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viernes, 26 de noviembre de 2010

EN ESTO PENSAD -- OCTUBRE 2010

SEIS SECRETOS SENCILLOS
PARA ESTUDIAR LA BIBLIA

(Parte III)

El tercer secreto es muy sencillo, pero poco querido. Es la voluntad dispuesta a obedecer. Por eso es poco querido, porque invade la ciudadela de nuestro ser, la voluntad. En efecto, este secreto dice que si no vienes con una actitud sumisa y dispuesta, con la intención de obedecer la Palabra de Dios, no lograrás mucho en tus estudios. Si confiamos en que Dios es bueno, e infinitamente más sabio que nosotros, deberíamos estar dispuestos y animados a hacer lo que Él nos indica en la Biblia, aun antes de saber qué es. El Señor muestra Su Palabra a la persona que quiere obedecer, y tú y yo hemos de ser como esta persona mencionada en Juan 7:17:
    “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios...”
    Es así de sencillo, el que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá. Esa es la actitud que también nos recomienda el profeta en Isaías 66:2, diciendo:
    “Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”.
    No vale para nada cuando una persona muy voluntariosa empieza a mirar la Biblia, a menos que primero quebrante su voluntad. La voluntad fuerte, y la independencia o autonomía personal son enemigos de la Palabra y la voluntad de Dios. Muchas veces entre creyentes, estos fallos de carácter se disfrazan con expresiones como “libertad en Cristo” , con intención de hacer cada uno como le parece, ¡como en los días del libro de Jueces! Pero Dios dice que mirará a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a Su Palabra. En su libro: “¡Quebrántame Señor!”, página 18, William MacDonald escribe así sobre el quebrantamiento:

        “Dios quiere que estemos quebrantados para aceptar y obedecer Su voluntad. El Salmista lo dice resueltamente, “No seáis como el caballo o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, mas de otra forma no se acercan a tí”.
        “La tendencia de un caballo brioso es pasar sobre todo, mientras que la mula simboliza la testarudez e intransigencia. Tenemos ambos peligros en relación con la voluntad de Dios”.

    La voluntad no quebrantada es un peligro vivo en la vida de todos los cristianos, no importa su edad ni cuántos años llevan en el Señor. Para combatir este peligro y seguir creciendo en la gracia y en el conocimiento del Señor (2 P. 3:18) cada uno debe vivir en sacrificio vivo, como Pablo aconseja en Romanos 12:1-2, y practicar la autonegación diaria de Lucas 9:23. El quebrantamiento y la humildad no sólo son aconsejables, sino necesarios, tanto que son imprescindibles. Puedes prescindir de carreras universitarias, de diplomas y certificados, de reconocimiento humano, de bienes materiales, y aun de tus derechos personales, pero no de un espíritu pobre y humilde que tiembla a la Palabra de Dios (Is. 66:2; Mt. 5:3). Pero, ¡qué poco se ve hoy en día esta actitud! A la Palabra de Dios oímos respuestas como: “Sí, pero...”, o: “yo no lo veo así”, cuando allí está el precepto bíblico delante de sus ojos. Es lamentable, y los que son así no irán muy lejos espiritualmente, aunque hagan muchos estudios en institutos bíblicos o programas de discipulado. No se mide la espiritualidad de un hombre por las notas que saca en sus estudios de asignaturas bíblicas, sino por cómo se quebranta ante la Palabra de Dios y conforma su vida a ella. Se mide en la humildad, la fidelidad y el temor de Dios que es el principio de la sabiduría (Pr. 1:7). ¿Cómo andas tú, mi amigo, en este asunto? Si la Palabra de Dios dice que hay que hacer o no hacer algo, o da un precepto que debes aplicar a ti mismo, ¿estás dispuesto a obedecerlo a pesar de las convicciones o preferencias que tenías antes, y a pesar de la dificultad que te pueda suponer? ¿Quieres hacer la voluntad de Dios? Si puedes decir con sinceridad y sin reservas que sí, entonces, la Biblia es un libro abierto para ti.    (continuará, d.v.)       
de LIBRO DIVINO, AMADA PALABRA, por Carlos Tomás Knot

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 Israel, Mi Amada
Mi deleite está en ella – Hepsiba – es el nombre que el Señor dio a Su antiguo pueblo. Los dieciséis profetas reciben gozosos cientos de profecías de bendición para Israel. El Señor Jesús lloró sobre Jerusalén (no Tiro y Sidón) y quiso muchas veces juntarla como la gallina a sus polluelos. La Palabra de Dios nos instruye a orar por la paz de Jerusalén.
    Hoy en día algunos israelíes están muy dispuestos a sacrificarse por el proceso de la paz. En cambio, otros dan sus vidas en asesinatos suicidas a fin de hacer un sabotaje a esa misma paz.
    Nosotros anticipamos la venida de nuestro Señor, esperanzados por los eventos que ocurren en Israel. Nuestros intereses en el arrebatamiento se centran en el Señor, Sus recompensas, Su novia, y el día de la boda. Seguramente Sus pensamientos también están centrados en esto. Pero también Se preocupará intensamente por Su amado Israel. ¿Qué dicen las Escrituras acerca de los próximos siete años después del rapto?
    Los israelíes nacidos de nuevo, por supuesto, ascenderán en las nubes para encontrarse en el aire con el Señor. Desgraciadamente, es evidente que estos serán sólo una minoría pequeña de los 18.000.000 de judíos que viven hoy en día. Pronto la nación hará un pacto de siete años con el futuro dictador mundial, y comenzarán la construcción del templo. Hoy se rumorea que los planes y las preparaciones se están finalizando, lo cual quiere decir que muy pronto comenzará la construcción. Acto seguido se inaugurarán los sacrificios.
    Antes de que los ángeles de ira empiecen a derramar los juicios de la Tribulación, otros pondrán el nombre del Padre como sello sobre 144.000 varones jóvenes de Israel. Aunque nunca aceptarán el número 666 del hombre de pecado, sus vidas serán preservadas durante la Tribulación. El Cordero se regocijará con ellos en el Monte de Sión, cantando un cántico nuevo que nadie más puede aprender (Ap. 14:1-5).
    Estos varones jóvenes son vírgenes y no se halla en ellos ningún engaño. Están sin mancha delante de Dios. Son las primicias del periodo de la Tribulación y siguen al Cordero dondequiera que vaya. La novia también estará con el Cordero, de modo que estos jóvenes le serán a la novia como un compañero.
    Suponiendo que más o menos un 10% de los 9.000.000 de varones en Israel se pueden considerar “jóvenes”, la sexta parte de estos son los 144.000. A menos que nuestras esperanzas de la segunda venida del Señor estén muy equivocados, es probable que los 144.000 estén muy vivos hoy día. Están viviendo vidas puras, todavía no entregados a Cristo, pero listos para creer cuando el Espíritu obra en ellos. Es un grupo interesante.
    Su tarea después de ser sellados parece ser propagar el evangelio eterno. El fruto de este ministerio se puede ver en los muchos designados como ovejas a la mano derecha del Señor cuando Él se sienta para juzgar a los gentiles vivos. Pero antes que el Señor intervenga, muchos más creyentes nuevos serán matados, tanto judíos como gentiles.
    Cuando se abre el quinto sello, los israelíes creyentes que hayan sido matados durante los siete años se ven bajo el altar como mártires (Ap. 6). Muchos más sobrevivirán los terrores de la Tribulación y le verán al Señor cuando Él aparece. Ellos también creerán, con lagrimas de remordimiento por su rechazo nacional de su Rey. (Zac. 12:10). Muchas ovejas gentiles heredarán el reino que les fue preparado desde la eternidad (Mt. 25:34), pero Israel será la nación predominante en el Milenio. Los apóstoles reinarán sobre las tribus (Mt. 19:28), y rápidamente construirán el templo, como se describe en Ezequiel.   
    Días grandes para Israel y para la humanidad vienen pronto. Todavía más felices pueden ser todos aquellos israelíes y todos los que aceptan a Cristo en la edad de la gracia. Así que, nunca dejemos de orar e interceder fervientemente en apoyo de todos los que trabajan para llevarle la Luz a Hepsiba, la nación amada de Dios.
R.E. Harlow
traducido de la revista “Missions” por Josué Knott

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EL DINERO HABLA... ¿Y Qué Dice?
 
“El dinero habla” es simplemente una versión moderna del antiguo proverbio: “El dinero sirve para todo” (Eclesiastés 10:19). Es el lenguaje internacional. ¿Sabes algo de japonés? ¿No? Pero conoces la palabra “yen”. ¿Y hebreo? Todos reconocemos la palabra “shekel”. Lo mismo pasa con “peso”, “lira”, “franc” y “deutchmark”  aunque han desaparecido y ahora todos conocen la palabra “euro”. Y todavía vale decir "dolar" y "libra". Los viajeros que no pueden comunicarse por medio del dialecto local, simplemente tienen que alargar sus carteras... e instantáneamente, ¡todo el mundo comprende!
    El dinero habla, pero ¿qué dice? El rey Salomón fue la persona que más dinero tenía para escucharlo hablar, y esto es lo que él oyó:
    1. El dinero no puede evitar que el “gran evento” suceda. Aunque el sabio va a la muerte con los ojos abiertos y el necio se hunde en la oscuridad, el último enemigo es insobornable. “Un mismo suceso acontecerá al uno como al otro” (Eclesiastés 2:14). El dinero habla elocuentemente en la sala de juntas, es adulador en el banquete, pero mudo en el lecho de muerte.
    2. El dinero no puede acompañarnos en nuestro viaje final (Eclesiastés 2:8-11). Dejamos el mundo con las mismas posesiones que cuando llegamos (Eclesiastés 5:15). Y así es trágicamente posible ser sabio para este mundo pero necio para la eternidad.
    3. Cuanto más dinero tengas, más importancia parece tener. Si el dinero va tomando más y más lugar en mi vida, en la misma medida va expulsando gozo, amor y contentamiento de ella. El dinero hace un buen siervo, ¡pero un maestro cruel!
    El hombre que “lo tenía todo” declaró: “todo es vanidad”. Luego, ¿es malo el dinero? No, lo necesitamos para funcionar. ¿Es malo vivir para el dinero? Es la manera más segura de convertirse en uno que vive en la pobreza espiritual. Escucha a tu dinero y verás.
    Jesucristo preguntó: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36). ¿Quieres ser realmente rico?  “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).

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TODO O NADA
Parte II
Hay dos palabras teológicas que describen estas dos cosas necesarias. Te daré las dos palabras y después explicaré brevemente lo que significan. Las dos palabras son justificación y regeneración.
    La palabra justificación es el sustantivo del verbo justificar. Justificar a alguien quiere decir probar o demostrar que esa persona es justa; que queda libre de culpa. También tiene el mismo significado que la palabra absolver, cuyo sentido es librar, o soltar, como de alguna obligación o de las consecuencias de haber sido hallado culpable.
    Porque Dios el Hijo, por medio de quien Dios el Padre creó todas las cosas, tomó forma de hombre y sufrió en la cruz como la ofrenda de Dios por el pecado, por nuestros pecados, ahora a Dios le es posible justificarnos, declararnos libres de culpa, porque otro ha sufrido en nuestro lugar.
    El sacrificio de Cristo en la cruz es algo que justifica también a Dios en Su obra de apartar nuestra sentencia y perdonarnos. Porque hace posible que Dios nos perdone y todavía sea justo cuando nos perdona.
    No hay absolutamente ninguna obra de nuestra parte que se pueda añadir a la obra que Cristo perfeccionó y completó por nosotros cuando sufrió “una sola vez” por nuestros pecados en la cruz. Él declaró: “Consumado es”, lo cual no nos permite creer como la Iglesia Romana enseña, que todavía haga falta el sacrificio de la Misa para seguir ofreciendo a Cristo de una forma mística e incomprensible cuando Él ha declarado: “Consumado es” (Juan 19:30). El sacrificio y la obra que fueron necesarios de parte de nuestro Salvador fueron terminados una vez para siempre hace más de 1.900 años cuando Jesucristo colgó en la cruz. No hay nada que tú o yo podamos hacer para añadir a lo que Cristo ya hizo para nuestra justificación.
    Podrías contestar, entonces, diciendo: “Es cierto. Todo lo que queda para hacer de nuestra parte es creer y confiar en Él para recibir el perdón”.
    Esto es precisamente donde muchos fallan en cuanto a recibir el perdón de Dios, porque no comprenden que hay una cosa más que tiene que hacerse antes de que Dios sea justificado en perdonar nuestros pecados, aunque Cristo ha muerto como la ofrenda por nuestros pecados.
    Lo que es necesario es un cambio de mente y corazón de parte del rebelde quien se entronó a sí mismo como rey o señor en lugar de Dios. Ese rebelde, que eres tú, debe arrepentirse, bajarse del trono de su vida, y pedir a su Creador y Padre que tome el trono y reine como gobernador supremo en su vida.
    Este hecho involucra el otro término teológico que mencionamos anteriormente; la palabra regeneración. En otras palabras, debemos ser regenerados, “nacer de nuevo” como Cristo dijo. Debemos convertirnos de una vida vivida egoístamente a una vida vivida en la voluntad de Dios.
    Aun la obra que resulta en nuestra regeneración es algo hecho por Dios. El hombre puede reformarse superficialmente -- muchos lo han hecho --  pero no puede regenerarse. No obstante, la decisión de rendirse a Dios solamente la podemos tomar nosotros. Ningún otro ser en el cielo o en la tierra puede tomar la decisión por ti. Es en base a tu sincera decisión de rendirte a Él que Dios te perdona y te otorga la justificación por medio de Jesucristo. Entonces, tendrás vida eterna, la cual Dios promete así: “si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído” (Col.1:23). Todo aquel que verdaderamente ha nacido de nuevo hará lo que dice este versículo, porque la vida que tiene no es una reforma religiosa, sino la misma vida de Dios.
    Cristo tenía mucho que decir sobre esto cuando estuvo en la tierra. Vamos a observar las cosas que Él decía, una por una. Quisiera invitarte a mirar en el evangelio según Marcos 8:34-36.
    “Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
    Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, y del evangelio, la salvará.
    Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”

    Cristo decía estas palabras a una multitud compuesta de gente inconversa y de discípulos Suyos. De alguna manera Él decía: “Cualquiera de vosotros que desee seguirme, aquí tiene lo que debe hacer. Primeramente debe negarse a sí mismo”.
    Amigo, hemos ascendido al trono en nuestras propias vidas, pero Cristo dice aquí que tenemos que negarnos este “derecho”. Debemos abdicar el trono y permitir al gobernador justo y debido que suba allí y gobierne en nuestra vida.
    Es cierto que esto no es nada fácil para nosotros, porque cada uno quiere hacer su propia voluntad en la vida. Así que, algo fuerte tiene que pasar, y Cristo nos enseña qué es este “algo”. Él dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. ¿Qué significa esto de tomar nuestra cruz?
    Muchas personas tienen una idea equivocada acerca de lo que estas palabras significan. Algunos dicen que tienen un problema físico, de salud, que no puede ser curado, y que esa es la cruz que tienen que llevar.
    Pero ese problema físico no es una cruz. No lo escogieron, no lo tomaron. Ese problema físico es una enfermedad.
    Otros dicen que están en apuros financieros, por ejemplo, y que es la cruz que tienen que llevar. No, ellos no lo escogieron voluntariamente.
    También hay muchos otros problemas y dificultades que nos vienen en la vida, a los cuales muchas personas han llamado equivocadamente su “cruz” que tienen que llevar.
    ¡Una cruz es un instrumento de muerte, es un lugar donde morir!  Cristo murió en Su cruz. Él también nos llama a esa muerte. Él está diciéndonos aquí que si queremos vivir, antes, ¡TENEMOS QUE MORIR!
    Cristo no habla aquí de la muerte física. Él habla de la muerte de tu propia voluntad obstinada. Él demuestra a través de estas palabras que es necesaria la dimisión, la rendición incondicional de aquel que desentronó a Dios en su vida y tomó el trono para sí. Ése tiene que ser rechazado de una manera tan fuerte y absoluta que Cristo lo asemeja al ser clavado en una cruz y entregado a la muerte.
    Este rey inferior no te ha ocasionado nada más que problemas. El que tiene derecho de reinar en tu vida tiene un plan mucho mejor para tu vida que el que tú tienes. Él es totalmente sabio. Entonces, Él sabe lo mejor para ti. Él también es amor, y hará para ti lo que sea mejor. Ciertamente puedes confiar en un Rey tan maravilloso, sabio y amoroso. Nadie jamás te ha amado ni te amará más que Él. No se ha olvidado de ti ni por un momento, ni aún durante todo el tiempo que has vivido en rebelión.
    En el siguiente versículo dice: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, y del evangelio, la salvará”. Aquí Cristo afirma que si decides salvar tu vida para tu propio placer y tu propia voluntad, seguro que la perderás. Pero, dice Él, cualquiera que pierda su vida por causa de su debido Maestro y por el maravilloso mensaje que Él tiene para el mundo, éste ciertamente salvará su vida por toda la eternidad.
    Algún lector de este librito puede decir que este versículo habla de las recompensas, los galardones que los cristianos recibirán en la eternidad con Dios. Algunos dicen que los que viven sus vidas “cristianas” para sí mismos, no tendrán recompensa, pero que los que viven para el Señor tendrán recompensa. No obstante, el siguiente versículo demuestra que Cristo taxativamente no está hablando de recompensas. ¡Esta cuestión de rendirse al Señor o no, es cuestión de vida o muerte!  Justo en el siguiente versículo Cristo dice: “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”
    ¿Te atreverías a torcer estas palabras de Dios para que significasen cualquier cosa excepto lo que claramente dicen?
    Puedes decir que todavía crees que somos salvos solamente por la fe, y que nuestras obras no tienen absolutamente nada que ver con nuestra salvación. En ese caso, vamos a mirar otras palabras dadas por nuestro Señor que tiene que ver con esto. Vamos a considerar algo que Él dijo en el Sermón del Monte, en el evangelio según Mateo, capítulo siete, empezando con el versículo 21. Considera esto:
    “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Él dice muy claramente que no los que confían en su propia fe serán salvos, sino aquellos cuya fe es la que resulta en obediencia a Su Padre que está en los cielos.
    Recibimos el perdón de Dios porque Cristo padeció y murió en la cruz por nosotros. Ésta es la buena nueva del evangelio. No obstante, Dios enseña claramente que este perdón no se aplica a menos que haya un verdadero arrepentimiento y una entrega, rindiendo la voluntad al Señor. La fe que tienes en Cristo debe ser confianza en Él como Señor además de Salvador. Sólo en este caso recibirás el perdón de Dios y la seguridad de vida eterna.
    Escucha más de lo que Cristo dice aquí en Su Sermón del Monte: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?  Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”  (Mateo 7:22-23).
    Aquí vemos que habrá gente que ha profetizado, es decir, supuestamente hablado de parte del Espíritu de Dios.  Aun han echado fuera demonios y han hecho muchas maravillas en el nombre de Cristo, pero siguieron viviendo para sí mismos, satisfaciendo los deseos de su propia mente y su propio corazón. Cristo dice que son hacedores de maldad.  Todavía viven en rebelión contra Él, aunque tratan de apaciguar sus propias conciencias con obras para el Señor, pero todo el tiempo viven para sí mismos.
    Puede que alguien esté diciendo ahora mismo en su propio corazón: “Pero yo todavía creo que todo lo que hay que hacer es poner la fe en Cristo para salvación. Cristo es la Roca sobre la cual estoy firme. Bueno, ¿qué quiere decir  “estar firme”, o edificar sobre Cristo la Roca?  Justo las siguientes palabras del Señor aquí en el Sermón del Monte nos dicen lo que Él quería decir.
    “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24). ¿Te das cuenta que la persona que oye las palabras de Cristo y las hace, es como el hombre que edifica su casa sobre la roca?  Cristo es la roca de tu salvación si creyendo has abdicado el trono de tu corazón y le has invitado a tomar este trono y reinar en tu vida. Pero si en lugar de hacer esto, todavía sigues haciendo tu propia voluntad y no la de Cristo, estás viviendo en rebelión contra Él. En esta condición no hay promesa en la Palabra de Dios de que Cristo vea tu vida como una casa fundada sobre una roca.
    Pero más adelante en este texto, Cristo dice acerca de los desobedientes:
    “Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7:26-27). ¡Sí, amigo, esta caída terrible y ruinosa de tal persona es que su alma se perderá! 
     
 
 continuará, d.v. en el siguiente número
                        escrito por Ray W. Johnson
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miércoles, 1 de septiembre de 2010

EN ESTO PENSAD, Septiembre 2010


SEIS SECRETOS SENCILLOS
PARA ESTUDIAR LA BIBLIA
(Parte II)

El segundo secreto tiene que ver con nuestros ojos; deben ser “ojos para ver”. En Mateo 6:22-23 nuestro Señor nos dice:

“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?”

El ojo bueno es el que no tiene la vista impedida por nada, que deja entrar la luz y ve claramente. ¿Qué puede impedir la vista? Si examinamos el contexto, lo que viene justo antes y después de estos dos versículos, encontramos que antes el Señor hablaba de “tesoros”(vv.19-21), y después hablaba de “riquezas” (v. 24). El materialismo y los afanes que trae son un gran impedimento en cosas espirituales. A los ricos, y a los avaros que quieren ser ricos, esto no les gusta, pero es así. Muchos tienen problemas viendo lo que la Biblia dice claramente, porque tienen intereses que defender, como por ejemplo un afán, o un estilo de vida, o posesiones que no quieren desprenderse de ellas, como fue el caso del joven rico (Mt.19:16-30). ¿Sabes que una moneda pequeña puede bloquear la luz del sol de tal manera que no ves nada? Sí, si la colocas justo delante del ojo, puedes hacer que la luz no entre. Y hay personas cuya vista está bloqueada, y que no ven claramente la luz de la Palabra de Dios porque ponen su mirada en el dinero, casas, coches, ropa, u otras cosas materiales. El Señor llama al ojo de estas personas: “maligno”. Evidentemente es un problema que existe cada vez más en la profesada Iglesia del Señor. El Señor habla a la iglesia de Laodicea en Apocalipsis 3:17, donde vemos otra vez una relación entre las riquezas y la ceguera:

“Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad: y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”.

En el versículo 18 el Señor aconseja lo que esta iglesia debe hacer para que Él no la vomite de Su boca:

“Por tanto, yo te aconsejo... unge tus ojos con colirio, para que veas”.

¿Y qué medicina es ésta, sino la Palabra de Dios aplicada a nosotros con el poder del Espíritu Santo? Así ella puede sanar el ojo maligno, poniendo las cosas de este mundo en su lugar, y convenciéndonos y limpiándonos de codicia, avaricia, materialismo, amor al mundo y lo que está en el mundo. Bueno, ¿cómo está tu ojo? ¿Ves bien? ¿Hay algo a lo que siempre miras o contemplas que está bloqueando, impiediendo la luz de la Palabra de Dios en tu vida? Luego nuestro Señor dice, en Lucas 16:11-12:

“Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?”

Los verdaderos tesoros y las verdaderas riquezas son las cosas espirituales, y entre ellas está el entendimiento y la apreciación de las riquezas de la Palabra de Dios, que son verdaderas joyas espirituales. Pero evidentemente el Señor no descubre estas joyas a la persona infiel en el asunto de sus bienes materiales, específicamente el dinero. Éste es un secreto poco conocido, y todavía menos querido, por cierto. Nuestra mayordomía afecta de alguna manera a nuestra capacidad para entender la Biblia. Alguien puede objetar diciendo que esto suena como si fuera posible comprar con dinero un buen entendimiento de la Biblia. Pero no es así, amigo, no es cuestión de comprar nada. El que da dinero como Simón el mago (Hch. 8) esperando comprar algo de Dios, se equivoca gravemente. Dios ve los motivos del corazón, y sabe si lo que estamos haciendo es por amor hacia Él y con un verdadero interés en servirle bien y serle un buen mayordomo o no. A los que se muestran fieles en lo muy poco, el dinero, dice el Señor, Dios les tiene por fieles en lo más, y les da una mayor iluminación y entendimiento de la Biblia. Piensa ahora en tu mayordomía del dinero. ¿Eres fiel o infiel? Espero que no seas como algunos que aman el dinero y los bienes materiales, y esperan que Dios también les dé un profundo entendimiento de Su Palabra. No quieren seguir al Señor que se hizo pobre, pero quieren que Él les ayude a saber mucho de la Biblia. No funciona así. Repasa tu uso del dinero y cómo lo empleas respecto al reino de Dios, el avance del evangelio y el crecimiento de la iglesia. El judío bajo la ley debía un diezmo (10%) a Dios. No era una ofrenda sino una deuda. ¿Ofrendará menos un creyente bajo la gracia? El amor al que nos redimió y enriqueció eternamente no conduce a la mezquindad. Piénsalo bien cómo administras lo que Dios te da, y no le robes (Mal. 3:8-10; 2 Co. 9:6-7).

(continuará, d.v.)
de LIBRO DIVINO, AMADA PALABRA, por Carlos Tomás Knott

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LOS PELIGROS DE
LA EDUCACIÓN MUNDANA


William MacDonald

“La educación, el gran abracadabra y fraude de todos los tiempos pretende prepararnos para vivir, y se prescribe como la panacea universal para todos los males, desde la delincuencia juvenil hasta el envejecimiento prematuro. En su mayor parte sólo sirve para incrementar la estupidez, inflar la arrogancia, promover la incredulidad y dejar a los que están sujetos a merced de lavacerebros que tienen prensa, radio y televisión a su disposición”.
(De “Jesus Rediscovered” por Malcom Muggeridge)

“Con demasiada frecuencia los jóvenes criados en hogares cristianos son formados para el mundo en lugar de para el Salvador; para el infierno más que para el cielo. Pregunta hoy a unos padres cristianos corrientes con qué propósito están formando a sus hijos. Muchos de ellos contestarán: “Para que tengan un buen empleo”, o “Para que sean independientes económicamente”, o “Para que puedan mantener una familia y vivir con cierta comodidad”.
“Queremos que asistan a las escuelas de renombre, cuanto más prestigiosas, mejor. Queremos que consigan trabajo en alguna institución que tenga prestigio en la comunidad. Queremos verlos bien casados, es decir, que consigan a alguien con cierto estatus social... Queremos además que dediquen sus noches libres y los domingos a la iglesia local”.

William MacDonald, En Pos De Sombras, pág. 3

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POR QUÉ OFRENDAR SACRIFICADAMENTE

AL SEÑOR Y A SU OBRA

Porque Él se dio en sacrificio por nosotros al venir a morir por nuestros pecados y nos hizo ricos espiritualmente (2 Co. 8:9).

Porque Él nos ofrece la oportunidad de hacer tesoros en el "Banco del Cielo" (Lc. 16:9; Mt. 6:20).

Porque donde está nuestro tesoro, allí estará centrado el interés de nuestro corazón (Lc. 12:33-34).

Porque todo lo que tenemos pertenece a Dios (1 Cr. 29:14), debemos dejar que Él lo use libremente.

Porque retener los diezmos y las ofrendas es “robar a Dios” (Mal. 3:8).

Porque en la medida que demos, Dios nos dará (Lc. 6:38; 2 Co. 9:6).

Porque ofrendar generosamente a Dios conduce a bendición, y el no dar lleva a pérdida (Pr. 11:24-25).

Porque Jesús dijo que es más bienaventurado dar que recibir (Hch. 20:35).

Porque después de que hayamos dado liberalmente, el Señor promete suplir todas nuestras necesidades (Fil. 4:18-19).

Porque el Señor nos manda ofrendar regular, sistemática y proporcionalmente (por porcentaje) (1 Co. 16:2). La forma normal de ofrendar es a través de la iglesia local.

Porque Dios ama al dador alegre (2 Co. 9:7).

Porque es mejor amar y dar a Dios que amar y atesorar dinero (Mt. 6:24).

Porque la ofrenda es un acto de adoración a Dios (Mt. 26:7-11).

Porque el Señor resaltó y mandó ofrendar de manera sacrificial (Lc. 21: 1-4).

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TODO O NADA
(Parte I)

De repente el suelo debajo de mí empezaba a moverse, escuché un sonido como un viento recio y alguien gritó:: “¡Terremoto!”
Yo estaba en la oficina de correos en Seattle, Washington cuando esto sucedió. Toda la gente empezó a correr del pánico que le sobrecogió, pero no había donde esconderse. Si el terremoto hubiera durado un poquito más, casi seguro que hubiese derrumbado aquel edificio aunque era de piedra.
Pocos días después, alguien llamó a la puerta de nuestra casa. Abriéndola, vi delante de mí a un hombre de unos 45 años de edad, fumando mientras esperaba. Me saludó y empezó a hablar con palabrotas, y enfatizaba sus puntos con palabras que tomaban en vano el nombre de Dios y del Salvador Jesucristo. Decía que había observado que el terremoto rompió parte de la chimenea de nuestra casa. Él, como dueño de una empresa de albañiles, me pedía que le concediera el trabajo de reparar la chimenea. Le pregunté cuánto costaría esto. Cuando me dio el precio le dije que eso era más de lo que yo podía pagar, y además como no la usábamos, había pensado subir y quitarla yo mismo.
El hombre era un buen vendedor, e intentaba hacerme ver el valor de repararla correctamente. Así de esa manera seguimos hablando un rato más en la puerta, y todo el tiempo él seguía usando palabrotas.
Finalmente le dije: “No puedo aceptar tus servicios pero tengo algo de valor que me gustaría obsequiarle”. Le ofrecí un librito que explicaba el evangelio. Lo aceptó y lo abrió en seguida con la curiosidad de ver qué era. Cuando vio que era literatura cristiana, me preguntó: “¿De qué iglesia eres?”
Le contesté, y él, sonriente, me dio la mano y dijo: “Te ofrezco la mano como miembro de otra congregación de la misma denominación - ¡somos de la misma fe!”
Le miré un momento, dudando si darle la mano o no. Finalmente le di la mano y dije: “Puede que seas miembro de una iglesia evangélica, pero no eres cristiano. Tú necesitas nacer de nuevo. Necesitas convertirte de ti mismo al camino de Dios”.
“¿Qué quieres decir con esto de que no soy cristiano?” me preguntó.
“Tu forma de hablar me dice qué tipo de hombre eres,” le contesté. “Me refiero a la forma en que usas el nombre de Dios; esto me demuestra que no eres cristiano”.
“Mi forma de hablar no tiene nada que ver con que yo sea cristiano o no”, replicó. “Somos salvos por medio de la fe en Cristo, no por buenas obras. Dios nos ha prometido vida eterna como un regalo gratuito en base a lo que Cristo hizo. No podemos obrar para merecer un regalo”.
“De acuerdo,” le dije, “pero Dios ha establecido ciertas condiciones que tenemos que cumplir para recibir Su regalo de vida gratuitamente. Aunque tú no demandes nada de la persona que le haces un regalo, esto no significa que Dios sea así, que Él no tenga requisitos o que no haga demandas solamente porque tú no lo harías. La Biblia enseña claramente que hay condiciones que tienen que cumplirse en los que desean recibir la dádiva divina de vida eterna”.
Hablamos un poquito más, pero ninguno de los dos tenía el tiempo para profundizar y tratar el asunto en este encuentro. Pero ahora, querido lector, tú y yo podemos hacerlo. Vamos a considerar en qué consiste esto de recibir la vida eterna como dádiva de Dios.
La posesión más importante que tienes es la vida. Pero más allá de eso, la posesión más grande que podrías tener es la vida eterna. Entonces, lo más trágico es equivocarse en cuanto a cómo recibir la vida eterna.
Miramos a los paganos y pensamos: ¡qué trágico, qué triste!, que ellos pongan su confianza en esas religiones falsas y están tan engañados. Pero hay una tragedia peor todavía; la de los millones que profesan ser cristianos - aún evangélicos - pero sin saber de qué va. ¡Profesan tener vida eterna a través de Cristo el Salvador, pero todavía están perdidos - perdidos pero con una certeza falsa que les induce a pensar que todo está bien!
El Apóstol Pablo nos advierte de esto en 2 Timoteo 4:3-4, diciendo:
“Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oir, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”.
Los pecadores dan la bienvenida a cualquiera que pueda manejar engañosamente la Palabra de Dios para decirles con aparentes pruebas que pueden continuar en sus pecados y todavía ser salvos si solamente creen en Cristo como su Salvador.
Esta advertencia es para ti, y para mí. ¿Realmente has sido convertido de una vida egoísta y pecaminosa a la verdadera fe y la obediencia a Cristo?
¿Qué es lo que la Biblia realmente enseña acerca de cómo obtener la vida eterna? Primero, permíteme darte unos datos fundamentales que a lo mejor ya sabías, pero hay otras personas que no lo saben.
El hombre era perfecto cuando Dios le creó. Algo maravilloso que leemos en la Biblia es que Dios creó al hombre a Su imagen. Él nos creó para ser como Él es. Entonces, Él es nuestro Padre en un sentido mucho más real que nuestros padres terrenales. El futuro de los hijos de Dios está absolutamente fuera de este mundo.
No obstante, leemos en Génesis, el primer libro de la Biblia, que la humanidad no permaneció en este estado perfecto en que Dios la creó. Como nuestro Padre y Creador, es tanto el derecho como la esperanza de Dios que nosotros le honremos y le obedezcamos. Pero desde el primer hombre, Adán, hasta cada uno de nosotros, hemos ido por nuestro propio camino en lugar de caminar en el camino de Dios. ¿No se oye mucho a la gente decir cosas como: “cada uno tiene sus ideas”, “tengo mi propia religión”, “cada uno es libre”, y cosas por el estilo? Es así, ¿verdad que sí?
Prácticamente lo que hemos dicho es: “No voy a dejar a Dios que me diga lo que tengo que hacer. Voy a vivir mi vida como a mi me plazca. Tengo ciertos deseos y ambiciones, y voy a asegurarme que sean realizados”. Aunque no hayas usado estas mismas palabras, sí que lo has dicho de otras formas.
Todos nosotros hemos manifestado que: “No tendré a Dios como Rey de mi vida. Yo soy el rey, el gobernador de mi vida”. Entonces, en nuestras vidas hemos destronado al que tiene derecho de ser el Rey sobre nosotros, lo cual es crimen de traición, de rebelión contra el gobierno del cielo. ¡Cada uno en nuestra propia vida, hemos usurpado el trono que a Dios le pertenece!
¿Qué pasa en el mundo cuando un súbdito se rebela contra su rey y se pone a sí mismo como rey? La respuesta, por supuesto, es que el verdadero rey usa todo su poder y derecho para sujetar la rebelión. Esto es exactamente lo que ocurrió en nuestro caso en nuestra relación con Dios. Nos hemos rebelado contra Dios, aunque de maneras muy distintas, pero lo hemos hecho, cada uno por su camino. Y Dios dice que debido a eso nosotros seremos castigados con la muerte. ¿Qué pasaría en el reino celestial de Dios si Él dejara a los rebeldes entrar allá? La respuesta es obvia; si Él hiciera esto, Su reino entero estaría en peligro.
Dios es sabio, potente y justo. Él ha pronunciado sentencia de muerte sobre todos los pecadores, diciendo: “El alma que pecare, esa morirá”. Ezequiel 18:4 es solamente un ejemplo de los textos bíblicos donde Dios pronuncia esta sentencia. Con estas y muchas otras palabras Dios ha decretado la muerte de los que se rebelan contra Él como su Rey y Señor.
Ahora bien, un rey terrenal puede ser quitado y uno nuevo tomar su lugar, pero no es el caso con Dios. Él permite a los rebeldes vivir por cierto tiempo, para buscar la reconciliación. Esto es porque Dios, además de ser Dios de sabiduría, poder y justicia, es también Dios de amor. Dios nuestro Padre ama a los que Él creó a Su imagen. Él desea que todos ellos sean verdaderos hijos Suyos, hijos que Él pueda bendecir con vida eterna. Aunque la humanidad está perdida y bajo condenación por su propia culpa, Dios ha provisto un camino por medio del cual los hombres perdidos pueden ser salvados.
Esto es lo que Dios ha hecho para salvarnos de nuestra perdición. Él envió a Su Hijo, Jesús, de las cortes celestiales, para hacerse semejante al hombre. El plan de Dios fue profetizado en los escritos del Antiguo Testamento centenares de años antes de que aconteciera. Sucedió cuando Jesucristo nació milagrosamente de una virgen en Belén de Israel hace ahora casi dos mil años. Dios envió a Su Hijo, al que sabía que no se rebelaría contra Él. Envió al que siempre había sido Su fiel compañero.
Leemos que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), pero Jesucristo fue la excepción. Acerca de Cristo leemos lo siguiente: “el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca” (1 Pedro 2:22).
Dios envió a Su Hijo para vivir una vida que sería una bendición a la humanidad, y para dar testimonio de Su fidelidad a Dios Padre. Después, Dios permitió que hombres malvados (¡y religiosos!) crucificasen a Su Hijo sobre una cruz. Fue clavado al madero, y allí derramó Su sangre. El justo, que no tenía pecado, murió por los pecados de los demás. En el Nuevo Testamento, en Juan 3:16, tenemos estas palabras: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Jesucristo el Hijo de Dios dio Su vida en los padecimientos y muerte en la cruz, por tus pecados y por los míos.
Dios promete aceptar este sacrificio hecho y consumado ya por Su Hijo, en tu lugar, para que en vez de ejecutar sobre ti la sentencia de muerte que ha sido decretada, puedas ser perdonado y salvado. Esto lo hará si aceptas a Jesucristo como tu Salvador y como tu Señor. Queremos enfatizar esto, que debes recibirle como Señor además de Salvador. Hay muchos hoy día que quieren a Cristo como su Salvador, porque quieren escapar del castigo de sus pecados, pero no están dispuestos a rendirse a Él como su Señor para que Él gobierne su vida. ¡Qué triste!
Dios no promete perdón por medio de Jesucristo a los que no están dispuestos a volverse de su rebelión en contra de Él. La condición sobre la cual Dios ofrece el perdón de pecados y vida eterna es que el pecador se rinda a su Dios y esté dispuesto a obedecerle y honrarle como su Señor y como su Gobernador.
Hay dos cosas necesarias para la salvación de un alma perdida. Muchas veces se ha dicho que solamente hay una cosa necesaria, y es confiar en Cristo como Salvador personal. Pero eso no es exactamente correcto. Somos salvos por la gracia por la fe, es verdad. Considero que la salvación por la fe incluye dos cosas muy necesarias y te invito a considerar este tema conmigo.

continuará, d.v., en el siguiente número

Escrito por Ray W. Johnson. Traducido y adaptado por Carlos Tomás Knott. Editado originalmente por Life Messengers (Mensajeros de Vida), Seattle, Washington, EE.UU.

EN ESTO PENSAD -- Agosto 2010

SEIS SECRETOS SENCILLOSPARA ESTUDIAR LA BIBLIA
No hay buenos atajos en el estudio de la Biblia, pero sí que hay secretos. No son difíciles de saber, ni complicadas. El problema es que no los percibimos por las prisas, la falta de atención o de experiencia, o porque sólo buscamos atajos. Consideraremos seis cosas que muchas veces no son tomadas en cuenta, pero está comprobado que son claves para sacar provecho del estudio de la Biblia.

Secreto Número Uno

El primer secreto es el mismo Espíritu de Dios. ¡Sí! ¿Sabes que no irás muy lejos estudiando la Biblia sin Él? Es así porque Él es quien inspiró la Biblia, y por lo tanto, recuerda, es un libro espiritual. Puedes leer un libro de texto sin conocer al autor, y sin gozar de una buena relación con él, pero no es así con la Biblia. Considera lo que 1 Corintios 2:11-14 tiene que decir sobre el asunto:

“Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”.

El Espíritu Santo es “la unción” que nos enseña (1 Jn. 2:27); es el Maestro olvidado o desconocido en el mundo académico. Es importante que tengamos ganas de aprender, y una relación buena con el Maestro, para avanzar en las cosas de Dios. Proverbios 2:1-11 nos aconseja acerca de cómo buscar y aprender la sabiduría de Dios:

“Hijo mío, si recibieres mis palabras, y mis mandamientos guardares dentro de ti, haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; si inclinares tu corazón a la prudencia, si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia. Él provee de sana sabiduría a los rectos; es escudo a los que caminan rectamente. Es el que guarda las veredas del juicio, y preserva el camino de sus santos. Entonces entenderás justicia, juicio y equidad, y todo buen camino. Cuando la sabiduría entrare en tu corazón, y la ciencia fuere grata a tu alma, la discreción te guardará; te preservará la inteligencia”.

En este texto está claro que es nuestra responsabilidad buscar la sabiduría como si fuera un tesoro, porque lo es. Es lenguaje de responsabilidad humana: “Si recibieres” “guardares”, “haciendo estar atento tu oído” “si inclinares tu corazón”, “si clamares... y dieres tu voz”, “si como a la plata la buscares”, “y la escudriñares como a tesoros”. Tú y yo somos los que tenemos que hacer estas cosas, no Dios. Vemos la soberanía divina en estos términos: “Jehová da la sabiduría”; “de su boca viene el conocimiento y la inteligencia”; “Él provee de sana sabiduría”; “es escudo”; “guarda las veredas del juicio, y preserva el camino de sus santos”. Dios hará Su parte sin ningún problema. La cuestión es si nosotros haremos la nuestra. Uno de los primeros pasos en el camino de estudiar es la disposición del corazón hacia Dios, orando, inclinándose hacia Dios, buscando y deseando que el Señor nos enseñe. De esta manera reconocemos nuestra dependencia del Espíritu Santo, y le aceptamos como nuestro Maestro. La sabiduría viene de Dios, no de libros y seminarios, ni de certificados y diplomas. El más pobre y humilde de los creyentes puede seguir el consejo de Proverbios 2:1-11, en su propia casa, en el entorno de su iglesia local, sin necesidad de ir a ningún instituto. Es lo que algunos llaman: “la escuela de María”, queriendo decir, aprender a los pies del Señor Jesús. La Palabra de Dios promete que así Dios te enseñará sabiduría, conocimiento e inteligencia.
En Efesios 6:17 la Biblia es llamada: “la espada del Espíritu”, reconociendo así esta relación entre el Espíritu Santo y la Palabra de Dios. Es cierto que sin el Espíritu de Dios nadie puede entender la Biblia como se ha de entenderla. Es posible aprender datos históricos y cosas semejantes, y se pueden inventar sus propias interpretaciones e ideas sobre la Biblia, como las sectas hacen. Pero para entender la Biblia correctamente uno necesita el Espíritu de Dios y Su glorioso ministerio de ILUMINACIÓN, como se ve en el texto citado arriba. No nos iluminan los hombres, sino Dios. Esto es muy significativo para los creyentes. Debemos tener cuidado de no apagar ni contristar al Espíritu de Dios que mora en nosotros. Si hay pecado en tu vida que no has juzgado y que no te has apartado del mismo, el Espíritu de Dios está impedido por esto, y consecuentemente esto perjudica tu comprensión de Su Palabra. ¿Por qué? Porque el Espíritu es Santo, y no bendecirá tus estudios ni te iluminará si no vives en santidad personal.
Tal vez por eso el primer secreto no es muy querido, porque demanda de nosotros consagración y santidad en la vida cotidiana. Pero es así, ¡y cuán importante es este secreto del estudio de la Biblia! ¡Cuántos hay que no tienen ganas, o no sacan provecho, o no disfrutan el estudio de la Biblia, sencillamente porque no caminan en santidad personal y en obediencia al Señor Jesucristo! Dios dijo que debemos glorificarle en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu, que son de Él (1 Co. 6:19-20). Permíteme hacerte las mismas preguntas que me hago a mí mismo. ¿Qué tal andas en cuanto al primer secreto? ¿Tiene el Espíritu Santo plena libertad en tu vida?
continuará, d.v.

de Libro Divino, Amada Palabra, por Carlos Tomás Knott
disponible próxamente (d.v.) con Editorial Berea

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¿QUIERES SER CONTEMPORÁNEO?

“Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos”
(Sal. 119:89).


¿Quieres ser contemporáneo? Ser contemporáneo es tener fecha de caducidad. La música popular cambia constantemente. Las canciones de hace 50 años hoy no son populares. La publicidad es impulsada por los cambios. Las modas de vestir cambian para que la gente se compre un nuevo vestuario. Y la moralidad popular ha cambiado drásticamente en los últimos 50 años. Pero la iglesia no está llamada a cambiar. Está llamada a ser estable y firme, una roca en un mar de cambios. La Biblia no cambia. Las instrucciones de Dios para las iglesias no han cambiado. Su moral absoluto no ha cambiado. El pecado sigue siendo pecado. No te dejes arrastrar por ideas contemporáneas. Aférrate a la Palabra de Dios para tener estabilidad en tu vida.
Donald Norbie

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Ricos y Pobres en Proverbios 19
William MacDonald

“Las riquezas traen muchos amigos; mas el pobre es apartado de su amigo” (Pr. 19:4). Es posible que los ricos nunca sepan quiénes son sus verdaderos amigos, porque tienen muchos “amigos” egoístas (Pr. 14:20). Pero no es así con los pobres. Los amigos parasíticos les evitan porque no hay esperanza de beneficiarse de su amistad. Desafortunadamente esto es verdad tanto en la obra cristiana como en el mundo. En muchos lugares, al cristiano de fuera que tiene y dispensa dinero como ofrendas le esperan con ansiedad, mientras que un hermano pobre que ministra la Palabra no es recibido con la misma efusión.
“Muchos buscan el favor del generoso, y cada uno es amigo del hombre que da” (Pr. 19:6). La gente desea relacionarse con los ricos con la esperanza de recibir algo. Cualquiera puede ganar amigos nominales (superficiales) por regalos generosos. El término: “cristianos de arroz” se refiere a los que profesan ser cristianos debido a los beneficios materiales de estar cerca del misionero que provee comida, dinero, transporte, trabajo, etc. Hay misioneros cristianos que han conseguido adherentes gracias al suministro de dinero, comida o ropa. El equilibrio entre el evangelio y el servicio social es delicado y a veces difícil, y requiere gran discernimiento.
“Todos los hermanos del pobre le aborrecen; ¡Cuánto más sus amigos se alejarán de él! Buscará la palabra, y no la hallará” (Pr. 19:7). En cambio, los hermanos del pobre le tratan con escarnio, y sus llamados amigos le tratan con bastante desdén. No importa cuánto intenta congraciarse, ellos no quieren asociarse con él. ¿Por qué? Porque no tiene dinero que podría beneficiarles.
“A Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar” (Pr. 19:17). Dios considera la benignidad hacia los pobres como si le prestáramos a Él. Promete remunerar a los tales. Piénsalo – ¡un préstamo a Jehová! ¡Es una descripción sublime de una dádiva común! Si realmente creemos este versículo, debe afectar nuestras ofrendas.

Lo que en nosotros gastamos, perdimos.
Se convierten en tesoros infinitos, Señor, lo que te prestamos.
¡Todo viene de Ti!
Lo que, Señor, te prestamos, remunerado mil veces será,
Entonces felices Te ofrendamos.
¡Todo viene de Ti!

William MacDonald, traducido de su nuevo comentario sobre Proverbios,
Gospel Folio Press, pp. 191-193

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viernes, 16 de julio de 2010

EN ESTO PENSAD -- JULIO 2010

LA DEPENDENCIA... (Parte II)

En la parte I, vimos que: “hacer algo en el nombre de otro implica autorización, instrucción, conformación y representación. Todo esto tiene coherencia cuando se aplica a la relación que existe entre los miembros de una asamblea y el Señor mismo”. Y el autor tocó seguidamente los temas de autorización e instrucción, y el resto de su artículo sigue:
Conformación: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Am. 3:3). El nuevo creyente no debiera agregarse a ninguna asamblea, sin antes estar plenamente convencido que sus prácticas se conforman a las enseñanzas bíblicas. No es recomendable lo que practica en algunos lugares; es decir, bautizar solamente a aquellas personas que han cursado dos años de estudios bíblicos dirigidos por los ancianos. Esto es extremo, pero algunos han ido al otro extremo de no proveer ninguna preparación para los que aspiran al bautismo. Sea cual sea la actitud tomada por los hermanos responsables que bautizan, es recomendable que cada persona tenga convicciones acerca de las doctrinas y las prácticas de la asamblea. Sentir, en este sentido, que su vida está dirigida por la Palabra de Dios, imparte confianza al creyente respecto a su servicio y le da gozo disfrutar de la comunión hermanable con otros que comparten sus convicciones. La obediencia al Señor le salvará de una vida estéril y egoísta, sin frutos para la gloria de Cristo.
Representación: Un embajador debe estar muy consciente de que él vive entre los que no conocen a su pueblo natal sino solamente a través de él. Todo lo que ven en él, sea bueno o malo, lo atribuyen a sus paisanos como si fuera característico de todos y cada uno de ellos. Por esto mismo el embajador tiene mucho cuidado en su forma de actuar, de expresarse y presentarse ante el público ya que quiere dejar una impresión favorable de su país.
Asimismo, el creyente en Cristo está dejando impresiones adondequiera que vaya. Para muchos, la salvación representa cambios profundos de vocabulario, de vestido, de actividades y de compañeros. Los que no son salvos se fijan mucho en él para saber qué es el Evangelio. Muchos que creen en el Señor trazan su salvación a las primeras impresiones dejadas por algún hermano o alguna hermana. Como ejemplo, don José Naranjo, conocido siervo del Señor en Venezuela, herrero y de carácter recio cuando vivía sin Cristo, confesó la fe en el Señor. En seguida se veían en él cambios de vida, pero Carmen, su esposa, esperó tres meses pensando que todo iba a pasar. Dándose cuenta que los cambios eran permanentes, ella también recibió a Cristo.
En sus actividades, el embajador está bajo instrucciones de su gobierno y no está libre para tomar decisiones personales. Así, Dios no nos ha dejado sin dirección clara acerca de Su voluntad. El creyente que quiere honrarle y obedecerle halla en las Escrituras todo lo que sea necesario para ordenar su vida de acuerdo con la voluntad de Dios. Esto es cierto, de manera especial con respecto a una asamblea congregada en el Nombre del Señor. Los cultos que se celebran, y su forma de celebrarse, nunca deberían ser meramente el fruto de opiniones de hombres. Por el contrario, debieran tener base firme en las Escrituras. El que vive complacerse a sí mismo, haciendo su propia voluntad, no representa a nadie.
Congregarse “en el Nombre del Señor” es una expresión que exige mucho del creyente, pero es el camino que satisface. No es el camino popular. El Señor ofreció a Sus oyentes un camino angosto, diciendo: “pocos son los que lo hallan”. Comparó a Sus discípulos a “manada pequeña” pero inspiró confianza en ellos, diciendo: “No temáis, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lc. 12:32).
J.W.R. de la revista: “Congregados en Su Nombre”, año 2003, Nº3, págs. 6-9.

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Consejos Divinos Acerca Del Dinero

Proverbios 3:9-10 “Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto”.

v. 9 Aquí Salomón trata el tema de la buena mayordomía y las finanzas. Debemos darle a Dios Su porción. Él es el Dueño del planeta (1 Cr. 29:14), y estamos aquí para administrar Sus posesiones. Él espera que le honremos en nuestra forma de ofrendar, pero no todas las ofrendas lo hacen. Debemos darle un porcentaje de nuestras ganancias y de cualquier aumento de salario – las primicias significa lo primero, no lo que sobra al final. En el Antiguo Testamento se le instruyó al pueblo de Israel a diezmar y ofrendar. En el Nuevo Testamento la regla es que demos según el Señor nos haya prosperado (1 Co. 16:2).
v. 10 Dios prometió al pueblo de Israel que si traía fielmente los diezmos y las ofrendas, tendría grandes cosechas de grano y uvas. Las bendiciones enfatizadas en el Antiguo Testamento eran bendiciones materiales en lugares terrenales. Pero no es así en el Nuevo Testamento. Allí el énfasis está en las bendiciones espirituales en lugares celestiales (Ef. 1:3).
A continuación vemos parte de lo que incluye “toda bendición espiritual”:
Vida eterna, perdón, redención, reconciliación, salvación, aceptación en el Amado, justificación, santificación, glorificación, la unción del Espíritu, una nueva ciudadanía, gozo, paz, esperanza, reposo, libertad, propósito en la vida y satisfacción. Estamos completos en Cristo, somos amados por Dios como Él ama a Cristo, Cristo es nuestro Sumo Sacerdote, Intercesor, Abogado y Socorro, el Espíritu Santo mora en nosotros, somos bautizados por el Espíritu en el cuerpo de Cristo, tenemos el sello y las arras del Espíritu, somos hijos de Dios, herederos de Dios, sacerdotes santos y reales, más que vencedores y seremos conformados a Su imagen.
La riqueza en nuestros tiempos es más una prueba que un índice de la bendición o aprobación de Dios. Por eso los discípulos estaban sorprendidos cuando Jesús dijo que es díficil que entre un rico en el reino. Su forma de pensar se basaba en el Viejo Pacto y sus enseñanzas. Tenían que cambiar y adaptar sus pensamientos al Nuevo Testamento.
A continuación vienen unas percepciones neotestamentarias acerca de las ofrendas:
· Primero debemos darnos al Señor (2 Co. 8:5).
· Debemos estar dispuestos a ofrendar a veces más de lo que esperábamos. Los macedonios dieron más allá de sus fuerzas (2 Co. 8:3). También hizo así la viuda en Marcos 12:42-44.
· Nuestras ofrendas deben ser sistemáticas: “el primer día de la semana” (1 Co. 16:2).
· Deben ser planeadas, no sin planificación ni al azar (2 Co. 9:7).
· Debemos ofrendar voluntiaria y alegremente, no con tristeza ni por obligación (2 Co. 8:3; 9:7).
· La ofrenda debe ser algo privado. No debemos ofrendar para ser vistos. No sepa tu diestra lo que hace tu siniestra (Mt. 6:2-4; Lc. 18:12).
· No podemos ofrendar más que Dios ni ser más generosos que Él (Lc. 6:38).
· Lo que ofrendamos sólo simboliza que todo lo que tenemos le pertenece a Dios (Sal. 50:12).
· La ofrenda es un acto de adoración sacerdotal (He. 13:16).
Por mucho que ofrendemos, nunca será adecuado en respuesta a todo lo que Él ha hecho por nosotros.

William MacDonald, traducido de su nuevo comentario sobre Proverbios, Gospel Folio Press, pp. 35-37

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Comentarios de H. A. Ironside
sobre el Calvinismo

“Mire en la Biblia y lea usted mismo en los únicos dos capítulos donde aparece la palabra “predestinar”. El primero es Romanos 8:29-30, y el otro es Efesios 1:5 y 11. Observará que en estos cuatro versículos no hay ninguna referencia al cielo ni al infierno, sino al tema de llegar a ser como Cristo. En ningún lugar dicen las Escrituras que Dios predestinó a unos para ser salvos y a otros para la perdición. Los hombres son salvos o perdidos dependiendo de su actitud hacia el Señor Jesucristo. La predestinación significa que un día todos los redimidos vendrán a ser como el Señor Jesús”.

“D.L. Moody solía decir sencillamente que los escogidos son todos los que en Él creen, y los no escogidos son los que rehúsan creer. Esto es precisamente lo que las Escrituras enseñan. La invitación es para todos, y los que la aceptan son los escogidos. Recuerda, las Escrituras nunca dicen que Cristo murió por los escogidos”.

“Todo aquel que cree” significa exactamente esto: “todo aquel...” Sólo un teólogo con ideas preconcebidas, con una agenda que cumplir, podría pensar que esto significa sólo los escogidos”.

– H.A. Ironside http://www.thebereancall.org/node/8145
citado en el libro: ¿ES BÍBLICO EL CALVINISMO?, por Carlos Tomás Knott





















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¿Oración o Email?

“Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne” (Sal. 65:2).

Hoy en día la gente en casi cualquier parte del mundo puede comunicarse rápida y fácilmente por medio del internet y email. Sin embargo, debo confesar una preocupación personal que siento, aunque reconozco que puedo ser el único que la sienta.
Me acuerdo de los tiempos de los misioneros pioneros, y de cómo estaban aislados del mundo fuera del lugar donde servían, y que cuando surgieron dificultades, ellos se comunicaban con el Señor. ¡Oraban, y sus necesidades se iban supliendo! Pero hoy en día, me temo que en lugar de orar en secreto a nuestro Padre (Mt. 6:6), enviamos un email a los santos. Hoy en día es posible poner todo al conocimiento de los santos instantáneamente, como si ellos fuesen la fuente de las soluciones a nuestros problemas. Muchos hermanos, en nuestro país y en países extranjeros, pueden informar a los demás acerca de su obra casi cada hora, contando sus necesidades espirituales, físicas o económicas. A lo mejor los misioneros de antaño escribían una vez al mes o cada dos meses, y muchos nunca hablaban de sus necesidades económicas. Sin embargo, oraban todos los días, y el Señor oía y proveía fielmente. ¿Pasamos más tiempo con el email que de rodillas orando?
¿En quién tenemos fe, en el Señor o en los hombres? Debemos recordar que nuestro Padre celestial es a quien debemos ir en tiempo de necesidad. ¿Pretendo sugerir que ignoremos las oportunidades que la tecnología nos provee? No, pero sí sugiero que tengamos cuidado de que el email no tome el lugar de la oración y la fe en el Señor. ¡La oración es más poderosa que el email!

adaptado de un artículo por Steve Hulshizer en la revista Milk & Honey (Leche y Miel)

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jueves, 3 de junio de 2010

EN ESTO PENSAD -- JUNIO 2010

LA DEPENDENCIA DE LAS IGLESIAS
"CONGREGADAS EN SU NOMBRE"
(Parte I)
Las expresiones “dependencia” e “independencia” al igual que todas las demás que se refieren a una asamblea congregada en el Nombre del Señor, se interpretan a la luz de las enseñanzas bíblicas.
En estos tiempos mucha confusión ha sido generada sencillamente porque, en la mayoría de los casos, es nominal la confesión de fe en Cristo. “De labios Me honran, mas su corazón está lejos de Mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres” (Mt. 15:8-9). Una fe nominal, o sea, de los labios para afuera, ligada a la aceptación de mandamientos de hombres, ha conducido a las condiciones huecas y sin frutos para Dios que se han generalizado en el mundo.
De las siete asambleas nombradas en Apocalipsis 2 y 3, Laodicea, la última, es la única que se alaba a sí misma. Pero el Señor está fuera de ella. Estos capítulos cubre el período desde los apóstoles en adelante hasta la Venida del Señor, y trazan la decadencia de que profesa ser del Señor en la tierra. Su condición final está representada por Laodicea, una asamblea marcada por mucha jactancia y prosperidad material, pero sin lugar para el Señor. Ella describe muy bien las condiciones actuales que se observan, a grandes rasgos, en lo que profesa ser del Señor en el mundo. Casi todos usan el mismo lenguaje, pues, por lo que profesan todos son creyentes, son cristianos, son salvos, etc. Pero es muy aparente que aman al mundo. “NO améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del padre no está en él” (1 Jn. 2:15). Mientras hablan de “nuestro Señor” no tienen ninguna intención de obedecerle, ni les interesa Su Palabra. Comentando tales casos, el Señor dijo: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que Yo digo?” (Lc. 6:46). No tomar en cuenta la voluntad del Señor para obedecerle ha producido la confusión de doctrinas que ahora confunde a muchos.
Enseñando sobre la asamblea, el Señor dijo: “Donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt. 18:20). El hecho de reunirse o de actuar en el nombre de otro no permite actuar en forma independiente. Implica lo siguiente: 1) Reconocimiento de al autoridad de aquel a quien representan, 2) Fidelidad a sus instrucciones, 3) Voluntariamente ponerse de acuerdo con él, y 4) Su empeño es adelantar los intereses de él. En otras palabras, hacer algo en el nombre de otro implica autorización, instrucción, conformación y representación. Todo esto tiene coherencia cuando se aplica a la relación que existe entre los miembros de una asamblea y el Señor mismo.
El hecho de reunirse los creyentes en el Nombre del Señor quiere decir que su interés prioritario es hacer la voluntad de Él. En sí, esto es una de las características del creyente, puesto que “en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos” (1 Jn. 2:3). “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Jn. 5:3) En el día de su salvación, Saulo de Tarso dijo: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Así, cada persona salva por la gracia de Dios quiere complacer a su Señor, haciendo la voluntad de Él.
Autorización: Los de Berea, oyendo a Pablo y a Silas, “escudriñaban cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hch. 17:11). Convencidos por la Palabra de Dios, creyeron muchos de ellos. Así empieza el nuevo creyente en Cristo, pues, reconoce que solamente tienen autorización del Señor aquellas enseñanzas y prácticas que se basan en las Escrituras. Frente a la diversidad de doctrinas que abundan en nuestros tiempos, es más necesario que nunca indagar sobre cada particular de lo que se enseña. Es necesario que nuestra mente sea amoldada por la Palabra de Dios y que tengamos una Escritura clara, o sea, una referencia (capítulo y versículo) para cada cosa que practicamos. El creyente debe tener cuidado con aquellas explicaciones como: “ya los tiempos han cambiado”, “Pablo odiaba a las mujeres”, “ahora, el pueblo es educado”, etc. Estas y otras muchas explicaciones son nada más que una mampara para disfrazar la falta de obediencia al Señor. La Iglesia está fundada sobre Cristo (Mt. 16:18; 1 Co. 3:11), y sus doctrinas son las de los apóstoles (Hch. 2:42). Ellas no han cambiado y hay historias fidedignas que indican que Dios nunca ha quedado sin testimonio en el mundo a través de estos dos mil años (casi). Siempre ha habido en alguna parte aquellos que, en sumisión a Su Palabra, se han consagrado a hacer la voluntad del señor, no importándoles el costo.
Instrucción: Los que evangelizan lo hacen bajo los términos de una comisión dada en resurrección por el Señor a Sus discípulos. Los términos son: ir, predicar el Evangelio, bautizar y enseñar. Muchos hermanos se dedican a cumplir una parte. Predican y bautizan, pero no dan la debida importancia a la última parte de la comisión: “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt. 28:1820).
El cuerpo de doctrinas que se conoce simplemente en algunas Escrituras como “la fe” (Ro. 1:5; 1 Ti. 3:9; 5:8, etc.) Fue impartido a los apóstoles a través de los años. Juan el bautista preparaba el camino para el Señor JesuCristo, conocido como Jehová en el Antiguo Testamento (Jn. 1:23; Is. 40:3) Él es el Hijo de Dios (Jn. 10:36; Hch. 8:37), el Hijo del Hombre (Jn. 5:21-29), el Mesías, el Cristo (Jn. 4:25-26), y Dios manifestado en carne (1 Ti. 3:16).
En Sus enseñanzas el Señor habló acerca de Su muerte redentora, Su resurrección y Su ascensión en gloria. Enseñó que Su muerte en cruz se hizo a favor del ser humano; que Su sangre limpia de todo pecado y, por lo tanto, la salvación es gratuita para todos los que le reciben por fe como su Salvador personal. Habló de la Iglesia en su sentido total, “el cuerpo de Cristo” en Mateo 16, y la iglesia en su aspecto local en Mateo 18. Son muy ricas Sus enseñanzas sobre el Espíritu Santo, el “otro Consolador”, el que mora en cada creyente (Jn. cc. 14 al 16). El Señor enseñó que viene otra vez para arrebatar a Su iglesia: “os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis” (Jn. 14:13). Otras enseñanzas de Él abarcan Su venida en gloria, el juicio de las naciones vivientes, y Su reino milenario (Mt. 24 y 25). Ninguno habló como el Señor sobre la perdición que se caracteriza como castigo consciente soportado en el Lago de Fuego para siempre jamás (Mr. 9:42-48; Lc. 16:19-31). Todo esto y mucho más está abarcado en las enseñanzas impartidas por el Señor a Sus apóstoles.
En el día de Pentecostés – Hechos 2 – cuando se formó la Iglesia, ellos estaban completamente preparados para instruir y encaminar a los que creyeron, quienes perseveraban en la doctrina de los apóstoles. Los que verdaderamente son del Señor siguen su ejemplo y son marcados por la misma perseverancia.
continuará, D.V., en el siguiente número
por J.W.R, de la revista "Congregados En Su Nombre", año 2003, nº3

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¿Cuán Importante Es La Asamblea?

Muchos “cristianos evangélicos” consideran a la iglesia local como una opción en su vida. Uno decide asistir o no asistir. No es una necesidad. Se oye decir: “Puedo leer mi Biblia y orar en casa. Puedo adorar a Dios en el campo, en una caminata. Puedo escuchar a un predicador en la radio si lo deseo. No necesito a la iglesia en mi vida”.
En contraste, la Biblia enfatiza la importancia de la iglesia local. Escribiendo a Timoteo, Pablo la describe como “la casa del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Ti. 3:15). Esta es una sublime descripción de la asamblea, y enfatiza su importancia. También es llamada “templo de Dios”, donde mora el Espíritu Santo (1 Co. 3:16-18). Es la casa de Dios. Es un templo y debe ser conocido por su pureza y santidad, como un lugar de adoración.
Se les exhorta a los creyentes ser fieles en su asistencia a las reuniones para enseñanza, comunión, la cena del Señor y oración (Hch. 2:42; He. 10:25). Las cuatro actividades formaban parte de las reuniones semanales de la iglesia primitiva. Estas reuniones nutren a las personas para que crezcan y maduren. La asamblea es vital para el desarrollo de dones espirituales haciéndonos útiles a Dios. Los hombres piadosos pastorearán y guardarán a los santos para que no se deslicen de la verdad de Dios.
Su lealtad a la asamblea reflejará su lealtad a Cristo. ¿Su vida está centrada en la obra de su iglesia local? ¿O hay otras cosas que vienen antes: el trabajo, la familia, los placeres, el deporte? ¿Hay prioridades que afecten con frecuencia su asistencia a las reuniones?
Seamos leales y demos devoción de todo corazón a la familia de nuestra asamblea. Haciendo esto, seremos leales a Cristo mismo. Y entonces, las demás cosas se colocarán en su posición correcta en nuestra vida.
Donald Norbie, de la revista “Precious Seed” (Semilla Preciosa), mayo 2010

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CONSEJO PRÁCTICO: CONTROLA TU LENGUA

Entre las maravillas de la medicina moderna hay para brazos y piernas prótesis, pero no existe ninguna lengua artificial. Mi madre era bastante sabia acerca de la lengua. Ella “sazonaba” su conversación cotidiana con dichos y refranes como este: “Guarda tu lengua tras las rejas de tus dientes”. Los escoceses tienen un par de refranes interesantes también sobre la lengua: “Cautiva tu lengua, y librarás tu cuerpo”. “La lengua larga acorta las amistades”. Mi madre solía decir: “Acuérdate: un día comparecerás ante Dios por cada palabra que dices”.
Leonard Ravenhill
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El Bautismo

El Señor Jesús instituyó tan sólo dos actos ceremoniales a realizar por los cristianos neotestamentarios: el Bautismo y la Cena del Señor. Si el Señor los consideró suficientemente importantes como para referirse a ellos, cada creyente debiera considerarlos de tanta importancia como para practicarlos. Vamos, pues, a referirnos al bautismo de los creyentes.
Hay al menos dos errores que existen en relación con el bautismo: (1) Hay quienes enseñan que no es posible alcanzar la salvación sin él. (2) Otros afirman que no es tan importante y, por lo tanto, no insisten en practicarlo.
Algunos dicen: “lo importante es vivir la vida del bautizado”, pero ¿cómo puede hacerse esto si uno no se ha bautizado como el Señor manda? El libro de los Hechos habla de convertidos que fueron bautizados, tales como:
Los tres mil que creyeron el día de Pentecostés, en Hch. 2:41
El eunuco en Hch. 8:38
Pablo, antes Saulo de Tarso, en Hch. 9:18
Cornelio y su familia en Hch. 10:47-48
Lidia, la vendedora de púrpura, y los de su casa, en Hch. 16:15
El carcelero de Filipos, y los suyos, en Hch. 16:33
Crispo, el presidente de la sinagoga en Hch. 18:8

¿QUIÉN DEBE BAUTIZARSE?
El bautismo fue ordenado en la Gran Comisión de Mateo 28:18-20 y continuará “hasta el fin del mundo”; es decir, hasta el final de la era de la iglesia. El Señor resucitado dijo: “id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
El mandato: “haced discípulos a todas las naciones” quiere decir darles el mensaje de vida para que, renunciando al pecado, confíen en el Salvador. Y “bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” es algo que naturalmente sigue su conversión. No vale bautizarse antes de la conversión.
Las Escrituras no hablan de ningún caso de bautismo sin una manifestación previa de salvación. Lo único que puede Align Rightpreceder al bautismo es la salvación; todo lo demás viene después.
De tal manera, los primeros seguidores del Señor Jesucristo, tras recibir Su Palabra, eran bautizados. “Así que los que recibieron su palabra fueron bautizados” (Hch. 2:41). “Muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados” (Hch. 18:8).
Antes de ser bautizado, la única cosa que se le exige a una persona es que sea creyente. En Hechos 16:15 y 1 Corintios 1:16 se mencionan los bautismos de todos los de una casa. Con todo no se sugiere allí la inclusión en la ordenanza de niños que todavía no podían haber confiado en el Salvador. Los únicos sujetos de bautismo en el Nuevo Testamento son personas capaces de creer. Por esa razón, precisamente, nosotros a menudo hablamos del “bautismo de creyentes”.

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Característicias de una Iglesia Neotestamentaria, por Robert Gessner, 64 pp., 2,50 euros
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La Gracia de Dios, por William MacDonald, 77 pp., 6 euros
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