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domingo, 29 de septiembre de 2019

EN ESTO PENSAD -- octubre 2019

La Esfera Principal De
Servicio De La Mujer Creyente


Romanos 12:2 exhorta: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Una aplicación de esto se ve en la mujer creyente que acepta la esfera de ministerio que Dios le ha designado. Quien le marca la pauta no es el mundo, la sociedad, sino el Señor. No teme ser distinta a las demás mujeres. La Palabra de Dios, indica que su ministerio no está en el mundo de los negocios ni las carreras profesionales, sino más bien el hogar. No es cuestión de si ella tiene mente para esas cosas o es capaz de hacerlas, sino de qué quiere Dios de ella.
    En Proverbios 31 claramente la mujer piadosa sirve en su casa y através de ella toca vidas de otras personas. En 2 Reyes 4:8-10 la gran mujer de Sunem sirvió en su casa, hospedando al profeta. En Lucas 10:38-39 Marta y María recibieron al Señor en su casa en Betania. En Hechos 16:14 Lidia abrió su casa para hospedar a los siervos de Dios. 1 Corintios 14:35 dice que si las mujeres quieren aprender algo, “pregunten en casa a sus maridos”. La instruccicón apostólica acerca de las viudas jóvenes es: “que se casen, críen hijos, gobiernen su casa...”. Deben estar en casa para criar sus hijos, y mantener el orden y funcionamiento del hogar. Tito 2:5 las manda ser “prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos...”.
    Que el mundo hoy vea esto como una idea anticuada no es una sorpresa. Pero los creyentes no debemos conformarnos a este siglo. La discípula del Señor halla gran satisfacción en su ministerio, y rechaza la supuesta “liberación” que pretende sacarla del hogar. Esa “liberación” feminista es un atentado contra el orden divino, y trae confusión, desorden y disfunción al matrimonio, la familia y la asamblea. ¡Qué hipócrita es el movimiento feminista! Para “liberar” a una mujer de su casa para que tenga carrera, paga a otra mujer para servir en su casa en las tareas domésticas y el cuidado de su familia. ¿Cuál es el propósito de mandar a las mujeres a la universidad a prepararse una carrera, y para ganarse la vida en el mundo, si no es lo que Dios quiere para ellas? El dinero que ganan no suple lo que falta por estar ellas fuera del hogar. Deberían aprender la voluntad de Dios expresada en las Escrituras, no la voluntad de la sociedad. Los tiempos cambian, alegan algunos, pero respondemos que la Palabra de Dios no cambia. Les haría bien a muchos padres y mujeres jóvenes el librito de William MacDonald: En Pos De Sombras, del cual citamos respecto a la educación universitaria:

“La educación, el gran abracadabra y fraude de todos los tiempos pretende prepararnos para vivir, y se prescribe como la panacea universal para todos los males, desde la delincuencia juvenil hasta el envejecimiento prematuro. En su mayor parte sólo sirve para incrementar la estupidez, inflar la arrogancia, promover la incredulidad y dejar a los que están sujetos a merced de lavacerebros que tienen prensa, radio y televisión a su disposición”. (De “Jesus Rediscovered” por Malcom Muggeridge)

“Con demasiada frecuencia los jóvenes criados en hogares cristianos son formados para el mundo en lugar de para el Salvador; para el infierno más que para el cielo. Pregunta hoy a unos padres cristianos corrientes con qué propósito están formando a sus hijos. Muchos de ellos contestarán: ‘Para que tengan un buen empleo’, o ‘Para que sean independientes económicamente’, o ‘Para que puedan mantener una familia y vivir con cierta comodidad’.

“Queremos que asistan a las escuelas de renombre, cuanto más prestigiosas, mejor. Queremos que consigan trabajo en alguna institución que tenga prestigio en la comunidad. Queremos verlos bien casados, es decir, que consigan a alguien con cierto estatus social... Queremos además que dediquen sus noches libres y los domingos a la iglesia local”.          En Pos De Sombras, (pág. 3)

    Hay quienes objetan que el mundo hoy es muy diferente, y que fracasan los matrimonios y una mujer debe saber ganarse la vida. Oh, pues, ¿por qué no pensó el Señor en esto para decirnoslo? Él habló de otra manera:
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:25, 31-33). Pero como en los tiempos de Jeremías, Dios habla pero Su pueblo no quiere oir. ¡Ojalá sea diferente con nosotros! “La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada” (Pr. 31:30).     
Carlos Tomás Knott

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No Lo Separe El Hombre

“Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” Mateo 19:6
 
     El mundo hoy considera que el matrimonio es un contrato civil que puede ser invalidado por cualquiera de los dos. El Señor Jesús dijo que es mucho más que eso. El matrimonio es una unión establecida por Dios y atestiguada por Él. Debe mantenerse inviolado hasta que la muerte termine la relación. “No lo separe el hombre” es un mandamiento de Cristo. ¡Qué triste y vergonzoso es oír a un profesado cristiano hablar tranquilamente de su “ex” como dicen los del mundo. “Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio” (Mal. 2:16).
     La permanencia del matrimonio es para el bienestar y la felicidad de todos. Dios requiere que cumplamos los votos que salen de nuestra boca (Nm. 30:2). El esposo y la esposa se necesitan. Además, son una figura de Cristo y la Iglesia (Ef. 5:23-32). Los hijos necesitan a ambos padres y la seguridad que un matrimonio cristiano amoroso puede proveer. El Señor les manda obedecer a sus padres (Ef. 6:1), no a uno de ellos. Si estáis casados, renovad o reafirmad hoy vuestros votos. Determinad ser fieles y leales cada uno a su cónyuge. Es la voluntad de Dios.

adaptado de una lectura de Donald Norbie en calendario devocional “Choice Gleanings”
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 "Todo"

He aquí una pequeña muestra de cómo la Biblia utiliza la palabra "todo".

todos pecaron                           Ro. 3:23  pecado
todo el mundo bajo el juicio    Ro. 3:19  condenación
todo aquel que en Él cree        Jn. 3:16    salvación
todas las naciones                    Ro. 1:5     alcance del evangelio
rescate por todos                     1 Ti. 2:6    expiación
gustase la muerte por todos     He. 2:9     expiación
a todos atraeré a mí mismo     Jn. 12:32   atracción
que todos vengan al arrepentimiento    2 P. 3:9  deseo divino
perdonándoos todos los pecados    Col. 2:13  perdón
 
todo tu corazón
toda tu alma
                   Mt. 22:37    el amor debido a Dios
toda tu mente
todas tus fuerzas            Mr. 12:30
 
todos los días                 Mt. 28:20    presencia del Señor
todas estas cosas            Mt. 6:33    provisión
toda bendición espiritual        Ef. 1:3        bendición
un nombre que es sobre todo nombre  Fil. 2:9    posición de Cristo
todo lo puedo                    Fil. 4:13    poder
toda vuestra necesidad      Fil. 4:19    oración
todo vuestro ser                1 Ts. 5:23    santificación
toda vuestra manera de vivir   1 P. 1:15    santidad de vida
toda vuestra ansiedad              1 P. 5:7        oración
toda diligencia              2 P. 1:5        crecimiento
todo ojo le verá            Ap. 1:7    manifestación 
1 Juan 2:2 declara acerca de Cristo: “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. Cuando dice: “por nuestros pecados” obviamente habla de los creyentes. Luego dice: “no solamente por los nuestros”, y con esto va más allá de los creyentes y dice: “por los de todo el mundo”. No dice: “por los de los escogidos”, ni “por todo el mundo de los escogidos”, sino habla de todo el mundo sin restricción, es decir, el mundo de los seres humanos, el mismo mundo que Dios de tal manera amó en Juan 3:16. La palabra "todo" en esta frase no permite limitar así el sentido de la palabra “mundo”. ¡Cuán grande es el amor y la obra de Dios!
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El Cristo de Salvador Dalí

HAY UN ÓLEO FAMOSO que fue pintado en 1951 por Salvador Dalí. Se titula “Cristo de San Juan de la Cruz” y su ejecución fue inspirada en un dibujo hecho por un místico español, el monje carmelito Juan de Yepes, que vivió en el siglo dieciséis. Cualquiera que haya sido el propósito de ese hombre piadoso al hacer ese dibujo, lo cierto es que Dalí sacó de su obra una interpretación muy personal de la crucifixión.
    Su cuadro muestra a un Cristo crucificado, suspendido en el cielo e inclinado hacia el mundo, que está allí representado por el retrato de los dos pescadores con su red y pequeño bote. Lo que nos llama la atención es el Cristo, que no muestra ninguna señal de sufrimiento. Su cuerpo no está lacerado ni lastimado, no se ve sangre ni defecto físico alguno. No hay tensión ni fatiga en ese Cristo, quien más bien descansa sobre la cruz. Dalí mismo dice acerca de su obra: “Mi ambición estética fue completamente opuesta a todos los cristos pintados por la mayoría de los pintores contemporáneos... Mi Cristo sería hermoso, como el Dios que Él es”.
    La preocupación por un Dios hermoso no permite al pintor la libertad de representar los sufrimientos de Cristo, quien en verdad es Dios. En el citado óleo, hasta la cruz es hermosa, de buena madera lustrada. El cartel que hizo burla a su dignidad divina, queda en blanco. Si pensamos en los pescadores a la orilla del mar -como son representados por Dalí- estaríamos ante un Cristo divorciado de la realidad humana, un Cristo sin sangre, sin dolor, sin lágrimas; un Cristo demasiado bello.
    Muchas personas sienten emoción profunda al estudiar la obra. ¿A quién no le agrada estar en un culto religioso haciendo armonizar sus sentimientos y reflexiones con los actos solemnes allí realizados? Sin embargo, con tal actitud podemos caer en el peligro de hermosear a Cristo, reconociéndolo como un elemento más de una obra artística o de un culto religioso, sin aceptarlo como una persona histórica que aún vive.
    La Biblia dice de Cristo que “no hay parecer en él, ni hermosura”. El Cristo hermoso del óleo, que no vertió ni una gota de sangre, ni sudó, ni derramó una sola lágrima, carece de la vida necesaria para ser el Salvador de los hombres. Por eso, vez tras vez, las Sagradas Escrituras subrayan que “Jesucristo vino en carne”, o sea que Cristo es Dios con cuerpo humano, la segunda persona de la Trinidad.
    Lo hizo para acercarse a la condición humana y expresar el amor de Dios en términos que pudiéramos comprender. Él sufrió en carne propia el drama de la vida común: el desengaño, el cansancio, las lágrimas, la muerte. Colgado en la cruz, lo que le desfiguró tanto fue el hecho de ser contado como un pecador, siendo que Él era perfecto en todo; fue el castigo por nuestros pecados, siendo que era inocente de toda culpa.
    Hermosear a Cristo de esta manera, es sacarlo de la realidad, es colocarlo sobre una pared y olvidarnos que nuestra salvación requería que Él padeciera todo el furor de Dios por nuestra infracción a la ley divina. El Cristo verdadero vive ahora en el cielo y ofrece perdon, salvación y vida a todos los que confían en Él.
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 DIOS EL ESPÍRITU
Parte 9
Camilo Vásquez Vivanco, Punta Arenas, Chile


viene del número anterior, la sección "El Espíritu Cual Señor"

En la esfera de los ancianos como guías de la asamblea:
    La Biblia nos enseña que los hombres que apacientan la grey reciben tres nombres relativos a su función, a saber, obispos como sobreveedores, ancianos por su madurez y experiencia y pastores por su cuidado. Tales funciones no son dones sino campos de trabajo o ministerios a los cuales el Espíritu Santo llama y coloca para el cuidado de la iglesia local: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hch. 20:28). El apóstol antes dice que reunió a los ancianos de Éfeso (Hch. 20:17) de modo que a los tales se les califica en estas tres funciones capacitados por el Espíritu Santo. No es que ser anciano sea un don, pues tal definición no aparece en la Palabra de Dios, se trata de que ellos son hombres facultados porque poseen los dones necesarios para su tarea cuál sobreveedores y pastores. Los ancianos al menos deben poseer el don de la misericordia, de servicio, de exhortación, de la enseñanza, de presidir o dirigir con sabiduría. En este sentido es muy posible que los hombres llamados “pastores” (Ef. 4:11), correspondan a hombres cuál un don como personas y no como dones tales como la enseñanza o la misericordia. Los ancianos cuál pastores son para servicio local en una determinada iglesia porque apacientan con amor a los creyentes de una localidad. Sin embargo los pastores como hombres dados cuál personas, son para la edificación de toda la iglesia (Ef. 4:12) y ellos son especialmente capacitados para enseñar y consolar con su ministerio a muchas iglesias (He. 13:7, 17, 24).
    Ya hemos señalado que a tales hombres llamados ancianos es la iglesia quien les reconoce (1 Ts. 5:12) pues esto está en consonancia con un llamado previo del Espíritu sobre sus vidas, al cual a sí mismo el que ha sido llamado para este oficio, se extiende (1 Ti. 3:1). Nunca ha de sugerirse a algún hermano que sirva como anciano por ser el más antiguo de la iglesia o por sus títulos universitarios, o posición social, tal asunto es obra humana y no un llamado del Espíritu Santo. Es así mismo muy significativo que sea el Espíritu Santo  quién apruebe las desiciones de los ancianos y las avale: “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias” (Hch. 15:28). Es conveniente saber que no todas las decisiones de los ancianos son guiadas por el Espíritu Santo (1 Ti. 5:17 y 19-20) razón por la cual existirá un examen especial para ellos en el tribunal de Cristo (1 P. 5:2-4).

LA COMUNIÓN DEL ESPÍRITU SANTO

“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén” (2 Co. 13:14).

    Históricamente Dios ha tenido una revelación progresiva de Su voluntad con el hombre, por ejemplo, se ve que Su trato con los patriarcas fue distinto al trato con Israel: “Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre Jehová no me di a conocer a ellos” (Éx. 6:3). Sólo Israel llega a conocer a Dios como “Jehová”, nombre que tiene que ver exclusivamente con una comunión de pacto. Entonces podemos decir que el Padre sostuvo comunión con los patriarcas, que el Hijo de Dios tuvo comunión con los apóstoles, y que en esta presente dispensación el Espíritu mantiene comunión con la Iglesia.
    El Señor Jesús declaró a Sus discípulos: “separados de mí nada podeís hacer”, basado en esta comunión con ellos, pues Él estaba presente (Jn. 15:5). Ahora el Señor físicamente está ausente pero nos ha dejado Su Espíritu para estar mucho más cerca de nosotros, como lo asegura Su Palabra: “...y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn. 14:23). De modo que somos invitados a realizar todo por el Espíritu ya que el Señor declaró: “...Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Jn. 16:13). Esto significa que somos invitados a tener comunión con el Espíritu y aprender de Él. Esta tarea la realiza el Espíritu solo con la Palabra de Dios, llenándonos y consolándonos y siempre en comunión con el pueblo de Dios: “para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” (Ef. 3:16). El Espíritu no hace nada separado de la Palabra de Dios y no comunica nada separado del pueblo de Dios: “seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:18-19). A pesar de cualquier incomprensión y desatino en la asamblea, nunca deberíamos  separarnos de ellos pues a pesar de ellos y de nosotros, el Espíritu mora en Su pueblo y nos trae enseñanza que fortalece nuestro espíritu.
    Ahora bien, la comunión del Espíritu Santo tiene que ver principalmente con el mandamiento de no entristecerlo y es necesario entender que esta comunión se rompe por la presencia del pecado. Este mandamiento es dicho en términos corporativos, es decir en el ambiente de la iglesia: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Ef. 4:30), lo que implica que el Espíritu se entristece en aquellos hermanos sobre los cuales nosotros ofendemos con nuestras palabras duras y groseras, por esto nos señala antes de este mandamiento: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Ef. 4:29). Somos nosotros los que entristecemos al Espíritu en otros y esto trae serio deterioro espiritual en la asamblea por lo tanto no existe comunión del Espíritu. Junto con esta verdad hemos de reconocer que el Espíritu se entristece frente a la presencia de cualquier pecado presente en nuestras vidas. Podríamos decir que existen siete aspectos que motivan la tristeza del Espíritu:

1.  El Espíritu de Dios se entristece si frecuento el pecado.
2.  El Espíritu de Dios se entristece si no confieso mis pecados.
3.  El Espíritu de Dios se entristece si ofendo a otra persona con mis palabras.
4.  El Espíritu de Dios se entristece si guardo rencor y amargura.
5.  El Espíritu de Dios se entristece si acostumbro a la ira y el enojo.
6.  El Espíritu de Dios se entristece si no perdono a quién me ha ofendido.
7.  El  Espíritu de Dios se entristece si no busco lo de Cristo en mi vida y en mi asamblea promoviendo la justicia, la paz y gozo en el Espíritu.

    La tristeza del Espíritu es una garantía de que Él está en nosotros y que somos hijos de Dios. Si el Espíritu se entristece la vida del creyente, se entristece, es decir no hay gozo espiritual, no hay crecimiento espiritual y por mucho que ese creyente intente disfrazar su pecado su vida se marchitará. David en su confesión de su pecado decía: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día” (Sal. 32:3), esto es marchitarse por no confesar los pecados (Sal. 32:4-5). En ese periodo cuando David no confesó su pecado, casi un año, el gozo celestial de la salvación no estaba en él (Sal. 51:12), puede haber éxito económico, intelectual, etc, etc, pero no espiritual. El asunto fundamental es que el Espíritu no abandona hoy al creyente como ocurrió con David (Sal. 51:11), sino que se entristece en ese creyente, en su familia y en su asamblea. Ese creyente puede estar aun participando de la cena del Señor en esa condición, sin confesar su pecado con el Espíritu entristecido. La mayor tristeza para el Espíritu en ese creyente, es que tiene que cambiar su ministerio de edificación por el de convencerle de su estado pecaminoso, tal como lo hace con un inconverso (Jn. 16:8).
    En el tema de la “morada del Espíritu” veremos que los creyentes del Antiguo Testamento perdían la presencia del Espíritu Santo por la militancia del pecado. Así pasó con Sansón, David, Saúl y todo otro sobre los cuales incluso se dice: “Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos” (Is. 63:10). Para la iglesia no existe este peligro, pues los creyentes han sido regenerados, sellados y hechos morada del Espíritu Santo, y por muy débil y torpe que sea un creyente, el Espíritu Santo no los abandona pues ha sido enviado para quedarse para siempre “con ellos” y “en ellos” (Jn. 14:16-17). Sin embargo aún siendo templos del Espíritu Santo la comunión del Espíritu Santo se rompe en el creyente de hoy por la presencia del pecado, pues se trata del Espíritu Santo y Él no puede tener comunión con el pecado.
    Los creyentes del Antiguo Testamento igual que nosotros gozaban de la salvación de sus almas y lo hacían en vista de la redención futura para ellos echa en la Cruz. Sin embargo ellos no pertenecen a la iglesia, el nuevo hombre creado por Dios tras la venida del Espíritu Santo. El sellamiento del Espíritu y la morada sucedieron después que el Señor fue glorificado edificando así Su iglesia como una nueva creación (Jn. 7:39; Mt. 16:18; Hch. 2:47; 2 Co. 1:22; Ef. 1:13).

continuará, d.v., en el siguiente número
 

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