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viernes, 30 de octubre de 2015

EN ESTO PENSAD -- noviembre 2015

Dios Dará La Recompensa

Lucas Batalla

Texto: Efesios 6:7-8

El buen servicio es importante para el Señor. “Sirviendo de buena voluntad” habla no sólo de nuestro servicio sino también de la actitud con la que servimos. La buena voluntad es la disposición a servir, el deseo, el ánimo, la atención a la calidad del servicio y el interés sincero en agradar a aquel que es servido. En el último análisis, servimos al Señor, y con esto cualquiera debe tener suficiente motivación. Servimos al Señor en cosas sencillas como nuestros tareas cotidianas, y le servimos cuando asistimos a las reuniones con los hermanos para la alabanza, la oración y el estudio de Su Palabra. Le servimos cuando testificamos, y cuando dedicamos tiempo diariamente a la lectura de Su Palabra y la oración privada. Además de esto, surgen oportunidades para servir al Señor todos los días, en nuestro roce con los demás en el curso de la vida. Nos gustaría ver en seguida la recompensa, pero no siempre es así.
    Se cuenta de un pobre hombre campesino que un día caminaba en el campo oyó voces pidiendo socorro, y rescató a un joven, salvándole la vida. Resulta que el padre del joven era un nombre rico, un noble,  que vino a expresar su gratitud y a recompensarle. Pero aquel campesino dijo que no hacía falta ninuna recompensa ya que sólo había cumplida con su deber, lo que cualquiera hubiera hecho. Entonces el noble ofreció costear la educación del hijo del campesino, y éste aceptó. Su hijo, gracias a esta recompensa, llegó a cursar estudios universitarios y se hizo médico. Luego en sus investigaciones descubrió una medicina que salvó muchas vidas. Así que, sea parábola o historia verídica, esto ilustra la ley de la recompensa, de la siembra y la cosecha.
    No hay nada que hagamos sirviendo de buena voluntad que quede sin recompensa. La ley de la siembre y la cosecha funciona, pero no siempre da fruto instantáneamente. No obstante, aunque tarde en venir, la recompensa llegará, porque Dios lo promete. El versículo 8 promete: “el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor”. No siempre vamos a recoger de donde hemos sembrado, pero el Señor asegura que recogeremos, y Su promesa no falla.
    Hebreos 6:10 dice que “Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún”. Como creyentes servimos al Señor sirviendo a los santos. Y hermanos, tenemos tantas oportunidades todos los días, que nadie tiene excusa para ir al cielo con las manos vacías. Quitemos nuestros ojos de nosotros mismos y miremos alrededor las oportunidades que todos los días tenemos. Lucas 6:38 exhorta: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”. También está hablando de la recompensa. Dios dice que “con la misma medida” nos recompensará, y esto debe hacernos pensar. Es una promesa y también una advertencia. Si somos parcos y mezquinos, entonces en la misma manera que hemos dado o rehusado, nos volverán a medir. ¡Cuidado! Es una lección que nos urge aprender, pero aparentemente hay quienes no creen, o no quieren aprenderla. Dios nos manda ser generosos y dar con buena medida. “Dad, y se os dará”.
    Habrá reconocimiento y recompensa, a veces aquí y ciertamente en el cielo. El que siembra abundantemente va a recibir de la misma manera. Dios explicó en Malaquías que no pudo bendecir a Su pueblo porque ellos eran mezquinos, engañadores y ladrones en las ofrendas y los diezmos. Hoy hay iglesias que Dios no puede bendecir porque no ofrendan como deberían, y no cuidan bien a los siervos de Dios. 2 Corintios 9:6-11 señala un principio importante para las iglesias. El versículo 6 afirma: “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará”. No podemos sembrar un grano de trigo y luego esperar cosechar todo un campo de trigo. Ni podemos ofrendar de forma “simbólica”, negar el cuidado de los siervos de Dios y luego esperar una gran recompensa. Dios es generoso y quiere que Su pueblo también lo sea. En el versículo 7 aprendemos que Dios ama al dador alegre. Esto sigue la idea de Efesios 6:7, de la "buena voluntad”. En el versículo 8 habla de abundar para toda buena obra. Los versículos 9-10 prometen que Dios proveerá y multiplicará el fruto si sembramos así. El versículo 11 habla de “liberalidad” y asegura que las ofrendas que son así producirán acciones de gracias. La recompensa será como el servicio, y una de las maneras de servir a Dios es con nuestras ofrendas.
    Es cierto que va a redundar si hacemos lo que Dios dice. Gálatas 6:9-10 nos instruye: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. No nos cansemos de hacer bien, ni de servir bien. Aprovechemos todas las oportunidades que tenemos. “A todos” dice, y aunque no lo agradecen los del mundo, Dios sí, y en el cielo nos recompensará. Los hombres olvidan, pero Dios nunca lo hace. Y termina diciendo: “mayormente a los de la familia de la fe”. Porque la casa del Señor debe tener gran prioridad en nuestro servicio, incluso en nuestras ofrendas. Ser tacaños con nuestros hermanos, dejándolos pobres y necesitados, es una señal de problemas de corazón. Que el Señor nos ayude a recordar que en nuestro servicio le estamos sirviendo a Él, para que lo hagamos de buena manera y de buena voluntad. Él nos ayudará, si tomamos este compromiso. Que así sea para Su gloria. Amén.
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¿REALMENTE CREEMOS 
QUE ÉL VIENE PRONTO?

“Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados” (1 Jn. 2:28).
    La fecha de esa venida nos es ocultada. Ningún hombre puede decir cuándo Él vendrá. Vela y está siempre preparado, para que no seas avergonzado en Su venida. ¿Debe el cristiano entrar en la compañía y las diversiones mundanas? ¿No estaría avergonzado si viniera su Señor y le hallara entre los enemigos de la cruz? No debo ir a donde me daría vergüenza ser hallado cuando venga repentinamente mi Señor”.

C. H. Spurgeon, 12 Sermones Sobre La Segunda Venida de Cristo, Baker, pág. 134.

“La venida inminente de Cristo debe tener un efecto práctico increíble en las vidas de cristianos individuales y también la iglesia como entidad. El hecho de que el glorificado y santo Hijo de Dios podría venir por la puerta del cielo en cualquier momento, debería según Dios ser una motivación fuerte e incesanta para vivir en santidad y servirle agresivamente (incluso misiones, evangelización e instrucción bíblica). También debería ser gran remedio para la letargia y apatía. Debería hacer una gran diferencia en los valores, las prioridades y las metas de todo cristiano”.

Renald Showers, págs. 255-6 del libro, Maranatha, Our Lord Come! 
(“Maranata, ¡Ven Señor Nuestro!”)
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 LA CRUZ Y LA VARA: COSAS DISTINTAS
 
A. W. Tozer
La cruz y la disciplina están muchas veces juntas en las Escrituras, pero no son la misma cosa. La disciplina es impuesta sin el consentimiento del que la sufre. La cruz no puede ser impuesta por otro. Aun Cristo sufrió la cruz por Su sola y libre elección. Hablando de su vida que pondría en la cruz dijo: "Nadie me la quita; yo la pongo de mi mismo". El tuvo muchas oportunidades de escapar de la cruz, "pero afirmó su rostro como diamante, y se encaminó a Jerusalén". La única compulsión que conoció fue la compulsión del amor.
        El castigo es un acto de Dios; el llevar la cruz es un acto del cristiano. Cuando Dios en su amor pone la vara de corrección en las espaldas de Sus hijos, no les pide permiso. El castigo sobre el creyente no es voluntario, excepto en que él acepta la voluntad de Dios con el consentimiento de que la voluntad de Dios incluye castigo. "Porque Dios al que ama, castiga, y azota a cualquiera que recibe por hijo. Si soportáis el castigo. Dios se os presenta como a hijos, porque, ¿qué padre es aquel que a su hijo no castiga?"
         La cruz nunca viene insolicitada; la vara siempre lo hace. "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz, y sígame". Aquí hay una clara, inteligente decisión, una decisión que debe ser hecha por el individuo con determinación y reflexión. En el reino de Dios nadie se encuentra de sorpresa con una cruz.
         Pero, ¿qué es la cruz para el cristiano? Obviamente no es el instrumento de madera que los romanos usaban para ejecutar la sentencia de muerte a los acusados de crímenes capitales. La cruz es el sufrimiento que el cristiano soporta como consecuencia de seguir a Cristo en perfecta obediencia. Cristo eligió la cruz al elegir el camino que conducía a ella: y así es con Sus seguidores. En el camino de la obediencia encontramos la cruz, y tomamos la cruz cuando entramos en ese camino.

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EL INFIERNO

¡Infierno! La prisión del desespero,
Voy a mostrarte algunas cosas que no encontrarás allí:
No habrá flores que se abran a los lados del Infierno,
Ni bellezas naturales a las que aquí tanto amamos,
No hay consuelos hogareños, músicas ni canciones,
No hallarás gozo amistoso entre aquellas multitudes;
Ni chiquillos que alegren la pesada y larga noche;
Ni una cariñosa sonrisa en la región de las noches;
No hay gracia, no hay perdón, misericordia y compasión.
Tampoco hay agua, oh Dios, ¡qué terrible lugar!
Los remordimientos del perdido nadie puede explicar,
Ni un momento de alivio,
¡No hay descanso en el Infierno!

¡Infierno! La prisión del desespero,
Te mostraré algunas cosas que allí estarán:
Fuego y azufre sabemos que hay,
Pues Dios en Su Palabra nos dice así,
Memoria, remordimiento, dolor y sufrimiento,
Llanto y gemido, mas todo en vano;
Blasfemos, maldicientes, aborrecedores de Dios,
Los que a Cristo rechazaron mientras en la tierra andaban;
Asesinos, jugadores, borrachos y mentirosos,
Tendrán en el lago de fuego su parte;
El sucio, el vil, el cruel y mezquino,
¡Qué horrorosa multitud será vista en el Infierno!
Sí, más que lo que cualquier humano 
sobre la tierra pueda describir,
¡Son los tormentos y desgracias del Infierno eterno!


                                                                                          - autor desconocido -


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 LAS CONTRIBUCIONES DE
LAS HERMANAS EN LA IGLESIA

 
Robert Gessner (1930-2014)

Introducción

    Si miramos en los libros acerca de la historia de la Iglesia, vemos nombres como Ignacio, Policarpo, Orígenes, Agustín, Wyclif, Tyndale, Lutero, Zwinglio, Darby, Wesley, Edwards, Spurgeon, Moody y la lista sigue. Los nombres mencionados son casi exclusivamente los de hombres, y rara vez hallamos el nombre de una mujer. Basándonos en esto, podríamos concluir que las mujeres han tenido un papel muy insignificante en los planes de Dios para avanzar Su programa. ¿Es válida tal conclusión? En primer lugar, nadie sino Cristo ocupa un lugar significativo en el programa eterno de Dios. Los siervos de Cristo, sean hombres o mujeres, deben esconderse en Él. Sin Su poder, sabiduría y guía, el siervo se vuelve un débil vaso de barro. “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Col 1:18).
    Al estudiar en la Biblia los vasos humanos que Dios ha empleado, nos damos mucha cuenta de que Dios ha empleado a mujeres de muchas maneras maravillosas. Al principio, Dios declaró a la serpiente: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya” (Gn. 3:15). Y esa Simiente herirá la cabeza de la serpiente. Aunque la mujer fue hecha de la costilla del hombre, el varón Simiente que librará a la humanidad caída vendría de la mujer. Pasaron siglos, y Elisabet, llena del Espíritu Santo, dijo a María: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre” (Lc. 1:42). Y fue dada a aquella mujer humilde y apacible el ministerio más privilegiado que jamás ser humano alguno ha recibido de Dios. Ella dio a luz al Hijo de Dios, nuestro Redentor y la Fuente de toda nuestra bendición. Estudiando, se nos aclara también los que buscan el lugar más humilde son los instrumentos humanos del poder y la gloria de Dios que Él usa más y mejor. A diferencia de los imperios políticos y comerciales de este mundo, la grandeza en el reino de Dios viene a los que se humillan y están dispuestos a servir sin reconocimiento. Hay miles de mujeres que han servido en esta capacidad. Jesucristo dijo: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mt. 20:25-27). El siguiente relato ilustra por lo menos catorce maneras en que Dios ha usado a mujeres en la Biblia y sigue usándolas así hoy en la iglesia.
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    Donna, una muchacha de 15 años de edad, asistía a la reunión de jóvenes cada mes en su congregación, como era su costumbre, el último sábado de cada mes. Sus padres estaban en casa esperando su llegada, y disfrutaban escuchándole contar acerca de la reunión. Generalmente, llegaba a casa animada y con ganas de hablar. Pero esa noche abrió la puerta silenciosamente y caminaba hacia su habitación sin decir nada. Viendo que algo pasaba, su padre le invitó a sentarse y hablar de lo que le pasaba.  Entonces les contó que su amiga Luisa había venido a la reunión. Luisa y su familia siempre venían a todas las reuniones, pero hacía tres meses que dejaron de venir, y ahora asistían a una iglesia evangélica muy grande en otra parte de la ciudad. Donna dijo a sus padres: “Luisa me dijo esta noche la verdadera razón por la que se fueron de nuestra asamblea. Dijo que su madre opina que nuestra asamblea ha degradado a la mujer y le ha hecho una ciudadana de segunda categoría. No se le permite hablar en público; no puede ocupar ningún puesto de liderazgo; tiene que sentarse con las manos juntas en las reuniones, y con su cabeza cubierta como una esclava romana. Volviendo a casa, empezaba a pensar en esto, y Papá, realmente me molesta. Sé que la madre de Luisa rehusa aceptar el lugar de la mujer en la iglesia como la Biblia enseña. Sé lo que la Biblia dice, y no quiero tomar el lugar de los hombres en la asamblea. Pero, Papá, ¿qué debo hacer? ¡Me estoy haciendo mayor y quiero hacer algo para el Señor!”
    Papá pensaba en las veces que había tratado ese tema con Donna en sus devociones familiares a lo largo de los años. Su reacción inmediata era molestarse porque pensaba que ella debía saber las respuestas a esa cuestión. Como muchos padres, pensaba que si él lo había enseñado, entonces debe ser claramente entendido. Pero al levantar su corazón a Dios, dejó de sentir molestia, y el Espíritu de Dios le hizo ver la necesidad en la vida de Donna. Su amiga Luisa le había planteado un problema, un reto, y era su responsabilidad fortalecerla mediante la Palabra de Dios. “¿Sabes lo que me gustaría hacer, Donna? Me gustaría tomar las siguientes dos semanas en nuestro tiempo devocional de familia para hablar de algunas de las hermanas que yo he conocido en las asambleas y hablarte de cómo Dios las ha usado. Quizás al oir de ellas, Dios pondrá en tu corazón algo que podrás hacer para Él”. Y así acordaron que durante las siguientes dos semanas meditarían ese tema. Sentámonos con ellos para escuchar las historias contadas.

    LA PRIMERA NOCHE: Leyeron de Lucas 8, acerca de dos mujeres llamadas Juana y Susana que servían al Señor de sus bienes. “Conocí una vez a una mujer como Juana”, dijo Papá. “Cuando preparaba una comida, solía hacer extra y llevarla a la casa de algún hermano o hermana necesitada en la iglesia. Fue de su mesa a otra mesa. Y también conocí a una Susana. Cuando visitaba una casa y veía algún trabajo que necesitaba hacerse allí, puso manos a la obra y lo hizo como mejor podía”. Esas son mujeres que usan cualquier recurso que Dios les ha dado para ministrar a las necesidades de los demás. Son las “Florence Nightingale” de hoy, y muchos santos escuchan para oir sus pisadas acercándose a su puerta, y susurran una oración de gratitud a Dios por el toque de esas manos que alivian las necesidades en la vida.

    LA SEGUNDA NOCHE: Esa noche leyeron la historia de Dorcas en Hechos 9. Esa mujer estaba llena de buenas obras y limosnas. Cuando murió, las viudas estuvieron a su lado llorando y mostrando los vestidos que Dorcas les había hecho cuando estaba con ellas. Algunas hermanas se hacen distribuidores de ropa nueva y usada en la asamblea, a niños y también a adultos. “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino...Porque ...estuve desnudo, y me cubristeis...Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos ...desnudo, y te cubrimos?... Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt. 25:34-40).

    LA TERCERA NOCHE: Leyeron juntos el pequeño relato acerca de Febe en Romanos 16:1-2. El apóstol Pablo se refiere a ella como: “nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea...ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo”. Ahora bien, la palabra “diaconisa” simplemente significa: “servidora”, no es un oficio ni título en la iglesia. No dice de cuántas maneras Febe ayudó, pero Papá recordó a Donna un hogar de ancianos no muy lejos de la casa de ellos llamado: “Hogar de Febe”. Estaba lleno de personas enfermas y parece que recordaban a Febe como persona que pasaba horas visitando a los enfermos. Sólo la eternidad revelará cuántas personas que sufrían de enfermedades han sido consoladas por el toque de la mano de una hermana, por sus oraciones o por una lectura de una porción de las Escrituras.

    LA CUARTA NOCHE: Hechos 18 fue leído en esa ocasión, y a Donna se le explicó el ministerio de Priscila, la esposa de Aquila. Dondequiera que iba Aquila, Priscila le seguía. Servía acompañando y ayudando a su marido, y Pablo los llamó: “mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles” (Ro. 16:3-4). Las hermanas casadas pueden aportar un ministerio muy importante si animan a sus maridos a seguir adelante en los caminos del Señor. Papá contó a Donna que él creía que había una esposa apoyando a cada hermano que servía en su asamblea. La esposa puede ayudar o impedir a un hombre respecto a su ministerio en la asamblea.

    LA QUINTA NOCHE: Esa vez leyeron algunos pasajes bíblicos acerca de la vida de Marta. “...Y una mujer llamada Marta le recibió en su casa” (Lc. 10:38). “Y le hicieron allí una cena; Marta servía” (Jn. 12:2). Era una mujer dada a la hospitalidad, y buena cocinera dispuesta a servir. Papá señaló que uno de los requisitos de un anciano es que sea hospitalario (1 Ti. 3:2). Esto sería imposible sin una esposa hospitalaria. Dicen que el camino al corazón del hombre es por el estómago, y sólo Dios sabe cuántos santos han sido calentados y bendecidos alrededor de la mesa, disfrutando de la comida preparada por las manos de una hermana amante.
continuará, d.v. en el siguiente número


El amado y estimado hermano Gessner, además de profesor en escuela pública, era maestro de la Palabra de Dios y anciano en la asamblea en Allentown, Pennsylvania durante muchos años.
Escribió varios libros y muchos artículos de edificacón.

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