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lunes, 30 de junio de 2025

EN ESTO PENSAD - julio 2025

La Música y la Adoración
parte 2
Mark Sweetnam


viene del número anterior
Por supuesto, no es muy probable que intentemos la restauración total del sistema levítico. Como mínimo, tal esfuerzo plantearía consideraciones prácticas y logísticas formidables, y la restauración completa del servicio levítico es imposible, y seguirá siéndolo hasta que se reconstruya el Templo. Pero hay algunos elementos del sistema que son tan fáciles de revivir o conservar, que encajan tan fácilmente en nuestras reuniones y que parecen tan útiles para ayudarnos a sentirnos adoradores. Cabría preguntarse si realmente sería tan problemático utilizarlos en esta dispensación.
    La respuesta bíblica a esta pregunta es afirmativa. En el capítulo 3 [de su libro] ya hemos considerado la descripción que el Salvador hace del tipo de adoración que marcaría la dispensación de la gracia. La adoración sombría e insustancial del judaísmo llegaría a su fin, y los verdaderos adoradores adorarían al Padre “en espíritu y en verdad” (Jn 4.24). Esta verdadera adoración dejaría atrás todas las características geográficas y físicas de la adoración bajo la Ley, y entraría en la realidad espiritual prefigurada por las vistas, los sonidos y los olores de la adoración del Antiguo Testamento.
    Esta adoración debe ser “en espíritu”. Por el contrario, la música pertenece al ámbito de lo físico. C. H. Spurgeon, con su característico y elocuente giro de frase, dijo: “Podríamos rezar con maquinaria, así como alabar con ella”, y sus palabras resaltan claramente el contraste entre lo espiritual y lo físico y mecánico. 
    Además, la música opera en el ámbito emocional más que en el espiritual. Hay pocas cosas que tengan la capacidad de excitar y atraer nuestras emociones como lo hace la música. La música puede hacernos sentir como si estuviéramos adorando, pero solo a nivel emocional y es probable que afecte a una persona no creyente de la misma manera que a una creyente. Sus efectos pueden ser profundos, pero son fugaces y efímeros.
    La música también tiende a desviar nuestra atención. La habilidad de tocar bien un instrumento musical es algo que admiramos y apreciamos. Y, en la mayoría de los casos, no habría dificultad en reconocer la habilidad y la dedicación que hay detrás de una interpretación virtuosa. Sin embargo, tal virtuosismo es una distracción del verdadero foco de nuestra adoración. Que esto es algo más que un peligro teórico queda elocuentemente confirmado por los estantes de CD de las librerías cristianas, donde el foco de las fotos de portada, los carteles y los comentarios de las reseñas está en los artistas y su talento. Hacemos bien en tener en cuenta la verdad que Pablo inculcó a los paganos adoradores de Atenas: Dios no es “honrado por manos de hombres” (Hch. 17.25). El autor de la epístola a los Hebreos nos exhorta a ofrecer a Dios el “fruto de labios”, pero no menciona “el fruto de nuestros dedos” (He. 13.15).
    Anteriormente en este capítulo, afirmé que ni los Hechos de los Apóstoles ni las epístolas registran ningún precedente, práctica o precepto que valide el uso de instrumentos musicales en la adoración a Dios. Esa afirmación es cierta, con una excepción. En Efesios 5, el apóstol Pablo describe la naturaleza de una vida llena del Espíritu: “… sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Ef. 5.18–19).
    Hay un instrumento musical cuyo uso está aprobado por el Nuevo Testamento como parte del culto espiritual cristiano. Este instrumento no se encuentra entre las secciones de cuerdas, viento madera o percusión de ninguna orquesta. No produce ni tonos ni timbres audibles para los oídos humanos, pero Dios se deleita con la melodía de un corazón bien dispuesto que añade su armonía inimitable a la alabanza de los creyentes. Todos deberíamos tratar de convertirnos en virtuosos de este instrumento, practicando y ensayando hasta que no suene ninguna nota falsa, no se exprese ninguna resonancia inarmónica. Cuando nos reunamos para adorar, debemos dejar nuestros instrumentos, y animales, en la puerta. Pero cuando vengamos, que nuestros corazones melodiosos canten las alabanzas de nuestro Dios.


Mark S. Sweetnam
Traducido con permiso, del capítulo 11 de su libro: Worship, the Christian’s Highest Calling (“La adoración, la vocación más sublime del cristiano”), Scripture Teaching Library.
https://www.scriptureteachinglibrary.com/ 

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¿Qué Es El Hombre? 

parte 2

Lucas Batalla 


viene del número anterior
El Hombre Convertido


    "¿Qué es el hombre?", es decir, ¿qué viene a ser cuando cree en el Señor Jesucristo? Está vivo, porque Dios le ha dado una vida que antes no tenía (Ef. 2.1). Es alguien que representa a Cristo, porque le sigue y ha sido cambiado por Él. Cristo promete: “El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn. 8.12). El creyente ya no es del mundo (Jn. 17.14, 16). Es conciudadano de los santos y miembro de la familia de Dios (Ef. 2.19), y esta familia espiritual es mejor que cualquier familia terrenal. Los creyentes somos algo que antes no podíamos ser: hijos de Dios. 1 Juan 3.1 exclama: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”, y el verso 2 declara: “Amados, ahora somos hijos de Dios”. Solo es cierto para los que han nacido de nuevo por la fe en Jesucristo. Los del mundo suelen decir: “todos somos hijos de Dios”, pero esto es un gran error. Para ser hijo de Dios hay que nacer de nuevo en Su familia.
    Pero hay más. Gálatas 2.20 dice que ahora el creyente está crucificado, que ya no vive, sino vive Cristo en él. Esto acontece en el momento de creer en el Señor Jesucristo para ser salvo. No vivimos como antes, pues la cruz de Cristo pone fin a nuestra vida anterior. 2 Corintios 5.17 añade que somos nuevas criaturas en Cristo, que las cosas viejas pasaron y ahora todo es nuevo. En el mismo pasaje enseña que hemos sido reconciliados con Dios. 1 Corintios 6.19-20 declara que ahora nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que Él mora en nosotros, y que debemos vivir como santos. Hebreos 3.1 nos llama “hermanos santos, participantes del llamamiento celestial”, pues somos peregrinos que atravesamos este mundo rumbo al cielo. Filipenses 3.20-21 nos informa de que somos ciudadanos del cielo. Como dice el himno: 

“Peregrino, Tú me hiciste; este mundo no es mi hogar. 

Me llamaste, a seguirte, y contigo un día morar”. 

Todos estos textos y muchos otros describen el gran cambio que se produce en el ser humano por la salvación. Ha pasado de la muerte a la vida, de la condenación a la bendición, de ser hijo de Adán a hijo de Dios.
    Pero amigo, la pregunta sigue siendo la misma: “¿Qué es el hombre?” y se te aplica a ti. “¿Qué eres tú?” Si no has reconocido a Jesucristo como tu Señor y Salvador, la Biblia te describe como un pecador perdido, que necesita salvación. Pero Dios te ha tenido en cuenta y ha dispuesto para que puedas nacer de nuevo y tener una vida bendita por la fe en su Hijo, el Señor Jesucristo. Él tuvo memoria de ti, y murió cargado con tus pecados, para que puedas recibir el perdón y la vida eterna. No desaproveches el perdón y la vida eterna que Dios te ofrece. Él se acordó de ti, pero ¿te acuerdas de Él?

Lucas Batalla, de un estudio dado el 13 de abril, 2025

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  El Mercado Psicoterapéutico


En el mercado psicoterapéutico se ha estimado que existen más de 400 enfoques terapéuticos diferentes y más de 10.000 técnicas específicas disponibles para el consumidor. El Dr. Morris Parloff reporta:

Emergen nuevas escuelas constantemente, proclamando que proveen un mejor tratamiento, recuperación, o un mejor manejo de los problemas y neurosis contemporáneos. Ninguna escuela se ha retirado jamás del campo por no poder cumplir lo que proclama, y como consecuencia todas continúan coexistiendo.

    Todas siguen existiendo y todas afirman tener éxito,  aunque a menudo las diversas técnicas y las teorías que las sustentan entran en contradicción entre sí. Por ejemplo,una técnica puede fomentar la eliminación de toda responsabilidad, mientras que otra puede otorgar una gran importancia a la responsabilidad personal. A través de artículos populares, publicidad, y comentarios personales, se lleva al consumidor a la conclusión de que cualquier tipo de terapia puede funcionar, independientemente de lo absurda o satánica que pueda ser. Sin embargo, la mayoría de las personas mejoran sin “terapia”.
 
  El número de terapias ha proliferado en gran forma, tanto que sería muy difícil imaginarse una forma de psicoterapia que no haya sido concebida y practicada ya. Dichas formas de psicoterapia abarcan todo el espectro, desde las muy sencillas, las cuales incluyen mentirle al paciente diciéndole que él se está mejorando (incluso cuando el terapeuta sabe que no está mejorando), hasta las que son específicamente más activas, las cuales requieren que el paciente realice diferentes tareas, ya sea que las quiera hacer o no.

    En forma jocosa hemos pensado que podríamos concebir una teoría y darle un nombre sencillo, tal como “Teoría X”, o algún título esotérico que nadie entendiera, tal como “terapia osmótica”. Para lograr comercializarla, podríamos seleccionar varios  conceptos disponibles en cualquier texto de psicología. Luego, para hacer que sea atrayente, podríamos agregarle alguna estructura trinitaria similar a la del id, ego y superego de Freud; o a la de Padre, Adulto y Niño de Harris; o a la de yo-bueno, yo-malo, y yo-no de Sullivan; o la realidad, responsabilidad y recto e incorrecto de Glasser.
    A continuación deberíamos escribir un libro sencillo sobre la misma, que el público en general pudiera entender fácilmente, formar un instituto (preferentemente en Los Ángeles o Nueva York) y contratar personal. Luego, después del “éxito” inicial, contactaríamos los medios y le diríamos al mundo sobre nuestros triunfos incomparables, ignoraríamos o esconderíamos nuestros fracasos, y prometeríamos milagros insuperables de felicidad, adaptación, solución a los problemas personales, e incluso sanidad física. Procuraríamos hacer que varias revistas de psicología escribieran artículos sobre nuestra nueva terapia. Luego daríamos seminarios para entrenar terapeutas en nuestra nueva psicoterapia. Finalmente, deberíamos darle lugar a la gran cantidad de gente solitaria, aburrida, frustrada y motivada por la ansiedad que ha intentado otras ramas de la psicoterapia sin tener éxito. 
    No estamos acusando a todos los psicoterapeutas de ser deshonestos o de fabricar meramente terapias de la nada. Sin embargo, cuando las personas están desesperadas, son vulnerables a las promesas psicológicas de alivio, y debido a que no están informadas sobre el tipo de tratamiento que recibirán, confían en el mismo con la esperanza de obtener alivio.

recopilado del capítulo 1 de El Fin de la "Psicología Cristiana", por Martin Bobgan,
publicado por Llamada de Medianoche

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Cristo Ilustrado por la Vaca Alazana


Textos: Números 19.1-22; Hebreos 9.13-14

Esta figura de Cristo no se menciona entre las ofrendas que el Señor entregó a Moisés en la Tienda de Reunión. La inclusión de la ordenanza de la vaca alazana en este relato del pueblo de Dios en el desierto es muy significativa. Este capítulo está dirigido a los extranjeros y peregrinos. Cuando los israelitas comprendieron el carácter contaminador de su viaje, el sacrificio de la vaca roja adquirió un gran valor purificador y restaurador. Esta verdad presentada en una figura solo puede ser apreciada por aquellos que comprenden la esterilidad del mundo por el que pasan.
    Sin duda, la vaca roja es un hermoso símbolo de Cristo. Era completamente roja, sin ninguna mancha. Era algo muy poco común y resulta interesante que no se conozca ninguna otra vaca igual. Nuestro Señor era una persona totalmente única. La vaca roja solo se ofrecía una vez. Sin embargo, el valor de las cenizas permanecía, reservadas en un lugar limpio para ser utilizadas muchas veces en la purificación de las impurezas. La vaca inmaculada, sobre la que nunca se había puesto yugo, simboliza al Cordero de Dios sin mancha, “el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca” (1 P. 2.22).
    La vaca alazana fue llevada fuera de la puerta para ser sacrificada, en referencia a Jesús, quien “para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta” (He. 13.12).
    Las cenizas de la vaca alazana se recogían y se guardaban en un lugar limpio como purificación de la impureza. Durante el peregrinaje, era posible que un peregrino tocara un cadáver o incluso un hueso y quedara así impuro. En este caso, se le suspendían sus privilegios hasta que se eliminaba la impureza. Solo había una forma de hacerlo: se le rociaba con las cenizas de la vaca mezcladas con agua corriente.
 Todo esto aporta una enseñanza útil para los cristianos, que están constantemente en contacto con la impureza y necesitan una limpieza diaria. Las cenizas y el agua corriente se aplicaban conjuntamente. Las cenizas remiten a la única ofrenda; el agua, por su parte, representa la palabra de Dios que el Espíritu Santo utiliza para aplicar el poder de la muerte de Cristo para restaurar nuestras almas y limpiarnos de la iniquidad. “Porque si… las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (He 9.13-14).

Traducido de un artículo escrito por Harold Paisley, Ontario, Canadá, en Day by Day, Christ Foreshadowed (“De Día en Día, Cristo Prefigurado”), Precious Seed Publications, Reino Unido, 2002, lectura del 18 de abril.

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  El Significado de la Adoración



Alfredo Gibbs, en su libro Adoración, enseña el verdadero carácter de la adoración. En el capítulo 4, "El Significado de la Adoración", escribe:

"El tercer caso que ilustra el significado de cómo dar adoración a Dios es el de María de Betania. La historia se halla registrada en Juan 12.1-11... Examinemos estos incidentes desde el punto de vista negativo y tratemos de descubrir lo que María no vino a hacer en esta ocasión memorable...


1) María no vino para escuchar un sermón, aun cuando se hallaba allí el más grande Maestro que el mundo jamás haya conocido, y de Quien se dijo: "¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!" (Jn. 7.46). 
    Ya hemos señalado que la Cena del Señor instituida por Cristo la noche de Su traición y muerte, fue creada para permitir a los creyentes que lo recuerden y de este modo tributen a Él y al Padre la adoración de sus coraziones. Por lo tanto, el propósito primordial de tal reunión no es oír una exposición de la Palabra de Dios por parte de algún maestro capaz, no importa cuán bueno esto pueda parecer en otra ocasión, sino pasar el tiempo ocupados con Aquel a quien pertenece la cena, y que dijo: "Haced esto en memoria de mí" (1 Co. 11.24).

2) María no vino para hacerle una petición, como lo había hecho antes (Jn. 11.32). Su propósito no era derramar su alma en una súplica sincera... no vino a obtener, sino a dar.
    Del mismo modo, la Cena del Señor no existe para permitir a los creyentes que supliquen al trono de la gracia, inestimable como es la oración. Esta reunión de creyentes es para la adoración que, como ya hemos visto, se distingue de la oración (las peticiones, Ed.)

3) María no vino para encontrarse con sus hermanos creyentes. Habían muchos allí y ella los amaba tiernamente a todos, ya que ellos amaban a su Señor, pero su pensamiento dominante no era ocuparse con el pueblo del Señor ni gozar de la comunión con ellos. Ella deseaba estar ocupada con el Señor mismo, excluyendo a toda otra persona y toda otra cosa sobre la tierra.

4) María no vino para ser reavivada por Él, aunque cuando éste bien pudiera haber sido su motivo. Luego de la monotonía de las tareas domésticas o comerciales, bien podría haber argumentado que necesitaba el reposo o solaz y la vivificación espiritual que solo Él podía impartir, pero éste no fue el motivo que la trajo...
    La hermosa acción de María seguramente nos enseña que la adoración no ha sido instituida para producir una autosatisfacción en el creyente, sino para brindar satisfacción al Señor.

5) María no vino para reunirse con el anfitrión, ni aun con sus propios familiares en la carne. No se nos dice quién era el anfitrión en esta oportunidad, pero María no prestó mucha atención a él, pues sus ojos estaban puestos sobre Otro. Ella contempló al Señor como dueño de la casa y vino a rendirle honor. La cristiandad, con su casta especial de clérigos, ha eliminado en gran medida de la mente del pueblo el hecho de que en la Cena del Señor, Cristo es el anfitrión en Su propia mesa, y que todos los creyentes reunidos no son sino huéspedes invitados por Él. ¡Las Escrituras nada dicen de un "clérigo oficiante" (uno que preside y administra los símbolos, Ed.), sin cuya presencia la Cena del Señor no puede ser celebrada!

6) María no vino a Él porque fuera popular el hacerlo. Por el contrario, fue en un momento cuando el odio reprimido del mundo religioso y político estaba a punto de estallar sobre el Hijo de Dios... Fue "seis días antes de la Pascua", cuando el mundo habría de manchar sus manos con la sangre del Cristo de Dios, que María vino con su presente de amor para derramarlo sobre los pies del Salvador....
    El creyente también debe estar preparado, en lealtad a su Señor y a Su Palabra, a desafiar el desprecio del mundo político y aun la persecución de los falsos sistemas religiosos u organizaciones políticias, a fin de adorar a Dios de un modo agradable a Él...".

tomado del libro Adoración, por Alfred P. Gibbs, publicado por LEC/DIME

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    Sirvan estos pensamientos para ayudarnos a comprender cómo es la verdadera adoración, y cuál debe ser nuestro propósito y proceder al venir a la Cena del Señor. No es para hacer peticiones, ni para dar ministerio o exhortaciones, sino para estar ocupados enteramente con la Persona y la obra del Señor Jesucristo. Tenemos otras reuniones para hacer peticiones en oración, y para oír a hermanos hablar una palabra de ministerio o dar pensamientos sobre la Palabra de Dios, pero la Cena del Señor es la única reunión dedicada enteramente a hacer memoria del Señor y adorarlo. No nos desviemos de este santo propósito.

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  “Isaac salió al campo a meditar” (Génesis 24.63 NBLA). 

¡Qué hábito tan bueno! Meditar significa hablar en voz baja con uno mismo. ¿En qué meditaba?  David dijo: Meditaba EN TODAS TUS OBRAS” (Salmo 143.5). También dijo: “EN TI medito(Salmo 63.6 NBLA). Solamente del Señor Jesús se dice: “EN SU LEY medita de día y de noche” (Salmo 1.2). Por supuesto, Él se enfocaba en la carpintería en Nazaret, en las enseñanzas en Galilea, y en las sanidades en Capernaum, pero intencionalmente apartaba tiempo cada día y tenía tiempos a solas en las noches para meditar en la Escritura. ¿Y tú?  ¿En qué estás ocupando tu mente esta semana? ¿En el trabajo? ¿La escuela? ¿Los deportes? ¿Los videojuegos? ¿La música? ¿Los problemas? Desarrolla esta disciplina de Cristo, y que tu oración hoy sea: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová” (Salmo 19.14).

Juan Dennison, Devoción a Diario, Libros Berea

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El Norte Perdido

 Texto: 2 Corintios 6.14-18

Jamás ha sido tan inminente como hoy en día la necesidad de separarse franca y abiertamente del mundo. En los tiempos de oposición no era necesario exhortar a los cristianos a separarse de los incrédulos, ya que la misma oposición era un motivo poderoso para que los creyentes se juntaran para animarse y consolarse mutuamente, y para defenderse de los constantes ataques de sus enemigos. Ver en aquellos días a un cristiano en compañía con un incrédulo hubiera sido tan imposible como imaginarse a un ratón y un gato lamiendo la misma porcelana.
    Pero desgraciadamente esa marcada separación que antes había entre los seguidores del Señor Jesucristo y los seguidores del Enemigo ya no existe. ¿Por qué? Por eso, el cristiano ha perdido el norte, su orientación bíblica, su fervor, su espíritu agresivo, su repulsión hacia el pecado, los escrúpulos de conciencia y la firmeza de sus convicciones; el cristiano a medida que corren los siglos es como la sal que va perdiendo su sabor.
    El incrédulo, por otra parte, se ha ido aclimatando poco a poco al cristianismo, pues si bien todavía no lo puede tragar, ya no le choca ni le repulsa como antaño. El enemigo es astuto, y constantemente perfecciona sus métodos para corromper vidas. Lo que no consiguió en los siglos pasados con la cruz, él lo está consiguiendo con las labias de un mundo que nos abre los brazos como la araña para exprimirnos la última gota de sangre.
    ¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? Naturalmente estos textos nada tienen que ver con el ganarse almas para nuestro Señor mediante la muestra del amor genuino e interés por los inconversos. Pero, a la vista de ellos, podemos afirmar que en los casos en que se practican estas uniones, es porque el “creyente” ha perdido su espiritualidad; es lija sin arena, sal sin sabor, ácido sin picante. Porque los verdaderos creyentes se sienten muy fuera de su elemento en la compañía de los del mundo, y estos a su vez se sienten mortificados en la compañía de los primeros.

De la antigua revista evangélica “Orientación Religiosa”, año 1935

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  Fallar el Blanco

Un hombre que pasaba cerca de un gran granero se fijó en que tenía dianas en el lateral y una flecha en el centro de cada una. Viendo al granjero, se detuvo y le dijo: “Alguien tiene muy buena puntería”. El granjero se rió y respondió: “No he sido yo. Hay un hombre que dispara sus flechas a mi granero y luego dibuja dianas alrededor de ellas”. Esta anécdota graciosa ilustra un punto importante. La gente piensa que, cuando se trata de ir al cielo, es algo relativo, así que cada uno establece sus propias normas. Lo que es verdad para uno no lo es necesariamente para otro, pero si somos buenos y sinceros, todos acabaremos ganando. Suena bien, pero la Biblia dice otra cosa.
    La Biblia deja claro que las normas de Dios, los Diez Mandamientos, nunca cambiarán (léalos en Éxodo capítulo 20). Dios no rebajará Sus normas por nadie. La humanidad no ha cumplido estas normas y la Biblia afirma explícitamente que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (epístola a los Romanos 3.23). La palabra “pecado” significa no acertar. Antiguamente, se utilizaba para referirse a una flecha que no alcanzaba el blanco. La verdad es que todos los lectores de este artículo, incluido el autor, “pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”. Dios describe así a toda la humanidad, pero la cuestión es, si crees a Dios o confías en tu propia opinión.
    Algunos responderán: “Pero yo rezo todos los días”, o “No soy mala persona”. No ponemos en duda su sinceridad, pero lo que cuenta es el análisis de Dios, no nuestro punto de vista o sinceridad. Sorprenderá a muchos saber que la práctica de una religión no puede resolver el problema del pecado y la condenación. Rezarles a los santos y participar en los sacramentos no sirve de nada. Dios es santo y el pecado debe ser juzgado. Esto es extremadamente grave, ya que realmente existe el infierno, lugar de castigo eterno de los pecadores. Debemos ser honestos y admitir nuestra condición pecaminosa y que hemos violado la ley divina y ofendido a Dios. Podemos engañar a los demás e incluso a nosotros mismos, pero no podemos engañar a Dios. Dios no puede ser burlado.
    Gracias a Dios, hubo Uno que siempre cumplió todas las leyes de Dios, que siempre acierta, como una flecha que da en el blanco. Es el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, que nunca juró, ni mintió, ni codició, ni fue envidioso, ni perdió los estribos. Era impecable, es decir, totalmente sin pecado y puro, por dentro y por fuera. Este Hombre divino y perfecto a propósito fue a la cruz para pagar por los pecados de todos los seres humanos. Murió como Sustituto, en lugar de todos nosotros. Él ha proporcionado una base para que toda persona pueda ser salva. Considera lo que dice la Sagrada Escritura:

"Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero".

"Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo".

1ª epístola a Timoteo 1.15; 2.3-6 


    Hay que arrepentirse y confiar únicamente en Jesucristo, no en la Iglesia, los santos, los sacramentos ni las obras de uno.
    La realidad es que todas las personas que van al cielo son simples pecadoras salvadas por la gracia de Dios, porque confían en Jesucristo. "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no es de vosotros... no por obras, para que nadie se gloríe" (epístola a los Efesios 2.8). 

    Muchos dicen que el apóstol San Pedro fue el primer papa, pero no tienen en cuenta lo que Pedro declaró. Se puede decir que habló “ex cathedra” acerca de la fe y la doctrina, y proclamó la infalible palabra de Dios al decir: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos de los Apóstoles 4.12). La única manera de dar en el blanco es confiar totalmente en el Señor Jesucristo. Si haces cualquier otra cosa, por sincero que seas, fallarás el blanco.

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