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miércoles, 30 de septiembre de 2020

EN ESTO PENSAD - octubre 2020

¡Maranata!

“En arameo: 'El Señor viene' (1 Co. 16:22)  Este término se puede también leer Maranatha: '¡Ven, Señor!' Ésta era una breve oración de los primeros cristianos, mencionando el retorno de Cristo, pidiendo Su venida en gloria, 'su parusía'" (Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado, Vila y Escuain).

¿Por qué se dice?
    Porque anhelamos Su venida. El Señor nos enseñó a orar así: "venga tu reino". Decir "¡Maranata!" es una manera de expresar esto, y de recordar que el Señor viene. El apóstol Pablo, hablando de la venida del Señor para arrebatarnos, dice: "alentaos los unos a los otros con estas palabras" (1 Ts. 4:18). Expresándolo así nos puede ayudar a ajustar nuestras vidas y actividades para que agraden al Señor, porque Él viene, y cuando venga, ¿qué estaremos haciendo y qué habremos hecho para Él? Como dijo el misionero C.T. Studd: ¡Solo una vida, pronto pasará; solo lo hecho para Cristo durará!

¿Cuándo se dice?
    Se dice, obviamente, antes de la venida del Señor. Sabemos que el primer acto de Su venida será arrebatarnos – el rapto (1 Co. 15:51-52). Esto puede acontecer en cualquier momento – lo cual quiere decir que es inminente. ¿Lo has pensado y dicho hoy?

¿Quién lo dice?
    Los que aman la venida del Señor (2 Ti. 4:8). Por supuesto que solamente un verdadero creyente diría esto, porque la venida del Señor significará los últimos suspiros del sistema de este mundo y todo por lo cual la gente inconversa está viviendo hoy. Los del mundo dicen "adiós" pero no van con Dios ni a Dios. Dicen "hasta luego" pero no saben qué vendrá luego ni dónde estarán. En cambio, nosotros los creyentes andamos con Dios, sabemos a dónde vamos, y anhelamos estar con el Señor en gloria (Col. 3:1-4). El mundo y sus obras serán quemados, pero: "¡Maranata!", el Señor viene, y estaremos con Él para siempre (1 Ts. 4:13-18).  Estimado lector: ¿tu corazón lo desea y lo dice?

¿Dónde se dice?
    Aquí en la tierra, donde estamos esperando Su venida. No lo reserves como frase para terminar tu correspondencia. ¿Dónde estás hoy? Allí mismo, piensa en la venida del Señor. No importa si estás fregando platos, tendiendo ropa, haciendo la compra, yendo o saliendo del colegio, comiendo, andando, trabajando, viajando... piensa en "¡Maranata!".  Así saldrá de los labios de los creyentes en todo lugar. Donde estás hoy, y en medio de eso que haces, el Señor podría venir, y será maravilloso. Aquí estamos de paso, como peregrinos. Vivimos en el mundo, pero no somos del mundo. En este valle de lágrimas los ciudadanos de la patria celestial (Sal. 84) dicen: "¡Maranata!"

¿Cómo se dice?  
    No de cualquier manera, como una coletilla, sin pensar en su sentido. Se dice más bien con admiración: "¡Maranata!", con entusiasmo, con anticipación, con temor reverencial, con sentido de necesidad, con fe. No solamente con la boca, dicho o cantado, sino también con la vida – los hechos. Si realmente crees y deseas "Maranata", mejor no enredarte en las cosas de este mundo (2 Ti. 2:3-4; 2 P. 3:11-12; 1 Jn. 3:3). Cumple fielmente tus responsabilidades, pero  recuerda:  "¡Maranata!" Eleva el pensamiento, "¡Maranata!" ¡Él viene!

¿Y si no...?
    1 Corintios 16:22 dice: “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene”. Pero las tres últimas palabras en Español: “el Señor viene”, representan solamente un palabra griega, que traducida es: “Maranata”. En este texto Dios pronuncia una maldición sobre todo aquel que no ama al Señor, y por lo tanto no desea Su venida. Pero listos o no, Él vendrá. "¡Maranata!"
    No es una palabra mágica ni de liturgia. Debe expresar el deseo de nuestro corazón y ayudar a orientar nuestros pensamientos. Queremos que el Señor venga, porque le amamos. Y los que no: anatema. No porque lo digo yo, sino porque lo dice la Palabra de Dios. Lo dice el Espíritu de Dios. Y así es. "¡Maranata!"


Carlos

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¿Amas Su Venida?


“Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti. 4:8).
    Por muchos años pensé que esta expresión: “...a todos los que aman su venida”, se refería a aquellos creyentes que tenían sentimientos piadosos y amables acerca de la venida del Señor. Serían recompensados con una corona de justicia porque sus corazones ardían cuando pensaban en el Rapto.
    Pero no hay duda de que el versículo significa más que esto. Amar Su venida significa vivir a la luz de Su pronto regreso, comportarse como si Él viniera hoy.
    Amar Su venida significa vivir en pureza moral. Pues como Juan nos recuerda: “todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Jn. 3:3).
    Significa no enredarse en las cosas de esta vida. Debemos poner nuestro afecto y atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra (Col. 3:2).
    Significa servir al pueblo de Dios, dándoles “el alimento a tiempo” (Mt. 24:45). El Señor pronuncia una bendición especial a favor de aquellos que estén ocupados en esto cuando Él venga.
    Resumiendo, significa que no haremos lo que no quisiéramos estar haciendo cuando Él venga. No iremos a ninguna parte donde nos avergonzaría Su venida. No diremos nada que sea ofensivo en Su presencia.
    Si supieras que Cristo ha de venir dentro de una semana, ¿cómo pasarías los días restantes? ¿Significa que renunciarías a tu trabajo, irías a una montaña y pasarías todo el día leyendo la Biblia y orando? ¿Quiere decir que te dedicarías “a tiempo completo” a la obra cristiana, predicando y enseñando día y noche?
    No es esto, porque si realmente estamos caminando con el Señor y vivimos en el centro de Su voluntad, esto significaría seguir viviendo como hasta ahora lo hemos hecho. En cambio, si estamos viviendo para nosotros mismos, entonces es preciso hacer algunos cambios revolucionarios.
    No basta con tener pensamientos afables acerca de la venida del Salvador. La corona de justicia está reservada para aquellos que la aman lo suficiente para permitir que la verdad moldee sus vidas. No es suficiente sostener la verdad acerca de Su venida; la verdad debe sostenernos.

William MacDonald, De Día en Día, CLIE


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 NUESTRA ESPERANZA

H. A. Ironside

    ¡Esta, pues, es nuestra expectativa, ésta es nuestra esperanza! Y el Señor desea que vivamos día tras día con el pensamiento fijo en el posible cumplimiento de la promesa de Su venida. Cuando nos levantamos por la mañana, cultivemos tal estado de alma que nos lleve a decir: "Cristo puede volver hoy, y si volviera hoy, deseo que me halle viviendo para Su gloria. Quiero que me encuentre andando en obediencia a Su santa Palabra". Y cuando nos entregamos al sueño por la noche que digamos: "Cristo Jesús puede venir esta noche, y puedo descansar en perfecta paz, sabiendo que cuando Él venga, seré arrebatado para recibirle".
    Él ya viene. Oh cuán solemne ha de ser escuchar la voz del Juez, quien en su propia luz nos ha de mostrar cada pensamiento y hecho y palabra. Entonces veremos que algunos hechos que nosotros creíamos meritorios, no eran más que pecados, y en cambio algunas pequeñas acciones que quizás habíamos olvidado, el Señor nos dirá que fueron hechas para El. Será maravilloso llegar a conocer Su opinión acerca de todo esto, pero también será muy solemne.

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¡VENGO PRONTO!


 

     “¡He aquí, vengo pronto!” (Ap. 22:7, 12, 20). “El tiempo está cerca” (Ap. 22:10). No sólo aquí sino en el resto del Nuevo Testamento en general aparecen tales expresiones. En todo lugar la prometida revelación del Señor Jesucristo es representada como algo cercano, inminente, que puede suceder en cualquier momento. La impresión hecha sobre los primeros cristianos era que Cristo vendría en cualquier hora o día. Exactamente cuándo vendrá no les fue dicho en ningún lugar. Según las palabras del Salvador, no era para ellos el saber el tiempo o las sazones que el Padre puso en Su sola potestad (Hch. 1:6-7)... Debemos estar en expectación constante de Su venida en cualquier año, día y hora.
    Ciertamente no tenemos libertad para posponer ni pensar que esté lejos lo que Cristo tan solemnemente declaró como “cerca”. Con el paso del tiempo en la edad de la Iglesia, y especialmente en estos últimos días que nos han tocado vivir, cada creyente debe esperar en cualquier momento la venida de Cristo para cumplir lo que está escrito en este libro [Apocalipsis]. Él nos sacará del mundo, y comenzarán los terribles juicios que preceden Su venida y reino. La Biblia indica que no hay nada entre nosotros y ese día.


traducido y adaptado de Seiss, The Apocalypse ("Apocalipsis"), pág. 528

 

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 EL REINO VENIDERO DEL DIABLO 


     Toda la política y los gobiernos humanos son riachuelos que desembocarán en el terrible reino del diablo, el anticristo y el falso profeta, como Apocalipsis 13 profetiza.
    A los creyentes no nos preocupa esto ni la marca de la bestia, porque no estaremos en este mundo para estas cosas. El Señor Jesucristo ha prometido sacar a la iglesia – los creyentes – del mundo antes de ese horrible tiempo. En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, seremos arrebatados en las nubes, para recibir al Señor en el aire. Él nos llevará al cielo consigo, y siempre estaremos con el Señor. Pero en la tierra comenzará el tiempo de la Tribulación, el reino del diablo, y los juicios de Dios que caerán con cada vez más frecuencia sobre la tierra.
    ¡Ay de los engañados y los que no quisieron creer!, porque NO serán arrebatados en las nubes con nosotros, sino dejados atrás. Incluso habrá iglesias que se reunirán el primer domingo después del rapto, porque no son sino falsos creyentes. ¡Asegúrate! Los incrédulos NO recibirán al Señor en el aire. NO estarán siempre con el Señor, sino siempre con el diablo. Serán engañados, creerán la mentira, y serán condenados. No se convertirán, sino que se perderán.

"y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia" (2 Tesalonicenses 2:10-12).

    Éstos se quedarán en tierra, con la desdicha de vivir en un mundo sin cristianos, gobernado por el diablo y el anticristo, el hombre de pecado. ¡Qué mundo será!
    Y los juicios divinos caeran: primero siete sellos se abrirán en el cielo  y cada uno traerá un juicio a la tierra. Habrá terremotos y granizo. Luego siete trompetas se tocarán en el cielo, y cada una anunciará otro juicio que sacudirá este mundo.
    Amigo, si no eres verdaderamente creyente en el Señor Jesucristo, nacido de nuevo, salvo por la gracia de Dios, no estás preparado para el rapto, y no irás con el Señor Jesucristo. No tendrás una segunda oportunidad después durante la Tribulación, porque si no crees ahora, estarás cegado y seguirás al anticristo. Debes arrepentirte ahora, y creer en el Señor Jesucristo ahora. Hoy es tu oportunidad. Mi consejo es:

 ¡Prepárate amigo, porque en un instante Él vendrá,
y los que no estén listos quedarán! 
 
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COSAS QUE GUARDAR 
EN EL LIBRO DE APOCALIPSIS
 
Carlos Tomás Knott
 

Apocalipsis no es un libro para curiosos. Es principalmente para creyentes, y después es una advertencia a los que no creen. No habla solo del futuro, sino del Señor Jesucristo. Da a los creyentes esperanza, y además, muchas cosas que guardar. Promete bendición a los obedientes, los que guardan. Amigo, ¿eres uno? 
 
1. EL QUE LEE     (compara Neh. 8:3-8; Col. 4:16)
    ¿Lees diariamente la Biblia? ¿Cuánto tiempo dedicas a ella?
    ¿Has leído la Biblia entera, de Génesis a Apocalipsis?
    ¿Has leído el libro de Apocalipsis, y cuándo fue la última vez?
    
2. LOS QUE OYEN     (Mr. 6:20; Hch. 8:6; 10:33, ver Ez. 2:5, 7)
  ¿Prestas atención a la lectura de la Palabra de Dios?
  ¿Prestas atención durante las predicaciones o te distraes facilmente?
  ¿Qué haces para retener lo que oyes? ¿Tomas apuntes?

3. LOS QUE GUARDAN  (Ez. 33:30-33; Jn. 14:15, 21, 23-24 Stg. 1:22-25)
  ¿Sacas aplicaciones personales de la lectura de la Palabra y de los             estudios que se dan?
  ¿Qué guardas del libro de Apocalipsis?

Cosas Que Guardar (o imitar) En Apocalipsis

2:5    "Recuerda... de dónde has caído"
         "Y arrepiéntete"
         "Y haz las primeras obras"

2:7    "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias"
       (8 veces - muy importante - 2:11, 17, 29; 3:6, 13, 22; 13:9)

2:10    "No temas en nada lo que vas a padecer"
          "Sé fiel hasta la muerte"

2:16    "Arrepiéntete" (de tener en la iglesia a los que retienen la doctrina de Balaam y la de los nicolaitas)

2:25    "Lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga"

3:2    "Sé vigilante"
         "Afirma las otras cosas que están para morir"

3:3    "Acuérdate...de lo que has recibido y oído"
         "Guárdalo"
         "Arrepiéntete"

3:11    "Retén lo que tienes"

3:18-19  Consejos de Cristo:
     "Que de mi compres":
        1. "Oro refinado en fuego"
        2 "Vestiduras blancas"
    "Y unge tus ojos con colirio"
    "Sé... celoso, y arrepiéntete"

* Cristo llama a 5 de las 7 las iglesias a arrepentirse en Cc. 2-3. En cambio, en 9:20-21 y 16:8-11 y 21 los del mundo no se arrepienten, a pesar de los grandes juicios de Dios.

Cc. 4-5   La adoración de Dios y del Cordero

5:8; 6:9-11; 8:1-5 Las oraciones de los santos

14:7    "Temed a Dios"
           "Dadle gloria"
           "Adorad"

15:1-4    Cantar cánticos celebrando los justos juicios de Dios

18:4    "Salid de ella, pueblo mío"  – la separación

18:20    "Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos, apóstoles y profetas"

19:5    "Alabad a nuestro Dios todos sus siervos y los que le teméis"

19:7    "Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria"

19:10    "Mira, no lo hagas" – no adoremos a ángeles ni les                        rindamos culto 
  "Adora a Dios" (22:9)
 
22:11    "El que es justo practique la justicia todavía"
             "El que es santo santifíquese todavía"

22:17    “Ven” (¿dicho al Señor o a los inconversos?)
             "Venga... y... tome del agua de la vida"
                       
22:20    “Amén” (así sea)
             “Sí” (afirmación)
            “Ven, Señor Jesús” (invitación, de los que aman Su venida; 2 Ti. 4:8)   

EL TIEMPO ESTÁ CERCA (22:10)
Sal. 90:12    “enséñanos de tal modo a contar nuestros días...”
Ro.13:11-12    “conociendo el tiempo...la noche está avanzada”
1 Co. 7:29    “el tiempo es corto”
Ef. 5:16        “aprovechando bien el tiempo... los días son malos”
Stg. 5:7-9    “el juez está delante de la puerta”
1 P. 4:7        “el fin de todas las cosas se acerca”
Ap. 1:1        “deben suceder pronto”
Ap. 1:7        “he aquí que viene”
Ap. 22:7    “¡He aquí, vengo pronto!”
Ap. 22:12    “He aquí yo vengo pronto”
Ap. 22:20    “Ciertamente, vengo en breve”
           
¿Cuándo piensas hacer caso de la Palabra de Dios, y ser un creyente obediente, si no hoy?


¿Cuándo piensas arrepentirte y creer el evangelio, si no hoy?


¿Cuándo piensas obedecer y guardar la Palabra de Dios?


¿Cuándo tomarás en serio a Dios y Su Palabra?

“No te jactes del día de mañana, 
porque no sabes qué dará de sí el día” 
Proverbios 27:1 

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¿Cristo o el Purgatorio?
 

“Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.  Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor; que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,  nació de Santa María Virgen;  padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos;  subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo; la Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos; el perdón de los pecados,  la resurrección de la carne;  y la vida eterna. Amén”.
 
Así confesaba yo el Credo como todo buen católico. Sí, mis padres me criaron en la Iglesia Católica, y siempre aseguraban que nunca me ausentara de mis clases de catequismo y que entendiera todas las ordenanzas, especialmente la celebración de la misa. De todas las enseñanzas de nuestra iglesia, la única que me molestaba tenía que ver con el purgatorio. Como todos los miembros de mi familia, tenía miedo terrible de lo que mi alma experimentaría después de la muerte.
    Cuando tenía como treinta años notaba un cambio en mis padres. Parecía que ya no temieron la muerte como antes. No iba a confesión ni a misa, sino asistían a un lugar donde cantaban y luego escuchaban a alguien predicar sobre la Palabra de Dios. ¡Me parecía bien extraño, que les extraviaba esa otra religión, que les desviaría del camino correcto, el de siempre, y que habían perdido interés en su estado eterno! No podía entender esto, porque sabía que nadie puede entrar en el cielo sin tener sus pecados limpiados.
    Cuando les relaté mi preocupación, me aseguraron que eran cristianos más que nunca, que creían en Dios y el Señor Jesucristo y que habían hallado la salvación eterna. Me dirigieron a la Palabra de Dios y lo que dice acerca de cómo limpiarme de mis pecados. Empecé a leer el Antiguo Testamento. Hallé que el Salmo 65:2-3 dice: “Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne. Las iniquidades prevalecen contra mí; mas nuestras rebeliones tú las perdonarás”. Salmo 79:9 dice: “Ayudanos, oh Dios de nuestra salvación, por la gloria de tu nombre; y libranos, y perdona nuestros pecados por amor de tu nombre”. Estos versículos no dicen que hay un purgatorio ni dónde está, pero sí, dicen que es Dios quien nos limpia de nuestros pecados.
    Proverbios 16:6 dice: “Con misericordia y verdad se corrige el pecado”. Este versículo implica que la limpieza del pecado es un acto de misericordia divina e involucra el entendimiento de la verdad. En Isaías 6:5-7, el profeta reconoce sus pecados y exclama: “Ay de mí”. Después un ángel de Dios tocó su boca con un carbón tomado del altar de Dios. Le dijo: “He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”. Ese mismo día y momento los pecados de Isaías fueron limpiados.
    Notamos que estos versículos no dicen nada de ningún lugar llamado “purgatorio”, donde sufrimos por nuestros pecados. Así que luego miraba en el Nuevo Testamento, y llegué a Hebreos 1:3 que dice que Jesucristo limpió nuestros pecados antes que ascendió al cielo. Puesto que Jesucristo es Dios, es el que en los Salmos perdona nuestros pecados. Pero nada dice de un purgatorio.
    Fue entonces que descubrí algunos versículos que abrieron mi entendimiento. 1 Pedro 2:24 dice: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero para que nosotros estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”. Mientras que Jesús fue clavado en la cruz, Dios extendía Su mano para cargar nuestros pecados sobre Su Hijo, y luego le castigó en nuestro lugar. Fue entonces cuando mis pecados y los tuyos fueron limpiados, sobre la cruz del Calvario. El Señor Jesucristo experimentó la ira y el juicio de Dios contra nuestros pecados, e hizo todo lo necesario para “purgarnos”, al morir como nuestro Sustituto.
    ¿Está de acuerdo el resto de la palabra de Dios con esta idea? En Efesios 2:8-9 leemos: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras para que nadie se gloríe”. Volviendo a Proverbios 16:6 entendemos que la limpieza de pecados viene a través de la obra de Cristo, la misericordia de Dios y nuestro entendimiento y fe en la verdad del evangelio. Evitamos la ira de Dios al confiar en el Señor Jesucristo como nuestro Salvador, y así experimentamos la gracia de Dios. Nunca ha sido el propósito de Dios que suframos para expiar nuestros pecados – de hecho eso es imposible. “En ningún otro hay salvación” dijo el apóstol Pedro (Hechos 4:12).
    Entonces, ¿cómo podemos aprovecharnos de la misericordia y la gracia de Dios? Solamente dos requisitos son mencionados a través de todo el Nuevo Testamento. Son resumidos en Hechos 20:21 donde dice: “Arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo”.
    Cada vez que asistía a la confesión, tenía una actitud penitente, pero eso no es lo mismo que el arrepentimiento. La penitencia es una emoción. El arrepentimiento es un cambio en la forma de pensar y actuar. Los penitentes vuelven a sus pecados y a la confesión buscando absolución porque no están libres de la esclavitud al pecado. Cristo dijo: “todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”. Lo que necesitaba no era absolución sino perdón y libertad – una vida nueva. “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (S. Juan 8:36). Eso no lo promete la iglesia, porque los sacerdotes y sacramentos no pueden darlo.
    Mi problema, como todo buen católico, era que mi fe descansaba en la iglesia y sus sacramentos,  no única y exclusivamente en la Persona y obra de Jesucristo. Solo Él puede limpiarnos de nuestros pecados, pero no cuando repartimos nuestra fe entre Él, la Iglesia, los sacramentos, los santos, nuestras obras, etc. Tenía que aprender que no así es la salvación. Al fin hice como el Rey David en Salmo 51:1-10, me confesé pecador y confié en Jesucristo mi Sustituto que sufrió por mí en el Calvario, para que me salvara. Abandoné toda confianza en sacramentos y obras, y confié en el Señor Jesucristo, y Él me salvó.
    Ahora sé la verdad de Romanos 5:9, “estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira”. También he entendido la verdad de 1 Corintios 15:55-57, “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Ahora, como creyente, no tengo ninguna razón de temer la muerte y lo que venga después.
    Amigo, si todavía sientes el peso del pecado y temes el juicio de Dios, debes hacer lo que yo hice. Entonces experimentarás el gozo de saber que todos tus pecados son perdonados, y al venir la muerte tu alma será llevada directamente al cielo. Para siempre estarás con el Señor.
    “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo, porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-10). La única forma de recibir perdón y limpieza del pecado es por medio de la fe en el Señor Jesucristo como único y suficiente Salvador.
                        P. K. adaptado


 


martes, 22 de septiembre de 2020

EN ESTO PENSAD - septiembre 2020

 LA VOZ DE IGNACIO




    Durante cuatrocientos años Israel estaba bajo el liderazgo de los hombres llamados “jueces”. Dios los levantó para librar a Israel de sus enemigos y proveer un liderazgo nacional. Pero la nación era principalmente una sociedad igualatoria, de agricultores y ganaderos en pueblos pequeños gobernados por ancianos locales. No había un gobierno nacional centralizado.
    Samuel era un buen juez, y visitaba varios pueblos (1 S. 7:16). Pero cuando envejeció era obvio que sus hijos no eran del mismo calibre. El pueblo estaba inquieto, y confrontó a Samuel. “He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1 S. 8:5). Eso le desagradó, pero el Señor le instruyó a conceder la petición de ellos. Sin embargo, debía advertirles acerca del precio de un gobierno centralizado. El rey demandaría impuestos y habría servicio militar obligatorio para los varones. El Señor dijo: “A mi me han desechado, para que no reine sobre ellos” (1 S. 8:7).
    Así que, Israel pasó de una confederación poco definida de pueblos y villas, a tener un fuerte gobierno central bajo un rey. Cambió de un gobierno divinamente dado a un rey hereditario con poderes arbitrarios. Ese reino unido comenzó con Saúl.
    Durante el siglo I d.C. las iglesias eran congregaciones autónomas guiadas por los ancianos de la localidad (Hch. 14:23). Los lazos entre las iglesias eran espirituales, no organizacionales. Algunos obreros llevaban a cabo un ministerio itinerante entre ellas (1 Co. 3:5-9). Se ocupaban de la evangelización y la enseñanza. El establecimiento de iglesias nuevas tenía alta prioridad. En su ministerio esos hombres fortalecían los lazos espirituales entre las iglesias y animaban la obra de Dios.
    Pero al principio del siglo II se escuchaba una voz clamando por un fuerte liderazgo central en cada iglesia, un “obispo”. Ignacio de Antioquía (35-110 d.C.) opinaba que la pluralidad de ancianos producía debilidad a la hora de tomar decisiones y mantener la doctrina ortodoxa. Escribió:
 “Conviene, por lo tanto, que seáis obedientes a vuestro obispo y que no le contradigáis en nada” (Epístola a los Magnesios).
    La voz de Ignacio y otros prevaleció. Los siglos II y III vieron un cambio completo en el gobierno de las iglesias locales, de un presbiterio de hombres iguales a un “obispo” (anciano principal) sobre un grupo de ancianos subordinados. Como en los tiempos de Israel, habían seguido el clamor por un líder fuerte.
    Pasaron siglos, y cerca del año 1825 comenzó un movimiento del Espíritu de Dios en Gran Bretaña y otros países, impulsando a muchos creyentes devotos a volver a la sencillez de la iglesia primitiva. Se enfatizaba la unidad del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Lamentaban las distinciones y divisiones de las denominaciones.
    El sacerdocio de cada creyente (1 P. 2:5) fue proclamado de nuevo y practicado con sencillez y espontaneidad en la Cena del Señor. Se enfatizaba la soberanía del Espíritu para dar dones y guiar a Su pueblo. Varios hermanos compartirían la enseñanza (1 Co. 14:26-27).
    Abandonaron la jerarquía compleja del gobierno eclesial en las denominaciones. Cada grupo era autónomo. Muchas asambleas comenzaron a funcionar bajo la guía de hermanos locales reconocidos informalmente como ancianos. El patrón del Nuevo Testamento fue alzado como el modelo a seguir también en nuestros tiempos.
    Durante  los siguientes cien años siguieron esos principios sencillos. Un gran surgimiento de actividad misionero llevó el movimiento alrededor del mundo. Los misioneros funcionaban bajo el principio de fe, sin salarios ni promesas de apoyo. Un alto nivel de espiritualidad caracterizaba la obra.
    La estructura sencilla de tales asambleas les ayudó a crecer y reproducirse en otros lugares, aun bajo circunstancias adversas. Aun bajo los gobiernos dictatoriales como los de Mussolini, Hitler y Franco, la obra se arraigó profundamente. Bajo el ateismo y la opresión de estados comunistas la obra florecía y se multiplicaba. Las iglesias caseras en China dan testimonio elocuente a lo práctico que son los principios del Nuevo Testamento.
    Pero ahora, a finales del segundo siglo de ese movimiento, es alarmante oír de nuevo la voz de Ignacio. El gobierno por ancianos es considerado débil e ineficaz. Las grandes iglesias denominacionales contratan hombres aptos y con carisma que acaban dominando el escenario, y tienen mucho éxito. De ese modo un solo hombre decide cómo van a ser las cosas, y ya está. Aunque consulte con otros para quedar bien, realmente él gobierna. Algunas iglesias que antes seguían el patrón sencillo del Nuevo Testamento, ahora miran con añoranza a estas estructuras masivas y fuertes, y desean emularlas.
    Uno de los ancianos de una asamblea escribió insistiendo firmemente en la necesidad de hacer lo siguiente:
1. Aceptar el principio de un Pastor-Anciano      
    Principal.
2. Pedir que Dios levante a uno para liderar así.
3. Seguir y apoyar a ese Pastor-Anciano Principal que Dios            levanta.
    ¿Qué es esto? ¡Es la voz de Ignacio de nuevo, señalando la necesidad de un hombre fuerte como líder oficial en la iglesia! A ese hombre Ignacio le llamó: “el obispo” o “sobreveedor”. Pero no importa si le llaman “obispo”, “pastor-anciano principal”, “pastor-maestro”, “anciano-maestro” o algo parecido, pues el concepto es el mismo.  Es ingualmente inapropiado que un misionero se quede como “el anciano” o “el pastor” de una iglesia en lugar de reconocer ancianos. Puede alegar que los hermanos nacionales no están preparados, pero es su responsabilidad prepararlos y seguir el patrón bíblico.
    Si otros lo han hecho sin saber mejor, esto no nos disculpa para que sigamos su ejemplo en lugar del patrón que Dios ha dado. Semejante desliz de la sencillez del Nuevo Testamento abrirá las puertas a una inundación de modificaciones y cambios pragmáticos en otras áreas.
    Las asambleas de nuestros tiempos deben decidir si van a seguir el patrón bíblico de la iglesia primitiva, o adoptar los métodos expedientes de la sabiduría humana. Pablo dijo: “Esto te escribo...para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Ti. 3:14-15). ¿Estamos preparados para las consecuencias de rechazar tal enseñanza e irnos por un camino de nuestra elección?


Capítulo 2 de LA IGLESIA PRIMITIVA, por Donald Norbie
disponible en Libros Berea, ministerio de la Asamblea Bíblica
 
https://berealibros.wixsite.com/asambleabiblica/libros
 
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HONRAD AL HIJO

Es un mandamiento de Dios. He aquí cuatro razones por las cuales el Padre espera que todos honren al Hijo:            
 
1. El Padre le ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo (Juan 5:26). El Padre señala en Su Hijo la más grande señal de Su deidad: el existir por sí mismo. No sólo el Padre existe por sí mismo, sino también el Hijo. Esto significa que el Hijo no depende de otro para Su existencia. Es eterno como el Padre. No hay ángel ni otro ser creado que sea así. Juan 1:4 afirma: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Cristo declaró: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Jn. 14:6)..
 
2. Todo lo que el Padre hace lo hace el Hijo igualmente (Juan 5:19 b). Nadie más puede decir esto, y sobre todo ningún ser humano. Así como el Padre creó el mundo y gobierna el universo, y sustenta todas las cosas con Su poder, así también hace el Hijo. Este varón, Jesús de Nazaret, que fue menospreciado en las calles de Israel, es Dios hecho hombre, y aunque encarnado así, todavía andaba en perfecta comunión con el Padre. En Juan 10:30 dijo: “Yo y el Padre uno somos”.
 
   3. El Hijo tiene autoridad de dar vida a los muertos que Él quiere (Juan 5:21). Al resucitar a Lázaro, no tenía que preguntar si podía hacerlo o no, porque tenía autoridad para dar vida a los muertos. Sin embargo, oró al Padre porque todo lo hacía en comunión perfecta con Él.  Así en todos los casos en que Él resucitó a muertos, y en los casos de los incontables muertos que resucitarán en el futuro. Llegará un momento en que la voz del Hijo de Dios se oirá, (no la del Padre ni del Espíritu) y su sonido será tan potente que alcanzará a todos los que están en los sepulcros. "Los muertos oirán" la poderosa voz del Hijo de Dios, y saldrán.
 
4. El Hijo tiene autoridad para juzgar (Juan 5:22, 27). "Todo el juicio dio al Hijo". Todo el juicio que se realizará en el futuro, sobre toda la humanidad – creyentes e incrédulos, grandes y pequeños, reyes y vasallos – será por el Señor Jesucristo, el Hijo eterno de Dios. El Salmo 50:6 declara que “Dios es el juez”, y el Señor Jesucristo es el Juez porque es Dios .

     ¡No nos postremos ante vírgenes, santos, crucifijos o altares! Postrémonos todos delante de Él - el Señor Jesucristo - reconociendo que es igual a Dios, uno con el Padre, la resurrección y la vida, y el Juez eterno. En Jesucristo reposa todo el poder, la divinidad, la gloria y la excelencia de la deidad. ¡Es digno de nuestra adoración y honra! ¡Es digno de nuestra obediencia, porque Él es Dios!
 
"Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,  10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;  11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Filipenses 2:9-11 

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¿Qué hay después de la muerte?
 

“Perecerá el hombre, y ¿dónde estará él?” (Job 14:10). “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14). Si quieres saber qué hay después de la muerte, pregunta a Dios, porque Él lo declara en la Biblia.

¿Dónde Estará Él?
    Jesucristo enseña que hay dos destinos. Al ladrón arrepentido y creyente le dijo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). El único destino bueno es estar con Cristo, pero no estará con Él ninguno que no haya creído en Él durante esta vida. “Con Cristo” no es un destino universal de todos después de la muerte. No estará con Cristo en la ultratumba nadie que no quiso estar con Él en esta vida. “El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). El apóstol Pablo declaró que partir y estar con Cristo es muchísimo mejor (Filipenses 1:23). Pero si no te has arrepentido de tus pecados y confiado en Cristo para salvación, no estarás con Él, ni estarás muchísimo mejor, sino muchísimo peor.
    El único otro destino es el de los incrédulos, los no nacidos de nuevo, los que no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Lucas 16:23 describe la muerte de un inconverso: “en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos”. Por mucho que digan de los muertos cosas como “ya no sufre” y “está en un lugar mejor”, es mentira y falsa esperanza para los que no creen en el Señor en esta vida. El Hades es la antesala del infierno, donde están detenidos en tormentos hasta el día del juicio del Gran Trono Blanco. Ahí los libros serán abiertos y los muertos serán juzgados, condenados y lanzados al lago de fuego.
    En uno de esos dos lugares estarás tú, dependiendo de tu actitud hacia Cristo y tu respuesta al evangelio. “Nadie viene al Padre sino por mí” declaró Jesucristo.    

¿Volverá A Vivir?
    Ya hemos contestado esta pregunta, pero para enfatizar la verdad, considera Hebreos 9:27. “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto, el juicio”. Después de la muerte viene el juicio. Todos resucitarán, unos para vida eterna y otros para vergüenza y confusión perpetua (Daniel 12:2). ¿Dónde estarás?
    Hay dos lugares eternos: el cielo y el infierno. El cielo es para siempre, y todo creyente en el Señor Jesucristo estará ahí. El infierno – lago de fuego – es para siempre, y todo pecador incrédulo y rebelde estará ahí.
    No hay más opciones. Dios no quiere que ninguno perezca, pero muchos perecerán porque no creen a Dios. No quieren arrepentirse ni confiar en el Señor Jesucristo para perdón y vida eterna. Los tales no se salvarán y la culpa es suya. Dios contesta las grandes preguntas acerca de qué hay después de la muerte. Tu muerte está establecida. Pero de ti depende si estarás mejor o peor después de morir. ¿Quieres ser salvo por el Señor Jesucristo o quieres ir a juicio ante Dios por tu cuenta?
 
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 Pastores y Siervos



K. T. C. Morris, Southampton, Reino Unido

     Cuando Pablo y Bernabé hicieron su segunda visita a las iglesias nuevamente formadas en Asia Menor, constituyeron ancianos en cada iglesia, y luego Pablo dejó a Tito en Creta para que hiciera lo mismo. Evidentemente era necesario que los nuevos discípulos, y en estos casos esto significaba toda la asamblea, necesitaban ver designados para ellos aquellos hombres a quienes debían seguir, y quienes por su carácter y conducta eran dignos de ser seguidos (Tit. 1:5; Hch. 14:23).
    Una sucesión de ancianos oficialmente designados es algo que no aparece ni es sugerido en ningún lugar en la Escritura. Un hombre es hecho anciano (obispo) por el Espíritu Santo (Hch. 20:28), no por otros hombres. Mucho daño ha sido hecho por los que, creyendo en su autoridad, llegan a un lugar y "nombran" ancianos a hombres que el Espíritu Santo no ha preparado. Éstos usurpan la obra del Espíritu. La cuestión surge, entonces: ¿cómo hemos de saber cuáles de los hombres son obispos?

Características De Los Obispos-Ancianos

    Para que no hiciera nada con parcialidad, Tito fue instruido sobre  lo que Dios requiere del hombre que es digno de ser reconocido entre los creyentes como anciano. Para que nosotros tampoco nos equivoquemos en esto, las instrucciones dadas a Tito han sido preservadas para nosotros. Podemos, entonces, saber hoy en día a quiénes debemos reconocer como obispos.
    No es suficiente que tal hombre sea creyente que lleve años en el Señor. Job 32:9 observa que "No son los sabios los de mucha edad, ni los ancianos entienden el derecho". Necesita más que años.
    Es necesario que sea: “irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía”.
    Es necesario que sea: “irreprensible, como administrador de Dios, no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel...para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”.
    A Timoteo se le instruye que es necesario que el obispo sea: “apacible... que gobierne bien su casa... (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito... también es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera...” Dios nos instruye que cada uno de estos requisitos es absolutamente necesario en la vida del que es reconocido como obispo-anciano. No tiene que ser perfecto, pero sí tiene que ser un hombre sin manchas de carácter (Tit. 1:5-11; 1 Ti. 3:1-7).
    Un verdadero “anciano”, entonces, es un hermano de carácter maduro, y tiene buen conocimiento bíblico y además, la sabiduría adquirida a través de experiencia. No es meramente uno que ha sido creyente durante muchos años o que lleva más años en Cristo que otras personas, sino más bien que espiritualmente se ha desarrollado más que sus compañeros. No es un novato, ni un autodidacta, sino que en la iglesia ha recibido enseñanza (Tit. 1:9), ha aprendido y muestra fidelidad.
    Una consideración de Hechos 20:17, 28; 1 Timoteo 3 y Tito 1:5-7 demuestra que tales guías del pueblo de Dios son llamados tanto “ancianos” como “obispos”. La palabra “anciano” indica su carácter. “Obispo” indica su trabajo. No existe ninguna razón por la que la palabra episkopos, a veces traducido por “obispo” en versiones comunes, no sea traducida siempre “sobreveedor” como es en Hechos 20. “Sobreveedor” comunica bien el significado, pero no es así con la palabra “obispo” debido a su uso religioso.

La Estima De Los Que Trabajan Entre Nosotros

    Los hombres descritos en los párrafos anteriores deben ser reconocidos como el liderazgo espiritual de la asamblea. Ellos deben ser tenidos en alta estima por causa de su obra (1 Ts. 5:13). Su autoridad es derivada, no de haber sido reconocidos como oficiales, sino debido a la habilidad espiritual que ha sido desarrollada en ellos. Es razonable que los que cuidan de los santos y trabajan entre ellos, deben ser respetados y apoyados por causa del servicio que ellos rinden gratuitamente y de buena voluntad.
    Pero el ser humano es por naturaleza ingrato, voluntarioso y rebelde. En él siempre hay una tendencia grave a despreciar el gobierno (2 P. 2:10). Debido a esto, Dios se mueve en Sus siervos para que apelen a nosotros de esta manera: “Hermanos, ya sabéis que la familia de Estéfanas es las primicias de Acaya, y que ellos se han dedicado al servicio de los santos. Os ruego que os sujetéis a personas como ellos, y a todos los que ayudan y trabajan” (1 Co 16:15-16). Y de nuevo: “Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros” (1 Ts. 5:12-13). Y otra vez: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (1 Ti. 5:17-19). En todos estos pasajes la palabra “trabajar” aparece, y cuanto más trabajo haga, más deben los santos honrar al obrero. Los que ministran eficazmente la Palabra de Dios para edificación, los que visitan a los enfermos, los que amonestan a los ociosos, los que alientan a los de poco ánimo, los que sostienen a los débiles, y los que son pacientes para con todos, deben ser tenidos en alta estima por los santos, y deben ser apoyados con sus oraciones, y cuando sea necesario, sus bienes materiales (Gá. 6:6).
    A lo largo del Nuevo Testamento el énfasis está puesto, no sobre un “oficio” de sobreveedor, sino sobre su trabajo. El verdadero obispado es trabajo duro. Significa darse en hospitalidad a los pobres, consolar a los afligidos, exhortar a los ociosos, restaurar a los errantes, instruir a los ignorantes, y luchar en intercesión por todos. El Nuevo Testamento claramente llama al rebaño a someterse a los tales. “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta” (He. 13:17).

El Reconocimiento De Los Sobreveedores

    Entonces, hay dos preguntas que los santos deben considerar antes de reconocer a un hermano como anciano. En primer lugar: ¿hace el trabajo del pastoreo? Y segundo: ¿reúne los requisitos bíblicos en cuanto a su carácter y su vida en familia?  Debe ser conocido y honrado solamente debido a su propio estado y trabajo espiritual. Los santos seguramente deben reconocer a los hombres que así se recomiendan, hombres que, por su vida irreprochable y el carácter pastoral de su ministerio, han sido obviamente puestos en la asamblea por el Espíritu Santo como obispos. Los a quienes los obispos cuidan, deben reconocer felizmente en el Señor, y no a regañadientes, el liderazgo espiritual de estos hombres piadosos. En los tiempos de los apóstoles había en cada asamblea un grupo de obispos claramente distinguido entre los santos, a los cuales los santos podían consultar con toda confianza. (Ver Hechos 20; Fil. 1:1; 1 Ti. 4:14; Stg. 5:14).
    Ni siquiera uno de los pasajes que hemos nombrado hace referencia a un obispo como un solo hombre que actúa en la iglesia. La Escritura siempre contempla a más de un obispo en cada iglesia. En Creta tenía que haber un número de ancianos en cada ciudad, y de mismo modo en Filipos había una pluralidad de ancianos y diáconos. Nunca leemos en el Nuevo Testamento de un “hermano principal” o “familia principal” en una asamblea.
    Por otra parte, la Escritura nunca sugiere reuniones juntas de los ancianos que representan un número de asambleas, aunque hay muchas indicaciones de comunión activa entre las asambleas en el tiempo del Nuevo Testamento. Los ancianos de Tiatira no fueron dirigidos a consultar con los ancianos de Esmirna, ni tenían que buscar su apoyo o acuerdo, antes de tratar con Jezabel. Esto hubiera disminuido el sentido de la responsabilidad de cada asamblea local ante el Señor. Los congresos evangélicos o comités regionales de ancianos pueden parecernos distintos a la jerarquía católica romana, pero francamente carecen de apoyo en las Escrituras, y son peligrosos, porque son el primer paso en el desarrollo de tales sistemas.



Pastores y Siervos, Libros Berea
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EN ESTO PENSAD agosto 2020

 La Gimnasia Intelectual


“Profesando ser sabios, se hicieron necios” (Ro. 1:22)
 

La Biblia testifica que los hombres, a pesar de su conocimiento de Dios, cometieron el suicidio espiritual: “cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador” (Ro. 1:21-25). Aunque esos versos hablan de algo que sucedió en el pasado, la verdad es que hoy sucede. ¡Se suicidan espiritualmente! Realmente creen que el universo vino de un “big bang” y que el ser humano, finito y pecaminoso, puede solucionar los problemas del mundo y traer una nueva era de paz y seguridad mundial. Pero la Biblia advierte claramente que no será así, pues “...cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán” (1 Ts. 5:3).
    Desafortunadamente la insensatez espiritual no se limita a los del mundo. Muchos evangélicos, aun personas de “las asambleas”, juegan a la gimnasia intelectual con las Escrituras. Adoptan el rumbo mundano de nuestra época, ignoran las Escrituras como si no tuvieran relevancia, o las desvirtuan con sus propios razonamientos. Enfatizan la “libertad cristiana” y la usan como excusa para disfrutar el mundo y todos sus placeres. Aun introducen conceptos y prácticas del mundo en las iglesias para ponerse la día, y así supuestamente alcanzar a los del mundo.
    Vemos claramente esa gimnasia intelectual en la campaña liberal y feminista para la “igualdad de la mujer en la iglesia”, o como dijo un misionero inglés en España, "para potenciar el ministerio de la mujer". Muchos líderes eminentes se han manifestado a favor de grupos como “Cristianos A Favor De La Igualdad Bíblica”.  Ese nombre engaña, porque en realidad los del grupo promueven enseñanzas y prácticas no bíblicas. Juegan a la gimnasia intelectual con Gálatas 3:28, “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. Deducen que no hay cabeza en el matrimonio, la familia o la iglesia. Si fuera verdad, no solamente los hombres y las mujeres tomarían parte igual en el matrimonio y la iglesia, sino también los niños serían iguales con sus padres.   
    Esa organización presentó sus ideas en la revista Christianity Today (“El Cristianismo Hoy”, Abril 1990). Enseña que el liderazgo del varón sobre la mujer fue resultado de la caída y no es válido para creyentes. Pero 1 Timoteo 2:12-13 nos hace ver el fallo de esa enseñanza. Su publicidad llama a las mujeres a involucrarse en “el cuidado pastoral, la enseñanza, la predicación y la adoración”. No es el propósito de este artículo responder a todos esos errores, sino solo señalarlos y advertir que tales ideas entran en las asambleas mediante las escuelas bíblicas, los pastores, las organizaciones paraeclesiales, las reuniones de mujeres, los campamentos y retiros para jóvenes universitarios, etc. El razonamiento más común entre todos ellos es el argumento cultural, aunque carece de base bíblico. Traen sus suposiciones y predisposiciones a la Biblia como lentes que distorsionan la vista y no permiten que uno crea simplemente lo que ella dice. Sus argumentos complicados dependen de razones extra-bíblicas, porque no están en las Escrituras. Pocos vigilan lo que es enseñado en esos grupos. Los ancianos no asisten para oír y si es necesario corregir. Así la mala doctrina puede entrar y obrar como levadura. Cambiando de figura, los que asisten a los estudios de esos grupos o escuelas, salen con la mente contaminada.
    Quizás lo más espantoso sea que de más de doscientas personas que firmaron manifestando su acuerdo con las declaraciones de este grupo, aparecieron apellidos conocidos como: F.F. Bruce, Cole, Davids y Liefeld, que eran evangélicos conocidos en las asambleas de Norte América e Inglaterra. También están otras “eminencias evangélicas” como Stuart Briscoe, Antonio Campolo, William Hybels y otros.
    Está claro que esos hombres y mujeres no usan bien la Palabra de verdad (2 Ti. 2:15). No distinguen entre la posición del creyente bajo la gracia de Dios, y la función del cristiano bajo el gobierno de Dios, en la iglesia, el matrimonio y el hogar. Su texto favorito, Gálatas 3:28, está en la epístola que trata nuestra posición bajo la gracia de Dios, donde es absolutamente verdad que en Cristo todos somos iguales. Sin embargo, otras escrituras enseñan nuestra función como creyentes, y dan un orden que observar y seguir en el hogar y también en la iglesia. Este orden divino incluye papeles distintos para los hombres y las mujeres (1 Co. 11:3; 14:34-35; Ef. 5:22-25; 1 Ti. 2:11-14).
    Tristemente, el feminismo mundial y cada vez más iglesias descartan el orden que Dios estableció, llamandolo: “progreso”, “crecimiento” o “madurez”. Pero en realidad es una señal clara del fracaso. Los hombres fracasan respecto al liderazgo que debieran tomar, y las mujeres fracasan porque se rebelan contra el lugar y la función importante que la Biblia las asigna. En estos postreros tiempos cuesta mucho ser fiel a la Palabra de Dios cuando muchos  "evangélicos" la abandonan y no se someten a ella (Ap. 3:8). Procuremos con diligencia presentarnos a Dios aprobados, no teniendo de qué avergonzarnos, usando bien la Palabra de verdad, y persistiendo en ella (2 Ti. 2:15; 3:14).

                  Steve Hulshizer, de un artículo en MILK & HONEY (“Leche Y Miel”), Nº 7, en julio de 1992. Han pasado 18 años y el problema es peor hoy que entonces. 

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¿Hay Obispos Sobre Las Iglesias?


En la iglesia católica romana existe una jerarquía bien definida:


    Pero en las iglesias neotestamentarias no hay nada similar. No hay Papa, sino Cristo. No hay cardenales, ni obispos. Todos los creyentes son sacerdotes y entre ellos, no sobre ellos, hay hermanos ancianos y otros que son diáconos. No hay religiosos ni laícos. Esto es todo. Sobre las iglesias locales está Cristo, nadie más. El que anda en medio de las iglesias es Cristo, no ningún hombre como obispo. Pero hoy hay hombres que quieren controlar a todas las asambleas de su zona o departamento. Están usurpando el lugar del Señor Jesucristo. No importa cuánto saben ni cuánto dinero tienen. No cedamos a los hombres el lugar de Cristo. No hay nadie entre las iglesias locales y el Señor. Recordemos la visión del apóstol Juan en Apocalipsis 1:13-16. 


"y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplan
dece en su fuerza".

    Los hombres que intentan andar como señores en medio de las iglesias son usurpadores. Por ejemplo, un hermano anciano en una iglesia en una ciudad no tiene ninguna autoridad sobre otras iglesias. Si hay varias otras iglesias en su localidad, él no manda en ninguna de ellas. No puede poner ni quitar ancianos en ninguna. Ninguna federación ni asociación tiene poder ni autoridad bíblica para mandar a las iglesias. La Palabra de Dios no reconoce a tales jerarquías. No hay obispos, cardenales ni papa en las asambleas. Si un hombre quiere actuar así, debe ser parado, como las palabras de 2 Crónicas 26:18, "No te corresponde a ti". 

                                         Carlos

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La Autonomía y el Señorío de Cristo
 

    Cada iglesia local es autónoma delante del Señor. No es gobernada por ninguna otra iglesia, grupo de iglesias, consejo de hombres, asociación de iglesias ni nada parecido. Pero sí es gobernada por el Señor Jesucristo.
    La autonomía es respecto a otras iglesias y hombres, pero ninguna iglesia es autónoma en el sentido de hacer lo que quiere, sino que todas deben someterse y obedecer al Señor de las iglesias. Mira en Apocalipsis 1:13-16 y recuerda quién está en medio de los siete candeleros que representan a las iglesias. ¿Quién se encarga de gobernar, animar y castigar a las iglesias según su comportamiento? Es el Señor Jesucristo.
    Él mismo dice: "¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?" (Lc. 6:46). Cristo gobierna cada iglesia local, incluso gobierna a los ancianos. Su Palabra es la guía y autoridad, Sus mandamientos deben ser obedecidos. Ninguna iglesia verdadera se libra del señorío de Cristo. Y Cristo nos manda qué hacer con los que lo intentan (Ro. 16:17-18). 

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¡Hay Que Cambiar!


En todas partes del mundo la gente demanda cambios. Seguramente hacen falta, como en los tiempos de Juan el Bautista. Pero ¿qué tipo de cambios? En el día lúgubre de Juan, él vino predicando la Palabra de Dios. ¿Cuál era el mensaje de Dios por medio de él?
    ¿Era el cambio de mejores salarios? ¿Esto remediaría la situación? Consideramos si todos los sindicatos, los grupos de presión y las huelgas han solucionado hoy todos nuestros problemas. La gente hoy gana más que nunca en la historia, y en algunos países también hay ayudas del gobierno. Pero en lugar de estar contentos, demandan más. El dinero no soluciona los problemas, pero el amor al dinero es raíz de todos los males.
    ¿Era el cambio de mejor gobierno? Si derrocas a un hombre pecaminoso y pones a otro pecador en su lugar, ¿qué provecho hay en esto?
    ¿Debían efectuar cambios a través de la desobediencia civil? ¿Ayudarían las marchas, protestas y los enfrentamientos? ¿Deberían tomar las carreteras y paralizar a sus ciudadanos para presionar al gobierno? ¿Qué realmente conseguirían así?
    ¿Y si lucharon para efectuar cambios por medio de mejor educación? ¿Esto ha menguado la población de nuestras prisiones, o solo son criminales con más conocimientos? ¿Son las escuelas y las universidades lugares de gran moralidad e integridad, o de lo contrario?
    ¿Predicaba el cambio violento de una revolución con armas y bombas? ¿Puede un masacre, un baño de sangre, lavarnos de nuestros pecados?
    A todo esto la respuesta es un “¡NO!” enfático. Juan el Bautista predicó el arrepentimiento personal, no esas otras cosas. El cambio necesario entonces y hoy no es del hombre externo o las condiciones externas. ¡Es necesario un cambio de corazón! La naturaleza de todo ser humano está contaminada con el pecado, “por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Cristo declaró que el mal está en el corazón: “Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:20-23). ¡El problema está en el corazón!
    Ni la política, ni la educación, ni la religión, ni el dinero ni la filosofía  cambian el corazón del hombre. Solo Dios puede hacer esto. Él obra en los que se arrepienten y confían en el Señor Jesucristo que murió por sus pecados, resucitó y vive en el poder de una vida indestructible. Cristo con gran poder salva y socorre “a todos los que por él se acercan a Dios” (Hebreos 7:25).

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 PREPÁRATE PARA
EL TRIBUNAL DE CRISTO 
(II)


viene del número anterior


Texto: Romanos 14:10-12  "...todos compareceremos ante el tribunal de Cristo... cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí".

3. Nuestra mayordomía de todo: el cuerpo, las fuerzas, la mente, los afectos, el tiempo, el dinero. Romanos 6:13 manda que presentemos nuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. 1 Corintios 6:20 nos manda a glorificar a Dios en nuestro cuerpo, y en nuestro espíritu, los cuales son de Dios. ¿Qué queda para nosotros? Nada, porque hemos sido comprados por precio. ¿Qué hacemos con el cuerpo? ¿Lo disciplinamos y lo ponemos en servidumbre (1 Co. 9:26-27), o proveemos para los deseos de la carne? (Ro. 13:14). ¿Lo vestimos como al Señor le gusta, o seguimos las modas del mundo? ¿Qué hacemos con el dinero? El Señor mandó: “No os hagáis tesoros en la tierra” (Mt. 6:19), pero es quizás el mandamiento más ignorado. William MacDonald dijo que a la mayoría de los cristianos es como si este versículo no estuviera en la Biblia. Manda: “sino haceos tesoros en el cielo” – no dice: “haced también tesoros en el cielo”, porque eso daría a entender que está bien tener tesoros en el mundo mientras que tengas también en el cielo. No enseña esto. Son lugares mutuamente exclusivos. O en el cielo, o en la tierra. ¿Vivimos vidas sencillas de fe e invertimos todo lo posible en el reino de Dios, o somos como aquellos ricos en Marcos 12 que echaron en la ofrenda lo que les sobraba? Cristo sabe lo que ponemos en la ofrenda, y lo que nos queda en el bolsillo, el bolso o la cuenta. Daremos cuenta a Él de todo eso. ¿Cómo usamos el tiempo? Todos tenemos 24 horas en cada día y 168 horas en cada semana. ¿Qué hacemos con esos días y horas que Dios nos confía? ¿Los redimimos o andamos como necios? (Ef. 5:15-16; Col. 4:5). Mejor orar: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal. 90:12), y aprender ahora, porque cada uno dará cuenta de sí delante del Señor.

4. Nuestra vida de soltero/a. 1 Corintios 7 dice: “El soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor” (v. 32), y “La doncella tiene cuidado de las cosas del Señor, para ser santa así en cuerpo” (v. 34). El propósito de esta etapa de la vida es tener cuidado de las cosas del Señor, agradarle y ser santo. ¿Dónde está hoy esta clase de solteros? Muchos aparentemente piensan que esa etapa de su vida es para sí, para divertirse con sus amigos, para preparar una carrera y planificar su futura vida cómoda. Se equivocan, y el Señor examinará todo esto. C. T. Studd dijo: “Solo una vida, pronto pasará, solo lo hecho para Cristo durará”.


5. Nuestro matrimonio y familia. Siendo que el matrimonio es una institución divina, y que Él ha dado amplia instrucción al respecto, nuestro comportamiento matrimonial será juzgado. Para empezar, el yugo desigual está prohibido (2 Co. 6:14-7:1). Si hemos “convertido” a alguien para casarnos “cristianamente”, el Señor lo sabe y lo juzgará. Luego en el matrimonio cristiano, ¿los maridos se han portado como cabeza, fielmente, han dirigido y pastoreado, en amor como Cristo? (Ef. 5:25-29). ¿Las esposas han sido ayudas idóneas, castas, cuidadosas de su casa, sujetas a sus maridos, y los han reverenciado como “aquellas santas mujeres que esperaban en Dios”, como Sara que obedeció a Abraham llamándole “señor”? (1 P. 3:5-6) Hoy hay mujeres "cristianas" que morirían antes de hablar así a su esposo. Tienen una actitud dominante en su casa y matrimonio. Pero la agenda feminista no es aprobada por Cristo.  Dios también ha dado instrucciones acerca de los hijos y los padres. Proverbios contiene instrucciones de padre a hijos. Proverbios 1:8 manda: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, Y no desprecies la dirección de tu madre”. A los hijos se les manda honrar y obedecer a sus padres, y aunque en el mundo hoy no se enseñan esas cosas, en la Palabra de Dios sí. En el Tribunal de Cristo nuestro comportamiento en familia será examinado a la luz de Su Palabra.

 
6. Nuestros amores y gustos. 1 Juan 2:15-17 nos manda: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo”. Pero en los postreros días las personas que profesan piedad – profesan ser cristianas – serán “amadores de sí mismos”, “avaros” (literalmente: amadores de plata), y “amadores de los deleites” (2 Ti. 3:2-4), no de Dios. El amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha sido dado (Ro. 5:5), y es fruto del Espíritu Santo (Gá. 5:22), pero no es para lo del mundo sino lo de Dios. El salmista exclamó: “¡Oh cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Sal. 119:97). ¿Es así con nosotros? Viene el juicio, y daremos cuenta al Señor.

7. Nuestros amigos y compañeros. Muchos piensan que tienen derecho a escoger sus amigos, pero esto también está bajo el señorío de Cristo. No escogemos a los que van a la escuela o el lugar de trabajo, ni a nuestros vecinos, pero debemos tener cuidado de escoger bien los amigos conforme al mandato del Señor. El Salmo 1:1 da tres tipos de personas que no deben ser nuestros amigos. El Salmo 119:63 dice: “Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus mandamientos”. ¿Usamos el criterio divino para nuestras amistades? 2 Timoteo 2:22 manda: “sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor”. Debemos ser amables con todos, pero nuestra amistad debe estar reservada para los que temen al Señor, guardan Su Palabra y de corazón limpio le invocan. En el Tribunal de Cristo darás cuenta de tus amistades.

8. Las Iglesias. En Apocalipsis 2-3 hay siete cartas del Señor Jesucristo a siete iglesias. Tratan temas del Tribunal, es decir, del juicio divino, aunque todavía esas iglesias tenían tiempo para cambiar y mejorar. Reconocía las cosas bien hechas, y reprendía las demás cosas. Efectivamente el Señor mandó a cinco de las siete a arrepentirse. Tarea difícil es ésta. Los creyentes predicamos a los pecadores que deben arrepentirse, pero se nos olvida que nosotros también tenemos que arrepentirnos. Hay asambleas que deben arrepentirse porque no agradan al Señor. Se parecen más como las denominaciones que como asambleas de santos. Y eso porque no practicamos lo que predicamos.  ¡Qué iglesia quiere arrepentirse! Pero el Señor dice: “porque si no...”  Es lenguaje de ultimátum. Advierte que si no hay cambios, quitará el candelero, que vendrá como ladrón, que peleará contra la iglesia y a una dice: “te vomitaré de mi boca”. ¡Le dan nausea, asco!
    Hermanos, no somos señores de las iglesias ni podemos hacer lo que nos parece. Ningún anciano, obrero ni misionero tiene autoridad para cambiar lo que el Señor manda en Su Palabra. Recordemos que Dios compró a la iglesia con la sangre de Cristo. Es Suya, no nuestra. Cristo es su Señor y la juzgará en el Tribunal. ¿Qué usará en el juicio? Su Palabra. Todos la tenemos, y no hay excusa, sobre todo hoy cuando hasta en el teléfono uno puede leer la Biblia. Pablo advirtió a los corintios que las cosas que él les escribió son “mandamientos del Señor” (1 Co. 14:37). Entre esos mandamientos del Señor está éste: “vuestras mujeres callen en las congregaciones” (v. 34), válido en “todas las iglesias de los santos” (v. 33). Pero el feminismo ha invadido las iglesias, y los hombres liberales o cobardes que lo han permitido darán cuenta y sufrirán pérdida en el Tribunal de Cristo.
    “Es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios” (1 P. 4:17). Todavía estamos a tiempo para arrepentirnos y volver obedientes a la Palabra de Dios. No cometamos el error de Israel, como vemos en Jeremías 6:16-17. “Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos. Puse también sobre vosotros atalayas, que dijesen: Escuchad al sonido de la trompeta. Y dijeron ellos: No escucharemos”.

    Amados, Dios nos ha dado todos los recursos necesarios para regocijarnos en el Tribunal de Cristo. Hemos sido justificados por la fe. Tenemos paz para con Dios. El amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazón. Hemos sido quitados de Adán y el reino del pecado y la muerte (Ro. 5), y puestos en Cristo donde abunda la gracia. Hemos muerto con Cristo y resucitado con Él, y por eso hemos sido librados del dominio del pecado (Ro. 6). También hemos muerto a la ley, y no estamos bajo su condenación (Ro. 7). Además, tenemos el Espíritu Santo, para vivir para Dios, dar fruto y agradarle (Ro. 8). Tenemos Su Palabra para guiarnos y librarnos de la sabiduría humana y la corriente del mundo.
    Pero vivimos en los postreros tiempos, tiempos peligrosos, cuando los profesados cristianos no sufren la sana doctrina (2 Ti. 4:3-4). Hermanos, seamos sobrios. Prediquemos y obedezcamos la Palabra. Seamos fieles al Señor y esperemos Su venida, porque “aun un poquito y el que ha de venir vendrá, y no tardará” (He. 10:37). Y “es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo” (2 Co. 5:10).
 

Carlos Tomás Knott