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viernes, 29 de junio de 2018

EN ESTO PENSAD - julio 2018

CONTROLA TU LENGUA (II)
Leonard Ravenhill


viene del nº anterior
Una Espada Peligrosa
En el Salmo 64:3 la lengua es comparada con una espada afilada. Por cierto que como espada la lengua ha dañado, herido y matado a más personas que todas las demás espadas en todas las guerras desde el comienzo de la Historia. Lo habrás visto muchas veces. Toma por ejemplo un matrimonio recién casado, que tanto se quieren y tan enamorados están. Pero un día el hombre perdió el control de sí mismo en un enfado y arremetió con la lengua contra su mujer, cortando su corazón y su afecto con unas palabras mal escogidas. Su ira fue en aquel momento incontrolable y, lástima, sus palabras inolvidables. Lo dicho, dicho estaba, y el daño estaba hecho. ¡Cuántas veces deberíamos recordar aquel refrán que dice que no se puede hacer volver la saeta una vez lanzada, ni el agua que ha pasado debajo del puente, ni las palabras que han sido habladas. Como joven aprendí una poesía, cuyas palabras son importantes, aunque no rime al traducirla. Dice así:

    Palabras de ira, nunca las dejes, 
    Saltar de tu lengua descontroladas.
    Hay que arrestarlas lo mejor que puedas, 
    Antes que manchen tus labios.
    Palabras de ira, ¡qué rápido salen! 
    Provocan pensamientos amargos.
    Y rompen los lazos de amor, 
    ¡Sí, con una sola palabra!

    ¿Hay un número más grande que el de las estrellas del cielo, o el de la arena del mar, o el de las hojas de los árboles?  Creo que si pudiéramos sumar todas estas cosas, aún habría un número que sobrepasa la suma de ellas, y es la cantidad de cosas que dice este pequeño monstruo que llamamos la lengua. Es un rebelde incontrolable que vive en una cueva roja cuya entrada está guardada por dos filas de soldados blancos llamados dientes. Piensa en todas las palabras que se hablan en un solo día por las redes telefónicas de todo el mundo. ¿Y cuántas más de ellas vuelan de acá para allá en todo el mundo por las ondas de radio y televisión?  La lengua ha ocasionado más daño que cualquier otro órgano del cuerpo humano.
    Somos responsables por las palabras que decimos. “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mt. 12:36). Nuestras propias palabras nos atrapan (Pr. 6:2). Somos atrapados por nuestros votos y promesas que hemos hecho pero que después no cumplimos. Y también nos atrapan nuestras críticas y juicios precipitados e indebidos. “¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas” (Mt. 12:34-35).
    El corazón humano puede ser como un hoyo lleno de víboras, una cámara de demonios, un pozo de perversidad, y una trinchera llena de porquerías. Realmente es el lugar donde se elabora todo lo sucio y todo el pecado, y la lengua es el mostrador de su género. Es imposible que mis palabras exageren la corrupción que hay en el corazón, y toda la suciedad que de un corazón podrido sale entre los labios. Pero cuando yo haya dicho todo lo que sepa decir acerca de la lengua, lo más fuerte por cierto está dicho en Proverbios 18:21, “La muerte y la vida están en poder de la lengua...”.
 continuará, d.v

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“Traedmelo”   Marcos 9:19

Esta sencilla palabra fue dicha a un padre que estaba perplejo y despesperado por la condición de su hijo. En efecto el Señor Jesús dijo: “Cuando falla la ayuda humana, tráemelo”. Es una invitación del Señor: “Cuando tu hijo está enfermo, o perdido, o quebrantado, tráemelo”. “Cuando ya no sabes qué más hacer para ayudar a tu hijo, tráemelo”.
    “Y se lo trajeron” (v. 20). Entonces, “Jesús, tomándole de la mano, le enderezó, y se levantó” (v. 27). Quiera el Señor hacer lo mismo con nuestros hijos.

Shane Johnson, de una lectura del calendario Choice Gleanings
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¿Gustos, Opiniones o Escritura?
Un jóven adulto inconverso al que testifico, me dijo después de hacerse un “piercing” y un gran tatuaje: “Sé que no te gustan estas cosas”, dando por finalizada la conversación sin que yo participara. Como se suele decir: “para gustos, colores” o “sobre los gustos no hay nada escrito”.  Pero no es cuestión de gustos ni opiniones, así que le respondí: “No importa si me gusta. Lo importante es lo que dice Dios”. En Levítico 19:28 Dios manda: “...ni imprimiréis en vosotros señal alguna”. El asunto es, que a Dios no le gusta, y Él lo prohibe. Cuando Dios ha hablado, no importan los gustos ni la moda.
    Otra persona, creyente, que tendría que saber mejor, me dijo: “Quiero saber tu opinión sobre la política”. Pero ¿para qué quiere saber mi opinión? ¿No es porque quiere que el asunto quede en opiniones para que luego pueda hacer lo que le parece? Imaginemos al pueblo de Dios consultando a un sacerdote o profeta: "¿Qué opinas sobre la idolatría?", "¿Qué opinas sobre el matrimonio entre israelitas y filisteos"? o "¿Qué opinas sobre el volvernos a Egipto?" (véase Jer. 42-43). Hermano, disculpa, pero ¿qué importa mi opinión, o la tuya? Otra vez, como lo que respondí al amigo inconverso, lo importante es lo que dice Dios. Si bien la palabra “política” no aparece en la Biblia, hay preceptos divinos que gobiernan. Por ejemplo: “Mi reino no es de este mundo” (Jn. 18:36). “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mt. 6:33). “Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros...” (Mr. 10:42-43). “Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida” (2 Ti. 2:4). Sólo es una pequeña selección de textos bíblicos pertinentes y capaces de guiarnos si queremos salir del campo de las opiniones a la verdad de Dios.
    Otro creyente pregunto: “¿Qué opinas de la participación vocal de las mujeres en las reuniones?” Otra vez, respondo como siempre deberíamos: “¿Qué importa lo que opino yo?” ¿No es mejor saber lo que Dios enseña y manda en Su Palabra? No es cuestión de votación – ¿cuántos a favor y cuántos en contra? Ni importa más la opinión del rico que el pobre. “¿Qué dice la Escritura?” es la orientación correcta. Dios habla claramente: “vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación” (1 Co. 14:34-35). No es una opinión o punto de vista, sino un mandamiento. Hermanos y amigos, Santiago 1:5 no dice que si a alguien le falta sabiduría, pregunta si a la gente le gusta, o compara las opiniones de varias personas. “Pídala a Dios” es el consejo. Y Dios nos habla en Su Palabra. Luego, sabido lo que la Palabra dice, nos toca obedecer, aunque signifique cambiar nuestros planes, proyectos o asociaciones. Proverbios 12:15 dice: "El camino del necio es derecho en su opinión; mas el que obedece al consejo es sabio".  Santiago 1:22 nos manda: "Sed hacedores de la Palabra". Nada habla de opiniones.
    No pidamos consejo después de tomar decisiones sino antes. Considera el ejemplo feo de los israelitas en Jeremías 42:2-6 que pidieron que Jeremías consultara con Dios si ellos debían ir a Egipto o no. Suenan tan bonitas, tan espirituales sus palabras, como que sólo querían saber y hacer la voluntad de Dios y que por eso consultaban. Pero la verdad era otra. Ya habían decidido lo que iban a hacer, y sólo querían el "visto bueno" o el sello "aprobado" para justificar sus planes. Su camino era "derecho en su opinión". Así que, cuando Jeremías, diez días más tarde, les dio la respuesta de Dios, respondieron: "Mentira dices; no te ha enviado Jehová nuestro Dios para decir: No vayáis a Egipto para morar allí,  sino ... Baruc" (Jer. 43:2-3). ¡Quedaron descubiertos!
    Pero hoy más que nunca la gente suele hablar así, quizás para hacer un sondeo amistoso con varias personas y luego escoger lo que le parece, evitando la cuestión de la Palabra y los mandamientos de Dios. Quiere tratar los temas como si fuesen cuestiones de gustos u opiniones, porque así no hay nada que obedecer. Todo es sujetivo y cada uno puede hacer lo que le parece – como en los días de los jueces. “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jue. 17:6).
    Pero Dios ha hablado, y nos ha dejado un Libro compuesto de 66 libros, donde ampliamente expresa Su voluntad para nosotros acerca de todos los áreas de la vida. Es asombrosa la cantidad de consejos prácticos que contiene solo el libro de Proverbios. Y si leemos las epístolas vemos también gran cantidad de consejos para nuestra vida. ¿Hasta qué punto quiere Dios dirigir nuestras vidas? “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Co. 10:31).
    Así que, en lugar de hacer sondeo de opiniones y gustos, sería mejor pedir un consejo bíblico, algo así: “¿Qué dice la Palabra de Dios acerca de tal cosa?” Debemos vivir para agradar a Dios en todo, y para hacer eso, toda parte de nuestra vida debe ser guiada por él, no por gustos y opiniones.
 Carlos Knott

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LOS TELÉFONOS: Útiles pero capaces de causar estorbos.
Hermanos, para prevenir toda distracción o estorbo, rogamos apagar el teléfono o ponlo en modo avión durante las reuniones. No es aconsejable "modo silencioso", porque así tendrás la tentación de mirar los mensajes o incluso como algunos, estar escribiendo WhatsApp o correo electrónico durante la reunión, lo cual es una falta de reverencia. Si quieres usar el teléfono como reloj, o para grabar los estudios, o para leer un texto bíblico, bien, pero sin conectarte a la red.


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Sistemas De Seguridad


Hoy día se invierte mucho dinero en sistemas de seguridad para proteger nuestras casas, vehículos y sobre todo nuestras personas. Pero pocos conocen el peculiar sistema de seguridad que tenía el Generalísimo de Japón en el siglo XVII. El Castillo de Nijo en Kioto, Japón, es una obra maestra que demuestra el esplendor oriental de aquel tiempo. Los visitantes que caminan por los pisos de este edificio pueden constatar que han sido construidos para chirriar como pájaros aun con las pisadas más suaves. Esto servía como un sistema de seguridad para el General, pues nadie podía venir sigilosamente para asesinarlo.
    Esta característica ingeniosa resalta dos cosas que preocupaban al gobernante: el temor a los desconocidos y su seguridad personal. Estas preocupaciones no se limitan a los jefes de estado; son innatas en el corazón de todos los hombres. Por eso, aun en este tiempo, se emplea la más sofisticada tecnología para diseñar sistemas de seguridad.
      Lo más extraño es que la mayoría de las personas no toma ninguna precaución para proteger su posesión más valiosa, e ignoran que a su disposición está una seguridad absoluta. Si protegemos y aseguramos lo que no podemos guardar para siempre, ¿no debemos tener mucho más cuidado con lo que es eterno? Si tememos lo desconocido que puede afectar solamente nuestro bienestar físico o financiero, ¿no deberíamos temer aún más las consecuencias eternas que pueden afectar el cuerpo, espíritu y alma?
    La Biblia claramente enseña que lo que los hombres llaman "desconocido" puede conocerse plenamente. Dios ha revelado en Su Palabra que hay una eternidad después de esta vida. Hay una vida eterna y un cielo para todos los que, arrepentidos de sus pecados, confían en Su Hijo como Señor y Salvador. También hay un castigo eterno y separación de Dios para todos los que no se arrepienten, no creen, sino escogen su propio camino. El destino de una persona se puede conocer de este lado del sepulcro, evitando el espectro de lo "desconocido".
    Además, Dios nos ha dicho en Su Palabra cómo podemos estar seguros de cuál será nuestro destino eterno. La Biblia dice: "Cristo...murió por los impíos" (Romanos 5:6) y "El que cree en el Hijo tiene vida eterna" (Juan 3:36).
     El Generalísimo japonés usó el mejor método del siglo 17 para garantizar su seguridad física. Pero, ¡qué trágico es depender de otra cosa en vez del único medio confiable de seguridad espiritual que existe! Dios no le pide que dependa de sus experiencias o sentimientos, sino de la certeza de la obra de Jesucristo en la cruz, y de Su Palabra. "Estas cosas os he escrito... para que sepáis que tenéis vida eterna" (1 Juan 5:13). Es solamente la obra de Cristo en la cruz, sufriendo por nuestros pecados, que nos hace aptos para el cielo. "Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 Pedro 3:18). Sólo Él puede darte salvación segura y eterna.
Dr. A. J. Higgens

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Seamos Creyentes Diligentes

Texto: 2 Pedro 1:1-15

    Observamos que la lectura empieza con el nombre del escritor: Simón Pedro, y se identifica como siervo y apóstol de Jesucristo. Escribe a los que han alcanzado una fe igualmente preciosa que la de los apóstoles. Es hermoso y animador saber esto nosotros los que hemos venido al Señor tantísimos años después de los tiempos cuando fue escrito el Nuevo Testamento, que hemos alcanzado una fe igualmente preciosa – no ha perdido nada de su valor y poder.      
    En la primera carta escribió a los de la diáspora, los expatriados, llamándolos elegidos según la presciencia de Dios. Así que, en la primera epístola han sido elegidos. En la segunda han alcanzado esta fe preciosa. Es cierto, hermanos, que Dios elige, pero no es nada caprichoso, sino según Su presciencia. Vamos a dejarlo allí porque Deuteronomio 29:29 dice que las cosas reveladas son nuestras y las ocultas son de Dios.
    La fe viene por el oír (Ro. 10:17), es cierto, pero también en Romanos 12:3 Pablo habla de la medida de fe que Dios ha repartido a cada uno. Así que está el lado humano y la responsabilidad humana, pero también está el lado divino, por el cual podemos alegrarnos.
    En el versículo 2 les desea la multiplicación de la gracia y la paz en el conocimiento de Dios y del Señor Jesucristo. Sólo los que somos creyentes hallamos gracia y paz en este conocimiento, ya que los incrédulos al conocer a Dios conocen Su justicia y Su justa condenación del pecado.
    En el versículo 3 Pedro nos informa que nos ha dado todas las cosas que pertenecen a la vida y la piedad. Estas cosas han sido dadas – son regalos de Dios, no son cosas ganadas ni merecidas por nosotros. Él las ha dado por Su divino poder, lo cual garantiza que las tenemos todas. 2 Timoteo 1:9 dice que Dios nos llamó y nos salvó según el propósito Suyo, “en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos”. ¡Cuán grande es la obra que Dios propuso y ha hecho en nosotros! No alcanzamos a entenderla toda, pero la disfrutamos.
    Ahora bien, en el versículo 5 encontramos estas palabras: “vosotros también”, dirigidas a los receptores de la carta y también a nosotros como lectores posteriores. Pasa de hablar de lo que Dios ha hecho, a hablar de lo que debemos hacer nosotros los creyentes. Nos llama a poner toda diligencia. Después de todo lo que Dios en amor y poder ha hecho a favor nuestro, aquí hay algo importante que Él espera que hagamos nosotros. Romanos 12:11 dice que no seamos perezosos en lo que requiere diligencia. No es sabio ni saludable que un creyente sea perezoso, ni espiritualmente ni de otra manera. Aquí Dios demanda de nosotros la diligencia. No podemos crecer sin diligencia, y somos nosotros los que tenemos que añadir y poner lo que indica en los versículos siguientes: virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal y amor. Dios no añade estas cosas – las debemos añadir nosotros. No es cuestión de naturaleza, personalidad, temperamento, cultura ni otras cosas. Todo creyente debe poner toda diligencia para añadir estas cosas a su vida. Así que el Señor nos ha dejado con un buen trabajo personal que nos mantendrá ocupados hasta que Él venga.
    El dominio propio, por ejemplo, es importante porque como Proverbios 16:32 indica, el que tiene dominio de su espíritu es mejor que el que conquista una ciudad. Es tomar las riendas y no dejarse llevar. Es poder controlarse a uno mismo. A Dios le importa esto tanto como las demás cosas en los versículos del 5 al 7. Hermanos, parece que algunos todavía no han aprendido que la responsabilidad del creyente es mucho más que ir a las reuniones y procurar no pecar.  Dios nos equipa y nos manda cultivar la piedad en nuestro carácter y comportamiento cotidiano. Podemos hacerlo porque el versículo 3 ya nos dijo que Dios ha provisto todo lo necesario, con que nadie diga: “no puedo”.
    Pasando al versículo 8 leemos: “Porque si estas cosas están en vosotros y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”. Es una explicación que Pedro da, comienza con “porque”, y a continuación hay dos palabras importantes: “están” y “abundan”.  Puede que estén estas cosas en nosotros pero no abundan y el Señor Jesucristo ha venido para que tengamos vida en abundancia. Lo espiritualmente bueno debe abundar en nosotros, y es nuestro trabajo hacerlo abundar. Por ejemplo, somos llamados a abundar en toda buena obra (2 Co. 9:8), en la conducta que agrada a Dios (1 Ts. 4:1) y en amor fraternal (1 Ts. 4:9-10). Pablo desea que nuestro amor abunde más y más en ciencia y todo conocimiento (Fil. 1:9). Así que, hermanos, hemos de poner mucha atención en la presencia y la abundancia de estas cosas en nosotros que Dios dice que añadamos a nuestra fe.
    En el versículo 10 leemos así: “Hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección”. Habla a creyentes: “hermanos”, y habla de nuestra responsabilidad: “procurad hacer firme”. Es un esfuerzo, una actividad deliberada. No es nada pasivo. Cuando un joven quiere hacer crecer sus músculos, y quiere hacerlos firmes, a lo mejor adquiere unas pesas y comienza a hacer ejercicios físicos y control de dieta y cosas así, porque sabe que así conseguirá el resultado que desea. ¿Por qué no solemos pensar así acerca del crecimiento y la firmeza en las cosas del Señor? Si queremos esta firmeza, hay que hacer más que admirarla, o soñar con ella, hay que esforzarnos, disciplinarnos y regularnos en lo espiritual. Pablo dice a Timoteo: “Ejercítate para la piedad” (1 Ti. 4:7). Pero en las iglesias hay quienes tienen más metas para lo físico o material que para lo espiritual. Se desarrollan cuerpos, mentes, negocios, etc. pero espiritualmente son subdesarrollados, anémicos. En Efesios 4:1 Pablo escribe: “os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados”. Hermanos amados, nosotros como creyentes tenemos vocación cristiana. Es más que tener perdón de pecados y estar esperando ir al cielo un día. El Señor nos ha dado una vocación.
    En Colosenses 3:1 se nos dice que busquemos las cosas de arriba, no las de abajo. Esto es vivir para Dios y glorificarle en todo. Dios nos ha dado una gran vocación. Hagámosla firme – estable, constante. Así no caeremos jamás, y tendremos una amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador. Grande es la obra que Dios ha hecho, salvándonos y haciéndonos partícipes de la naturaleza divina, dándonos todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. Nos ha equipado completamente para la gran obra que Él nos manda hacer, de añadir a nuestra fe, de cultivar un carácter y un comportamiento que agradan a Dios. Dios hizo muy bien Su parte. Hagamos bien la nuestra, para Su gloria. Amén.

tomado de un estudio dado por J. Álvarez, anciano en la asamblea en Avilés (Asturias)
  
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Consejos de John Newton

Con todos los disturbios políticos en varias partes del mundo, cuán importante es que los creyentes se mantengan al margen de todo eso y se dediquen a predicar el evangelio y hacer discípulos. El Señor nos ha sacado del sistema de este mundo, y no quiere que nos volvamos a meter allí. Citamos nuevamente una carta del piadoso predicador John Newton (compositor del himno “Sublime Gracia”), a un amigo predicador que expresó interés en la política.
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  Apreciado amigo,
      Permíteme decir que oír que un ministro cristiano como usted piensa que merece la pena intentar reformas politicas, me ha causado asombro y preocupación. Cuando veo alrededor mío el estado de la nación, semejante intento me parece nada menos que vano y necio,¡como sería pintar la cabina mientras se hunde el barco!
         Cuando nuestro Señor Jesús estuvo sobre la tierra, Él rehusó meterse en disputas o la política: “¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?” (Lc. 12:14). “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” (Jn. 18:36). Los hijos de Dios pertenecen a un reino que no es de este mundo; son extranjeros y peregrinos sobre la tierra, y parte de su carácter bíblico es que son “los mansos de la tierra” (Sal. 35:20).
          ¡Satanás tiene muchos artilugios e inventos para divertir y ocupar a la gente, para ocultar de sus pensamientos el verdadero peligro en que están!
         Mi apreciado señor, mi oración a Dios por usted es – que Él le induzca a emplear los talentos que le ha dado para señalar al pecado como la gran causa y origen de todo mal que existe, y para motivar a los que le aman a suspirar y llorar por nuestras abundantes abominaciones, en lugar de malgastar el tiempo en especulaciones políticas por las cuales pocos de ellos son competentes. Anímeles a ponerse en la brecha orando que pueda ser detenida la ira de Dios y prolongada Su misericordia a nuestra nación. Esto, creo yo, es el patriotismo verdadero – la mejor manera en que los ciudadanos privados pueden servir a su patria”.
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    En 2 Samuel 7:3 vemos el consejo incorrecto dado por Natán al rey David: “Anda, y haz todo lo que está en tu corazón, porque Jehová está contigo”. Esa misma noche el Señor habló con Natán y corrigió su error. Vemos que aun un piadoso como David puede tener en el corazón algo que no es la voluntad de Dios. Desea hacerlo, pero no debe. El hecho de que puedas hacer algo no significa que debes. Hay quienes tienen la carisma, las ideas, el dinero y los amigos para organizar una campaña y tal vez ganar. Pero eso no quiere decir que deban, ni pueden demostrar bíblicamente que eso sea la voluntad de Dios. No valen frases como “Dios me dijo” o “Dios me guió”, porque lo que Dios dice está claramente expuesta en Su Palabra, y nunca nos guía en contra de ella. Ni que digan: "La Biblia no lo prohibe", porque la Biblia no prohibe expresamente muchas cosas que no son la voluntad de Dios. En el Salmo 73 son los del mundo los que “logran con creces los antojos del corazón” (v. 7).


 

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