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miércoles, 30 de noviembre de 2022

EN ESTO PENSAD - diciembre 2022

 Abraham y Lot
La Necesidad de la Separación
- parte 2
"Te ruego que te apartes de mí" (Gn. 13.9)

Lucas Batalla

 


viene del número anterior
Cuando Abraham inició la separación, Lot vio algo muy atractivo (vv. 10-11). Es interesante que el verso 10 dice que el verdor de la llanura del Jordán le pareció “como la tierra de Egipto”. Entonces, “escogió para sí” (v. 11). No tuvo deferencia para con su tío, sino escogió lo que le parecía lo mejor, pero sin saber que todo eso sería destruido. El creyente que escoge el mundo se equivoca como Lot, porque “el mundo pasa, y sus deseos” (1 Jn. 2.17). “Y se apartaron”. Era necesario para que Abraham recibiera la bendición de Dios. Después de separarse, cada día se alejaron más el uno del otro. Sin la influencia de Abraham, Lot fue de mal en peor.
    Abraham estuvo en el campo, pero Lot fue a las ciudades de la llanura, e iba acercándose a Sodoma (v. 12). ¿En qué tipo de ciudad querían estar Lot y su esposa? El verso 13 la describe así: “Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera”. Lo que entonces había en Sodoma y las ciudades vecinas, está hoy en todo el mundo. Este mundo se ha convertido en Sodoma, un lugar de perversidad que nos da vergüenza y asco. El gobierno de nuestro país legaliza la homosexualidad y el lesbianismo. Quieren borrar la distinción entre los sexos. Las mujeres se visten como hombres, y algunos hombres como mujeres. Pero aunque los gobiernos legalicen el pecado y la perversión, Dios nunca los legaliza. Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres. Dios tiene unas normas y hay que respetarlas. Por ejemplo, las mujeres no deben llevar pantalones y cortar el pelo como los hombres. Dicen que es la moda, pero eso no importa, sino la voluntad de Dios. En la iglesia debemos vestirnos como santos, no como mundanos. Hace años que me sorprendí en un campamento “cristiano”, cuando algunas mujeres vinieron al estudio en bikini. Les protesté, pero no les pareció bien ni a ellas ni a los varones, y poco después yo y mi esposa abandonamos ese lugar. No debemos imitar a Lot, el hombre que no se separó sino se integró, y perdió la santidad y su testimonio.
    Hay quienes desean imponer los valores del mundo en las iglesias, y muchas, incluso asambleas de hermanos, han copiado esas modas y valores. Pero eso digo, hermanos, que hay que resistir, porque no debemos meternos en ese molde (Ro. 12.1-2). Seamos santos y piadosos, y esto incluya nuestra forma de vestir y hablar. 2 Corintios 6.14-7.1 enseña y enfatiza la necesidad de practicar la separación. No hay comunión entre lo santo y lo mundano. Aunque le dolió a Abraham separarse de Lot, era para su salud y bienestar espiritual. Leemos que “después que Lot se apartó de él”, Dios habló con Abraham (v. 14). Le dijo que alzara los ojos, no como Lot, sino para mirar a los cuatro puntos cardinales y ver toda la tierra. Confirmó Su promesa: “toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (v. 15). Es unilateral, por lo que no puede ser invalidada por Israel. Es soberana, pues no depende de las naciones unidas ni otros. Y tampoco tiene fecha de caducidad, pues es “para siempre”. Lo que Lot escogió fue quemado y desapareció para siempre. Lo que Dios dio a Abraham será suyo eternamente, con gran bendición.  De eso aprendemos que Dios da lo mejor a los que no escogen para sí, como Lot, sino permitan que Dios escoja. Esto afecta todo área de nuestra vida. Dejemos a Dios dirigir nuestras vidas.
    Aunque la separación era necesaria, Abraham seguía amando a Lot. Cuando oyó que Lot había sido llevado cautivo (Gn. 14.12-16), armó a los de su casa y salió para atacar al enemigo y librar a su pariente. Arriesgó la vida por él, pero no volvieron a vivir juntos.
    El verso 18 relata que Abraham fue en sentido opuesto a Lot. Es otro resultado de la separación. Con el tiempo hay más distanciamiento. Se acercó a Hebrón, pero no moró en la ciudad sino en el campo, en el encinar de Mamre, y ahí edificó otro altar a Jehová.
    Hermanos, no estamos practicando debidamente hoy la línea divisora. Es bueno ser cortés y amable, pero no podemos andar con todos. No hay que esperar que se cansen y se vayan los que tienen otra línea de doctrina y práctica. Esas tensiones y conflictos pueden arruinar a una familia o iglesia, como las corrientes del mar que destruyeron la nave que llevaba a Pablo. “Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar” (Hch. 27.41).
    Recordemos la pregunta de Amós 3.3, “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” Aunque nos duela, y aunque nos quedemos solos, tomemos la iniciativa y digamos: “te ruego que te apartes de mí”. La vida cristiana es una senda difícil, y ¿por qué no decirlo, de pocos amigos? Recordemos que es mejor estar solo que mal acompañado.
    Como aprendió Abraham, gran amigo es Dios de los que esperan en Él. Cuando se quedaron solos, Dios habló con Abraham para confirmar Sus promesas. Es como si dijera: “Hiciste bien. No te preocupes, yo soy tu amigo fiel”. Y Abraham tiene el apodo “Reuel” en hebreo (amigo de Dios), o “al Kalil” en árabe (el amigo). Es recordado con honor como amigo de Dios (véanse 2 Cr. 20.7; Is. 41.8; Stg. 2.23). Él escogió bien, y ahora queda preguntar si escogeremos como él.

de un estudio de Lucas Batalla   10 julio 2022

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El Cuerpo y la Piedad Práctica

Romanos 6.13 exhorta: "...presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia". Esta palabra "miembros" se refiere a nuestro cuerpo, a todas sus partes. Debe ser presentado a Dios en sacrificio vivo (Ro. 12.1-2). Solo así podemos comprobar la buena voluntad de Dios.
 

La boca:
David declaró: "He resuelto que mi boca no haga transgresión" (Sal. 17.3). ¿Podríamos decir lo mismo? Proverbios 4.24 aconseja a los hijos: "Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios". Un refrán aconseja: "Si no tienes nada bueno que decir, mejor no hablar". Hermanos, presentemos nuestra boca a Dios para servirle. Debemos usarla para adorar, alabar, interceder y testificar.
 

Los ojos:
Job declaró: "Hice pacto con mis ojos; ¿Cómo, pues, había yo de mirar a una virgen?" (Job 31.1). El mundo invita cada día a pecar con los ojos, mirando lo que no debemos. Digamos con el salmista: "No pondré delante de mis ojos cosa injusta" (Sal. 101.3). Pongamos este texto en nuestro corazón, y también sería bueno pegarlo a la pantalla de cualquier aparato que usamos para conectarnos al internet. Si realmente oramos así: "Aparta mis ojos, que no vean la vanidad" (Sal. 119.37), ¿no es cierto que debemos quitar de casa el televisor? Presentemos nuestros ojos a Dios para servirle. "Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley" (Sal. 119.18). ¡No están en la tele!
    Y así por el estilo, debemos presentar cada miembro de nuestro cuerpo al Señor, en sacrificio vivo (Ro. 12.1).
 

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Nuestro Tema Único En La Cena del Señor

Hermanos, la Cena del Señor no es una reunión libre donde se puede hablar de cualquier tema. A algunos les cuesta aprender esta sencilla verdad. No es tiempo para enseñanza, exhortaciones, reportajes de ministerio, motivos de oración, testimonio personal, etc. Tenemos un solo tema: El Señor Jesucristo. ¿Cómo sabemos esto? Porque Él mandó: "Haced esto en memoria de mí". No solo hacemos memoria al tomar de los símbolos, sino en todo lo que cantamos, oramos y decimos durante la Cena del Señor.
    Si pido un himno de evangelización, o sobre la oración o la consagración, no estoy haciendo memoria de Cristo. Si enseño un texto o exhorto, no hago memoria de Él sino me desvío, y desvío las mentes de los demás. Cristo, Su Persona y obra, debe ser mi tema. Mis palabras deben dirigirse a Él, en oración, con gratitud, adorando, expresando cómo le aprecio. Alguien dijo que la adoración es la ocupación entera con la Persona de Cristo.

“Éste es mi Hijo amado...”  (Mr. 9.7)

    Parecido a Pedro en aquel momento, parece que algunos no saben lo que hablan en la Cena del Señor. En el monte de la transfiguración, Pedro debía enfocar toda su atención en la gloriosa Persona del Señor en cuya presencia estaban. Y nosotros, en la Cena del Señor debemos enfocar toda nuestra atención en nuestro Señor, y hablar solo del Señor, no de otras cosas. Él está entre nosotros, y los símbolos de Su pasión están en la mesa para guiar nuestros pensamientos. Sean todas nuestras palabras solamente de adoración, gratitud y alabanza, es decir, NO de enseñanza, testimonio, exhortación ni motivos de oración. Como en Apocalipsis 5, no hay otro tema sino Cristo, el Cordero de Dios, y Su obra redentora. “Digno es el Cordero que fue inmolado”.
“Haced esto en memoria de mí”
(1 Co. 11.24-25)

    Esta sencilla frase no habla solo del acto de participar de los símbolos, sino de toda la Cena del Señor, pues todo debe hacerse en memoria de Él. “En memoria” significa “trayendo a la mente, recordando”. Es una disciplina espiritual y mental que a veces parece que nos cuesta practicar. Desde el comienzo hasta el final de la Cena del Señor, no debe haber palabras sino las que hacen memoria de Él. Los himnos que cantamos deben centrarse en Él, Su Persona y obra redentora. Las oraciones, y las Escrituras leídas deben traer a Cristo a nuestra mente – no deben ser para exhortar o enseñar. ¡Es Su hora! Hay otras reuniones para enseñar, exhortar y testificar. Ésta es para hacer memoria de Él.
continuará, d.v.

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 ¡Escoge lo Mejor!



Pr. 21:9  "Mejor es vivir en un rincón del terrado que con una mujer rencillosa en casa espaciosa".
    "Rencilla: Cuestión o riña que da lugar a un estado de hostilidad entre dos o más personas" (R.A.E.). Reñir es reprender, contender o corregir con rigor o amenaza, disputar, altercar. La mujer rencillosa procede así en su matrimonio y familia, y arruina su casa. Estar sólo es mejor que estar mal acompañado.

Pr. 21:19  "Mejor es morar en tierra desierta que con la mujer rencillosa e iracunda".
    La repetición de esta expresión en Proverbios es para dar énfasis al tema. Además de su actitud agresiva y pendenciera, y su lengua suelta y aguda, esta mujer es dada a la ira, el enojo, los enfados y el mal humor. Aun el desierto es preferible que una morada con una mujer así. Antes de entrar en noviazgo, es aconsejable observar y conocer el carácter de la persona, porque si es mala, por hermosa que sea la fachada, sería una tortura vivir con ella.
    ¿Qué carácter demanda Dios de las mujeres que profesan piedad? Afable y apacible (1 P. 3.4). Prudente, casta, sumisa, respetuosa (Tit. 2.5; 1 P. 3.2). Las madres cristianas deben enseñar esto a sus hijas mediante su ejemplo y sus consejos.

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  ¿Qué Son los Libros Apócrifos?


La palabra "apócrifo" viene del griego y significa escondido o oculto. Los libros apócrifos aparecen en las Biblias católicas. ¿Por qué? Brevemente, en el siglo XVI la Iglesia Católica Romana, en su controversia con los protestantes, cambió la Biblia, al añadir siete libros al Antiguo Testamento. Esos libros nunca estuvieron en la Biblia hebrea. Pero ahora, los católicos dicen que los "protestantes" cambiaron la Biblia. En realidad usamos la misma Biblia que siempre, la que antes usaban los católicos, pero Roma la cambió después de quince siglos. Y ahora, tristemente, las sociedades bíblicas colaboran con Roma y aceptan fondos para imprimir Biblias "interconfesionales", que quiere decir, católicas, que contienen esos libros.
    El asunto es importante, porque Dios nos manda no añadir a Sus palabras. Proverbios 30.6 dice: "No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso". Domingo Fernández nos informa acerca de esos libros espurios, en su obra: "Los Libros Apócrifos: Una Biblia Adulterada".  proximamente disponible de Libros Berea

¿Treinta y nueve o cuarenta y seis libros?

    En lo que se refiere al Nuevo Testamento no hay diferencia ninguna entre las versiones católicas y evangélicas. Pero en el Antiguo Testamento sí hay diferencia. Hasta ahora el Antiguo Testamento en las versiones evangélicas se componía de 39 libros. El Antiguo Testamento de las versiones católicas se compone de 46 libros; y varios capítulos añadidos a los libros de Ester y Daniel. Los siete libros añadidos son:

     Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, 

     Primero y Segundo de Macabeos.

¿Por qué se les llama Apócrifos?

    El primero en calificarlos de apócrifos fue San Jerónimo, traductor de la Vulgata Latina. Dice un autor católico:

“el nombre apócrifos se aplica entre los católicos a escritos de carácter religioso no incluidos en el canon de la Escritura que, si bien no son inspirados, pretendieron tener origen divino o fueron algún tiempo considerados como sagrados”. (Verbum Dei, tomo 1, pág. 299.) 

La palabra “apócrifo” viene a ser sinónimo de falso. Los evangélicos nunca hemos aceptado los Libros Apócrifos como inspirados por Dios.

Los Libros Apócrifos nunca estuvieron en el canon

    Los libros inspirados que componen el Antiguo Testamento fueron escritos en hebreo, por profetas hebreos y dirigidos al pueblo hebreo. El apóstol Pablo afirma, bajo inspiración divina, que la Ley de Dios fue promulgada para el pueblo israelita (Ro. 9.4). Y que Dios encomendó al mencionado pueblo el cuidado o preservación de las Sagradas Escrituras (Ro. 3.1-2). Dice el autor católico M. Chasles lo siguiente:

“Para el pueblo judío fue escrito primeramente el Antiguo Testamento. Él lo recibió en depósito. Las Escrituras nos han sido transmitidas por Israel, y con ese espíritu escrupuloso que ha asegurado la conservación de las costumbres hebreas” (Qué es La Biblia, pág. 33). 

La confesión o declaración de este autor católico es de capital importancia en relación con el tema que estamos considerando.
    Esos llamados Libros Apócrifos no fueron escritos en hebreo, ni por profetas hebreos inspirados por Dios. Nunca formaron parte del Antiguo Testamento hebreo. Cuando los mencionados libros entraron a formar parte de la versión griega de la Biblia, los israelitas convocaron un concilio que se reunió en Jamnia, con el propósito de considerar la naturaleza de los libros agregados a la versión griega. Para determinar si un libro es o no inspirado, aquel Concilio estableció las bases siguientes:

    a) El libro debe estar de acuerdo con la Ley de Moisés.
    b) Debe haberse originado en Israel.
    c) Debe haber sido escrito en hebreo.
    d) Debe haberse escrito antes de la muerte de Esdras.

    Como los mencionados libros no llenaban los requisitos establecidos por el Concilio, éste determinó que no tenían derecho a formar parte del conjunto de libros inspirados por Dios. Los hebreos siempre han creído que fue Esdras quien fijó, bajo inspiración divina, el canon o catálogo de los libros inspirados del Antiguo Testamento. Y, en términos generales, se puede decir que los Libros Apócrifos fueron escritos entre el año 150 antes de Cristo y el año cien de la era cristiana. Por lo menos dos siglos después de la muerte de Esdras.
    El autor católico M. Chasles dice: “Siete libros del Antiguo Testamento (católico) no fueron admitidos en el número de las Escrituras por los doctores de la Ley en Jerusalén. En la época de Jesucristo y de los apóstoles, Jerusalén tenía su Biblia hebrea, treinta y nueve libros”. Los traductores de la versión griega comentan: “tradujeron del hebreo los 39 libros que componen la Biblia hebrea de Jerusalén, y luego agregaron otros siete libros de los que sólo tenían el original griego” (Qué es La Biblia, pág. 27 y 29).

    Esta sincera, franca y veraz declaración de un católico sitúa a los Libros Apócrifos fuera del catálogo de los libros inspirados. Fueron “agregados” por quienes no tenían autoridad para agregar.
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    Pero, amado lector, todo eso no debe quedarse como un mero tema intelectual. Tenemos la Biblia sin añadiduras, y es digna de nuestra fe. La bendición no está en tenerla, sino en leerla, conocerla, creer y obedecerla. Ése es el camino de la bendición (Stg. 1.22).

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 LOS HIJOS: ¿Alegría o Alboroto?

Hace poco, orando en casa, nuestro hijito de cuatro años dijo: “Señor, ayúdame a mirar Tus ojos y hacer lo que Tú dices”. Qué forma más sencilla de expresar la idea del Salmo 32, versículos 8 y 9: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y freno”. Así quisiéramos responder nosotros como padres a Dios; no como el mulo, carente de entendimiento, que ha de ser llevado de un lado para otro, sino con un corazón sumiso que ya resolvió obedecer, y sólo espera ser guiado por el ojo de su Señor. En oración pedimos esta calidad de obediencia para nosotros y para nuestros hijos.
    Toda victoria que Dios nos ha dado en nuestra experiencia surgió cuando, agotados nuestros recursos, reconocimos nuestra derrota personal. Sólo entonces tomó Él las riendas para realizar Su obra en nosotros. Es con nuestros hijos, más que nada, que nos vemos obligados a depender totalmente del Señor.

Educar Es Más Que Enseñar


    En Proverbios 22:6 Dios ordena y promete: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartar de él”. La palabra “instruye” en este pasaje debería traducirse “educa” porque en el original implica mucho más que la mera enseñanza del niño. Muchos de nosotros enseñamos el camino correcto a nuestros hijos, pero no los educamos para seguir ese camino. Al niño se le puede educar a obedecer voluntariamente a sus padres y a confiar en ellos.
    El diccionario da la siguiente definición: Educar es “desarrollar el vigor físico y la inteligencia; dirigir la voluntad”. Esto es lo que Dios quiere que hagamos con nuestros hijos.

Todos Los Padres Educan A Sus Hijos

    Consciente o inconsciedntemente, todos nosotros estamos educando a nuestros hijos. Cuando le pedimos a nuestro hijo que haga algo, y no lo hace, le estamos educando a esperar hasta oír la orden dos veces antes de obedecer, o hasta que levantemos la voz, o hasta que le amenacemos. Le podemos educar a obedecer inmediatamente después de pedirle algo una sola vez y en un tono de voz normal. La clave está en la educación.
    El niño a quien sólo se le ha enseñando “el camino a seguir”, puede oír otras enseñanzas y apartarse del camino. Pero, la promea al padre que educa a su hijo es: “CUANDO FUERE VIEJO NO SE APARTARÁ DE ÉL”.
    Vemos dos ejemplos en la Biblia. Uno, el de un niño que fue educado en el camino que debía seguir, y otro, el de dos hermanos a quienes solo se les enseñó el camino a seguir pero no se les educó.
    En 1 Samuel 1:11 Ana pidió al Señor un hijo. Su oración era en efecto: “Señor, dame un hijo y te lo dedicaré”. No dijo: “Señor, si me das un hijo haré todo lo que pueda para enseñarle que Te sirva, y si él quiere, si no se opone, lo llevaré al templo para que Te sirva”. No dudó, no por un instante, de que Samuel haría lo que ella decidiera. 1 Samuel 1:27-28 dice: “Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová”. Samuel fue al templo y sirvió y ayudaba de buena gana al sacerdote Elí. En 1 Samuel 3, es evidente que Samuel fue educado para obedecer; cuando era jovencito, se levantó tres veces de su cama para correr hacia Elí y preguntarle qué deseaba. Además, sirvió al Señor durante toda su vida.
    En contraste tenemos a los dos hijos del sacerdote Elí. 1 Samuel 2:12 dice: “los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová”. La Biblia nos dice que los hijos de Elí eran desobedientes e inmorales. Elí sabía lo que sus hijos estaban haciendo y sin duda les había enseñado a hacer el bien. En 1 Samuel 2:23-24 Elí los reprende: “Y Elí les dijo, ¿por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo, pues hacéis pecar al pueblo de Jehová”. Pero solo reprender no es educar.
    Elí descuidó [aparentemente] la educación de sus hijos: “ellos no oyeron la voz de su padre”. Y Jehová quitó el privilegio de ser sacerdotes a las generaciones subsiguientes de Elí. En 1 Samuel 3:13 dice: “Y le mostraré que yo juzgaré a su casa para siempre, por la iniquidad qu él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado”. Elí honró más a sus hijos que a Jehová (1 S. 2:29).
    Elí amaba al Señor, era honesto y sincero, despempeñaba correctamente su puesto sumosacerdotal, pero no educó a sus hijos a obedecer.

por A. Fabrizio y P. Fabrizio

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¿Feliz Cumpleaños?


Así me dijeron en enero, ¡pero yo nací en julio! “Gracias de todos modos”, dije, “pero hoy no es mi cumple”. “¿No? Cuándo es?” respondieron. Cuando supieron la fecha, dijeron, “Bueno, no importa la fecha, felicidades de todos modos”. Parece graciosa la respuesta. Así no dicen: “Oh, nos equivocamos de fecha”.
    Algo similar pasa en la Navidad. Cristo no nació en diciembre, pero les da igual, van a celebrar porque sí. Si alguien pregunta cuándo nació, la respuesta es que no sabemos la fecha. Es seguro que no nació en diciembre porque en los meses de frío, lluvias y nevadas en la zona de Belén, no hay pastores ni ovejas en el campo. Durante octubre empiezan a retirar los rebaños de los campos. Además, los primeros cristianos no celebraron Su nacimiento. No hay fiesta de Navidad en el Nuevo Testamento – los apóstoles no enseñaron a nadie a conmemorar el nacimiento de Cristo. ¡Busca en la Palabra y verás que es así!
    Y si lo pensamos fríamente, sabemos que no es nada especialmente cristiano, pues en todo el mundo millones de personas incrédulas se festejan en Navidad. La fiesta tiene sus orígenes, no en la Biblia, sino en tradiciones paganas – una fiesta de gran desenfreno para celebrar el solsticio de invierno – el comienzo del invierno (en el hemisferio del norte, y en el del sur, el comienzo del verano). Los romanos llamaron esas fiestas: “Saturnalia”, y si te informas sobre ellas, no te va a gustar lo que aprendes.
 
    Al Señor no le interesa eso de Su cumpleaños. Él nació para morir. Claro que estamos agradecidos que naciera. Pero no cabe duda que nuestra redención está basada en Su muerte y resurrección. Por eso, el Señor, la noche que fue entregado, instituyó “La Cena del Señor”, en memoria de Su muerte. Las Escrituras dicen así: “...la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Co. 11.26). Cada primer día de la semana es nuestro privilegio recordar Su muerte expiatoria, y anticipar Su venida.
    Sabemos que el mundo no va a cambiar, porque le gustan sus fiestas. Pero es extraño que un cristiano no cambie sino se aferre a las costumbres paganas. No celebra Halloween, porque reconoce que es pagano, pero ¿por qué no puede reconocer que la Navidad también tiene orígenes paganos? No puede ser "cristianizada". ¿Qué parte tenemos en toda su feria de vanidades? No debemos conformarnos al mundo, sino vivir para agradar al Señor.  
 
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¿Cuánto Dinero Necesitas?

CON EL DINERO PUEDES COMPRAR:
Casa, pero no hogar. Libros, pero no sabiduría.
Lujo, pero no belleza. Diversión, pero no felicidad.
Sexo, pero no amor. Cama, pero no sueño.
Alimento, pero no apetito. Comodidad, pero no paz.
Compañero, pero no amistad. Medicina, pero no salud.
Velas, pero no bendición. Misa, pero no perdón.
Religión, pero no salvación. Nicho, pero no el cielo.

Con dinero puedes impresionar e influir a los hombres, pero no a Dios. El Señor Jesucristo no tuvo nada bueno que decir de los ricos.
 
¡Qué vanidad es el vivir para el dinero! El dinero es el pasaporte universal a todos los lugares menos al cielo. Hay muchas religiones que cobran y recaudan, y ninguna de ellas es de Dios. No podemos comprar el favor de Dios. Sólo Jesucristo da lo que el dinero no puede obtener. Él dijo: "¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" (Marcos 8:36). ¿Sabes la respuesta a esta pregunta del Señor? La respuesta es: "nada aprovechará", pero algunos no lo creen. Amigo, el dinero puede entretenerte, pero no puede salvarte, ni vale en la eternidad, que es a dónde  vas. "No con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo", dice el apóstol Pedro acerca de la salvación de Dios. Dios no salva a nadie por dinero. Nadie obtiene Su favor a cambio de ofrendas o limosnas. Dios no cobra por la sangre de Su Hijo (1 Pedro 1:18-19), y si cobrara, nadie tendría suficiente para pagar, porque su valor es infinito. ¡Acuérdate de esto la próxima vez que tengas que pagar una misa! El apóstol Pablo dice: "nada hemos traído a este mundo, y sin duda NADA podremos sacar" (1 Timoteo 6:7). Acuérdate de que "nada" es un absoluto. Así la Palabra de Dios advierte a todos los que aman al dinero y las cosas materiales, sean ricos o pobres, caciques o criados. El coche fúnebre no lleva remolque. La muerte es la "igualatoria divina".
    Acerca del dinero, Dios nos aconseja así: "No te afanes por hacerte rico; sé prudente y desiste. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo. No comas pan con el avaro, ni codicies sus manjares" (Proverbios 23:4-6).
    En cambio, la Palabra de Dios, y la vida eterna – son para siempre! "Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata" (Salmo 119:72).
 

jueves, 30 de junio de 2022

EN ESTO PENSAD julio 2022

 MALDITOS LOS ANTISEMITAS

William MacDonald


“Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré”.  Génesis 12.3

Cuando Dios llamó a Abraham para que fuera la cabeza de Su pueblo escogido, prometió bendecir a los amigos de esa nación y maldecir a sus enemigos. En los siglos que siguieron el pueblo judío ha sufrido indecible hostilidad y discriminación, pero Dios no ha suprimido la maldición contra el antisemitismo.
    Amán tramó la destrucción del pueblo judío en Persia. Embaucó al rey para que firmara un decreto irrevocable. Por un momento todo pareció moverse a su favor, pero pronto comenzaron a surgir escollos. El archiconspirador se precipitó de fracaso en fracaso hasta que finalmente fue colgado de la horca que había construido para Mardoqueo el judío.
    Adolfo Hitler no aprendió de la historia y fue condenado a repetirla. Inauguró un atroz programa para barrer a los judíos en campos de concentración, cámaras de gas, hornos crematorios y ejecuciones masivas. Parecía que nada podía detenerle. Pero entonces la marea cambió y murió ignominiosamente con su amante en un bunker de Berlín.
    El antisemitismo alcanzará su más horrendo clímax durante la Gran Tribulación. Los judíos serán entregados para ser afligidos y asesinados; las naciones gentiles les aborrecerán. Grandes multitudes serán masacradas. Pero se interrumpirá con la venida personal del Señor Jesucristo. Aquellos que persiguieron a Su pueblo serán destruidos y los que ofrecieron su amistad a los hermanos judíos de Cristo entrarán en el Reino.
    Ningún creyente verdadero debe permitir jamás que su alma se contamine con  rastro alguno de antisemitismo. Su Señor, su Salvador, su mejor y verdadero Amigo fue y es un judío. Dios comisionó al pueblo judío para que escribiera y preservara las Escrituras. Aunque Dios ha puesto a un lado temporalmente a la nación judía por rechazar al Mesías, todavía ama a Israel por causa de los Padres. Nadie que odia a los judíos puede esperar la bendición de Dios en su vida y servicio.
    “Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman” (Sal. 122.6). Todos los que aman al pueblo judío prosperarán.

de su libro: De Día en Día, CLIE

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“Los ingleses tampoco pueden lavarse las manos, pues en 1290 Eduardo I proclamó la expulsión de los judíos de Inglaterra. Esto se anuló y fueron admitidos en el siglo XVII.
    España también es culpable. La España medieval, bajo los reyes católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, publicó el Edicto de Granada, que expulsó y desterró a los judíos (31 marzo, 1492). Comenzó  a perder su potencia militar, imperio y riquezas. La destrucción de su “Armada Invencible” en 1588 es un ejemplo. En el Siglo 17 Cataluña y luego Portugal se rebelaron.  Luego Napoleón invadió y de 1808 a 1814  Francia gobernó a España. En 1898, tras la breve guerra hispano-estadounidense, España perdió Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. España nunca ha indemnizado a los judíos por todos los daños y perjuicios.
    Debido a la influencia de España, Portugal también acabó expulsando a los judíos. “Desde 1496 comenzaron las ordenanzas reales contra la judería portuguesa”.1 Posteriormente Portugal perdió su grandeza y poder.
    ...Tampoco quedan sin culpa los de la Reforma. Los Nazis utilizaron el libro del reformador Martín Lutero: Sobre los Judíos y Sus Mentiras, para justificar la supuesta moralidad de su ideología. Lutero atacó acerbamente a los judíos como bestias venenosos, víboras, roña asquerosa, parásitos,  cánceres y demonios encarnados. Recomendó un pogromo 2 contra ellos, llamando a oprimirlos y expulsarlos. Esas ideas fueron adoptadas y usadas, como la triste historia demuestra. Lamentablemente, Lutero fue culpable de incitar ese odio”.

Carlos Tomás Knott, Israel: Nación Única, Libros Berea

1.  https://www.sfarad.es/la-expulsion-de-los-judios-de-portugal

2.  Pogromo, masacre, aceptada o promovida por el poder.   

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ESCOGE LO MEJOR

En Proverbios el padre enseña a sus hijos a valorar y escoger bien, cosa que muchos no hacen.

Pr. 15.16 “Mejor es lo poco con el temor de Jehová, que el gran tesoro donde hay turbación”. Temer al Señor y tener poco es preferido antes que tesoro con turbación. Muchos que tienen tesoros de este mundo no temen a Dios debidamente. Se afanan y se esfuerzan por tener grandes casas, muebles caros, fincas, automóviles y ropa costosa, pero no debemos envidiarlos ni imitarlos. Si viéramos tras la fachada atractiva, veríamos como Dios que sus vidas son turbadas de cosas más graves que falta de bienes.

Pr. 15.17 “Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio”. La comida de legumbres es típica entre los pobres – pero es mejor ser pobre y tener amor, que tener mucha comida cara y exquisita, y vivir en un ambiente de odio y conflicto. La comida no hace bien al alma, pero el amor sí, y el dinero no lo compra.

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"Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo".   Filipenses 1.9-10 

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 Clave Profética: El Salmo 110


“El salmo 110 nos da la clave de la historia. El único que puede corregir los males de este mundo, calmar sus tormentas, romper sus cadenas, sanar sus heridas, enderezar sus caminos torcidos y despachar sus tinieblas, está esperando en el cielo, porque no había lugar para Él en la tierra. Está sentado a la diestra de Dios, que es el privilegio exclusivo del Hijo y Heredero, Él pacientemente espera Su tiempo. Cuando llegue la hora, Dios intervendrá en la tierra a favor Suyo, y pondrá a Sus enemigos por estrado de Sus pies”.

 Max Isaac Reich, The Messianic Hope of Israel
(“La Esperanza Mesiánica de Israel”), Moody Press, Chicago, 1945.  

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Gedeón:  Un Joven Transformado

En Un Siervo De Dios
Camilo Vásquez Vivanco

viene del número anterior
Parte 8: Gedeón Y Su Vellón Seco
    
“Mas Gedeón dijo a Dios...Te ruego que solamente el vellón quede seco, y el rocío sobre la tierra” (Jue. 6.39).
    

Dios concedió una tercera señal a Gedeón y se trató que sólo el vellón quedase seco y la tierra húmeda con el rocío celestial. Insistimos que hoy un creyente no necesita ni debe buscar señales para saber la voluntad de Dios para su vida. Tenemos con nosotros la voluntad de Dios revelada en la Biblia, y tenemos al Espíritu de Dios en nosotros para guiarnos en el camino de fe. El creyente que lee diariamente su Biblia y se congrega regularmente en una asamblea del Señor, siempre recibirá respuestas a sus oraciones para ser guiado.
    La sinceridad de Gedeón supera su falta de fe y Dios le responde para que su fe sea perfeccionada: “Y aquella noche lo hizo Dios así; sólo el vellón quedó seco, y en toda la tierra hubo rocío” (Jue. 6.40). Esta señal fue una muestra mucho más elocuente que la anterior pues se trató del rocío sobre toda la tierra dejando solo seco el vellón de lana. ¿Qué puede significar esto? Y además ¿Qué aplicación puede tener esto para nosotros? Ya hemos indicado que el rocío es una hermosa figura del Espíritu de Dios descendiendo después que el Señor fue glorificado (Sal. 133.3; Jn. 7.39). Antes el rocío solo fue en volumen para el tazón de Gedeón, indicándonos dos tipos de aplicación, primero a la Persona sin igual del Señor Jesucristo, donde el Espíritu estuvo sin medida (Jn. 3.34), y una segunda aplicación como un tazón de rocío dado particularmente a cada creyente por el Espíritu Santo.
    Ahora el rocío es suficiente llenando toda la tierra y podemos ver otras dos aplicaciones interesantes. Primero podemos ver en ese vellón seco a la nación de Israel que por su propio pecado Dios ha retirado su presencia de ellos (Sal. 78.60; Is. 63.9-10). La nación toda ha quedado endurecida por su rechazo de la salvación por medio del Señor Jesús tal como lo describe el apóstol al decirnos: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” (Ro. 11:25). En vista de esto su Espíritu ahora está trabajando en todo el mundo produciendo fruto para la gloria del Señor tal como lo citó Pedro en el día de la fundación de la iglesia correspondiente a la fiesta judía de Pentecostés. Dios había profetizado por Joel: “derramaré mi Espíritu sobre toda carne...” (Hch. 2:16-17; Jl. 2:28-29). El rocío de Dios ha venido sobre todas las naciones tomando pueblo de ellas para la gloria de Dios (Ro. 15:9).
    También podemos ver una segunda aplicación sobre el rocío cubriendo toda la tierra refiriéndonos a la iglesia. Dios no coloca su gracia solo sobre algunos elegidos con dones especiales según alguna medida especial de fe, como aprendimos del tazón de rocío de la señal anterior. Dios quiere que su Espíritu esté en todo su pueblo y el fruto del Espíritu sea una experiencia normal. Es cierto que existen dones especiales y hermanos especiales con un servicio especial, pero es doblemente cierto que Dios ha dado de su Espíritu a todos sus hijos. Moisés dijo a Josué: “...Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos” (Nm. 11:29). El Espíritu ha venido para estar sobre toda la iglesia; por esto Pablo dice: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Co. 12:13). Todos los creyentes en Cristo fuimos bautizados en el Espíritu Santo donde este “bautizados”, es ser sumergidos en un cuerpo a saber la iglesia. Al convertirnos al Señor recibimos al Espíritu y los beneficios de ser parte de la iglesia.
    Se dice que a todos se nos dió a beber de su Espíritu, entiéndase los creyentes, sellándonos y asegurando nuestra salvación. Entonces Dios espera que el fruto del Espíritu esté en todos sus hijos con sus nueve cualidades. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gá. 5.22-23). Recordemos que todos los dones no están en todos los creyentes, pero el fruto del Espíritu debe estar en todos y es tarea personal permitir el control del Espíritu por una vida de obediencia a la Palabra de Dios. La verdad es que la presencia del fruto del Espíritu Santo tiene que ver con tres acciones negativas que debemos evitar, a saber no entristecer al Espíritu (Ef. 4.30), ni apagar al Espíritu (1 Ts. 5.19), ni provocar a celos al Espíritu (Stg. 4.5; 1 Co. 10.22). A su vez debemos ser llenos del Espíritu Santo (Ef. 5.18) para permitir que Su Persona controle nuestras vidas. La llenura del Espíritu se evidencia por:
    
    • Control de la vieja naturaleza.
    • Conocimiento de la palabra de Dios.
    • Adoración al Señor.
    • Reflejo de la vida del Señor en la vida personal.
    
    Lo que más glorifica a Dios en la iglesia no es que existan algunos dotados con un tazón especial de rocío, pues suelen ser traicionados por la carne, esto fue lo que sucedió con Gedeón. Lo que le glorifica es una iglesia donde en todos está el fruto del Espíritu, “porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad” (Ef. 5:9). Al final de cuentas una iglesia puede carecer de dones especiales en la enseñanza u otro don público, pero si todos tienen el fruto del Espíritu la iglesia será edificada y consolidada para levantar esos dones y permitir la morada del Espíritu (Ef. 2.22).

continuará, d.v., en el siguiente número

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¡No Os Engañéis!

Una de las advertencias más claras en el Nuevo Testamento  – “no os engañéis” – tiene que ver con los falsos profetas y maestros que desencaminan a muchos. Se disfrazan como hermanos en Cristo, siendo lobos con pieles de ovejas, e introducen errores y herejías destructoras. Pasando desapercibidos, atacan con destreza, devoran y al final dispersan a las ovejas (Hch. 20.29). Semejante decepción surgió temprano en la iglesia, en tiempos apostólicos, y hoy sigue obrando entre las almas ingenuas.
    En esta gran lucha, nuestro Dios en Su misericordia no ha dejado indefensos a los que buscan la verdad. Ningún creyente tiene por qué ser engañado, ya que la Palabra de Dios deja descubiertas las tácticas y enseñanzas de los falsos maestros.
    La Biblia enseña que la decepción a menudo viene de las files de los que profesan ser cristianos, es decir, los que ya están dentro de las iglesias. Nos equivocamos si pensamos que el engaño solo viene de fuera, porque debe ser muy obvio que no es así. La epístola de Judas nos advierte: “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente” (v. 4). Nos imaginamos cuál fue la sorpresa de los lectores de su epístola, al saber que algún “maestro de confianza” les había engañado. Quizás estaban tan decepcionados que respondieran así: “¡Cómo te atreves a criticar a ese hermano!” Estimado lector, ¿has considerado la posibilidad de que algunos de los maestros tan populares y alabados en las iglesias evangélicas sean en realidad falsos profetas? ¡No te engañes! El engaño también sale de los púlpitos.
    Debemos recordar que los engañadores promueven la sabiduría humana y la tradición. El apóstol Pablo advirtió a los creyentes colosenses: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2.8).
    La Biblia dice claramente que las Escrituras contienen todo lo que necesitamos para la vida y la piedad (2 Ti. 3.16-17; 2 P. 1.3). Las claves para la victoria sobre el pecado no están en las filosofías humanas, tales como la psicología y la sociología, sino en la dependencia absoluta en el Espíritu Santo, la oración y la obediencia implícita a la Palabra de Dios. Sin embargo, los púlpitos, los programas radiales y de televisión y las librerías “cristianas” están llenos de materiales que promueven las huecas tradiciones humanas. Hoy las enseñanzas de la autoestima, el amor propio, y otros conceptos psicológicos son disfrazadas de “cristianas”, rociadas con textos bíblicos, y presentadas como soluciones a nuestros problemas. Quienes hacen esto ya no consideran a la Biblia como adecuada y suficiente para “toda buena obra” (2 Ti. 3.17). Insisten que hay que modernizarse, cambiar con los tiempos, y además, tildan de “anticuados” a los que se ciñen a las Escrituras. Tristemente, la evidencia señala que muchos profesados cristianos están terriblemente decepcionados. ¡No dejes que a ti también te engañen! En la cuestión de la verdad, no hay fuerza en los números ni en la unión. No importa lo que piensa, diga o haga la mayoría. Dios tiene razón, aunque toda la raza humana esté en contra. “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Ro. 3.4).
    Finalmente, los engañadores pervierten la enseñanza bíblica sobre la salvación. De hecho, gran parte de las advertencias en el Nuevo Testamento tienen que ver con ese tipo de engaño. Judas escribe: “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente... hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Jud. 4). No habla de engañar a los incrédulos, sino a los cristianos, porque el texto dice: “han entrado”, esto es, en las iglesias. Muchas iglesias hoy descuidan totalmente la recepción a la iglesia, y admiten a casi cualquiera que dice que es un cristiano bautizado. Esto facilita la entrada o posteriormente el surgimiento de los falsos maestros. Predican un evangelio defectuoso, de modo que dan a los oyentes licencia para pecar. Es típico hoy oír a predicadores llamar a la gente a “hacer una oración para aceptar a Jesús”, aunque la Biblia nunca dice eso. Invitan a las personas a recibir a Cristo como su Salvador, para el perdón de sus pecados, pero no paran en la necesidad de arrepentirse de ellos y confesar a Jesucristo como Señor (Ro. 10.9). El resultado es que muchos de los evangélicos que profesan ser creyentes viven de modo poco distinto de los del mundo. Siguen sin cambiar, en sus actitudes y hechos pecaminosos, y su independencia de Dios – son autogobernados – y creen que sus almas están preparadas para el cielo, cuando en realidad todavía están en el camino ancho que lleva a la perdición. Quizás hayan cambiado de carril pero están en el mismo camino que antes. Los falsos maestros les dicen que son “cristianos carnales”, cuando simplemente son carnales. Romanos 8.8-9 enseña claramente que los cristianos verdaderos no son carnales. Pero a esos carnales, el hecho de practicar los domingos un poco de religión evangélica no les salva de su destino terrible, que es el destino de todo pecador, sea religioso o no.
    En defensa de esa clase liviana de predicación, muchos maestros bien conocidos afirman con denuedo que la vida de uno no tienen ninguna relación con su estado espiritual, ni indica nada acerca de su destino eterno. Sin embargo, la Palabra de Dios advierte claramente que tales maestros son engañadores. Considera lo que dice el apóstol Juan en su primera epístola, y recuerda que era divinamente inspirado: “Hijitos, nadie os engañe, el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo... Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo...” (1 Jn. 3.7-10).
    Sin duda el apóstol enseña que la justicia práctica está íntimamente relacionada con la nueva vida de los que han nacido de nuevo. Podríamos decir que el nuevo nacimiento es la causa, y el efecto que produce es: “el que hace justicia”. El que sigue practicando el pecado es del diablo, por mucho que diga que conoce a Dios. De hecho, el verdadero creyente, aunque no es intachable, no puede practicar el pecado. Por este criterio se manifiestan los verdaderos creyentes y los falsos. El apóstol Pablo también advirtió acerca de los que enseñan que la salvación y la vida pecaminosa son compatibles y coherentes: “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Ef. 5.5-6).
    Apreciado lector, ¿qué de tu alma? ¿Acaso crees que has sido gloriosamente salvo, pero en realidad tu vida se caracteriza por la injusticia y la impiedad, o por la apatía espiritual, o eres tibio en las cosas de Dios? ¿Profesas conocer al Señor Jesucristo, pero tu corazón no tiene sed del Dios vivo? ¿Te dices ser hijo de Dios, pero te falta la clara evidencia de una vida de santidad y piedad en la práctica? Amigo, si estas cosas te retratan, ¡estás terriblemente engañado y andas en peligro de la ira de Dios! No importa que hayas sido bautizado o que lleves años congregándote, pues todas las religiones falsas tienen a sus fieles adherentes.
    Alguien dijo: “Si piensas que no puedes ser engañado, ¡ya estás engañado!” Satanás, el experto engañador, ha salido para engañar al mundo entero (Ap. 12.9), ¡y eso te incluye! Pero Dios llama una y otra vez, a través de Su Palabra, diciendo: “No os engañéis” (Gá. 6.7; y “no erréis” en 1 Co. 6.9-10; 15.33; Stg. 1.16). Por eso, si ahora te das cuenta que te has equivocado, o te han engañado por una enseñanza falsa, sé honesto con Dios y contigo mismo, y confiésalo. Dios te enseñará la verdad cuando la busques en las Escrituras. Si encuentras que estás engañado acerca de tu propia salvación, no demores, sino arrepiéntete y acuda al Señor y Salvador Jesucristo. Si aguardas la esperanza de entrar en la vida eterna, debes hacer caso de la advertencia solemne de las Escrituras: “No os engañéis”.

Dr. Jorge Sturm

"El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos,
el tal es mentiroso, y la verdad no está en él"

1 Jn. 2.4

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 DOS  HIJOS

“Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo”. Lucas 15.21

“Padre...yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”.  Juan 17.1, 4    

En estos dos textos aparecen dos hijos que estuvieron lejos de su casa natal, y después de un tiempo cada uno volvió al hogar. Cada uno habló con su padre acerca de los años que habían pasado, pero ¡qué diferencia hay entre los dos!
    El hijo pródigo se había apartado porque no quería estar sujeto sino independiente. Tomó todo lo que su padre le dio, una herencia, sin que el lo ganara trabajando, y salió para vivir como le daba la gana. Luego que se apartó, escogió a sus propios amigos y vivió de una vida egoísta y desenfrenada. Echó a sus espaldas todo lo que su padre le había enseñado. Se salió con la suya, pero ¿a qué coste? Desperdició su porción de la herencia, ensució el honor de su padre y le causó tristeza y dolor. Acabó hambriento en compañía de los cerdos. Por esto, tuvo que arrepentirse, y volverse humildemente a su padre. Reconoció sin reservas ni auto justificación el mal que había hecho, y la pérdida de sus derechos como hijo. Ya no podía demandar nada, pues todo lo había perdido. Así somos los seres humanos para con Dios. Tomamos todo lo que Él nos da, y le damos la espalda para vivir como nos parece.
    Pero el otro hijo, el Señor Jesús, el Hijo eterno, fue completamente distinto. ¡Hermoso, bendito Hijo! Aunque poseía todo y tenía derecho a todo, nunca actuó por Su propia cuenta, ni desperdició nada de lo que el Padre le había dado. Sólo se marchó del cielo de acuerdo a la voluntad de Su Padre. El honor del Padre era Su gran pasión, Su única delicia. En el mundo hacía siempre lo que agradaba a Su Padre. A gran precio se sacrificó a sí mismo, para cumplir la voluntad del Padre. Fue obediente hasta muerte, y muerte de cruz. Entonces, Su vuelta a casa no fue en humillación ni con confesión, sino al contrario, en triunfo y con gozo, y se sentó a la diestra del Padre en la gloria. ¡Este Hijo merece nuestra adoración! Además, hermanos, debemos también imitar Su ejemplo, ser obedientes aunque cueste gran sacrificio, y vivir para glorificar al Padre, no para nuestras pequeñas metas egoístas.  
                 

adaptado del calendario devocional “Choice Gleanings”

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El Filósofo y el Naufragio


Un filósofo es el que supuestamente tiene amplio conocimiento de ciertas cosas, un pensador, tal vez habiendo leído y estudiado mucho, y que intenta razonar casi todo en la vida.
    Cuentan de cierto filósofo que había estudiado mucho y tenía grandes conocimientos. Un día le tocó viajar en barco, y para pasar el tiempo abordo preguntó al piloto si había estudiado la astronomía.
    “¿Astronomía?” respondió el otro. “No, señor, nunca he oído de eso”.
    El filósofo comentó: “Cuánto lo siento, porque has perdido la cuarta parte de tu vida”.
    Poco después el barco chocó con una roca sumergida y comenzó a llenarse de agua. El marinero se quitó el abrigo para echarse al agua y nadar hacia la orilla. Volviéndose al pasajero le preguntó: “¿Sabes nadar?”
    “¡No, no puedo!” gritó el filósofo desesperadamente.
    “Bueno, pues, lamento decirte que has perdido, no la cuarta parte de tu vida, sino toda ella, porque este barco se hunde”.
       
    La gente puede saber mucho de astronomía, matemática, geología, medicina y otras ciencias, o de teorías como filosofía y psicología, pero si no conoce al Señor Jesucristo, al final se perderá eternamente. Cuando pasen a la eternidad, no llevarán consigo esas cosas.
    ¿De qué le servía al filósofo sus conocimientos si no sabía nadar cuando se hundió el barco?
    ¿De qué le servía al filósofo sus conocimientos si no sabía nadar cuando se hundió el barco?
    ¿De qué sirve la riqueza, el conocimiento, la fama, el poder o la gloria de esta vida al que está a punto de morir y pasar a la eternidad sin Cristo?  Jesucristo preguntó: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36).
    Hay cosas que sirven para la vida, que no sirven en la hora de la muerte. Si queremos llegar a la orilla eterna sanos y salvos, hay cosas que debemos aprender. Primero, que somos por naturaleza pecadores perdidos e incapaces de agradar a Dios. La Biblia lo enseña, pero pocos asimilan la lección:
    “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:10-18).
    Además, estando perdidos, no podemos salvarnos a nosotros mismos. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). La solución no está en el hombre, sino en Dios: “no de vosotros”. “No por obras para que nadie se gloríe” declara el texto sagrado (Efesios 2:9).
    El que quiere ser sabio, aprenda esto: la única obra que vale para perdonar y salvar a los pecadores es la de Jesucristo en la cruz del Calvario. Allá Él terminó la obra de salvación, mediante Su sacrificio, y satisfizo las justas demandas de Dios contra todo pecador. Por eso al morir en la cruz Cristo gritó: “Consumado es” (Juan 19.30). Los que son sabios le creen y aceptan Su sacrificio. A cada pecador sólo le queda reconocer de manera personal su condición perdida, arrepentirse y recibir a Jesucristo como Señor y Salvador. Sin hacer esto, por mucho que sepa o logre en esta vida, se perderá por toda la eternidad. Por eso te urge confiar única y completamente en el Señor Jesucristo. ¿Lo harás?

"¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación". 

1 Corintios 1.20-21