

   “También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré?...Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” (S. Lucas 12:16-20).

   “...el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (S. Lucas 19:10).

   “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (S. Juan. 3:16).

   “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (S. Juan 14:6).

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 LA BOMBA DE AGUA


Un hombre tiene un pozo de agua cerca de su casa, y una bomba espléndida colocada encima. Aunque la bomba en sí es un mecanismo perfecto, el hombre nunca ha podido sacar agua buena de aquel pozo. Antes al contrario, cuanto más trabaje con la bomba, peor está el agua que sube.
    Un día este hombre tiene visita de alguien que resulta ser experto en estos asuntos. Y éste le explica que si perfora una gran roca que está cerca, sacará de abajo una amplia cantidad de agua pura. Desesperado, el hombre hace el experimento, y después de unos días de trabajo perfora la roca y halla el manantial esperado, resultando en una fuente de agua viva, pura y refrescante que sale con gran fuerza.
    Ahora bien, ¿piensas que aquel hombre traerá ahora su bomba del pozo y la colocará sobre aquel manantial que chorrea agua buena?
    ¡Por supuesto que no! No es que tenga queja alguna de la bomba. Está tan buena como siempre. Pero ahora tiene aguas vivas de una fuente nueva, cual él nunca hubiera podido sacar del pozo con la bomba.
    Ahora vamos a aplicar esta figura sencilla. “La ley no fue dada para el justo” (1 Ti. 1:9). En sí la ley es “santa, justa y buena”, pero cuando fue aplicada al ser humano en la carne, como la bomba que fue aplicada al pozo malo, sólo podía sacar lo que había allí.
    ¿Cuál entonces fue el requisito de la ley? Gálatas 5:14 nos dice: “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Sí, demandaba amor, pero salía odio perfecto, y no sólo esto, sino odio a Aquel que merecía sólo amor. “Me aborrecen sin causa” (Sal. 69:4). Entonces, se acabó lo del pozo viejo, y la bomba que sólo hacía su condición contaminada más y más obvia.
    Ahora miremos al otro lado de la cuestión, ¡y qué contraste más refrescante es ir de lo viejo a lo nuevo!
   Pero, puede preguntarse, ¿qué es este manantial nuevo? No es nada menos que el Espíritu de Dios —el Espíritu de vida en el alma del creyente (Jn. 4:14; 20:22; Gá. 5:22-25). El Señor Jesús dijo en Juan 7:38-39, “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él”.  
    ¿Y qué sacamos de esta fuente nueva? Pues, el primer fruto producido por el Espíritu es justo la cosa que la Ley demandaba, pero no podía producir, esto es: “amor” (Gá. 5:14, 22).
George C. Cutting
traducido y adaptado de un artículo en la revista “Uplook”, febrero del 2007 


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EL DIEZMO NUNCA FUE DINERO
Jack Fleming



Hasta en los días del Señor se menciona que para pagar el diezmo no traían dinero. Lc.11:42, "diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza". Y todo eso se guardaba en el alfolí, que obviamente tampoco era una "alcancía" [cepillo para limosnas] como mienten los comerciantes de la fe.
     No existe en toda la Biblia disposición alguna, ni mandamiento, ni tan siquiera un solo ejemplo de alguna iglesia que recogiera el diezmo, o de un cristiano que lo hubiera pagado.
     Yo sé que muchos pastores se escandalizan con esta afirmación y dicen: "El diezmo es bíblico, porque se menciona muchas veces en la Biblia". Eso es verdad, pero lo que no dicen es que siempre se menciona para la nación de Israel, NUNCA para la iglesia.
     Este es un tema tan sensible para los Neo Evangélicos, como lo es "María" para los romanistas. Y esto es porque ambos son una fuente de ingresos económicos muy importantes para quienes los manipulan.
     En la Biblia también se menciona muchas veces el sábado (día de reposo), la circuncisión, los sacrificios de animales y muchas otras ordenanzas, pero eso no significa que la iglesia deba guardar el sábado ni circuncidarse o continuar con los sacrificios de animales.
     Si entendemos correctamente que aunque la Biblia lo mencione, vemos que nosotros los cristianos no debemos cumplir tales ordenanzas, porque son para la nación de Israel. Entonces ¿por qué los judaizantes de hoy insisten en incluir "algunos" mandamientos que claramente son para Israel y no para la iglesia?
     No hay que ser muy observador para darse cuenta que justamente los que incluyen, son aquellos que les puedan reportar algún beneficio material, como el diezmo y la "fiesta de las primicias".
    Ni los Pentecostales han mostrado interés alguno por añadir a sus iglesias la fiesta de Pentecostés, porque ni esa, ni ninguna de las seis restantes que se mencionan en Levítico 23 les aportaría beneficio económico.
    Si les preguntáramos ¿por qué no guardan la fiesta de Pentecostés, o la de los Tabernáculos, o la fiesta de las Trompetas?, ninguno titubearía en respondernos: "Porque esas fueron ordenanzas para Israel". Y ¿qué se podría decir entonces del diezmo y de la parodia que practican como fiesta de las primicias?

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Libro Nuevo:

¿Es Bíblico Que Una Mujer 
Hable En La Congregación?
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El autor no pregunta la cultura, los derechos, la opinión de mayoría, ni qué hacen los demás. Sólo quiere saber qué dicen las Escrituras, y nos guía a examinar la Biblia y sacar respuestas bien claras si no populares. ¿Te atreves a saber la verdad, y obedecerla?
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¿EXISTE EL INFIERNO?

Sorprendentemente, las encuestas demuestran que durante las últimas décadas aumentó el número de los que creen que el infierno existe. Sin embargo, menguó dramáticamente el número de los que creen que irán allá. ¿Esto nos proporciona una comprensión de la condición espiritual del mundo hoy en día? ¿Cómo es que hoy más gente profesa creer en el infierno, pero menos gente cree que irá allá?
    Creo que estos resultados reflejan la creciente popularidad de ideas como: “Dios es un Dios de amor – Él nunca mandaría a nadie al infierno”, y “Creo que he hecho bastante bien en mi vida, y si existe el infierno, no iré allá”. Son dos conceptos equivocados y muy peligrosos, porque son claramente contrarios a lo que la Biblia enseña al respecto.
    ¿Realmente existe un lugar llamado el infierno?  Jesucristo habló más del infierno que del cielo, diciendo: “Temed a aquel que...tiene poder de echar en el infierno” (Lucas 12:5). El infierno se describe como el lugar “donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Marcos 9:44).
    ¿Dios realmente echará a gente en el infierno? Sí. “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:15).
    ¿Pueden las buenas obras librarnos del infierno? No. “Ya que por las obras de la ley [buenas obras] ningún ser humano será justificado delante de él...por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:20, 23).
    Estas Escrituras revelan la verdad a menudo ignorada del carácter de Dios y el juicio requerido del pecado. Sí, Dios es amor. No obstante, Él también es perfectamente santo y justo, lo cual significa que Él no puede pasar por alto el pecado. La paga del pecado que Él ha decretado tiene que pagarse. “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). El que muere en sus pecados será eternamente separado de Dios en el infierno (Apocalipsis 20:14; 21:8). No fue hecho para los seres humanos, sino para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:41).
    Si piensas que Dios nos ama demasiado para no intervenir a favor nuestro, tienes razón. Él ha intervenido. La Biblia declara: “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Dios demostró Su increíble amor inigualable a nosotros cuando envió a Su Hijo Jesús para ser nuestro sustituto y sufrir en nuestro lugar. La Biblia dice que Cristo “llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero”, y “nos redimió de la maldición de la ley” (1 Pedro 2:24; Gálatas 3:13). Entonces, Dios le levantó de los muertos, mostrando Su satisfacción con Él y el precio que pagó.
    Ahora el mensaje maravilloso es: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Se ofrecen gratuitamente la salvación del pecado y del infierno a todos los que confíen en el Señor Jesucristo – todos los que confíen en Su obra consumada en la cruz de sufrir en nuestro lugar, pagando la paga de nuestros pecados: la muerte.
    En el día del juicio, la pregunta no será si el infierno existe o no, ni si Dios es justo, ni si eres tú pecador – porque todas estas cosas serán obvias. La pregunta será: “¿Confiaste en el Señor Jesucristo como tu Salvador?” Es así de sencillo: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).
    Porque Cristo dijo: “Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). “¿Cómo escaparemos...si descuidamos una salvación tan grande?” (Hebreos 2:3). No la descuides. Arrepiéntete y confía en el Señor Jesucristo.  
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 ¿Hay Pocos Que Se Salvan?
Parte II
O. J. Gibson
viene del número anterior
Las iglesias evangélicas creen que al predicar el evangelio, algunos oyentes obedecerán el mensaje del evangelio, confiando en Cristo, y así serán salvos (1 P. 4:17; Hch. 5:32). Aunque es difícil saber con certeza las cifras, se calcula que sólo entre 300 millones y 350 millones (en todo el mundo) pertenecen a iglesias evangélicas que predican el evangelio. Esto sería aproximadamente veinticinco por cien de los en el mundo que dice que son cristianos. Pero, de ese número, sólo la persona más optimista creería que cada uno de ellas es un verdadero creyente, nacido de nuevo y mostrando las mínimas señales de nueva vida en Cristo. De la población mundial de seis billones de personas, trescientas millones es ciertamente un número pequeño. ¿Cómo llegan éstas a ser cristianas en la práctica general? La mayoría de las personas que están en iglesias evangélicas son bautizadas y consideradas miembros de la iglesia. Está muy extendida la creencia de que esto es todo lo que se requiere. La existencia en ellas de una fe genuina que resulta en la salvación es un supuesto.  Algunos llamados “cristianos” basan sus esperanzas de ir al cielo en el hecho haber sido bautizados y que son miembros de la iglesia. En las iglesias hay cierta reticencia en cuanto a quitar de la lista de miembresía a aquellos que han cesado de asistir o se han vuelto atrás. Hoy por hoy, casi nadie es excomulgado por comportamiento pecaminoso, a pesar de que en 1 Corintios 5 la doctrina apostólica demanda eso.
    Curiosamente, algunos evangelistas conducen una serie de reuniones evangelísticas o “avivamientos”, como las llaman en algunas partes. Recuerdo un incidente de un avivamiento evangelístico. Tenía que ver con una viuda anciana que ciertamente estaba viviendo una vida cristiana, y asistió a una de esas reuniones. El predicador típicamente empleaba un “llamado múltiple” al final de su mensaje. Primero hizo una invitación a los que querían ser salvos, que pasasen al frente. Casi no hubo respuesta. El evangelista siguió con su invitación y llamado: “Los que quisieran ser restaurados al Señor, que pasen adelante”. Luego apeló: “Los que desean dedicar de nuevo su vida al Señor, venid”. Finalmente, porque había tan pobre respuesta, apeló desesperadamente: “Los que no estáis haciendo para el Señor todo lo que podríais, venid”. Esto último tocó a la viuda anciana, y ella pasó al frente y se sentó en el primer banco donde se ponían los que buscaban ser salvos. El pastor fue el que habló primero con ella. “Dime, señora, porque ha venido al frente usted?” Ella respondió con voz temblorosa: “Pienso que no estoy haciendo para el Señor todo lo que podría”. El pastor respondió: “¿Y quién hace esto?”, suspiró, y la dejó.
    Un evangelista conocido internacionalmente me dijo que le juzgan por su éxito al traer al frente las personas. Dijo: “lo aborrezco”. Así que le pregunté: “¿Por qué, entonces, prolongas tus reuniones al final con estas invitaciones y llamadas?” Respondió: “es necesario para obtener resultados–quiero decir, números”. En mi experiencia hay muy pocos “convertidos” así que se demuestran reales. Hace años fui consejero algunas veces en las “cruzadas” del más famoso evangelista del mundo: Billy Graham. Cuando hacía preguntas a los que pasan al frente, pocos tenían convicción de pecado o verdadero comprensión del evangelio. Cuando les preguntaba: “¿Por qué te acercaste?”, muchas veces respondían: “Parecía algo bueno que hacer, no puede hacerme daño”.  Basándome en los que venían a nuestra iglesia y otras iglesias como resultado de estas cruzadas, yo calcularía que una minoría sorprendentemente pequeña de tales personas han sido verdaderamente salvadas. No obstante, multitudes basan su esperanza de ir al cielo sobre esta experiencia de “decisión”. Una “decisión” indica casi cualquiera respuesta a una presentación del evangelio, como por ejemplo las siguientes:

    “Pasé al frente al final de la reunión”.
    “Levanté mi mano”.
    “Dije ‘amén’ a la oración que alguien hizo por mi”, o “repetí                      una oración escrita o formulada por otro”.
    “Acepté de Dios el don gratuito de salvación”.
    “Firmé una tarjeta de decisión”.
    “Hice la oración del pecador”.  (...
en tal día y tal hora)
    “Invité a Jesús a entrar en mi corazón”.
    El predicador oró conmigo”.

    ¿La epístola a los Romanos o el evangelio según Juan enseña respuestas así? Todos debemos saber que no. Entonces, ¿cuál es el contenido de la fe de las personas que toman pasos así? ¿Verdaderamente hay comprensión en el corazón? Considera lo que a menudo pasa con esta clase de profesión de fe. La persona que le ha “guiado al Señor” le presenta a otra persona diciendo: “Juan acaba de ser salvo, ¡alabado sea Dios!” O puede incluso presentar públicamente a la persona como alguien que acaba de convertirse. Pero yo pregunto: “¿cómo puede el cristiano que presenta al otro así estar tan absolutamente seguro de su afirmación si no tiene por adelantado una copia del libro de la vida del Cordero?” Al contrario, dar su confesión de fe es la responsabilidad de la persona que profesa creer (Ro. 10:7-10). Debería ser la Palabra de Dios, no la palabra de un obrero cristiano, la que provee la base correcta para la certidumbre de la salvación. ¿Quién es calificado para dar a otra persona la certidumbre de la salvación?
    En esas prácticas evangelísticas se siembran semillas de lo que podría ser una falsa profesión de fe. Una persona puede parecer haber aceptado o creído en Cristo como Salvador, pero si después se le anima a creer que irá al cielo principalmente por esa profesión, a pesar de como vive en este mundo, esto es peligroso. A esto se le llama: “la seguridad eterna de la profesión de fe”, en lugar de: “la seguridad eterna de la salvación genuina”. No hay ningún apoyo bíblico para la “seguridad eterna de la profesión de fe”. De hecho, la Escritura nos advierte acerca de “palabras vanas” como una decepción (Ef. 5:6).
    Es curioso que hoy en día parece que no hay preocupación, o muy poca de ella, en las iglesias, en su liderazgo y en los miembros de las familias, acerca de la realidad de una supuesta relación con Cristo. En muchos casos se ven periodos extendidos de relación con una iglesia en particular por razones de familia, amigos o lazos étnicos. Esto no equivale a salvación. En las generaciones anteriores hubo una gran preocupación acerca de estar seguro de ir al cielo. Al parecer hubo más temor de Dios, el cual es: “principio de sabiduría” (Pr. 9:10).  Esto ayudó a romper los lazos tradicionales. Hoy en día la falsa profesión es una “doctrina perdida de la iglesia” a la hora de enseñar, aconsejar, y en libros completos acerca de la salvación. Ésta es una pérdida peligrosa. No hay en absoluto nada peor que morir, y encontrarse delante de Dios con el choque de hallar que no vas a ir al cielo para estar siempre con el Señor como esperabas (ver Mt. 7:22-23). Es trágico pensar en porqué tus amigos, pastores, maestros o tu propia familia te permitía vagar en la vida, engañado con una certidumbre falsa.
    ¿Estás seguro de que tú estás entre los “pocos” de los cuales Jesucristo habló, cuyos nombres están inscritos en: “el libro de la vida del Cordero” (Ap. 20:15; 21:27)? Si no, debes asegurarte. Estudia cuidadosamente, no selectivamente, lo que la Biblia dice acerca de cómo ser salvo, y considera con cuidado cada versículo bíblico que es aplicable a este tema.

Preguntas Para Reflexión:  (basadas en las dos partes del artículo)

1. ¿Piensas que muchas personas que profesan ser cristianas se sorprenderían al saber que Jesucristo dijo que sólo unos pocos llegarán al cielo y que el camino es angosto? ¿Por qué quisiera alguien poner en entredicho esta afirmación del Señor?


2. En tu opinión, ¿por qué está la mayoría de la gente más confiada hoy en día de que irá al cielo  en comparación con los que vivieron hace 50 o 75 años? Previamente, muchos pensaron que nadie podía estar seguro de esto hasta el día del juicio final después de la muerte. ¿A que es debido este cambio?


3. ¿Qué parece ser la base de la confianza de muchos de los que profesan ser cristianos? ¿Por qué están tan seguros de que irán al cielo? (Mt. 7:21-23; Lc. 13:23-27). Considera las prácticas típicas en las iglesias, los ritos o sacramentos como la base de la esperanza de algunos.


4. ¿Qué decepción podría haber en las prácticas de muchas iglesias, por las cuales muchos confían que han llegado a ser cristianos?  Apunta algunos métodos que cuestionarías, y explica porqué.

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