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miércoles, 30 de septiembre de 2020

EN ESTO PENSAD - octubre 2020

¡Maranata!

“En arameo: 'El Señor viene' (1 Co. 16:22)  Este término se puede también leer Maranatha: '¡Ven, Señor!' Ésta era una breve oración de los primeros cristianos, mencionando el retorno de Cristo, pidiendo Su venida en gloria, 'su parusía'" (Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado, Vila y Escuain).

¿Por qué se dice?
    Porque anhelamos Su venida. El Señor nos enseñó a orar así: "venga tu reino". Decir "¡Maranata!" es una manera de expresar esto, y de recordar que el Señor viene. El apóstol Pablo, hablando de la venida del Señor para arrebatarnos, dice: "alentaos los unos a los otros con estas palabras" (1 Ts. 4:18). Expresándolo así nos puede ayudar a ajustar nuestras vidas y actividades para que agraden al Señor, porque Él viene, y cuando venga, ¿qué estaremos haciendo y qué habremos hecho para Él? Como dijo el misionero C.T. Studd: ¡Solo una vida, pronto pasará; solo lo hecho para Cristo durará!

¿Cuándo se dice?
    Se dice, obviamente, antes de la venida del Señor. Sabemos que el primer acto de Su venida será arrebatarnos – el rapto (1 Co. 15:51-52). Esto puede acontecer en cualquier momento – lo cual quiere decir que es inminente. ¿Lo has pensado y dicho hoy?

¿Quién lo dice?
    Los que aman la venida del Señor (2 Ti. 4:8). Por supuesto que solamente un verdadero creyente diría esto, porque la venida del Señor significará los últimos suspiros del sistema de este mundo y todo por lo cual la gente inconversa está viviendo hoy. Los del mundo dicen "adiós" pero no van con Dios ni a Dios. Dicen "hasta luego" pero no saben qué vendrá luego ni dónde estarán. En cambio, nosotros los creyentes andamos con Dios, sabemos a dónde vamos, y anhelamos estar con el Señor en gloria (Col. 3:1-4). El mundo y sus obras serán quemados, pero: "¡Maranata!", el Señor viene, y estaremos con Él para siempre (1 Ts. 4:13-18).  Estimado lector: ¿tu corazón lo desea y lo dice?

¿Dónde se dice?
    Aquí en la tierra, donde estamos esperando Su venida. No lo reserves como frase para terminar tu correspondencia. ¿Dónde estás hoy? Allí mismo, piensa en la venida del Señor. No importa si estás fregando platos, tendiendo ropa, haciendo la compra, yendo o saliendo del colegio, comiendo, andando, trabajando, viajando... piensa en "¡Maranata!".  Así saldrá de los labios de los creyentes en todo lugar. Donde estás hoy, y en medio de eso que haces, el Señor podría venir, y será maravilloso. Aquí estamos de paso, como peregrinos. Vivimos en el mundo, pero no somos del mundo. En este valle de lágrimas los ciudadanos de la patria celestial (Sal. 84) dicen: "¡Maranata!"

¿Cómo se dice?  
    No de cualquier manera, como una coletilla, sin pensar en su sentido. Se dice más bien con admiración: "¡Maranata!", con entusiasmo, con anticipación, con temor reverencial, con sentido de necesidad, con fe. No solamente con la boca, dicho o cantado, sino también con la vida – los hechos. Si realmente crees y deseas "Maranata", mejor no enredarte en las cosas de este mundo (2 Ti. 2:3-4; 2 P. 3:11-12; 1 Jn. 3:3). Cumple fielmente tus responsabilidades, pero  recuerda:  "¡Maranata!" Eleva el pensamiento, "¡Maranata!" ¡Él viene!

¿Y si no...?
    1 Corintios 16:22 dice: “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene”. Pero las tres últimas palabras en Español: “el Señor viene”, representan solamente un palabra griega, que traducida es: “Maranata”. En este texto Dios pronuncia una maldición sobre todo aquel que no ama al Señor, y por lo tanto no desea Su venida. Pero listos o no, Él vendrá. "¡Maranata!"
    No es una palabra mágica ni de liturgia. Debe expresar el deseo de nuestro corazón y ayudar a orientar nuestros pensamientos. Queremos que el Señor venga, porque le amamos. Y los que no: anatema. No porque lo digo yo, sino porque lo dice la Palabra de Dios. Lo dice el Espíritu de Dios. Y así es. "¡Maranata!"


Carlos

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¿Amas Su Venida?


“Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti. 4:8).
    Por muchos años pensé que esta expresión: “...a todos los que aman su venida”, se refería a aquellos creyentes que tenían sentimientos piadosos y amables acerca de la venida del Señor. Serían recompensados con una corona de justicia porque sus corazones ardían cuando pensaban en el Rapto.
    Pero no hay duda de que el versículo significa más que esto. Amar Su venida significa vivir a la luz de Su pronto regreso, comportarse como si Él viniera hoy.
    Amar Su venida significa vivir en pureza moral. Pues como Juan nos recuerda: “todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Jn. 3:3).
    Significa no enredarse en las cosas de esta vida. Debemos poner nuestro afecto y atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra (Col. 3:2).
    Significa servir al pueblo de Dios, dándoles “el alimento a tiempo” (Mt. 24:45). El Señor pronuncia una bendición especial a favor de aquellos que estén ocupados en esto cuando Él venga.
    Resumiendo, significa que no haremos lo que no quisiéramos estar haciendo cuando Él venga. No iremos a ninguna parte donde nos avergonzaría Su venida. No diremos nada que sea ofensivo en Su presencia.
    Si supieras que Cristo ha de venir dentro de una semana, ¿cómo pasarías los días restantes? ¿Significa que renunciarías a tu trabajo, irías a una montaña y pasarías todo el día leyendo la Biblia y orando? ¿Quiere decir que te dedicarías “a tiempo completo” a la obra cristiana, predicando y enseñando día y noche?
    No es esto, porque si realmente estamos caminando con el Señor y vivimos en el centro de Su voluntad, esto significaría seguir viviendo como hasta ahora lo hemos hecho. En cambio, si estamos viviendo para nosotros mismos, entonces es preciso hacer algunos cambios revolucionarios.
    No basta con tener pensamientos afables acerca de la venida del Salvador. La corona de justicia está reservada para aquellos que la aman lo suficiente para permitir que la verdad moldee sus vidas. No es suficiente sostener la verdad acerca de Su venida; la verdad debe sostenernos.

William MacDonald, De Día en Día, CLIE


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 NUESTRA ESPERANZA

H. A. Ironside

    ¡Esta, pues, es nuestra expectativa, ésta es nuestra esperanza! Y el Señor desea que vivamos día tras día con el pensamiento fijo en el posible cumplimiento de la promesa de Su venida. Cuando nos levantamos por la mañana, cultivemos tal estado de alma que nos lleve a decir: "Cristo puede volver hoy, y si volviera hoy, deseo que me halle viviendo para Su gloria. Quiero que me encuentre andando en obediencia a Su santa Palabra". Y cuando nos entregamos al sueño por la noche que digamos: "Cristo Jesús puede venir esta noche, y puedo descansar en perfecta paz, sabiendo que cuando Él venga, seré arrebatado para recibirle".
    Él ya viene. Oh cuán solemne ha de ser escuchar la voz del Juez, quien en su propia luz nos ha de mostrar cada pensamiento y hecho y palabra. Entonces veremos que algunos hechos que nosotros creíamos meritorios, no eran más que pecados, y en cambio algunas pequeñas acciones que quizás habíamos olvidado, el Señor nos dirá que fueron hechas para El. Será maravilloso llegar a conocer Su opinión acerca de todo esto, pero también será muy solemne.

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¡VENGO PRONTO!


 

     “¡He aquí, vengo pronto!” (Ap. 22:7, 12, 20). “El tiempo está cerca” (Ap. 22:10). No sólo aquí sino en el resto del Nuevo Testamento en general aparecen tales expresiones. En todo lugar la prometida revelación del Señor Jesucristo es representada como algo cercano, inminente, que puede suceder en cualquier momento. La impresión hecha sobre los primeros cristianos era que Cristo vendría en cualquier hora o día. Exactamente cuándo vendrá no les fue dicho en ningún lugar. Según las palabras del Salvador, no era para ellos el saber el tiempo o las sazones que el Padre puso en Su sola potestad (Hch. 1:6-7)... Debemos estar en expectación constante de Su venida en cualquier año, día y hora.
    Ciertamente no tenemos libertad para posponer ni pensar que esté lejos lo que Cristo tan solemnemente declaró como “cerca”. Con el paso del tiempo en la edad de la Iglesia, y especialmente en estos últimos días que nos han tocado vivir, cada creyente debe esperar en cualquier momento la venida de Cristo para cumplir lo que está escrito en este libro [Apocalipsis]. Él nos sacará del mundo, y comenzarán los terribles juicios que preceden Su venida y reino. La Biblia indica que no hay nada entre nosotros y ese día.


traducido y adaptado de Seiss, The Apocalypse ("Apocalipsis"), pág. 528

 

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 EL REINO VENIDERO DEL DIABLO 


     Toda la política y los gobiernos humanos son riachuelos que desembocarán en el terrible reino del diablo, el anticristo y el falso profeta, como Apocalipsis 13 profetiza.
    A los creyentes no nos preocupa esto ni la marca de la bestia, porque no estaremos en este mundo para estas cosas. El Señor Jesucristo ha prometido sacar a la iglesia – los creyentes – del mundo antes de ese horrible tiempo. En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, seremos arrebatados en las nubes, para recibir al Señor en el aire. Él nos llevará al cielo consigo, y siempre estaremos con el Señor. Pero en la tierra comenzará el tiempo de la Tribulación, el reino del diablo, y los juicios de Dios que caerán con cada vez más frecuencia sobre la tierra.
    ¡Ay de los engañados y los que no quisieron creer!, porque NO serán arrebatados en las nubes con nosotros, sino dejados atrás. Incluso habrá iglesias que se reunirán el primer domingo después del rapto, porque no son sino falsos creyentes. ¡Asegúrate! Los incrédulos NO recibirán al Señor en el aire. NO estarán siempre con el Señor, sino siempre con el diablo. Serán engañados, creerán la mentira, y serán condenados. No se convertirán, sino que se perderán.

"y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia" (2 Tesalonicenses 2:10-12).

    Éstos se quedarán en tierra, con la desdicha de vivir en un mundo sin cristianos, gobernado por el diablo y el anticristo, el hombre de pecado. ¡Qué mundo será!
    Y los juicios divinos caeran: primero siete sellos se abrirán en el cielo  y cada uno traerá un juicio a la tierra. Habrá terremotos y granizo. Luego siete trompetas se tocarán en el cielo, y cada una anunciará otro juicio que sacudirá este mundo.
    Amigo, si no eres verdaderamente creyente en el Señor Jesucristo, nacido de nuevo, salvo por la gracia de Dios, no estás preparado para el rapto, y no irás con el Señor Jesucristo. No tendrás una segunda oportunidad después durante la Tribulación, porque si no crees ahora, estarás cegado y seguirás al anticristo. Debes arrepentirte ahora, y creer en el Señor Jesucristo ahora. Hoy es tu oportunidad. Mi consejo es:

 ¡Prepárate amigo, porque en un instante Él vendrá,
y los que no estén listos quedarán! 
 
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COSAS QUE GUARDAR 
EN EL LIBRO DE APOCALIPSIS
 
Carlos Tomás Knott
 

Apocalipsis no es un libro para curiosos. Es principalmente para creyentes, y después es una advertencia a los que no creen. No habla solo del futuro, sino del Señor Jesucristo. Da a los creyentes esperanza, y además, muchas cosas que guardar. Promete bendición a los obedientes, los que guardan. Amigo, ¿eres uno? 
 
1. EL QUE LEE     (compara Neh. 8:3-8; Col. 4:16)
    ¿Lees diariamente la Biblia? ¿Cuánto tiempo dedicas a ella?
    ¿Has leído la Biblia entera, de Génesis a Apocalipsis?
    ¿Has leído el libro de Apocalipsis, y cuándo fue la última vez?
    
2. LOS QUE OYEN     (Mr. 6:20; Hch. 8:6; 10:33, ver Ez. 2:5, 7)
  ¿Prestas atención a la lectura de la Palabra de Dios?
  ¿Prestas atención durante las predicaciones o te distraes facilmente?
  ¿Qué haces para retener lo que oyes? ¿Tomas apuntes?

3. LOS QUE GUARDAN  (Ez. 33:30-33; Jn. 14:15, 21, 23-24 Stg. 1:22-25)
  ¿Sacas aplicaciones personales de la lectura de la Palabra y de los             estudios que se dan?
  ¿Qué guardas del libro de Apocalipsis?

Cosas Que Guardar (o imitar) En Apocalipsis

2:5    "Recuerda... de dónde has caído"
         "Y arrepiéntete"
         "Y haz las primeras obras"

2:7    "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias"
       (8 veces - muy importante - 2:11, 17, 29; 3:6, 13, 22; 13:9)

2:10    "No temas en nada lo que vas a padecer"
          "Sé fiel hasta la muerte"

2:16    "Arrepiéntete" (de tener en la iglesia a los que retienen la doctrina de Balaam y la de los nicolaitas)

2:25    "Lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga"

3:2    "Sé vigilante"
         "Afirma las otras cosas que están para morir"

3:3    "Acuérdate...de lo que has recibido y oído"
         "Guárdalo"
         "Arrepiéntete"

3:11    "Retén lo que tienes"

3:18-19  Consejos de Cristo:
     "Que de mi compres":
        1. "Oro refinado en fuego"
        2 "Vestiduras blancas"
    "Y unge tus ojos con colirio"
    "Sé... celoso, y arrepiéntete"

* Cristo llama a 5 de las 7 las iglesias a arrepentirse en Cc. 2-3. En cambio, en 9:20-21 y 16:8-11 y 21 los del mundo no se arrepienten, a pesar de los grandes juicios de Dios.

Cc. 4-5   La adoración de Dios y del Cordero

5:8; 6:9-11; 8:1-5 Las oraciones de los santos

14:7    "Temed a Dios"
           "Dadle gloria"
           "Adorad"

15:1-4    Cantar cánticos celebrando los justos juicios de Dios

18:4    "Salid de ella, pueblo mío"  – la separación

18:20    "Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos, apóstoles y profetas"

19:5    "Alabad a nuestro Dios todos sus siervos y los que le teméis"

19:7    "Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria"

19:10    "Mira, no lo hagas" – no adoremos a ángeles ni les                        rindamos culto 
  "Adora a Dios" (22:9)
 
22:11    "El que es justo practique la justicia todavía"
             "El que es santo santifíquese todavía"

22:17    “Ven” (¿dicho al Señor o a los inconversos?)
             "Venga... y... tome del agua de la vida"
                       
22:20    “Amén” (así sea)
             “Sí” (afirmación)
            “Ven, Señor Jesús” (invitación, de los que aman Su venida; 2 Ti. 4:8)   

EL TIEMPO ESTÁ CERCA (22:10)
Sal. 90:12    “enséñanos de tal modo a contar nuestros días...”
Ro.13:11-12    “conociendo el tiempo...la noche está avanzada”
1 Co. 7:29    “el tiempo es corto”
Ef. 5:16        “aprovechando bien el tiempo... los días son malos”
Stg. 5:7-9    “el juez está delante de la puerta”
1 P. 4:7        “el fin de todas las cosas se acerca”
Ap. 1:1        “deben suceder pronto”
Ap. 1:7        “he aquí que viene”
Ap. 22:7    “¡He aquí, vengo pronto!”
Ap. 22:12    “He aquí yo vengo pronto”
Ap. 22:20    “Ciertamente, vengo en breve”
           
¿Cuándo piensas hacer caso de la Palabra de Dios, y ser un creyente obediente, si no hoy?


¿Cuándo piensas arrepentirte y creer el evangelio, si no hoy?


¿Cuándo piensas obedecer y guardar la Palabra de Dios?


¿Cuándo tomarás en serio a Dios y Su Palabra?

“No te jactes del día de mañana, 
porque no sabes qué dará de sí el día” 
Proverbios 27:1 

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¿Cristo o el Purgatorio?
 

“Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.  Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor; que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,  nació de Santa María Virgen;  padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos;  subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo; la Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos; el perdón de los pecados,  la resurrección de la carne;  y la vida eterna. Amén”.
 
Así confesaba yo el Credo como todo buen católico. Sí, mis padres me criaron en la Iglesia Católica, y siempre aseguraban que nunca me ausentara de mis clases de catequismo y que entendiera todas las ordenanzas, especialmente la celebración de la misa. De todas las enseñanzas de nuestra iglesia, la única que me molestaba tenía que ver con el purgatorio. Como todos los miembros de mi familia, tenía miedo terrible de lo que mi alma experimentaría después de la muerte.
    Cuando tenía como treinta años notaba un cambio en mis padres. Parecía que ya no temieron la muerte como antes. No iba a confesión ni a misa, sino asistían a un lugar donde cantaban y luego escuchaban a alguien predicar sobre la Palabra de Dios. ¡Me parecía bien extraño, que les extraviaba esa otra religión, que les desviaría del camino correcto, el de siempre, y que habían perdido interés en su estado eterno! No podía entender esto, porque sabía que nadie puede entrar en el cielo sin tener sus pecados limpiados.
    Cuando les relaté mi preocupación, me aseguraron que eran cristianos más que nunca, que creían en Dios y el Señor Jesucristo y que habían hallado la salvación eterna. Me dirigieron a la Palabra de Dios y lo que dice acerca de cómo limpiarme de mis pecados. Empecé a leer el Antiguo Testamento. Hallé que el Salmo 65:2-3 dice: “Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne. Las iniquidades prevalecen contra mí; mas nuestras rebeliones tú las perdonarás”. Salmo 79:9 dice: “Ayudanos, oh Dios de nuestra salvación, por la gloria de tu nombre; y libranos, y perdona nuestros pecados por amor de tu nombre”. Estos versículos no dicen que hay un purgatorio ni dónde está, pero sí, dicen que es Dios quien nos limpia de nuestros pecados.
    Proverbios 16:6 dice: “Con misericordia y verdad se corrige el pecado”. Este versículo implica que la limpieza del pecado es un acto de misericordia divina e involucra el entendimiento de la verdad. En Isaías 6:5-7, el profeta reconoce sus pecados y exclama: “Ay de mí”. Después un ángel de Dios tocó su boca con un carbón tomado del altar de Dios. Le dijo: “He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”. Ese mismo día y momento los pecados de Isaías fueron limpiados.
    Notamos que estos versículos no dicen nada de ningún lugar llamado “purgatorio”, donde sufrimos por nuestros pecados. Así que luego miraba en el Nuevo Testamento, y llegué a Hebreos 1:3 que dice que Jesucristo limpió nuestros pecados antes que ascendió al cielo. Puesto que Jesucristo es Dios, es el que en los Salmos perdona nuestros pecados. Pero nada dice de un purgatorio.
    Fue entonces que descubrí algunos versículos que abrieron mi entendimiento. 1 Pedro 2:24 dice: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero para que nosotros estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”. Mientras que Jesús fue clavado en la cruz, Dios extendía Su mano para cargar nuestros pecados sobre Su Hijo, y luego le castigó en nuestro lugar. Fue entonces cuando mis pecados y los tuyos fueron limpiados, sobre la cruz del Calvario. El Señor Jesucristo experimentó la ira y el juicio de Dios contra nuestros pecados, e hizo todo lo necesario para “purgarnos”, al morir como nuestro Sustituto.
    ¿Está de acuerdo el resto de la palabra de Dios con esta idea? En Efesios 2:8-9 leemos: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras para que nadie se gloríe”. Volviendo a Proverbios 16:6 entendemos que la limpieza de pecados viene a través de la obra de Cristo, la misericordia de Dios y nuestro entendimiento y fe en la verdad del evangelio. Evitamos la ira de Dios al confiar en el Señor Jesucristo como nuestro Salvador, y así experimentamos la gracia de Dios. Nunca ha sido el propósito de Dios que suframos para expiar nuestros pecados – de hecho eso es imposible. “En ningún otro hay salvación” dijo el apóstol Pedro (Hechos 4:12).
    Entonces, ¿cómo podemos aprovecharnos de la misericordia y la gracia de Dios? Solamente dos requisitos son mencionados a través de todo el Nuevo Testamento. Son resumidos en Hechos 20:21 donde dice: “Arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo”.
    Cada vez que asistía a la confesión, tenía una actitud penitente, pero eso no es lo mismo que el arrepentimiento. La penitencia es una emoción. El arrepentimiento es un cambio en la forma de pensar y actuar. Los penitentes vuelven a sus pecados y a la confesión buscando absolución porque no están libres de la esclavitud al pecado. Cristo dijo: “todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”. Lo que necesitaba no era absolución sino perdón y libertad – una vida nueva. “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (S. Juan 8:36). Eso no lo promete la iglesia, porque los sacerdotes y sacramentos no pueden darlo.
    Mi problema, como todo buen católico, era que mi fe descansaba en la iglesia y sus sacramentos,  no única y exclusivamente en la Persona y obra de Jesucristo. Solo Él puede limpiarnos de nuestros pecados, pero no cuando repartimos nuestra fe entre Él, la Iglesia, los sacramentos, los santos, nuestras obras, etc. Tenía que aprender que no así es la salvación. Al fin hice como el Rey David en Salmo 51:1-10, me confesé pecador y confié en Jesucristo mi Sustituto que sufrió por mí en el Calvario, para que me salvara. Abandoné toda confianza en sacramentos y obras, y confié en el Señor Jesucristo, y Él me salvó.
    Ahora sé la verdad de Romanos 5:9, “estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira”. También he entendido la verdad de 1 Corintios 15:55-57, “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Ahora, como creyente, no tengo ninguna razón de temer la muerte y lo que venga después.
    Amigo, si todavía sientes el peso del pecado y temes el juicio de Dios, debes hacer lo que yo hice. Entonces experimentarás el gozo de saber que todos tus pecados son perdonados, y al venir la muerte tu alma será llevada directamente al cielo. Para siempre estarás con el Señor.
    “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo, porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-10). La única forma de recibir perdón y limpieza del pecado es por medio de la fe en el Señor Jesucristo como único y suficiente Salvador.
                        P. K. adaptado


 


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