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viernes, 18 de abril de 2008

EN ESTO PENSAD -- ABRIL 2008 -- Nº 64

31 Reyes: Victoria Sobre el Yo -- Parte II

III. AUTO-INTERÉS
Es otra de las formas de la vida egoísta que debe ser rendida. El amor “no busca lo suyo” (1 Co. 13:5). Su objetivo no es alcanzar algún fin personal, sino beneficiar a otros y glorificar a Dios. La gran ocupación de la gente de este mundo es buscar sus propios fines, engrandecimientos, honores y placeres. Pero la vida consagrada tiene un sólo propósito: el de buscar “primeramente el reino de Dios y su justicia”, y descansar en Su voluntad, sabiendo que “todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33).


IV. AUTO-COMPLACENCIA

Este es el espíritu de Anac, el del cuello largo. Es el espíritu orgulloso – el orgullo que nos lleva a deleitarnos en nuestras propias cualidades y apoyarnos satisfechos en nosotros mismos.
Es muy distinta a la vanidad, la cual busca la aprobación de otros. El espíritu de auto-complacencia está tan satisfecho consigo mismo que le importa poco la opinión de otros y tiene una independencia altiva que has
ta desprecia su crítica y se eleva por encima de su alabanza. Es su propio dios.
Es una de las formas más sutiles de la vida egoísta y tiene una grandeza altiva que ciega a su posesor en cuanto a su peligro y su profunda pecaminosidad.

V. AUTO-GLORIFICACIÓN
Esto es lo inverso a la auto-complacencia. Es el protagonismo de buscar alabanza de otros antes que de uno mismo. Uno puede ser muy pequeño en sus propios ojos y, por esta misma razón, intentar brillar en los ojos de los demás.
Una señora de alto rango no depende de su ropa o sus adornos para su posición, sino que suele ser muy sencilla. Es la falta de verdadera grandeza que hace a la presumida mariposa social ir de flor en flor en la sociedad, ansiosa por atraer atención por su llamativa exhibición.
La auto-glorificación hace alarde de sí misma e infla su burbujita porque es tan pequeña. No hay criatura tan diminutiva en sus verdaderas prop
orciones, cuando mermada a sus dimensiones reales, como el presumido.
La vida verdaderamente consagrada no desea nada de esto. Es consciente de que no es nada y sabe que depende únicamente de Dios para todo lo que pueda poseer. Por eso cubre su rostro con el velo de Su hermosura, y se viste de Su justicia y se esconde en Su seno, diciendo: “Ya no vivo yo, mas
vive Cristo en mí” (Gá. 2:20).

VI. AUTO-CONFIANZA
Esta es una forma de vida egoísta que depende de su propia sabiduría, fuerza y justicia. Es Simón Pedro diciendo: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (Mt. 26:33).
Es el hombre de fuerte sentido común y auto-dependencia. Cree en su propia opinión. Se fía de su propio juicio. Se ríe de los que hablan de la dirección divina y la guía del Espíritu Santo.
Este espíritu debe morir antes que podamos establecernos en la fu
erza de Cristo. Por eso, las naturalezas más fuertes tendrán que fallar muchas veces para llegar al fin de sí mismos y ser guiados, como Pedro, a apoyarse en Dios, y como Jacob con el muslo herido, a proseguir dependientes de allí en adelante de la fuerza de Dios.
Estrechamente aliada con la auto-confianza está la

VII. AUTO-CONCIENCIA
La auto-conciencia siempre piensa en sí misma y siempre está cubierta con su propia sombra. Cada hecho y mirada y palabra es estudiada. Cada sentimiento y estado interno es morbosamente fotografiado sobre los sentidos internos.

A veces nos volvemos conscientes de nuestro propio organismo físico. Vigilamos nuestra respiración, nuestro pulso, nuestra temperatura y nuestro estado físico. Llevamos continuamente una conciencia morbosa de nuestras funciones y condiciones. Toda la sencillez desaparece. Estamos atados a nosotros mismos como un hombre con la mano en su propio cuello intentando de arrastrarse de un lugar a otro.
Es una terrible esclavitud. Dios quiere que tengamos la libertad d
e un niño sencillo, que sin pensar actúa de sus impulsos espontáneos con hermosa libertad. No quiere que veamos el resplandor de nuestros rostros, ni que seamos conscientes de nuestros hechos santos ni que tomemos nota de cada sacrificio y servicio; sino que quiere que, cuando al fin venga y nos diga: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber” (Mt. 25:35), seamos tan olvidadizos de nosotros mismos que respondamos “¿Cuándo te vimos hambriento…o sediento?” (Mt. 25:37).
¿Cómo deshacernos de esta miserable auto-conciencia? Sólo adquiriendo una conciencia más alta: la presencia de nuestro Señor, y un propósito y objetivo más allá de nosotros mismos: vivir para Dios y para los demás. Reconocer que Él vive por nosotros y en nosotros, en esos dulces impulsos espontáneos q
ue son los verdaderos fuentes de los hechos.
A.B. Simpson (continuará, d.v., en el próximo número)


¿Hacedores o Engañados?

“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente
oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Stg. 1:22).

Algunos tienen la idea equivocada de que si asisten a reuniones, conferencias, encuentros y retiros cristianos están haciendo la obra de Dios. Desde el púlpito y en todas partes se habla de lo que debemos hacer y, a pesar de esto, nos engañamos frecuentemente pensando que hacemos Su voluntad. Lo que en realidad sucede es que aumentamos nuestra responsabilidad y nos engañamos a nosotros mismos, pensando que somos espirituales cuando en realidad somos muy carnales. Nos engañamos al suponer que estamos creciendo espiritualmente cuando la verdad es que estamos estancados y nos engañamos imaginando que somos sabios cuando somos patéticamente necios.
El Señor Jesús dijo que el hombre sabio es aquel que escucha Sus palabras y las hace. El hombre necio también las escucha, pero no las hace.
No basta con escuchar un sermón y luego marcharse diciendo: “Q
ué mensaje tan maravilloso”. Lo apropiado es decir: “Haré algo con lo que he oído”. Un buen sermón no sólo ilumina la mente, calienta el corazón y nos reprende y conmueve, sino que también provoca la voluntad a la acción.
Un domingo, cierto predicador interrumpió su sermón para preguntar a su congregación cuál era el nombre del primer himno que habían cantado esa mañana, y nadie lo supo. Luego preguntó qué pasaje de la Biblia se había leído, pero nadie pudo recordarlo. Preguntó qué anuncios se habían dado, y un gran silencio se hizo en el lugar. La gente estaba jugando a iglesia.
Antes de cada reunión, haríamos bien en hacernos estas preguntas: ¿A qué vine? ¿Estoy dispuesto a que Dios me hable? Y si me habla, ¿le obedeceré?
El Mar Muerto se ha ganado justamente su nombre por la entrada constante de aguas sin tener una salida correspondiente. En nuestra vida, la información sin aplicación nos conduce al estancamiento. La pregunta persistente del Salvado
r nos apremia: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?”
William MacDonald, de la lectura para el 6 de febrero en su libro DE DÍA EN DÍA, CLIE.

El Cabello Largo de las Mujeres Creyentes

“Las Escrituras exigen dos cosas de la mujer como señales de su sujeción al marido, como asimismo de la Iglesia del Señor:
(a) Que ore con la cabeza cubierta: 1 Co. 11:5, 13
(b) Que conserve su pelo largo, esto es, no cortado: 1 Co. 11:5, 6, 10
...En vista de que la mujer es figura de la iglesia, ella lo expresa llevando su cabello largo y cubriendo su cabeza cuando ora... el cabello largo y la cabeza cubierta son símbolos de sujeción a Cristo. Eso le dará gozo a la mujer, acordándose que es su privilegio particular enseñar así la sumisión de la iglesia al Señor Jesucristo”.
J. R. Littleproud, Una Asamblea Cristiana, pág. 137

“¿Debe una cristiana dejarse crecer el cabello y llevarlo largo? Tres verdades deben ser consideradas al contestar esta pregunta. Primero, Pablo no manda que las mujeres tengan el cabello largo, sino hace un comentario acerca del cabello largo: “...a la mujer dejarse crecer el cabello...” Segundo, Dios quiere que los varones sean varones, y que las mujeres sean mujeres. Si Dios hubiera querido un estilo “unisex”, habría creado la raza humana en esa forma desde el principio. “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace” (Dt. 22:5). Desgraciadamente, hoy en día en el occidente queda muy poca distinción entre cómo se visten los varones y las mujeres. A pesar de cuál sea la cultura o la moda, las mujeres cristianas deben ser sabias y evitar aquello que es masculino. Finalmente, Dios ha dado a la mujer el privilegio de llevar su cabello largo. Esto le es “gloria”; es algo honroso. Aquello que Dios ha dado debe ser recibido. Cada mujer cristiana debe considerar esto cuidadosamente antes de elegir el modo de arreglar su cabello”.
J. G. McCarthy, La Doctrina Apostólica del Velo, pags. 27-28.

Esta verdad no es sólo para mujeres jóvenes sino para todas las que profesan piedad. La exhortación: “gloirficad a Dios en vuestro cuerpo...” incluye la forma de llevar el cabello. Agrademos al Señor.


miércoles, 5 de marzo de 2008

EN ESTO PENSAD - MARZO 2008


31 Reyes: Victoria Sobre el Yo Parte I

A.B. Simpson

Estos son los reyes de la tierra que fue conquistada por Josué y los israelitas hacia el occidente del Jordán… “treinta y un reyes por todos” (Jos. 12:7-24).
“Y Caleb echó de allí a los tres hijos de Anac, a Sesai, Ahimán y Talmai, hijos de Anac” (Jos. 15:14).
“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Co. 5:14-15).
Estas palabras describen el gran conflicto del nivel superior de la vida cristiana en la Tierra Prometida. No es un conflicto con los pecados más groseros, pues estos los dejamos atrás cuando pasamos el Jordán y entramos en la tierra de santidad, obediencia y descanso.
Sin duda sobra decir que ningún creyente consagrado osaría permitirse la desobediencia o el pecado deliberado. Pero hay otros enemigos más sutiles, los cuales son simbolizados, creemos, por estos reyes contra quienes Josué hizo guerra durante tanto tiempo.
Hay varias formas de la vida egoísta que, mientras quizás no sean directa y deliberadamente pecaminosas, en el sentido más amplio tienen la misma necesidad de ser sometidas y destruidas, antes que el alma pueda estar en perfecta armonía con la divina voluntad. Todas ellas son tiranas, quienes, si las permitimos permanecer, al final nos llevarán a la sujeción al pecado y nos alejarán del Señor.
Estos reyes pertenecen a una sola familia, y el progenitor de todos ellos es Arba, el padre de Anac; y su primogénito, Anac, ha perpetuado su generación a través de muchos hijos, y su prole numerosa cuenta con 31 descendientes, no menos; así que hay un enemigo para cada día del mes en el calendario del creyente.
El nombre Arba significa “la fuerza de Baal”. Representa la fuerza del corazón natural. Baal era el viejo dios de la naturaleza que adoraban los sidonios, y Arba representa el corazón natural en toda su auto-voluntad y autosuficiencia.
El nombre de su hijo, Anac, significa “cuello largo” en hebreo, y todos saben que un cuello largo insinúa orgullo y auto-voluntad; de modo que estos dos nombres expresan el carácter de la familia entera.
Los otros tres hijos cuyos nombres se mencionan, Sesai, Ahimán y Talmai, llevan el parecido familiar.
Sesai significa “libre”, y sugiere la idea de la licencia en la que se deleita el egoísmo.
Talmai significa “audaz”, representando la independencia de la vida egoísta, que no tolera el control.
Ahimán significa “hermano de hombres”, y expresa acertadamente el humanitarismo que ignora a Dios e intenta hacer a la humanidad su propio dios, expresando la autosuficiencia de la raza, en lugar de la del individuo.
Miremos a estos reyes de la antigua Dinastía del Yo y veamos si reconocemos a alguno de ellos en nuestra propia experiencia.

I. AUTO-VOLUNTAD
Este es el viejo Arba, cabeza de la dinastía. Expresa sus decretos con el pronombre personal y el verbo activo “yo haré”. No reconoce a ningún otro rey fuera de su propia elección imperativa.
Arba debe morir antes que Caleb pueda ganar a Hebrón. La voluntad egoísta debe ser muerta antes que pueda reinar el amor.
“Someteos, pues, a Dios” es el lema y la contraseña en la puerta de la santidad y la paz.
No es solamente la mala voluntad, sino la voluntad propia que debe morir. Cosas que nos serían legítimas, Dios no nos las puede dar cuando las deseamos obstinadamente, y muchas veces nos tiene que crucificar para quebrantarnos y hacernos auto-rendidos y enteramente sometidos a Su control.
En nuestras vidas, por tanto, muchas veces hemos tenido que rendir algo al Señor que Él realmente deseaba que tuviéramos; y más tarde, cuando ya no lo queríamos porque lo queríamos, sino porque era Su voluntad para nosotros, Él nos lo pudo dar sin temor a daño, y nos lo dio por gracia, una vez que pudimos recibirlo ya no como un ídolo egoísta sino como algo divinamente confiado.
Así Dios tuvo que quitar a Isaac de Abraham, y luego devolvérselo ya no como el Isaac de Abraham, sino de Dios.
La voluntad así rendida se vuelve aun más fuerte, porque de ese momento en adelante ya no es nuestra voluntad, sino Su voluntad en nosotros; y cuando escogemos, escogemos con la fuerza de Dios y para siempre.
¿Hemos rendido nuestra voluntad y recibido la Suya a cambio? ¿Se ha vuelto la ciudad de Arba en la ciudad de Hebrón y el hogar de Su amor?

II. AUTO-INDULGENCIA
Esto es la gratificación del yo en cualquiera de sus formas.
¿Es incorrecto comer y beber y satisfacer nuestros apetitos? No, puede que el hecho en sí no sea malo, pero se vuelve malo cuando lo hacemos con el motivo de la auto-indulgencia. No debo comer porque me satisface comer; no debo beber porque es algo que disfruto; sino que debo comer y beber para la gloria de Dios – esto es, con el definido pensamiento y propósito de agradarle a Él y atender a las necesidades de mi cuerpo para estar fuerte para servirle y glorificarle.
Es el pensamiento de agradarse a uno mismo que contamina un hecho que en sí es correcto, pero cuyo motivo puede ser totalmente egoísta y pecaminoso.
Los hechos más comunes de la vida cotidiana deben ser enteramente consagrados a Él y hechos para Él, de manera que sean sagrados y santos.
¿Hemos aprendido el secreto de morir a nosotros mismos y de vivir así para Su gloria?
(traducido por Elisabeth Knott. Continuará, d.v., en el próximo número)

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EL PUEDE

“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Ef. 3:20).

Cuando miramos a Dios buscando cualquier tipo de socorro, solemos intentar descubrir qué material tiene Él a mano para usar al venir a nuestra ayuda. Si estamos orando por ayuda económica, solemos mirar la comunidad para ver si hay alguien que nos parece que el Señor podría usar apara proveernos con dinero. Si no vemos aparentes probabilidades, nos resulta difícil confiar en el Señor para el dinero.
Si buscamos empleo para asegurar la continuación del pan de cada día, inquirimos diligentes en los centros industriales. Y si hallamos que las tiendas, los talleres y las fábricas tienen todos los empleados que necesitan de momento, nos resulta duro trabajo mantener la esperanza de que vayamos a hallar un empleo. Si estamos enfermos y nuestro médico se ha quedado sin ideas de cómo ayudarnos a mejorar, no es nada fácil creer que vayamos a recuperar rápidamente.
Es muy humano mirar y anhelar algo visible que pueda ser de ayuda al Señor. En tiempos de necesidad, si sólo podemos encontrar un poquito de algo que Dios podría emplear, estaríamos mucho más satisfechos. Si uno necesita una cantidad de dinero y no puede pensar en ningún amigo, hombre o institución de donde podría obtenerlo, esto da un trasfondo oscuro a la escena.
Si uno necesita trabajo y encuentra que hay muchas otras personas que igualmente necesitan trabajo y no lo tienen, esto tiende a apagar su esperanza. Si uno está enfermo y en cama día tras día, sin sentirse mejor, antes al contrario, peor, y las facturas del médico aumentan, su empleo o negocio sufre y su paciencia se acaba, estas cosas hacen una situación en que el alivio no parece probable. El problema en todos estos casos es que no aparece ningún ser humano con quien Dios puede comenzar a ayudarnos. A nuestra vista sólo aparecen problemas y deudas sin recursos para ayudarnos.
Ahora bien, para el hijo de Dios, ¿cuál es la situación actual? ¿No hay nada más que problemas y deudas? Hay muchos. ¿No hay recursos? Sí, ¡hay miles, millones, billones y trillones! ¿Dónde están? Encima, debajo y alrededor tuyo. La tierra y el cielo están llenos de riquezas incontables. ¿No las puedes ver? No necesitas verlas. Mantén tu ojo puesto en Él.
Piensa por un momento. No es de ninguna manera necesaria que tú veas la ayuda que Dios empleará, ni siquiera es necesario que Dios tenga a mano algo con qué aliviarte. Él no necesita nada con que empezar. En el principio Dios creó los cielos y la tierra. ¿De qué los hizo? ¡De nada! La tierra está bastante bien para ser hecha de nada, ¿verdad? Recuerda, Él no empleó ni una pizca de nada para hacerla. “Cuelga la tierra sobre nada” (Job 26:7).
Y cuelga bien, ¿no es así? Muy bien, entonces, el Dios que puede hacer una tierra, un sol, una luna y unas estrellas de nada, y mantenerlos colgados sobre nada, también puede suplir todas tus necesidades, y no importa si tiene algo con qué empezar a trabajar o no. ¡Maravilloso! ¿No es así? Confía en Él y Él te sostendrá, aunque tenga que suplir tu necesidad de la nada.
Autor desconocido, traducido por Carlos Tomás Knott



viernes, 1 de febrero de 2008

EN ESTO PENSAD - FEBRERO 2008

¿Vamos a la Reunión?

Es hora de ir a la reunión. “A ver...llaves, teléfono móvil, Biblia. Vámonos”. Si eso es todo lo que haces para prepararte antes de empezar con un himno, ¡este artículo es para ti! Aunque la mayoría de los creyentes saben que la comunión de la iglesia supone mucho más que meramente llegar a tiempo y ocupar un asiento durante una hora, lo que es prepararse de verdad para la reunión está rápidamente volviéndose un arte perdido.
Tres palabras servirán de ayuda para nuestra memoria:

1.Preparación 2.Examen 3.Reconciliación

En cuanto a la preparación, considera las palabras del Señor en Éxodo 23:15. “Ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías”. Los adoradores en las reuniones anuales de Israel tenían que venir con una ofrenda. Ninguno podía presenta
rse sin más y pensar que había cumplido.
¿Hay largos silencios durante la Cena del Señor donde tú te reúnes? ¿Los mismos dos o tres hermanos vuelven a usar básicamente las mismas palabras semana tras semana? ¿Hay quienes ni siquiera tienen nada que decir? Sin duda esta pobreza se debe a la falta del ejercicio de la preparación. Si leyéramos y meditáramos regularmente la Palabra de Dios durante la semana, nuestros corazones automáticamente estarían llenos de material para presentar al Padre cuando nos reunimos. Los magos no compraron sus regalos en las tiendas de recuerdos en Jerusalén. Los trajeron del país donde vivían. ¿Qué traerás al Señor este domingo?
En cuanto al examen, mira lo que dice 1 Corintios 11:28. “Pruébese cada uno a sí mismo, y coma así...” Hay cierta solemnidad en la participación de los símbolos que representan el cuerpo y la sangre de Cristo. Si pasamos la semana empapándonos de las diversiones, el lenguage y la compañía del mundo, y luego nos sentamos a partir el pan sin juzgarnos a nosotros mismos, estamos tratando con desprecio al Señor. Cuán solemne es arrodillarse ante el trono antes de ir a la reunión y pedir al Señor que nos muestre cualquier cosa en nuestras vidas que le entristezca, y confesarla y quitarla del medio. ¿Estás dispuesto a responder a la llamada ferviente de Pablo a examinarte regularmente antes de participar del pan y de la copa?
En cuanto a la reconciliación, tenemos las palabras del Señor citadas en Mateo 5:23-24. “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”. Este hombre había preparado algo, pero le faltaba una cosa más. Quizás, examinándose, había recordado un arrebato de ira contra un hermano; o una palabra cruel precipitada que había escrito; o una deuda que no había pagado. Se daba cuenta de que a pesar de estar profesando por fuera que todo andaba bien entre él y su Señor, todo no andaba bien entre él y sus hermanos.
¿Hay algún sentimiento de antipatía entre tú y otro hermano? ¿Concluíste tu última conversación con alguien dando un portazo o colgándole el teléfono en
ira? ¿Estarías dispuesto a pedir perdón y arreglar las cosas, aunque sientas que no eres del todo culpable? Es un precio difícil de pagar a cambio de una vida de adoración sin estorbo y una conciencia limpia – pero vale la pena. Vale mil veces la pena. ¿Estás preparado para la reunión?

Michael Penfold, Bicester, Inglaterra, traducido de un viejo ejemplar de la revista Precious Seed (“Semilla Preciosa”)



Dos Hermanos


James Taylor era farmacéutico, y también predicador. Su hijo mayor dijo que tenía que hacer un nombre para su familia, y así se fue hacia el Parlamento y la fama. Su hijo menor, J. Hudson Taylor, se apartó y no se convirtió al Señor hasta los 17 años de edad. Entonces, en 1849, decidió dar su vida al servicio de Cristo, y puso su rostro hacia China y su deber, y comenzó a prepararse para ser misionero. En 1851 se mudó a un barrio pobre, para vivir una vida humilde, trabajar y ayudar a los pobres. Leyó un libro sobre China, y comenzó a estudiar mandarín, hebreo, griego y latín. En 1852 comenzó a estudiar medicina, pero en 1853 se fue a China sin terminar los estudios. J. Hudson Taylor, el misionero, murió en China en 1905 después de una vida larga de servicio al Señor, y era conocido y amado en cada continente. Pero cuando miré en la enciclopedia para ver qué había hecho el otro hijo, sólo encontré estas palabras: “el hermano de J. Hudson Taylor”.



HASTA QUE ANUNCIE TU PODER A LA POSTERIDAD

"Siendo Josué ya viejo, entrado en años, Jehová le dijo:
Tú eres ya viejo, de edad avanzada, y queda aún mucha tierra por poseer". Josué 13:1

¿Cuándo deben jubilarse los cristianos de sus actividades espirituales? ¿A qué edad deben colgar su estuche con su Biblia? Existen leyes en diferentes países que requieren el retiro de la fuerza laboral a los 65 años. Tal cláusula no existe requiriendo que el cristiano deje de trabajar para el Señor. Por cierto dependerá del cuerpo y su capacidad de mantenerse con vitalidad. No hay una edad tope. ¡Hay hermanos que han participado en reuniones hasta los cien años de edad! Tomás Hay, misionero que trabajó por años en Japón compartía algunos pensamientos de la Biblia a los 95 años. Dijo que había pedido que el Señor le guardara de ser un "viejo imprudente". El Señor le contestó.
Dr. Armerding tenía 98 años cuando entregó un lindo mensaje sobre un salmo. Por causa de su artritis tuvo que ser asistido para ir a sentarse en la plataforma de un local evangélico en California. Fue felicitado por la agudeza de su mente y la c
laridad de sus expresiones. "Pedí al Señor que me dejara con todos mis botones hasta el final," contestó. Nadie dudó de que su oración fuera contestada con creces. El texto de cabecera destaca el vigor de Josué. Había sobrevivido los 40 años en el desierto y tenía aproximadamente 80 años cuando Dios le dijo que era "viejo". De todos modos Josué no iba a retirarse para disfrutar una merecida jubilación. Dios tenía nuevos planes para Josué. Iba a haber otras conquistas, y otros avances mientras guiaba al pueblo de Israel en su "toma" de la tierra prometida.
El año 2007 será recordado en Chile como el año cuando tres hermanos misioneros, pioneros que laboraron en el país, partieron para estar con el Señor en el lapso de seis meses. Sr. Eliecer Parada partió cuando había pasado 100 años de edad. Don Ricardo Hanna alcanzó a los 88 y a don Guillermo McBride le faltó un mes para los 91. Todos quedaron activos hasta unos meses antes de fallecer. Amaron al Señor Jesús y le sirvieron con ahinco. No dejaron de leer las Escrituras y enseñar cuando fuera possible. Los que llegan a una edad avanzada seguramente pueden decir con el salmista, "Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, y hasta ahora he manifestado tus maravillas. Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampa
res, hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir" (Sal. 71:17-18). Josué vivó hasta los 110 años de edad, y es un lindo ejemplo de fidelidad y constancia desde su juventud hasta su vejez. Gracias a Dios por todos los ejemplos que hemos mencionado.

D. David A. Jones
De "Palabras de Vida", Chile, lectura para el 8 de diciembre, 2007




Dios Tiene Un Plan Para Tu Vida

¿Crees esto? Considera las siguientes Escrituras:

· 1 R. 19:15-16 A veces lo revela a otro de Sus siervos.

· Jer. 1:5 Dios está muy delante nuestro, ya lo sabe todo.

· Lc. 1:13-17; 67-79 El plan para la vida de Juan el Bautista.

· Mr. 3:13-19 El plan para los 12 discípulos.

· Jn. 21:18 El futuro de Pedro y Juan.

· Ro. 8:28-30 El propósito divino para cada creyente.

· Gá. 1:15-16a Dios apartó a Pablo antes de su nacimiento; tenía un plan para él.

· Col. 1:9-10 Pablo oraba que los Colosenses supieran la voluntad de Dios para ellos.

· Stg. 1:5 ¿Por qué pedirle sabiduría si le da igual, si no tiene un plan para ti?

Sí, hermano, hermana, Dios tiene un plan para tu vida. Pero el problema es que nosotros también tenemos planes (Mt. 10:39; Mr. 8:34-36). Teníamos planes antes de conocer al Señor, y aún ahora siendo creyentes a veces nos cuesta dejar estos planes nuestros y decir: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Nos cuesta buscar consejo de nuestros hermanos y pedir sus oraciones, tal vez porque queremos ser independientes, tal vez porque no reconocemos la importancia del consejo y la oración, o tal vez porque ya sabemos lo que queremos hacer, ya hemos decidido, y no queremos que nada ni nadie frustre nuestros planes.
Parte del problema puede ser que no amamos la voluntad de Dios como cosa buena y sublime, ni tampoco tenemos temor de nuestra propia voluntad ¿Te fías de tu propio corazón? (Jer. 17:9) Aun sabiendo que es malo, muchos todavía se dejan guiar por él en lugar de por la Palabra de Dios, la oración, y el consejo de hermanos espirituales. Pero el que busca, halla, así que, busquemos la voluntad de DIOS.




lunes, 31 de diciembre de 2007

EN ESTO PENSAD - ENERO 2008

Boletín informativo Nº 61 de la Asamblea Bíblica "Betel"
Quinto Aniversario de "En Esto Pensad" * ¡Gracias A Dios Por Su Fidelidad!

BET-EL: La Casa de Dios
D. R. Alves, Venezuela

El nombre Bet-el quiere decir en hebreo la casa de Dios, pero no debemos pensar que el edificio donde la asamblea se reúne es en sí la casa de Dios.
Bet-el era un lugar muy nombrado en el Antiguo Testamento. Cuando Abraham volvió de su lamentable visita a Egipto, él volvió a Bet-el donde había estado antes en obediencia al llamado que recibió (Gn. 13:3). Cuando Jacob se despertó de su sueño, habiendo dormido al aire libre, él exclamó: “¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo”. Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el (Gn. 28:19).
Años más tarde, cuando regresaba a su tierra natal después de muchas andadas, él tuvo que regresar al lugar donde Dios había prometido bendecirle: “Sube a Bet-el y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías” (Gn. 35:1). La primera cosa que Jacob hizo fue exigir a su familia que quitasen de entre sí los dioses ajenos para permitirle a él hacer un altar.
En Josué y Jueces leemos de Bet-el, ya un pueblo. Cuando los israelitas se reunieron para castigar a la tribu de Benjamín, ellos llevaron el arca –símbolo de la presencia de Dios–a Bet-el, y allí construyeron un altar y pidieron consejo a Dios (Jue. 20-21). Más tarde, cuando no había tabernáculo en Silo ni templo todavía, Samuel visitaba a Bet-el y dos pueblos más, “y juzgaba a Israel” (1 S. 7:16). Además, se ofrecían sacrificios a Dios allí (1 S. 10:3).
De estas primeras referencias a Bet-el, aprendemos que la casa de Dios es un lugar –una condición–de obediencia, comunión, sacrificio, adoración. Es donde Dios habla a los Suyos, así es la puerta del cielo.
Pero cuando la nación cayó en pecado y división, el impío rey Jeroboam escogió a Bet-el como uno de los sitios para levantar un becerro a ser adorado “y esto fue causa de pecado” (1 R. 12:30). Fue de Bet-el que salieron unos muchachos a burlarse de Eliseo, un honrado siervo de Dios (2 R. 2:23). Todavía más tarde, los profetas denunciaron el lugar por su idolatría: “La casa de Israel se avergonzó de Bet-el” (Jer. 48:13). “La madre fue destrozada con los hijos. Así hará a vosotros Bet-el, por causa de vuestra gran maldad” (Os. 10:14b-15). Por cierto, tres veces Oseas cambia su nombre a Bet-avén: “¡la casa de vanidad, o de nada!” (lee también Josué 7:2).
Cuando Amós predicó fielmente la palabra de Dios, el sacerdote en Bet-el dijo: “La tierra no puede sufrir todas sus palabras” y: “Vete...no profetices más en Bet-el” (Am. 7:10, 13)
Por supuesto, las Sagradas Escrituras hablan mucho de la casa de Dios sin referirse al lugar de Bet-el. Dios habló de “mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa” (Nm. 12:7). Esta escritura, como otras, puede referirse en primer lugar al tabernáculo, pero abarca en realidad todo el servicio santo, como Hebreos 3 enseña. Igualmente, los templos de Salomón y Esdras se llaman casa de Dios y casa de Jehová, pero sólo tenemos que leer los salmos para saber que esta expresión se refiere a más que un edificio.
David, el mayor de los salmistas, vivía antes de que su hijo hiciera el templo, pero dijo que él era “como olivo verde en la casa de Dios” (Sal. 52:8). Él quería estar en la casa de Dios todos los días de su vida (Sal. 27:4). Es más: él tuvo la confianza de que iba a estar allí para siempre, como traducen la Versión Moderna y otras: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”.
Cuando llegamos al Nuevo Testamento, encontramos que Dios todavía tiene su casa. No es ningún edificio, como tampoco era cuando Jacob se despertó bajo las estrellas y exclamó que se encontraba en la casa de Dios. “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales” (1 P. 2:5). Además, “es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios” (1 P. 4:17).
La casa de Dios hoy en día es el conjunto del pueblo del Señor, la Iglesia. No es sólo la iglesia universal, el templo santo de Efesios 2:21. Es también el templo santo que es la asamblea o iglesia local (1 Co. 3). No el edificio o salón, sino un pueblo con el Señor en medio. Así la importantísima explicación en 1 Timoteo 3:15, “Te escribo...cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”.
Indudablemente Timoteo se estaba congregando con los efesios en alguna casa particular. El salón habrá sido de la casa del señor Aquila o algún otro, pero el apóstol no tenía eso en mente. Hoy en día el local tampoco es un recinto santo. Pero la presencia de Dios es santa, estemos en el culto o no.
¿Sabemos comportarnos en la casa de Dios? “Tus testimonios son muy firmes; la santidad conviene a tu casa, oh Jehová” (Sal. 93:5). David dijo a Dios que “por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa”, y en seguida agregó: “adoraré hacia tu santo templo en tu temor”(Sal. 5:7).
La casa va a cambiar de sitio, hermanos: “Si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, – el cuerpo– se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Co. 5:1). El Señor nos llevará a la casa de Su Padre (Jn. 14:1-2). Comportémonos como es debido en Bet-el ahora, y más generosa entrada tendremos en la casa eterna (lee 2 Pedro 1:11 para entender este modo de hablar).
Pobre Israel se quedó con el nombre Bet-el cuando el lugar ya era sitio de desprecio de las cosas divinas. Que Dios en Su misericordia y amor nos guarde en Su casa aquí, y que nos salve de pensar que estamos en Bet-el si no nos conducimos todos los días y en todo lugar como Su presencia nos obliga. Gracias a Dios por el privilegio de poder colocar un letrero... sobre la entrada del edificio donde nos reunimos. Pero eso no basta para asegurar que estemos en realidad viviendo en la casa de Dios en su pleno sentido bíblico, ni comportándonos individualmente –o como asamblea– como es digno de ese santo privilegio.
Y, por supuesto, si el juicio comienza por la casa de Dios, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?
de la revista “Bet-el”, Número 9, mayo 1982. El hermano Alves sirve al Señor en Venezuela
www.preceptos.net

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LA VERDADERA GRANDEZA

Aprenda a luchar con las almas. Trate de alcanzar sus conciencias.
Exalte a Cristo.

Utilice un afilado cuchillo consigo mismo. Hable lo justo
y necesario, sirva a todos, dé a los demás.

Ésta es la verdadera grandeza: Servir sin llamar la atención y
trabajar sin ser visto.


¡Oh, qué gozo es no tener nada, no ser nada y no ver nada excepto
a un Cristo vivo en la gloria, y no tener cuidado por nada excepto por
Sus intereses aquí en la tierra!

J.N.Darby
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EL CORAZÓN QUE SUSPIRA POR LA PERSONA DE CRISTO

Nada que no surja del amor personal a Cristo y de la comunión con Él puede tener algún valor. Podemos saber al dedillo las Escrituras; podemos predicar con notable elocuencia y fluidez, con una fluidez tal que las mentes poco experimentadas pueden muy fácilmente confundir con «poder»; pero, ¡oh, si nuestros corazones no beben profundamente de la fuente principal; si el motor que los anima no es hacer del amor de Cristo una realidad práctica, todo terminará en algo fugaz y pasajero! He aprendido a estar cada vez más insatisfecho con todo aquello que —ya en lo que respecta a mí mismo, ya a los demás— no tenga que ver con una comunión permanente, profunda, divinamente labrada, y una plena conformidad, con el bendito Señor. A los caprichos personales, los detesto; a las meras opiniones, les tengo temor; a las controversias, las evito; sistemas de doctrina, teorías, escuelas de pensamiento, en una palabra, todo «ismo» lo considero carente de valor. Mi anhelo, en cambio, es conocer más de la gloriosa persona de Cristo, de Su obra y de Su gloria. Y entonces, ¡vivir para Él! ¡Trabajar, testificar, predicar y orar, hacerlo todo por Cristo, y mediante la obra de Su gracia en nuestros corazones!
C. H. Mackintosh

"Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
Éste es el principal mandamiento".

Mr. 12:30


EN ESTO PENSAD - DICIEMBRE 2007

Una calurosa bienvenida cristiana te espera entre los hermanos de la

ASAMBLEA BÍBLICA "BETEL"
Calle Torreblanca, nº6 (detrás de la muralla Macarena), 41003 Sevilla
Correspondencia: Apartado 1313, 41080 Sevilla, España

Horario de cultos semanales:
domingo: 11:00 mañana Cena del Señor y Exposición Bíblica
7:00 tarde Predicación
jueves: 8:00 tarde Oración y Reflexión de la Palabra

"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones". Hechos 2:42

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Boletín Mensual Nº 60 De La Asamblea Bíblica "Betel" en Sevilla, España



La Navidad y el Mundo Cruel
Cuando Cristo nació: “Dios manifestado en carne”, este mundo no le dio lugar (Lc. 2:7). “Despreciado y desechado entre los hombres” (Isa. 53:3). Ante Pilato gritaron: “¡Fuera, fuera, crucíficale!” (Jn. 19:15) y después, en el Calvario le crucificaron (v. 18).
Este mundo es culpable de la muerte del Hijo de Dios, Jesucristo. El pueblo dijo: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mt. 27:25).
Se deshicieron de Él, y ahora se gozan y se alegran, mientras se envían regalos los unos a los otros (Ap. 11: 10). Esto es como lo que el Señor dijo a los fariseos:
“adornáis los monumentos de los justos”, quienes sus semejantes habían matado (Mt. 23:29-31). ¡Como si Caín, después de asesinar a su hermano, hubiera declarado el nacimiento de Abel un día de fiesta! Asimismo, el mundo que rechazó a Cristo ahora celebra el día de Su nacimiento; usan y profanan Su Santo Nombre para gratificar sus placeres carnales. “No tomarás el nombre de tu Dios en vano” (Éx. 20:7).
Así son las vanidades de este mundo.
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado” (Gá. 6:7). Porque Él tomará venganza por la sangre de Su Hijo muy pronto.

La única celebración en el calendario cristiano

El Señor Jesús nunca nos pidió celebrar Su nacimiento o Su resurrección cada año; pero sí, expresó Su deseo de que lo recordáramos en Su muerte. El primer día de la semana, el día de Su resurrección, el día de una creación nueva; ciertamente debemos estar cada semana reunidos en tal oportunidad a Su Nombre (Mt. 18:20), como criaturas nuevas en Cristo.
“Salgamos, pues, a él, fuera del campamento” (He. 13:13), esto es, fuera del sistema religioso adaptado al gusto de los hombres, y anunciemos la muerte del Señor hasta que Él venga (1 Co. 11:25-26).
del folleto nº5590 de Verdades Bíblicas

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¿VEN PAPÁ NOEL, VENID REYES MAGOS, O VEN SEÑOR JESÚS?


“Amén; sí, ven, Señor Jesús” Apocalipsis 22:20

Esta es la última oración en la Biblia. La venida del Señor Jesucristo para reinar es la única esperanza para este mundo, lo sepa o no. Ni la política, ni la filosofía, ni la fuerza militar, ni la ciencia, ni la medicina ni la tecnología pueden ayudar. El mundo está lleno de todo esto y sin embargo va de mal en peor. ¡El Señor Jesucristo es la única esperanza! Su venida es la anticipación de los verdaderos santos en todas las edades. Aguardamos la esperanza de Su venida para arrebatarnos para estar siempre con Él, y también anticipamos la llegada de Su reino, cuando Él vendrá para reinar. Sea esta última oración en la Biblia la nuestra hoy y todos los días. “Amén; sí, ven, Señor Jesús”.

Iglesia de Cristo, reanima el amor,
Y alegre en la noche espera al Señor.


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“EL INMACULADO”

“...viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí”. Juan 14:30

¿El Señor Jesús podía haber pecado? Algunos alegan que sí, razonando que por la encarnación Él vino a ser humano igual como nosotros. Pero a éstos se les olvida que Él nunca dejó de ser Dios, y Dios no puede pecar. La Escritura habla claramente de la impecabilidad y la deidad del Hombre del Cielo. Sus propias palabras demuestran que Él no tenía una naturaleza caída que podía responder a las tentaciones del pecado y Satanás. Declaró: “Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” (Jn. 14:30). Su perfecta humanidad no tenía una naturaleza pecaminosa. En esto Jesucristo no sigue el linaje de Adán, sino que es “el postrer Adán” (1 Co. 15:45), y “el segundo hombre” (1 Co. 15:47). Todos los demás seres humanos descendieron de Adán, pero Jesucristo vino del cielo mediante la encarnación y fue designado el “santo ser” (Lc. 1:35). Hebreos 7:26 afirma que el Sumo Sacerdote que Dios nos ha dado es "santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos". ¡Esto no describe la naturaleza nuestra! El Señor Jesucristo tenía una naturaleza humana, pero no como Adán, no descendido de Adán, sino una humanidad santa, perfecta, impecable.
Pero también nos consuela saber que Él conoce perfectamente el camino y las pruebas de nuestra vida. Como nuestro Hacedor Él nos conoce íntimamente (Sal. 139). Muchos piensan que si Jesucristo no podía pecar, entonces Él no puede socorrernos en la tentación. Pero esto no es verdad. No necesitamos el apoyo de un Cristo capaz de pecar, para vencer la tentación. Lo que Dios nos da es mucho mejor: es Aquel que “no conoció pecado”, que mora en nosotros por medio del Espíritu “Santo”. ¡Sea cual sea nuestra tentación, dificultad o prueba, nuestro Sumo Sacerdote, inmaculado y perfecto, puede salvar perpetuamente a todos los que por Él se acercan a Dios (He. 7:25-26). El verdadero e impecable Señor Jesucristo, santo, poderoso y compasivo, es más que suficiente. ¡Gracias a Dios por Su don inefable!
Carlos

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Estamos Aquí De Paso

“Como cristianos, nuestro deber es atravesar el mundo como peregrinos y extranjeros, sin tener nada que ver con él, excepto que somos testigos pacientes de la gracia de Cristo. Como tales debemos brillar como luminares en medio de las tinieblas morales. Pero desgraciadamente fallamos y no mantenemos esta rígida separación; nos permitimos ser engañados a entrar en alianzas con el mundo, y como consecuencia, nos involucramos en problemas y conflictos que propiamente no nos corresponden”.

C. H. Mackintosh, Notas sobre Números capítulo 31

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“Y tomó de su fruto, y comió” Gn. 3:6

Eva y Adán eran rebeldes contra Dios. La rebelión contra la autoridad es la esencia del pecado. Cuando alguien se arrepiente de su rebelión y obedece el evangelio, entra en un camino de obediencia y sumisión a Dios. Esto significa que obedecerá las leyes de Su gobierno (Ro. 13:1-5). La esposa deseará respetar a su marido y estará en sumisión a él (Ef. 5:22-24). Los creyentes en una congregación aprenderán sumisión a sus ancianos (He. 13:17). La sumisión, no la rebelión, conduce a la felicidad en la vida cristiana.
Donald Norbie

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CONSEJO A LOS HERMANOS MENESTEROSOS

“Porque él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere quien le socorra” (Sal. 72:12).
El menesteroso clama: ¿qué más puede hacer? Su clamor es oído de Dios: ¿qué más necesita hacer? Que el lector menesteroso se dedique a clamar ahora mismo, porque así mostrará su sabiduría. No clames en los oídos de amigos, porque aun en el caso de que puedan ayudarte, es solamente porque el Señor les facilita hacerlo. El camino más corto es ir directamente a Dios, y clamar delante de Él. La rectitud es el mejor corredor: corre al Señor y no a causas secundarias.
“¡Ay!” dices tú. “No tengo ni amigo ni ayudador”. Tanto mejor; puedes confiar en Dios en ambas condiciones: como menesteroso y como desprovisto de ayudadores. Que tu doble necesidad sea la causa de tu doble súplica. Aun para misericordias temporales puedes esperar en Dios, porque Él cuida de Sus hijos en estos asuntos temporales. En cuanto a nuestras necesidades espirituales, que son las más pesadas, el Señor oirá tu clamor, te librará y suplirá todo lo que te falta.
Oh amigo pobre, pon a prueba a tu Dios rico. Oh imposibilitado, apóyate sobre Su ayuda. Nunca me ha faltado a mí, y estoy seguro que nunca te faltará a ti. Ven como un mendigo y Dios no te rehusará ayuda. Ven sin otro pretexto que Su gracia. Jesús es Rey, ¿te dejará morir de miseria? ¿Qué? ¿Te olvidaste de esto?
C. H. Spurgeon