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martes, 28 de febrero de 2023

EN ESTO PENSAD - marzo 2023

 José Probado En Egipto
Lucas Batalla

viene del número anterior


Texto: Génesis 39

En el último estudio vimos que José, traicionado por sus hermanos, llegó a Egipto y fue vendido como esclavo. El verso 1 enlaza con Génesis 37.36 para retomar la historia de José. Sus hermanos por envidia le habían vendido, y su padre Jacob pensaba que había muerto. Nadie le buscaba. Nadie iba a venir a rescatarlo. Humanamente hablando, no había esperanza de salir de sus circunstancias.  Pero Dios no había terminado con José, ni le tenía en olvido. Su plan sabio y soberano para José seguía su desarrollo. Los versos 2 y 3 enfatizan que aunque José no veía a nadie a su lado, no estaba solo. “Mas Jehová estaba con José, y fue varón próspero” (v. 2)... “vio su amo que Jehová estaba con él... Jehová lo hacía prosperar en su mano” (v. 3). Cuando leemos todo el resto de la historia de José, vemos cuán grande y bueno era el plan de Dios, aunque incluía años de dificultades y sufrimientos. Como dice el himno de John Newton, “Sublime Gracia”:  


    “En los peligros o aflicción, que yo he tenido aquí,
    Su gracia siempre me libró, y me guiará hasta el fin”. 


No siempre sabemos en el momento el por qué de las cosas. A veces, como José, tenemos que esperar años para ver claramente Su plan y propósito. No seamos impacientes, ni tiremos la toalla.
    José halló gracia (favor) ante su amo Potifar (v. 4), porque Dios lo quiso así. Pero no nos equivoquemos. No hizo ninguna huelga de hambre, ni cosas parecidas. Aceptó su situación y obraba con diligencia, honradez y esmero, sin perder su fe. Dios estaba con él, y eso se veía en su carácter y conducta. Porque José estaba en la casa de Potifar, Dios bendijo esa casa: “desde cuando le dio el encargo de su casa” (v. 5). Como resultado de eso, aquel egipcio entregó todo en manos de José y “no se preocupaba”, porque vio la integridad y diligencia de su siervo hebreo. El texto añade el detalle del aspecto físico de José, su hermosura, y ahora veremos por qué.
    En el verso 7 vemos que en tiempos de bendición se mueve el diablo buscando arruinar todo. Atacó al joven José mediante la esposa de Potifar, una mujer sin moralidad ni escrúpulos, que quería seducirlo. Puso sus ojos en él, no vice versa, y le hizo una propuesta indecente. Sabemos hoy muchos casos de hombres mujeriegos, infieles y perversos, y Dios los juzgará (He. 13.4). Pero cuidado, pues las mujeres no siempre son víctimas. Tanto solteras como casadas, las hay con corazón malo, con malos deseos e imaginaciones, y ponen sus ojos donde no deben. La mujer de Potifar era así. Al decir ella: “duerme conmigo”, todos sabemos que no hablaba de una siesta.
    Lo importante aquí es la reacción del joven José: “él no quiso” (v. 8). Hay hombres que incitan a mujeres y se aprovechan de ellas. Pero hay que decir todo, porque también hay mujeres que desean y provocan incidentes. En ese caso, si una mujer les incita o invita, caen en seguida en el pecado. Su excusa es que son débiles, o: “ella me provocó”. Pero eso no vale, porque como José, podían haber dicho “no”. “Hijo mío, si los pecadores te qusieren engañar, no consientas” (Pr. 1.10). José no tomaba sus palabras como un piropo, ni se agradó, sino veía un gran peligro. Su respuesta en los versos 8 y 9 es un modelo de integridad y piedad. Pensaba en la confianza que su amo le tenía. A ella le puso en su sitio: “tú eres su mujer”, pues codiciar la mujer de tu prójimo es pecado (Éx. 20.17). Declaró: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal y pecaría contra Dios?” (v. 9).  
    Todo pecado es en primer lugar contra Dios (Esd. 10.2; Sal. 51.4; Lc. 15.21). José estaba lejos de su padre y hermanos, en un país que practicaba la inmoralidad, pero se mantuvo fiel. No fornicó siquiera una vez. No se manchó moral ni espiritualmente. No tuvo un hijo bastardo. Cuando se casó luego era virgen, y hoy parece que  pocos hay como él.   

continuará, d.v., en el siguiente número

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Requisitos Para La Comunión

Amamos a creyentes que no siguen la doctrina de los apóstoles, porque son de Cristo, pero sólo podemos gozar una comunión limitada con ellos. Y si ese acuerdo y la comunión consiguiente no existen, no tiene sentido celebrar la cena del Señor con ellos. Ante esta situación, la salvación y el bautismo no son condiciones suficientes para la recepción a la asamblea. La obediencia práctica, moral y doctrinal a la Palabra de Dios es sumamente importante. La asamblea no está abierta para todos los creyentes, independientemente de sus creencias y prácticas; debemos tener mucho cuidado en la recepción a la comunión en una iglesia local. Por esa razón, haríamos bien en imitar el ejemplo de la asamblea de Roma, y del apóstol Pablo, al esperar que un creyente desconocido traiga una carta de recomendación (Ro. 16:1,2).
Mark Sweetnam (Dublin, Irlanda), Allí Estoy Yo, pags. 13-14 disponible de Editorial Día en formato PDF

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Escoge Lo Mejor

Proverbios 28.6 "Mejor es el pobre que camina en su integridad, que el de perversos caminos y rico".

 

    Es la última cita en Proverbios que dice "mejor es". El padre quiso enseñar a sus hijos que Dios valora más la integridad que el dinero y los bienes materiales. No debemos estimar a las personas por lo que tienen, sino por lo que son: su carácter y la conducta.
    Los hombres no miran así las cosas. Admiran a los ricos y esperan no ser como los pobres. En la iglesia, muchos quieren imitar al rico y tenerle por amigo. "Las riquezas traen muchos amigos; mas el pobre es apartado de su amigo" (Pr. 19.4). "Muchos buscan el favor del generoso, y cada uno es amigo del hombre que da" (Pr. 19.6). Pero debemos ser amigos de los que caminan en integridad. Mejor tener unos amigos pobres de esta clase, que codearte con los ricos buscando beneficio.
    Si hay que pecar para obtener riquezas, o para no perderlas, mejor ser pobre. Por ejemplo, piensa en Lázaro y el rico. La integridad no permitirá sobornos, pagos bajo mesa, dos juegos de libros de contabilidad, ventas por precios injustos, usura, ni retención del salario de los jornaleros. Pero si caminas en integridad Dios te acompañará. ¡Escoge bien!

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 Lecciones de la Vida del Rey Ezequías
por Simón Sherwin

El Comienzo

    Cuando Ezequías llegó al trono, el estado espiritual del reino de Judá estaba muy bajo. Pero Ezequías estaba resuelto desde el principio a ser diferente – esto es – fiel a Dios, y tener un impacto. De acuerdo a la costumbre en Judá y otros lugares en esos tiempos, cuando murió Acaz y tomó Ezequías el trono, el resto de ese año calendario fue contado como el último año del reino de Acaz. Hubiera sido así si muriera al principio o al final de ese año. Así que, Ezequías había reinado por un tiempo no especificado (menos de un año) antes del comienzo del primer año de su reinado. Cuando comenzó oficialmente, él estaba preparado, y su primer acto fue abrir y reparar las puertas de la casa de Jehová (2 Cr. 29.3). ¿De dónde vino esa resolución? Es probable que la base de esa decisión fue puesta años antes. El nombre de su madre es dado, así como con todos menos dos de los reyes de Judá. Recordamos la responsabilidad vital que tienen las madres en la educación espiritual de sus hijos. Nunca debemos desestimar el privilegio de enseñarles las Escrituras desde una edad temprana. ¿Quién sabe si hoy alguna madre podría estar educando a otro como Ezequías?

Su Preparación Personal

    Pero, sea cual sea la calidad de la educación del niño, tenía que llegar un tiempo cuando Ezequías desarrollaba su propia relación personal con Dios. 2 Reyes 18:5-6 resume para nosotros esta relación, diciéndonos varias cosas acerca de Ezequías. Primero: su fe. “En Jehová Dios de Israel puso su esperanza”. Esto es dónde comienza la senda, y también sigue y termina en este punto. El camino no comienza con fe solo para terminar luego con otra cosa. La senda de agradar a Dios es una vida de fe (He. 11.6; Ga. 2.20). Antes de enfrentar al gigante en el valle, David había probado y conocido a Dios en los campos de Judá. Antes de enfrentar a la gran potencia de Asiria, Ezequías aprendió a confiar en Dios en las cosas de la vida cotidiana. No solo leemos de su fe, sino también de su fidelidad: porque habla de su voluntad, su camino y sus obras. “Porque siguió a Jehová” (v. 6). También vemos su lealtad, pues significa una decisión consciente de su voluntad. Jehová sería su Dios, pese a cualquier dificultad, y él le sería fiel. ¿Es ésa la clase de lealtad que nos marca a nosotros? La resolución de su voluntad dirigió su vida, de modo que “no se apartó de él”. Paso por paso, andaba en la senda que el Señor le había preparado. Nos consuela y anima saber que si seguimos al Señor, el camino que andamos ya fue atravesado por Él, porque Él va delante de nosotros. Él conoce nuestro camino. Por nuestra parte, como fue con Ezequías, no debemos apartarnos de ese camino, porque entonces ya no estaríamos siguiendo al Señor. Finalmente leemos que “guardó los mandamientos que Jehová prescribió a Moisés”.  Era obediente. La obediencia a la Palabra de Dios debe marcar a cada creyente. “Si me amáis”, dice el Salvador, “guardad [o “guardaréis”] mis mandamientos” (Jn. 14.15). Aquí tenemos el fundamento para cualquier obra para Dios. Si he de hacer cualquier cosa para Él, primero debo estar en la condición correcta.

La Prioridad de la Casa de Dios

    Habiendo preparado su propio corazón, Ezequías estaba preparado para salir y trabajar, y la obra en la esfera más amplia del reino comenzó en la casa de Dios. Esto es un principio bíblico. Cuando el Señor comenzó sus juicios de la nación rebelde en Ezequiel 9, instruyó a Sus siervos: “y comenzaréis por mi santuario” (v. 6). De modo similar, Pedro escribió: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios” (1 P. 4.17). Ezequías reconoció que para restaurar a la nación, primero había que limpiar la casa de Dios de todo lo que no debía estar en ella. Así que, “abrió las puertas de la casa de Jehová, y las reparó” (2 Cr. 29.3). Acto seguido, hizo venir a los sacerdotes y levitas (v. 4), y los llamó a colaborar. Primero debieron santificarse a sí mismos (v. 5). Es de gran importancia, porque cualquier obra de Dios comienza con el individuo. Y después: “santificad la casa de Jehová el Dios de vuestros padres, y sacad del santuario la inmundicia”.  Si la nación iba a conocer el avivamiento, era necesario restaurar las cosas de Dios y Su adoración. Pero antes de santificar la casa, debía ser limpiada. Había que quitar la inmundicia y corrupción que entraron durante años. Esto incluye las cosas obvias, como el altar que ordenó Acaz, que desplazó el verdadero altar de Dios. Además, había cosas que en su día fueron utilizadas por Dios, pero que habían adquirido un significado inapropiado, por ejemplo, la serpiente de bronce que Moisés levantó en el desierto (Nm. 21.9; Jn. 3.14). En su día era para salvar a los que la miraron después de ser mordidos por las serpientes. Pero andando el tiempo, vino a ser un objeto de veneración (2 R. 18.4). En las asambleas debemos guardarnos de la entrada de cosas que no deben estar. Quizás hay doctrinas o prácticas no bíblicas, o aun las enseñanzas o los escritos de hombres de Dios que vivían en otro tiempo, que tienen más importancia que las Escrituras. ¡Es necesario que nosotros también volvamos a la sencillez y el poder de la Palabra de Dios! Como dijo Pablo: es “la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados” (Hch. 20.32).

traducido del artículo en la revista Present Truth, nov-dic 2022
www.truthdefended.com

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Jesucristo Nuestro Sacerdote

Dios nos ha provisto el mejor sacerdote: el Señor Jesucristo. Consideremos algunas de Sus cualidades.


1. Su Santidad

    En Lucas 1.35 es llamado “el Santo Ser que nacerá...”.  A diferencia de todos los demás, Jesucristo nació santo. No hubo pecado en Él ni pudo pecar. La santidad es necesaria para funcionar como sacerdote, pues el Salmo 93.5 declara: “La santidad conviene a tu casa, oh Jehová”. En Lucas 8.28 el demonio le reconoció como “Jesús, Hijo del Dios Altísimo”, y en Marcos 1.24 otro confesó: “Sé quién eres, el Santo de Dios”. Siendo santo, es el perfecto Sacerdote, según Hebreos 7:26-28. 
    “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre”.
    Debemos dar gracias a Dios por este Sacerdote Santo que Él nos mandó. Además, nosotros los que le pertenecemos también debemos ser santos. 1 Pedro 1.15-16 nos recuerda: “Sed santos, porque yo soy santo”.

 
 2. Su Intercesión
    Jesucristo en Su oficio sacerdotal intercede por nosotros. Oraba mucho durante Su vida terrenal, y eso se ve más en el Evangelio según Lucas. Alguien lo llamó “El Evangelio de la Oración”, porque menciona las oraciones del Señor más que otros Evangelios. Cuando a Pedro le venía el zarandeo de Satanás, Cristo le dijo: “pero yo he rogado por ti” (Lc. 22.32). Cuando los discípulos remaban en la tormenta sobre el Mar de Galilea, el Señor había subido el monte y ahí oraba.
    No solo oraba por ellos, sino también ora por nosotros. Romanos 8.34 asegura: “Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. Nuestro Sumo Sacerdote nos representa en el cielo. Lleva nuestros nombres en la presencia de Dios. Esto debe infundirnos aliento y darnos esperanza cuando pasemos por dificultades. No necesitamos rendir culto a los santos para que oren por nosotros. Algunos piensan que María es su intercesora, pero se equivocan porque es Cristo que intercede por nosotros. La Biblia nunca dice que María intercede por nadie. Pero qué consuelo y ánimo nos debe dar el saber que Jesucristo está a la diestra de Dios a favor nuestro. Él es nuestro abogado (1 Jn. 2.1).
    Nosotros también debemos orar los unos por los otros. Por la gracia de Dios, todos los creyentes somos sacerdotes (1 P. 2.5, 9). Es una gran verdad y muy importante, pero algunos la interpretan malamente. Piensan que si creemos en el sacerdocio de todos los creyentes, tendríamos que permitir a las mujeres orar en voz alta, hablar y predicar en las congregaciones. Pero los sacerdotes interceden, y eso se puede hacer en casa, en privado. En las oraciones en la congregación, las mujeres oran en silencio y con la cabeza cubierta.
    Los sacerdotes ofrecen sacrificios espirituales aceptables a Dios (1 P. 2.5), y para ser aceptable hay que proceder como Dios manda.

3. Su Compasión
    El sumo sacerdote Aarón sufrió con el pueblo de Israel en el desierto. Llevaba sobre el corazón un pectoral con los nombres grabados de los hijos de Israel. De esa manera cuando el sumo sacerdote ministraba ante Dios, tenía los nombres del pueblo de Dios sobre el corazón – lugar de los afectos.Nuestro Señor manifestó compasión en Su vida y ministerio terrenal. Como el samaritano en la parábola en Lucas 10.33-35, fue movido a misericordia e hizo algo. Intervino para ayudar al hombre herido. Nuestro Dios es Dios de acción. Obra en misericordia, y por eso tenemos vida. Cristo vino y tomó la humanidad (impecable).  Así se acercó a nosotros.  No fue altivo, sino se asoció con nosotros en nuestra bajeza. Así hemos conocido a Dios, “que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó” (Ef. 2.4).

    Entonces, ya que Cristo nos ha tenido tal misericordia, no nos conviene la altivez, y también debemos asociarnos con los humildes (Ro. 12.16). Cristo se humilló a sí mismo, y vino para servir, no para ser servido. Los que somos de Él debemos seguir Sus pisadas. Nuestra compasión debe ser práctica, visible, y siempre en el Nombre del Señor, no en el nuestro propio (Col. 3.17).               continuará, d.v. en el siguiente número

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EL ALTAR, LA TIENDA Y EL POZO

“Y edificó allí un altar, e invocó el nombre de Jehová, y plantó allí su tienda; y abrieron allí los siervos de Isaac un pozo” (Gn. 26.25)

Estas tres cosas: un altar, una tienda y un pozo, son símbolos del verdadero peregrinaje. Destacan tres facetas esenciales de la vida de cada creyente, porque somos peregrinos. Muchos anhelan una ciudadanía que consideran provechosa para sí en esta vida (estadounidense, inglesa, española, francesa, alemana, etc.), porque piensan en dinero y comodidad, e incluso arreglan toda su vida y sus prioridades para que no falten estas cosas, mientras que descuidan lo más importante, lo espiritual. ¿Acaso se nos olvida que el creyente ya pertenece al único verdadero imperio y a la mejor sociedad: el reino del cielo? ¿Nos parece poco? Hermanos, aceptemos nuestra identidad de peregrinos en esta vida, y que no nos falten nunca los símbolos del peregrino: el altar, la tienda y el pozo. 

    El altar representa nuestra necesidad diaria de adoración y de sacrificio a Dios. ¿Quién debe hacer el sacrificio de la mañana y de la tarde, sino tú? ¿Quién cuida el altar, asegurando que suban a Dios ofrendas? Los patriarcas edificaron altares dondequiera que estuviesen, porque ahí se reunieron con Dios y le adoraron. ¿Cuidas el altar de devoción a Dios en tu vida, cada día? Qué triste es saber que muchos cuidan el televisor, lo llevan consigo a todas partes, y dondequiera que esté su casa, casi lo primero es instalar una tele, arreglar los muebles del cuarto de estar alrededor suyo, y comenzar a rendirle culto diario. Mejor sería pasar todo ese tiempo frente a la Palabra de Dios, leyendo, meditando, orando y teniendo comunión con Dios. ¿Y no afectaría esto nuestra vida espiritual, nuestro poder y eficacia para servir al Señor? ¿No serían nuestras familias de otra forma, y no se ocuparían nuestros corazones de otros asuntos, si cuidáramos el altar en lugar de la tele? El televisor también puede ser un altar, de Baal, del dios de este mundo, donde continuamente se ven los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. Donde se sacrifican los niños, el matrimonio, la vida espiritual y el testimonio para “saber las noticias” (como muchos suelen decir: “Oh, sólo miro las noticias y algún documental”) ¡Menudo altar! Los hombres de Dios en otro tiempo hablaron así: “No pondré delante de mis ojos cosa injusta” (Sal. 101.3). Somos peregrinos, esto está claro, pero es hora de preguntar a muchos: “Hermano, ¿qué has hecho con el altar?”

   Segundo, hay una tienda. Abraham vivía en tiendas, y así también Isaac, porque también era peregrino. La tienda nos recuerda que el mundo no es nuestro hogar, que estamos de paso y no debemos arraigarnos ni acomodarnos en este mundo. La tienda tiene un cuidado sencillo, y no requiere mucha atención, lo cual quiere decir que no hay que gastar constantemente tiempo y dinero en su mantenimiento. Limpiar, sí. Poner un parche de vez en cuando, sí, y sacudirla para quitar el polvo. Era para escapar del calor y del frío, para dormir seguro, pero nunca venía a ser un palacio. La tienda podía moverse de lugar en lugar sin mucho problema. Daba movilidad a su dueño, y no le impidió si el Señor le llamara a otro lugar. No se nos olvide: el Señor ha ido a prepararnos lugar en la casa de Su Padre. Nuestro hogar y nuestra ciudadanía están en los cielos, y allí debemos poner la mirada cada día, para mantenernos separados del mundo, sobre todo, en nuestro corazón. El peregrino mira su tienda y se acuerda de que es forastero. Por ejemplo, Abraham: “Por la fe habitó como extranjero...morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (He. 11.9-10): “confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (He. 11.13). En otros años las iglesias apreciaban más estos textos. Hablaban de estos temas y cantaban himnos de peregrinos, pero estos himnos ya han sido olvidados en muchos lugares. Hoy hablan de sus derechos, de éxito en el negocio, del “valor” de la política. Los patriarcas nunca tuvieron “notorio arraigo” ni tampoco los apóstoles, y además, no les hacía falta para servir al Señor y le servían mucho mejor que nosotros. ¿Dónde están los peregrinos, los que moran en tiendas y viven para servir a Dios, anhelando de corazón una patria mejor: “esto es, celestial”? (He. 11.16).
    Tercero, está el pozo, tan necesario en el desierto, representa nuestro recurso constante y fuente de ayuda, la Palabra de Dios. Ella nos refresca y nos fortalece en el desierto de este mundo. El mundo no es un oasis para el creyente. El poeta persa, Omar Khayam dijo en su obra, “El Rubiyat”, que la eternidad es un desierto y la vida es un oasis, así que, a pasarlo bien en esta vida porque después viene el desierto. Se equivocó, pues es totalmente al contrario, este mundo es un desierto que no sostiene la vida espiritual. Aunque cuesta tiempo y trabajo abrir un pozo, vale la pena, porque el agua cristalina y fresca de la Palabra de Dios es vital, porque además de refrescarnos y animarnos, en ella encontramos vida y salud. Con la Palabra de Dios nos limpiamos también de la suciedad contraída a raíz de estar en el mundo, aunque no somos del mundo. ¡Un peregrino sin pozo está en gran peligro! Hermano, hermana, ¿qué de tu pozo?
    Hermanos, la negligencia de cualquiera de estas tres perjudica nuestra salud espiritual y nuestra vida distinta de peregrinos. Al descuidar o abandonarlas, como consecuencia asimilaremos la forma de pensar, hablar y vivir de los del mundo. Si nos acomodamos aquí e imitamos a los del mundo, sufriremos la pérdida de nuestro carácter de peregrino, el gozo y el poder espiritual para servir y agradar al Señor. ¡No dejemos de peregrinar, sino vivamos como peregrinos hasta que el Señor nos llame a Su presencia!

Carlos

 

    Peregrino Tú me hiciste; este mundo no es mi hogar.
    Me llamaste a seguirte, y contigo un día morar.

    CORO:  Guíame, guíame, por el pedregal,
                  Tenebroso de la vida a la patria celestial.
    
    Apresura mis pisadas, porque veo alrededor,
    Tantas cosas seductoras; guarda mi alma, oh Señor.
    
    Hay conflicto y peligro, ronda el diablo en derredor.
    Fortalece Tú mis pasos en la lucha, oh Señor.

    Oigo el coro de los santos: ¡Cómo canta al Señor!
    Yo deseo ir con ellos, y rendirte mi loor.

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¡El Rollo Fatal!


El Rollo en el Cielo, y sus Siete Sellos



Texto bíblico:
Apocalipsis 5.1- 8.2

La raza humana, con todos sus pecados, ha contaminado y arruinado al planeta y a la humanidad. Afligimos y corrompemos todo lo que tocamos. La naturaleza misma está cansada de nosotros. El apóstol Pablo declaró que “toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Romanos 8.22). Pronto la paciencia de Dios acabará, y vendrá el fin. La humanidad no quiere que venga Cristo, porque cada uno quiere vivir a gusto suyo. Pero los juicios en Apocalipsis 6 son el “bombardeo” divino antes de la venida de Cristo. Tres grupos de siete juicios sacudirán el planeta: siete sellos, siete trompetas, y siete copas de ira. Presta atención, porque todo esto está a punto de caer.
    En Apocalipsis 5 Jesucristo recibe del Padre un libro, escrito por dentro y por fuera. Solo Cristo puede tomar y abrir el libro — las escrituras del planeta. El cielo irrumpe en alabanza cuando el Cordero de Dios lo toma. El planeta es Suyo, como Creador. Se alegran sabiendo que la hora llegó. Pero en la tierra parece que nadie se entera.
    En Apocalipsis 6, Juan vio a Cristo comenzar a abrir los sellos, y cada uno soltó un juicio sobre la tierra. El cumplimiento de eso causará enormes catástrofes mundiales, lo nunca visto. Nadie mandará ayuda humanitaria, pues todos estarán sufriendo
.
  Los primeros cuatro sellos mandan a la tierra jinetes sobre caballos, con terribles juicios. El primero, en el caballo blanco (Apocalipsis 6.1-2), no es Cristo, sino el Anticristo, el dictador mundial que viene. El segundo trae guerras y mortandad a nivel mundial (versos 3-4). El tercero trae gran hambruna al planeta (versos 5-6). El cuarto trae aun más muerte por hambre, pestes y guerras, de modo que ese jinete es llamado “Muerte” (versos 7-8). Como hoy, querrán creer que todo eso sucede por casualidad, pero NO ENTIENDEN que son juicios de Dios y expresan Su ira. Es el comienzo del fin del mundo, como dijo Cristo: “principio de dolores”, porque después vendrán más dolores (Mateo 24.8). Como dolores de parto – una vez que empiecen, nadie podrá detenerlos. Vienen con cada vez más frecuencia e intensidad. El quinto sello trae la voz de los mártires cristianos. Ruegan la venganza de Dios sobre sus perseguidores. ¡Ay de esos perseguidores! (versos 9-11). 

El sexto sello soltará grandes cataclismos en los cielos y la tierra: un gran terremoto sacudirá al planeta, habrá tinieblas, y la luna será como sangre. Las estrellas caerán, el cielo desvanecerá, caerán los montes (versos 12-17). ¡La ira de Dios se revela desde los cielos! Todos los fuertes del mundo tendrán gran pavor. Se esconderán como cucarachas que huyen de la luz. Se acabó la paciencia divina, y llegó “la ira del Cordero” (Apocalipsis 6.16). Pero la gente, aunque asustada, no se arrepentirá ni creerá en el Señor. Y se abrirá el séptimo sello (Apocalipsis 8.1), con siete ángeles con trompetas y más juicios.
    Amigo, éste es tu aviso. No demores más. Responde ahora, antes de que se abra aquel primer terrible sello. Arrepiéntete y confía en el Señor.