Deposite En El Banco De La Fe
En las cosas ecuatorianas descubrieron un galeón hundido. Era original de España y llamaban su nombre: “La Capitana Jesús María”. Al verificar notas y averiguar en los anales de la historia, comprobaron que el siniestro ocurrió en el año 1654. Luego de intensos trabajos dieron con los tesoros en oro y plata.
Calcularon su valor en 4.242 millones de dólares (más de 3 mil millones de euros) y comenzaron las disputas para repartir el botín. Interesante, ¿no? Pero no trascendente. Un proverbio latino dice: “La fortuna es un cristal; brilla, pero es frágil”.
Tú y yo vivimos en la cultura de la gratificación inmediata. El consumo está consumiendo la vida de las personas. Hoy vives pagando lo que ya consumiste. Hay un afán desmedido por poseer, y eso marca el ritmo de las vidas. Tú vales lo que tienes. Vales por tu profesión, por tu aspecto, por tus posesiones, por tus riquezas. ¿Pero qué de aquellos que nunca tuvieron nada? ¿Eres importante para la sociedad si no ocupas un lugar privilegiado?
Si te sientes desdichado o marginado, tengo algo para ti. La Biblia dice: “Tales son las sendas de todo el que es dado a la codicia, la cual quita la vida de sus poseedores” (Pr. 1:19). “Las riquezas del rico son su ciudad fortificada, y como un muro alto en su imaginación” (Pr. 18:11).
Hay casos de personas que se quitan la vida por dinero... Pero ¿somos verdaderamente ricos? ¿No dice la Biblia que las riquezas son grandes en la imaginación? Amigo, no te afanes: desnudo viniste al mundo y desnudo te irás. Polvo eres y al polvo volverás. El Señor Jesús advirtió: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” (Mr. 8:36).
El Hijo de Dios escogió un camino diferente. No fue hacia arriba, sino hacia abajo. “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9). “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21).
de “Manzanitas de Oro”, noviembre 1999
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Dios Y Los Secretos
Una frase que oímos a veces, dicha en voz baja, es: "No lo digas a nadie. Es un secreto". Puede haber secretos buenos, es decir, bienes que se planifican hacer como sorpresa. En Mateo 6 el Señor Jesús nombra tres cosas que debemos hacer en secreto.
(1) La limosna u ofrenda - que sólo el Padre celestial lo vea.
(2) Hablar de nuestras necesidades - en oración al Padre que oye en secreto.
(3) Ayunar - sin publicarlo. El Padre celestial lo ve en secreto.
En Jeremías 23:18 y 22 hay algo llamado "el secreto de Jehová". Es la íntima comunión con Él, leyendo, estudiando y meditando en Su Palabra, orando, siendo guiados por Él. Los que no están en Su secreto erran en sus predicaciones y otros ministerios, como los falsos profetas entonces y los falsos maestros ahora.
Pero parece que la mayoría de los secretos no son así de buenos. ¿Qué pasaría si los demás supieran las cosas que encerramos y ocultamos? El paso del tiempo no lava ni borra los secretos. Hay que venir a cuentas con Dios, el Juez justo.
Es posible ocultar de otras personas algún pecado, pero Dios lo ve todo. Un joven puede engañar a sus padres, aparentando de una manera delante de ellos y de otra manera cuando no le vean. Un esposo o esposa puede ocultar algo de su cónyuge, como el hombre que fumaba cuando estaba fuera de casa, o la mujer que leía novelas de pasión en secreto. Hay empleados que roban a sus jefes. Hay empresarios que mantienen dos juegos de libros de contabilidad, uno para el gobierno y otro que registra operaciones secretas. Pero con Dios no hay secretos.
En Josué 7 leemos la triste historia de Acán y cómo quiso ocultar su desobediencia. Pero fue expuesta por Dios y juzgada por Israel, y les costó la vida de él y su familia porque ellos eran complices en el pecado secreto. Deuteronomio 13:6-11 nos manda no ocultar el pecado en familia o entre amigos. Hay que sacarlo a luz y juzgarlo.
David pecó en secreto con Betsabé, pero ahora lo sabe todo el mundo. Dios mandó al profeta Natán a reprenderle y prometió castigo público. "Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol" (2 S. 12:12).
El profeta Ezequiel fue llevado en visión de Dios a Jerusalén en el capítulo 8 para ver todos los pecados secretos de los líderes de Israel. Dios así les dejó saber que Él lo veía todo. En Ezequiel 9 viene el castigo.
En Génesis 16:13-14 Agar declaró algo que todos nosotros debemos aprender y dejar que afecte nuestro comportamiento: “Tú eres Dios que ve.,..el Viviente-que-me-ve”. Dios lo ve todo (Sal. 139:1-4). Alguien puede cerrar la puerta, apagar la luz o ir adonde no le conocen, pero Dios ve y sabe todo.
El Salmo 44:21 declara: “él conoce los secretos del corazón”. Podemos guardar cosas y ocultarlas de los demás, pero no de Dios.
Jeremías 32:19 reconoce lo que Israel había olvidado: “tus ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres...” Así es la óptica divina. Todavía hoy hay quienes piensan que "No verá JAH" (Sal. 94:7), pero se equivocan. Lo ve todo.
En Mateo 10:26 el Señor Jesús advierte: “no hay nada oculto que no haya de ser revelado”. Tarde o temprano todo saldrá a la luz. En Lucas 12:2 dijo: “nada hay encubierto que no haya de descubrirse”.
Esos secretos feos, encubiertos de los demás, si no hay arrepentimiento y perdón, saldrán en el juicio de Dios. Romanos 2:16 afirma que “Dios juzgará...los secretos de los hombres”.
El Juez lo sabe todo. Hebreos 4:12-14 “todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.
Por eso, es aconsejable andar en la luz (1 Jn. 1:5-7). Si jugamos con dos barajas, seremos descubiertos. Dios nos manda confesar nuestros pecados (1 Jn. 1:9), y promete que la sangre de Su Hijo Jesucristo nos limpia de todo mal. Sólo así se borran los secretos feos. David recordaba cosas malas de su juventud y oraba así: "De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; Conforme a tu misericordia acuérdate de mí, Por tu bondad, oh Jehová" (Sal. 25:7).
En Jeremías 23:18 y 22 hay algo llamado "el secreto de Jehová". Es la íntima comunión con Él, leyendo, estudiando y meditando en Su Palabra, orando, siendo guiados por Él. Los que no están en Su secreto erran en sus predicaciones y otros ministerios, como los falsos profetas entonces y los falsos maestros ahora.
Pero parece que la mayoría de los secretos no son así de buenos. ¿Qué pasaría si los demás supieran las cosas que encerramos y ocultamos? El paso del tiempo no lava ni borra los secretos. Hay que venir a cuentas con Dios, el Juez justo.
Es posible ocultar de otras personas algún pecado, pero Dios lo ve todo. Un joven puede engañar a sus padres, aparentando de una manera delante de ellos y de otra manera cuando no le vean. Un esposo o esposa puede ocultar algo de su cónyuge, como el hombre que fumaba cuando estaba fuera de casa, o la mujer que leía novelas de pasión en secreto. Hay empleados que roban a sus jefes. Hay empresarios que mantienen dos juegos de libros de contabilidad, uno para el gobierno y otro que registra operaciones secretas. Pero con Dios no hay secretos.
En Josué 7 leemos la triste historia de Acán y cómo quiso ocultar su desobediencia. Pero fue expuesta por Dios y juzgada por Israel, y les costó la vida de él y su familia porque ellos eran complices en el pecado secreto. Deuteronomio 13:6-11 nos manda no ocultar el pecado en familia o entre amigos. Hay que sacarlo a luz y juzgarlo.
David pecó en secreto con Betsabé, pero ahora lo sabe todo el mundo. Dios mandó al profeta Natán a reprenderle y prometió castigo público. "Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol" (2 S. 12:12).
El profeta Ezequiel fue llevado en visión de Dios a Jerusalén en el capítulo 8 para ver todos los pecados secretos de los líderes de Israel. Dios así les dejó saber que Él lo veía todo. En Ezequiel 9 viene el castigo.
En Génesis 16:13-14 Agar declaró algo que todos nosotros debemos aprender y dejar que afecte nuestro comportamiento: “Tú eres Dios que ve.,..el Viviente-que-me-ve”. Dios lo ve todo (Sal. 139:1-4). Alguien puede cerrar la puerta, apagar la luz o ir adonde no le conocen, pero Dios ve y sabe todo.
El Salmo 44:21 declara: “él conoce los secretos del corazón”. Podemos guardar cosas y ocultarlas de los demás, pero no de Dios.
Jeremías 32:19 reconoce lo que Israel había olvidado: “tus ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres...” Así es la óptica divina. Todavía hoy hay quienes piensan que "No verá JAH" (Sal. 94:7), pero se equivocan. Lo ve todo.
En Mateo 10:26 el Señor Jesús advierte: “no hay nada oculto que no haya de ser revelado”. Tarde o temprano todo saldrá a la luz. En Lucas 12:2 dijo: “nada hay encubierto que no haya de descubrirse”.
Esos secretos feos, encubiertos de los demás, si no hay arrepentimiento y perdón, saldrán en el juicio de Dios. Romanos 2:16 afirma que “Dios juzgará...los secretos de los hombres”.
El Juez lo sabe todo. Hebreos 4:12-14 “todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.
Por eso, es aconsejable andar en la luz (1 Jn. 1:5-7). Si jugamos con dos barajas, seremos descubiertos. Dios nos manda confesar nuestros pecados (1 Jn. 1:9), y promete que la sangre de Su Hijo Jesucristo nos limpia de todo mal. Sólo así se borran los secretos feos. David recordaba cosas malas de su juventud y oraba así: "De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; Conforme a tu misericordia acuérdate de mí, Por tu bondad, oh Jehová" (Sal. 25:7).
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Elías Desalentado
Vemos aquí a Elías – el fuerte varón de Dios – en una condición de agotamiento y desánimo. Pero Dios estaba atento a Su siervo, y reconoció su condición y que su viaje era largo y difícil. Envió a Su ángel (no un psicólogo) para ayudarle. Aprendemos que aun los más fuertes pueden hallarse sin fuerzas ni ánimos. Pero qué bueno es saber que nuestro Dios nos ve y comprende. El Salmo 103:13-17 afirma:
“Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo. El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más. Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen”.
El Señor, en Su tierna misericordia ayudó a Elías, y hermanos, también tiene cuidado de nosotros (1 P. 5:7). Enviará ayuda desde el santuario (Sal. 20:2). Dios proveerá recursos para restaurarnos y fortalecernos, haciéndonos útiles nuevamente en Su servicio.
W. H. Burnett, del calendario devocional “Choice Gleanings”, traducido y adaptado
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Venid junto a la cruz,
Los que buscáis perdón,
Hallar podréis la paz, salud,
Y eterna redención.
Venid al pacto eterno del amor,
Oíd la voz de nuestro Salvador.
¡Qué amarga vuestra sed!
¡Qué lejos la virtud!
Ya no ignoráis la sutil red,
De vuestra esclavitud.
Venid, la cruz de Cristo es manantial,
De redención y gozo perenal.
Miráis con ansiedad,
La llaga y el borrón,
Que vuestra ciega iniquidad,
Dejó en el corazón.
Pensáis amedrentados que tal vez
A Su presencia os llame pronto el Juez.
Aun siendo tal baldón,
Cual grana y carmesí,
El más dañado corazón,
Remedio tiene aquí.
Venid, la sangre de la expiación,
Os habla de clemencia y compasión.
Venid junto a la cruz,
Venid y descansad,
El sacrificio de Jesús,
Expía la maldad.
La cruz es el mensaje del amor,
Que Dios anuncia al pobre pecador.
Los que buscáis perdón,
Hallar podréis la paz, salud,
Y eterna redención.
Venid al pacto eterno del amor,
Oíd la voz de nuestro Salvador.
¡Qué amarga vuestra sed!
¡Qué lejos la virtud!
Ya no ignoráis la sutil red,
De vuestra esclavitud.
Venid, la cruz de Cristo es manantial,
De redención y gozo perenal.
Miráis con ansiedad,
La llaga y el borrón,
Que vuestra ciega iniquidad,
Dejó en el corazón.
Pensáis amedrentados que tal vez
A Su presencia os llame pronto el Juez.
Aun siendo tal baldón,
Cual grana y carmesí,
El más dañado corazón,
Remedio tiene aquí.
Venid, la sangre de la expiación,
Os habla de clemencia y compasión.
Venid junto a la cruz,
Venid y descansad,
El sacrificio de Jesús,
Expía la maldad.
La cruz es el mensaje del amor,
Que Dios anuncia al pobre pecador.
Mariano San León (1898-1963)
Apreciado amigo, le invitamos a venir y escuchar un mensaje del amor de Dios, del Señor Jesucristo: Su muerte en la cruz del Calvario como el Cordero de Dios, y Su resurrección.
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El nombre hebreo del quinto libro de Moisés es “Haddeb-harm” que significa “las palabras”. Es tomado del versículo 1 del libro: “Estas son las palabras que habló Moisés...” El título “Deuteronomio” viene de dos palabras griegas que significan “segunda ley”. El libro contiene una nueva exposición de la ley, dada por el Señor a una generación anterior, y ahora repetida por Moisés a la generación de Israel que entraría en la tierra de Canaán. El libro no se trata de una nueva ley, sino de una explicación de la que ya había sido dada. Así es que nosotros los creyentes necesitamos también la repetición de las Palabras de Dios. Tendemos a ser olvidadizos y es bueno que alguien nos recuerda y reitera lo que Dios ha dicho. Es para nuestro bien.
El pueblo todavía estaba en el otro lado del Jordán, en el desierto, en la llanura al lado del Mar Muerto. El segundo versículo del libro da una sinopsis de la incredulidad de Israel. Un viaje de once días se cambió en cuarenta años vagando, debido a la incredulidad. Ahora en Deuteronomio Moisés expone la ley en preparación para la entrada de la nación en la Tierra Prometida. Cuántas veces ha pasado en la experiencia de creyentes, que pasan la mayor parte de su vida vagando sin propósito ni bendición porque se empeñan en salirse con la suya, en andar en sus propios consejos, en lugar de seguir las instrucciones divinas.
En capítulo 5 de Deuteronomio, todo Israel se congrega para oír los estatutos y juicios del anciano siervo de Dios, Moisés. El principio de su discurso contiene las cuatro palabras claves del libro: “oír”, “aprender”, “guardar” y “poner por obra”. Son términos característicos del libro. Las demandas del Señor a Su pueblo todavía son importantes para nosotros. En el Nuevo Testamento todos estos cuatro claves aparecen. Por ejemplo, en Santiago 1:22 se nos exhorta a ser hacedores de la Palabra, no tan solamente oidores. Además de congregarnos, debemos tomar nota, esforzarnos para recordar y poner por obra lo que la Palabra de Dios dice. La obediencia de fe siempre ha sido y todavía es el camino de la bendición. De los que asisten a las reuniones, ¿cuántos son hacedores de la Palabra?
Oír es prestar atención. Para oír hay que estar presente, y hay quienes no asisten con regularidad y por eso ni siquiera oyen. Algunos vienen a las reuniones, pero no oyen bien. Se miran unos a otros. Miran al reloj, o a su teléfono, o para ver quién entra o sale. Cualquier cosa les distrae. Y cabe decir aquí que procuremos eliminar las distracciones cuando sea posible. Convendría eliminar los ruidos de la calle en algunos casos, cerrando las ventanas y poniendo buena ventilación o aire acondicionado, para que se escuche bien la predicación. O poner micrófono y altavoces. Y los niños deben estar sentados y callados en las reuniones, pues es la responsabilidad de sus padres, y deben tener en consideración a los demás que desean oír la Palabra. Pero oír bien requiere esfuerzo personal. Nuestro cuerpo puede estar presente en la reunión, pero nuestra mente ausente, divagando, pensando en otras cosas, en casa, la cocina, en el negocio, en otras obligaciones, etc. Debemos acudir para oír bien, prestar atención y concentrarnos.
Aprender es entender y recordar. Hay quienes oyen pero no aprenden. Hay que poner mente en las cosas, meditarlas para entenderlas. Está comprobado que parte del método para aprender bien es tomar apuntes y repasarlos. Los buenos alumnos hacen esto en las escuelas. Pero qué pocos cristianos vienen a una reunión preparados para aprender, qué pocos toman apuntes, repasan luego la enseñanza o vienen a hacer preguntas al maestro buscando aclaraciones para mejor entender. Parece que a muchos les entra por un oído y les sale por el otro, y después de la reunión se acuerdan de bien poco. El Señor mandó a Sus discípulos ir y hacer discípulos, y dijo: “enseñándoles” (Mt. 28:19-20). Entonces, hay quienes tienen el don espiritual de maestro, y es para que el pueblo aprenda. ¿Sólo oímos, o nos esforzamos para aprender? Haz la prueba – media hora después de la reunión – pregunta de qué se acuerda cada uno y procura repasar la enseñanza en conversación, para no olvidarla.
Guardar y poner por obra señalan la aplicación personal. La Palabra de Dios no es para informarnos solamente, sino para cambiarnos, para dirigir nuestros pensamientos y nuestro comportamiento. Por eso Mateo 28:20 dice: “Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. “Todas las cosas” indica que no hay doctrinas secundarias o desechables. La enseñanza que Cristo manda no es sólo la recitación de información importante, como bosquejos de doctrina sana, sino que incluye énfasis en la obediencia, en la aplicación, en cómo ponerlo por obra en nuestra vida cotidiana, en nuestro carácter y caminar. “Lámpara es a mis pies tu palabra” (Sal. 119:105) indica esto – algo que nos ayuda a caminar bien. “Guardar” es atesorar, preservar, conservar. La idea es estimarla como un tesoro, y cuidarla para que no se pierda. Es darle el lugar preferido en nuestro corazón. “Poner por obra” toca nuestros hechos, nuestra manera de vivir, y es aquí que demostramos que realmente hemos aprendido algo. Si no oímos bien, no aprenderemos bien, y si no aprendemos bien, no podemos guardar bien ni poner por obra bien. Y si no somos hacedores de la Palabra, nos estamos engañando.
Deuteronomio 28:1-14 declara que las bendiciones vendrán de la obediencia. Observemos lo que los versículos 1 y 2 dicen: “Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios”. El Salmo 119 expresa la actitud y los hechos de uno que ama la Palabra, la oye, aprende y guarda. Pero en el resto de Deuteronomio 28, los versículos del 15 al 68 advierten que de otra manera vendrán maldiciones, es decir, por la inatención a la Palabra de Dios. El versículo 15 dice: “Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán”. La historia de la nación de Israel en el resto del Antiguo Testamento ilustra la verdad y precisión de lo que Dios dijo en Deuteronomio 28. Aquí no hay misterio. El camino de la bendición es la atención y obediencia a la Palabra de Dios.
Si alguien dice que esto fue en el Antiguo Testamento pero no es así en el Nuevo, porque en el Nuevo se nos enseña amor, se equivoca. Y el que dice que requerir la obediencia es legalismo, también se equivoca. Nuestro Señor Jesucristo dice en Juan 14, “si me amáis, guardad mis mandamientos” (v. 15). El amor a Cristo produce obediencia. “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama” (v. 21). “El que me ama, mi palabra guardará” (v. 23). “El que no me ama, no guarda mis palabras” (v. 24). Santiago 1:22 no dice: “sed hacedores de las doctrinas fundamentales" sino: “sed hacedores de la Palabra”, pues de otra manera nos estamos engañando. Toda ella es importante. 1 Juan 2:3-4 declara: “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él”.
Si, hermanos, pese a lo que algunos predicadores dicen hoy, la obediencia a la Palabra de Dios es todavía el camino de bendición. Por eso debemos congregarnos, oír atentamente, aprender bien, guardar y poner por obra la Palabra de Dios. El himno de John Sammis: “Obedecer y Confiar en Jesús” lo expresa bien.
Para andar con Jesús no hay senda mejor,
que guardar sus mandatos de amor;
Obedientes a El siempre habremos de ser,
y tendremos de Cristo el poder.
Coro:
Obedecer, y confiar en Jesús,
es la senda marcada para andar en la luz.
Cuando vamos así, ¡cómo brilla la luz
en la senda al andar con Jesús!
Su promesa de estar con los suyos es fiel,
si obedecen y esperan en El.
Quien siguiere a Jesús ni una sombra verá,
si confiado su vida le da,
Ni terrores ni afán, ni ansiedad ni dolor,
pues lo cuida su amante Señor.
Mas sus dones de amor nunca habréis de alcanzar,
si rendidos no vais a su altar,
Pues su paz y su amor sólo son para aquel
que a sus leyes divinas es fiel.
– John Sammis, 1846-1919
No sigamos a los que se desvían, aunque sean muchos, aunque sean "líderes", ricos, populares o poderosos. Seamos creyentes fieles, atentos, sensibles a Dios y obedientes a Su Palabra, para la gloria de Dios y el bien nuestro.
Carlos Tomás Knott
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El Cristiano Y La Política
Capítulo 6
No Améis Al Mundo
La clara instrucción divina, dada en 1 Juan 2:15, es: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo”. Es violada de muchas maneras, incluso por los que se dan a la política. Nunca es nuestra responsabilidad ayudar al sistema de este mundo, ni mucho menos amarlo. Sin embargo, ¡oímos a algunos declarar que aman la política! Su entrega a seguir el espejismo de hacer bien a través de la política y el gobierno manifiesta una devoción que hasta los de ciencia política admiran.
Pero la política no puede ser “cristianizada” por la participación de cristianos. Es producto del mundo, de la sabiduría de los hombres, no de Dios. En el lenguaje de 1 Juan 2:15, es una de “las cosas que están en el mundo”. Si no estás seguro de esto, lee Lucas 4:5-8 para ver quién está detrás de los reinos de este mundo. Recuerda que el mundo es un sistema, organizado y encabezado por el diablo, que excluye a Dios, y está diseñado con el propósito de mantener a los hombres ocupados y felices sin Dios. ¿Por qué quisiera un creyente participar y colaborar en semejante sistema, y cómo podría amarlo? ¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas? Las Escrituras no nos enseñan a participar en la política o el gobierno para santificarlo ni utilizarlo para hacer bien, sino: “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor” (2 Co. 6:17). Dios dice: “Salid...apartaos”, entonces ¿bajo qué excusa podríamos involucrarnos?
Visitamos nuevamente los comentarios de David Hunt, para enfatizar el peligro:
...El “activismo cristiano” no es cristiano. Representa un desvío de la senda angosta que la iglesia debe caminar en el mundo. Puede confundir las cuestiones, conduce a transigencia y alianzas inmundas, y gasta tiempo y fuerzas que serían mejores empleados predicando el evangelio...entrégate totalmente a rescatar almas para la eternidad.
El activismo político es a veces el resultado de amor extraviado. Alguien comentó: “algunos cristianos parecen amar tanto al mundo que desean hacerlo su cielo”. Pero Dios explícitamente prohibe el amor al mundo y los enredos en el mundo. Su Hijo no recibió justicia del mejor desarrollado sistema político (y democrático) que el mundo de Su día conocía: el imperio romano. El Espíritu Santo, hablando por medio de Pablo, advirtió a los cristianos en Corinto en contra de ir a los tribunales en pleitos y buscar justicia “delante de los injustos” (1 Co. 6:1). ¿A quién se refiere al decir “los injustos”? El contexto está claro. Se refiere a los abogados y magistrados de aquel tiempo. Espiritualmente eran injustos ante Dios, pero también porque ese NO es la manera de solucionar problemas entre creyentes.
Pero los activistas señalan que Pablo hizo uso del sistema político/legal para seguir predicando y propagando el cristianismo. Se refieren a sus defensas en los juicios en Cesarea y luego en Roma. ¿Es necesario recordarles que no fue Pablo sino sus enemigos inconversos que promovieron todo eso? Y recordemos que el mismo gobierno que liberó a Pablo en su primera defensa, luego le condenó y le martirizó. Durante todo el tiempo de sus defensas y juicios, no hubo ninguna manifestación, voto, petición ni huelga para presionar para su libertad. No presenta un caso muy sólido para los de la “ciencia política cristiana”. Además, cuando Pedro fue apresado por Herodes y estuvo a punto de morir, ¿qué hicieron los cristianos? “La iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él” (Hch. 12:5). Practicaban lo que Pedro luego enseñó en 1 Pedro 5:7, “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. “Sobre él” – eso es, sobre Dios, no sobre unos amigos poderosos en el gobierno.
del libro El Cristiano Y La Política, por Carlos Tomás Knott
para obtener un ejemplar en español o inglés: