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miércoles, 30 de noviembre de 2022

EN ESTO PENSAD - diciembre 2022

 Abraham y Lot
La Necesidad de la Separación
- parte 2
"Te ruego que te apartes de mí" (Gn. 13.9)

Lucas Batalla

 


viene del número anterior
Cuando Abraham inició la separación, Lot vio algo muy atractivo (vv. 10-11). Es interesante que el verso 10 dice que el verdor de la llanura del Jordán le pareció “como la tierra de Egipto”. Entonces, “escogió para sí” (v. 11). No tuvo deferencia para con su tío, sino escogió lo que le parecía lo mejor, pero sin saber que todo eso sería destruido. El creyente que escoge el mundo se equivoca como Lot, porque “el mundo pasa, y sus deseos” (1 Jn. 2.17). “Y se apartaron”. Era necesario para que Abraham recibiera la bendición de Dios. Después de separarse, cada día se alejaron más el uno del otro. Sin la influencia de Abraham, Lot fue de mal en peor.
    Abraham estuvo en el campo, pero Lot fue a las ciudades de la llanura, e iba acercándose a Sodoma (v. 12). ¿En qué tipo de ciudad querían estar Lot y su esposa? El verso 13 la describe así: “Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera”. Lo que entonces había en Sodoma y las ciudades vecinas, está hoy en todo el mundo. Este mundo se ha convertido en Sodoma, un lugar de perversidad que nos da vergüenza y asco. El gobierno de nuestro país legaliza la homosexualidad y el lesbianismo. Quieren borrar la distinción entre los sexos. Las mujeres se visten como hombres, y algunos hombres como mujeres. Pero aunque los gobiernos legalicen el pecado y la perversión, Dios nunca los legaliza. Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres. Dios tiene unas normas y hay que respetarlas. Por ejemplo, las mujeres no deben llevar pantalones y cortar el pelo como los hombres. Dicen que es la moda, pero eso no importa, sino la voluntad de Dios. En la iglesia debemos vestirnos como santos, no como mundanos. Hace años que me sorprendí en un campamento “cristiano”, cuando algunas mujeres vinieron al estudio en bikini. Les protesté, pero no les pareció bien ni a ellas ni a los varones, y poco después yo y mi esposa abandonamos ese lugar. No debemos imitar a Lot, el hombre que no se separó sino se integró, y perdió la santidad y su testimonio.
    Hay quienes desean imponer los valores del mundo en las iglesias, y muchas, incluso asambleas de hermanos, han copiado esas modas y valores. Pero eso digo, hermanos, que hay que resistir, porque no debemos meternos en ese molde (Ro. 12.1-2). Seamos santos y piadosos, y esto incluya nuestra forma de vestir y hablar. 2 Corintios 6.14-7.1 enseña y enfatiza la necesidad de practicar la separación. No hay comunión entre lo santo y lo mundano. Aunque le dolió a Abraham separarse de Lot, era para su salud y bienestar espiritual. Leemos que “después que Lot se apartó de él”, Dios habló con Abraham (v. 14). Le dijo que alzara los ojos, no como Lot, sino para mirar a los cuatro puntos cardinales y ver toda la tierra. Confirmó Su promesa: “toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (v. 15). Es unilateral, por lo que no puede ser invalidada por Israel. Es soberana, pues no depende de las naciones unidas ni otros. Y tampoco tiene fecha de caducidad, pues es “para siempre”. Lo que Lot escogió fue quemado y desapareció para siempre. Lo que Dios dio a Abraham será suyo eternamente, con gran bendición.  De eso aprendemos que Dios da lo mejor a los que no escogen para sí, como Lot, sino permitan que Dios escoja. Esto afecta todo área de nuestra vida. Dejemos a Dios dirigir nuestras vidas.
    Aunque la separación era necesaria, Abraham seguía amando a Lot. Cuando oyó que Lot había sido llevado cautivo (Gn. 14.12-16), armó a los de su casa y salió para atacar al enemigo y librar a su pariente. Arriesgó la vida por él, pero no volvieron a vivir juntos.
    El verso 18 relata que Abraham fue en sentido opuesto a Lot. Es otro resultado de la separación. Con el tiempo hay más distanciamiento. Se acercó a Hebrón, pero no moró en la ciudad sino en el campo, en el encinar de Mamre, y ahí edificó otro altar a Jehová.
    Hermanos, no estamos practicando debidamente hoy la línea divisora. Es bueno ser cortés y amable, pero no podemos andar con todos. No hay que esperar que se cansen y se vayan los que tienen otra línea de doctrina y práctica. Esas tensiones y conflictos pueden arruinar a una familia o iglesia, como las corrientes del mar que destruyeron la nave que llevaba a Pablo. “Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar” (Hch. 27.41).
    Recordemos la pregunta de Amós 3.3, “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” Aunque nos duela, y aunque nos quedemos solos, tomemos la iniciativa y digamos: “te ruego que te apartes de mí”. La vida cristiana es una senda difícil, y ¿por qué no decirlo, de pocos amigos? Recordemos que es mejor estar solo que mal acompañado.
    Como aprendió Abraham, gran amigo es Dios de los que esperan en Él. Cuando se quedaron solos, Dios habló con Abraham para confirmar Sus promesas. Es como si dijera: “Hiciste bien. No te preocupes, yo soy tu amigo fiel”. Y Abraham tiene el apodo “Reuel” en hebreo (amigo de Dios), o “al Kalil” en árabe (el amigo). Es recordado con honor como amigo de Dios (véanse 2 Cr. 20.7; Is. 41.8; Stg. 2.23). Él escogió bien, y ahora queda preguntar si escogeremos como él.

de un estudio de Lucas Batalla   10 julio 2022

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El Cuerpo y la Piedad Práctica

Romanos 6.13 exhorta: "...presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia". Esta palabra "miembros" se refiere a nuestro cuerpo, a todas sus partes. Debe ser presentado a Dios en sacrificio vivo (Ro. 12.1-2). Solo así podemos comprobar la buena voluntad de Dios.
 

La boca:
David declaró: "He resuelto que mi boca no haga transgresión" (Sal. 17.3). ¿Podríamos decir lo mismo? Proverbios 4.24 aconseja a los hijos: "Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios". Un refrán aconseja: "Si no tienes nada bueno que decir, mejor no hablar". Hermanos, presentemos nuestra boca a Dios para servirle. Debemos usarla para adorar, alabar, interceder y testificar.
 

Los ojos:
Job declaró: "Hice pacto con mis ojos; ¿Cómo, pues, había yo de mirar a una virgen?" (Job 31.1). El mundo invita cada día a pecar con los ojos, mirando lo que no debemos. Digamos con el salmista: "No pondré delante de mis ojos cosa injusta" (Sal. 101.3). Pongamos este texto en nuestro corazón, y también sería bueno pegarlo a la pantalla de cualquier aparato que usamos para conectarnos al internet. Si realmente oramos así: "Aparta mis ojos, que no vean la vanidad" (Sal. 119.37), ¿no es cierto que debemos quitar de casa el televisor? Presentemos nuestros ojos a Dios para servirle. "Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley" (Sal. 119.18). ¡No están en la tele!
    Y así por el estilo, debemos presentar cada miembro de nuestro cuerpo al Señor, en sacrificio vivo (Ro. 12.1).
 

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Nuestro Tema Único En La Cena del Señor

Hermanos, la Cena del Señor no es una reunión libre donde se puede hablar de cualquier tema. A algunos les cuesta aprender esta sencilla verdad. No es tiempo para enseñanza, exhortaciones, reportajes de ministerio, motivos de oración, testimonio personal, etc. Tenemos un solo tema: El Señor Jesucristo. ¿Cómo sabemos esto? Porque Él mandó: "Haced esto en memoria de mí". No solo hacemos memoria al tomar de los símbolos, sino en todo lo que cantamos, oramos y decimos durante la Cena del Señor.
    Si pido un himno de evangelización, o sobre la oración o la consagración, no estoy haciendo memoria de Cristo. Si enseño un texto o exhorto, no hago memoria de Él sino me desvío, y desvío las mentes de los demás. Cristo, Su Persona y obra, debe ser mi tema. Mis palabras deben dirigirse a Él, en oración, con gratitud, adorando, expresando cómo le aprecio. Alguien dijo que la adoración es la ocupación entera con la Persona de Cristo.

“Éste es mi Hijo amado...”  (Mr. 9.7)

    Parecido a Pedro en aquel momento, parece que algunos no saben lo que hablan en la Cena del Señor. En el monte de la transfiguración, Pedro debía enfocar toda su atención en la gloriosa Persona del Señor en cuya presencia estaban. Y nosotros, en la Cena del Señor debemos enfocar toda nuestra atención en nuestro Señor, y hablar solo del Señor, no de otras cosas. Él está entre nosotros, y los símbolos de Su pasión están en la mesa para guiar nuestros pensamientos. Sean todas nuestras palabras solamente de adoración, gratitud y alabanza, es decir, NO de enseñanza, testimonio, exhortación ni motivos de oración. Como en Apocalipsis 5, no hay otro tema sino Cristo, el Cordero de Dios, y Su obra redentora. “Digno es el Cordero que fue inmolado”.
“Haced esto en memoria de mí”
(1 Co. 11.24-25)

    Esta sencilla frase no habla solo del acto de participar de los símbolos, sino de toda la Cena del Señor, pues todo debe hacerse en memoria de Él. “En memoria” significa “trayendo a la mente, recordando”. Es una disciplina espiritual y mental que a veces parece que nos cuesta practicar. Desde el comienzo hasta el final de la Cena del Señor, no debe haber palabras sino las que hacen memoria de Él. Los himnos que cantamos deben centrarse en Él, Su Persona y obra redentora. Las oraciones, y las Escrituras leídas deben traer a Cristo a nuestra mente – no deben ser para exhortar o enseñar. ¡Es Su hora! Hay otras reuniones para enseñar, exhortar y testificar. Ésta es para hacer memoria de Él.
continuará, d.v.

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 ¡Escoge lo Mejor!



Pr. 21:9  "Mejor es vivir en un rincón del terrado que con una mujer rencillosa en casa espaciosa".
    "Rencilla: Cuestión o riña que da lugar a un estado de hostilidad entre dos o más personas" (R.A.E.). Reñir es reprender, contender o corregir con rigor o amenaza, disputar, altercar. La mujer rencillosa procede así en su matrimonio y familia, y arruina su casa. Estar sólo es mejor que estar mal acompañado.

Pr. 21:19  "Mejor es morar en tierra desierta que con la mujer rencillosa e iracunda".
    La repetición de esta expresión en Proverbios es para dar énfasis al tema. Además de su actitud agresiva y pendenciera, y su lengua suelta y aguda, esta mujer es dada a la ira, el enojo, los enfados y el mal humor. Aun el desierto es preferible que una morada con una mujer así. Antes de entrar en noviazgo, es aconsejable observar y conocer el carácter de la persona, porque si es mala, por hermosa que sea la fachada, sería una tortura vivir con ella.
    ¿Qué carácter demanda Dios de las mujeres que profesan piedad? Afable y apacible (1 P. 3.4). Prudente, casta, sumisa, respetuosa (Tit. 2.5; 1 P. 3.2). Las madres cristianas deben enseñar esto a sus hijas mediante su ejemplo y sus consejos.

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  ¿Qué Son los Libros Apócrifos?


La palabra "apócrifo" viene del griego y significa escondido o oculto. Los libros apócrifos aparecen en las Biblias católicas. ¿Por qué? Brevemente, en el siglo XVI la Iglesia Católica Romana, en su controversia con los protestantes, cambió la Biblia, al añadir siete libros al Antiguo Testamento. Esos libros nunca estuvieron en la Biblia hebrea. Pero ahora, los católicos dicen que los "protestantes" cambiaron la Biblia. En realidad usamos la misma Biblia que siempre, la que antes usaban los católicos, pero Roma la cambió después de quince siglos. Y ahora, tristemente, las sociedades bíblicas colaboran con Roma y aceptan fondos para imprimir Biblias "interconfesionales", que quiere decir, católicas, que contienen esos libros.
    El asunto es importante, porque Dios nos manda no añadir a Sus palabras. Proverbios 30.6 dice: "No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso". Domingo Fernández nos informa acerca de esos libros espurios, en su obra: "Los Libros Apócrifos: Una Biblia Adulterada".  proximamente disponible de Libros Berea

¿Treinta y nueve o cuarenta y seis libros?

    En lo que se refiere al Nuevo Testamento no hay diferencia ninguna entre las versiones católicas y evangélicas. Pero en el Antiguo Testamento sí hay diferencia. Hasta ahora el Antiguo Testamento en las versiones evangélicas se componía de 39 libros. El Antiguo Testamento de las versiones católicas se compone de 46 libros; y varios capítulos añadidos a los libros de Ester y Daniel. Los siete libros añadidos son:

     Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, 

     Primero y Segundo de Macabeos.

¿Por qué se les llama Apócrifos?

    El primero en calificarlos de apócrifos fue San Jerónimo, traductor de la Vulgata Latina. Dice un autor católico:

“el nombre apócrifos se aplica entre los católicos a escritos de carácter religioso no incluidos en el canon de la Escritura que, si bien no son inspirados, pretendieron tener origen divino o fueron algún tiempo considerados como sagrados”. (Verbum Dei, tomo 1, pág. 299.) 

La palabra “apócrifo” viene a ser sinónimo de falso. Los evangélicos nunca hemos aceptado los Libros Apócrifos como inspirados por Dios.

Los Libros Apócrifos nunca estuvieron en el canon

    Los libros inspirados que componen el Antiguo Testamento fueron escritos en hebreo, por profetas hebreos y dirigidos al pueblo hebreo. El apóstol Pablo afirma, bajo inspiración divina, que la Ley de Dios fue promulgada para el pueblo israelita (Ro. 9.4). Y que Dios encomendó al mencionado pueblo el cuidado o preservación de las Sagradas Escrituras (Ro. 3.1-2). Dice el autor católico M. Chasles lo siguiente:

“Para el pueblo judío fue escrito primeramente el Antiguo Testamento. Él lo recibió en depósito. Las Escrituras nos han sido transmitidas por Israel, y con ese espíritu escrupuloso que ha asegurado la conservación de las costumbres hebreas” (Qué es La Biblia, pág. 33). 

La confesión o declaración de este autor católico es de capital importancia en relación con el tema que estamos considerando.
    Esos llamados Libros Apócrifos no fueron escritos en hebreo, ni por profetas hebreos inspirados por Dios. Nunca formaron parte del Antiguo Testamento hebreo. Cuando los mencionados libros entraron a formar parte de la versión griega de la Biblia, los israelitas convocaron un concilio que se reunió en Jamnia, con el propósito de considerar la naturaleza de los libros agregados a la versión griega. Para determinar si un libro es o no inspirado, aquel Concilio estableció las bases siguientes:

    a) El libro debe estar de acuerdo con la Ley de Moisés.
    b) Debe haberse originado en Israel.
    c) Debe haber sido escrito en hebreo.
    d) Debe haberse escrito antes de la muerte de Esdras.

    Como los mencionados libros no llenaban los requisitos establecidos por el Concilio, éste determinó que no tenían derecho a formar parte del conjunto de libros inspirados por Dios. Los hebreos siempre han creído que fue Esdras quien fijó, bajo inspiración divina, el canon o catálogo de los libros inspirados del Antiguo Testamento. Y, en términos generales, se puede decir que los Libros Apócrifos fueron escritos entre el año 150 antes de Cristo y el año cien de la era cristiana. Por lo menos dos siglos después de la muerte de Esdras.
    El autor católico M. Chasles dice: “Siete libros del Antiguo Testamento (católico) no fueron admitidos en el número de las Escrituras por los doctores de la Ley en Jerusalén. En la época de Jesucristo y de los apóstoles, Jerusalén tenía su Biblia hebrea, treinta y nueve libros”. Los traductores de la versión griega comentan: “tradujeron del hebreo los 39 libros que componen la Biblia hebrea de Jerusalén, y luego agregaron otros siete libros de los que sólo tenían el original griego” (Qué es La Biblia, pág. 27 y 29).

    Esta sincera, franca y veraz declaración de un católico sitúa a los Libros Apócrifos fuera del catálogo de los libros inspirados. Fueron “agregados” por quienes no tenían autoridad para agregar.
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    Pero, amado lector, todo eso no debe quedarse como un mero tema intelectual. Tenemos la Biblia sin añadiduras, y es digna de nuestra fe. La bendición no está en tenerla, sino en leerla, conocerla, creer y obedecerla. Ése es el camino de la bendición (Stg. 1.22).

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 LOS HIJOS: ¿Alegría o Alboroto?

Hace poco, orando en casa, nuestro hijito de cuatro años dijo: “Señor, ayúdame a mirar Tus ojos y hacer lo que Tú dices”. Qué forma más sencilla de expresar la idea del Salmo 32, versículos 8 y 9: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y freno”. Así quisiéramos responder nosotros como padres a Dios; no como el mulo, carente de entendimiento, que ha de ser llevado de un lado para otro, sino con un corazón sumiso que ya resolvió obedecer, y sólo espera ser guiado por el ojo de su Señor. En oración pedimos esta calidad de obediencia para nosotros y para nuestros hijos.
    Toda victoria que Dios nos ha dado en nuestra experiencia surgió cuando, agotados nuestros recursos, reconocimos nuestra derrota personal. Sólo entonces tomó Él las riendas para realizar Su obra en nosotros. Es con nuestros hijos, más que nada, que nos vemos obligados a depender totalmente del Señor.

Educar Es Más Que Enseñar


    En Proverbios 22:6 Dios ordena y promete: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartar de él”. La palabra “instruye” en este pasaje debería traducirse “educa” porque en el original implica mucho más que la mera enseñanza del niño. Muchos de nosotros enseñamos el camino correcto a nuestros hijos, pero no los educamos para seguir ese camino. Al niño se le puede educar a obedecer voluntariamente a sus padres y a confiar en ellos.
    El diccionario da la siguiente definición: Educar es “desarrollar el vigor físico y la inteligencia; dirigir la voluntad”. Esto es lo que Dios quiere que hagamos con nuestros hijos.

Todos Los Padres Educan A Sus Hijos

    Consciente o inconsciedntemente, todos nosotros estamos educando a nuestros hijos. Cuando le pedimos a nuestro hijo que haga algo, y no lo hace, le estamos educando a esperar hasta oír la orden dos veces antes de obedecer, o hasta que levantemos la voz, o hasta que le amenacemos. Le podemos educar a obedecer inmediatamente después de pedirle algo una sola vez y en un tono de voz normal. La clave está en la educación.
    El niño a quien sólo se le ha enseñando “el camino a seguir”, puede oír otras enseñanzas y apartarse del camino. Pero, la promea al padre que educa a su hijo es: “CUANDO FUERE VIEJO NO SE APARTARÁ DE ÉL”.
    Vemos dos ejemplos en la Biblia. Uno, el de un niño que fue educado en el camino que debía seguir, y otro, el de dos hermanos a quienes solo se les enseñó el camino a seguir pero no se les educó.
    En 1 Samuel 1:11 Ana pidió al Señor un hijo. Su oración era en efecto: “Señor, dame un hijo y te lo dedicaré”. No dijo: “Señor, si me das un hijo haré todo lo que pueda para enseñarle que Te sirva, y si él quiere, si no se opone, lo llevaré al templo para que Te sirva”. No dudó, no por un instante, de que Samuel haría lo que ella decidiera. 1 Samuel 1:27-28 dice: “Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová”. Samuel fue al templo y sirvió y ayudaba de buena gana al sacerdote Elí. En 1 Samuel 3, es evidente que Samuel fue educado para obedecer; cuando era jovencito, se levantó tres veces de su cama para correr hacia Elí y preguntarle qué deseaba. Además, sirvió al Señor durante toda su vida.
    En contraste tenemos a los dos hijos del sacerdote Elí. 1 Samuel 2:12 dice: “los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová”. La Biblia nos dice que los hijos de Elí eran desobedientes e inmorales. Elí sabía lo que sus hijos estaban haciendo y sin duda les había enseñado a hacer el bien. En 1 Samuel 2:23-24 Elí los reprende: “Y Elí les dijo, ¿por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo, pues hacéis pecar al pueblo de Jehová”. Pero solo reprender no es educar.
    Elí descuidó [aparentemente] la educación de sus hijos: “ellos no oyeron la voz de su padre”. Y Jehová quitó el privilegio de ser sacerdotes a las generaciones subsiguientes de Elí. En 1 Samuel 3:13 dice: “Y le mostraré que yo juzgaré a su casa para siempre, por la iniquidad qu él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado”. Elí honró más a sus hijos que a Jehová (1 S. 2:29).
    Elí amaba al Señor, era honesto y sincero, despempeñaba correctamente su puesto sumosacerdotal, pero no educó a sus hijos a obedecer.

por A. Fabrizio y P. Fabrizio

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¿Feliz Cumpleaños?


Así me dijeron en enero, ¡pero yo nací en julio! “Gracias de todos modos”, dije, “pero hoy no es mi cumple”. “¿No? Cuándo es?” respondieron. Cuando supieron la fecha, dijeron, “Bueno, no importa la fecha, felicidades de todos modos”. Parece graciosa la respuesta. Así no dicen: “Oh, nos equivocamos de fecha”.
    Algo similar pasa en la Navidad. Cristo no nació en diciembre, pero les da igual, van a celebrar porque sí. Si alguien pregunta cuándo nació, la respuesta es que no sabemos la fecha. Es seguro que no nació en diciembre porque en los meses de frío, lluvias y nevadas en la zona de Belén, no hay pastores ni ovejas en el campo. Durante octubre empiezan a retirar los rebaños de los campos. Además, los primeros cristianos no celebraron Su nacimiento. No hay fiesta de Navidad en el Nuevo Testamento – los apóstoles no enseñaron a nadie a conmemorar el nacimiento de Cristo. ¡Busca en la Palabra y verás que es así!
    Y si lo pensamos fríamente, sabemos que no es nada especialmente cristiano, pues en todo el mundo millones de personas incrédulas se festejan en Navidad. La fiesta tiene sus orígenes, no en la Biblia, sino en tradiciones paganas – una fiesta de gran desenfreno para celebrar el solsticio de invierno – el comienzo del invierno (en el hemisferio del norte, y en el del sur, el comienzo del verano). Los romanos llamaron esas fiestas: “Saturnalia”, y si te informas sobre ellas, no te va a gustar lo que aprendes.
 
    Al Señor no le interesa eso de Su cumpleaños. Él nació para morir. Claro que estamos agradecidos que naciera. Pero no cabe duda que nuestra redención está basada en Su muerte y resurrección. Por eso, el Señor, la noche que fue entregado, instituyó “La Cena del Señor”, en memoria de Su muerte. Las Escrituras dicen así: “...la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Co. 11.26). Cada primer día de la semana es nuestro privilegio recordar Su muerte expiatoria, y anticipar Su venida.
    Sabemos que el mundo no va a cambiar, porque le gustan sus fiestas. Pero es extraño que un cristiano no cambie sino se aferre a las costumbres paganas. No celebra Halloween, porque reconoce que es pagano, pero ¿por qué no puede reconocer que la Navidad también tiene orígenes paganos? No puede ser "cristianizada". ¿Qué parte tenemos en toda su feria de vanidades? No debemos conformarnos al mundo, sino vivir para agradar al Señor.  
 
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¿Cuánto Dinero Necesitas?

CON EL DINERO PUEDES COMPRAR:
Casa, pero no hogar. Libros, pero no sabiduría.
Lujo, pero no belleza. Diversión, pero no felicidad.
Sexo, pero no amor. Cama, pero no sueño.
Alimento, pero no apetito. Comodidad, pero no paz.
Compañero, pero no amistad. Medicina, pero no salud.
Velas, pero no bendición. Misa, pero no perdón.
Religión, pero no salvación. Nicho, pero no el cielo.

Con dinero puedes impresionar e influir a los hombres, pero no a Dios. El Señor Jesucristo no tuvo nada bueno que decir de los ricos.
 
¡Qué vanidad es el vivir para el dinero! El dinero es el pasaporte universal a todos los lugares menos al cielo. Hay muchas religiones que cobran y recaudan, y ninguna de ellas es de Dios. No podemos comprar el favor de Dios. Sólo Jesucristo da lo que el dinero no puede obtener. Él dijo: "¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" (Marcos 8:36). ¿Sabes la respuesta a esta pregunta del Señor? La respuesta es: "nada aprovechará", pero algunos no lo creen. Amigo, el dinero puede entretenerte, pero no puede salvarte, ni vale en la eternidad, que es a dónde  vas. "No con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo", dice el apóstol Pedro acerca de la salvación de Dios. Dios no salva a nadie por dinero. Nadie obtiene Su favor a cambio de ofrendas o limosnas. Dios no cobra por la sangre de Su Hijo (1 Pedro 1:18-19), y si cobrara, nadie tendría suficiente para pagar, porque su valor es infinito. ¡Acuérdate de esto la próxima vez que tengas que pagar una misa! El apóstol Pablo dice: "nada hemos traído a este mundo, y sin duda NADA podremos sacar" (1 Timoteo 6:7). Acuérdate de que "nada" es un absoluto. Así la Palabra de Dios advierte a todos los que aman al dinero y las cosas materiales, sean ricos o pobres, caciques o criados. El coche fúnebre no lleva remolque. La muerte es la "igualatoria divina".
    Acerca del dinero, Dios nos aconseja así: "No te afanes por hacerte rico; sé prudente y desiste. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo. No comas pan con el avaro, ni codicies sus manjares" (Proverbios 23:4-6).
    En cambio, la Palabra de Dios, y la vida eterna – son para siempre! "Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata" (Salmo 119:72).
 

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