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viernes, 31 de octubre de 2025

En Esto Pensad -- noviembre 2025

 Su Nombre Es...


“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”. Isaías 9.6-7

La segunda venida de Emanuel revelará al mundo un Hombre de majestad inherente. En comparación con su maravillosa persona, todos los grandes del mundo, incluso los líderes más ilustres del pasado, parecerán inferiores en todos los aspectos. Su persona y condición serán inigualables. 

“En cualidades superior al ángel y al mortal,
Es bello sin comparación; suprema es su bondad”.

                                                        Joseph Stennett (1663-1713)

    Sus asombrosos títulos sirven para enfatizar Sus cualidades inimitables, y Su conducta justifica cada uno de ellos. Considerémoslos. “Se llamará su nombre…”

“Admirable”      
Compáralo con Jueces 13.18, “Y el ángel de Jehová respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?” Él provoca asombro en los demás. Deben maravillarse ante cada revelación de Su Persona. Tales revelaciones son infinitas.

“Consejero”    
Él es infinito en sabiduría, por lo que otros pueden acudir a Él en busca de guía en cualquier circunstancia (Jn. 6.66-69) “En quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col. 2.3).

“Dios Fuerte”    
Puesto que Él posee características innegablemente divinas, los hombres acabarán reconociéndolo como Dios, con un poder y una autoridad irresistibles. A diferencia de lo ocurrido cuando vino por primera vez en forma humana, esta vez habrá un reconocimiento universal de Su divinidad.

“Padre Eterno”    
Una traducción literal de este título es “El Padre de la Eternidad” (cf. Is. 57.15), y él es “el eterno Dios” (Dt. 33.27). Que Él se haya rebajado humildemente a la humanidad para someterse a las presiones del “tiempo” es casi increíble.

“Príncipe de Paz”    
La paz que se establece cuando Él toma las riendas del gobierno universal es algo que el mundo nunca antes había experimentado. Las rivalidades y pasiones humanas quedarán sometidas, y prevalecerá el deseo de paz. Esa paz se parece solo marginalmente similar a la paz que disfrutan ahora los hijos de Dios, pues es multifacética e inconmensurable. Ellos la comparten y la conocen: es Su paz. Compara Juan 14.1, “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí”.

“Nombre sobre todo nombre es el nombre de mi Cristo;
Ante tan glorioso nombre todos se postrarán.
Todas las fuerzas de oscuridad, de todo el mundo la humanidad,
Todos los cielos y su potestad, todo se postrará”.


Ivan Steeds, Bristol, Inglaterra, traducido del libro Day By Day Christ Foreshadowed (Día A Día, Cristo Presagiado) lectura del 8 de septiembre, traducido

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 La adoración no es hablar a los hombres 

No hace falta un micrófono en la Cena del Señor, porque no nos dirigimos a la congregación, sino a Dios. La adoración "es la ocupación del corazón, no con sus necesidades ni siquira con sus bendiciones, sino con Dios mismo... consiste en la atribución de dignidad a Uno que es digno... Significa reverenciar, o rendir homenaje... adorar y glorificar".                                    

 Adoración, Alfredo P. Gibbs, págs.14-16

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 ¿QUÉ ES DE CÉSAR Y QUÉ ES DE DIOS?

parte 2

viene del número anterior 

Recuerda, amigo lector que la vida, el tiempo, los talentos, las ofrendas y las fuerzas no pertenecen a César. Tu vida pertenece a Dios, pues Él te la dio, y tu cuerpo es Suyo (1 Co. 6.19-20). Tu tiempo, tus talentos, y tus fuerzas deben emplearse para la gloria de Dios. El dinero que tienes, lo tienes por la gracia de Dios, pues todo lo que tenemos lo hemos recibido de Él (1 Co. 4.7). No sobra tiempo, talento, fuerzas ni dinero para contribuir a campañas y partidos políticos. Recuerda:
· César no es santo ni justo.
· César no es rico en misericordia y gracia.
· César no te ama.
· César no entregó a su hijo por ti.
· César no puede salvarte, ni darte vida eterna.
· César no ha liberado a ninguno de los hijos de Adán de su esclavitud    
  y ruina espiritual.
· César no puede librarte del poder del pecado.
· César no derrama el amor de Dios en ti.
· César no te hace heredero de Dios y coheredero con Cristo.
· César no te da el Espíritu Santo.
· César no te capacita para servir a Dios.
· César no estará en el cielo.
· César no te dará ningún galardón en la eternidad.
· César no tiene gloria eterna.

    ¡Cuántos restos de César se conservan hoy en museos y yacimientos arqueológicos que ellos y los turistas visitan! No tiene futuro. Por ejemplo, Nínive, (junto a la ciudad moderna de Mosul, en Irak), era la capital del antiguo Imperio asirio, y alcanzó su apogeo siete siglos antes de Cristo. Su destrucción fue predicha por Jonás y Nahúm, y tuvo lugar en el año 612 a. C. Estaba tan completamente destruida que, en el año 331 a. C., el ejército de Alejandro Magno acampó en ese lugar sin saber que se trataba de Nínive.
    Por tanto, seamos obedientes con las leyes, y respetuosos con las autoridades, pero no se lo demos todo a César, porque no se lo merece. Según Romanos 12.1-2, presentemos nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ¡Éste es nuestro culto racional! (lógico, sensato, inteligente). Solo así podremos comprobar la buena voluntad de Dios. Y la Biblia promete: “El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2.17).

¿Qué debemos dar a Dios?
    El Señor Jesucristo manda que demos “a Dios lo que es de Dios”. Esta es la parte que muchos olvidan o descuidan. Si realmente le damos a Dios lo que es Suyo, no quedará tiempo ni recursos para César ni para las actividades del mundo. De lo muchísimo que debemos a Dios, consideraremos solo algunos ejemplos:

    Nuestra vida: “Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos” (Sal. 100.3). “… Él da vida” (1 S. 2.6). La vida es un regalo de Dios, que no debemos despreciar ni desperdiciar. Pablo dijo a Timoteo: “Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas” (1 Ti. 6.13). Así que, como dice Romanos 14.8, “si vivimos, para el Señor vivimos”, no para el gobierno. Decir: “Es mi vida y haré con ella lo que me parezca”, es robar a Dios.

    Nuestro cuerpo:  Debemos presentárselo como sacrificio vivo (Ro. 12.1). Debemos poner a Su servicio los miembros de nuestro cuerpo para servirle (Ro. 6.13, 19). “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo… glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Co. 6.19-20). Esto incluye nuestras fuerzas, que son de Dios, y para Dios, no para César.

    Nuestro espíritu: “… glorificad, pues, a Dios… en vuestro espíritu” (1 Co. 6.20). Debemos adorar en espíritu y en verdad (Jn. 4.23). “En espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne” (Fil. 3.3).

    Nuestra mente: “… Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Ro. 12.2), es decir, la mente, la manera de pensar.

    Nuestro corazón, alma y fuerzas: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Dt. 6.5; Mt. 22.37; véase también Pr. 3.5).
    Pero hay mucho más. Debemos reconocerlo como el Creador y Dueño de todo. Por eso es digno de gloria y honra (Ap. 4.11). Esto incluye todo lo que somos y tenemos, nuestros talentos y bienes, pues todo lo que tenemos lo hemos recibido de Él (1 Co. 4.7). También le debemos a Dios nuestro amor, el temor reverente, la honra, la gloria, la alabanza, y la adoración, pues el Padre busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. Le debemos nuestra fe, es decir, una confianza inquebrantable en Él y en Su Palabra, y nuestra lealtad hasta el final. Debemos obedecerle. Debemos ser santos en toda nuestra manera de vivir. 
    Si recordamos todo lo que le debemos a Dios, nos resultará más fácil no darle a César lo que no es suyo. En el cielo, los redimidos cantarán el cántico nuevo: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Ap. 5.12). 

Romanos: La Justicia de Dios, Tomo 3, sobre el capítulo 13, por Carlos Tomás Knott, Libros Berea.

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El Primer Mandamiento

"No tendrás dioses ajenos delante de mí" 
Éxodo 20.3; Deuteronomio 5.7

Muchos dicen que intentan sinceramente guardar los Diez Mandamientos. Piensan que si son sinceros y hacen lo mejor que pueden, no se les puede pedir más.
     Pero los Diez Mandamientos, que resumen la Ley de Dios (que contiene 613 mandamientos), no es como un examen en que si sacas un 5 apruebas. Con la ley de Dios es todo o nada.
    Imagínemos una cadena de diez eslabones. La cadena representa la Ley de Dios, y cada eslabón representa un mandamiento. ¿Cuántos eslabones hay que romper para romper la cadena? ¡Solo uno!
    Hablemos del primer mandamiento: "No tendrás dioses ajenos". El Señor Jesucristo lo repite en el Nuevo Testamento. Le preguntaron:

 "Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Éste es el principal mandamiento" (Evangelio según Marcos 12.28-30).

    No hay rebajas, ni existe el término medio. Dios debe ocupar siempre el primer y único lugar en su corazón, de forma absoluta. Él exige una lealtad exclusiva, y además, exige amor: “Amarás a Dios sobre todas las cosas” dice el catecismo. Dios puede exigir esto, porque es Dios, nuestro Creador y Sustentador. En S. Marcos 12.30, el Señor Jesucristo afirmó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Hablamos del Dios único, vivo y verdadero, que se revela en la Sagrada Biblia y en la Persona del Señor Jesucristo. ¿Realmente ocupa el lugar exclusivo en su corazón y en su vida?  ¿Hay algo que ponga por delante de Dios: la familia, el dinero, los amigos, la diversión, el trabajo, la carrera profesional, las posesiones, los deportes u otras cosas?
    ¿Encuentra su placer en Dios y Su Palabra, o más bien en otras personas, cosas y actividades? Piense en el domingo, que en la Biblia es el primer día de la semana, y el día del Señor, no el suyo.  Por ejemplo, ¿lo dedica a dormir hasta tarde, a salir a desayunar y a pasear, a ver la televisión, a ir a la playa, a la piscina, al campo, o a cosas similares? ¿No lo dedica a buscar la comunión con Dios reuniéndose con los que le rinden culto y aprenden de Su Palabra?
    ¿Cree en algún dios o dioses (o poderes) que la Biblia declara como falsos, como el hinduismo (incluido el yoga, que forma parte de esta religión), el budismo, el gnosticismo, la fuerza cósmica de la Nueva Era, la naturaleza, los ovnis, la reencarnación, los espíritus o el ocultismo? ¿Practica la devoción a la Virgen o algún santo? Cualquier cosa como eso es tener dioses ajenos. Entonces, ha violado los Diez Mandamientos y es digno de muerte, el juicio de Dios. Incluso sin utilizar imágenes, ¿ha rezado a algún ángel, espíritu, santo (el rosario) u otro ser o potencia, buscando ayuda o favores de los que no son Dios, como si tuviesen poder para ayudarle?     
    Atribuir a otros seres creados lo que solo Dios puede hacer, o buscar en ellos lo que solo Dios puede dar, es tener dioses ajenos que ocupan el lugar que solo corresponde a Dios. Si ha hecho alguna de estas cosas, lamentablemente debo decirle que ha incumplido los Diez Mandamientos.  
    La única manera de ser aceptado por Dios es por medio de la fe en el Señor Jesucristo. Es necesario arrepentirte y confiar en Cristo para recibir perdón y vida eterna. No hay otro camino.

 

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