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sábado, 4 de febrero de 2012

EN ESTO PENSAD -- febrero 2012


Los Discípulos A Medias

A. W. Tozer


Pensemos ahora en aquellos que son medio discípulos, es decir, que son en parte discípulos, mitad discípulos. Son hombres y mujeres que ponen su vida parcialmente bajo el señorío de Cristo, pero que dejan fuera de su control otros áreas. Hace muchos años que llegué a la conclusión de que si Cristo no tiene el control de todo mi ser, lo más probable es que no tiene nada de mí bajo su señorío.
Puede parecer extraño, pero me he encontrado con discípulos cristianos que eran medio salvos. No me pida, por favor, identificarlos teológicamente. No puedo. Doy gracias porque Dios no me pide que escriba cartas de recomendación por personas que Él no puede reconocer. No me pide que haga eso, porque Él sabe dónde está cada uno, dentro o fuera del reino, y yo no lo sé.
Sólo sé lo siguiente en cuando a estas personas a las que veo como medio discípulos: “Ellas permitirán que el Señor las inquiete en algunas cosas, pero en ningún modo en otras”. Obedecerán al Señor en ciertas áreas que seleccionan en su vida, pero lo desobedecerán consciente y obstinadamente en otras. El resultado es que no sé dónde poner a esas personas. No sé qué hacer con ellas...
En cuanto a mí, no quiero ser un cristiano a medias. Quiero que toda mi vida, todo mi ser, esté bajo el dominio del Señor Jesucristo. Un anciano predicador inglés acostumbraba a decir: “¡Si Cristo no puede ser Señor de todo, Él no será Señor de nada!” Ciertamente, Él quiere ser Señor de toda mi vida. Él quiere que yo sea un discípulo que le permita dirigir toda mi vida.
Supongamos que un hombre joven cristiano comienza su vida espiritual con un rostro resplandeciente. Se hinca de rodillas en la reunión de oración y dice: “¡Señor, soy tuyo, úsame!” Parece ser un hombre cristiano consagrado y ejemplar. Entonces aparece una señorita muy bonita. Ella no es cristiana, pero tiene una figura linda, una personalidad atractiva y una voz suave y dulce. El joven cristiano se interesa en ella y ella comienza a alejarlo del Señor. En su momento hay boda, ellos organizan su hogar y no tardando mucho aquel hombre deja de aparecer por las reuniones de oración. Le preguntas qué está sucediendo y contesta: “Pues que están surgiendo otros planes de familia que mi esposa organiza”. No pasará mucho tiempo sin que él termine siendo un cristiano a medias y un esposo a medias, sin esforzarse mucho en ningún lado.
No quiero parecer cruel, pero debo ser sincero. Cristo Jesús quiere ser y debe ser el Señor. Él debe ser Cabeza y Señor de todos los departamentos de nuestra vida. No podemos tener una novia o un esposo, un hogar o un empleo encerrados en un compartimiento hermético que Jesús no pueda controlar. Si Cristo Jesús no es Señor de todo nuestro ser, no somos verdaderos cristianos.
continuará d.v. en el siguiente número
A.W. Tozer, de su libro FE MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN

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MEDITAD BIEN 
SOBRE VUESTROS CAMINOS
“Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto.  Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos” (Hag. 1:5-7).


La obra de reedificar el templo había parado, sin embargo, los israelitas se edificaban casas bien acabadas. Como resultado, la pobreza, la esterilidad y la frustración habían entrado en sus vidas. Pero Hageo vino con un mensaje de esperanza y avivamiento, el cual depende de si el pueblo considera sus caminos, se arrepiente de su negligencia, y cambia sus prioridades y actividades. Ese mensaje es válido para nosotros también: “meditad sobre vuestros caminos”.
    W.H. Burnett del calendario devocional “Choice Gleanings”

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Aspire A Ser Como Jesús

William MacDonald    (Parte III)

Gozo 
El gozo del Hijo de Dios era hacer la voluntad de Su Padre, y llevar muchos hijos a la gloria. Con ese gozo en vista, soportó la cruz, menospreciando el oprobio. Su gozo no fue perturbado por las pruebas y tristezas que los hombres amontonaron sober Él.

Paz
La paz caracterizó la vida del Redentor. Independientemente de las adversidades que tuvo que enfrentar, mantuvo la calma y la serenidad. Las amenazas y los insultos de sus criaturas no lo perturbaban.

Paciencia
Jesús fue paciente con sus discípulos, y con aquella generación "incrédula y perversa" (Lc. 9:41). Él es paciente con la humanidad perdida, "no queriendo que ninguno perezca" (2 P. 3:9). Cualquier otra persona hubiera desistido con el ser humano hace mucho tiempo.

Benignidad
Vemos la benignidad del Señor Jesús en la forma en la cual trató a las personas. Era su gran placer bendecirles y conceder alivio a quienes lo necesitaran. Su consideración hacia aquellos que conocía lo acercaba más a ellos.
Bondad
Incluso sus enemigos concedieron que nuestro Señor era bueno, que mostraba amabilidad sin poarcialidad. Él "anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo" (Hch. 10:38). Pensaba en los demás, no en sí mismo. Nadie jamás podrá igualarlo en cuanto a su benignidad. Se empobreció para enriquecer a otros.

Fidelidad
Él es fiel con respecto a sus promesas, en cumplir sus tareas, en el cuidado inmutable hacia su pueblo. No hay peligro cuando se confía en Él. Jamás ha decepcionado a nadie. 

Gentileza
Esta palabra nos lleva al momento en el cual sus discípulos quisieron alejar de Él a los niños. Dijo: "Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos" (Mt. 19:14).
Compasión
Cristo tuvo compasión de la multitud y envió a los Doce a la cosecha (Mt. 9:36). Tuvo compasión de la multitud y alimentó a 5.000 personas (Mt. 14:14). Nuevamente tuvo compoasión de la multitud y alimentó a 4.000 (Mt. 15:32). Debido a su compasión, dos ciegos recibieron la vista (Mt. 20:34), un leproso fue sanado (Mr. 1:41), un endemoniado fue librado (Mr. 5:19) y una viuda recibió nuevamente a su hijo con vida (Lc. 7:13). Vemos su compasión como el Buen Pastor (Lc. 15:4-7), como el Buen Samaritano (Lc. 10:33) y como el padre del hijo pródigo (Lc. 15:20). Vemos sus lágrimas de compasión ante la tumba de Lázaro (Jn. 11:35) y en el Monte de los Olivos cuando lloró sobre Jerusalén (Mt. 23:37-39). Tenemos un Salvador compasivo.
¡Cuánto necesitamos ese tipo de compasión! Debemos orar así:

"Que pueda mirar a la multitud como miró mi Salvador,
Hasta que mis ojos se nublen por las lágrimas, 
Que pueda ver con piedad a las ovejas errantes,
Y amarlas por amor a Él".       
                                              anónimo

William MacDonald, del libro EL MANUAL DEL DISCÏPULO, págs. 98-99, traducción corregida

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MEJOR QUE LOS DULCES

¿Qué es mejor que los dulces, más hermoso que una mariposa y lleno de amor como nada que has conocido? No hablo de galletas de chocolate recién hechas, ¡sino del cielo! El cielo es mucho mejor que cualquier cosa que hemos visto o conocido.

¿Qué Es El Cielo?
El cielo es un lugar maravilloso que Dios hizo para los que le aman. La Biblia lo describe como un lugar donde todos están siempre felices, donde no hay lágrimas ni dolores. Es un lugar muy hermoso, y los que lo han visto lo describen con palabras como “gloria”, “puro” y “oro”. Allí nadie pasará hambre, ni estará cansado, ni será pobre.

¡Estupendo! ¿Cómo Llego Allá?
No puedes llegar al cielo en un automóvil o bus, ni en avión ni nave espacial. No se venden billetes al cielo, ni hay manera de entrar sin permiso. Sólo hay un camino para llegar al cielo, y ese camino es el Señor Jesucristo. Nadie puede ir al cielo sin Jesucristo.
El cielo es uno de dos lugares donde Dios pondrá a la gente después de la muerte. El otro lugar se llama el infierno, o lago de fuego. Es el peor lugar que podrías imaginar. ¿Cómo decide Dios quién va al cielo y quién al infierno? La Biblia dice que Dios tiene libros donde apunta todo lo que la gente hace. ¿Alguna vez has dicho una mentira, aunque fuera muy pequeña? Todos hacemos cosas malas como mentir o cosas peores. A esto Dios lo llama “pecado” y apunta todos los pecados en Sus libros.
El problema es que el pecado no puede estar en el cielo donde Dios mora. Porque todos hemos pecdo, todos estamos en el camino al infierno.  Pero Dios nos ama mucho y no quiere que nada vaya allá. Por eso envió a Su Hijo Jesucristo para sustituirnos y morir por nuestros pecados. Debido a esto que Jesucristo hizo cuando murió y resucitó, Dios perdonará los pecados de las personas que confían en Jesucristo para ser salvas.

¿Estaré Allá?
El cielo es un lugar maravilloso, ¿pero sabes por cierto si estarás allá? La Biblia aclara que nos reconocemos como pecadores, nos arrepentimos y vamos a Jesucristo para perdón, confiando totalmente en Él, seremos salvos de nuestros pecados.  El momento que confías en Jesucristo para salvarte, Dios lavará tus pecados y escribirá tu nombre en Su “libro de vida”. ¡Estarás en el camino al cielo!
Algunos no irán al cielo porque no creen lo que Dios ha dicho en la Biblia. Otros no llegarán porque creen que pueden hacer buenas obras para ganar la entrada. Otros sufrirán en el infierno por toda la eternidad porque no quieren confiar en Jesucristo para salvarles. ¡No seas como ellos! Cree a la Palabra de Dios. Reconoce que eres pecador y arrepiéntete. Confía en el Señor Jesucristo como Señor y Salvador y da gracias a Dios por enviarle al mundo para quitar tus pecados al morir por ti en la cruz.
     Confía en Jesucristo hoy como tu Señor y Salvador, y tendrás algo mucho mejor que los dulces. ¡Todos tus pecados serán perdonados, tu nombre estará en el Libro de Vida y estarás en el camino al cielo!

Citas Bíblicas  1-1 Corintios 2:9  2- Apocalipsis 21:4  3- Apocalipsis 21:9-21  4- Apocalipsis 7:16; 1 Pedro 1:3,4  5- Juan 14:6  6- Juan 8:24  7- Apocalipsis 20:10, 14, 15  8- Apocalipsis 20:12  9- Salmo 5:4  10- Romanos 3:23  11- 2 Pedro 3:9 12- Isaías 53:1-6   13- Hechos 16:30,31; Marcos 1:15; Hechos 20:21 14-  Lucas 10:20; Filipenses 4:3; Apocalipsis 21:27  15- Apocalipsis 21:8  16- Efesios 2:8-9  17- Juan 3:36

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El Soldado de Chocolate
por C. T. Studd
parte III


PABLO

Pero he aquí otras huellas profundas que sólo pueden ser de un hombre “único”. La más grande de las paradojas cristianas, el pequeño gigante Pablo, cuya cabeza era tan grande como su cuerpo y su corazón más que los dos. Por un tiempo, creyó y trató a todo cristiano como una combinación de tontos y locos. Luego, él mismo se volvió como ellos. Se le llamaba “tonto” porque su comportamiento estaba fuera de los límites del raciocinio humano y “loco” por su ardiente celo por Cristo y los hombres.
Pablo fue un intelectual de primera, pero supo utilizar su intelecto, pues lo dejó de lado, anunciando que la sabiduría de los hombres no era más que insensatez, por lo cual determinó conocer sólo a Jesucristo y a Él crucificado. 
¿El resultado? Volvió el mundo al revés, lo trastornó. Su vida consistía en arriesgarse continuamente por Dios. 
Se enfrentó diariamente a la muerte por Cristo. En repetidas ocasiones se paró firme ante los que anhelaban su sangre. 
Compareció delante de reyes y gobernadores sin vacilar. Ni siquiera titubeó ante Nerón, el vicepresidente del infierno. Sus sufrimientos fueron espantosos. 
Léelos. Siguió los pasos de su Maestro y recibió los mismos cumplidos que su Señor, porque Dios siempre es fiel y justo en sus recompensas. 
“Todos lo abandonaron”. Pues en aquel entonces también había algunos cristianos de chocolate. Tuvo que haber sido de chocolate quien abandonó a Pablo. Por supuesto, los chocolates se excusaron como lo hacen hoy en día.
¿Quién podría soportar a un tonto tan fanático y ferviente? ¿De carácter tan testarudo? ¡Nadie podía colaborar con él, ni él con nadie! (¡Qué mentira! Jesús lo hizo, y formaron un buen equipo). 
Un entusiasta sin diplomacia, consideraba que era responsabilidad suya decirles a todos la cruda verdad, sin tener en cuenta las consecuencias.
Se graduó sin competencia ni escuela. ¡Y qué grado! Un hacha al cuello, superado sólo por la cruz.

Y así continúa el relato. Donde sea que leas en las Escrituras o libros de historia, encontrarás que quienes realmente conocían a Dios y no sólo lo confesaban, eran invariables ejemplos de valor y de esperanza, atrevidos por la causa de Jesús, arriesgándose por Dios. 
“Necios y locos”, les gritan el mundo y los chocolates. “Sí, por causa de Cristo” agregan los ángeles.
Noblemente lucharon por ganar el premio,
ascendieron las escarpadas alturas del cielo,
a través del peligro, penas y dolor.
¡Concédenos la gracia, Señor
para nosotros también imitarlos!

Por lo menos, los cristianos de chocolate de hoy, Pueden hacer alarde de antiguos linajes. 

CHOCOLATES A LA RUBEN

Hay “Chocolates a la Rubén” que escudriñan sus corazones y hacen también grandes resoluciones, pero, por alguna razón, permanecen entre los “rebaños”, oyendo las melodías de sus amados pianos y coros eclesiásticos.
Es bueno escudriñar nuestro corazón, pero es mejor tomar decisiones de corazón. 
No obstante, si en lugar de obedecer, nos escondemos entre las ovejas y abandonamos a nuestros hermanos en la lucha contra los lobos, dejándolos solos y cargados de trabajos, no somos más que cristianos de chocolate.
Hace varios años resolviste ir al África por Cristo. ¿Dónde estás ahora? ¿En Inglaterra todavía? ¡Sí! ¡Sí! ¡Caramelo! “¿Por qué te quedaste entre los rediles, para oír los balidos de los rebaños? Entre las familias de Rubén hubo grandes propósitos del corazón” (Jue. 5:16).

CHOCOLATES A LA MEROZ

Hay “chocolates a la Meroz”, que son como aquellos que merecieron la maldición del ángel del Señor.  La guerra se declaró, la batalla estaba por empezar, las esperanzas eran minúsculas y Meroz se quedó en Inglaterra para asistir a unas convenciones hasta que terminó la contienda.
Luego salió cómodo y seguro como un turista. Sin duda decía: “No podré luchar sin antes estar debidamente preparado. Además, hay tanto que hacer en la abundancia y plenitud de Meroz, y sabemos que alimentar un rebaño de ovejas gordas siempre se ha considerado el entrenamiento perfecto para la guerra”, ¡Como si el mejor entrenamiento para un soldado fuera el de ponerse en el papel de niñera!
“Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová; maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron al socorro de Jehová contra los fuertes” (Jue. 5:23).

CHOCOLATES A LA BALAAM

Los “chocolates a la Balaam”, empiezan como de primera clase y son conocidos como profetas. Luego, comienzan a desviar la mirada y se derriten. Finalmente, salen huyendo de la sartén y caen en el fuego, como Balaam.
Un día, su ojo izquierdo no pudo mirar hacia Dios. Estaba observando el mundo y sus riquezas, y a esa chica, la señorita popularidad. Él debería haber hecho lo que Dios le dijo, sacarse el ojo, pero decía que eso era demasiado. Además, quería lo mejor de ambos mundos. Deseaba de todo corazón morir como un justo, pero no estaba dispuesto a pagar el precio de una vida justa. No se atrevía a maldecir al pueblo de Dios, de manera que trazó planes para que otros los llevaran a cabo por él. Pero un día, cuando sus siervos estaban haciendo los preparativos, Balaam cayó junto con ellos (Ver Nm. 22-24).

“Te aconsejo que unjas tus ojos con colirio para que veas, que vuelvas a tener una mirada clara y te des cuenta de lo necio que es coquetear con el mundo” (véase Ap. 3:18).

CHOCOLATES A LA DEMAS

Este “chocolate a la Demas” abandonó al candente y ferviente Pablo por seguir otro sendero menos peligroso. Pensaba que Pablo debía tolerar el pecado o fingir no verlo, para no tener que reprenderlo, pues ¿sabes? “Era tan aficionado al cuchillo que nunca usaba vendajes pues decía que no sanaban, sino que hacía crecer la llaga por debajo, la empeoraban, la agrandaban y la hacían más peligrosa” (véase 2 Ti. 4:10).
hallado en www.scribd.com, continuará d.v. en el siguiente número

C.T. Studd nació  de padres ricos en Inglaterra en el año 1860 y fue educado en Cambridge.  Era jugador de crickett en la selección nacional de Inglaterra. Luego renunció una gran  herencia y servía como misionero en China, la India y al final en Africa donde murió en 1931.

viernes, 13 de enero de 2012

EN ESTO PENSAD --- enero 2012

ASPIRE A SER CÓMO JESÚS
William MacDonald
(Parte II)

  Si bien Cristo mismo es nuestro ejemplo supremo, a menudo podemos aprender lecciones valiosas sobre cómo imitarlo cuando Le vemos reflejado en las vidas de Su pueblo. ¿Acaso no es cierto que algunas veces leemos de Sus cualidades pero que parecen estar muy distantes de nosotros? Pero cuando encontramos a un creyente que exhibe alguna cualidad de Cristo en una forma particular, percibimos la verdad encarnada. Ya no nos parece tan teórico o impráctico. Por ejemplo, el tema del discipulado, puede que nunca cobre vida para nosotros hasta que lo veamos puesto en práctica a través de un discípulo apasionado por obedecer los claros mandamientos de la Escritura.
Esto nos lleva a las preguntas centrales. ¿Cómo es Jesucristo y cómo puedo ser más semejante a Él? ¿Cómo puedo vivir de tal modo que otros vean a Cristo en mí? ¿Cómo puedo imitar Su carácter, comportamiento y forma de hablar?
Era un Hombre del Libro. La mente de Cristo estaba llena de la Escritura. Él citaba la Palabra como su autoridad final. Los versículos que citaba daban siempre en el blanco; eran las palabras precisas para la ocasión.
Era un Hombre de Meditación. Él era el hombre bienaventurado del Salmo 1 cuyo deleite estaba en la ley del Señor. En dicha ley meditaba día y noche.
Era un adorador. El acto supremo de adoración de nuestro Señor fue su muerte en el Calvario en obediencia a la voluntad de su Padre.
No se conformó al mundo. ¿Acaso Él no dijo con respecto a sus discípulos: "No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo" (Jn. 17:16). Él no era de este mundo en absoluto.
Él no combatió con armas carnales. Cuando nuestro Señor fue juzgado delante de Pilato, dijo: "Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí" (Jn. 18:36).
La Perfección Moral. El Señor Jesús no sólo vivió una vida sin pecado, vivió sin siquiera conocer el pecado, y no hubo pecado en Él. Fue tentado desde fuera, pero nunca desde dentro. No había nada en Él que respondiera al pecado.

"Tú te hiciste en todo como un hombre,
Semejante en todo pero sin pecado,
Para que nosotros pudiéramos ser como Tú,
Cosa que nunca habíamos sido". (Joseph Stennett)


Él no podía hacer las cosas por sí mismo ni actuar independientemente de su Padre Dios. Dos veces en Juan 5 dijo que no hacía nada por sí mismo (vv. 19, 30). Al decir esto no negaba su omnipotencia, sino que afirmaba su absoluta igualdad con el Padre, la perfecta unión de su voluntad con la del padre.
En su libro, The Sinless Savior ("El Salvador Impecable"), J. B. Watson ofreció el siguiente tributo al Señor Jesús:

"Nunca sintió una pizca de arrepentimiento. Nunca fue consciente de alguna falta...nunca expresó arrepentimiento por alguna palabra o hecho, nunca admitió un error, nunca pronunció una confesión, ni sufrió que alguien juzgara sus caminos o acciones. Caminó sin apuro cada día, cumpliendo su obra señalada en cada hora, de manera que en su vida nunca hubiera atrasos. Al terminar cada día retenía la misma paz con la cual lo había comenzado.

Otro admirador dijo: Él fue tan inmaculado como hombre como lo es como Dios; tan puro en medio de las contaminaciones del mundo como en los días cuando era el deleite del Padre antes del comienzo del mundo".
continuará d.v. en el siguiente número
del libro El Manual Del Discípulo, págs. 98-99, traducción corregida.

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Un Evangelio Sin Sangre
“Si se omiten de un ministerio los sufrimientos expiatorios de Cristo, ese ministerio es inútil. “La vida está en la sangre” vale tanto para un sermón como para los animales y los sacrificios. Un evangelio sin sangre, sin la expiación, es evangelio de demonios y no de Dios”.     C. H. Spurgeon

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La Pesca

"Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres” (Lc. 5:4-10). 
“Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada. Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús. Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No. Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces. Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor!” (Jn. 21:3-7)
Para los pescadores una de las cosas más difícles de admitir es que después de todos sus esfuerzos no han pescado nada. En dos ocasiones, al principio del ministerio público del Señor y luego después de Su resurrección, los discípulos trabajaron toda una noche sin pescar nada. No es que no supieran cómo pescar, al contrario, ¡era el oficio de algunos de ellos! Pero no sabían dónde estaban los peces ni podían obligarlos a meterse en las redes. El Señor quería enseñarles acerca de cómo pescar, y ésta es la lección: Él sabe dónde están los peces y cómo dirigir las redes para la pesca. Está bien trabajar duro, pero no sólo para ejercicio ni por estar ocupado. El propósito es pescar algo. Para eso tenían las redes. El Señor usaba la pesca para enseñarles una lección más importante – cómo ser pescadores de hombres. 
¿Acaso no tenemos que aprender del Señor la misma lección? Él sabe cómo hacernos pescadores de hombres. Si dejamos de explicar tanto cómo lo hacemos, como nos hemos esforzado y cuánto sabemos del asunto, Él nos enseñará. Pero primero, hay que confesar lo difícil: a pesar de haber trabajado, no hemos pescado nada. Nada. “Nada hemos pescado” dijo Simón. No era el único. Son muchas horas trabajando en ello (¿podemos al menos decir esto?) Mucho remar, echar las redes y recogerlas, pero total, nada. No sirve echar la culpa a los peces, ni al tiempo, los compañeros, la barca, etc. Quejarse no es lo mismo que traer pescado. Si no pescas nada, hay que admitirlo, aunque duela. Porque entonces el Señor nos puede ayudar.
En Mateo 4:19 el Señor dice: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”. He aquí una exhortación y una promesa. Primero la exhortación: “Venid en pos de mí”. Es nuestra parte. ¿Vamos en pos del Señor, mirándole diariamente para saber cómo vivir, cómo enfocar nuestras vidas y prioridades, qué hacer y qué no hacer, cuándo, dónde y cómo pescar? ¿Quién dirige nuestra vida, nuestra asamblea y la pesca, Él o nosotros? “Venid en pos de mí” es seguir Sus pisadas, ir detrás, no delante. El Señor no nos sigue para bendecirnos dondequiera que vayamos, sino que nos guía y lidera y por eso va delante. ¿Buscamos obedecerle, imitarle, agradarle? Entonces viene la promesa: “y os haré pescadores de hombres”.
Las escuelas, los módulos, los institutos y seminarios no hacen pescadores de hombres. Los hace Cristo. Dejémosle dirigir la pesca, y trabajemos con más humildad. Cuando Él nos guíe, e indique “ahora” y “allí”, hay que echar la red. Cuando el Señor dirige la pesca no diremos qué pescadores más buenos que somos, sino: “¡Es el Señor!”                 
  Carlos

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La Espada de Damocles
     Muchos años atrás, en el siglo IV antes de Cristo, había en Siracusa (Sicilia) un rey llamado Dionisio II, que tenía un cortesano muy adulón llamado Damocles. Este siempre le aturdía con largas disertaciones sobre la felicidad de los monarcas. Cansado el rey de tantas palabras huecas y sin sentido, un día le dijo a Damocles que quería hacerle probar las delicias de las cuales hablaba tanto.
Un día el rey ofreció un gran banquete a sus amigos e invitó a Damocles a que participara de él, y lo hizo ocupar el asiento en el cual acostumbraba a sentarse el soberano. Ordenó que lo vistieran con ropas de gala y que le pusieran en la cabeza una valiosa diadema.
Cuando se encontraban en lo mejor de la fiesta el rey le dijo a Damocles que mirase hacia arriba, y al hacerlo reparó en la afilada espada que colgaba atada por un único pelo de crin de caballo, directamente sobre su cabeza. De súbito se le quitaron completamente las ganas de los apetitosos manjares y las bellas muchachas, y pidió al rey permiso para abandonar su puesto, diciendo que ya no quería seguir siendo tan afortunado.
Una espada peor que la de Damocles cuelga continuamente sobre nuestra cabeza. “El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12). “El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:3). “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Todo se puede perder de golpe, incluida la vida. Amigo que vives para pasarlo bien y disfrutar la vida, piensa en la espada de Damocles, y en la de Dios. La muerte pende sobre ti, y en cualquier momento se puede romper el hilo de la paciencia de Dios, y pasarás a la eternidad, a tu encuentro con el Santo y Justo. 
Sólo una vida, y pronto pasará. Debes prepararte para la eternidad, ¡porque es larga! Debes reconciliarte con Dios antes de que sea demasiado tarde: “Ahora es el tiempo aceptable, he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2). “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30).

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EL SOLDADO DE CHOCOLATE
C. T. Studd
(parte II)

DAVID
David, cuyo corazón era conforme al de Dios, fue un hombre de guerra y de mucho valor. Cuando todo el ejército de Israel se acobardó, él enfrentó a Goliat -sólo... con Dios- siendo apenas un muchacho y además bien regañado por su hermano mayor, por haberse acercado al campo de batalla. ¡Qué necio más grande fue su hermano Eliab! Como si David sólo hubiera ido a ver una batalla y no a luchar. Eso es para los soldados de chocolate. Los que sólo van a ver las batallas y tranquilamente incitan a otros a pelear.
Sería mejor que guardaran el dinero del viaje y lo emplearan para enviar a los verdaderos guerreros. Los soldados no necesitan niñeras, les basta el Espíritu Santo, siempre presente y dispuesto a cuidarlos en cualquier necesidad con una simple petición. ¡No! ¡David fue a la batalla, se quedó a luchar y ganó! Sabio por encima de su juventud, no tenía necesidad de la armadura que utilizaba Saúl, porque restringía su libertad de actuar... Se la midió y tan pronto como se la midió, se la volvió a quitar. Además, rechinaba tan horrible al caminar, que le hubiera impedido escuchar la apacible y delicada voz de Dios, diciéndole: “¡Por aquí es el camino a la cañada David, ahí están las cinco piedras lisas! Confía sólo en mí. ¡Tu honda, hecha con tu mano servirá perfectamente, y ahí está el atajo hacia Goliat!” LOS CHOCOLATES habían huido, (pues todos eran de chocolate), pero David arremetió contra Goliat. Una sola piedra lisa bastó.
El secreto de David consistió en que sólo tenía un director y éste era infalible. Dios dirigió la piedra así como al joven. Varios capitanes en un equipo echan a perder el partido y si hay dos, sobra exactamente uno. Por eso Cristo dijo a sus soldados: El os guiará a toda la verdad.
“Este es mi Hijo Amado: a El oid” (Mr. 9:7).
“Un solo mediador, entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Ti. 2:5).
Hay “un solo director del cristiano” El Espíritu Santo, cuyas instrucciones indiscutiblemente requieren obediencia inmediata, sin depender de la aprobación de los hombres.
Al diablo se le ataca con balas ardientes provistas por la fundidora del Espíritu Santo... El se ríe de balas frías o tibias; y usar las que son una mezcla de hierro y arcilla, medio divinas y medio humanas, es como lanzarle bolas de nieve.
¿De dónde provenían la resolución y la destreza de este inexperto joven? No fue de cursos militares, escuelas teológicas o retiros espirituales. ¡Basta conocer sólo al Dios verdadero y a Jesucristo! Pablo decidió conocer sólo a Jesucristo, ¡Y vean que resultado! Mientras otros aprendían teorías bonitas, David, así como Juan, habían estado a solas con Dios en el campo, practicando contra osos y leones. ¿El resultado? Conocía a Dios y hacía proezas. Lo miraba sólo a Él, confiaba, y le obedecía. Ese era el secreto, sólo Dios da fuerzas. Dios mezclado con hombres implica la debilidad del hierro y la arcilla... chocolate, ¡fragilidad!
David era un héroe. Sin embargo, ¡Ay de él! Una vez jugó el papel de soldado de chocolate. Se quedó en casa, cuando debía ir a la guerra. Su ejército, lejos y en peligro, luchando contra el enemigo, ganó la batalla. Mientras que David, a salvo en su hogar, cerca de la casa de Dios y aún frecuentándola, sufrió la gran derrota de su vida, ocasionando una cosecha tan amarga de por vida, que bien pudiera disuadir a otros de cometer la tontería de sembrar esa clase de semillas silvestres. El pecado de David es un tremendo sermón (Como debiera haber sido la predicación de Lot en Sodoma) Su tema: ¡“No seas un soldado de chocolate”!
Mediante una sencilla, rápida y completa confesión, David recobró otra vez su vigor. Se necesita ser un verdadero hombre para realmente confesar. Un soldado de chocolate dará excusas o encubrirá su pecado. Resbalará en el fango, se revolcará, limpiará su boca tratando de quitar el mal sabor de la mentira consumada y se engañará diciendo: “No he cometido iniquidad”. ¡El tal será un suicida insensato! Matando la conciencia para guardar la dignidad. Como Balaam que azotó a su asna cuando trataba de salvarle la vida. El ser un soldado de chocolate casi le cuesta la vida a David. ¡Cuidado!

NATAN
Fue otro verdadero soldado de Cristo. Él fue a reprocharle a su rey de frente, como lo hizo Pedro con Ananías (sólo que David aprovechó la oportunidad y confesó), no como los soldados de chocolate de hoy, que se la pasan murmurando y se niegan a juzgar, reprochar, o a quitar de en medio lo malo por miedo a un posible escándalo. 
Ellos, acobardados dicen: “No es nada ¡Nada en absoluto, apenas una equivocación! Como si la causa de Dios sufriera más por una declaración abierta en defensa de la verdad y por el uso de la espada, que por esconder el pecado y permitir el desarrollo mortífero en los miembros, causando así la muerte para el cuerpo entero. 
“El que hace justicia es justo”, “El que peca es del diablo”, y uno debe decirlo. El que cae y vuelve a ser llevado cautivo por el diablo, no necesita ni vendajes ni ungüento, sino de un justo que lo reprenda con firmeza y lo exhorte a que se arrepienta. Hoy en día necesitamos mucho de personas como Natán, que le temen sólo a Dios y no a cualquier escándalo.

DANIEL
¡Por supuesto! Fue otro héroe ¿Acaso no era el hombre amado de Dios, a quien mandó un ángel para decírselo?
Me gusta observarlo mientras se dirige al foso de los leones con paso firme y cara radiante, parando sólo una vez, como su Señor rumbo al Calvario, para confortar al emperador que estaba llorando y agonizando. Dios obró a favor de Daniel, cerrando la boca de los leones, pero la abrió para aquellos que habían hablado en contra de su siervo.
A un hombre se le conoce por sus obras, y las obras de Daniel eran sus tres amigos, quienes prefirieron enfrentarse al horno de fuego antes que inclinarse delante de los hombres o de la imagen de oro.
Ve a Daniel otra vez, ahora en el salón del banquete, mientras se oye el susurro del que lo conduce: “Sé amable Daniel, sé diplomático...” “Posición y poder te esperan si eres discreto y sabio; sobre todo si eres discreto”. Y ahí va la sencilla respuesta de Daniel: “¡Fuera, Satanás!” Después lo podemos ver delante del rey, enfrentando la tortura o la muerte inmediata, pero fue el rey quien vaciló, no Daniel, quien le dice directamente toda la calcinante verdad de Dios, sin quitarle una sola palabra.

JUAN EL BAUTISTA
Fue un hombre enseñado, hecho y enviado por Dios, un buen tipo. ¡Juan! ¿Quién no lo ama y admira? ¡Hasta Herodes! No tenía pelos en la lengua, ni endulzaba sus palabras. No tenía ni una gota de aceite, ni de melaza en su composición, pues siempre enfatizaba la pura verdad. Como amaba, así advertía, no sabía adular. Cortejaba con la espada, y por eso los hombres lo amaban más. Siempre es así.
Los líderes religiosos mandaron interrogar a Juan con la pregunta que tanto gustaban de hacer: ¿Con qué autoridad haces estas cosas (buenas)? Lo mismo le preguntaron a Cristo, y lo crucificaron por haberlas hecho. La respuesta de Juan fue sencilla y mordaz. Les responderé lo que preguntan y más. (Juan era siempre sincero) “¿Yo? Yo no soy nadie, pero ustedes y sus maestros son una generación de víboras”. ¡Qué contestación! Juan siempre ponía sal a sus palabras. Era un hombre que hablaba con libertad y audacia, un hombre de Dios que: ¡No era ni golosina, ni soldado de chocolate!
De igual manera, se enfrentó a Herodes después de seis meses en una celda subterránea, donde actuaba como un hombre de la “misión de Dios al aire libre”. Llevado ante el rey, rodeado de todo el poder y la majestad de la corte, parpadeando por la desacostumbrada luz, pero de ninguna manera vacilando ante la verdad, dejó escapar la ardiente y tronante reprensión:
“No te es lícito tomar esa mujer por esposa”. Todo un sermón en una frase, tan fácil de recordar como imposible de olvidar. Juan había predicado así antes. Como Hugh Latimer, no menospreciaba el repetir palabra por palabra, un buen sermón a un rey, cuando éste había hecho caso omiso de sus advertencias.
Juan recibió tanto de Dios como del emisario de Satanás; la distinción única de ser un personaje sobresaliente. Escucha al Salvador, que se permite una explosión de exquisito sarcasmo, acerca de aquello que la gente pensaba de Juan. ¿Qué salieron a ver al desierto, una caña sacudida por el viento? ¿Un hombre vestido de ropa fina? ¿Un cristiano de Chocolate? ¡Qué delicia! Los chocolates se encontraban precisamente ahí delante de Jesús, fariseos, saduceos, sacerdotes, escribas, abogados y otros hipócritas. ¡Cómo se divertiría la muchedumbre! “¿Un profeta? ¡Si, os digo, y mucho más que un profeta! De hombre nacido de mujer no hay uno mayor que Juan”. Y ¿Qué dijo el enviado del diablo cuando oyó de Jesús, después de la muerte de Juan? “Es Juan levantado de la muerte”. ¡Qué personaje! ¡Imagínate, alguien confundiendo a Jesús con otro! Con el único que pudiera ser confundido, con Juan. Nadie le envidiaría esa honra, la tenía bien merecida. Aunque de veras era un gran honor porque Juan era un hombre puro, sólido, sin una sola pizca de chocolate.Si Juan hubiera oído decir a Jesús: “Ustedes me serán testigos hasta los confines más remotos de la tierra”, no creo que la cárcel de Herodes o sus soldados, lo hubieran podido detener. Seguramente habría encontrado la manera de escapar y habría salido a predicar el evangelio de Cristo, sino en el mismo corazón del África, entonces en otra parte más difícil y peligrosa. Pero Cristo dijo refiriéndose al don del Espíritu Santo que seria dado a todo creyente: “El que es el menor en el reino de Dios, es mayor que Juan”, dando a entender que poderes aún más grandes están a la disposición de todo cristiano y que todos nosotros podemos ser lo que era Juan: Bueno, directo, intrépido, invencible y heroico.
hallado en www.scribd.com, continuará d.v. en el siguiente número
C.T. Studd nació  de padres ricos en Inglaterra en el año 1860 y fue educado en Cambridge.  Era jugador de críquet en la selección nacional de Inglaterra. Luego renunció una gran  herencia y servía como misionero en China, la India y al final en Africa donde murió en 1931.

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sábado, 3 de diciembre de 2011

EN ESTO PENSAD -- DICIEMBRE 2011

ASPIRE A SER COMO JESÚS

William MacDonald

La respuesta a la mayoría de los problemas que enfrentamos es la santidad o la semejanza a Cristo. Por ejemplo, uno de nuestros problemas es cómo conocer la voluntad de Dios. La mayoría de los versículos que responden a esa interrogante tienen que ver con nuestro carácter (Pr. 3:5-6; Sal. 25:9). Queremos saber cómo ser efectivos en la evangelización. La respuesta es la santidad (Mt. 4:19).
Si queremos tener una vida eficaz de oración el Señor dice: "Sí permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho" (Jn. 15:7). Como soldados que luchan por el señor, necesitamos protección y eficacia. ¿Cómo? La armadura del creyenbte se encuentra en Efesios 6:11-18. Es el carácter cristiano. Lo mismo sucede en todos los aspectos de la vida cristiana. Dios no nos da una atractiva lista de diez principios. En lugar de eso enfatiza nuestra vida personal. Lo demás viene solo.
Siempre deberíamos orar: "Señor, haznos cada vez más como Cristo y cada vez menos como nosotros mismos". Ningún cristiano argumentaría en contra del hecho que deberíamos ser cada vez más como el Señor Jesús. No existe una meta superior ni una ambición más elevada que ser semejante a Cristo. Uno de los grandes objetivos de Dios para Su pueblo es conformarlos a la imagen de Su Hijo. El propósito de Dios es hacernos como el Señor Jesús. Se enseña a lo largo del Nuevo Tetamento y a menudo lo escuchamos en los sermones.
Pero aun existe una pregunta: "¿Cómo?" Es una forma práctica y en nuestra vida cotidiana, ¿cómo podemos hacer para que Dios logre una sejejanza cada vez mayor al Señor Jesús en nuestras vidas? Una cosa es saber qué hacer y otra es cómo implementarlo.
"La imagen de Dios no se la ve en la forma de nuestros cuerpos, sino en la belleza de una mente y un corazón renovados. La santidad, el amor, la humildad, la mansedumbre, la bondad, el perdón, todas estas cosas constituyen el carácter divino" (Notas Diarias de Scripture Union).
Pablo nos dice que somos transformados a Su imagen a medida que lo contemplamos (2 Co. 3.18) Esto significa que si estudiamos Su vida como Hombre aquí en la tierra, y también Su vida presente a la diestra de Dios, y luego con disciplina y determinación procuraremos seguirle, caminr como Él caminó y ser conducidos por Su ejemplo.
Existen dos versículos claros en el Nuevo Testamento en los cuales el Señor Jesús es presentado como ejemplo para que lo sigamos. Ellos son Juan Juan 13:15 y 1 Pedro 2:21. 
"Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis" (Juan 13:15, acababa de lavar sus pies). También 1 Pedro 2:21 dice: "Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis Sus pisadas".
Está por demás decir que nunca podremos alcanzar Su perfección aquí o compartir atributos que pertenecen únicamente a Dios. Pero no deberíamos usar esto como una excusa para quedarnos satisfechos con el status quo (las cosas como son ahora). Deberíamos luchar para alcanzar la meta.
continuará, d.v.  en el próximo número

de su libro El Manual del Discipulo, págs 95-96, traducción corregida

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Píldoras Antipentecostales
         (parte II)

Píldoras para combatir la doctrina falsa sobre la persona y obra del Espíritu Santo de Dios: 

· El bautismo del Espíritu es mencionado tres veces:
El (Cristo) os bautizará en Espíritu Santo; Lucas 3.16. 
Vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días; Hechos 1.5. 
Por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo; 
1 Corintios 12.13 . 
(Este bautismo es la operación del Espíritu por la cual se formó unavez para siempre el cuerpo espiritual que es la Iglesia universal). 
· Esta operación se realizó el Día de Pentecostés y no se repite. Cada creyente desde su conversión es miembro de este “cuerpo”, la Iglesia universal o total. 
· La Escritura nunca habla de un individuo como bautizado por el Espíritu. 
· Al recibir el Espíritu los creyentes fueron “llenos”, Hechos 2.4. Esta plenitud debe ser mantenida: Sed llenos del Espíritu— 
(i) hablando entre vosotros, 
(ii) cantando, 
(iii) alabando en vuestros corazones, 
(iv) dando gracias. Colosenses 3.16

· La plenitud del Espíritu se mantiene por la meditación de la Palabra: 
"La palabra de Cristo more en vosotros... enseñándonos, exhortándonos, cantando..." Efesios 5.19
·El don del Espíritu se recibe en el mismo momento y de la misma manera que el perdón; véanse Hechos 2.38, 10.43 al 48; 11.15 al 18.  Después de Pentecostés el Espíritu mora en todos los creyentes; véase Romanos 8.9, “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”.

Píldoras para combatir exageraciones acerca del antiguo don de sanidades públicas

· Los apóstoles y sus colaboradores (Esteban, Felipe y Bernabé) sanaron a los enfermos, pero ningún otro hacía sanidades; Hechos 6.8, 8.6,7,13, 14.3 
· Cuando éstos sanaban, nunca fracasaron. La curación fue siempre completa e instantánea. No se usaba como propaganda. No sanaron a creyentes. 
· Las sanidades fueron señales para acreditar el evangelio; no eran un fin en sí; Hebreos 2.3,4, Marcos 16.14 al 20. 
· Estas señales iban a “seguir” a los apóstoles, una vez vencida la incredulidad mencionada en Marcos 16.11 al 14, para fortalecer su fe y mostrar al pagano que proclamaban la verdad; no dice el Señor que los convertidos tendrían esta capacidad. 
· Una vez acreditado el evangelio, las curaciones cesaron. Ejemplos: la enfermedad de Timoteo, 1 Timoteo 5.23, y la de Trófimo, 2 Timoteo 4.20.

H. W. Graham; adaptado de La Sana Doctrina, número 51, 1967, y presentado en Tesoro Digital

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El Purgatorio y el Paganismo

Si bien no se encuentra en la Santa Biblia el dogma del purgatorio, podemos reconocer su origen recordando que era una creencia común entre las religiones paganas. Platón, hablando del juicio futuro de los muertos, afirma que "de aquellos que han sido juzgados, algunos deben primeramente ir a un lugar de castigo donde deben sufrir la pena que han merecido...
Esta doctrina resultaba muy provechosa para los sacerdotes paganos, porque era la base de sufragios piadosos por los difuntos.
Platón habla de "un misterio y el más costoso de todos los sacrificios, llamado el Telete, que era ofrecido por los vivos y los muertos para librarles de todos los males a que los malignos están expuestos al abandonar este mundo" (Phaedrus, por Platón. Tomo II, págs. 364-365).
Tales eran las ideas de los paganos a los cuales fue predicada la doctrina cristiana. No es extraño que algunos cristianos, imbuidos de estos pensamientos, al aceptar la nueva fe empezaran a orar por sus difuntos y a recomendar esta clase de oraciones, pero no sin tener la oposicioón de muchos cristianos piadosos que condenaban totalmente el orar por los que, según la Escritura: "Descansan de sus trabajos". Los que, inclinados un poco hacia aquella creencia, como san Agustín, oraban por sus difuntos, era siempre con duda y como medida de precaución, teniendo que reconocer, sin embargo, que no podían encontrar en las Sagradas Escrituras una clara enseñanza de dicha doctrina. 
El dogma del purgatorio, en sus principios, fue condenado en el concilio general celebrado en Constantinopla en el año 573, y no fue aceptado como tal hasta el concilio de Florencia en 1439.

Samuel Vila, de su libro A LAS FUENTES DEL CRISTIANISMO (CLIE), pags. 51-52

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¿Has guardado los Diez Mandamientos?

1.  “No tendrás dioses ajenos delante de mí”.
2.  “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás”.
3.  “No tomarás el nombre del SEÑOR tu Dios en vano”.
4.   “Acuérdate del día de reposo para santificarlo”.
5.  “Honra a tu padre y a tu madre”.
6.  “No matarás”.
7.  “No cometerás adulterio”.
8.  “No hurtarás”.
9.   “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio”. (no mentirás)
10.  “No codiciarás... cosa alguna de tu prójimo”.    Éxodo 20:3-17

Se acerca el día cuando todo ser humano comparecerá ante Dios. Amigo, ¿cómo te irá aquel día? Veamos: ¿Has mentido alguna vez? ¿Has tomado algo que no era tuyo? ¿Has tomado en vano el nombre de Dios? Cristo dijo: “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (S. Mateo 5:28). ¿Has mirado con codicia o lujuria? ¿Serás hallado culpable en el día del juicio? Si has hecho  cosas así, Dios te ve como mentiroso, ladrón, blasfemo y adúltero de corazón. En el juicio serás hallado como eres: pecador culpable, y serás condenado. “El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4). La Biblia te advierte de que si eres culpable acabarás en el infierno por toda la eternidad. Y las palabras de Cristo nos implican a todos: “Ninguno hay bueno, sino sólo Dios?” (S. Lucas 18:19).
Pero esa no es la voluntad de Dios, ni siquiera para los pecadores. Dios conoce nuestra maldad, pero aun nos ama y desea perdonarnos. Pero el perdón divino no es cuestión de meras palabras. “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Alguien tiene que pagar por lo malhecho. ¡He aquí buenas nuevas! Dios por su gran amor envió a su Hijo Jesucristo a sustituirte y morir en tu lugar. Cristo era perfecto y sin pecado. Cuando murió crucificado, sufrió por ti. Violaste la ley de Dios, incurriendo en muerte, pero Jesucristo pagó tu deuda con su sangre preciosa. Esto significa que Él puede perdonarte sin pasar por alto el pecado y la condena, porque en la cruz Él pagó pena de muerte por ti. Resucitó al tercer día y vive ahora a la diestra de Dios Padre. “Puede salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios” (Hebreos 7:25). ¿Quieres ser una de estas personas salvas para siempre? Acércate a Dios sólo por medio de Jesucristo.
Cristo hizo ese gran sacrificio en el Calvario por ti, en amor, como dádiva. No puedes perdonarte a ti mismo, ni puede una religión perdonarte. Sólo Dios puede perdonar judicialmente el pecado. Para recibir el don de Dios que es vida eterna, debes arrepentirte del pecado y confiar únicamente en el Señor Jesucristo. Sólo Él puede perdonarte y salvarte. No confíes en nada ni nadie más, ni santos, ni sacramentos, sino sólo en Aquel que murió por ti y vive para perdonarte y darte vida nueva. Puedes hacerlo ahora mismo. Es tu decisión. No te preocupes por qué dirá la gente, sino por qué dirá Dios. Confiesa ante Él tu pecado y declara tu confianza en el Señor Jesucristo, Cordero de Dios, como Sustituto tuyo que pagó tu condena en la cruz. “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” (Hechos 16:31).

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EL SOLDADO DE CHOCOLATE
Heroísmo, el acorde perdido del cristianismo 

por C.T. Studd

¡El heroísmo es el acorde perdido, la nota que falta en el cristianismo actual!
¡Todo verdadero cristiano es un héroe! ¡Un soldado sin heroísmo es un soldado de chocolate! ¿Quién no es incitado al desdén y a la burla con la simple idea de un soldado de chocolate? En tiempo de paz, los verdaderos soldados están como leones cautivos, inquietos dentro de sus jaulas, en cambio, la guerra los libera y los envía como a estudiantes contentos al final del día escolar, a obtener el deseo de su corazón o a perecer en el intento ¡El aliento vital del soldado es la batalla! La paz lo vuelve asmático y jorobado, mientras que la guerra le devuelve la vitalidad contagiosa. ¡Le da el corazón, la fuerza y el vigor de un héroe!

Todo verdadero cristiano, es un soldado de Cristo

¡Un héroe por excelencia! Valiente entre los valientes, que se burla de las seducciones de la paz y sus repetidas advertencias contra las dificultades, enfermedades, peligro y muerte, cosas que el valiente considera sus mejores amigos.
¡El cristiano que no es así, es un cristiano de chocolate! Que se disuelve en el agua y se derrite al olor del fuego. ¡Son golosinas, bombones, caramelos! Que pasan sus vidas sobre una charola de porcelana o en una cajita de dulces, cada uno envuelto suavemente, en un papelito con bordes recortados para preservar su preciosa y delicada textura.
He aquí, algunos ejemplos de soldados de chocolate, dados directamente por el mismo Señor Jesucristo.
Dice: “Yo voy, Señor” y no fue”, dijo que iría a los paganos, pero en lugar de hacerlo, se quedó con los cristianos. “Ellos dicen y no hacen”, mandan ir a otros, pero ellos no van. 
En la batalla de Sebastopol, un cabo mandó a un soldado raso para que arreglara una defensa militar. “Nunca mande a otro, a hacer lo que usted mismo tiene miedo de hacer”, le dijo el general Gordon al cabo, mientras él mismo saltaba sobre el parapeto de la trinchera para componerla.
Para el Cristiano de Chocolate, el sólo hecho de pensar en la guerra le produce un violento ataque de nervios, y el llamado a la batalla lo deja paralizado. Dice: “Realmente soy paralítico”, “Quisiera hacerlo, pero sólo puedo cantar”. He aquí algunos de mis versos favoritos:

Que me lleven al cielo
sobre camas de flores,
que otros conquisten el premio,
a través de mares de horrores.

¡Seguid vuestra marcha! héroes cristianos,
que nosotros también avanzamos
aunque no a la misma batalla.

¡Deteneos! Cuidad a los niños
mimadlos con muchos cariños
alimentadlos, vestid en pañuelo,
a los bebes que están en el suelo.

Hacedlo sin tregua, no deben parar
hasta que de gorditos
no puedan ni andar

Coro:
Dejadnos deambular en paz dejadnos dar
vueltas y vueltas en la guardería,
niñeras somos, en vez de infantería.

Dulces, pasteles y demás
en nuestros platos deben estar
porque lo mas deleitoso,
no nos debe faltar.

"Gracias al buen Señor", decía una frágil y anciana señora: ¡“Dios nunca quiso que yo fuera una gelatina” y en verdad no lo era! 
Dios jamás ha sido y nunca será un fabricante de chocolate

Los hombres de Dios siempre son héroes. En las Escrituras se pueden hallar sus gigantes huellas sobre las arenas del tiempo. 

NOE
Caminaba con Dios y no sólo predicaba la justicia, sino que la practicaba. Pasó por el agua y no se disolvió, se enfrentó a la opinión general de su época, desdeñando tanto el odio como la mofa de quienes se burlaban de la idea de que existiera un sólo camino para ser salvos. Noé les advirtió a los incrédulos del juicio de Dios, y una vez que entró en el arca, no abrió la puerta ni una pulgada, ya que Dios la había cerrado. He ahí un verdadero héroe inconmovible ante el temor al hombre.

Aprende a desdeñar de los hombres sus elogios, 
aprende a perder con Dios;
Jesús conquistó el mundo sufriendo vergüenza,
y a todos nos invita a seguir su senda.

ABRAHAM
Fue un sencillo campesino que al escuchar las palabras del Dios invisible, se marchó con su familia y su ganado, a través del terrible desierto hacia una tierra lejana, para vivir en medio de un pueblo cuyo idioma no hablaba ni entendía. ¡Qué tal! Y más tarde hizo algo mejor. Marchó de prisa contra un ejército de cinco reyes aliados, enaltecidos por su reciente victoria, ¡todo para rescatar a un sólo hombre! ¿Su ejército? Sólo unos 318 hombres equipados para la aventura, ¡Y ganó! “El que se une con Dios siempre gana”. ¡Qué intrepidez! ¡Era sólo un campesino sin preparación alguna para la guerra! No obstante: ¿Qué héroe ha superado esa hazaña? ¿Y cuál fue su secreto? Abraham era amigo de Dios.

MOISÉS
Llamado el hombre de Dios, fue una especie de camaleón humano. Erudito, general, legislador, líder, etc. Criado como nieto del rey, tenía muchas posibilidades de llegar al trono, para lo cual sólo había un obstáculo: “La verdad”. ¡Qué decisión más difícil! ¡Qué tentación! ¡Un trono a cambio de una mentira! La ignominia, el exilio, o bien la muerte, a cambio de la verdad. ¡Hizo el papel de hombre!
“Rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo, que los tesoros de los egipcios...” (He. 11:24-26)
Lo veo de nuevo... Ahora viejo y solitario, marchando imperturbable de regreso a Egipto, después de cuarenta años de exilio, a enfrentarse al león en su guarida, a liberar a los esclavos del Faraón frente a sus propios ojos, y conducirlos a través del inmenso y peligroso desierto.
¡Un proyecto que requiere esfuerzo, y sobrepasa a cualquier otro! ¡Los designios de Dios siempre han sido así! Mira el Jordán, a Jericó, a Gedeón, Goliat, y a muchos más. Los Proyectos fáciles llevan otra marca: ¡La de la Brigada de Chocolate! ¡Cuánto aman sus escondrijos y aún así se consideran sabios! Los verdaderos cristianos se deleitan en aventuras de gran riesgo por Cristo, esperando grandes cosas de Dios e intentando las mismas grandes cosas con regocijo. En la historia no se han podido igualar las hazañas de Moisés. ¿Cómo lo hizo? No consultó con carne y sangre. No obedeció a ningún hombre, sino a Dios.
Y de nuevo veo al anciano de barba gris, bajando esta vez del monte a grandes zancadas, precipitándose al campamento, con los ojos flameantes como carbones encendidos. Un sólo hombre contra dos millones de danzantes, desenfrenados en el libertinaje. ¡Bravo! ¡Bien hecho viejo! ¡De primera! Su rostro no palidece, pero su boca se mueve y creo escuchar las palabras: “Si Dios está por mí, ¿quién contra mí? No temeré a diez millares de hombres que se hayan puesto en contra mía. Aún si un ejército acampe alrededor de mí, no temerá mi corazón”. Y no temió ¡Nuevamente ganó Moisés! ¿De dónde tal valor y heroísmo? Escucha lo que Dios dice de él: "Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra" (Nm. 12:3)
El Señor habló cara a cara con Moisés, como hablamos nosotros con un amigo: “No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablaré con él....” (Nm. 12:7-8) Tal es la afirmación acerca de Moisés, el camaleón, el hombre y amigo de Dios; por consecuencia, un héroe de primera clase.
documento hallado en www.scribd.com

continuará, d.v. en el siguiente número