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jueves, 30 de junio de 2022

EN ESTO PENSAD julio 2022

 MALDITOS LOS ANTISEMITAS

William MacDonald


“Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré”.  Génesis 12.3

Cuando Dios llamó a Abraham para que fuera la cabeza de Su pueblo escogido, prometió bendecir a los amigos de esa nación y maldecir a sus enemigos. En los siglos que siguieron el pueblo judío ha sufrido indecible hostilidad y discriminación, pero Dios no ha suprimido la maldición contra el antisemitismo.
    Amán tramó la destrucción del pueblo judío en Persia. Embaucó al rey para que firmara un decreto irrevocable. Por un momento todo pareció moverse a su favor, pero pronto comenzaron a surgir escollos. El archiconspirador se precipitó de fracaso en fracaso hasta que finalmente fue colgado de la horca que había construido para Mardoqueo el judío.
    Adolfo Hitler no aprendió de la historia y fue condenado a repetirla. Inauguró un atroz programa para barrer a los judíos en campos de concentración, cámaras de gas, hornos crematorios y ejecuciones masivas. Parecía que nada podía detenerle. Pero entonces la marea cambió y murió ignominiosamente con su amante en un bunker de Berlín.
    El antisemitismo alcanzará su más horrendo clímax durante la Gran Tribulación. Los judíos serán entregados para ser afligidos y asesinados; las naciones gentiles les aborrecerán. Grandes multitudes serán masacradas. Pero se interrumpirá con la venida personal del Señor Jesucristo. Aquellos que persiguieron a Su pueblo serán destruidos y los que ofrecieron su amistad a los hermanos judíos de Cristo entrarán en el Reino.
    Ningún creyente verdadero debe permitir jamás que su alma se contamine con  rastro alguno de antisemitismo. Su Señor, su Salvador, su mejor y verdadero Amigo fue y es un judío. Dios comisionó al pueblo judío para que escribiera y preservara las Escrituras. Aunque Dios ha puesto a un lado temporalmente a la nación judía por rechazar al Mesías, todavía ama a Israel por causa de los Padres. Nadie que odia a los judíos puede esperar la bendición de Dios en su vida y servicio.
    “Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman” (Sal. 122.6). Todos los que aman al pueblo judío prosperarán.

de su libro: De Día en Día, CLIE

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“Los ingleses tampoco pueden lavarse las manos, pues en 1290 Eduardo I proclamó la expulsión de los judíos de Inglaterra. Esto se anuló y fueron admitidos en el siglo XVII.
    España también es culpable. La España medieval, bajo los reyes católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, publicó el Edicto de Granada, que expulsó y desterró a los judíos (31 marzo, 1492). Comenzó  a perder su potencia militar, imperio y riquezas. La destrucción de su “Armada Invencible” en 1588 es un ejemplo. En el Siglo 17 Cataluña y luego Portugal se rebelaron.  Luego Napoleón invadió y de 1808 a 1814  Francia gobernó a España. En 1898, tras la breve guerra hispano-estadounidense, España perdió Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. España nunca ha indemnizado a los judíos por todos los daños y perjuicios.
    Debido a la influencia de España, Portugal también acabó expulsando a los judíos. “Desde 1496 comenzaron las ordenanzas reales contra la judería portuguesa”.1 Posteriormente Portugal perdió su grandeza y poder.
    ...Tampoco quedan sin culpa los de la Reforma. Los Nazis utilizaron el libro del reformador Martín Lutero: Sobre los Judíos y Sus Mentiras, para justificar la supuesta moralidad de su ideología. Lutero atacó acerbamente a los judíos como bestias venenosos, víboras, roña asquerosa, parásitos,  cánceres y demonios encarnados. Recomendó un pogromo 2 contra ellos, llamando a oprimirlos y expulsarlos. Esas ideas fueron adoptadas y usadas, como la triste historia demuestra. Lamentablemente, Lutero fue culpable de incitar ese odio”.

Carlos Tomás Knott, Israel: Nación Única, Libros Berea

1.  https://www.sfarad.es/la-expulsion-de-los-judios-de-portugal

2.  Pogromo, masacre, aceptada o promovida por el poder.   

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ESCOGE LO MEJOR

En Proverbios el padre enseña a sus hijos a valorar y escoger bien, cosa que muchos no hacen.

Pr. 15.16 “Mejor es lo poco con el temor de Jehová, que el gran tesoro donde hay turbación”. Temer al Señor y tener poco es preferido antes que tesoro con turbación. Muchos que tienen tesoros de este mundo no temen a Dios debidamente. Se afanan y se esfuerzan por tener grandes casas, muebles caros, fincas, automóviles y ropa costosa, pero no debemos envidiarlos ni imitarlos. Si viéramos tras la fachada atractiva, veríamos como Dios que sus vidas son turbadas de cosas más graves que falta de bienes.

Pr. 15.17 “Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio”. La comida de legumbres es típica entre los pobres – pero es mejor ser pobre y tener amor, que tener mucha comida cara y exquisita, y vivir en un ambiente de odio y conflicto. La comida no hace bien al alma, pero el amor sí, y el dinero no lo compra.

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"Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo".   Filipenses 1.9-10 

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 Clave Profética: El Salmo 110


“El salmo 110 nos da la clave de la historia. El único que puede corregir los males de este mundo, calmar sus tormentas, romper sus cadenas, sanar sus heridas, enderezar sus caminos torcidos y despachar sus tinieblas, está esperando en el cielo, porque no había lugar para Él en la tierra. Está sentado a la diestra de Dios, que es el privilegio exclusivo del Hijo y Heredero, Él pacientemente espera Su tiempo. Cuando llegue la hora, Dios intervendrá en la tierra a favor Suyo, y pondrá a Sus enemigos por estrado de Sus pies”.

 Max Isaac Reich, The Messianic Hope of Israel
(“La Esperanza Mesiánica de Israel”), Moody Press, Chicago, 1945.  

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Gedeón:  Un Joven Transformado

En Un Siervo De Dios
Camilo Vásquez Vivanco

viene del número anterior
Parte 8: Gedeón Y Su Vellón Seco
    
“Mas Gedeón dijo a Dios...Te ruego que solamente el vellón quede seco, y el rocío sobre la tierra” (Jue. 6.39).
    

Dios concedió una tercera señal a Gedeón y se trató que sólo el vellón quedase seco y la tierra húmeda con el rocío celestial. Insistimos que hoy un creyente no necesita ni debe buscar señales para saber la voluntad de Dios para su vida. Tenemos con nosotros la voluntad de Dios revelada en la Biblia, y tenemos al Espíritu de Dios en nosotros para guiarnos en el camino de fe. El creyente que lee diariamente su Biblia y se congrega regularmente en una asamblea del Señor, siempre recibirá respuestas a sus oraciones para ser guiado.
    La sinceridad de Gedeón supera su falta de fe y Dios le responde para que su fe sea perfeccionada: “Y aquella noche lo hizo Dios así; sólo el vellón quedó seco, y en toda la tierra hubo rocío” (Jue. 6.40). Esta señal fue una muestra mucho más elocuente que la anterior pues se trató del rocío sobre toda la tierra dejando solo seco el vellón de lana. ¿Qué puede significar esto? Y además ¿Qué aplicación puede tener esto para nosotros? Ya hemos indicado que el rocío es una hermosa figura del Espíritu de Dios descendiendo después que el Señor fue glorificado (Sal. 133.3; Jn. 7.39). Antes el rocío solo fue en volumen para el tazón de Gedeón, indicándonos dos tipos de aplicación, primero a la Persona sin igual del Señor Jesucristo, donde el Espíritu estuvo sin medida (Jn. 3.34), y una segunda aplicación como un tazón de rocío dado particularmente a cada creyente por el Espíritu Santo.
    Ahora el rocío es suficiente llenando toda la tierra y podemos ver otras dos aplicaciones interesantes. Primero podemos ver en ese vellón seco a la nación de Israel que por su propio pecado Dios ha retirado su presencia de ellos (Sal. 78.60; Is. 63.9-10). La nación toda ha quedado endurecida por su rechazo de la salvación por medio del Señor Jesús tal como lo describe el apóstol al decirnos: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” (Ro. 11:25). En vista de esto su Espíritu ahora está trabajando en todo el mundo produciendo fruto para la gloria del Señor tal como lo citó Pedro en el día de la fundación de la iglesia correspondiente a la fiesta judía de Pentecostés. Dios había profetizado por Joel: “derramaré mi Espíritu sobre toda carne...” (Hch. 2:16-17; Jl. 2:28-29). El rocío de Dios ha venido sobre todas las naciones tomando pueblo de ellas para la gloria de Dios (Ro. 15:9).
    También podemos ver una segunda aplicación sobre el rocío cubriendo toda la tierra refiriéndonos a la iglesia. Dios no coloca su gracia solo sobre algunos elegidos con dones especiales según alguna medida especial de fe, como aprendimos del tazón de rocío de la señal anterior. Dios quiere que su Espíritu esté en todo su pueblo y el fruto del Espíritu sea una experiencia normal. Es cierto que existen dones especiales y hermanos especiales con un servicio especial, pero es doblemente cierto que Dios ha dado de su Espíritu a todos sus hijos. Moisés dijo a Josué: “...Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos” (Nm. 11:29). El Espíritu ha venido para estar sobre toda la iglesia; por esto Pablo dice: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Co. 12:13). Todos los creyentes en Cristo fuimos bautizados en el Espíritu Santo donde este “bautizados”, es ser sumergidos en un cuerpo a saber la iglesia. Al convertirnos al Señor recibimos al Espíritu y los beneficios de ser parte de la iglesia.
    Se dice que a todos se nos dió a beber de su Espíritu, entiéndase los creyentes, sellándonos y asegurando nuestra salvación. Entonces Dios espera que el fruto del Espíritu esté en todos sus hijos con sus nueve cualidades. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gá. 5.22-23). Recordemos que todos los dones no están en todos los creyentes, pero el fruto del Espíritu debe estar en todos y es tarea personal permitir el control del Espíritu por una vida de obediencia a la Palabra de Dios. La verdad es que la presencia del fruto del Espíritu Santo tiene que ver con tres acciones negativas que debemos evitar, a saber no entristecer al Espíritu (Ef. 4.30), ni apagar al Espíritu (1 Ts. 5.19), ni provocar a celos al Espíritu (Stg. 4.5; 1 Co. 10.22). A su vez debemos ser llenos del Espíritu Santo (Ef. 5.18) para permitir que Su Persona controle nuestras vidas. La llenura del Espíritu se evidencia por:
    
    • Control de la vieja naturaleza.
    • Conocimiento de la palabra de Dios.
    • Adoración al Señor.
    • Reflejo de la vida del Señor en la vida personal.
    
    Lo que más glorifica a Dios en la iglesia no es que existan algunos dotados con un tazón especial de rocío, pues suelen ser traicionados por la carne, esto fue lo que sucedió con Gedeón. Lo que le glorifica es una iglesia donde en todos está el fruto del Espíritu, “porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad” (Ef. 5:9). Al final de cuentas una iglesia puede carecer de dones especiales en la enseñanza u otro don público, pero si todos tienen el fruto del Espíritu la iglesia será edificada y consolidada para levantar esos dones y permitir la morada del Espíritu (Ef. 2.22).

continuará, d.v., en el siguiente número

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¡No Os Engañéis!

Una de las advertencias más claras en el Nuevo Testamento  – “no os engañéis” – tiene que ver con los falsos profetas y maestros que desencaminan a muchos. Se disfrazan como hermanos en Cristo, siendo lobos con pieles de ovejas, e introducen errores y herejías destructoras. Pasando desapercibidos, atacan con destreza, devoran y al final dispersan a las ovejas (Hch. 20.29). Semejante decepción surgió temprano en la iglesia, en tiempos apostólicos, y hoy sigue obrando entre las almas ingenuas.
    En esta gran lucha, nuestro Dios en Su misericordia no ha dejado indefensos a los que buscan la verdad. Ningún creyente tiene por qué ser engañado, ya que la Palabra de Dios deja descubiertas las tácticas y enseñanzas de los falsos maestros.
    La Biblia enseña que la decepción a menudo viene de las files de los que profesan ser cristianos, es decir, los que ya están dentro de las iglesias. Nos equivocamos si pensamos que el engaño solo viene de fuera, porque debe ser muy obvio que no es así. La epístola de Judas nos advierte: “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente” (v. 4). Nos imaginamos cuál fue la sorpresa de los lectores de su epístola, al saber que algún “maestro de confianza” les había engañado. Quizás estaban tan decepcionados que respondieran así: “¡Cómo te atreves a criticar a ese hermano!” Estimado lector, ¿has considerado la posibilidad de que algunos de los maestros tan populares y alabados en las iglesias evangélicas sean en realidad falsos profetas? ¡No te engañes! El engaño también sale de los púlpitos.
    Debemos recordar que los engañadores promueven la sabiduría humana y la tradición. El apóstol Pablo advirtió a los creyentes colosenses: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2.8).
    La Biblia dice claramente que las Escrituras contienen todo lo que necesitamos para la vida y la piedad (2 Ti. 3.16-17; 2 P. 1.3). Las claves para la victoria sobre el pecado no están en las filosofías humanas, tales como la psicología y la sociología, sino en la dependencia absoluta en el Espíritu Santo, la oración y la obediencia implícita a la Palabra de Dios. Sin embargo, los púlpitos, los programas radiales y de televisión y las librerías “cristianas” están llenos de materiales que promueven las huecas tradiciones humanas. Hoy las enseñanzas de la autoestima, el amor propio, y otros conceptos psicológicos son disfrazadas de “cristianas”, rociadas con textos bíblicos, y presentadas como soluciones a nuestros problemas. Quienes hacen esto ya no consideran a la Biblia como adecuada y suficiente para “toda buena obra” (2 Ti. 3.17). Insisten que hay que modernizarse, cambiar con los tiempos, y además, tildan de “anticuados” a los que se ciñen a las Escrituras. Tristemente, la evidencia señala que muchos profesados cristianos están terriblemente decepcionados. ¡No dejes que a ti también te engañen! En la cuestión de la verdad, no hay fuerza en los números ni en la unión. No importa lo que piensa, diga o haga la mayoría. Dios tiene razón, aunque toda la raza humana esté en contra. “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Ro. 3.4).
    Finalmente, los engañadores pervierten la enseñanza bíblica sobre la salvación. De hecho, gran parte de las advertencias en el Nuevo Testamento tienen que ver con ese tipo de engaño. Judas escribe: “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente... hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Jud. 4). No habla de engañar a los incrédulos, sino a los cristianos, porque el texto dice: “han entrado”, esto es, en las iglesias. Muchas iglesias hoy descuidan totalmente la recepción a la iglesia, y admiten a casi cualquiera que dice que es un cristiano bautizado. Esto facilita la entrada o posteriormente el surgimiento de los falsos maestros. Predican un evangelio defectuoso, de modo que dan a los oyentes licencia para pecar. Es típico hoy oír a predicadores llamar a la gente a “hacer una oración para aceptar a Jesús”, aunque la Biblia nunca dice eso. Invitan a las personas a recibir a Cristo como su Salvador, para el perdón de sus pecados, pero no paran en la necesidad de arrepentirse de ellos y confesar a Jesucristo como Señor (Ro. 10.9). El resultado es que muchos de los evangélicos que profesan ser creyentes viven de modo poco distinto de los del mundo. Siguen sin cambiar, en sus actitudes y hechos pecaminosos, y su independencia de Dios – son autogobernados – y creen que sus almas están preparadas para el cielo, cuando en realidad todavía están en el camino ancho que lleva a la perdición. Quizás hayan cambiado de carril pero están en el mismo camino que antes. Los falsos maestros les dicen que son “cristianos carnales”, cuando simplemente son carnales. Romanos 8.8-9 enseña claramente que los cristianos verdaderos no son carnales. Pero a esos carnales, el hecho de practicar los domingos un poco de religión evangélica no les salva de su destino terrible, que es el destino de todo pecador, sea religioso o no.
    En defensa de esa clase liviana de predicación, muchos maestros bien conocidos afirman con denuedo que la vida de uno no tienen ninguna relación con su estado espiritual, ni indica nada acerca de su destino eterno. Sin embargo, la Palabra de Dios advierte claramente que tales maestros son engañadores. Considera lo que dice el apóstol Juan en su primera epístola, y recuerda que era divinamente inspirado: “Hijitos, nadie os engañe, el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo... Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo...” (1 Jn. 3.7-10).
    Sin duda el apóstol enseña que la justicia práctica está íntimamente relacionada con la nueva vida de los que han nacido de nuevo. Podríamos decir que el nuevo nacimiento es la causa, y el efecto que produce es: “el que hace justicia”. El que sigue practicando el pecado es del diablo, por mucho que diga que conoce a Dios. De hecho, el verdadero creyente, aunque no es intachable, no puede practicar el pecado. Por este criterio se manifiestan los verdaderos creyentes y los falsos. El apóstol Pablo también advirtió acerca de los que enseñan que la salvación y la vida pecaminosa son compatibles y coherentes: “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Ef. 5.5-6).
    Apreciado lector, ¿qué de tu alma? ¿Acaso crees que has sido gloriosamente salvo, pero en realidad tu vida se caracteriza por la injusticia y la impiedad, o por la apatía espiritual, o eres tibio en las cosas de Dios? ¿Profesas conocer al Señor Jesucristo, pero tu corazón no tiene sed del Dios vivo? ¿Te dices ser hijo de Dios, pero te falta la clara evidencia de una vida de santidad y piedad en la práctica? Amigo, si estas cosas te retratan, ¡estás terriblemente engañado y andas en peligro de la ira de Dios! No importa que hayas sido bautizado o que lleves años congregándote, pues todas las religiones falsas tienen a sus fieles adherentes.
    Alguien dijo: “Si piensas que no puedes ser engañado, ¡ya estás engañado!” Satanás, el experto engañador, ha salido para engañar al mundo entero (Ap. 12.9), ¡y eso te incluye! Pero Dios llama una y otra vez, a través de Su Palabra, diciendo: “No os engañéis” (Gá. 6.7; y “no erréis” en 1 Co. 6.9-10; 15.33; Stg. 1.16). Por eso, si ahora te das cuenta que te has equivocado, o te han engañado por una enseñanza falsa, sé honesto con Dios y contigo mismo, y confiésalo. Dios te enseñará la verdad cuando la busques en las Escrituras. Si encuentras que estás engañado acerca de tu propia salvación, no demores, sino arrepiéntete y acuda al Señor y Salvador Jesucristo. Si aguardas la esperanza de entrar en la vida eterna, debes hacer caso de la advertencia solemne de las Escrituras: “No os engañéis”.

Dr. Jorge Sturm

"El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos,
el tal es mentiroso, y la verdad no está en él"

1 Jn. 2.4

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 DOS  HIJOS

“Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo”. Lucas 15.21

“Padre...yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”.  Juan 17.1, 4    

En estos dos textos aparecen dos hijos que estuvieron lejos de su casa natal, y después de un tiempo cada uno volvió al hogar. Cada uno habló con su padre acerca de los años que habían pasado, pero ¡qué diferencia hay entre los dos!
    El hijo pródigo se había apartado porque no quería estar sujeto sino independiente. Tomó todo lo que su padre le dio, una herencia, sin que el lo ganara trabajando, y salió para vivir como le daba la gana. Luego que se apartó, escogió a sus propios amigos y vivió de una vida egoísta y desenfrenada. Echó a sus espaldas todo lo que su padre le había enseñado. Se salió con la suya, pero ¿a qué coste? Desperdició su porción de la herencia, ensució el honor de su padre y le causó tristeza y dolor. Acabó hambriento en compañía de los cerdos. Por esto, tuvo que arrepentirse, y volverse humildemente a su padre. Reconoció sin reservas ni auto justificación el mal que había hecho, y la pérdida de sus derechos como hijo. Ya no podía demandar nada, pues todo lo había perdido. Así somos los seres humanos para con Dios. Tomamos todo lo que Él nos da, y le damos la espalda para vivir como nos parece.
    Pero el otro hijo, el Señor Jesús, el Hijo eterno, fue completamente distinto. ¡Hermoso, bendito Hijo! Aunque poseía todo y tenía derecho a todo, nunca actuó por Su propia cuenta, ni desperdició nada de lo que el Padre le había dado. Sólo se marchó del cielo de acuerdo a la voluntad de Su Padre. El honor del Padre era Su gran pasión, Su única delicia. En el mundo hacía siempre lo que agradaba a Su Padre. A gran precio se sacrificó a sí mismo, para cumplir la voluntad del Padre. Fue obediente hasta muerte, y muerte de cruz. Entonces, Su vuelta a casa no fue en humillación ni con confesión, sino al contrario, en triunfo y con gozo, y se sentó a la diestra del Padre en la gloria. ¡Este Hijo merece nuestra adoración! Además, hermanos, debemos también imitar Su ejemplo, ser obedientes aunque cueste gran sacrificio, y vivir para glorificar al Padre, no para nuestras pequeñas metas egoístas.  
                 

adaptado del calendario devocional “Choice Gleanings”

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El Filósofo y el Naufragio


Un filósofo es el que supuestamente tiene amplio conocimiento de ciertas cosas, un pensador, tal vez habiendo leído y estudiado mucho, y que intenta razonar casi todo en la vida.
    Cuentan de cierto filósofo que había estudiado mucho y tenía grandes conocimientos. Un día le tocó viajar en barco, y para pasar el tiempo abordo preguntó al piloto si había estudiado la astronomía.
    “¿Astronomía?” respondió el otro. “No, señor, nunca he oído de eso”.
    El filósofo comentó: “Cuánto lo siento, porque has perdido la cuarta parte de tu vida”.
    Poco después el barco chocó con una roca sumergida y comenzó a llenarse de agua. El marinero se quitó el abrigo para echarse al agua y nadar hacia la orilla. Volviéndose al pasajero le preguntó: “¿Sabes nadar?”
    “¡No, no puedo!” gritó el filósofo desesperadamente.
    “Bueno, pues, lamento decirte que has perdido, no la cuarta parte de tu vida, sino toda ella, porque este barco se hunde”.
       
    La gente puede saber mucho de astronomía, matemática, geología, medicina y otras ciencias, o de teorías como filosofía y psicología, pero si no conoce al Señor Jesucristo, al final se perderá eternamente. Cuando pasen a la eternidad, no llevarán consigo esas cosas.
    ¿De qué le servía al filósofo sus conocimientos si no sabía nadar cuando se hundió el barco?
    ¿De qué le servía al filósofo sus conocimientos si no sabía nadar cuando se hundió el barco?
    ¿De qué sirve la riqueza, el conocimiento, la fama, el poder o la gloria de esta vida al que está a punto de morir y pasar a la eternidad sin Cristo?  Jesucristo preguntó: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36).
    Hay cosas que sirven para la vida, que no sirven en la hora de la muerte. Si queremos llegar a la orilla eterna sanos y salvos, hay cosas que debemos aprender. Primero, que somos por naturaleza pecadores perdidos e incapaces de agradar a Dios. La Biblia lo enseña, pero pocos asimilan la lección:
    “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:10-18).
    Además, estando perdidos, no podemos salvarnos a nosotros mismos. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). La solución no está en el hombre, sino en Dios: “no de vosotros”. “No por obras para que nadie se gloríe” declara el texto sagrado (Efesios 2:9).
    El que quiere ser sabio, aprenda esto: la única obra que vale para perdonar y salvar a los pecadores es la de Jesucristo en la cruz del Calvario. Allá Él terminó la obra de salvación, mediante Su sacrificio, y satisfizo las justas demandas de Dios contra todo pecador. Por eso al morir en la cruz Cristo gritó: “Consumado es” (Juan 19.30). Los que son sabios le creen y aceptan Su sacrificio. A cada pecador sólo le queda reconocer de manera personal su condición perdida, arrepentirse y recibir a Jesucristo como Señor y Salvador. Sin hacer esto, por mucho que sepa o logre en esta vida, se perderá por toda la eternidad. Por eso te urge confiar única y completamente en el Señor Jesucristo. ¿Lo harás?

"¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación". 

1 Corintios 1.20-21 

 

 

 

martes, 31 de mayo de 2022

EN ESTO PENSAD junio 2022

 ¿Es La Psicología Una Ciencia?

Dr. Martin Bobgan


El pueblo de Dios busca sabiduría y conocimiento tanto de la revelación de las Escrituras como del mundo físico. Pablo argumenta que todos somos responsables delante de Dios, porque la creación da evidencia de Su existencia:
“Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Ro. 1:20).
    También el rey David declaró: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal. 19:1).
    El estudio científico es una manera válida de entender la obra de Dios, y puede ser muy útil en muchos aspectos de la vida. La verdadera ciencia desarrolla teorías en base a lo que es observado. Examina cada teoría con pruebas rigurosas para ver si cuadra con la realidad. El método científico funciona bien observando y anotando datos físicos y sacando conclusiones que confirman o invalidan una teoría.
    A mediados del siglo XIX, algunos expertos (filósofos, realmente) deseaban estudiar la naturaleza humana con la esperanza de aplicar el método científico para observar, anotar y tratar la conducta humana. Creían que si pudieran estudiar científicamente a las personas, luego podrían entender más precisamente su comportamiento actual, predecir su comportamiento futuro y alterarlo mediante una intervención científica.
    La psicología y su rama activa de la psicoterapia ciertamente han querido adoptar para sí una postura científica. Sin embargo, desde un punto de vista estrictamente científica, no cumplen los requisitos.
    La Asociación Americana de Psicología intentó evaluar el estado de la psicología. Designó a Sigmund Koch para planificar y dirigir un estudio subvencionado por la Fundación Nacional de Ciencia. Ese estudio empleó a ochenta eruditos eminentes para evaluar los datos, las teorías y los métodos de la psicología. Publicaron los resultados en siete tomos titulados: “Psychology: A Study of Science” (“La Psicología: Un Estudio de la Ciencia”). Koch describe el engaño de pensar en la psicología como ciencia:
“La esperanza de una ciencia psicológica les llegó a ser indistinguible de la realidad. Toda la historia posterior de la psicología puede verse como un intento ritualista a imitar las formas de la ciencia para sostener la delusión de ser científica”.1
Koch también dice:
“A lo largo de la historia de la psicología como ‘ciencia’, los conocimientos concretos que ha depositado son uniformemente negativos”.2

    Posiblemente podrían ser científicas las declaraciones psicológicas que describen la conducta humana o reportan los resultados de ciertas investigaciones. Pero si dejamos de describir la conducta humana y comenzamos a explicarlo, especialmente si intentamos cambiarlo, vamos de la ciencia a la opinión.
    ...Un aspecto de la psicología que está plagado de pseudociencia es la psicoterapia. Si la psicoterapia hubiera triunfado como ciencia, tendríamos un consenso en esa disciplina respecto a los problemas mentales-emocionales-conductuales y cómo tratarlos. Al contrario, la psicoterapia está llena de teorías y técnicas contradictorias, las cuales comunican confusión en lugar de algo parecido al orden científico.
    La psicoterapia se propaga usando muchas explicaciones conflictivas acerca del hombre y su conducta. El psicólogo Roger Mills comentó: “El campo de la psicología hoy es literalmente un caos. Existen tantos métodos, técnicas y teorías como investigadores y terapeutas. Personalmente he visto a terapeutas convencer a sus clientes que todos sus problemas vienen de sus madres, las estrellas, su composición bio-química, su dieta, su estilo de vida e incluso el ‘karma’ de sus vidas anteriores”.4
    ...El psiquiatra investigador E. Fuller Torrey habla sin pelos en la lengua al decir: “Las técnicas empleadas por los psiquiatras en el occidente, con pocas excepciones están exactamente al mismo nivel científico que las  técnicas empleadas por los hechiceros”.5

      Dr. Martín Bobgan es diplomado en psicopedagogía. Reside en Santa Barbara, California.
        texto abreviado del libro: La Psicología: ¿Ciencia o Religión?  Libros Berea
Las notas de referencia se hallan en el libro.

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Familias Pródigas


“Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos” (Rut 1.1). Elimelec y su familia ilustran lo que sucede cuando no somos guiados por el Señor, es decir, cuando no vivimos por fe. Tristemente, su vida no es más que una serie de reacciones lógicas o impulsivas a sus circunstancias. Esta familia estaba donde Dios les había puesto, en su propio país y pueblo natal. Pero en la prueba de hambre y escasez, cometió el error de abandonar ese lugar y alejarse, buscando una vida mejor en un lugar que no le correspondió. No dijeron como Habacuc: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación” (Hab. 3.17-18). ¡Qué noble y admirable hubiera sido comportarse así, pero sin fe no es posible! El texto no menciona nada de orar y pedir la ayuda del Señor, ni de buscar el apoyo y la ayuda de sus hermanos en Belén. Se convirtió en la familia pródiga, ocasionando años de sufrimiento, pérdida y aun muerte, fuera de la voluntad de Dios. Samuel Ridout comenta que en la Biblia el hambre era el llamado divino al arrepentimiento (Dt. 28.15-17, 23, 38). Por el profeta Amós Dios dijo: “Os hice estar a diente limpio en todas vuestras ciudades, y hubo falta de pan en todos vuestros pueblos; mas no os volvisteis a mí, dice Jehová” (Am. 4.6). Así fue el caso de Elimelec y familia. Debemos recordar que las decisiones tienen consecuencias. En las pruebas, lo primero no debe ser buscar cómo salir de ellas, sino humillarnos, examinarnos, y orar en palabras del Salmo 26.2, “Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón”. Y como dice el Salmo 139.23-24, “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. De haber procedido así, Elimelec nunca habría abandonado Belén para ir a Moab.  Si aprendemos la lección, tampoco iremos a lugares donde Dios no quiere que estemos.
    Pero hoy también hay quienes deciden por su cuenta, y abandonan su país, su asamblea y a veces a su familia, para ir, incluso ilegalmente, a un lugar donde pretenden ganar dinero. Su guía no es “si el Señor quiere” (Stg. 4.15), sino lo que ellos quieren: el dinero y la comodidad. Así que, van a lugares donde no hay asamblea, porque no es una prioridad para ellos. Unos se atreven a entrar ilegalmente en otros países. Esto incluye el entrar fingiéndose turistas, cuando su plan es quedarse y trabajar, lo cual es ilegal. Las Escrituras hablan claramente: “Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores” (1 P. 2.13-14). Pero no se someten, porque como en los tiempos de los jueces, cada uno hace lo que le parece. Una persona llamó a un misionero preguntando dónde se podía congregar en cierta ciudad. En la conversación se descubrió que hacía dos años que vivía en ese lugar, y solo entonces buscaba donde congregarse. ¿Por qué? Porque francamente, no viajó pensando en su vida espiritual – porque no fue su prioridad. Poderoso caballero es don dinero, y muchos lo permiten dirigir sus vidas. Primero deciden dónde van a ir, vivir y trabajar, y luego, como un extra, tal vez preguntan dónde congregarse. La manera de hacer las cosas indica cuáles son sus valores y su condición espiritual. Todo tiene su explicación, pero no todo tiene bendición.
    Fuese como fuese, Elimelec, como cabeza de la familia, decidió y actuó malamente. Alejó a su familia de la tierra prometida para ir a morar en Moab, lugar de los descendientes del incesto de Lot (Gn. 19.36-37). Lot escogió ir a Sodoma, buscando ventaja para sí en el mundo. Moab es el resultado de ir al mundo y seguir la sabiduría carnal. Ese país adoraba a Quemos y a los baales. Pero ahí llevó Elimelec a su familia. Quizás dijo: “solo por un tiempo”, pero ni él ni sus hijos volvieron. Moab tenía pan, pero no tenía nada espiritualmente bueno. Pagaron gran precio por el pan de Moab. “No solo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová” (Dt. 8.3). Guárdenos el Señor de decidir y actuar como Elimelec y Noemí. Tozer, en su libro Fe Auténtica, comenta:


    
De la misma manera que un bebé no tiene propósito, veo que el cristiano inmaduro tampoco lo tiene. Vive para la siguiente lección. Quiere saber dónde estará el buen predicador, y va a escucharle. Quiere enterarse de dónde cantará ese coro tan estupendo, y va, se sienta y halaga su inmadurez escuchando a los mejores cantantes que encuentre. O bien quiere saber dónde se reúne el mayor número de personas, y la multitud le carga las baterías. Aquí no hay propósito alguno; nunca entró y cayó de rodillas para decir: ‘Dios, ¿para qué he nacido, y por qué he sido redimido? ¿Qué sentido tiene todo?’ Su vida carece totalmente de propósito”.

Carlos

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 Cuidado Con El Enojo

“La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa”. Proverbios 19.11

Este verso no nos enseña a ignorar la maldad, ni que las personas tienen libertad para pecar con impunidad, sino cómo debemos responder a algo hecho contra nosotros. Esto nos sucede a todos, pero lo importante es cómo reaccionamos. Lo natural es dar libre curso a una expresión de ira, y permitir que arda en nosotros. Algunos no reaccionan visiblemente así, pero la procesión va por dentro, y se llenan de resentimiento o rencor, lo cual tampoco es una respuesta espiritual. En cambio, Dios es “lento para la ira” (Sal. 103.8), y son incontables las ofensas contra Él. La persona que cultiva esa característica demuestra prudencia. Si pasa por alto la ofensa cometida en contra suyo, es digno de alabanza. Sabe que dar lugar a la ira, o albergar resentimiento, es dañino a los demás, a sí mismo, y al testimonio. “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Stg. 1.19-20).                                   

De la revista “Assembly Testimony”, mayo-junio 2021

“El necio al punto da a conocer su ira; mas el que no hace caso de la injuria es prudente” (Pr. 12.16).

“El que fácilmente se enoja hará locuras” (Pr. 14.17).

“La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor” (Pr. 15.1).

“El de grande ira llevará la pena; y si usa de violencias, añadirá nuevos males” (Pr. 19.19).

“El que pasando se deja llevar de la ira en pleito ajeno Es como el que toma al perro por las orejas” (Pr. 26.17).

“El necio da rienda suelta a toda su ira, mas el sabio al fin la sosiega” (Pr. 29.11).

 Algunas personas piensan que, porque no explotan delante de otros, no tienen un problema con la ira, pero se equivocan. La ira toma dos formas igualmente males. Una es que se ve enseguida, porque hierve y se manifiesta abiertamente, a veces de forma descontrolada. La otra es la ira que queda en el corazón, a fuego lento, y se manifiesta en la enemistad, la murmuración, el resentimiento, la antipatía, las mala actitudes, la oposición y la frialdad -- pero es igualmente ira y daña a los demás. Los que disimulan su ira no se libran de ella.

    Absalón, hijo de David, y Ahitofel consejero de David, son dos ejemplos de la ira disimulada, que arde lentamente durante quizás años, produce el resentimiento y la enemistad, y luego causa mucho daño. El precepto bíblico es: "Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo" (Ef. 4.26).

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 Gedeón: 

 Un Joven Transformado En Un Siervo De Dios

Camilo Vásquez Vivanco

viene del número anterior
Parte 7:  Gedeón Y Su Vellón Lleno De Rocío
    
“...yo pondré un vellón de lana en la era; y si el rocío estuviere en el vellón solamente, quedando seca toda la otra tierra, entonces entenderé que salvarás a Israel por mi mano, como lo has dicho” (Jue. 6:36-37).
    
Gedeón poseía una fe imperfecta y su solicitud no es menos incrédula que la de los apóstoles del Señor Jesús que le dijeron: “Auméntanos la fe” (Lc. 17:5). Gedeón ya tenía la promesa de la presencia y ayuda del Señor que le había asegurado: “Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre” (Jue. 6:16). Además si el Señor ya le había dado una prueba visible de su poder extendiendo su báculo y quemando aquella ofrenda no era necesario otra señal (Jue. 6:21). Su fe es una fe coja que pide señal cuando la promesa ha sido dada, sin embargo esto es más desconfianza en sí mismo que en el Señor.
    Para los incrédulos, el principio bíblico quedó registrado por el mismo Señor siglos después de esta manera: “...La generación mala y adúltera demanda señal...” (Mt. 12:39). Gedeón necesitaba aprender que la fe no necesita pruebas visibles y principalmente el medio que usa ahora Dios para darnos seguridad es su palabra (1 Ts. 2:13). Si queremos tener la guía de Dios, no pidamos señales, pues hoy Él nos habla por Su Espíritu a través de Su Palabra (2 Ti. 3:16-17). Es evidente que Gedeón era un creyente sincero y por esto Dios condescendió a ayudale a crecer en su fe: “Y aconteció así, pues cuando se levantó de mañana, exprimió el vellón y sacó de él el rocío, un tazón lleno de agua” (Jue. 6:38). Así Dios tierno y misericordioso nos permite a veces estas muletas para perfeccionar nuestra débil fe.
    ¿Qué puede significar esto de este vellón lleno de rocío? El rocío es una hermosa figura del Espíritu de Dios: “Como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna” (Sal. 133:3). Fue allí en Hermon donde el Señor Se transfiguró mostrando Su gloria pues anticipaba que después de entrar en Su gloria es que enviaría Su Espíritu como un rocío celestial (Jn. 7:39). Es muy hermoso ver entonces que Gedeón recogió de ese vellón un tazón de rocío: “Y aconteció así, pues cuando se levantó de mañana, exprimió el vellón y sacó de él el rocío, un tazón lleno de agua” (Jue. 6:38). Esto nos muestra en primer lugar que esta señal apuntaba particularmente hacia la única Persona donde se encuentra el rocío de Dios en toda su plenitud, a saber en el Señor Jesús de quién dice Dios mismo: “...Tienes tú el rocío de tu juventud” (Sal. 110:3). Si toda la tierra quedó seca en esta señal de Gedeón así es Cristo entre el género humano, como raíz de tierra seca (Is. 53:2) sustentada por el rocío de Dios. Él ha recibido el Espíritu sin medida (Jn. 3:34), o como vierte otra traducción, “...porque Dios le da el Espíritu sin límites” (NTV).
     En segundo lugar, este vaso lleno de rocío nos habla de la medida de fe que poseía Gedeón y que es equivalente a la medida de capacidad que hoy hemos recibido del Espíritu para servir a Dios: “...conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”...úsese conforme a la medida de la fe” (Ro. 12:3 y 6). Esa medida de fe o de capacidad tiene que ver con el don o los dones que el Espíritu Santo nos ha dado en la conversión (1 Co. 12:11). No debemos confundir los dones o “carismas” (gr. charisma), con los talentos naturales dados por Dios cuando nacemos. Los dones tienen que ver con el segundo nacimiento y los talentos o habilidades naturales tienen que ver con el primer nacimiento. Es así que el ser hábil para las matemáticas o para algún deporte tiene que ver con los talentos sin embargo los dones son sobrenaturales que de manera normal nadie los puede ejecutar sino solo aquel que los recibe.
    Los dones no se piden, pues son dados por el Espíritu en la conversión de cada creyente en el momento de ser sellados (Ef. 1:13; 1 P. 4:10). Los talentos pueden ser usados para la gloria de Dios pero no son un indicador de espiritualidad y capacidad de servir a Dios. Es así que Aarón podía hablar naturalmente con facilidad, en contraste con Moisés que era tartamudo (Éx. 4:10). Sin embargo Aarón deshonró a Dios con su facilidad de hablar (Éx. 32:2) y fue finalmente Moisés el equipado con la presencia de Dios para guiar a Israel (Nm. 11:17).
    No dudemos de lo que el Espíritu de Dios nos ha dado y sirvamos a nuestro Dios con verdadera gratitud y solicitud. Esto quiere decir que no hemos de ser negligentes con esa medida de fe que nos dió: “No descuides el don que hay en ti...” (1 Ti. 4:14) y que debemos avivar este regalo para usarlo para la gloria de Dios. “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti...” (2 Ti. 1:6). Como vemos, los dones pueden despreciarse y no usarse, lo cual es un pecado contra el Espíritu de Dios (1 Ts. 5:19).
    También hemos de aceptar nuestra medida de fe o de capacidad para servir al Señor y no intentar ser como otros ni estar sobre otros: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Ro. 12:3). Esa medida de fe o de gracia recibida por el Espíritu Santo es el equipamiento particular y necesario para ser útiles a Dios en su pueblo: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 P. 4:10). La expresión “cada uno” reitera el vaso de rocío que cada cual ha recibido y hemos de ponerlo al servicio de Dios, Se llama aquí “medida de fe” o de confianza. “Medida” es la palabra “metron” de metro, tamaño, “de manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe” (Ro. 12:6). Como vemos, nuestro vaso de rocío es auténticamente personal y no debemos ser negligentes en no saber cuál o cuáles son nuestros dones (1 Ti. 4:14). Para esto se requiere saber el don que nos ha dado el Espíritu y esto requerirá descubrirlo, pues no existen creyentes sin uno o más dones.
    El Nuevo Testamento registra dieciseis dones espirituales, divididos entre dones permanentes y transitorios:
    
    Siete dones permanentes:
    1.  Enseñanza                                   5.  Ayudar
    2.  Exhortación                                 6.  Repartir, dar
    3.  Presidir, gobernar, administrar    7.  Hacer misericordia
    4.  Servir
                
    Nueve dones transitorios:
    8.  Profecía                    13. Lenguas
    9.  Ciencia                     14. Interpretación de lenguas
    10. Sabiduría                 15. Sanidades
    11. Fe                            16. Hacer milagros
    12. Discernimiento de espíritus    
    
    Los dones transitorios ya no están con nosotros. Fueron necesarios para cimentar la iglesia al comienzo. Por ello se les conoce también como dones de fundación (1 Co. 13:8). Esos dones de fundación tuvieron que ver con la aparición del misterio del evangelio (Ro. 16:25) y de la iglesia (Ef. 3:4), misterios que una vez revelados ya no necesitaron de la presencia de señales y milagros o del don de ciencia y sabiduría tan esenciales al comienzo.
    Como ya hemos mencionado los dones pueden despreciarse y descuidarse entonces es fundamental conocerlos y descubrirlos con la guía del Espíritu de Dios. Para descubrir los dones que hemos recibido puede ser útil conocer la regla de las tres Fs., a saber:
    
Facultad, es un equipamiento personal de parte del Espíritu     (Jue.6:14).
•  Fervor, es un llamado personal para servir en un área, el cual no se puede apagar (Jer. 20:9; Ro. 11:29).
•  Fruto, es el resultado del servicio ejecutado (Hch. 6:3; 16:2; Col. 4:13).
    
    Es hermoso cuando un creyente descubre su tazón de rocio y de ese modo tiene la horma de su zapato y sirve al Señor con gratitud y dedicación. Estas tres “F” servirán para descubrir lo que el Espíritu Santo nos ha dado y tal descubrimiento es en la iglesia local, pues Dios el Espíritu allí tiene libertad y suministra Su gracia para que le sirvamos. El Espíritu Santo confirmó el llamado de Bernabé y de Saulo en la iglesia y del mismo modo lo hará con cada siervo en el presente. Entonces si el Espíritu no ha confirmado a la iglesia local donde uno sirve, que seamos apartados para algún servicio especial, debemos esperar esa confirmación y no obrar por cuenta propia.

continuará, d.v. en el siguiente número

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ESCOGE LO MEJOR

Seguimos examinando los textos en Proverbios que hablan de lo mejor.
    Dice la sabiduría: "Mejor es mi fruto que el oro, y que el oro refinado; y mi rédito mejor que la plata escogida" (Pr. 8:19). Otra vez, como en el 8.11, la sabiduría vale más que las riquezas de este mundo. Según 1 Pedro 3.3 el creyente no debe llevar adornos de oro. Nuestro Señor Jesús se hizo pobre (2 Co. 8.9), y a Sus seguidores no les corresponde llevar cadenas, brazaletes, o pendientes, ni de oro ni de plata ni de otras cosas. En lugar de esas cosas que el mundo busca, debemos ser conocidos por la santidad, la piedad y la sabiduría que es de lo alto (Stg. 3.17). 

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 "No Lo Separe El Hombre"

Pedro Martín

Dios ha creado el matrimonio para que lo edifiquemos a la luz del Manual que el Diseñador nos ha dejado. Si lo leemos y lo obedecemos, de seguro que nuestra unión perdurará y seremos felices, y el amor entre nosotros irá en aumento. “Y vio Dios todo lo que había hecho y he aquí que era bueno en gran manera” (Gn 1:31). Dios es sabio, y en Su sabiduría dejó tajantemente escrito: NO al adulterio y NO al divorcio...

EXCUSAS PARA ROMPER NUESTRO MATRIMONIO
“Realmente no existe diálogo” (falta de comunicación entre nosotros)
“Somos tan diferentes”
“Somos incompatibles”
“No nos entendemos”
“No nos soportamos” (discutimos constantemente)
“No pensamos ni actuamos igual”

    Éstas son sólo algunas de las muchas excusas que ponemos a la hora de desobedecer a Dios. Esto rompe la unidad del matrimonio, cosa que Él ha dicho que no hagamos. La desobediencia es pecado y trae serias complicaciones, porque repercute en los hijos que tienen que pagar las consecuencias de nuestras rebeldías y de nuestros pecados.

Pedro Martín, del libro EL AMOR QUE TRANSFORMA LOS CORAZONES

págs. 102-103

    Además, el divorcio desagrada y deshonra a Dios. “Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio” (Mal. 2.16). Jesucristo enseñó a los judíos: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así (Mt. 19.8): “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre (Mt. 19.6; Mr. 10.9). El inspirado apóstol Pablo escribió: “Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera” (Ro. 7.2-3).

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¿CUÁL LADRÓN?
Muchos ignoran que había dos.


Una vez cuando hablaba con un joven adulto acerca del evangelio, me dijo: “Sí, pues, quiero ir al cielo, pero no hay prisas. Primero quiero vivir mi vida. Creo que como el ladrón en la cruz, tendré una oportunidad más al final”. Entonces le respondí: “¿Cuál ladrón? Porque había dos”. Me dijo: “Oh, pues, se me había olvidado que había dos. Me refería al que se salvó”. Pero notaba en su cara una expresión pensativa.
    “Sí”, le dije, “uno fue salvo y ahora está en el cielo. Los dos tuvieron la misma oportunidad, pero uno de ellos está en el infierno. ¿Qué garantía tienes de que no terminarás como ése en lugar del otro?”
    Miles de personas como él no se acuerdan de que había dos malhechores. Se acuerdan de que por la misericordia de Dios uno fue perdonado y salvo, pero se les olvida que el otro halló el juicio de Dios. De esa manera viven, creyendo que de alguna manera al final serán salvas, pero al final morirán sin perdón e irán a la condenación eterna. Los dos ladrones probablemente habían oído a Cristo hablar del perdón y el reino de Dios, y conocieron a Cristo en la cruz, pues estaba entre ellos. Pero solo uno se salvó. La dura realidad es que la mayoría de la gente muere como vive. Vive sin Cristo, y también muere sin Él, como ese otro ladrón.
    ¡Qué malo es acostumbrarse a escuchar el evangelio, y saber de Jesucristo, sin arrepentirse y confiar en Él! Cuando uno rehúsa creer, aunque piense que solo lo posterga hasta más tarde en la vida, empieza a formarse un callo en su conciencia y corazón. Se acostumbra a no creer, y luego, cuando llegue al final de la vida, no cambiará, porque está endurecido. El malhechor que no creó es una advertencia a todos los que rehúsan creer.
    Vemos en esos dos ladrones que desde el lado de Jesucristo uno puede ir al cielo y el otro al infierno, y no es por predestinación sino por su propia decisión. Escucha y haz caso de las advertencias y exhortaciones de Dios, porque si no, en tu endurecimiento te quedarás atrapado y condenado:
“Por cuanto llamé, y no quisisteis oír, extendí mi mano, y no hubo quien atendiese, sino que desechasteis todo consejo mío y mi reprensión no quisisteis... Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán” (Proverbios 1.24-25, 28).

“...que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado” (Hebreos 3.12-13).

“Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 4.7).

Jesucristo advierte:
“Me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir” (Juan 7.34).

    Hoy, ahora mismo, Dios te llama. No desaproveches la oportunidad, ni te presumes de Su misericordia futura. Hoy, en este momento, te identificas con uno de esos dos ladrones. ¿Cuál es? Jesucristo murió cargado con tus pecados. Sufrió por ti, pagó tu condena, después resucitó y ahora, vivo, te ofrece la salvación. No mañana, sino hoy. Si hoy crees en el Señor Jesucristo, serás salvo. Y si no, hoy ya estás perdido y condenado por no creer. Ni Dios mismo te podrá salvar si no crees en el Señor.
    La gran pregunta es:
“¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Hebreos 2.3).

Y esa pregunta no tiene respuesta. Simplemente por descuidar la salvación te perderás y no escaparás el juicio de Dios. Éste es el peligro y la condenación del otro ladrón, y muchos caen en eso. Él descuidó la salvación, desaprovechó su última oportunidad, por su propia insensibilidad y la mala costumbre de no creer.
    Así que, no digas “mañana”, porque el camino de mañana conduce a la ciudad de nunca.