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lunes, 29 de abril de 2019

EN ESTO PENSAD - mayo 2019

Débora, Mujer Excepcional

Texto: Jueces 4:1-9

Debemos notar que después de veinte años bajo la opresión cananea, “los hijos de Israel clamaron a Jehová” (v. 3). Solamente después de años de adversidad Israel se volvió a Dios. Sin dudar la sinceridad de su clamor, no podemos evitar la conclusión que sólo clamaron a Dios en situaciones de emergencia. Esto resulta ser un insulto para Él. Tristemente, es posible que aun el pueblo del Señor le olvide en tiempos buenos, y sólo se acuerde de Él en tiempos malos. Nunca debería ser el caso: “Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. Selah” (Sal. 62:8).
    En esa ocasión, Dios libró a Israel de los cananeos opresores mediante Débora y Barac. Débora era una mujer fuerte, ¡y Barac un hombre débil! Pero Débora no era la fundadora de “derechos iguales para las mujeres”. Era una mujer muy espiritual. “Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot; y acostumbraba sentarse bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Bet-el, en el monte de Efraín; y los hijos de Israel subían a ella a juicio” (Jue. 4:4-5). Débora (significa: “como abeja”) estaba casada con Lapidot (“antorcha”): así que la actividad estaba casada con la luz. ¡Debió ser un matrimonio bien ordenado!
    Débora era a la vez jueza y profetisa. Podríamos compararla a Miriam (Éx. 15:20), Hulda (2 R. 22:14), Ana (Lc. 2:36) y las cuatro hijas de Felipe (Hch. 21:8-9). Ella se describe como “madre en Israel” (Jue. 5:7). Los judíos extraviados eran sus hijos, y ella los recibía y aconsejaba. Débora era una excepcional mujer de fe, pero ciertamente no era oportunista. No intentó entrar en una esfera que Dios no le había asignado. Debemos observar lo siguiente:
 
Las Circunstancias de Su Ministerio
    El hecho de que ella “gobernaba en aquel tiempo a Israel” (Jue. 4:4) era un comentario triste sobre la vida de la nación. Compara Isaías 3:12, “Los opresores de mi pueblo son muchachos, y mujeres se enseñorearon de él”. Como observa Wiersbe: “Dios, al dar a Su pueblo una mujer para juzgarles les trató como niños pequeños, que es exactamente lo que eran en las cosas espirituales”. Pero debemos enfatizar que eso no fue un descrédito para Débora. Alguien bien ha dicho que el fracaso de los hombres fue suplido por la fidelidad de la mujer.

El Carácter de Su Ministerio
    Ella era profetisa y jueza. Un profeta, o en ese caso una profetisa, era una persona que recibía un mensaje directamente de Dios y lo comunicaba al pueblo. El profeta “estuvo en el secreto de Jehová, y vio, y oyó su palabra” (Jer. 23:18). Fue en base a eso que Débora podía gobernar a Israel en aquel tiempo.

La Ubicación de Su Ministerio
    “Y acostumbraba sentarse bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Bet-el, en el monte de Efraín; y los hijos de Israel subían a ella a juicio” (Jue. 4:5). No hizo como Samuel, que “iba y daba vuelta a Bet-el, a Gilgal y a Mizpa, y juzgaba a Israel en todos estos lugares” (1 S. 7:16). No fue como Aod que “tocó el cuerno en el monte de Efraín” (Jue. 3:27), ni se puso a la cabeza del ejército. Israel subía a ella a juicio. Ella no tomaba la iniciativa para ir a ellos. Estaba contenta de morar bajo la palmera. Fue Barac que le persuadió a salir y acompañarle. También debemos notar que de acuerdo a los papeles de hombre y mujer en la Escritura, es Barac y no Débora que Hebreos 11 menciona. “¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas” (He. 11:32). Sara y Rahab son nombradas en Hebreos 11 porque, en su caso, no se trataba de servicio en público.

La Convicción de Su Ministerio
    “¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Ve, junta a tu gente en el monte de Tabor, y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón; y yo atraeré hacia ti al arroyo de Cisón a Sísara, capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su ejército, y lo entregaré en tus manos?” (Jue. 4:6-7). Aquí vemos a la profetisa ejerciendo su ministerio. Ella comunicó la Palabra de Dios. Dijo en efecto: “Así dice Jehová”.
 
El Ánimo de Su Ministerio
    Ellá animó a Barac a liderar al pueblo de Dios contra el enemigo. El Señor no le había dicho a ella que llevara al ejército contra Sísara. Al contrario: “¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Ve, junta a tu gente en el monte de Tabor, y toma contigo diez mil hombres... y yo atraeré hacia ti al arroyo de Cisón a Sísara... y lo entregaré en tus manos?” Las palabras: “¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel?” podrían significar que Dios ya había mandado a Barac a atacar, pero que él no lo había hecho. Todos necesitamos ánimo. ¡Absténgase los cenizos! Israel ciertamente los había tenido en Cades-barnea (Dt. 1:28) A. M. S. Gooding tiene razon al decir: “Gracias a Dios por las hermanas detrás de los hombres que los apoyan y animan cuando fallan y manifiestan debilidad”.

John Riddle, Inglaterra, del capítulo 3 del libro The Glory of Godly Women (“La Gloria de Mujeres Piadosas”), Assembly Testimony Publications, 2013.   www.assemblytestimony.org

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¿Hermanas Predicadoras Y Maestras?
 
   ¿Deben las hermanas reunirse para que una mujer les enseñe la Biblia? Esto está de moda ahora entre los evangélicos, e incluso ha invadido las asambleas. Algunas incluso intentan citar a Débora como justificación. Están equivocadas, porque en primer lugar no había reuniones de mujeres en tiempos de Débora ni daba ella estudios ni predicaciones. 
    Segundo, hoy no hay escasez de varones dispuestos a servir al Señor, tomar el liderazgo y enseñar la Palabra de Dios. En los días de los jueces había escasez de varones de Dios, hombres espirituales y dispuestos a servir. Como una irregularidad surgió el caso de Débora y aun ella intentó animar al hombre Barac a tomar el liderazgo.
    Tercero, no es sabio sino algo desesperado cuando uno intenta sacar doctrina eclesial del libro de Jueces. La iglesia no está en el Antiguo Testamento, pues en aquel entonces era un misterio escondido en tiempo pasado (Ro. 16:25) y revelado a los apóstoles y profetas en el tiempo del Nuevo Testamento (Ef. 3:5). Es así que el apóstol Pablo declaró: “Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Ti. 3:14-15). La iglesia no es un local, sino el cuerpo de Cristo.Todas las instrucciones para ella están en el Nuevo Testamento.

continuará, d.v. en el número siguiente
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 La Cizaña Sembrada En El Trigo
S. Michelen
 
 

   Antes que la Iglesia fuese fundada en el día de Pentecostés, el Señor advirtió a Sus discípulos que Satanás trataría de corromperlos desde dentro introduciendo cizaña entre el trigo. Esta comunidad de creyentes se vio afectada desde sus inicios por aquellos que se introdujeron en la vida de la Iglesia, sin ser orgánicamente de ella.
    Veamos el ejemplo de Judas. Durante todo el tiempo que estuvo junto al Señor no mostró ningún rasgo que previera su deserción final. Los demás nunca dudaron de él. De hecho, más bien confiaron tanto en Judas que llegó a ser el tesorero del grupo. La noche que el Señor les reveló que uno de ellos sería un traidor, nadie pensó en Judas, más bien comenzó “cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor?” (Mt. 26:22). Aun cuando Cristo se dirigió directamente a él para decirle: “Lo que vas a hacer, hazlo más pronto”, nos cuenta el apóstol Juan “que ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto. Porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta; o que diese algo a los pobres” (Jn. 13:27-29).
    Sin embargo, Judas era del maligno desde el principio (Jn. 6:70); siempre fue un “hijo de perdición” (Jn. 17:12). Satanás oculta a sus emisarios a través de disfraces de santidad; su labor es introducir a los falsos apóstoles como “apóstoles de Cristo” y como “ministros de justicia” (2 Co. 11:13-15).
    Pablo advirtió a los ancianos de Éfeso que velaran debidamente, en primer lugar por ellos mismos, y luego “por todo el rebaño” en que el Espíritu Santo los había colocado: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hch. 20:29-30).
    Esta cizaña, introducida por Satanás en la iglesia de Cristo (comp. Mateo 13:36-39) tiene como meta principal “arrastrar tras sí a los discípulos”, seducir a “los que verdaderamente habían huido de los que viven en error”. El diablo sabe perfectamente que si logra engañar a los creyentes con falsas doctrinas, o seducirlos con tentaciones hasta llevarlos a sucumbir, está anulando sus capacidades para servir a Cristo.


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Debemos velar, escuchar atentamente, comparar todo con las Escrituras y pedir al Señor discernir bien y no ser engañados. Considera Tito 1:16 y 2 Pedro 2:1
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NO EN LAS REUNIONES 

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 AMIGO, CON EL DINERO  
PUEDES COMPRAR:


Casa, pero no hogar. 
Libros, pero no sabiduría.
Lujo, pero no belleza. 
Diversión, pero no felicidad.
Sexo, pero no amor. 
Cama, pero no sueño.
Alimento, pero no apetito. 
Comodidad, pero no paz.
Compañero, pero no amistad. 
Medicina, pero no salud.
Velas, pero no bendición. 
Misa, pero no perdón.
Religión, pero no salvación. 
Nicho, pero no el cielo.


¡Qué vanidad es el vivir para el dinero! El dinero es el pasaporte universal a todos los lugares menos al cielo. Hay muchas religiones que cobran y recaudan, y ninguna de ellas es de Dios. No podemos comprar el favor de Dios. Sólo Jesucristo da lo que el dinero no puede obtener. Él dijo: "¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" (Marcos 8:36). ¿Sabes la respuesta? "Nada aprovechará". El dinero puede hacerte sentir importante o poderoso, pero no puede salvarte. No vale en la eternidad, a dónde tú vas. La salvación no es "con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo", dice el apóstol Pedro. Dios no salva a nadie por dinero. Nadie obtiene Su favor a cambio de ofrendas o limosnas, sino por la preciosa sangre de Su Hijo (1 Pedro 1:18-19). Pero si no te arrepientes y confías en Él, pagarás por tus pecados por toda la eternidad, pues "la paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23).
    Cierto es que "nada hemos traído a este mundo, y sin duda NADA podremos sacar" (1 Timoteo 6:7). Así la Palabra de Dios advierte a todos los que aman al dinero y las cosas materiales, sean ricos o pobres, caciques o criados. El coche fúnebre no lleva remolque. La muerte es la "igualatoria divina". Sin el Señor Jesucristo morirás en tus pecados e irás a la eterna perdición.
 
Desamparado y sin querer, llegaste al mundo tú;
Sólo algunos años pasarás aquí,
Y pronto el tiempo acabará, llegarás a tu final,
Para presentarte delante de Dios.
Los cortos años pasarán, mucho planeaste hacer,
Trabajando te labraste un porvenir.
Pero, ¿de qué te vale, si posees todo aquí,
Y al final tu alma eterna perderas?

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 DIOS EL ESPÍRITU
Parte 4
Camilo Vásquez Vivano, Punta Arenas, Chile



 viene del número anterior


EL ESPÍRITU SANTO Y SU MANIFESTACIÓN CUAL EL SOPLO DIVINO

    Dios el Padre y El Hijo soplan Su Espíritu, sin embargo el Espíritu no es un fluido o cosa derramada. Las expresiones bíblicas alusivas al Espíritu como “derramar” (Hch. 2:33; Tit. 3:5-6), "llenar" (Lc. 1:67; 4:1; Hch. 4:8; 7:55; Ef. 5:18, etc.), no indican que sea un fluido energético sino que aluden al tipo de libaciones usadas en el tabernáculo por las cuales el Espíritu era representado (Gn. 35:14; Éx. 30:31-32, etc.). Nunca hemos de referirnos a Su Persona como si fuese un objeto o sustancia usando expresiones como “ello” sino “Él”, tal como se refirió el Señor: “él os guiará” (Jn. 16:13), “Él me glorificará” (v. 14). De este error surge el “Modalismo” al considerar tanto al Verbo como al Espíritu como simples modos de manifestación de la divinidad (1). La palabra Espíritu en hebreo es “ruach” y en griego es “pneuma” encerrando la idea de viento, soplo o aliento. Así Job escribe: “El espíritu (ruach) de Dios me hizo, y el soplo (ruach) del Omnipotente me dio vida” (Job 33:4). No cabe duda de que en sus variados usos de esta palabra es usada para referirse al “aliento del Señor”; “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” (Sal. 33:6). Es por esto que Dios sopla sobre Adán para que sea un ser viviente (Gn. 2:7) y del mismo modo sopló el Señor Jesús sobre Sus apóstoles para que recibiesen el Espíritu Santo (Jn. 20:22) y pudiesen soportar la persecución hasta que fuesen bautizados, sellados y ser morada del Espíritu (Hch. 1:8).
    En un sentido exacto estos once apóstoles fueron hecho morada solo en el día de Pentecostés cuando el Espíritu Santo desciende y bautiza en Él a los 120 creyentes reunidos en el aposento alto. Antes ellos solo eran nacidos de Dios y ahora son habitados por el Espíritu Santo. A esto se refirió el Señor al decirles: “el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Jn. 14:17). Después de Pentecostés el Espíritu Santo permanece para siempre en los nacidos de Dios.   
    Estas son las manifestaciones del Espíritu al ser comparado con el viento cuando regenera un alma que pone su fe en la obra redentora de Cristo (Jn. 3:5). El que es nacido del Espíritu posee libertad como el viento para obedecer a Dios sin las obras de la ley: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Jn. 3:8). Es sobresaliente que la época del Espíritu en la iglesia sea iniciada con un viento recio: “...vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba” (Hch. 2:2). Tal estruendo hecho por el Espíritu equivalía a señalar que nuestro gran sumo sacerdote había entrado en el cielo triunfante y sin ningún defecto. Así era como antiguamente se sabía de la aceptación del oficio de Aarón por el sonido de sus campanillas en su vestido sacerdotal (Ex. 28:34-35). Entonces el Espíritu da su sonora aprobación tras la muerte y resurrección del Señor de otro modo no habría descendido para formar la iglesia del Señor.


LOS TÍTULOS DEL ESPÍRITU SANTO

“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Jn. 4:24).
    Que el Espíritu sea una Persona suele ser algo desconocido para el creyente. Usualmente se piensa que es una influencia, un poder o un atributo posible de ser utilizado, lo cual conduce al orgullo de quien podría lograr tener su control. Si se descubre que es una Persona divina, el secreto de Su poder consiste en que Él nos controle a nosotros llevándonos a humillarnos y a someternos a Su control. Los títulos usados para describir Su Persona indican Su procedencia como Su obra divina. Hay al menos treinta de estos términos en las Escrituras, cada uno con su significado propio. Algunos de estos títulos divinos son estos: El Espíritu (Is. 32:15; Mt. 4:1) donde es el nombre básico e indica lo singular de Su ser; no hay otro como Él llamado: “el Espíritu de Dios” (Gn. 1:2; Mt. 12:28; Ro. 8:9). Hemos de entender que la Biblia no fue escrita diferenciando mayúsculas ni minúsculas sino que algunos manuscritos están todos o en letras cursivas mayúsculas, o todo en cursivas minúsculas. Así el vocablo “espíritu” traducido como “soplo” o “viento” puede usarse para el Espíritu de Dios, o para el espíritu humano, o para un espíritu inmundo. Incluso para catalogar el espíritu de esclavitud (Ro. 8:15) propio del inconverso. Los traductores deben entonces diferenciar cuando se está refiriendo al Espíritu de Dios dando el sentido adecuado al texto. Por ejemplo se traduce con minúsculas en Isaías 30:1; 63:10 como también en Juan 6:63; Romanos 8:15; Filipenses 3:3, etc., etc. En otros casos la Escritura es enfática en declarar a quién se refiere, por ejemplo se usa para indicar Su procedencia del Padre como “el Espíritu de Jehová” (2 S. 23:2; Is. 61:1; 63:14); Su procedencia del Hijo como “el Espíritu de su Hijo” (Gá. 4:6) y también como “el Espíritu de Cristo” (Ro. 8:9; 1 P. 1:11). Estos títulos indican que siempre las tres Personas de la Trinidad actúan juntas y en una completa unidad, es decir son inseparables. Se le llama también el Santo Espíritu (Sal. 51:11; Ef. 4:30), este es el nombre usado con mayor frecuencia. “El Espíritu Santo” (Jn. 14:26), este título es aun más enfático pues el artículo “el” figura dos veces aquí.  El Espíritu de gracia (He. 10:29). El Espíritu de verdad (Jn. 14:17), El Espíritu de santidad (Ro. 1:4). El Espíritu Santo de la promesa (Ef. 1:13). El Espíritu de sabiduría (Ef. 1:17), El Espíritu de adopción (Ro. 8:15). El glorioso Espíritu de Dios (1 P. 4:14). El Espíritu de la profecía (Ap. 19:10) que no es otra cosa que el testimonio dado por el Espíritu relativo a la gloriosa Persona del Hijo. La descripción séxtupla de Isaías 11:2, “Reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia; espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová”. Esto es una descripción de la perfección y Santidad del Espíritu obrando en la vida de Cristo pues tiene que ver con “los siete espíritus que están delante de su trono” (Ap. 1:4).

EL OTRO CONSOLADOR

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Jn. 14:16).
    La palabra “Consolador” se corresponde con el nombre “Menahem”, que dan los hebreos al Mesías (d) y en su sentido más amplio este vocablo significa uno que socorre, que consuela, y Cristo fue esto para Sus discípulos durante Su estadía con ellos. La palabra “otro” usada por el Señor para referirse a quién enviaría viene del griego “allos” y significa idéntico, no diferente (“heteros”). El Espíritu que los discípulos recibirían sería idéntico al Señor en Su Personalidad y en todos Sus atributos ya que fue Él quién estuvo primero asistiéndoles en todas sus pruebas. John Ritchie (1853-1930), en sus comentarios sobre el Espíritu Santo dice: “De todos sus nombres, quizás el que más apela a nosotros es aquél que le fue enseñado cuatro veces por el Señor Jesucristo como “el Consolador”. Véanse Juan 14 al 16. Es un término muy expresivo e inclusivo, y desconozco palabra que exprese cabalmente todo su sentido” (c).
    Ese vocablo “consolador” se traduce “abogado” en 1 Juan 2:1 con referencia al Señor Jesús quién estando ahora en el cielo realiza este oficio cual Sumo Sacerdote. Esa abogacía es hecha delante del Padre y la del Espíritu es en nuestro corazón. La abogacía del Señor en el cielo es después que hemos pecado, y la del Espíritu es antes que pequemos. Por la experiencia de Pedro sabemos que incluso el Señor intercede antes que pequemos (Lc. 22:32) y frente a la tentación abre una puerta para que abandonemos la idea de pecar (1 Co. 10:13).
    Podemos decir que este término griego “parakletos” significa “uno llamado a ponerse al lado de otro”. Nosotros entendemos la idea de “abogado” en términos jurídicos de alguien que conoce las leyes, conoce mi causa y puede defenderme sin embargo cualquier abogado no posee la facultad de consolar como lo hace el Espíritu Santo. El hecho que sea de la misma naturaleza que el Señor significa que conoce todo de nosotros y todo de Dios (1 Co. 2:10-11). Su tarea como abogado que consuela es ayudarnos frente al combate contra el pecado, por esto el apóstol Pablo explica la gran ayuda del Espíritu guiándonos a buscar aquello que nos aleje de las obras de la carne: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Ro. 8:26). La definición de “Consolador” usada para el Espíritu vemos que está asociada a la actividad constante de un abogado, pues ha venido para estar con nosotros de una forma muy íntima tal como el Señor anunció a Sus discípulos: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Jn. 14:18). Este ministerio de acompañar al creyente defendiéndolo frente al mal se ve claramente en lo que el Señor les adelantó como persecución a Sus discípulos: “Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo” (Mr. 13:11). No debemos sacar de contexto este pasaje para decir que hoy el Espíritu comunica qué decir en las reuniones sin haber estudiado la Biblia. El contexto se trata sobre las persecuciones futuras que recibirían estos discípulos de parte de sus propios hermanos judíos como lo vivieron los primeros cristianos. Pedro nos narra de estas persecuciones y nos cuenta cómo el Espíritu estuvo sobre ellos ministrándoles Su gracia en medio del sufrimiento: “Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros...” (1 P. 4:14). Hoy esta ayuda la está haciendo el Espíritu en aquellos hermanos que combaten con el evangelio sembrando la Palabra de Dios en medio de la idolatría imperante. Pero también la puede vivir usted frente a cualquier incrédulo que demande razón de su fe y de su esperanza. Para esto el Espíritu tomará de lo que usted ha estudiado de la Palabra de Dios y querrá manifestar por medio de usted un testimonio digno de templanza y buenos modales (1 P. 3:15).                                          
continuará, d.v. en el siguiente número

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¿Podemos Rehusar La Cena Del Señor
A Un Verdadero Creyente?

por Norman Crawford


 Le place al Espíritu Santo, Persona divina, hacer Su residencia en la tierra en la asamblea. Su carácter is santo. “El templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Co. 3:17).
    ¿Podemos rehusar la cena del Señor a un verdadero creyente? Frecuentamente surge esta pregunta. Para algunos, les parece un método más benigno recibir a todos los que vengan, pero ¿es bíblico? Ha sido sugerido que al rehusar a alguien la comunión, profesamos un nivel más alto de piedad que los demás creyentes. Esto no es verdad. Creemos que hay muchos creyentes en las denominaciones y que algunos podrían tener una devoción más profunda al Señor que la nuestra. No obstante, la recepción a una asamblea no es una calle de sentido único. No sólo es una recepción a la asamblea, sino  indica que el que es recibido también recibe a la asamblea, sus creencias y prácticas.

¿Qué Pasa Si Un Creyente Desconocido Viene A Partir El Pan?

    Debemos tratar a todo creyente con amor y amabilidad. Pero si una persona desconocida se presenta y desea ser recibida a la asamblea, ¿cómo sabemos si es un creyente genuino? Algunos dicen que debemos recibir a todo persona que es verdaderamente salva, santa en vida y sana en doctrina. Bien, pero no explican cómo podemos saber si estas cosas son así en la vida de una persona desconocida que aparece en la puerta. Sólo los frutos de la vida demuestran la realidad (Mt. 7:20).
    Existe un segundo problema. Tal persona desea este día partir el pan con nosotros, pero ¿qué hace en los otros 51 días del Señor durante el año? Esto introduce el tema de perseverar continuamente en la doctrina de los apóstoles, la comunión, el partimiento del pan y las oraciones (Hch. 2:41-42). Está claro en el Nuevo Testamento que la Cena del Señor no es un privilegio individual sin congregacional – de la asamblea. Es importante aprender esto y recordarlo: No recibimos a las personas a la Cena del Señor, sino a la asamblea. Esta comunión es constante y continua, no espasmódica.

Una Asamblea Es Una Entidad

    Una asamblea cristiana está compuesta de un número de creyentes en cierto lugar. Tiene dos posiciones: “dentro” y “fuera” (1 Co. 5:12-13). Tiene pastores que son conocidos por la asamblea y que conocen a toda oveja y cordero en el rebaño (1 Ts. 5:12-13); 1 P. 5:1-4). ¿Cómo podrían esos pastores enseñar y guiar a creyentes que ni siquiera conocen? ¿Cómo podrían actuar debidamente en disciplina? Un profesado creyente podría venir y presentarse estando fuera de otra asamblea o porque ha sido sacado (1 Co. 5:9-13), o porque es indocto (1 Co. 14:24-25).

Haciendo Preguntas

    ¿Tenemos derecho a entrevistar y preguntar a una persona acerca de su testimonio de salvación, sus creencias y su vida? Observa que la asamblea en Jerusalén tenía apóstoles en ella, y sin embargo con precaución rehusaron la comunión a Pablo hasta que estas tres preguntas fueron completamente contestadas (Hch. 9:26-28). Entonces él “estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía” (Hch. 9:28).

Distinciones Entre El Cuerpo Y Una Asamblea

    Ha sido enseñado que todos los que están en el gran Cuerpo espiritual de Cristo están automáticamente en comunión en una asamblea. Pero no es así, pues hay numerosas distinciones entre el Cuerpo y una asamblea local. Uno entra en el Cuerpo en el momento de la conversión, pero entra en la asamblea mediante la recepción (1 Co. 12:13; Hch. 2:41). Todo verdadero creyente está en el Cuerpo, pero hay creyentes que están fuera de una asamblea (1 Co. 5:11; 14:25). En el Cuerpo no hay varón ni hembra (Gá. 3:28). Pero en una asamblea sí hay varones y mujeres, porque en ella las mujeres guardan silencio (1 Co. 14:34). Es imposible estar separado del Cuerpo de Cristo (Ro. 8:38-39), pero es posible ser expulsado de una asamblea (1 Co. 5:11-13). Nada falso puede jamás entrar en el Cuerpo (Mt. 16:18), pero se le advierte a la asamblea respecto a los lobos y falsos maestros que entrarán (Hch. 20:29). El Cuerpo de Cristo tiene perfecta unidad (Jn. 17:21), pero una asamblea local puede tener divisiones (1 Co. 3:3). Estas sólo son algunas de las distinciones que existen.
Traducido de la revista Truth & Tidings, noviembre 1999

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Algunas Preguntas  Importantes A Considerar Antes De Recibir A Alguien A La Comunión De La Asamblea

¿Quién es, y de dónde viene?

¿Con qué motivo viene: para quedarse o de visita?

¿Trae carta de recomendación de una asamblea cristiana
que da fe de su condición espiritual?

Si no, puede observar hasta que se aclaren estas cosas:
¿Por qué desea ser recibido?

¿Cuál es su testimonio de conversión?

¿Cuál es su estado matrimonial?

¿Está o ha estado asociado con alguna iglesia?

¿Ha estado bajo disciplina eclesial por alguna cuestion?

¿Está huyendo de alguna iglesia o problema?

¿Entiende la verdad de la iglesia o es indocto?

¿Qué entiende por la doctrina de Cristo?

¿Cómo es su vida personal respecto a la santidad?

¿Entiende los privilegios y responsabilidades de
la comunión en la asamblea, y los acepta sin reserva?


 

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