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viernes, 3 de agosto de 2012

EN ESTO PENSAD -- agosto 2012


Demas en Tres Tiempos
  
La historia de la humanidad es un estudio provechoso y las Sagradas Escrituras constituyen el mayor texto de historia que el mundo tiene. En ellas encontramos el origen del universo, la formación y caída de civilizaciones, la historia de pueblos y naciones y las experiencias personales de muchos hombres y mujeres. Algunos individuos abren sendas beneficiosas para los que siguen en sus pisadas pero otros brillan como faros de advertencia para que sepamos evitar las rocas que les llevaron al desastre.  
Entre estos últimos está Demas. La Biblia narra su trayectoria muy escuetamente en tres etapas. Le encontramos (1) bien, (2) fallando y (3) ido. 

Demas en la corriente 
“Te saludan Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores”   (Flm. 24). La primera mención de este hombre, cronológicamente, le presenta como consiervo del apóstol Pablo en los días difíciles de su encarcelamiento en Roma. Demas está visto entre excelentes compañeros: Pablo, Juan Marcos, Lucas y Aristarco. Acertadamente se dice en el mundo, “Dime con quién andas, y te diré quién eres”. Las Escrituras lo habían dicho antes: “El que anda con sabios, sabio será” (Pr. 13.20).  
Todo creyente debe escoger sus amistades con cuidado. Aun entre cristianos se hace importante buscar a los espirituales: aquellos que  enfilan a uno hacia la Biblia y lo celestial, y no abajo y afuera a lo mundano. Sin embargo, andar en buena junta no basta; no es una garantía de prosperidad del alma si no está acompañado de comunión con Dios. Esto se insinúa en la próxima etapa de la vida de este hermano en Cristo.

Demas a la deriva 
“Os saluda Lucas el médico amado, y Demas” (Col. 4.14). Cada palabra en el Santo Libro ha sido escogida por designio y no por casualidad. En Colosenses 4 encontramos a ocho hermanos asociados con Pablo y siete de ellos reciben algún voto de confianza. Demas está entre los ocho, pero de él nada se dice. Tíquico (Col. 4.7), es un amado hermano y fiel ministro y consiervo en el Señor. Onésimo (v. 9), es amado y fiel hermano. Aristarco es “mi compañero de prisiones”. A Juan Marcos se le recomienda y de él se escribe nota aparte. Justo, 4:11, es un consuelo también. Epafras se describe como fervoroso intercesor y creyente celoso. Lucas es “el médico amado”. ¿Y Demas? Nada.  
Parece que Marcos, después de un problema en su vida años antes, ha ganado la confianza del anciano apóstol, pero que Demas, después de un tiempo de servicio en las cosas del Señor, está fallando.  

Demas naufragado
“Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido” (2 Ti. 4:10).  Transcurrieron algunos años,* y ahora llegamos al Capítulo III en el relato. Pablo, fiel y anciano guerrero de la cruz, yace en un calabozo romano en espera del martirio. Cristo llena su corazón; su fe y esperanza no admiten derrota pero él es muy humano y anhela el compañerismo de sus hermanos. Pide a Timoteo y Marcos que vengan porque, “sólo Lucas está conmigo”. Bajo estas circunstancias, ¡cuánto le dolió que Demas le haya dejado!
¿Cuál fue la causa? No fue un caso de haber sido vencido por la presión y persecución. Fue amor a “este mundo”. La expresión está en contraste con la del versículo 8 acerca de la corona que el Señor dará a “todos los que aman su venida”. Demas se ha marchado y nada más sabremos de él en la historia bíblica.  
Seamos de los que demos todo nuestro tiempo a la obra del evangelio, seamos ancianos en las asambleas o creyentes maduros, o seamos nuevos en los caminos del Señor, tengamos todos el mismo cuidado, acaso el amor para Cristo en nuestro corazón sea desplazado por el amor al mundo.  
     El mundo luce atractivo y próspero. Los poderes de Satanás se hacen sentir, pero la venida del Señor se acerca. Que nunca sea dicho de nosotros que “él / ella se ha ido, amando a este mundo”.  

* La opinión general es que la carta a Filemón en Colosas y la carta a la asamblea de los colosenses fueron escritas en el mismo año, y 2 Timoteo seis o siete años más tarde.
A. W. Joyce, Toronto; de la revista "Truth & Tidings", junio 1956

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MORIR PARA LLEVAR FRUTO

En Juan 12:24 el Señor dice: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. La vida está en la semilla. No obstante, la semilla está rodeada de una cáscara, una corteza dura. Mientras esta cáscara no se quiebre, la semilla no podrá crecer. “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere...” ¿A qué se refiere esta muerte? Es la acción del calor y la humedad de la tierra sobre la semilla, lo cual ocasiona que la cáscara se rompa. Cuando la cáscara se rompe la semilla brota. Por lo tanto, no depende de si la semilla tiene vida o no, sino de que la cáscara exterior se rompa. El siguiente versículo añade: “El que ama la vida de su alma la perderá; y el que la aborrece en este mundo, para vida eterna la guardará” (v. 25). De acuerdo con la Palabra del Señor, la cáscara exterior es nuestra vida, y la vida interior es la vida eterna que El nos imparte. Para que la vida interior pueda brotar, la vida exterior debe sufrir pérdida. Si lo exterior no es quebrantado, lo interior no puede ser liberado.
       Entre toda la gente del mundo, hay algunos que tienen la vida del Señor. Y entre éstos, encontramos dos condiciones de vida. En unos la vida se encuentra atada, circunscrita y aprisionada; pero en otros, el Señor ha abierto una brecha y la vida puede brotar. El problema de nosotros hoy no radica en cómo obtener vida, sino en cómo permitir que esta vida emane de nuestro interior. Cuando decimos que el Señor tiene que quebrantarnos, no es sólo una figura retórica ni una doctrina; el quebrantamiento tiene que llevarse a cabo. La vida del Señor puede propagarse por toda la tierra, pero está encerrada en nosotros. El Señor puede bendecir a la iglesia, pero Su vida se encuentra aprisionada, restringida y bloqueada por nuestro hombre exterior. Si el hombre exterior no es quebrantado, no traeremos bendición a la iglesia, ni podemos esperar que el mundo reciba la gracia de Dios por medio de nosotros.
Watchman Nee, de su libro La Liberación del Espíritu

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CONVICCIÓN Y CONVERSIÓN

"No hay verdadera conversión sin convicción de pecado. Una cosa es estar intelectualmente de acuerdo que soy un pecador; pero otra cosa es experimentar el ministerio de la convicción del Espíritu Santo en mi vida. Muchos han olvidado que el mensaje es arrepentimiento para con Dios y fe en nuestro Señor Jesucristo".             
William MacDonald   (véase Hch. 20:21)

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El Arrepentimiento

"El verdadero arrepentimiento es más que un juego mental. Es un cambio decisivo de sentido. Es un cambio de mente, de forma de pensar, de actitud y de valores que produce un cambio en tu forma de vivir". Ray Pritchard

"Arrepentirse es adoptar el punto de vista de Dios en lugar del tuyo". William Temple

"Reconocer el pecado y sentir tristeza no es el arrepentimiento. De diez personas en la Biblia que dijeron: "He pecado", sólo cinco realmente se arrepintieron".  H.G.B.

"El arrepentimiento es la estimación que uno forma de su pecado y sus propios caminos, por medio de la entrada de la luz de Dios en su alma". J.N. Darby

"El arrepentimiento no está opuesto a la gracia. Es el reconocimiento de la necesidad de la gracia". H.A. Ironside

"El arrepentimiento es un cambio de mente de carácter profundo y práctico. Al hombre le hace amar lo que antes odiaba, y odiar lo que antes amaba".  C.H. Spurgeon

"El ser humano, caído, no es simplemente una criatura imperfecta que necesita mejora. Es un rebelde que debe abandonar sus armas. Rendirse, sintiendo contrición, reconociendo que has estado equivocado y en mal camino, y estando preparado para tomar otro rumbo y planificar nuevamente tu vida, es lo que los cristianos llamamos 'arrepentimiento' ". C.S. Lewis

"El arrepentimiento es una nota perdida en nuestras predicaciones y nuestra experiencia, y su falta llena nuestras iglesias con pecadores bautizados que nunca han sentido la culpa del pecado ni la necesidad del Salvador".  Vance Havner.

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¡TEME EL JUICIO DE DIOS!


"Visión dura me ha sido mostrada... por tanto, mis lomos se han llenado de dolor; angustias se apoderaron de mí, como angustias de mujer de parto; me agobié oyendo, y al ver me he espantado. Se pasmó mi corazón, el horror me ha intimidado; la noche de mi deseo se me volvió en espanto".  Isaías 21:2-4

"¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!" Hebreos 10:31

"Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?"  Apocalipsis 6:12-17 

"Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego". Apocalipsis 20:15

Amigo, puede que no te guste esto porque lo encuentras desagradable. Pero la verdad no depende de nuestros gustos. Jesucristo sufrió el terrible juicio de Dios, y lo hizo por ti, sufrió por tus pecados, en tu lugar, en la cruz. Ahora bien, si arrepentido confías en Él como tu Señor y Salvador, serás perdonado y tendrás vida nueva. Pero, si no quieres reconocer tu pecado y culpa, y confíar en Él, ten por cierto que no escaparás el juicio de Dios. No habrá esperanza para ti. Teme el juicio de Dios. Humíllate ahora, arrepiéntete y clama al Señor para que te perdone y salve. Porque sí no, ciertamente perecerás.

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LOS RECABITAS


La manera de honrar a Dios es hacer lo que Él pide. La motivación de honrar a Dios es el amor. En Jeremías 35 tenemos el hermoso ejemplo de los recabitas en los tiempos del profeta, cuando Jerusalén estaba sitiada por los babilonios. El capítulo presenta un gran contraste con el anterior donde los de Jerusalén hicieron un pacto en nombre del Señor y luego le deshonraron rompiéndolo.
En los versículos del 1 al 11 vemos el ejemplo de Jonadab y sus hijos obedientes (véase Jue. 1:16; 2 R. 10:15, 23; 1 Cr. 2:55). Jonadab, hijo de Recab, vivió en los tiempos de Jehú, el que derrotó la casa de Acab. Siglos después, sus descendientes todavía seguían sus instrucciones. Dios señala ejemplos así para enseñar a Su pueblo. La obediencia es un principio de la vida espiritual y clave para la bendición. Es una muestra de confianza, lealtad y sumisión. Es algo que agrada y honra al Señor, y además es una muestra de amor.
Como tiene que ver con el ejemplo de los recabitas, consideremos unos pasajes donde Dios enfatiza la obediencia, Éxodo 20:12 demanda: “Honra a tu padre y a tu madre”. Proverbios 3:1-2 dice: “Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán”. No se dice esto sólo a los niños, sino también a los hijos adultos. En Malaquías 1:6 Dios declara: “El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos...”. Luego en el Nuevo Testamento, Efesios 6:1-3 expresa lo mismo en forma de doctrina apostólica: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra”. 1 Pedro 1:14-17 dice: “como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros ...y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación”. En cambio, Romanos 1:30, describiendo la condición pecaminosa de la raza humana, apunta entre otros pecados: “desobedientes a los padres”. 1 Timoteo 1:9 declara: “la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores”. Éstos entre muchos otros textos bíblicos demuestran claramente la voluntad de Dios al respecto. Quería que los hijos de Israel le obedecieran, y hoy quiere que los creyentes le obedezcan.
Volviendo a la primera sección de nuestro texto (vv. 1-11), el primer versículo nos dice el tiempo de este incidente: “en días de Joacim hijo de Josías”, que era uno de los tres hijos rebeldes de Josías. El versículo 2 repite las instrucciones dadas a Jeremías. “Ve a casa de los recabitas y habla con ellos, e introdúcelos en la casa de Jehová, en uno de los aposentos, y dales a beber vino”. Se refiere al vino (no mosto) empleado en ofrenda (“libación”: Éx. 29:40-41, etc.). En los versículos 3-5 Jeremías obedeció y los trajo a una de las cámaras (“aposento”) del templo (v. 4). 1 Crónicas 28:12 habla de esas “cámaras alrededor” del templo. Jeremías como buen siervo de Jehová hizo cómo el Señor le había mandado, sin preguntar “¿por qué?”.  
Entonces, los versículos 6-11 dan la respuesta de los recabitas a la invitación a beber vino. Podían haber pensado que al estar en las cámaras del templo, y siendo el profeta Jeremías quien les daba el vino, podían beberlo como una excepción. Pero no fue así.  Dijeron en el versículo 6: “no beberemos vino porque Jonadab hijo de Recab nuestro padre nos ordenó diciendo: No beberéis jamás vino vosotros ni vuestros hijos”. El versículo 7 da el resto de sus instrucciones, acerca de casas, huertos, viñas, y la vida de peregrinos que debía caracterizarles. En los versículos 8 y 10 afirman: “Y nosotros hemos obedecido a la voz de nuestro padre Jonadab hijo de Recab en todas las cosas que nos mandó...”. Observemos que lo que Jonadab les mandó no fue ley de Dios, sino ley suya, “mi ley” como dice el padre a sus hijos en Proverbios 3:1; 4:2 y 7:2. Les mandó acerca de cosas realmente legítimas, es decir, de otro modo podían haber participado de esas cosas, porque nada en la ley de Dios las prohibía. Podían haber dicho algo como: “No puedes mandarnos esto, pues Dios no lo hace”. O, “Son cosas de gustos personales”. O tal vez pudieran razonar así: “Esto de Jonadab fue para otro tiempo y cultura. Han pasado casi trescientos años y las cosas han cambiado”. O si tuvieran la actitud deplorable de muchos jóvenes adultos hoy, dirían: "Ya somos mayores de edad, no tenemos que obedecer". Pero no, los recabitas eran todos fieles a la ley de su padre Jonadab. Después de tantos años todavía le honraban. ¡Y Dios lo vio!
Ilustran la fiel obediencia por amor, guardando no los mandamientos de Dios, no las Escrituras, sino los mandamientos de su padre, un antepasado, acerca de cosas que les eran legítimas. En contraste, los tres hijos del piadoso rey Josías eran rebeldes, independientes y desleales. No obedecieron ni guardaron ni la palabra de su padre ni la de Dios siquiera por una sola generación. Hay gente como ellos en nuestras iglesias hoy en día, hijos infieles que deshonran a sus padres piadosos y hacen lo que les parece (Miq. 7:6). Ni consultan ni respetan los deseos de sus padres. Y en las iglesias hallamos a “creyentes” infieles que no siguen el buen ejemplo y la sana instrucción de los hermanos que los precedieron. ¡Y Dios los ve!
Entonces en la segunda sección, los versículos del 12 al 15, se nos presentan Jehová y Sus hijos desobedientes. Este es el punto al cual el Señor quería llegar. “Ve y di a los varones de Judá, y a los moradores de Jerusalén: ¿No aprenderéis a obedecer mis palabras? dice Jehová” (v. 13). En Lucas 6:46 el Señor hizo lo que algunos llaman Su pregunta más embarazosa: “¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” No hay buena respuesta a esa pregunta. Dios busca más que conocimiento y cumplimiento superficial de ciertos ritos. Quiere que Su pueblo aprenda a obedecer Sus palabras. En el versículo 14 expone Su queja: “Fue firme la palabra de Jonadab hijo de Recab, el cual mandó a sus hijos que no bebiesen vino, y no lo han bebido hasta hoy, por obedecer al mandamiento de su padre; y yo os he hablado a vosotros desde temprano y sin cesar, y no me habéis oído”.  Los hijos de Jonadab guardaron las palabras de su padre, pero tristemente, los hijos de Jehová no guardaron Sus palabras. Al pueblo de Dios no le faltaba información, pues les había hablado “desde temprano y sin cesar”, pero no había hecho caso: “no me habéis oído”. Hoy pasa lo mismo, porque el pueblo evangélico tiene toda la Biblia, y mucha enseñanza disponible, en persona, en libros, en estudios especiales, en la radio, en la televisión, en internet y hasta en el teléfono se puede leer la Biblia y recibir estudios y notas. Nuestro problema no es falta de información, sino falta de atención, o falta de voluntad, o peor todavía, deslealtad. El Señor recalca en el versículo 15: “Y envié a vosotros todos mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar, para deciros: Volveos ahora cada uno de vuestro mal camino, y enmendad vuestras obras, y no vayáis tras dioses ajenos para servirles, y viviréis en la tierra que di a vosotros y a vuestros padres; mas no inclinasteis vuestro oído, ni me oísteis”. En el versículo 16 lamenta la actitud de Su pueblo: “Ciertamente los hijos de Jonadab hijo de Recab tuvieron por firme el mandamiento que les dio su padre; pero este pueblo no me ha obedecido”. Es como si dijera: “¡Ojalá que mi pueblo me honrara como los hijos de Jonadab le honran!” Es como si preguntara: “¿Por qué los hijos de Jonadab le son tan fieles y los míos me son tan infieles? ¿Qué he hecho para merecer esto?” (véase Jer. 2:2-5).
Bueno sería que pensáramos en como responder a semejantes preguntas, porque la forma en que Israel procedió tiene sus paralelos hoy en el mundo evangélico -- en la familia y la iglesia. Hoy la gente piensa en sus derechos, su libertad, su independencia, y no en sus obligaciones. Se ama a sí mismo, no a Dios, justamente como dijo el apóstol Pablo que sería en los postreros tiempos (2 Ti. 3:1-5). Los recabitas ponían ejemplo a seguir en Israel, y también en la iglesia.
Carlos Tomás Knott
continuará, d.v., en el número siguiente



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