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jueves, 30 de septiembre de 2021

En Esto Pensad -- octubre 2021


 CUANDO MUERE UN CREYENTE

William MacDonald

“...los que durmieron en él” (1 Tesalonicenses 4:14).

    ¿Cómo debemos reaccionar cuando uno de nuestros seres queridos muere en el Señor? Algunos cristianos se derrumban emocionalmente. Otros, aunque afligidos, son capaces de sostenerse heroicamente. Todo depende de cuán profundamente estemos arraigados en Dios y hasta qué punto nos hayamos apropiado de  las grandes verdades de nuestra fe.
        En primer lugar, debemos ver la muerte desde el punto de vista del Salvador.  Es una respuesta a lo que Él oró en Juan 17:24, “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria...” Cuando nuestros seres queridos van a estar con Él, Él ve el fruto de Su aflicción y queda satisfecho (Is. 53:11). “Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos”  (Sal. 116:15).
        En segundo lugar, debemos tomar en consideración qué significa la muerte para aquel que la experimenta. Se le permite ver al Rey en Su hermosura. Es librado para siempre del pecado, la enfermedad, el sufrimiento y las penas. Es arrebatado de la aflicción (Is. 57:1). “Nada se compara con la partida de un santo de Dios ...llegar a la casa del Padre, dejar atrás aquellos viejos terrones de lodo, ser libertado de la esclavitud de lo material, recibido por la innumerable compañía de ángeles”. Ryle escribió: “En el mismo momento en que los creyentes mueren, entran al paraíso. Han peleado la batalla, su contienda ha terminado. Por fin tocan el otro lado de ese valle tenebroso por el que un día hemos de caminar. Desembarcan en la otra orilla de ese oscuro río por el que algún día tenemos que cruzar. Han bebido esa última copa amarga que el pecado ha mezclado y preparado para el hombre. Han llegado a aquel lugar donde la pena y el gemido ya no existen más. ¡Ciertamente no debemos desear que regresen otra vez!  Es por nosotros mismos y no por ellos que tenemos que llorar”. La fe se apropia esta verdad y se fortalece como árbol plantado junto a corrientes de aguas.
        Para nosotros, la muerte de un ser querido va acompañada de tristeza. Pero no debemos entristecernos como los demás que no tienen esperanza (1 Ts. 4:13). Sabemos que nuestros seres queridos están con Cristo, lo que es muchísimo mejor. Sabemos que la separación es tan sólo por un poco de tiempo. Después nos reuniremos en las laderas de la tierra de Emanuel, y nos volveremos a ver en mejores circunstancias que en las que nos conocimos aquí abajo. Esperamos con ansia la venida del Señor cuando los muertos en Cristo resucitarán primero, luego nosotros los que vivamos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para salir al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor (1 Ts. 4:16,17). Esta esperanza hace la diferencia.
        El consuelo de Dios no es demasiado pequeño (Job 15:11). Nuestra tristeza está mezclada con gozo, y nuestro sentido de pérdida está más que compensado con la promesa de una bendición eterna.

del libro DE DÍA EN DÍA, CLIE

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 “CIERTAMENTE MORIRÁS”


La muerte no es una teoría, sino una triste realidad bien conocida en todo el mundo. Ha causado temor, dolor y lágrimas, separación, pérdida y tristeza en todo el mundo. Muchos filosofan sobre la muerte, y algunos quisieran ignorarla, pero todos mueren. Alguien dijo que la muerte es el igualatorio divino, porque anivela toda raza y clase humana, todo rango social y económico. La gran pregunta no es “¿moriremos?” ni siquiera “¿cuándo o cómo?” sino “¿por qué morimos?” Se suele decir filosóficamente que es simplemente parte natural del ciclo de la vida: nacemos, vivimos, morimos.
    La ciencia y la medicina pueden posponer a veces la muerte, pero no pueden pararla. Los forenses pueden explicar la causa de la muerte – que es porque para el corazón, o porque se asfixia, o por trauma de un golpe fatal, por hemorragia interna, etcétera. Emplean términos médicos o biológicos. Hasta allí llegan, y no más. Sus consejos, medicinas y operaciones pueden alargar la vida un poco, pero moriremos. Se oye decir: “De algo hay que morir”, pero la cuestión es, ¿por qué? Pero la Biblia da la historia y el origen de la muerte, la razón de ella, y la presenta desde el punto de vista de Dios el Creador. No había muerte en el mundo perfecto que Él creó. Todo era “bueno en gran manera” (Gn. 1:31). La muerte entró después, pero ¿por qué y cómo?
    La primera vez que la Biblia menciona la muerte, sale de la boca de Dios en Génesis 2, cuando dijo a Adán: “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:17). Incluye, pero es más que la muerte física. Génesis 5 da amplio testimonio de la muerte física. Es llamado el cementerio de Génesis, o el campanario de la muerte, porque se repite la frase: “y murió”. El libro de Génesis – orígenes – que comienza con vida en Edén, termina “en un ataúd en Egipto”, porque intervino el pecado de incredulidad y desobediencia, con sus amargos frutos.
    Esto sigue por toda la Biblia – pecado y muerte. Porque como Dios advirtió a Adán en Génesis 2:17, “ciertamente morirás”. De ahí que la Palabra de Dios afirma que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez” (He. 9:27). “El alma que pecare, ésa morirá” (Ez. 18:4), porque “la paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23). Los cementerios en todo el mundo testifican que la Palabra de Dios dice la verdad, pero eso solo es la primera muerte.
    Se puede morir dos veces. Hebreos 9:27 avisa de la muerte física, y dice: “y después de esto el juicio”. Podríamos decir que la muerte física solo es paga y señal de la gran, eterna y penosa segunda muerte. Los muertos serán juzgados, porque su fallecimiento físico no satisface la justicia divina. La segunda muerte viene después del juicio del gran trono blanco que Apocalipsis 20:11-15 describe. Los muertos inconversos serán resucitados, estarán de pie ante Dios, cada uno será juzgado por sus obras, condenado y lanzado al lago de fuego. “Ésta es la muerte segunda” (Ap. 20:14-15), y es eterna. “Los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Ap. 21:8). Es eterno el cielo, y eterno el infierno. “Una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá” (Lc. 16:26).
    Aquí hay una lección sabia y sobria. Eclesiastés 7:2 aconseja: “Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón”. Esto es cierto, pero aún Salomón, en sus años de desvío, al considerar la muerte concluyó que la vida es vanidad. Cuando pensó y escribió así por su cuenta, omitió parte de la verdad. Hay mucha vanidad y vanagloria en el mundo, pero no todo es así.
    No es vana la vida de los que creen en el Señor Jesucristo y buscan el reino de Dios y Su justicia. El inspirado apóstol Juan nos comunica el mensaje celestial: “Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Ap. 14:13). Hablando de la resurrección que espera a los creyentes, Pablo escribe: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co. 15:58).

Carlos
del libro Pena de Muerte, Libros Berea

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La Recompensa de los Fieles

El profeta Elías dijo: “sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida” (1 R. 19:10, 14). Dios no le dijo “pobrecito”, sino: “yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron” (1 R. 19:18).
El profeta Elías había gastado su vida en sacrificio vivo, sirviendo a Dios. Tuvo que ir contra la corriente popular para ser fiel a Dios, y Dios le sostuvo pese a las dificultades y la oposición. Pero aunque era fiel, solo era un hombre, y en ese momento sentía la soledad, enemistad y falta de apoyo, y estaba desanimado por la aparente falta de resultados. Luego el Señor le declaró que Él, no Elías, haría que quedaren en Israel siete mil fieles. ¿Fueron éstos en parte el resultado de ver el coraje y la fidelidad de Elías? Si estás desanimado, sigue adelante. Recuerda que hay mucho que no sabemos acerca de cómo Dios ha estado obrando por medio nuestro. Quizás no nos permite ver esos frutos para mantenernos humildes y dependientes de Él. Recibiremos galardón en el cielo, no aquí. Así que, lo que nos toca en esta vida es ser fieles hasta el fin. “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co. 15:58). 

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¿Morirás Bien?

Una Meditación Sobre La Muerte Que Se Avecina

por Donald Norbie (1923-2017)


Moisés dijo en su salmo: “Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos” (Sal. 90:10). Un himno dice: “Nuestra vida acabará, cual la hoja caerá”. Comparado con la eternidad, nuestra vida es un puntito minísculo en la pantalla del tiempo. Durante 2004 murió una señora a los 115 años de edad, y dijeron que era la mujer más vieja en los Estados Unidos. Antes de morir, dijo: “Morirse es difícil. ¡Espero hacerlo bien!” No se sabe si era cristiana o no. Hace años que Kenneth Hildebrand compuso una canción en la que dijo: “Si vivo bien, ¡alabado sea el Señor! Si muero bien, ¡alabado sea el Señor!”
    Es posible morir bien, en paz con Dios y los hombres, sabiendo que durante su vida uno ha hecho la voluntad de Dios. El apóstol Pablo escribió al final de su vida: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”(2 Ti. 4: 6-7). Fue ejecutado en Roma por su fe, probablemente le decapitaron. Suya fue una entrada triunfante en la gloria del cielo. Pablo murió bien.
    El predicador en Eclesiastés declaró: “Mejor es la buena fama que el buen ungüento; y mejor el día de la muerte que el día del nacimiento” (Ecl. 7:1).  Los padres se gozan en el nacimiento de su pequeñito. Es una vida nueva, vigorosa, radiante con esperanza. Pero, ¿quién sabe como resultará esa vida? Puede que aquel bebé, al crecer, confíe en el Señor y viva una vida productiva, en feliz matrimonio y sea bendecido con hijos. Pero también es posible que tome otro camino, sea rebelde, rechace a Dios y desprecie a sus prójimos. Puede morir joven, habiendo malgastado su vida. Recuerda los últimos días de Sansón, después de haber juzgado a Israel veinte años. El comienzo de la carrera es importante y emocionante, pero el final de la carrera es lo que determina quién corrió bien. El día de la muerte es más importante que el día del nacimiento. Entonces se conocerá la calidad de la vida de esa persona. ¡Cuán importante es vivir sabiamente!

Una Muerte Segura

    Considera bien las palabras de Pablo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti. 4:7-8). Aunque afronta la muerte, rebosa confianza. Es un clamor de triunfo. Triunfó en la lucha contra el diablo, la carne y el mundo. Había sido una batalla larga y recia, pero la ganó. Su vida era una carrera de maratón, y le eran necesarios concentración y fuerte perseverancia. Pablo corrió bien y terminó la carrera. No claudicó en la verdad de Dios. Pudo exhortar a Timoteo: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús” (2 Ti. 1:13). Una vida triunfante es una vida fiel al Señor y a Su Palabra. ¿Podremos terminar la vida en triunfo como Pablo?

Prepárate Para Morir

    Desde el día de tu nacimiento debes preparar para el día de tu muerte. Escuché a un anciano rogando encarecidamente a los jóvenes a dedicarse al Señor temprano en la vida. Dijo: “No desperdicies tu vida. No esperes hasta la vejez para comenzar a servir a Dios. La vejez es un tiempo de deterioro de salud, energía y visión. Escoge sabiamente en tu juventud para que vivas una vida fructífera y significativa”. ¡Buen consejo! En la vida sabia habrá metas sabias. La decisión de poner a Dios en primer lugar en tu vida es la más importante decisión que harás después de la conversión. Afectará para bien todas las demás decisiones. Si determinas amar a Dios por encima de todo, esto te guiará a consagrarte a Él, no contaminarte en el mundo, y buscar cómo servirle. Pablo implora a los creyentes: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro. 12:1-2).
    Una vez en un encuentro un joven se me acercó después de la reunión y dijo: “Tío Donald (así le llamaron) hace años que creo en el Señor para salvación, pero siento que realmente no me he consagrado a Él. Quiero hacerlo ahora”. Oramos juntos y él derramó su corazón delante de Dios. Después, durante más de cuarenta años su vida ha sido una bendición al pueblo de Dios. Esa decisión dio rumbo bueno a su vida hacia Dios y las cosas del Señor.  
    Esa decisión te guiará a una vida disciplinada. Comenzarás a ver que la vida es preciosa y no debe ser desaprovechada. Hay que rechazar y evitar todo lo que estimularía a las tendencias pecaminosas en ti. Debes actuar sin misericordia en esto, y eliminar el contacto con cualquier cosa que despierta o provee para los deseos de la carne (Ro. 13:14). Debes someter tu vida interior de los pensamientos al control de Cristo (2 Co. 10:5). El pecado comienza en los pensamientos y los deseos (Stg. 1:14-16).
    En la vida disciplinada programarás tiempos regulares para leer, meditar y estudiar la Palabra de Dios, y para orar. No hay atajos para la espiritualidad y la madurez. Amar a Dios es amar Su Palabra. En la vida disciplinada aprovecharás sabiamente el tiempo. Habrá que escoger lo mejor antes que lo bueno. Un buen libro de agenda podría ayudarte. Siempre deben tener prioridad las cosas de Dios. Cada día se presentarán oportunidades que no debes perder. Para una vida sana debes apartar tiempo para ejercicio y relajamiento, pero no en demasía. “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Ef. 5:15-17).
    Una vida piadosa será marcada por una buena conciencia. “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida” (1 Ti. 1:5). Para mantener una buena conciencia debes confesar y apartarte de todo pecado. Debes guardarte sin mancha del mundo (Stg. 1:27). Para morir bien, debes mantener pura tu conciencia. “Consérvate puro” (1 Ti. 5:22). Un espíritu perdonador también es vital para la salud espiritual y la bendición. Un espíritu resentido y no perdonador amargará tu vida y contaminará a otras personas (He. 12:14-15). Es seguro que durante los años de tu vida serás a veces ofendido por otros y también ofenderás. Necesitamos el perdón del Señor y de los demás, y también debemos perdonar, como Dios nos perdonó (Ef. 4:32). Para eso son necesarios la humildad, el arrepentimiento y la confesión. Es triste ver a un creyente llegar al final de su vida con un corazón cargado de amarguras.
    Para vivir y morir bien, debes aceptar tu situación en la vida. Pablo lo expresó así: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Fil. 4:11). En ese momento Pablo estaba preso en una cárcel en Roma, esperando un juicio.  Algunas personas siempre parecen infelices y quejosas de su trabajo, el clima, la iglesia, y casi cualquier cosa. Con la vejez llegarán algunas limitaciones físicas que son difíciles de aceptar, la sordera, problemas con los ojos, poca energía y muchos achaques y dolores. Quizás antes de la vejez tendrás una minusvalidez o discapacidad. Será difícil no mirar con envidia a los que tienen más salud. No es fácil someterse a las pruebas de la vida y aceptarlas como de la mano del Señor. Pero si resientes y lamentas tu situación, solo sufrirás más.  Siempre hay otros cuyas circunstancias son peores. Recuerdo a un hombre en una silla de ruedas que dijo: “Estoy tan agradecido que puedo usar mis brazos. Si me hubiera herido más arriba en la columna, estaría totalmente paralizado”. Su vida destacó la gratitud. Para morir bien, debes aceptar las circunstancias de la vida y reconocer que Dios está obrando a tu favor, para tu bien y Su gloria (Ro. 8:28).  Y la gloria celestial está adelante. El apóstol mismo declara: “pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2 Co. 5:8).  
    Aprovecha la gracia de Dios y comienza temprano en la vida a escoger bien, a tomar decisiones sabias en vista de la eternidad. Entonces, si el Señor no viene antes, morirás bien, ¡triunfantemente!
 
p.d. El amado hermano Norbie murió bien, y por su vida de fiel servicio dejó ejemplo que seguir, gracias a Dios. “Estimada es a los ojos de Jehová La muerte de sus santos” (Sal. 116:15).


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¿¿¿Oh, cuánto amo yo tu ley???

Si los creyentes tomaran todo el tiempo que pasan con el teléfono, el internet y el televisor, y lo usaran para leer y estudiar la Biblia y orar, su vida espiritual y la de su familia e iglesia mejorarían mucho. Decimos con la boca que la Biblia es la Palabra de Dios, pero ¿cómo demostramos que realmente lo creemos? 

Dios habla por la Biblia, no por la tele, ni por Facebook, ni por el teléfono

 


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 ¡Cuidado Con La Cizaña!

Lucas Batalla  

                                  
Texto: Mateo 13:24-30

Es una llamada de atención a los que no tienen discernimiento. No todo lo que sale es bueno. Los del Señor siembran la buena semilla, pero hermanos, hay un enemigo que siembra cizaña en todo el mundo, y el campo es el mundo. Su deseo es confundir, hacer daño y arruinar la cosecha.
    ¿Cómo puede suceder eso? El versículo 25 dice: “mientras dormían”, que es algo que no debemos espiritualmente, como creyentes, relajarnos y no mirar, no velar, no vigilar, no ser diligentes sino distraídos e indiferentes. El diablo aprovecha nuestra inatención y descuido para meter la cizaña. Tenemos que despertarnos y discernir. Entre evangélicos no todo es bueno, y teólogos y hombres letrados también traen la cizaña. Quieren cambiar las cosas y la gente lo permite porque no se da cuenta, ni estudia ni conoce bien la verdad, ni la ama. Así que aun en las iglesias vienen cambios en doctrina y evangelio, todo para que venga más gente, ¡aunque sea cizaña! Y por eso las iglesias de hoy no se parecen en nada a las iglesias de hace veinte años, y no estamos hablando de progreso sino degeneración y ruina.
    Y el grupo más grande de cizaña que profesa el cristianismo es la Iglesia Católica Romana, enorme y en todo el mundo, pero su tamaño y poder no son señales de éxito ni bendición. El Señor advierte acerca de estas cosas porque le importa la verdad. En Hechos 20:28-30 el apóstol Pablo guiado por el Espíritu Santo advierte de la posibilidad de que desde dentro de la iglesia se levanten hombres con errores. Deberían apacentar la iglesia del Señor, ¿con qué? Con la Palabra de Dios, no con filosofía, psicología, sociología, etc. sino con la sana doctrina. Advierte que vendrán lobos rapaces que no perdonarán al rebaño, que desvían al rebaño y (v. 30) arrastran tras sí a los discípulos, para que no sigan al Señor. Hablan quitando y modificando doctrinas y prácticas enseñadas y establecidas por los apóstoles, y la gente carnal y sin discernimiento les sigue.
    Por esto hay tantas iglesias hoy en día desviadas de la verdad. La gente sigue a los hombres más que a Dios. Busca comodidad, no la verdad. No compra la verdad sino que la vende a cambio de “éxito”. El enemigo así ataca a los discípulos. Hay guerra de engaño y desvío. El ataque desde adentro es difícil de defender. Se requiere discernimiento y valentía, amor a Cristo y a la verdad.
    En el versículo 31 el apóstol llama a los hermanos a velar y recordar las advertencias y enseñanzas que había recibido de él. Esto tiene aplicación para nosotros. No dejemos que nos seduzcan para ir cambiando la doctrina.
    El apóstol Juan, en 1 Juan 4:1-3 advierte acerca del discernimiento diciendo: “no creáis a todo espíritu”. Tenemos que examinar porque hay cizaña. El enemigo ha trabajado mucho y por siglos. El versículo 1 declara: “porque muchos falsos profetas han salido”, y esto fue en aquel tiempo y ahora han pasado más de veinte siglos. Entre los falsos profetas en nuestros tiempos están los llamados “Testigos de Jehová”, que no confiesan la divinidad del Señor Jesucristo.
    Filipenses 2:15 describe la situación de la iglesia. ¿Dónde estaba? En medio de la cizaña – una generación maligna. En Filipenses 3:18 dice: “porque por ahí andan muchos...que son enemigos de la cruz de Cristo”. En 1 Timoteo 4:1-3 habla de más cizaña en los postreros tiempos.
    Así que, no digamos que no tiene importancia, porque tiene mucha. Todo desvío conduce al mal, por pequeño que sea. El Señor quiere que nos demos cuenta de quién ha hecho esto. Mateo 13:28 lo declara: “un enemigo”. Es nuestro adversario el diablo. Tenemos la luz y la espada de la Palabra de Dios para ayudarnos en esta lucha y tarea del discernimiento.
    Pero leer la Biblia sin la ayuda del Espíritu Santo no tiene provecho porque es un libro espiritual. El Espíritu Santo quiere guiarnos a toda la verdad (Jn. 16:13). Guió a los apóstoles a escribir y completar las Escrituras: “toda la verdad”. Y hoy en día nos guia iluminándonos y ayudándonos a entender lo que fue escrito por inspiración en aquel entonces. Si andamos en comunión con el Señor, no contristando el Espíritu Santo sino permitiéndole guiarnos en la lectura, meditación y obediencia de la Palabra de Dios, esto nos ayuda a no caer en error.
    Los que ahora creemos y seguimos la Palabra de Dios tenemos como dice 2 Pedro 1:1, “una fe igualmente preciosa” – la misma que en tiempos apostólicos – y no la cambiemos por la cizaña del enemigo. Amén.


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¿Hasta Cuándo?


Es difícil esperar cuando sufrimos o pasamos tiempos de escasez, porque naturalmente queremos que acabe lo antes posible. Por eso es común la expresión: “¿Hasta cuándo?” Por ejemplo, en el Salmo 6:3 David gime: “Mi alma también está muy turbada; y tú, Jehová, ¿hasta cuándo?” En el Salmo 13, impaciente y desesperado oró diciendo: “¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?” Sentía que le urgía una respuesta, pero Dios nunca responde tarde. El profeta Habacuc exclamó a Dios: “¿Hasta cuándo?”, porque sufría viendo toda la maldad alrededor suyo (Hab. 1:2). En Apocalipsis 6:9-10 aun las almas de los mártires clamaron “¿Hasta cuándo...?” y esperaban el juicio y la venganza de Dios. ¿Cuál fue la respuesta divina? “Se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo” (v. 11). Aunque ya habían muerto, todavía debían esperar. Dios siempre responde a tiempo – pero Su tiempo, no el nuestro. Santiago nos recuerda: “Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Stg. 1:4). Pidamos a Dios sabiduría (Stg. 1:5) y esperemos en Él.
    Sobre todo, esperemos en Dios. El salmista testifica: “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová” (Sal. 40:1-3). Otra vez en el Salmo 61 dice: “Oye, oh Dios, mi clamor; a mi oración atiende. Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare” (vv. 1-2).
    El profeta Jeremías lo expresó así: “Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel; Lo tendré aún en memoria, porque mi alma está abatida dentro de mí; Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré. Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová” (Lam. 3:19-26).

    Cristo está conmigo: ¡Qué consolación!
    Su presencia quita todo mi temor.
    Tengo la promesa de mi Salvador:
    “No te dejo nunca; siempre contigo estoy”
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Carlos, del libro DIVERSAS PRUEBAS, Libros Berea

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 LA MEJOR INVERSIÓN


Te queremos ayudar a invertir tu dinero. No te preocupes. No te vamos a hablar de porcentajes, intereses u otros números. Sólo queremos orientarte citando unas palabras de uno de los hombres más ricos que han existido jamás. Él era conocedor a fondo del mercado “export-import” de su país y un sabio y hábil inversor, y dijo así:

 “El que ama el dinero no se saciará de dinero y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad”.  

“Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia”.  

“Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su mal”

Luego continuó así: 

“Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano”. 

Evidentemente si alguien entiende de finanzas esa es la muerte. Ella se queda con todo lo que dejamos cuando volvemos –desnudos, como vinimos– al polvo. La muerte sabe que estás invirtiendo a su cuenta durante toda tu vida. Su negocio no falla.
    Por último, ese hábil inversor dijo: “El fin de todo el discurso oído es éste, Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre, porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”.
    Este hombre, ya es hora que lo digamos, fue Salomón, rey de Israel y uno de los hombres más poderosos que han existido nunca.
    Estas palabras están registradas en el libro de Eclesiastés, en la Biblia, junto con muchos otros escritos que te pueden ayudar a invertir bien no sólo tu dinero, sino también tu tiempo, tu persona; en una palabra: tu vida. Sólo tienes una. Amigo, no vivas para acumular dinero y cosas. Busca a Dios mientras haya tiempo, y déjale gobernar tu vida. Será la mejor inversión que habrás hecho en la Tierra y que seguirá proporcionando rentas por toda la eternidad. "La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro".
 

 

 

 

viernes, 30 de octubre de 2015

EN ESTO PENSAD -- noviembre 2015

Dios Dará La Recompensa

Lucas Batalla

Texto: Efesios 6:7-8

El buen servicio es importante para el Señor. “Sirviendo de buena voluntad” habla no sólo de nuestro servicio sino también de la actitud con la que servimos. La buena voluntad es la disposición a servir, el deseo, el ánimo, la atención a la calidad del servicio y el interés sincero en agradar a aquel que es servido. En el último análisis, servimos al Señor, y con esto cualquiera debe tener suficiente motivación. Servimos al Señor en cosas sencillas como nuestros tareas cotidianas, y le servimos cuando asistimos a las reuniones con los hermanos para la alabanza, la oración y el estudio de Su Palabra. Le servimos cuando testificamos, y cuando dedicamos tiempo diariamente a la lectura de Su Palabra y la oración privada. Además de esto, surgen oportunidades para servir al Señor todos los días, en nuestro roce con los demás en el curso de la vida. Nos gustaría ver en seguida la recompensa, pero no siempre es así.
    Se cuenta de un pobre hombre campesino que un día caminaba en el campo oyó voces pidiendo socorro, y rescató a un joven, salvándole la vida. Resulta que el padre del joven era un nombre rico, un noble,  que vino a expresar su gratitud y a recompensarle. Pero aquel campesino dijo que no hacía falta ninuna recompensa ya que sólo había cumplida con su deber, lo que cualquiera hubiera hecho. Entonces el noble ofreció costear la educación del hijo del campesino, y éste aceptó. Su hijo, gracias a esta recompensa, llegó a cursar estudios universitarios y se hizo médico. Luego en sus investigaciones descubrió una medicina que salvó muchas vidas. Así que, sea parábola o historia verídica, esto ilustra la ley de la recompensa, de la siembra y la cosecha.
    No hay nada que hagamos sirviendo de buena voluntad que quede sin recompensa. La ley de la siembre y la cosecha funciona, pero no siempre da fruto instantáneamente. No obstante, aunque tarde en venir, la recompensa llegará, porque Dios lo promete. El versículo 8 promete: “el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor”. No siempre vamos a recoger de donde hemos sembrado, pero el Señor asegura que recogeremos, y Su promesa no falla.
    Hebreos 6:10 dice que “Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún”. Como creyentes servimos al Señor sirviendo a los santos. Y hermanos, tenemos tantas oportunidades todos los días, que nadie tiene excusa para ir al cielo con las manos vacías. Quitemos nuestros ojos de nosotros mismos y miremos alrededor las oportunidades que todos los días tenemos. Lucas 6:38 exhorta: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”. También está hablando de la recompensa. Dios dice que “con la misma medida” nos recompensará, y esto debe hacernos pensar. Es una promesa y también una advertencia. Si somos parcos y mezquinos, entonces en la misma manera que hemos dado o rehusado, nos volverán a medir. ¡Cuidado! Es una lección que nos urge aprender, pero aparentemente hay quienes no creen, o no quieren aprenderla. Dios nos manda ser generosos y dar con buena medida. “Dad, y se os dará”.
    Habrá reconocimiento y recompensa, a veces aquí y ciertamente en el cielo. El que siembra abundantemente va a recibir de la misma manera. Dios explicó en Malaquías que no pudo bendecir a Su pueblo porque ellos eran mezquinos, engañadores y ladrones en las ofrendas y los diezmos. Hoy hay iglesias que Dios no puede bendecir porque no ofrendan como deberían, y no cuidan bien a los siervos de Dios. 2 Corintios 9:6-11 señala un principio importante para las iglesias. El versículo 6 afirma: “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará”. No podemos sembrar un grano de trigo y luego esperar cosechar todo un campo de trigo. Ni podemos ofrendar de forma “simbólica”, negar el cuidado de los siervos de Dios y luego esperar una gran recompensa. Dios es generoso y quiere que Su pueblo también lo sea. En el versículo 7 aprendemos que Dios ama al dador alegre. Esto sigue la idea de Efesios 6:7, de la "buena voluntad”. En el versículo 8 habla de abundar para toda buena obra. Los versículos 9-10 prometen que Dios proveerá y multiplicará el fruto si sembramos así. El versículo 11 habla de “liberalidad” y asegura que las ofrendas que son así producirán acciones de gracias. La recompensa será como el servicio, y una de las maneras de servir a Dios es con nuestras ofrendas.
    Es cierto que va a redundar si hacemos lo que Dios dice. Gálatas 6:9-10 nos instruye: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. No nos cansemos de hacer bien, ni de servir bien. Aprovechemos todas las oportunidades que tenemos. “A todos” dice, y aunque no lo agradecen los del mundo, Dios sí, y en el cielo nos recompensará. Los hombres olvidan, pero Dios nunca lo hace. Y termina diciendo: “mayormente a los de la familia de la fe”. Porque la casa del Señor debe tener gran prioridad en nuestro servicio, incluso en nuestras ofrendas. Ser tacaños con nuestros hermanos, dejándolos pobres y necesitados, es una señal de problemas de corazón. Que el Señor nos ayude a recordar que en nuestro servicio le estamos sirviendo a Él, para que lo hagamos de buena manera y de buena voluntad. Él nos ayudará, si tomamos este compromiso. Que así sea para Su gloria. Amén.
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¿REALMENTE CREEMOS 
QUE ÉL VIENE PRONTO?

“Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados” (1 Jn. 2:28).
    La fecha de esa venida nos es ocultada. Ningún hombre puede decir cuándo Él vendrá. Vela y está siempre preparado, para que no seas avergonzado en Su venida. ¿Debe el cristiano entrar en la compañía y las diversiones mundanas? ¿No estaría avergonzado si viniera su Señor y le hallara entre los enemigos de la cruz? No debo ir a donde me daría vergüenza ser hallado cuando venga repentinamente mi Señor”.

C. H. Spurgeon, 12 Sermones Sobre La Segunda Venida de Cristo, Baker, pág. 134.

“La venida inminente de Cristo debe tener un efecto práctico increíble en las vidas de cristianos individuales y también la iglesia como entidad. El hecho de que el glorificado y santo Hijo de Dios podría venir por la puerta del cielo en cualquier momento, debería según Dios ser una motivación fuerte e incesanta para vivir en santidad y servirle agresivamente (incluso misiones, evangelización e instrucción bíblica). También debería ser gran remedio para la letargia y apatía. Debería hacer una gran diferencia en los valores, las prioridades y las metas de todo cristiano”.

Renald Showers, págs. 255-6 del libro, Maranatha, Our Lord Come! 
(“Maranata, ¡Ven Señor Nuestro!”)
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 LA CRUZ Y LA VARA: COSAS DISTINTAS
 
A. W. Tozer
La cruz y la disciplina están muchas veces juntas en las Escrituras, pero no son la misma cosa. La disciplina es impuesta sin el consentimiento del que la sufre. La cruz no puede ser impuesta por otro. Aun Cristo sufrió la cruz por Su sola y libre elección. Hablando de su vida que pondría en la cruz dijo: "Nadie me la quita; yo la pongo de mi mismo". El tuvo muchas oportunidades de escapar de la cruz, "pero afirmó su rostro como diamante, y se encaminó a Jerusalén". La única compulsión que conoció fue la compulsión del amor.
        El castigo es un acto de Dios; el llevar la cruz es un acto del cristiano. Cuando Dios en su amor pone la vara de corrección en las espaldas de Sus hijos, no les pide permiso. El castigo sobre el creyente no es voluntario, excepto en que él acepta la voluntad de Dios con el consentimiento de que la voluntad de Dios incluye castigo. "Porque Dios al que ama, castiga, y azota a cualquiera que recibe por hijo. Si soportáis el castigo. Dios se os presenta como a hijos, porque, ¿qué padre es aquel que a su hijo no castiga?"
         La cruz nunca viene insolicitada; la vara siempre lo hace. "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz, y sígame". Aquí hay una clara, inteligente decisión, una decisión que debe ser hecha por el individuo con determinación y reflexión. En el reino de Dios nadie se encuentra de sorpresa con una cruz.
         Pero, ¿qué es la cruz para el cristiano? Obviamente no es el instrumento de madera que los romanos usaban para ejecutar la sentencia de muerte a los acusados de crímenes capitales. La cruz es el sufrimiento que el cristiano soporta como consecuencia de seguir a Cristo en perfecta obediencia. Cristo eligió la cruz al elegir el camino que conducía a ella: y así es con Sus seguidores. En el camino de la obediencia encontramos la cruz, y tomamos la cruz cuando entramos en ese camino.

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EL INFIERNO

¡Infierno! La prisión del desespero,
Voy a mostrarte algunas cosas que no encontrarás allí:
No habrá flores que se abran a los lados del Infierno,
Ni bellezas naturales a las que aquí tanto amamos,
No hay consuelos hogareños, músicas ni canciones,
No hallarás gozo amistoso entre aquellas multitudes;
Ni chiquillos que alegren la pesada y larga noche;
Ni una cariñosa sonrisa en la región de las noches;
No hay gracia, no hay perdón, misericordia y compasión.
Tampoco hay agua, oh Dios, ¡qué terrible lugar!
Los remordimientos del perdido nadie puede explicar,
Ni un momento de alivio,
¡No hay descanso en el Infierno!

¡Infierno! La prisión del desespero,
Te mostraré algunas cosas que allí estarán:
Fuego y azufre sabemos que hay,
Pues Dios en Su Palabra nos dice así,
Memoria, remordimiento, dolor y sufrimiento,
Llanto y gemido, mas todo en vano;
Blasfemos, maldicientes, aborrecedores de Dios,
Los que a Cristo rechazaron mientras en la tierra andaban;
Asesinos, jugadores, borrachos y mentirosos,
Tendrán en el lago de fuego su parte;
El sucio, el vil, el cruel y mezquino,
¡Qué horrorosa multitud será vista en el Infierno!
Sí, más que lo que cualquier humano 
sobre la tierra pueda describir,
¡Son los tormentos y desgracias del Infierno eterno!


                                                                                          - autor desconocido -


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 LAS CONTRIBUCIONES DE
LAS HERMANAS EN LA IGLESIA

 
Robert Gessner (1930-2014)

Introducción

    Si miramos en los libros acerca de la historia de la Iglesia, vemos nombres como Ignacio, Policarpo, Orígenes, Agustín, Wyclif, Tyndale, Lutero, Zwinglio, Darby, Wesley, Edwards, Spurgeon, Moody y la lista sigue. Los nombres mencionados son casi exclusivamente los de hombres, y rara vez hallamos el nombre de una mujer. Basándonos en esto, podríamos concluir que las mujeres han tenido un papel muy insignificante en los planes de Dios para avanzar Su programa. ¿Es válida tal conclusión? En primer lugar, nadie sino Cristo ocupa un lugar significativo en el programa eterno de Dios. Los siervos de Cristo, sean hombres o mujeres, deben esconderse en Él. Sin Su poder, sabiduría y guía, el siervo se vuelve un débil vaso de barro. “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Col 1:18).
    Al estudiar en la Biblia los vasos humanos que Dios ha empleado, nos damos mucha cuenta de que Dios ha empleado a mujeres de muchas maneras maravillosas. Al principio, Dios declaró a la serpiente: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya” (Gn. 3:15). Y esa Simiente herirá la cabeza de la serpiente. Aunque la mujer fue hecha de la costilla del hombre, el varón Simiente que librará a la humanidad caída vendría de la mujer. Pasaron siglos, y Elisabet, llena del Espíritu Santo, dijo a María: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre” (Lc. 1:42). Y fue dada a aquella mujer humilde y apacible el ministerio más privilegiado que jamás ser humano alguno ha recibido de Dios. Ella dio a luz al Hijo de Dios, nuestro Redentor y la Fuente de toda nuestra bendición. Estudiando, se nos aclara también los que buscan el lugar más humilde son los instrumentos humanos del poder y la gloria de Dios que Él usa más y mejor. A diferencia de los imperios políticos y comerciales de este mundo, la grandeza en el reino de Dios viene a los que se humillan y están dispuestos a servir sin reconocimiento. Hay miles de mujeres que han servido en esta capacidad. Jesucristo dijo: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mt. 20:25-27). El siguiente relato ilustra por lo menos catorce maneras en que Dios ha usado a mujeres en la Biblia y sigue usándolas así hoy en la iglesia.
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    Donna, una muchacha de 15 años de edad, asistía a la reunión de jóvenes cada mes en su congregación, como era su costumbre, el último sábado de cada mes. Sus padres estaban en casa esperando su llegada, y disfrutaban escuchándole contar acerca de la reunión. Generalmente, llegaba a casa animada y con ganas de hablar. Pero esa noche abrió la puerta silenciosamente y caminaba hacia su habitación sin decir nada. Viendo que algo pasaba, su padre le invitó a sentarse y hablar de lo que le pasaba.  Entonces les contó que su amiga Luisa había venido a la reunión. Luisa y su familia siempre venían a todas las reuniones, pero hacía tres meses que dejaron de venir, y ahora asistían a una iglesia evangélica muy grande en otra parte de la ciudad. Donna dijo a sus padres: “Luisa me dijo esta noche la verdadera razón por la que se fueron de nuestra asamblea. Dijo que su madre opina que nuestra asamblea ha degradado a la mujer y le ha hecho una ciudadana de segunda categoría. No se le permite hablar en público; no puede ocupar ningún puesto de liderazgo; tiene que sentarse con las manos juntas en las reuniones, y con su cabeza cubierta como una esclava romana. Volviendo a casa, empezaba a pensar en esto, y Papá, realmente me molesta. Sé que la madre de Luisa rehusa aceptar el lugar de la mujer en la iglesia como la Biblia enseña. Sé lo que la Biblia dice, y no quiero tomar el lugar de los hombres en la asamblea. Pero, Papá, ¿qué debo hacer? ¡Me estoy haciendo mayor y quiero hacer algo para el Señor!”
    Papá pensaba en las veces que había tratado ese tema con Donna en sus devociones familiares a lo largo de los años. Su reacción inmediata era molestarse porque pensaba que ella debía saber las respuestas a esa cuestión. Como muchos padres, pensaba que si él lo había enseñado, entonces debe ser claramente entendido. Pero al levantar su corazón a Dios, dejó de sentir molestia, y el Espíritu de Dios le hizo ver la necesidad en la vida de Donna. Su amiga Luisa le había planteado un problema, un reto, y era su responsabilidad fortalecerla mediante la Palabra de Dios. “¿Sabes lo que me gustaría hacer, Donna? Me gustaría tomar las siguientes dos semanas en nuestro tiempo devocional de familia para hablar de algunas de las hermanas que yo he conocido en las asambleas y hablarte de cómo Dios las ha usado. Quizás al oir de ellas, Dios pondrá en tu corazón algo que podrás hacer para Él”. Y así acordaron que durante las siguientes dos semanas meditarían ese tema. Sentámonos con ellos para escuchar las historias contadas.

    LA PRIMERA NOCHE: Leyeron de Lucas 8, acerca de dos mujeres llamadas Juana y Susana que servían al Señor de sus bienes. “Conocí una vez a una mujer como Juana”, dijo Papá. “Cuando preparaba una comida, solía hacer extra y llevarla a la casa de algún hermano o hermana necesitada en la iglesia. Fue de su mesa a otra mesa. Y también conocí a una Susana. Cuando visitaba una casa y veía algún trabajo que necesitaba hacerse allí, puso manos a la obra y lo hizo como mejor podía”. Esas son mujeres que usan cualquier recurso que Dios les ha dado para ministrar a las necesidades de los demás. Son las “Florence Nightingale” de hoy, y muchos santos escuchan para oir sus pisadas acercándose a su puerta, y susurran una oración de gratitud a Dios por el toque de esas manos que alivian las necesidades en la vida.

    LA SEGUNDA NOCHE: Esa noche leyeron la historia de Dorcas en Hechos 9. Esa mujer estaba llena de buenas obras y limosnas. Cuando murió, las viudas estuvieron a su lado llorando y mostrando los vestidos que Dorcas les había hecho cuando estaba con ellas. Algunas hermanas se hacen distribuidores de ropa nueva y usada en la asamblea, a niños y también a adultos. “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino...Porque ...estuve desnudo, y me cubristeis...Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos ...desnudo, y te cubrimos?... Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt. 25:34-40).

    LA TERCERA NOCHE: Leyeron juntos el pequeño relato acerca de Febe en Romanos 16:1-2. El apóstol Pablo se refiere a ella como: “nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea...ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo”. Ahora bien, la palabra “diaconisa” simplemente significa: “servidora”, no es un oficio ni título en la iglesia. No dice de cuántas maneras Febe ayudó, pero Papá recordó a Donna un hogar de ancianos no muy lejos de la casa de ellos llamado: “Hogar de Febe”. Estaba lleno de personas enfermas y parece que recordaban a Febe como persona que pasaba horas visitando a los enfermos. Sólo la eternidad revelará cuántas personas que sufrían de enfermedades han sido consoladas por el toque de la mano de una hermana, por sus oraciones o por una lectura de una porción de las Escrituras.

    LA CUARTA NOCHE: Hechos 18 fue leído en esa ocasión, y a Donna se le explicó el ministerio de Priscila, la esposa de Aquila. Dondequiera que iba Aquila, Priscila le seguía. Servía acompañando y ayudando a su marido, y Pablo los llamó: “mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles” (Ro. 16:3-4). Las hermanas casadas pueden aportar un ministerio muy importante si animan a sus maridos a seguir adelante en los caminos del Señor. Papá contó a Donna que él creía que había una esposa apoyando a cada hermano que servía en su asamblea. La esposa puede ayudar o impedir a un hombre respecto a su ministerio en la asamblea.

    LA QUINTA NOCHE: Esa vez leyeron algunos pasajes bíblicos acerca de la vida de Marta. “...Y una mujer llamada Marta le recibió en su casa” (Lc. 10:38). “Y le hicieron allí una cena; Marta servía” (Jn. 12:2). Era una mujer dada a la hospitalidad, y buena cocinera dispuesta a servir. Papá señaló que uno de los requisitos de un anciano es que sea hospitalario (1 Ti. 3:2). Esto sería imposible sin una esposa hospitalaria. Dicen que el camino al corazón del hombre es por el estómago, y sólo Dios sabe cuántos santos han sido calentados y bendecidos alrededor de la mesa, disfrutando de la comida preparada por las manos de una hermana amante.
continuará, d.v. en el siguiente número


El amado y estimado hermano Gessner, además de profesor en escuela pública, era maestro de la Palabra de Dios y anciano en la asamblea en Allentown, Pennsylvania durante muchos años.
Escribió varios libros y muchos artículos de edificacón.

martes, 20 de abril de 2010

EN ESTO PENSAD -- MARZO 2010

¿A QUIÉN AYUDARÉ?
por Donald Norbie
Acabo de recibir el correo, y como muchas veces sucede, veo una cantidad de cartas de obreros u organizaciones cristianos. Al abrir las cartas una por una, voces urgentes claman pidiendo atención y ayuda. Un movimiento estudiantil pide tu interés y ayuda. Caras patéticas y marcadas por la pobreza te miran desde otras cartas, y piden con elocuencia: “¡Dame!” Un hospital necesita ayuda; un orfanato está pasando por pruebas difíciles; un obrero nacional va a tirar la toalla a menos que le mandes una ofrenda. Cada carta tiene un mensaje conmovedor. Un programa de radio está atrasado en sus pagos mensuales, y si no mandas dinero la gente no escuchará el evangelio. La lista parece infinita.
Sin embargo, tus recursos están limitados. Amas al Señor y en lo secreto de tu corazón te has dispuesto a dar cierta proporción de tus ingresos a la obra de Dios. Ahora viene la pregunta: “¿A quién debo ofrendar? Mis ingresos tienen límite; no puedo dar a todos”.
Uno tiene que ser realista. No puede apoyar económicamente cada obra que se lleva a cabo en nombre de Cristo. Puede dar gracias a Dios por cada uno que proclama el evangelio en su sencillez, sin sentir obligación a ofrendar a todos ellos. Los motivos y métodos de estos predicadores son muchos y variados. ¿A quién debo ofrendar? ¿Cuáles son los principios que pueden guiarme a la hora de ofrendar?
En primer lugar, el cristiano debe sentir una responsabilidad prioritaria a la obra de su asamblea local de la cual él forma parte. Es la unidad básica de la comunión y el trabajo de los creyentes, y es absolutamente vital para la obra de Dios. Las Escrituras describen a la iglesia local como “columna y baluarte (soporte) de la verdad” (1 Ti. 3:15). Si esto es verdad, y estás convencido de que la asamblea donde estás en comunión es obra de Dios, entonces da lo mejor a ella, tanto en tiempo como en finanzas. Es lógico que la mayoría de lo que ofrendas irá a ella. De hecho, muchos ofrendan todo a través de ella, aun designando ofrendas a obreros por medio de la asamblea local. Aunque hay muchas formas de ofrendar, debemos recordar que el tiempo que damos al Señor o el dinero que gastamos en Su trabajo para ir de un lugar a otro, estas cosas son “extras” y no deben tomar el lugar de ofrendar en la asamblea.
¿Qué factores debes considerar para decidir qué obras vas a apoyar? En primer lugar, ¿hay principios que guían la obra que estoy considerando? ¿Son principios que gobernaban la obra de Dios en los días del Nuevo Testamento? ¿Es su meta el ver salvadas las almas perdidas y entonces congregarlas en la sencillez de la iglesia primitiva? “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios” (1 S. 15:22). Asegúrate de que tu ofrenda va a una obra marcada por obediencia a la Palabra de Dios y que sigue el patrón del Nuevo Testamento. Hay mucho pensamiento indefinido sobre esta tema. Muchos piensan que una obra evangelística debe ser apoyada a pesar de los métodos que emplee, y cualquier iglesia que predique la Palabra es digna de nuestra colaboración. ¿Es así que Dios estima la obediencia?
¿Qué sabes del carácter moral del obrero? Se dan casos como el de un radio evangelista que fue matado en un motel por el marido de una mujer con quien él tenía relaciones ilícitas. Y muchas personas habían enviado ofrendas del dinero que sudaban para ganar, en respuesta a sus peticiones de fondos en la radio, mientras que él bebía vodka y vivía en adulterio. Todavía hay quienes hacen negocio con el evangelio (2 Co. 2:17), ¡y no sólo dan el número de su cuenta bancaria, sino que también piden los datos de las cuentas de los hermanos para tomar las ofrendas que quieran de ellos! Ofrendamos a aquellos cuyas vidas son una recomendación del evangelio.
¿La obra se lleva a cabo por fe genuina en el Dios vivo? Hoy en día tantas obras que profesan ser “por fe” no muestran más fe que Caritas o “Manos Unidas”, a menos que quieran decir fe en la generosidad de la naturaleza humana. Se considera que la publicidad es la clave del éxito en la obra cristiana. Hay competencia aguda para recibir el dinero de los creyentes. Si es un “pastor” con salario o “misionero” con una paga mensual de un equipo de apoyo, los que valoramos la vida de fe y el principio de fe en la obra de Dios debemos reservar nuestras ofrendas para los que así viven y trabajan. Si no apoyamos la obra de las asambleas neotestamentarias,¿quién lo hará?
continuará, d.v., en el siguiente número

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LA GENEROSIDAD


Dios es generoso, no mezquino. Él desea que también Su pueblo sea generoso, no mezquino. Un cristiano mezquino es una contradicción, porque la mezquindad viene del egoísmo y es pecado. Nos gusta que los demás sean generosos para con nosotros, pero nos cuesta mucho ser generosos con otros. Generalmente, el pueblo de Dios peca de mezquindad en su trato con sus hermanos. Pero las Escrituras claramente enseñan que seamos generosos:
Éxodo 35:5 dice: “...todo generoso de corazón la traerá a Jehová”. Al hablar Dios de la ofrenda para el Tabernáculo, apuntó que la ofrenda es asunto del corazón (2 Co. 9:7), como lo es también la generosidad. La raíz del asunto está en el corazón.
2 Crónicas 29:31 dice: “...y todos los generosos de corazón trajeron holocaustos”. Durante el reino de Ezequías hubo avivamiento, y una de las formas de manifestarlo fue en los sacrificios presentados al Señor. Vemos la generosidad de los que trajeron holocaustos – ofrendas enteramente dedicadas al Señor – como evidencia de la obra del Espíritu de Dios en ellos.
Proverbios 11:25 dice:“El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado”. Entra de nuevo en nuestro interior para enseñarnos de dónde viene la generosidad. Comienza en el alma con una actitud y un deseo, y luego se manifiesta en dádivas generosas que sacian a los que tienen necesidad. Cuando vemos a los que han salido para predicar el evangelio viviendo sin tener a penas sus necesidades básicas cubiertas, sufriendo escasez de cosas básicas en lugar de ser saciados por nuestras ofrendas, debemos preguntarnos si nos gustaría vivir como les hacemos vivir a ellos. Puede que Dios castigue con escasez a personas e iglesias que no son generosas, dándoles conforme a sus obras.
Isaías 32:8 afirma:“Pero el generoso pensará generosidades, y por generosidades será exaltado”. La generosidad comienza en los pensamientos. A partir de allí se manifiesta en los hechos, según nuestras posibilidades por supuesto. ¿Qué pasaría si Dios nos diera como damos a otros?
2 Corintos 8:2 manifiesta:“...que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad”. Los pobres macedonios manifestaron “riquezas de su generosidad”. La generosidad de los pobres tal vez no sea tanta como la de los ricos, pero realmente en la historia de la obra del Señor han sido los pobres, más que los ricos, quienes la han apoyado. Los ricos suelen dar “de sus riquezas” y aún les queda – no necesitan depender del Señor porque tienen mucho más guardado. Los pobres que son como la viuda con sus dos blancas, dan mucho más y confían en el Señor para suplir sus necesidades. En cambio, hay otros que siempre se disculpan diciendo: “soy pobre”, y piensan que les toca a otros ser generosos, porque tienen más (¿los extranjeros?). Mis hermanos, esto es un error y tal vez un pecado.
2 Corintios 9:5 declara: “Por tanto, tuve por necesario exhortar a los hermanos que fuesen primero a vosotros y preparasen primero vuestra generosidad antes prometida, para que esté lista como de generosidad, y no como de exigencia nuestra”. Los corintios prometieron ayudar con una ofrenda a los pobres en Jerusalén, pero no llevaron a cabo con prontitud su promesa. Pensemos en esto, que Dios escucha nuestros promesas de ayuda a los hermanos, y Él quiere que seamos generosos, no simbólicos, en hacerlo.
2 Corintios 9:6 promete: “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará”. Es la ley de la siembra y la cosecha. Si somos escasos, no generosos, en la ofrenda, echando cualquier monedita allí en lugar de preparar y traer una ofrenda generosa como sacrificio a Dios, pués Él lo tendrá en cuenta luego con nosotros.
1 Timoteo 6:18 instruye: “Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos”. Es una exhortación muy necesaria a los ricos. Suelen amar a sus riquezas y desear siempre tenerlas. Entonces cuando ofrendan, dan una parte que ellos no necesitan, sin la que realmente pueden vivir bien. Aunque los demás consideren esa ofrenda de mucha ayuda, Dios ve cuánto les queda en sus cuentas y sabe que no han sido generosos según sus posibilidades. Ricos en buenas obras significa muchas buenas obras. "Dadivosos" significa muchas dádivas, continuamente como práctica y norma de su vida, y "generosos" significa que den de acuerdo con sus posiblidades que son mayores que las de los demás. Esto es el uso correcto de los bienes, para el Señor en el tiempo presente, y no haciendo tesoros en la tierra (Mt. 6:19-21). Y recordemos: "Dios ama al dador alegre".
En estos textos vemos claramente lo que Dios quiere de Su pueblo. Hermanos, debemos arrepentirnos de la mezquindad, confesarla como pecado, y ser imitadores del Dios generoso.El profeta Malaquías enseña que Dios no puede bendecir al pueblo tacaño y mezquino que no le honra con sus ofrendas. Él es Dios grande, y nuestras ofrendas deben reflejar que apreciamos esto. Proverbios 3:9 nos llama a honrarle con las primicias de todo. Nuestro Señor en Lucas 6:38 mandó así: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”. Si personalmente no hemos sido generosos con el Señor, debemos postrarnos arrepentidos y confesar nuestro egoísmo, mezquindad, falta de fe y amor al dinero.Si como iglesia no hemos hecho bien, tal vez sería bueno que hubiera una reunión de arrepentimiento, confesando y apartándonos de este pecado, y presentando al Señor ofrendas generosas. No pongamos más excusas ni demos explicaciones justificándonos. Si somos de la familia de Dios, y Su Espíritu opera en nosotros, seamos generosos, como nuestro Padre celestial. "Más bienaventurado es dar que recibir".

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¿COOPERAMOS CON LA VERDAD?


Cuesta creerlo y entenderlo, pero hay asambleas en ciertas regiones que dan la diestra de comunión a hermanos para que salgan a hacer obra pionera, y luego no los apoyan. Algunos se disculpan alegando que técnicamente no son obreros porque no han sido encomendados. ¿Por eso son abandonados? De estos hermanos que han salido poniéndose en la brecha, hay quienes pasan grandes apuros; hablamos de necesidades básicas. Están casi desamparados por las iglesias de donde salieron, y a nadie le gustaría vivir como algunos de ellos viven por causa del evangelio. Gracias a Dios por los sacrificios vivos de ellos, pero, no está justificada la falta de apoyo hacia ellos. No es siempre por falta de recursos, sino a veces por neglilencia y descuido. 1 Corintios 9:7-10 dice: "¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño? ¿Digo esto sólo como hombre? ¿No dice esto también la ley? Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió..." Pero en nuestros tiempos hay asambleas que obligan a hermanos servir a sus propias expensas, y esto no es correcto. Son culpables de poner bozal al buey que trilla, y de esto deberían arrepentirse. En 1 Juan 3:16-18 leemos: "En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad". El que no obedece esta clara instrucción del Señor está pecando y contristando al Señor. 3 Juan 6-8 dice: "...harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje. Porque ellos salieron por amor del nombre de Él, sin aceptar nada de los gentiles. Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad". Permíteme preguntar: ¿Qué haces tú, querido lector, y qué hace tu asamblea, para apoyar y ayudar a los que han salido para predicar y enseñar la Palabra de Dios? ¿Cooperáis con la verdad, o dejáis desamparados a vuestros hermanos que están en la brecha sirviendo al Señor? No lo digo por mí, ni muchísimo menos, sino por ELLOS.

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La Soberanía de Jesucristo el Redentor


El Espíritu Santo también enfatiza el señorío de Cristo en relación con el sacrificio de eterna redención en el Calvario. En la cruz, le vemos cumpliendo el gran objetivo por el cual vino al mundo. Afrontando de una vez por todas el problema del pecado, logró un grandioso triunfo sobre el príncipe de la muerte. Muchos textos de la Escritura dan testimonio inequívoco de Su soberanía. ¿Quién es esta gloriosa Persona que pende de una cruz romana, cubierta de vergüenza e ignominia, sufriendo tortura indecible de cuerpo y espíritu? Es “CRISTO... [el Ungido] el que murió” (Ro. 8:34). Fue mucho más que un fallecimiento común, más que la simple muerte de una persona maravillosa llamada Jesús. Fue “la muerte del SEÑOR” (1 Co. 11:26). Fue el Dios Hombre el que descendió a los terribles abismos de la cruz.
No fue una cruz cualquiera. Muchos criminales han sufrido muertes ignominiosas. Pero esta cruz es única, y su gloria sin par brilla en el hecho de que la Persona que pendió de ella fue el soberano Señor. Fue “la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gá. 6:14). Gracias a la gloria y soberanía sin igual de Aquel que llevó la cruz, el monte fuera de la ciudad ha sido un lugar de encuentro a través de las edades para multitudes de cada región, color y nación. Es sólo aquí donde el Dios Santo puede reunirse con los pecadores. A este lugar sagrado se han dirigido muchos pies manchados por el pecado, cargados y cansados del peregrinaje de la vida, para reemprender su viaje con corazones ligeros y rostros iluminados. ¿Y por qué? Porque es el lugar del perdón, la paz y la limpieza. Es el lugar “donde también nuestro Señor fue crucificado” (Ap. 11:8). Fue en el momento de Su humillación extrema, cuando parecía que Su muerte sería el jaque mate del diablo, que incluso Sus enemigos se vieron obligados a reconocer Su soberanía. “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mt. 27:54). No le quitaron la vida al soberano Señor (Jn. 10:18) – Él mismo escogió darla.
Es maravillosa la estrategia divina que arranca de Sus antagonistas la verdad, expresada en el título colgado sobre Su cabeza: “ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS” (Lc. 23: 38). Cuando los principales sacerdotes reconvinieron a Pilato por esa afirmación incondicional, su respuesta puso fin al asunto: “Lo que he escrito, he escrito”. Antes, Pilato había preguntado: “¿Qué es verdad?” ¡Ahora la estaba declarando!
Pero los que visitan este lugar para mirar al Crucificado, después de inclinar sus cabezas en asombro reverencial, ven que la cruz está vacía. Su humanidad inmaculada y deidad reconocida han proclamado Su soberanía sobre la muerte, y en la gloriosa mañana de la resurrección tanto la cruz como la tumba estaban desiertas.
¿Quién despedazó las rejas de la muerte, y venció para siempre la tumba? ¡Cuántos textos del registro apostólico irrumpen en nuestra memoria! Tendremos ocasión más tarde de hacer referencia al testimonio de Pedro en el día de Pentecostés. “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho SEÑOR Y CRISTO” (Hch. 2:36). Quien resucitó de los muertos es EL SEÑOR. “Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús” (Hch. 4:33). Él ascendió en triunfo glorioso al trono del Padre, fue hecho el centro de admiración y adoración del cielo, y divinamente nombrado como “CABEZA sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo” (Ef. 1:22-23).
Sí, ¡Él es Señor! El mayor que David derrotó al mayor que Goliat, y por Su muerte destruyó “al que tenía el imperio de la muerte” (He. 2:14). A lo largo de este programa invencible, desde el humilde pesebre hasta la conquista majestuosa, Él nunca dejó de establecer la gloria divina de Su Persona.
Entonces, hecha la obra de la expiación, el Espíritu Santo procede a establecer la supremacía del Señor resucitado mediante la constitución de un doble Reino. La soberanía recuperada ha de encontrar digna expresión a través del tiempo y de la eternidad. Durante esta era de la gracia, el Reino puede definirse como un misterio, puesto que Dios está tomando del mundo un “pueblo para su nombre” (Hch. 15:14). El señorío de Cristo se manifiesta ahora por medio del Espíritu Santo en un organismo espiritual llamado la Iglesia, como también en el corazón de cada creyente incorporado a esa Iglesia por la regeneración (Ef. 4:4-6). “Para nosotros,” dice el apóstol: “hay..UN SEÑOR, Jesucristo” (1 Co. 8:6).
Dada la naturaleza de esta cuestión, el Hijo de Dios ha de venir otra vez, manifestando así incluso más Su soberanía por medio de la liberación de Su pueblo, la transformación de lo mortal a lo inmortal, y lo corruptible a lo incorruptible. Tal como ilustró Su soberanía sobre la muerte ante la tumba de Lázaro, volverá para dar un grito de victoria universal: “SAL FUERA”. Los muertos serán resucitados y los vivos serán transformados. ¿A quién, entonces, esperamos? Volvamos a observar el testimonio del Espíritu Santo respecto a Su soberanía. Mientras que sea “este mismo Jesús” – el Hombre de Galilea y del Calvario – aquel que vendrá otra vez, el evento glorioso será nada menos que “la venida del SEÑOR” (Stg. 5:7). Él es “el bienaventurado y solo Soberano, REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (1 Ti. 6:15). (Léanse también Fil. 3:20, 4:5; 1 Ts. 4:15-17; Jud. 14; Ap. 22:20.) Es el mismo que “en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Ap. 19:16). La oración a la que la Iglesia hace eco es: “Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Ap. 22:20).

del libro: THE NEW SOVEREIGNTY ("La Nueva Soberanía"), capítulo 4,
por Reginald Wallis, traducido por Emily Knott de González

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Dios Dará La Recompensa
Texto: Efesios 6:7-8

El buen servicio es importante para el Señor. “Sirviendo de buena voluntad” habla no sólo de nuestro servicio sino también de la actitud con la que servimos. La buena voluntad es la disposición a servir, el deseo, el ánimo, la atención a la calidad del servicio y el interés sincero en agradar a aquel que es servido. En el último análisis, servimos al Señor, y con esto cualquiera debe tener suficiente motivación. Servimos al Señor en cosas sencillas como nuestros tareas cotidianas, y le servimos cuando asistimos a las reuniones con los hermanos para la alabanza, la oración y el estudio de Su Palabra. Le servimos cuando testificamos, y cuando dedicamos tiempo diariamente a la lectura de Su Palabra y la oración privada. Además de esto, surgen oportunidades para servir al Señor todos los días, en nuestro roce con los demás en el curso de la vida. Nos gustaría ver en seguida la recompensa, pero no siempre es así.
Se cuenta de un pobre hombre campesino que un día caminaba en el campo oyó voces pidiendo socorro, y rescató a un joven, salvándole la vida. Resulta que el padre del joven era un nombre rico, un noble, que vino a expresar su gratitud y a recompensarle. Pero aquel campesino dijo que no hacía falta ninuna recompensa ya que sólo había cumplida con su deber, lo que cualquiera hubiera hecho. Entonces el noble ofreció costear la educación del hijo del campesino, y éste aceptó. Su hijo, gracias a esta recompensa, llegó a cursar estudios universitarios y se hizo médico. Luego en sus investigaciones descubrió una medicina que salvó muchas vidas. Así que, sea parábola o historia verídica, esto ilustra la ley de la recompensa, de la siembra y la cosecha.
No hay nada que hagamos sirviendo de buena voluntad que quede sin recompensa. La ley de la siembre y la cosecha funciona, pero no siempre da fruto instantáneamente. No obstante, aunque tarde en venir, la recompensa llegará, porque Dios lo promete. El versículo 8 promete: “el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor”. No siempre vamos a recoger de donde hemos sembrado, pero el Señor asegura que recogeremos, y Su promesa no falla.
Hebreos 6:10 dice que “Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún”. Como creyentes servimos al Señor sirviendo a los santos. Y hermanos, tenemos tantas oportunidades todos los días, que nadie tiene excusa para ir al cielo con las manos vacías. Quitemos nuestros ojos de nosotros mismos y miremos alrededor las oportunidades que todos los días tenemos.
Lucas 6:38 exhorta: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”. También está hablando de la recompensa. Dios dice que “con la misma medida” nos recompensará, y esto debe hacernos pensar. Es una promesa y también una advertencia. Si somos parcos y mezquinos, entonces en la misma manera que hemos dado o rehusado, nos volverán a medir. ¡Cuidado! Es una lección que nos urge aprender, pero aparentemente hay quienes no lo creen o no lo quieren aprender. Dios nos manda ser generosos y dar con buena medida. “Dad, y se os dará”.
Habrá reconocimiento y recompensa en el cielo. El que siembra abundantemente va a recibir de la misma manera. 2 Corintios 9:6-11 lo asegura. El versículo 6 afirma: “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará”. No podemos sembrar un grano de trigo y luego esperar cosechar todo un campo de trigo. Ni podemos ofrendar de forma “simbólica” y esperar gran recompensa. Dios es generoso y quiere que Su pueblo también lo sea. En el versículo 7 aprendemos que Dios ama al dador alegre. Esto sigue la idea de Efesios 6:7, de la "buena voluntad”. En el versículo 8 habla de abundar para toda buena obra. Los versículos 9-10 prometen que Dios proveerá y multiplicará el fruto si sembramos así. El versículo 11 habla de “liberalidad” y asegura que las ofrendas que son así producirán acciones de gracias. La recompensa será como el servicio, y una de las maneras de servir a Dios es con nuestras ofrendas.
Es cierto que va a redundar si hacemos lo que Dios dice. Gálatas 6:9-10 nos instruye: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. No nos cansemos de hacer bien, ni de servir bien. Aprovechemos las oportunidades que tenemos. “A todos” dice, y aunque no lo agradecen los del mundo, Dios sí, y en el cielo nos recompensará. Los hombres olvidan, pero Dios nunca lo hace. Y termina diciendo: “mayormente a los de la familia de la fe”. Porque la casa del Señor debe tener gran prioridad en nuestro servicio, incluso en nuestras ofrendas. Ser tacaños con nuestros hermanos es una señal de problemas de corazón. Que el Señor nos ayude a recordar que en nuestro servicio le estamos sirviendo a Él, para que lo hagamos de buena manera y de buena voluntad. Él nos ayudará, si tomamos este compromiso. Que así sea para Su gloria. Amén.

de un estudio dado por Lucas Batalla, el 25 de febrero, 2010

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