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martes, 31 de julio de 2018

EN ESTO PENSAD - agosto 2018

LA BOMBA

     Un hombre tiene un pozo de agua cerca de su casa, y una bomba espléndida colocada encima. Aunque la bomba en sí es un mecanismo perfecto, el hombre nunca ha podido sacar agua buena de aquel pozo. Antes al contrario, cuant o más trabaje con la bomba, peor está el agua que sube.
    Un día este hombre tiene visita de alguien que resulta ser experto en estos asuntos. Y éste le explica que si perfora una gran roca que está cerca, sacará de abajo una amplia cantidad de agua pura. Desesperado, el hombre hace el experimento, y después de unos días de trabajo perfora la roca y halla el manantial esperado, resultando en una fuente de agua viva, pura y refrescante que sale con gran fuerza.
    Ahora bien, ¿piensas que aquel hombre traerá ahora su bomba del pozo y la colocará sobre aquel manantial que chorrea agua buena? 
    ¡Por supuesto que no! No es que tenga queja alguna de la bomba. Está tan buena como siempre. Pero ahora tiene aguas vivas de una fuente nueva, cual él nunca hubiera podido sacar del pozo con la bomba.
    Ahora vamos a aplicar esta figura sencilla. “La ley no fue dada para el justo” (1 Ti. 1:9). En sí la ley es “santa, justa y buena”, pero cuando fue aplicada al ser humano en la carne, como la bomba que fue aplicada al pozo malo, sólo podía sacar lo que había allí.
    ¿Cuál entonces fue el requisito de la ley? Gálatas 5:14 nos dice: “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Sí, demandaba amor, pero salía odio perfecto, y no sólo esto, sino odio a Aquel que merecía sólo amor. “Me aborrecen sin causa” (Sal. 69:4). Entonces, se acabó lo del pozo viejo, y la bomba que sólo hacía su condición contaminada más y más obvia.
    Ahora miremos al otro lado de la cuestión, ¡y qué contraste más refrescante es ir de lo viejo a lo nuevo! Pero, puede preguntarse, ¿qué es este manantial nuevo? No es nada menos que el Espíritu de Dios —el Espíritu de vida en el alma del creyente (Jn. 4:14; 20:22; Gá. 5:22-25). El Señor Jesús dijo en Juan 7:38-39, “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él”.   
    ¿Y qué sacamos de esta fuente nueva? Pues, el primer fruto producido por el Espíritu es justo la cosa que la Ley demandaba, pero no podía producir, esto es: “amor” (Gá. 5:14, 22).
George C. Cutting
traducido y adaptado de un artículo en la revista “Uplook”, febrero del 2007
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“Lejos está de los impíos la salvación, porque no buscan tus estatutos”.  Salmo 119:155

    Un alemán afligido de conciencia devolvió a la iglesia en Hastings una Biblia que hacía 42 años él había hurtado. ¡El ladrón no había llegado a leerla! El tesorero de la iglesia comentó que no le parecía de mucho valor esa Biblia. Dijo: “Antes solían sacarla en las comidas y leerla a los niños, pero por supuesto hoy no hacemos esas cosas”.
    ¿Cuál de ellos era el peor? ¿El que nunca la leyó? ¿El que no apreció su valor? ¿O los que dejaron de leerla a sus hijos?

 
   Ama a la Biblia que Dios nos ha dado,
    Pues nos enseña divina verdad.
    Cristo es su tema, el Hijo entregado,
    Para salvarnos de nuestra maldad.

    Ama a la Biblia, lee la Biblia,

    Sigue a la Biblia, de Dios es el don.

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CONTROLA TU LENGUA (III)

Leonard Ravenhill

viene del nº anterior
Una Historia Que Va Rodando
Las piedras rodantes no son musgosas, pero en una historia que se cuenta chismeando una y otra vez, sí que hay algo que crece allí. Cada vez que la repitamos, añadimos algo y quitamos algo, hasta que al final no se parece en nada a lo que era en el principio. Un trozo jugoso de chismorreo empieza como un cuchicheo, en voz baja, y crece y sube de tono hasta que se transforma en un tumulto, y alguien queda quebrantado de corazón. ¿No te parece que Proverbios 10:19 tiene razón cuando dice: “En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente”? Y pregunto lo mismo acerca de Eclesiastés 10:14 que retrata el necio así: “El necio multiplica palabras”.
    ¡Cómo cantamos a veces (llenos de auto-compasión) de que sufrimos innecesariamente! Que alguien escribiera una estrofa sobre la pena innecesaria que ocasionamos a otros cuando les laceramos, les herimos, y les llenamos de moraduras con nuestras lenguas. Quiero hacer sonar una nota de alarma y advertencia acerca del lenguaje irreverente, demasiado casual y exagerado que se oye de los que predican. ¡Qué cosas más asombrosas salen de sus labios hoy, y cosas que no pueden ser justificadas por las Escrituras!
    Esta misma semana hablé con un ex-deportista que lo dejó y se dedicó a predicar el evangelio... y es un hombre muy piadoso. Él irrumpió en lágrimas mientras relataba acerca de la infamia y el engaño que algunos cristianos empleaban contra él. Me dijo con lágrimas: “Señor Ravenhill, he sufrido el asesinato de mi carácter”. Le respondí: “Amigo, padeces de un engaño bastante común entre creyentes. No hay nadie que pueda asesinar tu carácter, porque tu carácter es lo que Dios sabe que eres. Tu reputación es lo que los hombres piensan que eres. Puede que ellos hayan mentido, arruinado tu reputación, y hecho que sea casi imposible para ti el entrar en otros púlpitos, pero acuérdate de esto (y tú también, lector, acuérdate de lo que lees): “El único que puede arruinar tu carácter eres tú. Dios no escucha el chismorreo excepto para juzgarlo. El único que te puede hacer bajar o subir en la estimación de Dios eres tú – por tu obediencia o por tu desobediencia”.

Los Productos De La Lengua

    Los cristianos de hoy en día, ¿han hecho mejor que los de Corinto?  Ellos no tenían una Biblia para leer, pero Pablo les escribió con mucha franqueza: “Pues me temo que cuando llegue, no os halle tales como quiero, y yo sea hallado de vosotros cual no queréis; que haya entre vosotros contiendas, envidias, iras, divisiones, maledicencias, murmuraciones, soberbias, desórdenes...” (2 Co. 12:20). Todos esos son productos de la lengua. Amigo, antes de ir más lejos, hazte una lista. ¿Has estado involucrado de alguna manera en debates vanos y ridículos, discutiendo como un deporte, sólo para ganar al otro o hacer prevalecer tu punto de vista? Muchas veces ganamos la discusión a coste de perder al amigo. Pablo dijo que entre los que profesaban ser cristianos había contiendas, envidias, iras, divisiones, maledicencias, murmuraciones, soberbias y desórdenes.
    Creo que después de Jesucristo nuestro Señor, Pablo era el predicador de más potencia y renombre que ha vivido. Pero cuando él escribió a los corintios, les dijo así: “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor” (1 Co. 2:1-3). Eso no se parece al apóstol Pablo que pensamos que conocemos, que se vestía de toda la armadura de Dios, destruyendo fortalezas y poniendo en fuga a los demonios.
    Pero él continua en el versículo 4, “y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría...” No dudo que él era un predicador fascinante y que su elocuencia dejaría a cualquiera atónito por lo que hacía con las palabras. Su trabajo fue glorificar al Señor Jesucristo. Si predicamos y después la gente se acuerda de nosotros, lo hemos perdido. Él dice que su predicación no fue con palabras persuasivas de humana sabiduría: “sino con demostración del Espíritu y de poder”. Él no pasaba horas, como algunos predicadores, seleccionando las palabras más fascinantes y llamativas. Tal vez debemos llamarlas “palabras carnales”.  Su preocupación era proyectar a Jesucristo solo y a Él crucificado. No había nada gracioso, casual o carnal en lo que decía, y sin lugar a duda, él nunca dijo tonterías.

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"En la lengua consisten los mayores daños de la vida humana".
- Cervantes 
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¿Cuántos hay en las iglesias que hacen esto? 

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 Una Conversación Conmigo Mismo
unos instantes frente al espejo


Dedicado a quienes necesitan tener esta franca conversación.
¿Sabes, mi querido Yo, que a veces pienso que eres puro engaño: un simple simulador. No eres lo que deseas que crea la gente, y lo sabes. No me lo puedes negar, pues conozco todos tus secretos. Juegas con dos barajas y lo sabes muy bien. Los demás ven tu fachada, tu "cara y comportamiento de reunión", pero yo te veo en todo momento.
    Cuando cometes algún error, culpas a los demás, aunque te conste que la culpa es tuya. Siempre tienes lista alguna excusa cuando no haces el bien que debes, pero sabes en lo íntimo que no lo haces porque no tienes ganas. En otras palabras, eres demasiado perezoso, demasiado egoísta.
    Hablas acerca de los pecados que no cometes, pero bien sabes en el fondo de tu corazón que la única razón por la cual no los cometes es por los convencionalismos sociales o el miedo de ser descubierto. Haces muchas cosas que bien sabes que son malas, pero porque las hacen los demás crees que no lo son tanto. Cometes otros pecados con tu pensamiento y tus acciones, y te sientes inocente porque crees que nadie se ha enterado. Pero sabes que Dios lo ve y lo sabe todo, y tal vez a ello se deban muchos de tus conflictos internos.
    Dices ser religioso y cristiano. Pero, ¿qué clase de cristiano eres? Apenas en la epidermis. ¿Qué te importan realmente Cristo y Su voluntad para tu vida? ¿Qué diferencia habría si realmente entregaras tu vida a Cristo? ¿Qué asuntos tendrías que cambiar,qué cosas confesar y rectificar?
    Piénsalo en serio, y entenderás por qué Jesucristo dijo en Mateo 23:25 "...hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia".  El  Espíritu Santo advierte a los que "profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra" (Tito 1:16). Es tiempo de andar en la luz, confesar lo que eres, arrepentirte y clamar al Señor para ser salvo de verdad.
 

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Un Ejemplo De Pura Adoración


Texto: Apocalipsis 4:1-11

Juan vio una puerta abierta, pero un día esa puerta se cerrará. Gracias al Señor entramos por ella y nos escaparemos de la tribulación, la hora de ira que ha de probar al mundo entero. En ese mundo no estaremos, por la gracia de Dios.
    Entonces, en el cielo Juan vio una escena hermosa de adoración alrededor del trono de Dios. Vio a los 24 ancianos delante del trono celestial, los cuales representan el sacerdocio de todos los creyentes. Vio también a los cuatro seres vivientes, los mismos que en Ezequiel 1, que luego en Ezequiel 10:19-22 son llamados querubines. Todo ser que estuvo delante del trono adoraba a Dios. Hermanos, el que no adora a Dios no tiene lugar en el cielo.
    En los versículos 10-11 vemos a los veinticuatro ancianos adorando, postrados. No adoran a una imagen esculpida, tallada o fundida, sino sólo a Dios, al “que está sentado en el trono", "al que vive por los siglos de los siglos” – nadie menos que el Dios único y eterno. Allí nadie rinde culto a vírgenes, santos o ángeles. Pongamos atención en cómo hablan. En el versículo 11 leemos: “Señor, digno eres”, porque la adoración es eso – dirigirse directamente al Señor y estar ocupado con Él, Su Persona, atributos y obras. No se dirigen unos a otros, dando “un pensamiento”, o compartiendo algo, sino directamente al Señor. No dan sermones, estudios ni exhortaciones, sino hablan al Señor de Su dignidad. Es su único tema.
    En cambio, parece a veces que nosotros pensamos que la Cena del Señor es un culto libre para que cualquier hermano pida cualquier himno, o dé un pequeño estudio, o comparta algo interesante. No es así. Solemos dar pequeños estudios o sermoncitos, pero realmente debemos estar ocupados con el Señor, Su Persona, atributos, obras, y por supuesto, Su dignidad. De eso hay que hablar y cantar, no de otras cosas, tomando ejemplo de los que adoran en el cielo.
    En la escena en Apocalipsis 4 disfrutaban de esa presencia divina. Al atribuirle dignidad están reconociendo – no dando – porque el Señor es digno, lo reconocemos o no. Pero la adoración es reconocerlo y hablar de Él. Bendecir a Dios es hablar bien de Él, no hablar de otras cosas. Gloria – honra – poder, todo es Suyo, pero es nuestro privilegio reconocerlo, admirarle y hablar bien de Él con acción de gracias. Los veinticuatro ancianos echaron sus coronas delante del trono de Dios. Fue un acto de adoración – ofrecerle algo de valor. Se desprendieron de lo que tenían de valor, dándolo al Señor de que han recibido todo, reconociendo así Su dignidad.
    En el versículo 11 leemos: “porque tú creaste todas las cosas”. Hablaron de las obras de Dios, no de los deberes de ellos. No criticaron al mundo ni hablaron de los impíos. No se exhortaron unos a otros. Todo fue dicho directamente al Señor. Es la más pura adoración – no hablar con los hombres acerca de Dios, sino directamente a Dios. Él que hizo el mundo vino al mundo para salvarnos (Ap. 5:9). Hablaron de Su poder y Su voluntad. Estuvieron totalmente ocupados con el Señor y Sus obras.
    Esto va de acuerdo con los cuatro seres vivientes que antes, en los versículos 8 y 9, habían adorado delante de Dios. Siempre dan gloria, honra y acción de gracias a Dios (v. 9). Esto es adorar. En el versículo 8 los vemos proclamando Su santidad, algo parecido a los serafines en Isaías 6:1-3. Los de Isaías son serafines, y aquí en Apocalipsis son querubines. Pero todo ser que habita en la presencia de Dios le adora.
    Volviendo al versículo 11, los veinticuatro ancianos declararon que Él es el Creador de todo, y por Su voluntad existimos. Debemos vivir para hacer la voluntad de nuestro Dios y Creador. No somos nuestros. Él nos compró y tiene un plan para nuestra vida. En la presencia de Dios las criaturas no hablan de su propia voluntad, sino de la de Dios, porque es la única que vale. Parece que nos cuesta aprender esta lección, porque pasamos demasiado tiempo en la vida tratando de conseguir nuestra voluntad, nuestro plan, nuestras ideas, cuando la única voluntad que realmente importa y vale es la de Dios. Por eso la oración en Mateo 6:10, “hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.
    Y en el versículo 11 de nuestro texto, explica la dignidad del Señor. “Porque” dice, indicando una razón. La razón primera es la creación. Todo es Suyo por creación, y por ese motivo nuestro Dios es digno de alabanza.
    “Por tu voluntad” dice, y eso debe causar admiración en nosotros, al ver que Dios que todo lo sabe quiso crear el mundo y nosotros. “Por tu voluntad existen”. Él sostiene todo. “Por tu voluntad...fueron creados” – Él es el origen de todo. “En el principio creó Dios...” Amén.  Él tiene una voluntad y un plan, mucho más grande y mejor que nuestras ideas temporales. Formamos parte de Su plan eterno. Adorémosle por Su poder, voluntad y dignidad. Demos gloria al Dios que quiso crearnos, y quiso redimirnos. Busquemos y hagamos Su voluntad, y cada día de nuestra vida adorémosle como hacen en el cielo.

de notas tomadas en un estudio dado por Lucas Batalla, 10-12-17

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 “Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios, diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado” (Ap. 11:16-17).

Para los que deseamos mejorar como adoradores, he aquí un aspecto de la adoración que frecuentemente es pasado por alto: es simplemente apreciarle en voz alta, o darle gracias al Señor por quién es y lo que hace. Las expresiones vocales de acciones de gracias forman parte de la adoración celestial. No es necesario pensar en algo elocuente que decir para adorar. En el cielo adoran todos, porque están todos agradecidos. ¡Hermanos, que también se escuchen con frecuencia esas sencillas y sinceras acciones de gracias en nuestras reuniones aquí en la tierra!


El ministerio se dirige a los hombres. – El que profetiza o enseña habla a los hombres en nombre de Dios.

La adoración se dirige a Dios, no a los hombres.  – El que adora en público habla a Dios en presencia de los hombres.
Carlos

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