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domingo, 30 de junio de 2024

EN ESTO PENSAD - julio 2024

 La Iglesia Local Profetizada  
Parte 2
Camilo Vásquez Vivanco


viene del número anterior
¿Pero Qué Sucedió con Silo y Con el Tabernáculo?

ç     Como veremos, nosotros los hombres, como administradores hemos distorsionado, arruinado y ensuciado lo que Dios estableció como Su soberana voluntad. Así pasó con SILO, y eso no significa que Dios no sea soberano, sino que Él soportó todo este desastre en vista de una mejor morada – Su iglesia.

    El tabernáculo estuvo en Silo 369 años, hasta los días de David y Salomón. La tribu de Dan como todo el pueblo se prostituyó tras la idolatría y mezclaron contra la voluntad de Dios el santo culto con la inmundicia: “Así tuvieron levantada entre ellos la imagen de talla que Micaía había hecho, todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo” (Jue. 18.31). Practicaron una franca idolatría contra Dios, desafiando Su santidad tal como lo describe Amos: “Antes bien, llevabais el tabernáculo de vuestro Moloc y Quiún, ídolos vuestros, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis” (Am. 5.26). Así mismo Dios se los protestó por Esteban: “Y Dios se apartó, y los entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios en el desierto por cuarenta años, casa de Israel? Antes bien llevasteis el tabernáculo de Moloc, y la estrella de vuestro dios Renfán, figuras que os hicisteis para adorarlas. Os transportaré, pues, más allá de Babilonia” (Hch. 7.42-43)


Dios se Retira de Silo
 

    “Dejó, por tanto, el tabernáculo de Silo, La tienda en que habitó entre los hombres” (Sal. 78.60)  Dios se retira de donde no se honra Su Nombre y deja a su pueblo abandonado a su propio pecado. Su gloria no puede permanecer en lugares donde no se obedece Su Palabra, aun cuando se invoque Su Nombre. Los israelitas continuaron reuniéndose en Silo, pero Él ya no estaba allí. No podía estar allí: “Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová” (1 S. 2.12)
    La religión judía continuaba en Silo, pero Dios había abandonado Su lugar por la idolatría y la maldad de los sacerdotes: “y lo metía en el perol, en la olla, en el caldero o en la marmita; y todo lo que sacaba el garfio, el sacerdote lo tomaba para sí. De esta manera hacían con todo israelita que venía a Silo” (1 S. 2.14). Los judíos pensaban que Dios estaba para sus antojos y que podían echar mano a Él cuando quisieran: “Cuando volvió el pueblo al campamento, los ancianos de Israel dijeron: ¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos? Traigamos a nosotros de Silo el arca del pacto de Jehová, para que viniendo entre nosotros nos salve de la mano de nuestros enemigos. Y envió el pueblo a Silo, y trajeron de allá el arca del pacto de Jehová de los ejércitos, que moraba entre los querubines; y los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, estaban allí con el arca del pacto de Dios” (1 S. 4.3-4). Ellos preguntaron: “¿Por qué...?”, sin mencionar siquiera sus propios pecados. Las consecuencias fueron trágicas y la derrota fue segura para el pueblo que dio las espaldas a Dios: “Pelearon, pues, los filisteos, e Israel fue vencido, y huyeron cada cual a sus tiendas; y fue hecha muy grande mortandad, pues cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie. Y el arca de Dios fue tomada, y muertos los dos hijos de Elí, Ofni y Finees” (1 S. 4.10-11).

La Gloria de Dios Es Traspasada, y el Pueblo de Dios Vive Derrotado
 

    La mujer de Finees estaba dando a luz su hijo en medio de esta derrota dejando grabada la realidad de su pueblo al dar por nombre a su hijo: “ICABOD”, traspasada es la gloria de Israel:
    “Y al tiempo que moría, le decían las que estaban junto a ella: No tengas temor, porque has dado a luz un hijo. Mas ella no respondió, ni se dio por entendida. Y llamó al niño Icabod, diciendo: ¡Traspasada es la gloria de Israel! por haber sido tomada el arca de Dios, y por la muerte de su suegro y de su marido” (1 S. 4.20-21)
    No se trata de guardar preceptos religiosos para garantizar la presencia de Dios por su Espíritu en la iglesia. Se trata de guardar en santidad la forma para CONGREGARSE A SU NOMBRE sin compromisos con el mundo. Esa forma tiene un modelo y es la asamblea local descubierta solo en el Nuevo Testamento por la doctrina de los apóstoles. Si Dios advirtió a Su pueblo: “Mas si no oyereis estas palabras, por mí mismo he jurado, dice Jehová, que esta casa será desierta” (Jer. 22.5), es la misma advertencia dada a la iglesia de Éfeso: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Ap. 2.4-5).

continuará, d.v. en el número de septiembre

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No Os Hagáis Tesoros En La Tierra

    Un  argumento común para justificar a creyentes que ahorran dinero para su futuro y el futuro de sus familias es: Solo es razonable apartar un poco de dinero para la vejez. ¿Qué nos pasará cuando ya no podamos trabajar? Debemos siempre anticiparnos al día de mañana. Lo que Dios espera de nosotros es que usemos el sentido común.
    Este razonamiento parece convincente, pero no es así el lenguaje de la fe. Las reservas son muletas y apoyos que se convierten en sustitutos de la confianza en el Señor. No podemos confiar cuando podemos ver.
    Una vez que decidimos proveer para nuestro futuro, nos metemos en estos problemas. ¿Cuánto será bastante? ¿Por cuánto tiempo viviremos? ¿Habrá una crisis económica, otra gran depresión? ¿Habrá inflación?
¿Tendremos que pagar facturas grandes e inesperadas? (gastos médicos, averías,  etc.)
    Es imposible saber cuánto sería bastante. Por eso, gastamos nuestra vida amontonando riquezas con vistas de proveer para unos cortos años de jubilación. Mientras tanto, hemos robado a Dios, y nuestra propia vida ha sido gastada buscando seguridad donde no la podíamos encontrar.
    Cuánto mejor es trabajar diligentemente para nuestras necesidades corrientes, servir al Señor al máximo, poner todo lo que va más allá de las necesidades presentes para la obra del Señor, y confiar en Él en cuanto al futuro. A aquellos que le ponen a Él en primer lugar, ha prometido: “...todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6.33). “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4.19).

William MacDonald, ¿Dónde Está Tu Tesoro?

 Con respecto a ese artículo, es triste observar que, en el la web https://www.citimuzik.com/2024/02/paul-washer-net-worth.html, nos informa que el valor neto actual en 2024  de Paul Washer, predicador calvinista popular, es 10 millones de dólares.

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El Rey Saúl, y las Consecuencias
de su Altivez y Desobediencia

Parte 2
 por Lucas Batalla Maraver y Carlos Tomás Knott

viene del número de mayo 2024
Texto: 1 Samuel 15
 

    En los versos del 10 al 12, vino nuevamente la Palabra de Dios a Samuel. “Me pesa” (v. 11), dice Dios, y esas son las palabras que usó en Génesis 6.5-7 cuando anunció la destrucción del mundo antiguo. ¡Cuántas veces ha sentido Dios cosas similares acerca de hombres elevados a posiciones de responsabilidad y autoridad en la iglesia! Si en lugar de ser humildes y mantenerse en comunión íntima con el Señor, se creen importantes y agarran el poder, se arruinan. Está claro que a Dios no le sorprendió lo que Saúl hizo, pues cuando el pueblo pidió rey, el Omnisciente sabía qué pasaría. Saúl tuvo su oportunidad genuina, pero fracasó, no por predestinación, sino por su propia culpa y por el descuido en su vida espiritual. De dos cosas Dios le acusó. Tomemos nota:
(1) “se ha vuelto de en pos de mí”  (v. 11) ya tenía una opinión alta de sí mismo y no buscaba la comunión y aprobación de Dios.
(2) “y no ha cumplido mis palabras”, no por ignorancia sino por altivez y obstinación.

    He aquí el peligro del poder y las riquezas que vemos tantas veces en la Biblia – el pensar uno que puede formular sus propios planes y actuar como le parece. Pierden la humildad, el temor y la sensibilidad a la voluntad de Dios, hacen mal, y luego no quieren reconocerlo ni arrepentirse. Notamos en el verso 11 la reacción de Samuel: “se apesadumbró... y clamó a Jehová toda aquella noche”. Pasó la noche en oración antes de ir a su encuentro con el rey en la mañana siguiente. Pero madrugó y fue en busca de Saúl. No postergó el encuentro, aunque iba a ser desagradable, porque había aprendido que la obediencia debe ser inmediata. Muchos todavía no han aprendido esta importante lección. Le informaron donde estaba Saúl, y que “se levantó un monumento” (v. 12). Los patriarcas edificaron altares a Dios, pero el egoísta Saúl levantó un monumento para sí mismo.
    Los versos 13 -15 relatan el comienzo del encuentro entre el profeta y el rey. Saúl, cuando vio a Samuel, habló primero e intentó tomar el terreno alto. Enfatizó lo positivo, para encubrir su error. Bendijo a Samuel y declaró: “yo he cumplido la palabra de Jehová” (v. 13). Pero decirlo no lo hace verdad. Hoy hay personas e iglesias que profesan seguir al Señor, pero no es así solo porque lo dicen. Samuel respondió a Saúl: “¿Qué balido de ovejas y bramido de vacas es éste...?” (v. 14). Las voces del ganado contradijeron la profesión de Saúl. Pero Saúl, para salvaguardar su reputación y justificarse, echó la culpa al pueblo. Ni siquiera mencionó a Agag, pero acusó al pueblo de perdonar al ganado, “para sacrificarlas a Jehová tu Dios” (v. 16). Observa que no dijo: “... a mi Dios”.
    Samuel respondió (vv. 16-19): “Déjame declararte lo que Jehová me ha dicho esta noche”, pues no iba a decir su opinión, sino la Palabra de Dios, como había hecho desde el principio (1 S. 3.18). Al rey Saúl le recordó sus humildes comienzos: “Aunque eras pequeño en tus propios ojos” (v. 17). Pero ese tiempo pasó, y Saúl se había hecho grande e importante. Había perdido la humildad, el temor de Dios y la obediencia. Eso pasa también hoy con algunos en las iglesias. Tuvieron sus humildes comienzos, sin apenas dinero para comer frijoles, y vivían de mano a boca. Pero Dios les dio una oportunidad, y los elevó espiritual y económicamente. Pero si no se mantienen humildes, obedientes y en constante comunión con el Señor, se verán enredados en la autoimportancia, pensarán de sí más de lo debido, y perderán la bendición, aunque se agarren al poder. Samuel le recordó las instrucciones (v. 18) y preguntó: “¿Por qué, pues, no has oído la voz de Jehová, sino que... has hecho lo malo ante los ojos de Jehová?” (v. 19). Será triste el día cuando esa pregunta se haga a los que han cambiado la doctrina y práctica en las iglesias, porque modificar cualquier instrucción divina es hacer lo malo. No hay que ponerse al día. No importan las circunstancias, ni qué opina la multitud. Nuestra responsabilidad es oír y obedecer la voz de Jehová, y la tenemos delante nuestro en Su Palabra.

continuará, d.v., en el siguiente número

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 "Eterna" 

no tiene fecha de caducidad

"Israel será salvo en Jehová con salvación eterna; no os avergonzaréis ni os afrentaréis, por todos los siglos".

Isaías 45.17

 

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  Moisés y los Reproches de Cristo


Sin duda el lector del Nuevo Testamento se sorprenderá al leer que Moisés tenía “por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios” (He. 11.26). ¿Cómo podía Moisés compartir el reproche de Cristo siglos antes de viniera al mundo?
    Para compartir ese vituperio, Moisés tuvo que renunciar el lujo y la riqueza del palacio egipcio, los adornos y beneficios de su adopción como hijo real, y tomar su lugar con un pueblo despreciado. Eso parece como “la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Co. 8.9). ¡Qué riquezas, gloria y honra abandonó para venir y residir en medio de una raza de esclavos que sufría bajo la dura servidumbre de un amo cruel!
    Pero antes de eso, hubo humillaciones en la carrera de Moisés que ilustran de antemano los sufrimientos de Cristo. Aunque el libertador era para Dios un niño hermoso, su nacimiento fue rodeado de la tristeza de la infanticida. Qué extraño que su cuna fuera una arquilla de juncos, puesto en la orilla del río, cerca de los voraces habitantes del Nilo. Así también, nuestro bendito Señor, nacido de una virgen y muy hermoso a Dios y a los hombres, fue acostado en un pesebre en un establo, y poco después, fue objeto del odio satánico y herodiano.
    A Moisés le fue amargo el rechazo de sus hermanos y su posterior exilio durante cuarenta años en un país lejano y extraño. De manera similar, el Señor Jesús pasó días de soledad y rechazo en el país desértico de su exilio, y luego en Su país no tenía dónde recostar la cabeza (Mt. 8.20).
    A Moisés le tocó sufrir de la incredulidad y murmuración de su propio pueblo. A veces aun los miembros de su propia familia y tribu eran sus enemigos y críticos. También, Aquel que es digno de más gloria que Moisés, fue calumniado por Sus enemigos, malentendido por Su familia, y aun Sus discípulos dudaban de Él.
    Pero el “vituperio de Cristo” no es una cosa de tiempos pasados. Todos los que, como Moisés, realmente sirven a Dios y le son fieles, tendrán su parte en esa amarga comunión. Que seamos capaces hoy de ver ese vituperio como lo vio Moisés, y estimarlo “por mayores riquezas… que los tesoros de los egipcios” (He. 11.26).

David Gilliland, Lurgan, Irlanda del Norte, lectura del 14 de febrero,
Day by Day, Christ Foreshadowed (“De Día en Día, Cristo Revelado”), Precious Seed Publications

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La Oración Que Dios Atiende

Lucas Batalla

Texto: Santiago 4.1-5

   Este pasaje nos enseña algo muy importante acerca de la oración. En lugar de leer sólo un versículo, es bueno leer todo el contexto para comprender mejor el mensaje. Aquí el contexto nos enseña que la oración no es algo mágico que nos dará todo. Se nos presenta la situación de los que profesaban ser creyentes y que oraban pero no veían el resultado. Quizás dijeron algo quejándose a Santiago, el medio hermano del Señor Jesucristo. Vemos estas frases: “no tenéis” y “no podéis alcanzar”. ¿Cómo puede una persona que se dice ser creyente orar y no recibir las cosas que pide? ¿No nos enseñó y nos invitó el Señor a orar, y no es ese el ejemplo de los apóstoles y primeros cristianos? Entonces, ¿qué pasa?
    Si leemos los versículos del contexto, prestando atención,  veremos otras palabras que nos indican cuál era el problema con las oraciones de ellos, y esto nos enseñará algo acerca de nosotros también. Vemos palabras como “guerras”, “pleitos”, “pasiones” (v. 1), “codiciáis”, “matáis”, “ardéis de envidia”, “combatís y lucháis” (v. 2) “pedís mal”, “vuestros deleites” – que son placeres desenfrenados (v. 3), “almas adúlteras”, “enemistad contra Dios” (v. 4), “soberbios” (v. 6), “pecadores”, “doble ánimo” (v. 8) y “el que murmura del hermano” (v. 11). En esas condiciones Dios no nos concede las oraciones. El salmista dijo: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Sal. 66.18), pero en Santiago se trata de gente que sí tiene iniquidad en el corazón. Entonces no hay misterio. La oración no es una fórmula mágica para obtener cualquier cosa, ni está Dios obligado a venir corriendo a concedernos nuestros deseos, como si fuese un genio recién salido de una botella para darnos tres deseos.
    Dios, en Su propósito y sabiduría, nos da lo que quiere según Su buena voluntad. Así que, la oración no es un amuleto para recibir todo lo que queremos. Hay que pedir conforme a la voluntad de Dios, como 1 Juan 5.14-15 nos enseña: “Y ésta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”.
    Muchas veces adolecemos de interés y perseverancia en la oración. Nuestras oraciones suelen ser caprichosas y egoístas, sobre todo si no estamos andando en comunión diaria con Dios, viviendo una vida que le agrada. Si andamos en amistad con el mundo, imitando a los del mundo, desagradamos a Dios y estando así alejados de la comunión con Él nuestras peticiones salen torcidas. Colosenses 1.3, 9 y 10 nos muestra como Pablo persistía en oración por ellos, pidiendo lo más importante, siempre conforme a la voluntad de Dios. También en Lucas 18 el Señor dio una parábola, la de la viuda y el juez injusto, para enseñarnos la importancia de orar siempre y no desmayar, es decir, la perseverancia.
    En el Salmo 33.18-22 leemos:
“He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus almas de la muerte, y para darles vida en tiempo de hambre. Nuestra alma espera a Jehová; nuestra ayuda y nuestro escudo es él. Por tanto, en él se alegrará nuestro corazón, porque en su santo nombre hemos confiado. Sea tu misericordia, oh Jehová, sobre nosotros, según esperamos en ti”.

¡Claro que el Señor quiere que oremos y confiemos en Él! Desea responder y darnos en Su bondad las cosas que necesitamos, porque nos ama y desea nuestro bien. Pero hermanos,  mirad otra vez, que aquí habla de los que le temen, esperan y confían en Él. Esto es lo que debemos hacer. Si el temor de Dios y la fe caracterizan nuestras vidas y nuestras oraciones, pediremos como debemos y recibiremos la respuesta.
    Lamentaciones 3.26 dice: “Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová”. No hacen falta las vanas repeticiones. Hay que pedir sencillamente, con reverencia y confianza, y esperar. Dios no quiere que nos alejemos desanimados, sino que nos acerquemos, no sólo en un momento para pedirle, sino que quedemos cerca de Él, esperándole. En Su presencia y guiados por Su Palabra nuestras vidas y peticiones serán conformadas a Su voluntad, y Él nos contestará. Pero las respuestas de oración no son para gastar en nuestros deleites, sino para ayudarnos a tener buen testimonio y vivir de acuerdo a la voluntad de Dios.
    Que el Señor nos ayude a vivir y pedir como debemos, para Su gloria y nuestro bien. Amén.

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La Reunión de Oración





En el Nuevo Testamento no vemos ninguna reunión de jóvenes, ni ninguna reunión de mujeres. Toda la iglesia se reune, como vemos en el siguiente texto:

"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones". Hechos 2.42
 

Todos los que toman la Cena del Señor deben también reunirse para "orar". La oración es un privilegio y a la vez una responsabilidad de los que están en comunión en una asamblea. El patrón apostólico incluye todo lo que vemos en Hechos 2.42. Los que se reunen para partir el pan deben estar también en la reunión para el ministerio de la Palabra, y en la reunión de oración.
    Es curioso que los musulmanes van a la mezquita para orar 5 veces cada día, o sea, 35 reuniones cada semana.  En cambio, a veces a los cristianos les cuesta acudir a orar sola una vez cada semana. Revisemos nuestras prioridades. (Mt. 6.33; He. 10.25).

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 Cosas Ausentes En 

Las Iglesias del Nuevo Testamento

el templo, los edificios consagrados
los altares
el candelero
las velas
el incienso
el aceite de unción
los sacrificios de animales
los sacerdotes levíticos
las comidas prohibidas
los instrumentos musicales
los coros, cantantes y directores de alabanzas
un calendario religioso de días festivos
los diezmos
Tales cosas pertenecen al viejo pacto, no a la iglesia, y fueron "impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas" (He. 9.10). En el lenguaje de Hebreos: "vamos adelante" (He. 6.1).

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  Por Sus Frutos Los Conoceréis


   Dijo el Señor Jesús: "Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt. 7.20-21). Algunos expositores quisieran limitar este precepto al contexto inmediato sobre los falsos profetas. Pero el contexto no limita el precepto, sino lo aplica a un caso específico. Tiene más aplicaciones.

    Los creyentes debemos tomar nota, porque la confusión y la falsa profesión existen. No creemos en la eterna seguridad de los que profesan creer, sino de los verdaderos creyentes. Pablo enseñó a Timoteo que habría en las iglesias personas que "tienen apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella" (2 Ti. 3.5). A Tito le encargó que tuviese cuidado de los que "profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan" (Tit. 1.16). Juan insistió que mienten los que profesan conocer al Señor, pero no guardan Sus mandamientos (1 Jn. 2.4).
Esto se aplica a las personas que profesan ser cristianas, pero:
   · Andan conforme a la carne. (Ro. 8.4)
   · Piensan en las cosas de la carne. (Ro. 8.5)
   · Se ocupan de la carne. (Ro. 8.6)
   · Por los designios de la carne, no se someten a la ley de Dios (Ro. 8.7)
   · Viven según la carne, y no pueden agradar a Dios. (Ro. 8.8)
La conclusión es que no son cristianos carnales, sino simpemente carnales.

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3 Cosas Que Dios No Puede Hacer


 ¿De veras hay cosas que Dios no puede hacer? ¿No puede Dios hacerlo todo? Examinemos la Biblia para ver lo que Él mismo dice:

1. Dios No Puede Mentir
    “Pues sí”, dices, “está claro que Dios no puede mentir”. Esta puede parecer algo obvio o incluso de trampa, pero aun así es absolutamente cierta. La misma Palabra de Dios lo expresa así. “Dios, que no miente” (Tit. 1.2). Dios es el único que puede afirmar eso. Aun Balaam sabía esto, pues en Números 23.19 declaró: “Dios no es hombre, para que mienta”. Hebreos 6.18 declara: “Es imposible que Dios mienta”.

2. Dios No Puede Cambiar
    “Por supuesto que no”, dices, “Dios no puede cambiar”. Esto también es una verdad obvia. Dios la afirma en Su Palabra, en Malaquías 3.6, “Yo Jehová no cambio”. Esta es otra característica que pertenece solamente a Él. En Hebreos 1.10-12 leemos:
“Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán”.

3. Dios No Puede Permitir Que Los Pecadores Entren Al Cielo
    “Bueno”, dices, “esto no lo tengo tan claro. NO sé si lo creo o no”. Pero, ¿cómo sabemos que esto es absolutamente cierto? Porque es Dios mismo que nos lo asegura, y recuerda, Él no puede mentir, como tampoco puede cambiar. Entonces, si Dios lo ha dicho, es verdad, y será así para siempre. Jesucristo dijo en Juan 3.3 y 5, “De cierto, de cierto [sin duda] te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios... De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”.
    Con razón uno podría dudar de la veracidad de lo que los hombres afirman. Pero lo que encontramos en la Palabra de Dios (la Biblia) es absolutamente verdad, y verdad para siempre (Salmo 119.89).
    Ahora bien, si Dios no permitirá a los pecadores entrar en el cielo, es una noticia muy mala para todos nosotros, porque Él también declara que “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3.23). Puede ser dificil aceptar eso, pero hay que afrontarlo. Quizás antes creías que no eras mala persona, pero ahora, por lo que Dios ha dicho, sabes que eres pecador. La Biblia dice en 1 Juan 1.10, “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él [a Dios] mentiroso”. Pero, ¿acaba aquí la historia? ¿No existe ninguna manera de llegar al cielo? Vamos a seguir viendo las palabras de verdad que Dios nos ha dado.
    En Juan 14.6, Jesucristo dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Explica que no hay varios caminos, sino uno solo, y es Jesucristo mismo, porque solo Él murió por nuestros pecados. “Siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5.8). Sabemos que es así, porque Dios lo ha dicho, y Él no miente ni cambia. “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4.12). La salvación es solo por Jesucristo.
    En una escena en la Biblia un hombre preguntó: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” La respuesta fue: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16.30-31). Si preguntas: “Pero, no hay que hacer nada más?”, Dios responde: “Por gracia sois salvos por medio de la fe... no por obras” (Efesios 2.8-9).
    Simplemente cree a Dios, y confía en el Señor Jesucristo. Su Palabra es eternamente verdad (Salmo 119.160). Ahora sabes que eres un pecador condenado; sabes que no hay salvación por medio de buenas obras, rezos, o sacramentos. Sabes que Jesucristo llevó tus pecados en Su cuerpo, y murió por ti. Sabes que debes confiar en el Señor Jesucristo para ser salvo. Esas verdades están en la Palabra de Dios, y Él no miente ni cambia.
    Pero hay que hacer más que saberlo. Hay que responder. Jesucristo manda: “Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1.15). Dios promete perdón y vida eterna a todos los que, arrepentidos, confían en el Señor Jesucristo.