¿AFICIONADOS O FANÁTICOS?
En nuestra cultura 'cristiana' se acepta fácilmente que los jóvenes aspiren a alcanzar fama en el mundo del deporte. Hay un atractivo especial en un tipo atlético que forma parte del equipo y alcanza gloria para su club.
En algunos deportes al menos existen riesgos intrínsecos. Puede ser que nuestro querido joven creyente termine la temporada con un ligamento desgarrado, una vértebra fracturada, o tal o cual miembro dislocado. ¡Magnífico! De hecho, las escayolas sirven para estampar firmas, y las muletas dan cierto aire de gloria. Hemos aprendido a adoptar una actuación filosófica ante el hecho de que el deporte también cause víctimas.
Pero ahora seamos honestos: ¿Nos gozamos del mismo modo en nuestros jóvenes héroes que salen a la "buena batalla de la fe", la "guerra cristiana" para alcanzar la gloria para el Salvador del mundo?
¿Aplicamos la misma filosofía cuando son lapidados por dar testimonio de Cristo? ¿Nos sentimos igual de orgullosos de verlos predicar en las calles de Bombay como de verlos en un campo de fútbol?
¡Ahí está la diferencia entre los aficionados y los fanáticos! Pueden vocear: "¡Te arrancaré la cabeza!" en el terreno de juego, o gritar: "¡Mátalo!", "¡Acaba con él!", desde la banda, y nosotros los llamamos: "aficionados". Pero si pasan largas noches en cultos de oración, o si hablan del Señor a todo el que encuentra (avergonzando a sus hermanos más sofisticados), entonces los llamamos: "fanáticos".
Estamos muy equivocados al establecer nuestra escala de valores así... ¡pero muy equivocados!
William MacDonald, de su libro EN POS DE SOMBRAS
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El Ecumenismo – Movimiento Contrario
A Unidad y Santificación (4)
por D. Ernesto Moore, Chile
III. La Finalidad del Ecumenismo
1. La Iglesia Católica Romana...; 2) Las Organizaciones Protestantes... - ver Año 2005 #1
3. El Deslizamiento de Asambleas – la renuncia a la senda de separación.
(1) Evangelio Popular (y Adornado); (2) Cosas Novedosas – Ver Año 2005 #2
(3) Formación de Grupos (según el sexo y la edad); (4) Organizar comités y departamentos dentro de la iglesia local; (5) Lazos con las denominaciones, misiones evangélicas y otros grupos parecidos – Ver “Congregados...”, Año 2005 #3.
(6) Relajo de la vigilancia espiritual, promoviendo los “retiros espirituales” y campamentos cristianos, junto con actividades recreativas (y deportivas), etc.
A nuestro juicio, ningún creyente negará la importancia de un ministerio agresivo en la extensión del Evangelio. Esta debe ser la ocupación de cada creyente, buscando en todo tiempo la honra y la gloria del señor Jesucristo. Pero si hemos de ver fruto que perdura, es importante volver al “modelo” (He. 8:5) establecido por el Señor, sin entretenernos en algo novedoso y popular. En las Escrituras, la obra de evangelizar, aun en los lugares remotos, lejos de los testimonios ya establecidos, está siempre vinculada con alguna asamblea (léase 1 Ts. 1:8, etc.). Si dejamos de evangelizar, en obediencia al mandamiento del Señor en la Gran Comisión, habrá que llenar el vacío con actividades cuestionables.
Algunos alegan que ciertas actividades extras (copiadas de las denominaciones), como retiros espirituales para ancianos, etc., campamentos cristianos y actividades recreativas organizadas, también se deben utilizar en las asambleas, tomando en cuenta lo agitado e inicuo de este mundo moderno. Para fortalecer sus argumentos a favor, presentan estadísticas del número de adolescentes convertidos, etc. No podemos descontar la obra genuina del espíritu Santo, quien puede obrar en cualquier lugar donde es anunciado el Evangelio. Pero creemos firmemente que el Señor no sólo escudriña nuestro mensaje, sino también los métodos utilizados (y los motivos). Y nada debe reemplazar la predicación del Evangelio, sin agregados que quizás apelen a la mente carnal y mundana.
Al principio, los “retiros espirituales”, campamentos cristianos, etc. parecen ser actividades sanas entre los creyentes, y según sus promotores, su fin sería el fortalecernos para “vivir la vida cristiana”. Pero ahí se radican los primeros conflictos. Al separar a los hermanos en distintos grupos, según la edad, etc. se están dando pasos contrarios a la unidad. A nuestro criterio, el lugar donde se desarrollan las actividades es “artificial” (un lugar campestre, y con hermanos), y no el ambiente de la vida diaria, donde hay que luchar constantemente contra la carne y el mundo. Además, se precisa de un director o comité para planificar las actividades, procurando equilibrar las horas disponibles entre temas bíblicos y actividades recreativas y deportivas. Ya sabe el lector cuál tendrá mayor importancia. Puesto que en todos nosotros la parte carnal quiere florecer, las actividades que apelan a la carne ocuparán primer plano, a expensas de lo espiritual. En la práctica, las dos cosas no pueden combinarse para provecho. Y las “novedades” (vestimenta, adorno, lenguaje, etc.) que aparecen allí se introducirán de a poco en la iglesia local.
De buena fuente (de hace 50 años y más), y desde otros países (de habla inglesa), se opina que los campamentos cristianos no han contribuido a la espiritualidad de los hermanos en general. La euforia que se genera al estar juntos con otros jóvenes no se traduce en una estabilidad ni constancia espiritual en sus respectivas asambleas. Lamentablemente, muchos de los entusiastas de las actividades juveniles (de hace tantos años)se encuentran actualmente fuera de todo contacto con asambleas; integrados a las sectas evangélicas y protestantes, o “apagados”.
(7) Establecer institutos, escuelas profesionales u otras organizaciones para enseñar la Biblia y formar obreros (misioneros, etc.).
Hay quienes quieren introducir en las asambleas novedades para “mejorar” las predicaciones, por ejemplo el establecimiento de institutos bíblicos para formar predicadores. Sin duda, todos necesitamos leer y estudiar más las Escrituras, y meditar sobre su contenido. Así estaremos mejor preparados para obedecer el consejo apostólico: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado...” (2 Ti. 2:15). Pero...aunque puede haber razones aparentemente válidas para establecer un instituto bíblico, creemos que las desventajas son mayores.
En primer lugar, éstos no tienen ninguna base bíblica (ni siquiera apelando a 1 Samuel 19:20 o 2 Reyes 2:15 y 6:1). Por ejemplo, el sacerdote Esdras había preparado su corazón “...para enseñar” (Esd. 7:10), aunque sin organizar una escuela formal. Es en el ambiente de la asamblea donde se debe recibir la enseñanza sana de las Escrituras (ver Hch. 2:42; 2 Ti. 2:2; Tit. 1:9, etc.), y donde ciertos hermanos (llamados por el Espíritu Santo) son preparados y enviados como obreros (ver Hch. 13:2). No podemos contar con la bendición del Señor si procuramos introducir algo no contemplado en el “modelo” (He. 8:5).
En realidad, los institutos bíblicos son una imitación refinada de las instituciones para entrenar al clero. La asamblea ha llegado a ser demasiada pequeña para las aspiraciones de algunos hermanos, así que tienen que imitar al mundo cristiano alrededor. Frecuentemente ciertos líderes sectarios son invitados a dar clases. Aunque tal vez tengan mayor conocimiento académico de las Escrituras, no aprecian el “lugar de Su Nombre”. Apoyarán el concepto pastor/laíco y el salario del pastor, y enseñarán a sus alumnos a pensar igual. Además, hay una advertencia contra las “fábricas de pastores” – ver Santiago 3:1. Y luego, ¿qué se hará con los egresados que muestren sus diplomas, creyéndose capacitados para ocupar el púlpito, y exigen que la asamblea les reconozca y les apoye con un salario? Conforme a la sana doctrina, es importante reconocer a los hermanos, aprobados por su ministerio, que trabajan abnegadamente entre los santos (léase 1 Ts. 5:12-13, etc.). Pero un verdadero siervo del Señor no pedirá ayuda monetaria, ni menos un sueldo, como “asalariado” (Jn. 10:12).
del hno. Ernesto Moore, en la revista “CONGREGADOS EN MI NOMBRE”, Año 2006 #1
favor dirigir su correspondencia a: D. Ernesto Moore C., Casilla 338, Osorno, Chile
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PEDID POR LA PAZ DE JERUSALÉN
Salmo 122: 6-9
"Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman. Sea la paz dentro de tus muros, y el descanso dentro de tus palacios.
Por amor de mis hermanos y mis compañeros diré yo: La paz sea contigo. Por amor a la casa de Jehová nuestro Dios buscaré tu bien".
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JESUCRISTO, EL ÚNICO SALVADOR
Querido amigo, el hombre tiene muchos caminos por los cuales cree que puede salvarse. Cree que todos los caminos conducen a Dios. Pero se equivoca, porque Dios dice en la Biblia: "Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte" (Proverbios 14:12). Entre estos caminos que parecen derechos están la religión, la moralidad, las obras, los mandamientos, las ordenanzas o los sacramentos, y la Biblia demuestra que son falsos. Volvamos ahora al camino de la salvación de Dios.
Solamente hay uno en todo el universo que puede salvar, y este es el Señor Jesucristo. Él declaró: "Yo soy el camino... nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6).
"YO", Jesucristo. No hay otro. Ni la religión, ni la moralidad, ni las buenas obras. Cristo el Hijo de Dios es el único y suficiente Salvador. Él es "el Camino"; no el que indica el camino ni "uno de los caminos". Nadie puede ir a Dios, sino por Él. Ni por Moisés, ni por Buda, ni por Mahoma, ni por Confucio, ni por los santos. Ni por el sacerdote, ni por un ministro, ni por el papa. Solamente por Cristo. ¿Quieres creer a Dios antes que a los hombres? ¿Quieres dejarle salvarte?
"Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4:12). ¡Qué versículo! No hay otra afirmación más clara en la Biblia, y fijémonos que salió de la boca de Pedro, a quien algunos aclaman como Papa pero evidentemente no hacen caso de lo que dijo.
La salvación no está en ningún otro, ni en otra iglesia, ni en otro individuo. ¿Quieres creerlo? No hay otro nombre—catolicorromano, ortodoxo griego, copto, protestante, luterano, presbiteriano, anglicano, metodista, bautista, pentecostal—no hay otro nombre. "Llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará..." ¿Quieres, pues, volverte de todos los demás y confiar en Él y sólo en Él? Únicamente el Señor Jesucristo puede salvarte y guiar tu vida para bien.
¿Quieres que te salve? "Al que a mí viene, no le echo fuera" son Sus propias palabras. Él podría despedirte o recibirte. Dice que no te echará fuera. Entonces, ¿qué hará? Si te arrepientes de tus pecados y vienes a Él en fe, confiando en Él, entregándote a Él para que te perdone y salve, te recibirá. Gracias a Dios por tal Señor y Salvador.
adaptado del libro NO HAY OTRA SALIDA, por Oswald J. Smith, págs. 18-19
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La Necesidad De Disciplina
En La Educación De Nuestros Hijos
parte IV
6. La Disciplina Enseña Obediencia Inmediata A Toda Autoridad Correctamente Constituida
En la Biblia leemos: “Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?” (He.12:9). Este texto procede de lo inferior a lo superior en su razonamiento. Es decir que lo inferior es que los hijos obedezcan a sus padres, y lo superior es que obedezcamos a Dios. En el medio, entre estos dos puntos, colocamos la obediencia al gobierno de Dios en la iglesia local, y la obediencia a las autoridades civiles, porque Dios dice en Su Palabra que Él espera eso de nosotros.
¿Pero dónde podemos aprender esa lección y adquirir ese rasgo de carácter piadoso? ¡Los educadores modernos no enseñan estas cosas, porque se han enrollado con el amor propio y la auto-realización, que son manifestaciones del egoísmo! Esa obediencia piadosa es algo que debe ser aprendida primeramente en el hogar, de padres piadosos que insisten en que “la obediencia significa ahora”. Si un niño no aprende a obedecer con prontitud a sus padres a quienes él puede ver, ¿cómo obedecerá al gobierno, y a Dios que no puede ver? Que los padres permisivos reflexionen sobre este punto.
La base y el lugar fundamental donde se debe aprender actitudes correctas hacia la autoridad, es el hogar cristiano, y a través de la relación entre los hijos y los padres. Los padres no solamente deben administrar con justicia la vara de corrección, sino deben también instruir, reprender y corregir usando la Palabra de Dios. Esto quiere decir que deben citar las Sagradas Escrituras, abrir la Biblia y que los hijos les vean leer, o a veces hacer a los hijos leer en voz alta el texto indicado para la situación. Dios bendice Su Palabra, no nuestra lógica. Si un padre descubre que uno de los hijos ha faltado al respeto a su madre, porque hablaba con ella de forma que no haría con su padre, entonces debe aplicar la vara de la corrección, y citar o hacer al hijo leer la Escritura: “Honra a tu padre y a tu madre” (Ef. 6:2). Recuérdale, que si nunca hablaría a su padre de aquella manera, tampoco debe hablar así a su madre, y esto Dios lo manda en Su Palabra, es un mandamiento. Muchos hijos hacen esto con sus madres, las deshonran, se escapan sin ser corregidos debidamente, y esto es muy lamentable. Las mismas madres deben corregirlo cuando suceda, y no esperar que llegue “papá” para tratar el caso. Esto evitaría que la llegada de papá a casa fuera como un verdugo, en el corazón de los hijos. Las madres deben armarse de valor para considerar: ¿mi hijo hablaría a su padre como me habla a mí, y con este tono de voz, o reaccionaría ante su padre como reacciona delante de mí? Si la respuesta es “no”, hay algo que corregir, y citando la Palabra de Dios, Deuteronomio 6:6-9 nos indica que las Escrituras deben entrar en nuestra conversación en la vida cotidiana, y la disciplina es la correctora.
7. La Disciplina Trae Descanso Y Alegría A Los Padres
No es así en el mismo momento de aplicar la disciplina, porque a corto plazo es un trabajo difícil, y produce tristeza, como Hebreos 12:11 dice. Y en cuanto a dar descanso y gozo a los padres, a primera vista puede parecernos un tanto egoísta y cruel, pero no es así. Proverbios 29:17 dice: “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma”. Para facilitar nuestra comprensión de este texto, vamos a decir lo contrario: “No corrijas a tu hijo, y él no te dará descanso, y dará tristeza a tu alma”. Una de las buenas obras que podemos hacer en esta vida, la podemos hacer en casa, corrigiendo a nuestros hijos. Si ellos viven de una forma piadosa y obediente, eso contribuirá a un hogar tranquilo y contento, será una bendición para los demás, y dará gloria a Dios. Esta clase de educación de los hijos ha sido descuidada mucho; los padres mandan a los hijos a clases de música, gimnasia, idiomas, o lo que sea, durante el curso, y en el verano, a toda clase de campamento y excursión, con el propósito de sacarlos de casa, y tener un poco de paz y descanso, y después viene el resultado. Pero podemos tener paz y descanso con los hijos en casa, si obedecemos a la Palabra de Dios. Además de los beneficios en esta vida, está la recompensa para los padres fieles, que será dada ante el Tribunal de Cristo (1 Co. 3:14). Muchos padres fallan en la educación de sus hijos, porque se cansan en la lucha de corregir e instruir en justicia, porque cuesta trabajo. La necesidad cotidiana de instruir, vigilar y corregir es algo que consume el tiempo y las fuerzas de los padres. En el caso del padre cansado después del trabajo, o la madre cansada después de estar al pie del cañón todo el día, sería fácil razonar que el problema de la disciplina, podría hacernos pensar que, si no insistimos tanto en ella, ambos se pueden relajar y evitar la tensión en base a estar siempre corrigiendo. De hecho, algunos lo analizan así, pero se equivocan, porque se dejan tentar por la astucia del diablo, cuando sugiere: “Déjalo correr, no pasa nada. A fin de cuentas son niños, y es normal que sean así; cuando sean más mayores se tranquilizarán”. Como dicen vulgarmente: “tranqui, tranqui, no te pongas nervi”. Bien, que no nos pongamos nerviosos, pero si no corregimos a los hijos, más nerviosos y cansados vamos a estar, ¡y se puede llegar a quebrantar la familia entera! Los hijos disciplinados bíblicamente dan descanso y alegría a sus padres, tanto ahora, poco a poco a medida que vayan aprendiendo, como después, en el futuro. Pero los padres tienen que hacer el esfuerzo, contando con la gracia de Dios, para asegurar que sus hijos sean criados en la disciplina y amonestación del Señor. Es trabajoso, pero vale la pena, y después de la siembra viene la cosecha.
¡Qué descanso y que alegría de alma tienen los padres que corrigen diligentemente a sus hijos! Aunque lleguen al final del día cansados, aunque pasen momentos o tiempos de desánimo porque el fruto tarda en venir, si son fieles y perseveran en obediencia al Señor, tendrán su recompensa. Considera esta instrucción y promesa de Proverbios 23:13-15, que dice:
“No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol. Hijo mío, si tu corazón fuere sabio, también a mí se me alegrará el corazón”.
Pero, una vez más vemos que la clave del problema está en los padres. Los niños serán corregidos cuando los padres no rehusen. Cuando los padres obedezcan a Dios, confiando que Él sabe mejor que ellos cómo educar a los hijos, entonces, pueden esperar los resultados que Dios promete. Pero no de ninguna otra manera.
Cualquier libro, por popular que sea, que enseña otra cosa que lo que Dios dice con llaneza en Su Palabra, se equivoca y enseña error. Cualquier maestro por títulos y conocimientos que tenga, si contradice lo que el Creador dice en Su Palabra, yerra. Y cualquier "consejero" u otro con títulos y licencias, pero cuya enseñanza tiene el efecto neto de no corregir a los hijos como la Biblia dice, va en contra de la Palabra de Dios. Ningún hombre sabe más o mejor que Dios. Todo esto se paga caro en la vida y luego ante el tribunal de Cristo.
8. La Disciplina Obedece y Así Agrada a Dios.
Sobre esto no debe ser necesario decir mucho. Después de todo, Dios es quien nos da los hijos, y nos manda criarlos en disciplina y amonestación del Señor (Sal.127:3-5; Ef. 6:1-4). No vienen de la ciencia, la medicina, el gobierno, ni otros, sino de Dios. Él procede así: "El Señor, al que ama, disciplina" (He. 12:6). ¿Qué? ¿Somos mejores o más sabios que el Señor? ¡De ninguna manera! Si confiamos en Él y deseamos agradarle y hacer bien a nuestros hijos, ya sabemos lo que hay que hacer.
Carlos Tomás Knott, del libro DISCIPULADO EN EL HOGAR
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