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miércoles, 31 de octubre de 2018

EN ESTO PENSAD - noviembre 2018

Banquetes Fatales

Obviamente no es malo comer, pues es necesario para vivir. El Señor enseña a los creyentes a orar pidiendo el pan nuestro de cada día (Mt. 6:11). Dios creó los alimentos para que los creyentes participásemos con acción de gracias, y todo lo que creó es bueno (1 Ti. 4:3-4). Pero no sólo de pan vivirá el hombre (Mt. 4:4). Hay algo mucho más importante.
    El énfasis excesivo en la comida junto al descuido de la vida espiritual, ha resultado fatal para más de uno. Hoy vivimos en tiempos cuando muchos sólo hablan de comer, beber y divertirse. La filosofía atea, existencialista y hedonista es: “comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (Ecl. 8:15; Is. 22:13; 1 Co. 15:32). Sí, moriremos, porque “está establecido para los hombres que mueran una sola vez" pero hay que recordar la segunda parte: "y después de esto el juicio” (He. 9:27). Deben tener cuidado de su alma eterna más que su estómago, no sea que mueran en el banquete y vayan al juicio y castigo eterno. No la comida y la bebida, sino el evangelio prepara al ser humano para su encuentro inevitable con Dios. En la eternidad nadie pensará en lo que comió durante su vida.

1. El Banquete de Nabal (1 Samuel 25:36-38)
    El rico, tacaño e insolente que no quiso compartir sus bienes para agradecer el cuidado recibido de los hombres de David. Les injurió y envió con las manos vacías. Mientras su esposa intercedía ante David por su vida, él se quedaba en casa festejandose con banquete como rey, y quedó completamente ebrio. No se arrepintió la mañana siguiente cuando oyó lo que ella hizo. “Se quedó como una piedra”, y diez días después Jehová lo hirió y murió.

2. El Banquete de Belsasar (Daniel 5)
    Belsasar era el nieto de Nabucodonosor. Llegó a ser rey y pasó su última noche en la tierra en un gran banquete, comiendo, bebiendo vino y divirtiéndose. Su conducta era irreverente, usando los vasos del templo de Dios, y totalmente nefasta ya que los enemigos de Babilonia tenían la ciudad sitiada y esa misma noche la conquistaron. Sentía apetito y ganas de alegrarse, pero no la urgencia de su situación, ni se la tomó en serio. Tenía falsa confianza en sus defensas. Su actitud cambió cuando vio la mano escribiendo sobre la pared, y escuchó la interpretación de Daniel, pero ya era tarde. Murió sin digerir lo que había comido y bebido.

3. El Banquete de Ester (Ester 7)
    El libro de Ester presenta varios banquetes, pero nos interesa el segundo banquete de Ester, que fue bien para ella, y fatal para Amán, enemigo de los judíos. Se fue al banquete alegre, sintiendo su propia importancia ya que se codeaba como nadie más con el rey y la reina. No sabía que fue convidado para ser descubierto y condenado. Pensaba en la compañía y el menú, pero no en su terrible pecado de odio contra los judíos. En ese banquete Ester denunció su malvado plan de aniquilar a los judíos. El rey Asuero se airó y salío al huerto del palacio. Cuando entró de nuevo Amán había caído imprudentemente sobre el lecho de la reina rogando por su vida, y al verlo ahí, el rey lo condenó a muerte. Fue del banquete a la horca.

4. El Banquete del Rico
(Lucas 16:19-31)
    Jesucristo relata el caso de “un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez”. El mendigo Lázaro, echado a su puerta, “ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico”. ¡Menudas migas, sabrosas y ricas! Pero de nada le sirvió al rico su comida espléndida cuando murió y abrió los ojos en el Hades. Ahí nada le importó lo que había comido. Había recibido sus bienes en su vida, pero sin gratitud, sin compasión y sobre todo sin fe en Dios. No fue al castigo por su banquete, sino por ser injusto e incrédulo. En ese lugar de tormento ni agua tenía, y amigos, todavía está ahí atormentado en las llamas. Tenía que haber pensado en su alma, en Dios, en la eternidad, pero se entretenía cada día con sus banquetes.

5. El Banquete Que No Llegó A Celebrarse (Lucas 12:19-20)
    El rico insensato planificó un gran banquete – probablemente muchos de ellos – pero no llegó a disfrutarlos. Cuando sus bienes aumentaron, pensaba decir: “Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años: repósate, come, bebe, regocíjate”. ¡Se iba a jubilar en estilo, cómodo, lleno y alegre! “Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” Murió sin banquete. Tenía todo pensado y preparado excepto su condición espiritual. Pensaba en reposar, en comer, en beber, en alegrarse, pero no en su alma, Dios, el juicio o la eternidad. Se fue a la eternidad sin banquete y sin salvación.
    Hermanos y amigos, el Señor Jesucristo advierte: “¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre” (Lc. 6:25). Hay algo más importante que la comida. El  tiempo se acaba, el Señor viene, el juicio y la eternidad se acercan. ¡Pensemos en almas, no banquetes!  “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día” (Lc. 21:34).
Carlos Knott
 
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 “Probadme ahora... dice Jehová de los ejércitos”
Malaquías 3:10
 
El cristianismo necesita hoy, sobre todo, hombres y mujeres que puedan poner a Dios a prueba en oración y que puedan demostrar Sus promesas...La Iglesia necesita a tales hombres: no muchos, educados o ricos; no maquinaria eficiente, ni leyes eclesiásticas, sino hombres y mujeres que sepan orar con el Espíritu Santo, de tal forma que Dios se apresure a contestar lo que piden sin que tengan que esforzarse en seguir pidiendo sin obtener respuesta, porque piden lo que no debieran... Repetimos, la Iglesia necesita imperiosamente santos que puedan servir para cubrir este abismo entre las oraciones y las respuestas como puente. Santos cuya fe sea atrevida para pedir a Dios lo que Él no puede negar... En efecto, Dios está esperando que le pongamos a prueba por medio de la oración. Su mayor placer es contestar nuestras oraciones, pues éstas dan evidencia de la confiabilidad de Sus promesas. De hecho, los hombres no harán nunca nada digno de Dios ni de valor para ellos mismos hasta que realicen esto...
     Nuestro evangelio pertenece a lo milagroso. Se proyecta en un plano milagroso. Y sólo puede ser mantenido en él por lo sobrenatural. Si sacamos de la religión lo sobrenatural, desaparecen su vida y su poder, y la religión degenera en un código de moral.
     El poder milagroso es divino. La oración tiene este mismo poder: trae el poder divino entre las filas de los hombres y los pone en marcha. Nunca, como ahora, ha necesitado tanto la Iglesia que levantemos piedras miliarias que den testimonio de los grandes hechos de Dios a lo largo del camino...Esto hará callar al enemigo de las almas, mucho más que todos nuestros planes para que el Evangelio triunfe. Estas piedras erigidas como testimonio dejarán trastornados y confundidos a los antagonistas de Dios, corroborarán a los débiles y levantarán los ánimos de los fuertes en triunfos y victorias.
Lo Mejor de Edward M. Bounds, CLIE, pág. 268
 
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Digno Es El Cordero
 

“¿Quién es digno?...no se había hallado a ninguno digno”.
“Digno eres...el cordero que fue inmolado es digno”
.
(Ap. 5:2, 4, 9, 12)
 
“Digno” es una palabra clave en este pasaje. La gran pregunta lanzada en el cielo es: “¿Quién es digno?”  La respuesta – nadie – de los seres creados. Juan, viendo que no se hallaba a ninguno digno, lloró. Es el único caso registrado de alguien que llora en el cielo. Y se le dijo: “No llores” (Ap. 5:5).
    Tenía que aprender lo que todo el cielo sabe, y ahora nosotros también lo sabemos por la gracia de Dios: sólo el Cordero de Dios es digno. En el cielo nadie adora a la virgen, los santos, los ángeles ni los cuatro seres vivientes. ¡Nadie habla de la dignidad del ser humano! Todo el cielo adora únicamente a Dios y al Cordero. De eso se ocupan en los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis, dándonos ejemplo. Aquí abajo, los creyentes unimos nuestra voz a las del cielo. Hermanos, una de las formas más puras de adoración es proclamar la dignidad del Cordero.
    En el cielo doblan la rodilla y se postran en adoración. Dentro de no mucho, toda rodilla se doblará en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor. Pero ahora, congregados en Su Nombre, adoramos, confesamos la gran dicha de Su señorío, y proclamamos gozosos: “Digno eres...porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios” (Ap. 5:9).                                                             
  Carlos
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 El Viejo Predicador

Hoy casi no se oye predicar sobre ideas antiguas como la caída espiritual del hombre, el pecado y la ruina moral de la humanidad. Pocos advierten a los ser humanos de su gran peligro como pecadores culpables ante el Dios santo y justo.
    Pero queda por lo menos un predicador de la antigua calaña, que habla tan potente y claramente como siempre. Por supuesto, tal predicador no es muy amado. Sin embargo, el mundo entero es su parroquia. Lo mismo visita a los pobres que entra en la casa de los ricos; se presenta en asilos de los indigentes así como entre los más distinguidos de la sociedad. Predica igualmente a religiosos y a no religiosos.
    Habla claro y va al grano. Tal vez sea por esto que a muchos no les gusta. Este predicador se llama... La Muerte. ¿Quién no ha escuchado alguna vez a este viejo predicador? Toda lápida le sirve de púlpito. Los diarios le reservan mucho espacio. Todos los días se puede ver su congregación camino al cementerio.
    En ocasiones él se ha dirigido a usted personalmente: la repentina partida de un vecino, la solemne despedida de un apreciado pariente o querido familiar, su esposa amada o un hijo adorado; todos han sido llamados urgentes de parte del viejo predicador.
    Un día, quizás muy pronto, usted mismo será el texto de su sermón: en medio de su familia afligida y sobre su tumba él hará oír su penetrante voz.
    El sermón incesante del viejo predicador declara: “El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).
    Así la sentencia de muerte ha sido pronunciada contra todos. Una persona inocente podría exigir que se le haga justicia, pero para la culpable lo justo es el castigo. Usted es culpable de pecados en sus pensamientos, actitudes, palabras, y hechos. Si es católico lo ha confesado en cada misa, en el acto penitencial.
    El viejo predicador afirma: “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23), pero a ese terrible sermón responde el mensaje del amor y la gracia de Dios.
    Desde que el ser humano pecó se ha anunciado un libertador: el Hijo de Dios. Nunca habló el viejo predicador tan solemne y elocuentemente como en el Calvario. Jesucristo no conoció pecado, pero fue hecho pecado por nosotros, y sufrió la muerte para que los que crean en Él tengan la salvación (2 Corintios 5:21; S. Juan 5:24).  “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
    Amigo, Dios le ofrece la vida eterna mediante Jesucristo. Arrepiéntase, pues, de su pecado, confíe en Aquel que justifica al impío, y acepte a Jesucristo como su Señor y Salvador. Créalo: Jesucristo padeció en su lugar, pagando por su pecado. Confía en Aquel que vino para salvarle del castigo eterno y darle vida eterna. Reconcíliese con Dios. Él desea la reconciliación. ¿No la desea usted?
 
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 La Amistad Con Cristo Y Con Los Creyentes

Lucas Batalla

Texto: Juan 15:12-17
 
Este texto habla de algo muy importante que adolece mucho en el mundo. La gente habla del amor, los amigos y las amistades, pero nada como lo que dice Cristo. Para los del mundo, y los “cristianos” afectados por el mundo, el amor es algo puramente emocional y caprichoso, un encuentro romántico o sexual, según el modelo del cine. También la amistad es casi sin criterio. Nada hay como el amor de Cristo, y ninguna amistad como la Suya. La amistad verdadera es lo que el hombre menos practica. La verdadera se define por el amor, no una emoción o atracción física. Y el mundo no puede dar ese amor porque no lo tiene.
    Hay amores y amistades que no son buenos, y debemos aprender a evitarlos. En Génesis 38:12 y 20 vemos que Judá, cuando se apartó de su padre y familia, vivía en el mundo y tenía un amigo mundano, Hira el adulamita. A ése no le pareció malo que Judá se casara con una mujer pagana, ni que luego estuviera con una ramera.
    El diablo astuto conoce nuestras debilidades sentimentales, y aprovecha familia y amistades para introducir la desobediencia y rebeldía contra Dios. Por eso advierte Deuteronomio 13:6-8, “Si te incitare....tu amigo íntimo, diciendo en secreto: Vamos y sirvamos a dioses ajenos, que ni tú ni tus padres conocisteis...no consentirás con él, ni le prestarás oído; ni tu ojo le compadecerá, ni le tendrás misericordia, ni lo encubrirás...”
    En 2 Samuel 13:3-5, Amnón hijo de David tenía un amigo Jonadab, “hombre muy astuto”, que le aconsejó fingirse enfermo para engañar a su hermana y acostarse con ella. Luego, cuando se llevó a cabo el plan de Jonadab y Amnón fue odiado y al final muerto, Jonadab no sufrió nada. Los malos consejos suyos a él no le costaron, pero a Amnón sí. Hubiera sido mejor tener un amigo espiritual que le aconsejara según la Palabra de Dios y no según los deseos de la carne. Pero muchos jóvenes reciben sus consejos de compañeros jóvenes suyos, para su desvío y ruina, en lugar de recibirlos de hombres de Dios. Así que hay amistades que deberían ser evitadas, o rotas, para seguir al Señor. Los que les cuesta romper esas amistades nunca crecerán ni prosperarán espiritualmente mientras continúen en ellas (1 Co. 15:33).
    Pero entre los discípulos y seguidores del Señor Jesucristo la amistad es importante y valiosa. En Juan 15:12 el Señor quiere que Sus discípulos se amen y tengan entre sí esa verdadera amistad. Los creyentes pueden exhortarse (He. 3:13) para que no se endurezcan por el engaño del pecado. Pero, ¿qué amigo del mundo puede hacer esto? Según Colosenses 3:16 los hermanos y amigos creyentes pueden y deben enseñarse y exhortarse con la Palabra del Señor. Los incrédulos no pueden, porque en ellos no mora en abundancia la Palabra de Cristo. Pueden divertirnos, pero no edificarnos.
    En Juan 15:13 el Señor enseña que la amistad verdadera y espiritual nos lleva a darnos, a poner nuestra vida, a dar, no recibir. Proverbios 19:4 dice: “las riquezas traen muchos amigos”, y el versículo 6 afirma: “cada uno es amigo del hombre que da”. Pero ésas son amistades superficiales y egoístas, por la cuenta que les trae. Si el rico no fuera rico, no tendría esos amigos. No le quieren a él sino sus bienes. “Muchos son los que aman al rico” (Pr. 14:20). Cuando era pobre, no eran sus amigos, y cuando no tenga más riquezas, le dejarán (Lc. 15:14-16), y se arrimarán a otro rico buscando aprovecharse de sus bienes. Pero la mayor y verdadera amistad la tiene el que pone su vida por sus amigos. ¿Somos amigos de alguien? ¿Hasta qué punto? ¿Qué damos o qué ponemos para el bien de nuestros amigos? El Señor puso Su vida, lo dio todo,  y como creyentes nos llama a amar de esa manera que da para el bien del otro. No amistad para recibir, para provecho personal, sino para dar, para el bien del otro. 1 Juan 3:17 reclama: “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?”
    En Juan 15:14 el Señor pone esta condición a la amistad con Él: hacer lo que Él manda. Si es la prueba definitiva, y lo es, ¡cuán pocos son Sus verdaderos amigos! Ese principio está en el Antiguo Testamento en Amos 3:3, “¿Andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo?”. Si queremos en verdad ser amigos de Cristo, tenemos que ponernos de acuerdo con Él, no Él con nosotros. Sus discípulos eran Sus amigos, pero la muchedumbre no. ¿En cuál de los grupos nos encontramos nosotros?
    Recordemos que la verdadera amistad es con Cristo, no con el mundo. Muchos han sido engañados y desviados por amistades mundanas. Hoy día gran cantidad de la juventud anda en amistades superficiales, carnales, temporales. Aparentemente no tienen valor para romper con nadie ni sacrificar nada para seguir a Cristo y ser Sus amigos. Malo es el porvenir de la iglesia cuando es poblada con tales personas – conduce a las condiciones de Laodicea (Ap. 3:14-21). Se divierten mucho, pero no andan con Cristo.
    Curiosamente, a nuestro Señor le acusaron de ser amigo de pecadores (Lc. 7:34), y aunque fue dicha como una crítica, es un gran título Suyo: “amigo de pecadores”. Él dio Su vida por nosotros, como dice el himno de Sankey:

"Oh qué amigo nos es Cristo, Él llevó nuestro dolor,
Y nos manda que llevemos todo a Dios en oración".

     Su amistad es muy diferente a la del mundo, que nunca llevará nuestro dolor. Cristo no se iba con ellos, sino que recibía a los que deseaban conocerle y ser salvos. Eso es algo muy diferente a las amistades que algunos cristianos excusan diciendo: “pero el Señor fue amigo de pecadores”. Parece que lo dicen para irse con ellos, no para traerlos a Cristo. Tras años de amistades así, no han visto a ninguno convertido y sacado del mundo. Son amistades que no van a ninguna parte.
    Hermanos, la amistad de Cristo es la cosa más grande que hay en este mundo, y suprime la necesidad de amistades mundanas. Es la que tanto necesita el mundo, pero nosotros, por la fe, la tenemos, pues no la desaprovechemos. En Juan 15:15 el Señor dijo a los discípulos que no les llamaba más siervos, sino amigos. Les admitió a Su círculo de amistades, porque le conocían, confiaban en Él, compartían Su vida y ministerio, dejaron a otros para estar con Él, y sufrían afrenta con Él. Entrar en esa relación requiere el sacrificio de negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirle (Lc. 9:23). Pero si dejamos atrás al mundo, ¿qué hemos perdido? ¡Nada de valor!
    El Señor les eligió (Jn. 15:16), no para ser creyentes, porque la elección no es así. Les eligió para ser apóstoles y amigos, y ser enviados a representarle en el mundo. Marcos 3:13-14 enseña esa elección.
    En Juan 15:17, nuevamente el Señor manda amarnos unos a otros, como Él nos ha amado. Esa amistad verdadera entre creyentes no se basa en cosas superficiales y casuales, sino en el amor divino y fraternal. Por eso Proverbios 17:17 dice: “En todo tiempo ama el amigo”. Esta amistad no tiene caducidad. “Es como hermano en tiempo de angustia”. Está cerca, no abandona. Es leal, no traiciona ni se aparta.
    Y Proverbios 18:24 nos aconseja: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo”. ¿Queremos amigos buenos y espirituales? Tenemos que mostrarnos amigos, tomar la iniciativa, acercarnos y ser amigables. ¿No tienes amigos creyentes? Puede ser culpa tuya. ¿Qué haces para tenerlos? No esperes que otro se acerque a ti. Acércate tú. Una visita, un hecho bondadoso, una palabra de ánimo, de aprecio, tu paciencia, tu presencia consoladora, un acto servicial – tales cosas edifican y fortalecen la amistad entre creyentes. Job 6:14 dice: “El atribulado es consolado por su compañero”. En Job 19:19 y 21 se quejó de que sus íntimos amigos le aborrecieron, se volvieron contra él y no le tuvieron compasión cuando sufría. Alguien bien ha dicho: “Con amigos así, sobran los enemigos”. Actuemos como verdaderos amigos para ganar verdaderos amigos. Proverbios 18:24 dice: “Y amigo hay más unido que un hermano”. Es el Señor Jesucristo, nunca nos dejará ni nos desamparará. ¡Qué bendición es tener también a fieles hermanos creyentes que muestran esa clase de amistad!
    Pero los enemigos de Dios no pueden ser nuestros amigos, porque nuestra amistad con Cristo nos hace vivir en otra onda, y caminar en otra senda. No pueden andar con nosotros porque no están de acuerdo. Nuestra amistad con Cristo rige toda otra relación. Por eso Santiago 4:4 nos recuerda que la amistad del mundo es incompatible. No podemos nadar y guardar la ropa. “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. Efesios 5:11 manda: “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas”. Dificilmente podemos hacer esto con los incrédulos y tener su amistad. Muchas amistades con incrédulos se mantienen porque calla y consiente el creyente las obras infructuosas suyas. Esto es ser desobediente y desleal a Cristo que pagó con Su sangre la amistad con nosotros. “Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros” (Lc. 6:26). En el mundo estamos rodeados de enemigos, no de amigos. Si uno cultiva la estima y aprobación del mundo, la sociedad, se aleja del Señor.
    Hermanos, ahora es cuando cultivar nuestra amistad con el Señor, ya que por toda la eternidad estaremos con Él, no con los del mundo. Al Señor le costó todo. ¿Qué estarías dispuesto a pagar, a sacrificar, para andar en amistad con Él? Abraham era amigo de Dios (Stg. 2:23), y le costó mucho. Salió de su país y parentela. Se circuncidó. Llevó a su hijo Isaac a sacrificar. Hizo todo eso por fe, no porque entendiera, sino porque el Señor se lo mandó.  “Sois mis amigos si haceis lo que yo os mando”. Éste es el requisito y la medida de la amistad con Cristo. Nunca encontraremos a un amigo mejor.
 
 

viernes, 31 de marzo de 2017

EN ESTO PENSAD -- abril 2017

La Elección del Cónyuge (II)
J. Graf

viene del nº anterior
 
El amor
¿No es el amor la condición primordial para que una unión sea feliz? Al menos esto es lo que se dice a menudo. Es cierto que el afecto natural entre prometidos, entre esposos, entre padres e hijos, es algo que Dios pone en el corazón humano. Estos sentimientos son un lazo precioso entre dos seres estrechamente unidos el uno al otro.
    Pero desde la antigüedad pagana, tal amor fue desnaturalizado por la desobediencia del hombre y cayó bajo el imperio de la ley del pecado y de la muerte. La ausencia de afecto natural caracteriza también a la cristiandad sin Cristo en estos últimos tiempos (Ro. 1:31; 2 Ti. 3:3).
    El amor es algo natural en las relaciones entre esposos, pero debiera ser santificado para que no fuera un simple amor carnal, el cual se manifiesta ante todo por sus exigencias, por su egoísmo, su deseo de poseer, sin preocuparse de la voluntad de Dios. Ejemplos muy solemnes de todo esto los encontramos en Sansón (Jue. 14:3, 16; 16:4, 15) y Amnón (2 S. 13). Tal amor no puede ser nunca el fundamento seguro de una unión dichosa, ya que desaparece al haber conseguido lo que se buscaba en la persona amada. El creyente no está exento de este peligro, por lo que la vigilancia le es necesaria.
    El amor que Dios pone en el corazón, a la vez da y se entrega. No busca su propio interés (1 Co. 13:5). Encuentra su medida en Cristo, quien ha amado a la Asamblea y se entregó a sí mismo por ella (Ef. 5:25). Fue su amor y su obediencia al Padre, lo que le indujo a descender del cielo y darse por la Iglesia, del mismo modo que un hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su mujer.
    Toda peticion de matrimonio, requiere según Dios un afecto santo hacia la novia. “Cristo amó a la iglesia”. Siguiendo su ejemplo, le corresponde al hombre, desempeñar el papel activo y pedir a su prometida en matrimonio. Una actitud pasiva de parte del novio o la iniciativa de la futura esposa estarían en desacuerdo con los pensamientos divinos.
    El verdadero amor no actúa nunca en oposición a Dios. El amor no debe cegarnos, ya que es necesario examinarse a sí mismo delante del Señor, para saber si el motivo que nos mueve está de acuerdo con la voluntad de Dios.

La petición de una compañera a Dios
    El siervo de Abraham nos proporciona un ejemplo muy hermoso. No era una joven agraciada o rica la que él buscaba para Isaac, sino una muchacha que quisiera servir a un extranjero como él y que cuidase de sus camellos fatigados. Habiendo Dios respondido a su petición al instante, el siervo, primeramente, se contentó con mirar, sorprendido y en silencio. Profundamente emocionado por la respuesta divina, no dice ni una sola palabra a la muchacha, sino que empieza por expresar su gratitud a Dios (Gn. 24:12, 21, 27). Fue de esta manera que recibió de la mano del Señor la mujer que Dios destinaba a Isaac.

¿En qué momento casarse?       
    Hay un orden que conviene observar y que nos es indicado claramente en Génesis 2:24 y vuelto a citar por el Señor Jesús en Mateo 19:5, “El hombre dejará a su padre y madre”. Nos habla de la autonomía unida a la responsabilidad.
    A continuación viene “el estar unido a su mujer”, unión pública delante de Dios y de los hombres, la cual es realizada en nuestra sociedad actual [en algunos países] por la inscripción en el registro civil. [en otros: por la iglesia].
    Es solamente después, y no antes, “que los dos serán una sola carne”.
    Otra condición precedente a la fundación de un hogar es el ejercicio de un oficio que tras una formación profesional o un aprendizaje suficiente, permita al hombre proveer a las necesidades de la familia. “Prepara tus labores fuera, y disponlas en tus campos, y después edificarás tu casa” (Pr. 24:27).
    El tiempo escogido por Dios no corresponde siempre a nuestros deseos. “En tu mano están mis tiempos” (Sal. 31:15).
    Las hijas de Zelofehad nos ofrecen un ejemplo estimulante (Nm. 27 y 36). Experimentaron por sí mismas las dificultades que muchas jóvenes creyentes encuentran en nuestros días, las cuales deben comprobar que hay muy pocos jóvenes varones a su alrededor resueltos a seguir a Cristo. Las hijas de Zelofehad hubieran podido suplicar a Moisés que les ayudase a buscar un esposo; pero ellas amaban y deseaban, ante todo, conseguir su herencia (figura de nuestras bendiciones espirituales), y Dios respondió simultáneamente a sus dos deseos.

El lugar del encuentro
    El siervo de Abraham encontró a Rebeca cerca de un pozo. De él surgía el agua, figura de la Palabra de Dios aplicada por el Espíritu Santo.
    Jóvenes: ¿Dónde deseáis encontrar a vuestro futuro cónyuge? ¿En el mundo estéril, sin agua, o en este lugar escogido por Dios, donde su Palabra refresca el corazón?
   
Una decisión firme
    Rebeca no obró ligeramente hacia su futuro esposo. “Yo iré”, dijo ella decidida.

Una ayuda idónea
    Dios quería dar a Adán una ayuda idónea. Las grandes diferencias de edad, educación, lengua, raza, etc., no son contrarias a la Palabra, pero pueden constituir en el curso de los años, una carga en la vida común. “El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová” (Pr. 18:22).

J. Graf, Juventud, matrimonio, familia, Ediciones Bíblicas, Perroy, Suiza.

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 ¿QUIÉN ESTÁ EN LAS REUNIONES?

“Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20).

Cuando el Señor Jesucristo pronunció estas palabras, se estaba refiriendo a una reunión de la iglesia convocada para tratar con un miembro pecador que rehúsa arrepentirse. Otros esfuerzos para con el ofensor han fallado y ahora es llevado ante la asamblea. Si aún rehúsa arrepentirse, debe ser excomulgado: puesto fuera de comunión. El Señor Jesús promete Su presencia en tal reunión convocada para tratar con un asunto de disciplina de la iglesia.
     Pero el versículo ciertamente tiene una aplicación más amplia. Se cumple dondequiera y cada vez que dos o tres se reúnen en Su Nombre. Reunirse en Su Nombre significa juntarse como asamblea cristiana; congregarse con y por Su autoridad, actuando de Su parte; reunirse en torno a Él como cabeza y centro de atracción; congregarse de acuerdo con la práctica de los cristianos primitivos en doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones (Hch. 2:42). Quiere decir congregarse con Cristo como el centro, congregarse en Él (Gn. 49:10; Sal. 50:5).
     Dondequiera que los creyentes se reúnen de este modo a la Persona del Señor Jesús, Él promete estar presente. Mas alguien podría preguntar: “¿No está Él presente en todas partes? Siendo Él Omnipresente, ¿no está en todos los lugares al mismo tiempo?” La respuesta es, por supuesto que sí. Pero promete estar presente de una manera especial cuando los santos se congregan en Su Nombre: “...allí estoy yo en medio de ellos”. Esa es, por sí misma, la razón más fuerte por la que debemos ser fieles asistiendo a todas las reuniones de la asamblea local. El Señor Jesús está ahí de una manera especial. Muchas veces podemos no estar conscientes de Su prometida presencia. En otras ocasiones aceptamos el hecho por la fe, basados en Su promesa. Pero hay otras veces cuando se nos manifiesta a Sí mismo de una manera singular. . . Nunca sabemos cuándo ocurrirán estas sagradas visitas. Llegan inesperadamente y sin anuncio y si no estamos presentes las perdemos. Sufrimos una pérdida parecida a la de Tomás, que no estaba presente cuando el Señor Jesús resucitado y glorificado apareció a los discípulos la tarde de Su resurrección (Jn. 20:24). Éste fue un momento de gloria que jamás pudo recuperar.   
     Si realmente creemos que Cristo está presente cuando Su pueblo se reúne en Su Nombre, estaremos mucho más motivados y determinados a asistir que si el rey o el presidente estuviera allí. Nada aparte de la muerte o una enfermedad grave impedirá nuestra presencia.
William MacDonald, De Día En Día, Editorial CLIE

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William MacDonald Comenta Sobre El Mundo

     "El apóstol Juan nos dice que todo lo que hay en el mundo es los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida (1 Jn. 2:16). Traducción: el mundo glorifica al sexo, a la pasión, a la violencia, a la guerra, a la riqueza, a la posición social y al poder. La gente del mundo vive para el presente, no para la eternidad; para las cosas pasajeras, no para los demás; para el yo, no para Dios. Todos sus placeres tienen su fin en el sepulcro".    pág. 74
     "El mundo tiene formas diferentes. Hay el mundo de la política: por su propia naturaleza, es corrompido. Hay el mundo del comercio: está impregnado de prácticas nada éticas. Hay el mundo religioso: tiene las manos manchadas con la sangre de Jesús. Hay el mundo del arte, la música y la cultura: el nombre de Cristo es excluido porque causa desasosiego. Y hay el mundo del espectáculo, con su inmundicia, insinuaciones sexuales, dobles sentidos. Hollywood y la televisión son retratos de este mundo a todo color..." pág. 75

del libro EL MANDAMIENTO OLVIDADO: SED SANTOS
 
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¿IRÉ AL CIELO?

Para ir al cielo, ¿que es necesario?                   
☐ 1. Guardar los Diez Mandamientos
☐ 2. Hacer buenas obras. “Haz bien y no mires a quién”.
☐ 3. Los sacramentos: el bautismo, la penitencia, la eucaristía, la confirmación, la extremaunción, etc.
☐ 4. Dar limosnas a la iglesia, a los pobres, a las obras de caridad.
☐ 5. Arrepentirse y dejar de pecar.
☐ 6. Ser sincero y procurar siempre lo mejor.
☐ 7. Amar a Dios y al prójimo.
☐ 8. Asistir a una iglesia evangélica o protestante y hacerse miembro.
☐ 9. Arrepentirse y confiar sólo en el Señor Jesucristo para el perdón y la vida eterna.
☐ 10. Nada, porque no existe ni cielo ni infierno.

¿Cuáles ha escogido?
    Si ha escogido alguno del nº1 al nº8, lamentamos decirle que se ha equivocado. Dios dice en Su Palabra que la salvación es: “por gracia...por medio de la fe...no por obras para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
    Si ha escogido el nº10, también se ha equivocado. El Señor Jesucristo no miente ni se equivoca, y Él habló y enseñó acerca del cielo y del infierno. Si usted no lo cree, es su problema, pero el cielo y el infierno existen, y usted irá a uno de estos lugares para siempre.
    Si ha escogido sólo el nº 9, ha acertado. El obstáculo que impide que vayamos al cielo, la morada de Dios, es nuestro pecado, y todos hemos pecado. “La paga del pecado es muerte” dice la Biblia. Por eso vino Jesucristo y murió en la cruz del Calvario, para sustituirle a usted ante Dios y tomar en su lugar el castigo que sus pecados merecen. Y cuando expiró en la cruz, gritó: “¡Consumado es!”. Jesucristo no sigue sufriendo ni muerto, porque ya lo  pagó todo. Resucitó y está sentado a la diestra de la majestad en el cielo. Jesucristo es el único que puede perdonar los pecados y dar vida eterna. Sólo por Él podemos ir al cielo. Él dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (S. Juan 14:6).
    Si desea saber más acerca de Jesucristo y cómo recibir vida eterna e ir al cielo, acérquese y pregunta. Con gusto le ayudaremos. 

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 ¿Qué Pensáis Del Cristo?

 Hay muchas preguntas en la Biblia, pero esta es la más importante, porque de la respuesta a ella depende el destino de cada persona: “¿Qué pensáis del Cristo?”
    Si preguntamos a la gente, habrá muchas respuestas, porque a muchos les encanta expresar su opinión. Unos hablarán a favor y otros en contra. Hay gente que tiene religión pero no tiene a Cristo, y que practica culto pero no le conoce. En nuestro mundo se hacen encuestas públicas y preguntan: “¿Qué piensa de esto o lo otro?” Pero esta pregunta es infinitamente más importante. No se trata de meras opiniones, sino de cómo evalua y qué entiende acerca de Jesucristo. Vamos al Nuevo Testamento para preguntar a los que convivieron con Él.
    En Juan 7:46 los alguaciles del templo no le trajeron a las autoridades como se les había mandado, porque quedaron impresionados de Su manera de hablar. Exclamaron: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” Habían oído a muchos hablar en el templo, pero Cristo predicaba con poder y razón y Sus palabras tocaron el corazón de los que le oyeron. Jamás en la vida oirás otras palabras como las de Jesucristo.
    En Mateo 4:24-25 vemos a los del otro lado del Jordán, oyéndole y viendo las señales que hacía. ¿Qué pensaron de Él? Se quedaron admirados. “Y se difundió su fama por toda Siria”. Había gente siguiéndole de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán. Pero amigo, una cosa es estar impresionado, y otra es creer, confiar en Él. En Mateo 5:1-3, a esas multitudes Él les enseñaba el reino de Dios, no de políticos ni obras sociales sino de Dios, el que quiere gobernar en el corazón. El gran evangelista Moody dijo: “prefiero estar cinco minutos a los pies de Cristo que escuchar toda la vida a los sabios de este mundo”.
    Vamos a Marcos 1:30-31 para entrevistar a la suegra de Simón Pedro. Ella había caído enferma, tenía fiebre y estaba acostada. Hablaron al Señor explicando la condición de ella, y Él se acercó y la tomó de la mano. La levantó de la cama e inmediatamente le dejó la fiebre. Se curó de tal manera que podía servir a sus huéspedes. Ella diría: “Él me quitó la fiebre; me sanó”. Jesucristo tiene poder para levantarnos, curar nuestras males y habilitarnos para servir. ¿Quién desea dejarle entrar en su casa y su corazón?
    Preguntemos en Marcos 2:2-12 a los cuatro que trajeron a un paralítico al Señor, y lo bajaron en su lecho delante del Señor. Ellos, el enfermo y todos los demás que estaban en la casa vieron el poder del Señor sobre la parálisis y sobre el pecado. Se asombraron, glorificaron a Dios y dijeron que nunca habían visto tal cosa. El Cristo tiene poder y compasión, puede restaurar los nervios y perdonar los pecados.
    Los discípulos pescadores, después de la gran pesca en Lucas 5:1-8, quedaron asombrados también. Eran pescadores de oficio, pero el Señor les enseñó cómo pescar mejor. Pedro se arrodilló y rogó al Señor que se apartara de él, diciendo: “porque soy hombre pecador”. Probablemente había tenido mala actitud y malos pensamientos acerca de la instrucción que Cristo les dio en el v. 4, “echad las redes...” Pero la sencilla obediencia puede vencer la incredulidad, porque cuando hacemos lo que el Señor dice, entonces vemos resultados que de otra manera no se puede. Se quedaron impresionados con la santidad y el poder del Señor.
    En Lucas 15:2 los fariseos y escribas expresaron su baja opinión de Cristo cuando murmuraron: “este a los pecadores recibe y con ellos come”. Lo dijeron para denigrarle, pero nos hace admirarle porque si no hubiera recibido a los pecadores, ¿dónde estaríamos nosotros? La crítica de los líderes religiosos se convierte en palabras de esperanza para nosotros. ¿Quién es Cristo? Es uno que recibe a los pecadores. Vino para buscar y salvar a los que se habían perdido.
    Otra vez escuchamos opinión negativa de parte del establecemiento religioso, en Mateo 27:41-43. “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar”. Aquí vemos el conflicto entre la religión organizada y pomposa, y la fe sencilla en el Señor Jesucristo. Esos hombres no estaban allí para compadecerse sino para burlarse. Pero llevaron razón en lo que dijeron. Cristo no podía salvarse a sí mismo, ni falta hacía porque era santísimo y en este momento sufría por nosotros. Él entregó Su vida por la tuya y la mía. No vino para salvarse, sino para salvarnos a nosotros.
    Si preguntamos a Caifás, el sumo sacerdote, veremos su opinión de Cristo en Mateo 26:57-64. Sólo obraba para quitar a Cristo de en medio, porque le veía como competencia y quería para sí el poder sobre el pueblo. Así que procedió deshonestamente, buscando testigos falsos para condenarlo. Al final le conjuró: “que nos digas si eres tú el Cristo”. Pero no lo dijo porque no sabía qué pensar, sino para provocarle a decir algo condenable. Y cuando Cristo le respondió, le acusó de blasfemia (v. 65). Caifás pensaba que Cristo blasfemaba y que merecía morir. Jesucristo tiene muchos enemigos todavía hoy que le resienten.
    Otro hombre que opinó públicamente sobre Cristo fue Poncio Pilato (Mt. 27:1-2; 11-26; Jn. 18:28-19:6). Era un hombre duro y cruel. Pilato, ¿qué opinas de Cristo? Declaró en Juan 19:4 que ningún delito halló en Él. Los judíos en el versículo 7 acusaron: “se hizo a sí mismo Hijo de Dios”.  Pilato le llamó hombre inocente, pero le condenó, manifestando el fracaso del sistema judicial de este mundo. Condenó al Santo y Justo. En Mateo 27:22 preguntó: “¿Qué queréis...que haga con Jesús...?” (véase Mr. 15:12). ¿Qué importaba lo que ellos querían? ¡Él debió actuar con justicia y equidad, pero no lo hizo! “¡Crucifícale!” respondieron a gritos, y así fue. Había recibido correo de su esposa rogándole que no tuviera nada que ver con “ese justo”, pero ni a eso hizo caso. Al final Pilato se lavó las manos, pero tenía que haber lavado su corazón pecaminoso. Fracasó y no hizo justicia, porque se dejó guiar por la opinión y la voz de la multitud. Como muchos, a Pilato le preocupaba el “¿qué dirán?” más que la verdad. Dicen algunos historiadores que luego volvió a Roma y fue castigado con exilio, durante el cual se deprimió y se suicidió. Otros dicen que el emperador Calígula le condenó a muerte por ejecución o suicidio. El caso es que murió en el año 39 d.C., y un día Pilato tendrá que comparecer ante Cristo. ¡Qué momento más terrible será!
    ¿Qué pensaba Judas Iscariote de Cristo? En Mateo 27:4 dijo: “he pecado entregando sangre inocente”. Sabía que el Señor era inocente y que él le había traicionado. Devolvió el dinero arrepentido – esto es – triste por las consecuencias. Pero Judas no se arrepintió debidamente, y murió como un pecador desgraciado. Había andado con Cristo y con los demás apóstoles durante tres años, día y noche. Había escuchado las mismas enseñanzas y visto los mismos milagros. Recibió más atención personal del Señor que muchos. Pero pese a todo eso, y aunque había hecho milagros y predicado el evangelio,vemos que no había creído en el corazón. Hasta qué punto llegan los “cristianos” modernos que asisten a reuniones pero que no permiten que el Señor cambie sus vidas, y los predicadores que hacen campañas y milagros y recogen dinero, como Judas, pero Cristo para ellos es más que nada una manera de tener fama y hacer dinero.
    Tenemos que invitar a la gente a tener una buena opinión de Cristo, y esto se hace también con nuestra vida. Nuestra manera de vivir como cristianos influye a la gente en su opinión de Cristo. Que Él nos ayude a enmendar nuestra manera de hablar y vivir, para que reprensentemos bien al Señor. Pablo dijo: “Sed imitadores de mí así como yo de Cristo”. Cuando imitamos al Señor, cuando le seguimos en nuestra manera de vivir, ayudamos a la gente a entender realmente quién es Cristo y qué es el evangelio.


continuará, d.v. en el siguiente número
de un estudio dado por Lucas Batalla
 
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  Dios Cumple Toda Su Palabra

"...no ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado ninguna de ellas" (Jos. 23:14).
 
    Los que dividen la Palabra de Dios en doctrinas fundamentales y no esenciales, o culturales, deben reflexionar y arrepentirse de su pecado. Desean que Dios cumpla todas Sus promesas, toda Su Palabra, y se alegran de que Él sea fiel en todo. Pero ellos no desean guardar todo. Esquivan su deber de enseñar y guardar todo, con sus inventos y excusas de "no esencial", frase no hallada en toda la Biblia. Se alegran de que "no ha faltado una palabra de todas las buenas palabras" de Dios, pero ellos sí son hallados faltos. ¿Qué sería de nosotros si Dios no cumpliera todas Sus promesas? Pero tranquilos, porque en Cristo todas las promesas de Dios son Sí, y en Él Amén (2 Co. 1:20).
    Y somos mandados a enseñar y obedecer TODO. "Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado" (Mt. 28:20). "Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad" (Jn. 16:13), no "a las doctrinas más importantes". (!) Dios cumple toda Su buena Palabra. Dejemos de dividir y clasificarla, y seamos obedientes a todo.
Carlos

viernes, 30 de octubre de 2015

EN ESTO PENSAD -- noviembre 2015

Dios Dará La Recompensa

Lucas Batalla

Texto: Efesios 6:7-8

El buen servicio es importante para el Señor. “Sirviendo de buena voluntad” habla no sólo de nuestro servicio sino también de la actitud con la que servimos. La buena voluntad es la disposición a servir, el deseo, el ánimo, la atención a la calidad del servicio y el interés sincero en agradar a aquel que es servido. En el último análisis, servimos al Señor, y con esto cualquiera debe tener suficiente motivación. Servimos al Señor en cosas sencillas como nuestros tareas cotidianas, y le servimos cuando asistimos a las reuniones con los hermanos para la alabanza, la oración y el estudio de Su Palabra. Le servimos cuando testificamos, y cuando dedicamos tiempo diariamente a la lectura de Su Palabra y la oración privada. Además de esto, surgen oportunidades para servir al Señor todos los días, en nuestro roce con los demás en el curso de la vida. Nos gustaría ver en seguida la recompensa, pero no siempre es así.
    Se cuenta de un pobre hombre campesino que un día caminaba en el campo oyó voces pidiendo socorro, y rescató a un joven, salvándole la vida. Resulta que el padre del joven era un nombre rico, un noble,  que vino a expresar su gratitud y a recompensarle. Pero aquel campesino dijo que no hacía falta ninuna recompensa ya que sólo había cumplida con su deber, lo que cualquiera hubiera hecho. Entonces el noble ofreció costear la educación del hijo del campesino, y éste aceptó. Su hijo, gracias a esta recompensa, llegó a cursar estudios universitarios y se hizo médico. Luego en sus investigaciones descubrió una medicina que salvó muchas vidas. Así que, sea parábola o historia verídica, esto ilustra la ley de la recompensa, de la siembra y la cosecha.
    No hay nada que hagamos sirviendo de buena voluntad que quede sin recompensa. La ley de la siembre y la cosecha funciona, pero no siempre da fruto instantáneamente. No obstante, aunque tarde en venir, la recompensa llegará, porque Dios lo promete. El versículo 8 promete: “el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor”. No siempre vamos a recoger de donde hemos sembrado, pero el Señor asegura que recogeremos, y Su promesa no falla.
    Hebreos 6:10 dice que “Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún”. Como creyentes servimos al Señor sirviendo a los santos. Y hermanos, tenemos tantas oportunidades todos los días, que nadie tiene excusa para ir al cielo con las manos vacías. Quitemos nuestros ojos de nosotros mismos y miremos alrededor las oportunidades que todos los días tenemos. Lucas 6:38 exhorta: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”. También está hablando de la recompensa. Dios dice que “con la misma medida” nos recompensará, y esto debe hacernos pensar. Es una promesa y también una advertencia. Si somos parcos y mezquinos, entonces en la misma manera que hemos dado o rehusado, nos volverán a medir. ¡Cuidado! Es una lección que nos urge aprender, pero aparentemente hay quienes no creen, o no quieren aprenderla. Dios nos manda ser generosos y dar con buena medida. “Dad, y se os dará”.
    Habrá reconocimiento y recompensa, a veces aquí y ciertamente en el cielo. El que siembra abundantemente va a recibir de la misma manera. Dios explicó en Malaquías que no pudo bendecir a Su pueblo porque ellos eran mezquinos, engañadores y ladrones en las ofrendas y los diezmos. Hoy hay iglesias que Dios no puede bendecir porque no ofrendan como deberían, y no cuidan bien a los siervos de Dios. 2 Corintios 9:6-11 señala un principio importante para las iglesias. El versículo 6 afirma: “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará”. No podemos sembrar un grano de trigo y luego esperar cosechar todo un campo de trigo. Ni podemos ofrendar de forma “simbólica”, negar el cuidado de los siervos de Dios y luego esperar una gran recompensa. Dios es generoso y quiere que Su pueblo también lo sea. En el versículo 7 aprendemos que Dios ama al dador alegre. Esto sigue la idea de Efesios 6:7, de la "buena voluntad”. En el versículo 8 habla de abundar para toda buena obra. Los versículos 9-10 prometen que Dios proveerá y multiplicará el fruto si sembramos así. El versículo 11 habla de “liberalidad” y asegura que las ofrendas que son así producirán acciones de gracias. La recompensa será como el servicio, y una de las maneras de servir a Dios es con nuestras ofrendas.
    Es cierto que va a redundar si hacemos lo que Dios dice. Gálatas 6:9-10 nos instruye: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. No nos cansemos de hacer bien, ni de servir bien. Aprovechemos todas las oportunidades que tenemos. “A todos” dice, y aunque no lo agradecen los del mundo, Dios sí, y en el cielo nos recompensará. Los hombres olvidan, pero Dios nunca lo hace. Y termina diciendo: “mayormente a los de la familia de la fe”. Porque la casa del Señor debe tener gran prioridad en nuestro servicio, incluso en nuestras ofrendas. Ser tacaños con nuestros hermanos, dejándolos pobres y necesitados, es una señal de problemas de corazón. Que el Señor nos ayude a recordar que en nuestro servicio le estamos sirviendo a Él, para que lo hagamos de buena manera y de buena voluntad. Él nos ayudará, si tomamos este compromiso. Que así sea para Su gloria. Amén.
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¿REALMENTE CREEMOS 
QUE ÉL VIENE PRONTO?

“Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados” (1 Jn. 2:28).
    La fecha de esa venida nos es ocultada. Ningún hombre puede decir cuándo Él vendrá. Vela y está siempre preparado, para que no seas avergonzado en Su venida. ¿Debe el cristiano entrar en la compañía y las diversiones mundanas? ¿No estaría avergonzado si viniera su Señor y le hallara entre los enemigos de la cruz? No debo ir a donde me daría vergüenza ser hallado cuando venga repentinamente mi Señor”.

C. H. Spurgeon, 12 Sermones Sobre La Segunda Venida de Cristo, Baker, pág. 134.

“La venida inminente de Cristo debe tener un efecto práctico increíble en las vidas de cristianos individuales y también la iglesia como entidad. El hecho de que el glorificado y santo Hijo de Dios podría venir por la puerta del cielo en cualquier momento, debería según Dios ser una motivación fuerte e incesanta para vivir en santidad y servirle agresivamente (incluso misiones, evangelización e instrucción bíblica). También debería ser gran remedio para la letargia y apatía. Debería hacer una gran diferencia en los valores, las prioridades y las metas de todo cristiano”.

Renald Showers, págs. 255-6 del libro, Maranatha, Our Lord Come! 
(“Maranata, ¡Ven Señor Nuestro!”)
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 LA CRUZ Y LA VARA: COSAS DISTINTAS
 
A. W. Tozer
La cruz y la disciplina están muchas veces juntas en las Escrituras, pero no son la misma cosa. La disciplina es impuesta sin el consentimiento del que la sufre. La cruz no puede ser impuesta por otro. Aun Cristo sufrió la cruz por Su sola y libre elección. Hablando de su vida que pondría en la cruz dijo: "Nadie me la quita; yo la pongo de mi mismo". El tuvo muchas oportunidades de escapar de la cruz, "pero afirmó su rostro como diamante, y se encaminó a Jerusalén". La única compulsión que conoció fue la compulsión del amor.
        El castigo es un acto de Dios; el llevar la cruz es un acto del cristiano. Cuando Dios en su amor pone la vara de corrección en las espaldas de Sus hijos, no les pide permiso. El castigo sobre el creyente no es voluntario, excepto en que él acepta la voluntad de Dios con el consentimiento de que la voluntad de Dios incluye castigo. "Porque Dios al que ama, castiga, y azota a cualquiera que recibe por hijo. Si soportáis el castigo. Dios se os presenta como a hijos, porque, ¿qué padre es aquel que a su hijo no castiga?"
         La cruz nunca viene insolicitada; la vara siempre lo hace. "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz, y sígame". Aquí hay una clara, inteligente decisión, una decisión que debe ser hecha por el individuo con determinación y reflexión. En el reino de Dios nadie se encuentra de sorpresa con una cruz.
         Pero, ¿qué es la cruz para el cristiano? Obviamente no es el instrumento de madera que los romanos usaban para ejecutar la sentencia de muerte a los acusados de crímenes capitales. La cruz es el sufrimiento que el cristiano soporta como consecuencia de seguir a Cristo en perfecta obediencia. Cristo eligió la cruz al elegir el camino que conducía a ella: y así es con Sus seguidores. En el camino de la obediencia encontramos la cruz, y tomamos la cruz cuando entramos en ese camino.

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EL INFIERNO

¡Infierno! La prisión del desespero,
Voy a mostrarte algunas cosas que no encontrarás allí:
No habrá flores que se abran a los lados del Infierno,
Ni bellezas naturales a las que aquí tanto amamos,
No hay consuelos hogareños, músicas ni canciones,
No hallarás gozo amistoso entre aquellas multitudes;
Ni chiquillos que alegren la pesada y larga noche;
Ni una cariñosa sonrisa en la región de las noches;
No hay gracia, no hay perdón, misericordia y compasión.
Tampoco hay agua, oh Dios, ¡qué terrible lugar!
Los remordimientos del perdido nadie puede explicar,
Ni un momento de alivio,
¡No hay descanso en el Infierno!

¡Infierno! La prisión del desespero,
Te mostraré algunas cosas que allí estarán:
Fuego y azufre sabemos que hay,
Pues Dios en Su Palabra nos dice así,
Memoria, remordimiento, dolor y sufrimiento,
Llanto y gemido, mas todo en vano;
Blasfemos, maldicientes, aborrecedores de Dios,
Los que a Cristo rechazaron mientras en la tierra andaban;
Asesinos, jugadores, borrachos y mentirosos,
Tendrán en el lago de fuego su parte;
El sucio, el vil, el cruel y mezquino,
¡Qué horrorosa multitud será vista en el Infierno!
Sí, más que lo que cualquier humano 
sobre la tierra pueda describir,
¡Son los tormentos y desgracias del Infierno eterno!


                                                                                          - autor desconocido -


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 LAS CONTRIBUCIONES DE
LAS HERMANAS EN LA IGLESIA

 
Robert Gessner (1930-2014)

Introducción

    Si miramos en los libros acerca de la historia de la Iglesia, vemos nombres como Ignacio, Policarpo, Orígenes, Agustín, Wyclif, Tyndale, Lutero, Zwinglio, Darby, Wesley, Edwards, Spurgeon, Moody y la lista sigue. Los nombres mencionados son casi exclusivamente los de hombres, y rara vez hallamos el nombre de una mujer. Basándonos en esto, podríamos concluir que las mujeres han tenido un papel muy insignificante en los planes de Dios para avanzar Su programa. ¿Es válida tal conclusión? En primer lugar, nadie sino Cristo ocupa un lugar significativo en el programa eterno de Dios. Los siervos de Cristo, sean hombres o mujeres, deben esconderse en Él. Sin Su poder, sabiduría y guía, el siervo se vuelve un débil vaso de barro. “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Col 1:18).
    Al estudiar en la Biblia los vasos humanos que Dios ha empleado, nos damos mucha cuenta de que Dios ha empleado a mujeres de muchas maneras maravillosas. Al principio, Dios declaró a la serpiente: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya” (Gn. 3:15). Y esa Simiente herirá la cabeza de la serpiente. Aunque la mujer fue hecha de la costilla del hombre, el varón Simiente que librará a la humanidad caída vendría de la mujer. Pasaron siglos, y Elisabet, llena del Espíritu Santo, dijo a María: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre” (Lc. 1:42). Y fue dada a aquella mujer humilde y apacible el ministerio más privilegiado que jamás ser humano alguno ha recibido de Dios. Ella dio a luz al Hijo de Dios, nuestro Redentor y la Fuente de toda nuestra bendición. Estudiando, se nos aclara también los que buscan el lugar más humilde son los instrumentos humanos del poder y la gloria de Dios que Él usa más y mejor. A diferencia de los imperios políticos y comerciales de este mundo, la grandeza en el reino de Dios viene a los que se humillan y están dispuestos a servir sin reconocimiento. Hay miles de mujeres que han servido en esta capacidad. Jesucristo dijo: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mt. 20:25-27). El siguiente relato ilustra por lo menos catorce maneras en que Dios ha usado a mujeres en la Biblia y sigue usándolas así hoy en la iglesia.
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    Donna, una muchacha de 15 años de edad, asistía a la reunión de jóvenes cada mes en su congregación, como era su costumbre, el último sábado de cada mes. Sus padres estaban en casa esperando su llegada, y disfrutaban escuchándole contar acerca de la reunión. Generalmente, llegaba a casa animada y con ganas de hablar. Pero esa noche abrió la puerta silenciosamente y caminaba hacia su habitación sin decir nada. Viendo que algo pasaba, su padre le invitó a sentarse y hablar de lo que le pasaba.  Entonces les contó que su amiga Luisa había venido a la reunión. Luisa y su familia siempre venían a todas las reuniones, pero hacía tres meses que dejaron de venir, y ahora asistían a una iglesia evangélica muy grande en otra parte de la ciudad. Donna dijo a sus padres: “Luisa me dijo esta noche la verdadera razón por la que se fueron de nuestra asamblea. Dijo que su madre opina que nuestra asamblea ha degradado a la mujer y le ha hecho una ciudadana de segunda categoría. No se le permite hablar en público; no puede ocupar ningún puesto de liderazgo; tiene que sentarse con las manos juntas en las reuniones, y con su cabeza cubierta como una esclava romana. Volviendo a casa, empezaba a pensar en esto, y Papá, realmente me molesta. Sé que la madre de Luisa rehusa aceptar el lugar de la mujer en la iglesia como la Biblia enseña. Sé lo que la Biblia dice, y no quiero tomar el lugar de los hombres en la asamblea. Pero, Papá, ¿qué debo hacer? ¡Me estoy haciendo mayor y quiero hacer algo para el Señor!”
    Papá pensaba en las veces que había tratado ese tema con Donna en sus devociones familiares a lo largo de los años. Su reacción inmediata era molestarse porque pensaba que ella debía saber las respuestas a esa cuestión. Como muchos padres, pensaba que si él lo había enseñado, entonces debe ser claramente entendido. Pero al levantar su corazón a Dios, dejó de sentir molestia, y el Espíritu de Dios le hizo ver la necesidad en la vida de Donna. Su amiga Luisa le había planteado un problema, un reto, y era su responsabilidad fortalecerla mediante la Palabra de Dios. “¿Sabes lo que me gustaría hacer, Donna? Me gustaría tomar las siguientes dos semanas en nuestro tiempo devocional de familia para hablar de algunas de las hermanas que yo he conocido en las asambleas y hablarte de cómo Dios las ha usado. Quizás al oir de ellas, Dios pondrá en tu corazón algo que podrás hacer para Él”. Y así acordaron que durante las siguientes dos semanas meditarían ese tema. Sentámonos con ellos para escuchar las historias contadas.

    LA PRIMERA NOCHE: Leyeron de Lucas 8, acerca de dos mujeres llamadas Juana y Susana que servían al Señor de sus bienes. “Conocí una vez a una mujer como Juana”, dijo Papá. “Cuando preparaba una comida, solía hacer extra y llevarla a la casa de algún hermano o hermana necesitada en la iglesia. Fue de su mesa a otra mesa. Y también conocí a una Susana. Cuando visitaba una casa y veía algún trabajo que necesitaba hacerse allí, puso manos a la obra y lo hizo como mejor podía”. Esas son mujeres que usan cualquier recurso que Dios les ha dado para ministrar a las necesidades de los demás. Son las “Florence Nightingale” de hoy, y muchos santos escuchan para oir sus pisadas acercándose a su puerta, y susurran una oración de gratitud a Dios por el toque de esas manos que alivian las necesidades en la vida.

    LA SEGUNDA NOCHE: Esa noche leyeron la historia de Dorcas en Hechos 9. Esa mujer estaba llena de buenas obras y limosnas. Cuando murió, las viudas estuvieron a su lado llorando y mostrando los vestidos que Dorcas les había hecho cuando estaba con ellas. Algunas hermanas se hacen distribuidores de ropa nueva y usada en la asamblea, a niños y también a adultos. “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino...Porque ...estuve desnudo, y me cubristeis...Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos ...desnudo, y te cubrimos?... Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt. 25:34-40).

    LA TERCERA NOCHE: Leyeron juntos el pequeño relato acerca de Febe en Romanos 16:1-2. El apóstol Pablo se refiere a ella como: “nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea...ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo”. Ahora bien, la palabra “diaconisa” simplemente significa: “servidora”, no es un oficio ni título en la iglesia. No dice de cuántas maneras Febe ayudó, pero Papá recordó a Donna un hogar de ancianos no muy lejos de la casa de ellos llamado: “Hogar de Febe”. Estaba lleno de personas enfermas y parece que recordaban a Febe como persona que pasaba horas visitando a los enfermos. Sólo la eternidad revelará cuántas personas que sufrían de enfermedades han sido consoladas por el toque de la mano de una hermana, por sus oraciones o por una lectura de una porción de las Escrituras.

    LA CUARTA NOCHE: Hechos 18 fue leído en esa ocasión, y a Donna se le explicó el ministerio de Priscila, la esposa de Aquila. Dondequiera que iba Aquila, Priscila le seguía. Servía acompañando y ayudando a su marido, y Pablo los llamó: “mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles” (Ro. 16:3-4). Las hermanas casadas pueden aportar un ministerio muy importante si animan a sus maridos a seguir adelante en los caminos del Señor. Papá contó a Donna que él creía que había una esposa apoyando a cada hermano que servía en su asamblea. La esposa puede ayudar o impedir a un hombre respecto a su ministerio en la asamblea.

    LA QUINTA NOCHE: Esa vez leyeron algunos pasajes bíblicos acerca de la vida de Marta. “...Y una mujer llamada Marta le recibió en su casa” (Lc. 10:38). “Y le hicieron allí una cena; Marta servía” (Jn. 12:2). Era una mujer dada a la hospitalidad, y buena cocinera dispuesta a servir. Papá señaló que uno de los requisitos de un anciano es que sea hospitalario (1 Ti. 3:2). Esto sería imposible sin una esposa hospitalaria. Dicen que el camino al corazón del hombre es por el estómago, y sólo Dios sabe cuántos santos han sido calentados y bendecidos alrededor de la mesa, disfrutando de la comida preparada por las manos de una hermana amante.
continuará, d.v. en el siguiente número


El amado y estimado hermano Gessner, además de profesor en escuela pública, era maestro de la Palabra de Dios y anciano en la asamblea en Allentown, Pennsylvania durante muchos años.
Escribió varios libros y muchos artículos de edificacón.