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viernes, 31 de marzo de 2023

EN ESTO PENSAD - abril 2023

¿Nuestras Ofrendas Ofenden A Dios?

William MacDonald

“Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos”.                                           

Malaquías 1:8

 

Los requisitos de Dios en cuanto a los animales para el sacrificio no dejaban lugar a dudas; debían ser sin mancha o tacha. Él esperaba que Su pueblo le ofreciera los animales más escogidos de sus rebaños. Dios quiere lo mejor.
    Pero, ¿qué estaban haciendo los israelitas? Ofrecían animales ciegos, cojos y enfermos. Los animales escogidos tenían un alto precio en el mercado o se apartaban para la crianza. Y así el pueblo estaba ofreciendo lo peor, diciendo: “Oh, pues, Dios comprende, y cualquier cosa es bastante buena para Él”.
    Antes de mirar con desprecio a los israelitas debemos sopesar si los cristianos del siglo XX estamos también deshonrando a Dios no dándole lo mejor.
    Gastamos la vida amasando una fortuna, tratando de hacernos un nombre, viviendo en una casa elegante en un barrio residencial, disfrutando las mejores cosas, dejándole a Dios, como una miserable propina, las colillas de una vida consumida en las cosas del mundo. Nuestros mejores talentos van a los negocios y a las carreras que tanto queremos, dándole al Señor lo que sobra de nuestras tardes o fines de semana.
    Criamos a nuestros hijos para el mundo, animándoles a que tengan las mejores carreras, ganen mucho dinero, se casen bien, compren una casa elegante con todas las comodidades modernas, y por supuesto, que vayan a las reuniones de la iglesia los domingos, cuando puedan. Nunca les presentamos la obra del Señor Jesús como un camino digno de la inversión de sus vidas y tesoros. El campo misionero y la obra pionera en nuestro país está bien para los hijos de los extranjeros, pero no para los nuestros.
    Gastamos nuestro dinero en coches caros, artículos de recreo, yates y equipo deportivo de alta calidad, para luego arrojar una miserable moneda para la obra del Señor. Vestimos ropas elegantes, de marca y caras, y después nos sentimos satisfechos cuando donamos nuestros desechos al ropero municipal.
    Lo que estamos diciendo con los hechos es, en efecto, que cualquier cosa es suficientemente buena para el Señor, pero que deseamos lo mejor para nosotros mismos. Y el Señor nos dice: “Preséntalo, pues, a tu príncipe” (Mal. 1.8), es decir, al gobernador, rey o presidente. “¿Acaso se agradará de ti, o le serás acepto?” Sería un insulto para el rey o el presidente. Bien, así es con el Señor. ¿Por qué le tratamos de un modo en el que no osaríamos tratar al rey o al presidente? Dios desea y merece lo mejor. Resolvamos con toda sinceridad darle lo mejor.

del libro De Día en Día, CLIE

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CONSEJO: EN LA CENA DEL SEÑOR, 

NO PREDIQUES, NI TESTIFIQUES, NI ENSEÑES. ¡ADORA!


Es casi increíble oír a algunos decir que la Cena del Señor no es para adoración. ¿Quién puede hacer memoria de Él sin adorar? (Ap. 7.11-12)

Toma como ejemplo el Salmo 45.1-2
“Rebosa mi corazón palabra buena; dirijo al rey mi canto; mi lengua es pluma de escribiente muy ligero. Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre”.

Primero, la adoración radica en el corazón. Si lo has llenado de Cristo, si has estado pensando en Él, luego rebosará y tendrás qué decir en la Cena del Señor. Esto no lo puedes hacer al último momento en la reunion, como uno que toca un interruptor para que haya luz. El corazón es como un depósito. Para que rebose, primero hay que llenarlo, y esto no se hace con la tele, la radio, el teléfono y el internet. La actividad social tampoco llena el corazón de Cristo, sino la lectura y meditación en Su Palabra.
    El salmista tiene la lengua como pluma, y habla solo del Señor. No comienza a dar una predicación, una exhortación, un testimonio ni una enseñanza. Se dirije directa y personalmente al Señor: “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres”. Es el lenguaje de admiración y adoración Esto es lo que necesitamos en la Cena del Señor. Dejemos el ministerio para otras reuniones, y ocupémonos en hacer memoria de Él y en la adoración.

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     José Probado En Egipto  (parte 2)
Lucas Batalla

viene del número anterior
Texto: Génesis 39

Pero la esposa de Potifar no desistía, sino le hablaba cada día (v. 10). Ella era una mujer pagana, y no le importaba ni su marido, ni conocía a Dios. Vivía como muchos en nuestros tiempos – para las diversiones y los placeres de todo tipo. Cuán importante es recordar el Salmo 1.1 y no estar con tales personas. En el caso de José, él era esclavo, criado en esa casa, y era su lugar de trabajo – no podía salir. Y era joven, con las hormonas y la sangre caliente como se suele decir. Pero era creyente de veras, no como algunos hoy que son creyentes de la cintura arriba, pero de la cintura abajo son del mundo. El joven José no cedió ante la presión de ella. No dijo: “es que no puedo resistir – soy hombre y esos son apetitos naturales”. No ponía excusas. Era leal a su amo, Potifar, y más importante, era leal y fiel a Dios. Quería agradar a Dios, no vivir para sí. Así que, no la escuchaba. Por eso, ella decidió actuar de forma todavía más desvergonzada. Se asió de él, tal vez pensando que se rendiría ante un avance físico. Pero José hizo lo que todo creyente debe hacer ante la tentación – “huyó y salió” (v. 12). Pablo escribió: “Huid de la fornicación” (1 Co. 6.18). Ante la tentación sexual hay que decir “no” y alejarse. Mencionamos antes uno de los consejos fundamentales del padre a su hijo en Proverbios: “si los pecadores te quisieren engañar, no consientas” (Pr. 1.10). También da muchos consejos acerca de la ramera, la mujer mala, la mujer alborotadora, la mujer extraña, la mujer insensata, la mujer ajena y la mujer adúltera (Pr. 2.16-19; 5.3-23; 6.24-35; 7.5-27; 9.13-18; 22.14; 30.20). ¿Qué estamos dispuestos a hacer para evitar la fornicación? Como dice un refrán: “Más vale prevenir que curar”. Santiago 1.27 nos llama a guardarnos sin mancha del mundo. Esto no es pecar y luego pedir perdón, disculpándose por la debilidad de la carne. No así el camino del joven adulto José, pues él resistió, se guardó, y agradó a Dios. ¡Dios nos presenta el buen ejemplo de José para que lo sigamos! Seamos imitadores de aquellos que por fe y paciencia heredan las promesas (He. 6.12).    
    Los versos 13-18 relatan cómo ella acusó falsamente a José, cuando la culpable era ella. Esto también pasa a veces hoy. Si una mujer acusa, el hombre es automáticamente culpable, sin pruebas, solo por la voz de ella. Antes de decidir que alguien es culpable debe haber una investigación diligente. “No se tomará en cuenta a un solo testigo contra ninguno en cualquier delito ni en cualquier pecado, en relación con cualquiera ofensa cometida. Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la acusación” (Dt. 19.15; véanse también Nm. 35.30; Dt. 17.6; 2 Co. 13.1).
    Los versos 19-20 dan la reacción de Potifar a la acusación de su esposa. Se enojó, tomó a José y le metió en la cárcel de los presos del rey. El verso 21 nos recuerda: “Pero Jehová estaba con José, y le extendió su misericordia”. Dios sabía la verdad, y obró a favor de José, porque honra a los que le honren. Le bendijo en la cárcel (vv. 21-23), y aunque en aquel tiempo no lo sabía José, ese lugar era para él la antesala del palacio del rey. El verso 23 repite: “Jehová estaba con José... Jehová lo prosperaba”. La repetición enfatiza para nosotros la lección. Los fieles y piadosos pueden sufrir, pero Dios todavía está con ellos, obrando según Su plan. El favor de Dios no hizo a José exento de sufrimiento. Sufría muchas tribulaciones (Hch. 7.10) – vergüenza, soledad, añoranza de su país y familia, lágrimas, falsas acusaciones, cárcel y grillos. Dios estaba obrando. Dice el salmista: “Envió un varón delante de ellos; a José, que fue vendido por siervo. Afligieron sus pies con grillos; en cárcel fue puesta su persona. Hasta la hora que se cumplió su palabra, el dicho de Jehová le probó” (Sal. 105.17-19).
    Si José hubiera sido infiel y caído en el pecado, entonces no habría servido para salvar a nadie. ¡Cuán importantes son la integridad y la santidad!
    Hermanos, el Señor también nos permite ser probados en esta vida, y así nos da oportunidades para demostrar nuestra fe en Él, amor a Él y piedad. Y hay recompensa, galardón, para los vencedores. “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Stg. 1.12).
    En el siguiente estudio veremos cómo Dios honró singularmente a ese hombre fiel y piadoso. Mientras tanto, que el Señor nos ayude a serle fieles en nuestras vidas, porque es así que podemos glorificar a Dios.

de un estudio dado por Lucas Batalla, 11-9-22

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 Jesucristo Nuestro Sacerdote  
(parte 2)

viene del nº anterior

4. Su Fuerza

  El sumo sacerdote también llevaba los nombres de los hijos de Israel sobre sus hombros, grabados en dos piedras de ónice (Éx. 28.9-12). Los hombros son lugar de fuerza, y esto nos hace ver que Cristo, el Sumo Sacerdote, nos lleva con Su fuerza. Somos guardados por el poder de Dios (1 P. 1.5).
    En la parábola de la oveja perdida (Lc. 15.4-7), el pastor salió a buscar la oveja perdida, y cuando la halló, la trajo sobre sus hombros. Eso ilustra el trabajo de Cristo como sacerdote, trayendo al alma perdida al redil del Padre. Estaba gozoso de hallarla, porque aunque era solo una oveja, ella le importaba. Cada alma es importante al Señor.
    Observamos además que en Isaías 9.6, que habla proféticamente del Señor, dice: “el principado sobre su hombro”. Como Sacerdote y Rey, nuestro Señor reinará con fuerza divina para siempre.
    Se nos invita a echar sobre Él toda nuestra ansiedad, “porque él tiene cuidado de vosotros” (1 P. 5.7). Tenemos un sacerdote fuerte, que nos lleva, nos protege y nunca nos desampara. No necesitamos recurrir a psicólogos y otros “consejeros profesionales”, porque nuestro Sumo Sacerdote nos cuida bien.
    Y una de nuestras funciones como sacerdotes es ayudar a nuestros hermanos en tiempos de tentación y prueba. “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gá. 6.2). Uno de los beneficios de estar en comunión en una asamblea es el de contar con los hermanos en tiempos de prueba.

5. Su Enseñanza

    En el Antiguo Testamento los sacerdotes, entre otras cosas, debían enseñar las Escrituras (Mal. 2.7). El Señor Jesucristo enseñó el Antiguo Testamento a Sus discípulos – es trabajo sacerdotal. Después de resucitado, en el camino a Emaús, enseñó a dos de esta manera: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lc. 24.27). Les abría las Escrituras (v. 32), y ardían sus corazones. “Les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras” (Lc. 24.45). Nuestro Sumo Sacerdote puede hacer lo mismo con nosotros. Lo principal para entender las Escrituras es estar en comunión con Él. Debemos pedirle en oración, como dijo el salmista: “Abre mis ojos, y miraré Las maravillas de tu ley” (Sal. 119.18).
    
6. Su Sacrificio

    Los sacerdotes ministraban delante de Dios, presentando los sacrificios. Dice Hebreos 8.3, “Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer”. Jesucristo no ofreció animales, sino Su propio cuerpo, y solo el sacrificio de Cristo, hecho una vez para siempre, quita el pecado (He. 10.10-12). Nuestro Sacerdote es también nuestro sacrificio.
    Su sacrificio no se perpetúa ni se repite, como pretenden los que celebran el sacramento de la misa, que es un error. Cristo se sacrifició “una vez para siempre” (He. 9.12). “Se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (He. 9.26). No se  ofrece continuamente en misas, pues la Escritura declara: “Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos” (He. 9.28).
    Además, toda Su vida era un sacrificio vivo, de olor grato al Padre, pues siempre hacía lo que le agradaba (Jn. 8.29). Pero Su sacrificio en el Calvario es lo que obró nuestra redención. No hay perdón de pecados en Su vida justa y santa, sino en Su muerte y resurrección como nuestro Sustituto, el Cordero de Dios.
    Y nosotros, como sacerdotes de Dios, debemos seguir a nuestro Señor en esto: haciendo de nuestra vida un sacrificio y servicio de fe (Fil. 2.17). Debemos presentar nuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, pues es nuestro culto racional (Ro. 12.1). Nuestro Sumo Sacerdote ha obtenido la eterna redención de todos los que creen en Él. Entonces, uno de los sacrificios espirituales que ofrecemos a Dios es el de nuestra vida, separándonos del mundo, testificando y sirviendo con humildad para Su honor y gloria.
    Que el Señor nos ayude a apreciarle como nuestro Sumo Sacerdote, y confiar siempre en Él.  Y que nosotros, como sacerdotes de Dios, sigamos el ejemplo de nuestro Señor.

       de apuntes tomados de un estudio dado por John Fenn (Londres)

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ESCOGE LO MEJOR


Además del libro de Proverbios, otros textos bíblicos nos aconsejan bien acerca de cómo escoger lo mejor. He aquí una lección muy importante.
1 Samuel 15.22  “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros”

    Saúl sabía muy bien lo que Dios había mandado. Pero desobedeció la orden divina. No mató a todos los animales, y además, perdonó la vida de Agag, principal de los amalecitas. Se excusó diciendo que los animales que perdonó eran para un sacrificio a Dios.
    Debemos siempre escoger obedecer a Dios sin modificar Sus instrucciones. Noé hizo el arca como Dios mandó. Moisés hizo el tabernáculo como Dios mandó. C. H. Mackintosh comenta: “No importa de qué valor sea el sacrificio, un solo acto de obediencia a la voz del Señor le es infinitamente más precioso... en estos días cuando tantos encubren todo tipo de desobediencia bajo las palabras: “¡Sacrificio! ¡Sacrificio!”! ‘Obedecer es mejor que los sacrificios’. Es infinitamente preferible que la voluntad esté sometida a Dios, que cargar el altar con los sacrificios más preciosos. Cuando la voluntad está sometida, todo toma su verdadero lugar; pero para aquel cuya voluntad está en oposición a la de Dios, hablar de sacrificios no es sino una vana decepción”.  (Lecciones Sobre 1 Samuel)
    Si Dios dice que las mujeres se callen en las congregaciones, y ellas hablan, enseñan, u oran en voz alta y alegan que es para glorificar a Dios, se equivocan. Intentan escusar su desobediencia con un sacrificio. Si un hombre se hace tesorosos en la tierra, cosa que el Señor prohíbe (Mt. 6.19), no puede arreglar el asunto dando algunas ofrendas. Dios no puede ser comprado así. Si Dios manda no juntarnos con fornicarios (1 Co. 5.9) y luego comemos con ellos, o los permitimos en la congregación, no digamos que nuestra misericordia glorifica a Dios. Dios manda: “Quitad... a ese perverso de entre vosotros” (v. 13). Hay que obedecer, aunque sea pariente o amigo nuestro, sí, ¡aunque sea hijo de anciano o misionero! En todo área de la vida, la obediencia es importante, porque así agradamos y glorificamos a Dios. Escojamos lo mejor, que es: siempre obedecer a la Palabra de Dios.

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¿Tienes Nomofobia?  

(Nomofobia: adicción al teléfono móvil, temor de estar desconectado)



Constantemente pendiente
Si cualquier notificación de tu móvil, desde mensajes de whatsapp hasta ‘likes’ en tus redes sociales tiene prioridad sobre cualquier otra cosa en tu vida. ¿Interrupes una conversación con una persona por algo que suena en tu teléfono?

Insomnio Social

¿Llevas el teléfono a la cama? Si estar pendiente de tus redes te roba horas de sueño, es un problema. La insana afición a meternos en la cama mirando el móvil puede provocar que se nos vayan las horas de la madrugada navegando en un sin fin de publicaciones.

Cobertura 24/7
Aunque parezca increíble, quedan lugares en el mundo sin cobertura, y no pasa nada. Si te condiciona tus movimientos tener o no cobertura (y no nos referimos a poder comunicarte en situaciones de emergencia, sino a ver Instagram en el pico de una
montaña), tienes un problema.

Estado de ánimo según la batería
Si tu batería está al 100% estás feliz, si está al 70% comienzas a sentir ansiedad. Si llegas al 10% entras en pánico. Si te ves reflejado en estas situaciones, es el momento de afrontar la realidad: tu dependencia al móvil es grave.

Ahora, responde honestamente: ¿Cuánto tiempo pasas en la Palabra de Dios (el libro impreso, no el teléfono)?

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 Ese Libro Que Escribes

   A veces oímos a personas decir: “Me gustaría escribir un libro”, como si fuera algo fácil, o como si debieran ocuparse con esa tarea. Miles de personas hay en la Biblia, pero menos de 60 escribieron libros en ella, y todos eran varones santos, inspirados por Dios (2 P. 1.21). En lugar de afanarse con la idea de escribir un libro, sería mejor tener el afán de conocer bien el Libro que Dios ya nos ha dado. Seamos hacedores de la Palabra.
    Pero en otro sentido, cada uno de nosotros escribe un libro. El hermano Pendleton lo explica:

"Saliendo de correos con mis brazos llenos de paquetes, pensaba en cómo iba a abrir la puerta con las manos llenas. Justo entonces apareció María y me abrió la puerta. Ella es profesora en el colegio, y había venido por su correo también.
    'Muchas gracias' le dije con mi mejor sonrisa.
    'Vas muy cargado' me contestó, y me acompañó al coche. '¿Dónde los quieres poner, todos atrás?' me preguntó.
    'Estupendo' dije, y ella me abrió la puerta del coche. Mientras arreglaba los paquetes en el coche le di otra vez las gracias. 'No estoy acostumbrado a esta clase de servicio. No sé qué habría hecho sin tu ayuda'.
    'No hay de qué', respondió. 'No era gran cosa, simplemente algo para mi libro'.
    '¿Oh?' exclamé. ¿Tu libro? ¿Estás escribiendo un libro?'
    'Claro', ella dijo. 'El mío no se publicará, pero lo estoy escribiendo. Como les digo a los niños en el cole, todos estamos escribiendo un libro, y todo lo que haces entra en él'.
    Con esto me dio un saludo con la mano, despidiéndose, y se fue. Pero en seguida se dio media vuelta y añadió: 'Cada día es como una página nueva de tu vida, ¡piensa en esto!'”
    Efectivamente, iba pensando en esto el resto de día, y comenzaba a comprender lo que había dicho:  "Cada día es como una página nueva de tu vida”.
 
    Tenía razón. Puedes poner en aquella página lo que quieras. Podrías pasar el día sin hacer nada, y acabarías con la página en blanco. O podrías obrar mal y no tener más que una mancha fea en la página.
    O, podrías escribir una poesía manifestando que tu día había sido lleno de amor, amistad y aprecio de los demás.
    Sí, estás escribiendo un libro, y lo que se apunta depende de ti, no de tus sueños sino de tus hechos. Nadie más escribe allí. ¿No sería maravilloso dejar un tomo que ocuparía un lugar de honor en la biblioteca permanente de un amigo, para ser leído una y otra vez y compartido mucho después de tu partida?
    Como creyentes, hay dos libros importantes en nuestra vida. El primero y primordial es el Libro que Dios ha escrito, esto es, la Biblia. Debemos amarlo y recibirlo con mansedumbre, dejando que Dios guíe nuestra vida por él. Es triste que muchos que profesan ser cristianos prestan poca atención a la Biblia, y demasiados hay que nunca han leído toda ella de portada a portada. La ignorancia evangélica de la Biblia es causa de muchos problemas.
    Pero este otro “libro” también es importante, porque es el que cada uno escribe con su vida: las actitudes, las palabras, los hechos, etc. Proverbios 20:11 dice: “Aun el muchacho es conocido por sus hechos”.  ¿Qué tal tu libro? ¿En la página de hoy has apuntado algo bonito?

Winston K. Pendleton, de la revista “Sunshine”, traducido y adaptado

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¡Gracias, Señor!

Cuando los 70 discípulos regresaron a Él, Jesús dijo: “Padre... te doy gracias” (Mateo 11:25 BLP). Antes de que la gente comiera, “dio gracias” (Mateo 15:36). Ante la tumba de Lázaro oró: “Padre, gracias te doy por haberme oído” (Juan 11:41). Cuando instituyó la Cena del Señor, dio gracias por el pan (Lucas 22:19) y por la copa (Marcos 14:23). Al llegar a Getsemaní, quizás terminó su canto con las palabras: “Den gracias al Señor, porque Él es bueno” (Salmo 118:29 NBLA). Aquí en la tierra, nuestra naturaleza egoísta y pecadora no quiere darle gracias (Romanos 1:21) y los hombres de los últimos días serán “ingratos” (2 Timoteo 3:2). Sin embargo, en el cielo por siempre le daremos “acción de gracias al que está sentado en el trono” (Apocalipsis 4:9). Incluso hoy deberíamos estar “abundando en acciones de gracias” (Colosenses 2:7), así como lo hacía nuestro Salvador. Entonces, ¿cuántas veces le darás gracias a Dios hoy?

 Juan Dennison, Devoción a Diario, Publicaciones Pescadores

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  Siete Terribles Trompetas



Nunca en la historia ha habido nada como los juicios de Dios que se acercan. En Apocalipsis 8, 9 y 11, el apóstol Juan describe siete de ellos – las siete trompetas. Después de los juicios de Apocalipsis 6, vendrán más, porque la gente no se arrepiente ni quiere el reino de Cristo. Siete ángeles tocarán trompetas – anunciando terribles juicios mundiales. No habrá tiempo para recuperarse de un golpe antes de que venga otro.
    Apocalipsis 8 anuncia los primeros cuatro trompetas y sus juicios. La primera trompeta traerá granizo y fuego mezclados con sangre. Se quemará la tercera parte de los árboles en todo el mundo, y toda la hierba verde. Los ecologistas se asombrarán.
    Acto seguido, sonará la segunda trompeta. Caerá al mar algo como una gran montaña ardiendo. La tercera parte del mar se convertirá en sangre. Destruirá a las naves y morirán multitudes de personas. Afectará el comercio, el transporte, las marinas, las playas, los puertos, y habrá gran hambre y escasez.
    Poco después sonará la tercera trompeta. Caerá un gran asteroide – “Ajenjo”. Hará destrucción catastrófica. Se perderá la tercera parte de los ríos del mundo. Los manantiales se contaminarán, y muchos morirán sin agua potable.
    La cuarta trompeta sonará, y Dios herirá el sol, la luna y las estrellas. Faltará luz y eso afectará las plantas, los animales y la temperatura de la tierra. Parece todo esto una serie de desastres ecológicos, pero son juicios divinos sobre un mundo incrédulo.

    Entonces un ángel de Dios gritará: “¡Ay, ay, ay de los que moran en la tierra” (Ap. 8.13), porque serán aun peores las tres trompetas restantes (Apocalipsis 9). Traerán juicios horripilantes, con gran destrucción y mortandad sobre el mundo entero.

    La quinta trompeta traerá una invasión de monstruos. Dicen a los niños que no hay monstruos, pero no es cierto. Están detenidos por Dios en  un lugar especial: el pozo del abismo. Su apariencia es horrible, espantosa, y tienen poder como escorpiones. Saldrán del pozo del abismo, cual gran nube de humo. Atacarán y herirán a muchas personas.
    La sexta trompeta (Apocalipsis 9.12-21), suelta un ejército demoníaco de 200.000.000, crueles y de aspecto terrible. De su boca salen fuego, humo y azufre. Morirán millones de personas, pero los sobrevivientes se endurecerán, no se arrepentirán de su idolatría, homicidios, hechicerías, inmoralidad y hurtos. Y Dios mandará más golpes de juicio.
    La séptima trompeta (Apocalipsis 11.15-19), anunciará el fin de los gobiernos del mundo. Se acabarán todos los políticos y reinos, y el del anticristo. Dios tomará Su poder y reinará. Nadie en el cielo se queja de la dureza de los juicios, y nadie intercede por los moradores de la tierra. Dan gracias a Dios por Sus juicios, Su poder y reino. ¡Ya es hora de acabar con toda la vanidad humana. Este solemne anuncio es acompañado de relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo.
    No es un cuento, ni una teoría. Dios ha revelado lo que hará. Amigo, ¿qué harás tú? ¿Te arrepentirás ahora de tus pecados? ¿Confiarás en el Señor? ¿Doblarás la rodilla voluntariamente ante Él, o solo cuando, siendo vencido, se te obligue? ¡Despierta! El reino de Dios viene, no lo puedes detener. Pero puedes prepararte, por la fe en el Señor Jesucristo.     

                                          Carlos Tomás Knott