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martes, 31 de enero de 2017

EN ESTO PENSAD - febrero 2016


Los Peligros En La Elección Del Cónyuge

 La Palabra de Dios no se limita a presentar normas de conducta, sino que nos pone también en guardia contra los peligros que puedan amenazarnos.

Amistad entre jóvenes de ambos sexos

    Con frecuencia las relaciones amistosas entre jóvenes de ambos sexos, hacen surgir unas inclinaciones que tarde o temprano conducirán al flirteo. Esto es algo que no se puede negar, sin engañarnos a nosotros mismos. ¿No es actuar a la ligera con una cosa santa? Todos conocemos las tristes consecuencias de una decepción amorosa. Por esta razón es necesaria una cierta reserva por ambas partes, reserva, sí, pero no aislamiento.

– Advertencia a los muchachos:

1. No mirar con codicia a una mujer. Esto significa adulterio, como dice el Señor Jesús en Mateo 5:28. La misma norma es válida tanto para casados como para solteros.
2. No tocar a una mujer. Booz mandó a sus jornaleros que no tocasen a Ruth, que no le hicieran reproches y que no la reprendieran (Rut 2:9, 15-16). “Así es el que se llega a la mujer de su prójimo; no quedará impune ninguno que la tocare” (Pr. 6:29).
3. Ya hemos mencionado anteriormente la enseñanza dada a Timoteo, de tratar a las jovencitas como a hermanas... “con toda pureza” (1 Ti. 5:2).
4. El rey Abimelec no jugaba con el pecado. Había obrado “con sencillez de corazón y con limpieza de manos”; cuando mandó buscar a Sara, la mujer de Abraham, ya que éste le había engañado afirmando que Sara era su hermana. Dios guardó a Abimelec de pecar y no le permitió que tomara a Sara por su mujer.
Aquel que juega, a sabiendas, con fuego, no puede esperar que la gracia de Dios le guarde. El Espíritu Santo advierte solemnemente que la unión carnal de un joven soltero con una mujer tendrá consecuencias amargas, porque habrá dado libre curso a este deseo ilícito. “Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador quedará en ella preso” (Ecl. 7:26).

– Advertencias a las chicas:

¡Ojalá que tuvieran siempre delante de sí el ejemplo de Rut! Booz le mandó: “Aquí estarás junto a mis criadas”. Noemí, su suegra, le dijo también: “Mejor es, hija mía, que salgas con sus criadas”. Booz, más tarde, dio testimonio de su comportamiento, de que ella no había ido tras los muchachos, fuera pobres o ricos. Y así pudo llegar a ser su propia esposa. Su reserva fue ricamente recompensada: su nombre es mencionado en la genealogía del Señor Jesús (Rut 2:8, 22; 3:10; Mt. 1:5).

    Y aquí dejamos a los lectores que saquen las consecuencias del juicio de Dios sobre las relaciones carnales entre solteros de ambos sexos. Nadie puede reivindicar, para sí mismo, una excepción. Yo invito a cuantos piensen lo contrario, que busquen en su Biblia principios y ejemplos que respalden su falsa manera de pensar. Debieran preguntarse seriamente ante Dios, cuál es el motivo que les conduce a buscar semejantes amistades; y no encontrará otro motivo más que el de su deseo, deseo que Dios reserva en exclusiva al matrimonio.

                                              J. Graf, de su libro: Juventud, matrimonio, familia, Ediciones Bíblicas

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“Así que ya no son más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” Mateo 19:6

     El mundo hoy considera que el matrimonio es un contrato civil que puede ser invalidado por cualquiera de los dos. El Señor Jesús dijo que es mucho más que eso. El matrimonio es una unión establecida por Dios y atestiguada por Él. Debe mantenerse inviolado hasta que la muerte termine la relación. Esto es para el bien y la felicidad de las personas. Los niños necesitan a ambos padres y la seguridad que un matrimonio amoroso puede proveer. Si estás casado, renueva o reafirma hoy tus votos. Determinad ser fieles y leales cada uno a su cónyuge. Es la voluntad de Dios.
 
Donald L Norbie,  del calendario devocional “Choice Gleanings”

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Antes Inútil, Pero Ahora Útil

“El cual en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil” (Filemón 11).
 
    Pablo declaró esto acerca de Onésimo a su amado amigo Filemón. Es un contraste remarcable entre nuestra condición como inconversos y nuestra posición como redimidos. Desde el punto de vista materialista del mundo, podría decirse que Onésimo, como esclavo de Filemón, antes le era útil. Ahora Pablo le pide a Filemón recibirle, no como esclavo, sino como un hermano amado (v. 16). Seguramente en el mundo se diría de Onésimo que antes era útil, pero se había vuelto inútil. Sin embargo, Pablo el amado siervo de Cristo nunca miraba las cosas humanas desde un punto de vista materialista. Él veía a Onésimo como su hijo que había engendrado en sus cadenas (v. 10). Este hombre, que antes era inútil a Dios, ahora había nacido de nuevo y era útil a Dios y a la iglesia de Dios. Esto debería ser verdad acerca de todo creyente en Cristo.

Antes Éramos Inútiles
 
    1. Debiéramos ser echados en las tinieblas de afuera; desechados como un trozo de basura. “Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mt. 25:30).
    2. Los mejores de entre nosotros, después de gastar todas nuestras energías en nosotros mismos y aparte de Su gracia, somos inútiles. “Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Lc. 17:10).
    3. No hay absolutamente ninguna excepción; todos éramos inútiles a Dios en nuestra condición inconversa. “Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Ro. 3:12).

Ahora Somos Útiles
 
    1. Aunque necesitamos mucha enseñanza y adiestramiento después de que Dios nos ha salvado, Él puede hacernos aptos y útiles para Su uso. Pablo podía decir de Juan Marcos, quien previamente había sido inútil: “Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio” (2 Ti. 4:11). 
    2. Nosotros los que una vez estábamos para ser echados fuera como basura, ahora podemos ser vasos utilizados por Dios para Sus propósitos. Dios nos ha quebrantado. Él no desecha los vasos quebrantados. “Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra” (2 Ti. 2:21).
     Nosotros los que hemos confiado en Cristo, los que antes éramos inútiles a Dios, ahora podemos conocer el gozo y el privilegio de serle útiles a Aquel que nos salvó con Su sangre. Que así sea. Amén.
Robert Gessner, traducido de Milk & Honey (“Leche y Miel”), julio, 2007

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¿Por Qué?

“¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lc. 6:46).
     Es la pregunta más embarazosa de Jesucrcisto. Olvidemos que la hizo a Israel, porque ahora se dirige a la iglesia, a los que en esta edad profesan ser Suyos. ¿Quién os da el derecho a hacer lo que os parece, sin consultar al Señor, al que es Cabeza de la iglesia? ¿Qué autoridad tienen los ancianos, obreros o misioneros sobre el Señor de la iglesia? ¿Qué “libertad” tenemos a hacer lo que nos parece, cuando no somos nuestros, si hemos sido comprados por precio (1 Co. 6:19-20), y Él es nuestro Señor?
    Los vientos y el mar le obedecen (Mt. 8:27; Mr. 4:41; Lc. 8:25). Los espíritus inmundos le obedecen (Mr. 1:27). Dios ha dado el Espíritu Santo a los que obedecen a Cristo (Hch. 5:32), y “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Ro. 8:9). Dios ha dado eterna salvación a los que le obedecen (He. 5:9). “Hijos de desobediencia” (Ef. 2:2; 5:6; Col. 3:6) describe a los incrédulos, inconversos y perdidos, no a los creyentes. ¿Por qué disculpamos y explicamos la desobediencia cuando el Señor la condena? No podemos nadar y guardar la ropa.
Carlos
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Los Pecados No Confesados

Oswald Smith, de su libro, Pasión Por Las Almas, Editorial Portavoz, pág. 167
En 1 Juan 1:9 tenemos esta afirmación: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. En otras palabras, si los cristianos confesamos nuestros pecados, Él nos perdonará. Él es fiel debido a que Él prometió y Él es justo porque Él expió. El pecado confesado es pecado perdonado, y el pecado perdonado es un pecado limpiado. Y, puedo añadir, la confesión tiene que incluir una renuncia, porque si no se renuncia al pecado, no será perdonado, a pesar de que haya sido confesado ese pecado.... ¿Por qué no hacer una confesión total y plena a Dios y ser así perdonado? Hasta que no lo hagas, Él no puede hacer absolutamente nada por ti.
Oswald Smith, de su libro, Pasión Por Las Almas, Editorial Portavoz, pág. 167 
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La Biblia: ¿Mito o Milagro Divino?
por Warren Henderson
Warren Henderson era un ingeniero aeroespacial, y ahora se dedica a predicar y enseñar la Palabra de Dios. Este excelente libro es una defensa de la unicidad y veracidad de la Biblia, bien documentado respecto a la ciencia, arqueología e historia. ¡No hay otro libro como la Biblia! Ella es digna de nuestra confianza, y este libro lo demuestra.  Su lectura es recomendada tanto para creyentes como para inconversos.                                       precio  € 5


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¿A esto lo llamas AMOR?

    ¿Puedes ver amor en la siguiente chica?
    Paco está trabajando en otro país como emigrante. Cada tres días manda una carta a Susana, su novia. Después de volver, se quiere casar con ella. Por medio de las cartas desea que los dos estuvieran listos para una convivencia feliz. Susana ha leído la primera carta para contestar y pedir a Paco un poco de dinero para comprarse unos vestidos. Las cartas posteriores a esa primera, suman 66, están cerradas, en un cajón, ya que Susana ni siquiera las ha leído. Sin embargo, ella le escribe de vez en cuando, diciéndole cuánto le ama, y ya de paso, le pide un poco más de dinero. ¿Puedes ver amor en Susana?
    ¿Entiendes el ejemplo? Jesucristo decía que volvería por los Suyos. Mientras tanto nos ha dejado Sus 66 cartas de amor en un libro. Él espera que tú leas cada día en Sus cartas. Él quiere prepararte para que puedas estar eternamente con Él. ¿Lees Sus cartas? ¿Sólo sabes pedirle favores? ¿A esto llamas amar a Dios? ¿No es más bien menospreciarle con engaño? Jesús decía: “El que me ama, mi palabra guardará” (Juan 14:23) y “El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios” (Juan 8:47). Proverbios 28:9 advierte: “El que aparta su oído para no oir la ley, su oración también es abominable”.
¿SABES LA RESPUESTA?
Marca con una X la respuesta correcta:

En este relato, Susana está engañando a Paco.
☐ SÍ / ☐ NO
 
El que no lee la Biblia con entusiasmo menosprecia a Dios.
☐ SÍ / ☐ NO
 
Si esta persona se tiene por religiosa, está engañada.
☐ SÍ / ☐ NO
 
La persona que se excusa con no poder leer la Biblia, pero tiene tiempo, por ej., para ver la tele o para charlar, engaña a Dios.
☐ SÍ / ☐ NO
 
Sólo la persona que obedece a lo que Dios dice en Sus cartas antes que a los hombres ama a Dios, y los demás le menosprecian.
☐ SÍ / ☐ NO
 
¿Estás dispuesto a dejar de menospreciar a Dios, no poniendo nada más a Su lado (ni el dinero, la salud, la pareja, la diversión, las tradiciones religiosas, la ciencia, el trabajo, ni tu propia vida)?
☐ SÍ / ☐ NO

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Informe Especial
Sobre La Psicología: ¿Ciencia O Religión?

VIII
Martin y Deidre Bobgan
 

(viene del número anterior)
 
Al final los que confían en la psicoterapia en lugar de las Escrituras sufrirán, porque no han afrontado su naturaleza pecaminosa. ¿Qué sistema psicológico puede justificar al hombre ante Dios u otorgarle paz? ¿Qué sistema psicológico anima al hombre a vivir confiado en todas las promesas de Dios? ¿Qué sistema psicológico cumple sus promesas como Dios las Suyas? ¿Qué sistema psicológico da la esperanza de la que habla Pablo? ¿Qué sistema psicológico habilita a una persona para que se goce en medio de las tribulaciones? ¿Qué sistema psicológico aumenta la clase de perseverancia que edifica el carácter, da esperanza y produce amor divino – amor que se extiende aun a los enemigos?
    A lo largo de los siglos muchas personas han sufrido problemas extremadamente difíciles, pero buscaron a Dios y le hallaron veraz y fiel. Buscaron de la Palabra de Dios sabiduría y dirección para vivir con los problemas y vencerlos. Las vidas de esos santos brillan muchísimo más que las almas patéticas que siguen la voz sirena de la psicoterapia. Dios advirtió al pueblo de Israel que no confiara en el hombre, y lo llamó a confiar solamente en Dios.

“Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová” (Jer. 17:5).
   
“Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová” (Jer. 17:7).

El Mito De La Enfermedad Mental

    Los términos: “enfermedad mental”, “desorden mental”, etc. son populares y representan toda clase de problemas de vida, la mayoría de los cuales tienen poco o nada que ver con una enfermedad. Si llamamos “enfermedad” el comportamiento de alguien, las soluciones vienen a ser tratamientos y terapias. Pero si creemos que cada persona es responsable por sus decisiones y conducta, debemos tratarle mediante la educación, la fe y la elección propia. Si le diagnosticamos: “mentalmente enferma”, le robamos la dignidad humana, la responsabilidad personal y la orientación divina para solucionar sus problemas.
    Puesto que el término: “enfermedad mental” pone las actitudes y el comportamiento en el área de la medicina, es importante examinar su precisión. Hablando del concepto de “enfermedad mental” o “desorden mental”, el psiquiatra investigador E. Fuller Torrey dice:

“El término en sí es absurdo; es un error semántico. No pueden ir juntas esas dos palabras...no puede haber una ‘enfermedad’ mental, del mismo modo que no existe una idea azul o un espacio sabio”.31

    La palabra “mental” se refiere a la mente, y la mente no es lo mismo que el cerebro. Además, la mente realmente es mucho más que una función o actividad del cerebro. Autora e investigadora del cerebro, Bárbara Brown, insiste que la mente incluye mucho más que el cerebro.

“El consenso científico que la mente es sólo el cerebro mecánico es totalmente erroneo... los datos de las investigaciones científicas indican contundentemente la existencia de una mente que es más que el cerebro. Los datos no soportan que la mente sea simplemente la acción mecánica del cerebro”.32

    Dios creó la mente humana para que podamos conocerle, escoger amarle, confiar en Él y obedecerle. En el mismo hecho de creación, Dios planeó que la humanidad gobernaría Su creación terrenal y le serviría como Su representante en la tierra. Puesto que la mente trasciende lo físico, está fuera del alcance de la ciencia, y no puede estar médicamente enferma.
    Ya que la mente no es un órgano físico, no puede tener una enfermedad. Alguien puede tener un cerebro enfermo, pero no una mente enferma, pero puede tener una mente pecaminosa y no redimida. Torrey bien dice:
“En realidad, la mente no puede enfermar, así como el intelecto no puede tener un quiste. Además, la idea de que las ‘enfermedades’ mentales realmente sean enfermedades del cerebro, hace surgir una categoría extraña de ‘enfermedades’ cuya causa es desconocida. El cuerpo y el comportamiento se entretejen en esta confusión hasta que ya no se distinguen. Es necesario volver a los preceptos del principio: una enfermedad es algo que tienes, un comportamiento es algo que haces”.33

    Podemos entender qué es un cuerpo enfermo, pero ¿qué es una mente enferma? Obviamente no existen emociones enfermas   ni comportamientos enfermos. Entonces, ¿por qué insistir en una mente enferma? Sin embargo, los terapeutas continuamente hablan de problemas mentales y emocionales como “enfermedades”.
    Thomas Szasz critica lo que él llama: “el psiquiatra impostor” que “alimenta un deseo común y culturalmente aceptado, confundiendo y equivaliendo el cerebro y la mente, los nervios y el nerviosismo”.34 El cerebro y la mente no son sinónimos, ni  tampoco los nervios y el nerviosismo. Uno puede esperar nerviosamente a un amigo que tarda en llegar, pero su sistema nervioso está ocupado realizando otras funciones. Szasz comenta más:

“La costumbre es definir la psiquiatría como una especialidad médica que consiste en estudiar, diagnosticar y tratar enfermedades mentales. Esa definición carece de valor y decepciona. La enfermedad mental es un mito...la noción de que alguien tenga una ‘enfermedad mental’ es científicamente paralizante. Proporciona consentimiento profesional al razonamiento popular – esto es – que si describimos los problemas de vida en lenguaje de supuestos síntomas psiquiátricos, entonces son básicamente similares a las enfermedades físicas”.35

    Aunque un problema médico o una enfermedad del cerebro puede producir síntomas mentales–emocionales–conductuales, la paciente no tiene ninguna “enfermedad mental” ni puede ser razonablemente clasificada como “mentalmente enferma”. Está médicamente enferma, no mentalmente enferma. Las palabras psicológico y biológico no son sinónimos. De la misma manera, los términos mental y médico no son sinónimos. Uno se refiere a la mente, y el otro al cuerpo.
    La consejería psicológica no trata el cerebro físico, sino aspectos de los pensamientos, los sentimientos y la conducta. Por lo tanto, el psicoterapeuta no cura las enfermedades, sino enseña nuevas formas de pensar, sentir y comportarse. Actúa como un profesor, y no como un médico.
    Muchos emplean deshonestamente el término “enfermedad mental” para describir toda una gama de problemas en formas de pensar y conducirse que realmente deberían  llamarse: “problemas de vida” o “problemas personales”. Aunque la expresión: “enfermedad mental” es inapropiada y deceptiva, está firmemente arraigada en el vocabulario público. Es usada livianamente en toda clase de ocasión, tanto por profesionales así como por seglares. Jonas Robitscher dice:

“Las ideas psiquiátricas impregnan a nuestra cultura. La psiquiatría tuvo su principio en el cuidado de los ‘enfermos’, pero ha expandido su red para incluir a todos. Ejerce su autoridad sobre toda la población a través de métodos que incluyen desde la terapia forzosa y el control coaccionado, hasta la propagación de ideas y la promulgación de valores”. 36

    El término “enfermedad mental” es una verdadera plaga en la sociedad. Si realmente creemos que alguien con un problema mental–emocional–conductual está enfermo, luego admitimos que ya no es responsable por su comportamiento. Y si no es responsable, ¿quién lo es?

 continuará, d.v., en el número siguiente 

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La Necesidad De Disciplina

Cada edificio tiene un fundamento, porque sin eso colapsaría. Cuanto más grande el edificio, más fuerte tiene que ser el fundamento para apoyar toda la estructura. Educar a lo hijos es semejante a edificar un edificio, y el fundamento en este sentido figurado, para ilustrar, sería la disciplina. Cuando edificamos algo, primero ponemos el fundamento, y así es con nuestros hijos. Para que puedan ser enseñados, necesitan en el fondo una actitud receptiva y atenta a la instrucción, la cual vamos a conseguir mediante la disciplina bíblica. Pero esto no es todo, porque después enseñamos a los hijos los preceptos de la vida, instrucción en justicia, los cuales forman la estructura. Puedes criar a un hijo sin disciplina, pero no lograrás mucho más que verle crecer físicamente, y tal vez ni esto. Sin el fundamento no puedes edificar mucho en su vida. Es triste y trágico ver a los padres consintiendo a sus hijos, creyendo que están enseñándoles el amor, dejándoles que se acostumbren a salirse con la suya y manipular todo a su alrededor, que es en efecto criar unos monstruos que después serán soltados para trastornar el mundo. Humanamente hablando, y así hablamos, de nuestra responsabilidad humana, los años sin disciplina dejarán al niño marcado, y limitarán su eficacia cuando sea adulto. Dios puede enderezar lo torcido, claro que sí, pero esto no da excusa a ningún padre a torcer a sus hijos cuando sabe que Dios no lo quiere. Esto sería el error de los que dicen: “perseveremos en el pecado para que la gracia abunde”, y la respuesta apostólica es: “En ninguna manera” (Ro. 6:1-2). Proverbios 25:28 dice: “Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda”. Así que debemos enseñar disciplina y dominio propio a nuestros hijos, recordando la ley de la siembra y la cosecha. La Biblia dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6).
    Considera el testimonio de Susana Wesley, la madre de Juan y Carlos Wesley, quienes junto con Jorge Whitefield fueron hombres claves en el avivamiento de Inglaterra y de las colonias americanas durante el siglo XVIII. Ella escribió lo siguiente acerca de la educación de los hijos:

“Para formar la mente de los niños, lo primero que hay que hacer, es conquistar su voluntad y traerles a un estado y temperamento obediente. Formar el entendimiento del niño es una obra que requiere tiempo, y un proceder gradual según ellos puedan recibirlo; pero la sujeción de la voluntad es algo que tiene que ser hecho en seguida, y cuanto antes, mejor. Porque si descuidamos la corrección puntual, ellos contraerán una actitud obstinada y terca, que después será difícil conquistar, y nunca será conquistada sin tanta severidad que duela al padre tanto como al niño. En la estimación del mundo, son benignos e indulgentes los que yo llamo padres crueles, porque permiten a sus hijos adquirir hábitos que saben que después van a tener que quebrantar” (The Journals Of John Wesley, Perry Parker: John Wesley, Moody Press, Chicago, 1979, pág. 105).

Los Siete Propósitos De La Disciplina

    Cada padre o futuro padre, se haría un favor, si estudiara bien esta sección, memorizando los siete propósitos y ante todo, recordando las Escrituras asociadas con cada punto, y meditando frecuentemente sobre ellos durante los años que esté criando hijos. Bruce E. Ray, en su excelente libro, No Rehuses El Corregir, dice:

“...el objeto de toda corrección según la Biblia es ayudar a nuestros hijos a ser discípulos obedientes de nuestro Señor Jesucristo. Todos los actos de los padres en cuanto a guía, disciplina y corrección deben estar regidos por este motivo supremo, que tiene implicaciones de tremenda importancia con respecto al método de la aplicación de la corrección” (No Rehuses El Corregir, Bruce Ray, CLIE, pág. 51).

    No debemos disciplinar a nuestros hijos de una manera egoísta, caprichosa o variable. No debe haber mareas altas y bajas en nuestro proceder con ellos, sino una mano estable y consistente sobre el timón. Debemos aplicar la disciplina bíblica en amor, con firmeza y deliberadamente para la gloria de Dios. Considera estos puntos:

1. La Disciplina Muestra El Amor Paternal Y Preocupación Por El Bien Del Niño
    Proverbios 13:24 y Hebreos 12:6-8 se unen para enseñarnos que no tenemos que “equilibrar la disciplina con el amor” como algunos dicen hoy en día. ¿Por qué no?  Porque la disciplina ES amor. Amor y disciplina no están en extremos opuestos del cuerpo de enseñanza. Los que verdaderamente aman a sus hijos lo van a demostrar, no a través de la permisividad, ni de la corrección que se queda en palabras y nada más, sino con la corrección que acompaña el uso diligente de la vara. Diligencia quiere decir, no haciendo la vista gorda, no disculpando al niño  por las circunstancias, o porque llora, antes de ser corregido. Significa ser puntual, sincero, y eficaz en la aplicación de la vara.
    Nuestro problema es que confundimos el amor, con las emociones. Si pensamos en el amor como una emoción, razonamos, que lo que hace al niño sentirse bien, contento y cómodo, es amor. Con esto como punto de referencia, la corrección con la vara desaparece prácticamente, excepto tal vez en algunos casos muy raros y extremos, como por ejemplo si el niño desafía descaradamente a sus padres. Aun el Dr. Dobson, a quien muchos siguen como el gurú de la familia desde que escribió su primer libro, Atrévete A Disciplinar, tiene una posición floja y no bíblica en cuanto a la corrección. Él aconseja reservar la vara para casos extremos, pero la Biblia no dice esto, sino que dice que la vara es para corregir al niño desobediente. Parte del problema está, en que nadie puede definir bíblicamente cuáles son los casos extremos. Así que, ante la duda, los padres abandonan el uso de la vara, francamente porque es más cómodo a corto plazo, pero pagarán después. Es triste verles abandonar una de las principales herramientas que Dios ha dado para la educación de los hijos: la vara. ¿Y cómo pretenderán demostrar a sus hijos, y peor, a Dios en el Tribunal, su amor, cuando no guardan Su Palabra?  Dios dice: “El que lo ama, desde temprano lo corrige”.

2. La Disciplina Enseña Las Consecuencias De Desobediencia Y Rebelión

    “Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal” (Ec. 8:11). Algo ocurre en el corazón del que hace mal y no recibe corrección en seguida. Observa que aparentemente se ha escapado sin ser castigado por su transgresión. Su corazón, malo de entrada, ahora es provocado a hacer más mal porque no le cuesta nada, y por eso lo hace. Observamos esto cada día más en el mundo que vivimos, donde el sistema “judicial” está en pleno fracaso. Entre largas esperas antes de los juicios, por un lado, y sentencias permisivas por el otro lado, el sistema va perdiendo su poder para impedir el mal, y por contrapartida, el mal aumenta. Pero dejemos a un lado el sistema de este mundo, porque no esperamos justicia de él, sino de Dios. El tema que estamos considerando es la educación y corrección de nuestros hijos, y en casa observamos lo mismo que en el mundo. Cuando aplicamos corrección bíblica de forma inmediata, en lugar de alzar la voz, amenazar, contar hasta tres, o dar una oportunidad más, etc., estamos enseñando a nuestros hijos que desobedecer lleva consecuencias desagradables. Al enseñar esto al niño, estamos contribuyendo a su obediencia futura, y a nuestro futuro descanso y contentamiento con ellos. Todos desean que sus hijos vivan bien, que sean adultos responsables y formales. Pero como creyentes, nosotros deseamos más, deseamos que agraden a Dios, y que vivan piadosamente para Su gloria. Debemos hacer caso a la instrucción sagrada: “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma” (Pr. 29:17). ¡Más de una madre cansada y nerviosa podría hacer buen uso de las promesas de este texto en su casa! Estoy convencido de que las madres que crían mal y consienten a sus hijos, forman con ellos el instrumento de su propia infelicidad. El desánimo y la depresión pueden surgir por falta de atención a lo que Dios dice acerca de cómo criar a los hijos. Porque si haces lo que te da la gana con ellos, luego ellos harán lo que les dé la gana contigo.
    Otro beneficio maravilloso de la corrección bíblica, es apreciado cuando llega el momento de explicar el evangelio al niño. Encontramos que él ya tiene una base buena para comprender el evangelio, porque ha estado aprendiendo en casa el concepto de las consecuencias del pecado: “La paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23). ¿Qué quiero decir con esto?  Sencillamente, que el niño no tendrá problemas cuando comprenda que el Dios de amor, puede traer sobre el hombre las consecuencias de su propia maldad. La educación en casa, corrigiendo al niño cuando se porta mal, enfatiza los conceptos de justicia y responsabilidad en un ambiente de amor y piedad. Esto es bueno, no solamente en cuanto al aspecto espiritual, sino también para todo el resto de la vida. A pesar de estos beneficios, los sociólogos, asistentes sociales, psicólogos, profesores, policías y aun personas que profesan ser consejeros cristianos, están abandonando el castigo físico como parte de la corrección. No sólo abandonan el precepto, sino que formulan leyes en su contra; pero cuando surja este conflicto tenemos que recordar que las leyes del Dios eterno vienen antes que las de los hombres mortales y volubles. ¿Quién es el hombre para prohibir lo que Dios manda? ¡Según el estándar divino, esas personas son culpables de contribuir a la delincuencia de menores de edad!  “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos” (Sal. 1:1).

3. La Disciplina Expulsa La Necedad Y La Insensatez
    Para entender correctamente qué es necedad, tenemos que distinguir entre el uso popular del término y el significado bíblico. Cuando un servidor era niño, con mis tres hermanos a veces nos pasábamos de bromas, chistes y alborotos en casa. Como puedes imaginar, esto puede llegar a ser una prueba de nervios para los padres. Al final, cuando mi padre había sufrido lo suficiente, nos solía parar diciendo algo como: “¡ya vale de tonterías!”  Lo decía en serio, y lo sabíamos muy bien, e inmediatamente las cosas se tranquilizaban. Sabíamos perfectamente bien, que nuestro padre quería quitar la molestia de los gritos, la risa tonta, las payasadas, etc. A todo eso él lo llamaba “tonterías” o “necedad”, con el resultado de que llegamos a hacer más o menos una equivalencia en nuestra mente, entre tontería, necedad y las payasadas y risas tontas.
    Pero cuando la Biblia habla de “necedad”, no se trata de gastar bromas, partirnos de risa y llenar la casa con el sonido de: “je, je, je”. Y es aquí que el castellano, como tú ya sabes antes de que te lo diga, distingue mejor que el inglés, que la “necedad” es algo más serio que “tontería”. El necio es caracterizado por la necedad, que según lo define el diccionario, lo presenta como imprudente o falto de razón; terco y porfiado en lo que dice y hace, con presunción. Además de esto, el retrato bíblico del necio es algo bastante grave. En Proverbios aprendemos que el necio es la persona obstinada, voluntariosa, autónoma, e independiente que tiene la tendencia de hacer mal, ocasionar problemas, y resistir o rechazar la corrección y la sabiduría. Generalmente el necio se resiente y resiste la corrección, porque afrenta la opinión alta de sí mismo e impide la costumbre de salirse con la suya. Como resultado, el necio no entiende el valor de la corrección, sino que lucha en contra de ella. No es un problema que se da solamente en la educación de los hijos, sino que hay adultos necios, y ¡ay de la iglesia o la familia que los tiene en medio! Por otra parte, el sabio la ama, la recibe porque sabe que le hará bien, y como resultado, crece por medio de ella. Es muy edificante leer el libro de Proverbios y hacer dos columnas de citas en un bloc de notas: una columna para todas las que describen al sabio, y otra para las que describen al necio. En cuanto al necio, a continuación vienen unas cuantas de las muchas que le retratan:

“...los necios mueren por falta de entendimiento” (10:21).
“El camino del necio es derecho en su opinión...” (12:15).
“...apartarse del mal es abominación a los necios” (13:19).
“Los necios se mofan del pecado...” (14:9).
“El necio menosprecia el consejo de su padre...” (15:5).
“...el hombre necio menosprecia a su madre” (15:20).
“La necedad es alegría al falto de entendimiento” (15:21).
“El hijo necio es pesadumbre de su padre, y amargura a la que lo dio a luz” (17:25).

Como puedes ver, la necedad es un pecado y un problema grave, porque forma parte de la tendencia del corazón no regenerado que mora en cada uno de nosotros. Se manifiesta en lo que llamamos “la carne” y “el egoísmo”. ¿La tienen todos los niños?  Sí. Sólo el Señor Jesucristo fue concebido sin pecado y nació impecable. Su bendita madre y todos los demás nacidos de mujer han nacido pecadores. El Salmo 51:5 dice: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”. Ahora bien, este texto no significa que el acto de concebir un hijo en matrimonio sea pecado. Hebreos 13:4 ya nos ha dicho que Dios consagra el lecho matrimonial. El versículo en el Salmo 51 significa que desde nuestra concepción tenemos una naturaleza pecaminosa, la cual es parte de la heredad que recibimos de Adán. Por naturaleza y desde el principio somos pecadores, ¡y no es nada que produzca orgullo!  Este es el problema fundamental detrás de todo comportamiento malo, y es la razón básica porque las ideas modernas y mundanas de la psicología, acerca de la “autoexpresión” y “autorealización”, están predestinadas al fracaso desde su concepción. Muchos ignoran la naturaleza humana y el origen de todos los problemas del hombre, y ese fallo fundamental descalifica de entrada a todos los que pretenden aconsejar y orientar a otros con esas ideas. Bruce A. Ray, en su libro No Rehuses El Corregir, dice:

“La expresión propia es el ideal del educador moderno. Se nos dice que no hemos de cohibir o restringir a nuestros hijos, sino que hemos de estimularlos a que se expresen. ¡Pero la Biblia dice que el yo que les instamos a que expresen, es pecaminoso!  La expresión del yo pecaminoso sólo puede causar daño. No es de extrañar, pues, que los mismos educadores hallen necesario en muchas de nuestras grandes ciudades a patrullar los corredores de las escuelas secundarias, con policía armada de pistolas, porras, “mace” y gas lacrimógeno... La permisividad no es la estrategia de las Escrituras; es la estrategia del diablo” (No Rehuses El Corregir, op. cit. pág. 30).

    “La necedad está ligada en el corazón del muchacho...” (Pr. 22:15). “Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron” (Sal. 58:3). ¿Cuál es la solución de este problema?  El discípulo del Señor Jesucristo sabe que el único remedio se encuentra en las Escrituras, y ellas dicen claramente: “...la vara de la corrección la alejará de él” (Pr. 22:15). Así dice el Señor que nos hizo.
    Puede que alguien diga, como he escuchado a algunos padres decir de tanto en cuando: “Pero yo le he corregido como tú decías, y no funcionó. Mi hijo solamente se enfureció conmigo, se fue y lo hizo [desobedeció] de nuevo”. Comprendo completamente su frustración, y sé que esto ha acontecido muchas veces, incluso lo he observado en nuestra propia familia en alguna ocasión. Pero esto no invalida el consejo divino de Proverbios 22:15, ni constituye una prueba de que la corrección no funcione. Lo que sí demuestra, es que la vara no ha sido aplicada todavía lo suficiente como para alejar la necedad del niño en este caso. Es que esto no es una teoría, sino un precepto de la Palabra de Dios. Dios no se equivoca, pues es nuestro Hacedor, y Él aconseja la vara. Entonces, la vara hará su trabajo si nosotros persistimos aplicándola, en amor, no en ira, sino con firmeza, acompañada de palabras de corrección. Para decirlo de otra manera, una buena corrección con la vara vale más que miles de advertencias y amenazas. Si administras la vara correctamente, con firmeza y amor, reducirás la posibilidad de tener que repetir la sesión en seguida. Muchos padres deberían tomar nota, que corrigen a sus hijos con desgana, con doblez de corazón, cumpliendo pero no pensando en alcanzar el objetivo, quizás porque les sabe mal corregir con vara, porque tienen miedo de dañar al niño, o porque están cansados u ocupados con otras cosas. Cumplen superficialmente, quizás, y así cuando tienen que volver en seguida a corregirle por la misma desobediencia, la reincidencia inmediata debe funcionar como una lucecita roja que parpadea para decir: “no me has corregido bien, no has alejado la necedad de mí”.

4. La Disciplina Instruye En Justicia

    La vara y la corrección tienen eficacia y dan resultados que la educación universitaria no puede. “La vara y la corrección dan sabiduría...” (Pr. 29:15). Este orden es correcto. Nunca intentes instruir a un niño que está a punto de recibir la vara, porque toda su atención está puesta sobre el castigo físico en este momento. Encontrarás que el niño será “Don agradable”, “Don arrepentido y contrito”, te asegurará que lo que hizo o no hizo fue sin querer, y te prometerá que jamás lo volverá a hacer. Si ve posibilidad de entablar una conversación y escaparse de la vara, te dirá algo como esto: “papi, déjame explicarme, es que...”, acompañado de voz temblorosa, tristona, suspiros, expresiones de cara que piden misericordia, frotándose las manos, y quizás soltará alguna que otra lágrima anticipada. Si no tienes claro en tu propia mente lo que debes hacer, es posible que estés influenciado y decepcionado por tus propias emociones a no aplicar la disciplina. El niño dice que lo siente, pero ¿qué siente?  Siente que va a ser castigado y corregido; siente anticipadamente los dolores que la vara produce, y los quiere evitar. Los padres que usan esas tácticas como adultos en sus relaciones con otras personas, tienden a dejarse manipular por esas cosas porque ellos mismos las emplean. Quizás sin querer o sin darse cuenta, algunos padres han enseñado a sus hijos a ser así por medio de su propio ejemplo. Pero con o sin ejemplo previo, la carne, la antigua naturaleza, es así y es totalmente capaz de inventarse tácticas como estas para evitar la vara y la corrección. No debes actuar guiado por tus emociones en situaciones así, sino basarte en tu conocimiento de la naturaleza humana, y tu memoria y fe en lo que dice la Palabra de Dios. Dios NO dice que la vara y la corrección dan sabiduría, excepto en los casos cuando el niño dice que lo siente o tiene una explicación por lo que pasó. Dios NO dice que corrijas a tu hijo a menos que él llore antes de sentir la vara y prometa sinceramente no hacerlo más. Hay quienes dicen estas cosas, pero ellos no son Dios. ¡Por supuesto que muchos niños desearían que la Biblia dijera semejantes cosas!  Pero nosotros como padres y como discípulos del Señor, debemos permanecer en Su Palabra. Debemos amar al Señor más que a nuestra familia, más que a nuestros hijos e hijas, más que nuestra propia vida. La responsabilidad del discípulo del Señor es poner al Señor en primer lugar en la disciplina de sus hijos, y esto significa la vara y la corrección cuando haya desobediencia. Primero la vara, y después las palabras de corrección e instrucción en justicia. Habla después, no antes, porque es cuando tendrás la atención del niño, y si hiciste bien el trabajo de aplicar la vara hasta ver el efecto deseado, tendrás delante tuyo un niño contrito,  más receptivo a la instrucción, y menos inclinado a justificarse o dar explicaciones.
    Acuérdate que no es bueno permitir a los niños implorarte con voz quejumbrosa que no les corrijas, chillar, llorar, manifestar rabietas, etc. Cosas semejantes son evidencia de un espíritu no quebrantado, y de que tienes por delante un buen trabajo, si en lugar de cumplir mecánicamente con la corrección, en verdad quieres ver el “fruto apacible de justicia” (He. 12:11). La tristeza anticipada de un niño a punto de ser corregido, a menudo es auto-compasión, o miedo y rechazo de la corrección, que son síntomas de necedad. Si hay manifestaciones de ira y resentimiento, chillando o luchando con el padre, o si justo después de corregir con la vara se le nota una cara de enfado o una actitud todavía obstinada, hay que volver a aplicar la vara con más sinceridad y fervor (no con enojo) para que tenga su buen efecto. Cosas así suceden con más frecuencia en los casos de padres cuyo uso de la vara produce más ruido que calor. ¡Algunas madres muestran más fervor batiendo huevos que corrigiendo a sus hijos!  Miran más a los huevos para ver si están bien batidos y tienen la consistencia que desean, que a sus hijos para ver si están bien corregidos y tienen la disposición deseada. Si un niño chilla o lucha físicamente, retorciéndose durante la corrección con vara, debe estar claro que todavía no está quebrantado. Por supuesto, los padres no deben excitarse por la actitud rebelde o violenta del niño, sino mantener el dominio propio de sus emociones, como de sus manos y la vara. Pero lo que está claro, es que si la vara y la corrección están bien aplicadas, Dios dice que esto alejará la necedad del hijo. La vara en sí no tiene poder para hacerlo, ya que es un trozo de madera y nada más. El hecho de castigar con vara no es todo, sino debe ser como la Palabra de Dios indica: con “la vara de la corrección” (Pr. 22:15), no con cualquier vara, ni de cualquier manera o actitud. Ésta, la de la corrección piadosa, en amor, y bíblica, que es la que funciona. Lo tengo comprobado por experiencia propia, por la observación en otras familias de discípulos, y aunque no fuera así mi experiencia, la Biblia tiene la razón, Dios no puede mentir; así que si hay algo que no funciona, seremos nosotros y no la Biblia. Si seguimos el consejo divino, tendremos el resultado que Dios promete: “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (He. 12:11).

5. La Disciplina Quebranta La Voluntad

    El quebrantamiento es lo que hace a una persona ser útil en las manos de Dios y para los demás. Nunca debemos pensar que la voluntad propia o la obstinación sean cosas graciosas, ni excusarlas en un niño como una mera fase de crecimiento. El egoísmo manifestado en una voluntad no quebrantada es un rasgo principal de la carne, es pecaminoso y conducirá a la destrucción si no se corrige. William Kelly definió la carne así: “el principio de la voluntad propia, o preferir nuestro camino antes que el de Dios. Esto es pecado, y lo que la Escritura designa como pecado, el deseo fuerte e incansable que sentimos cuando deseamos salirnos con la nuestra, contra la voluntad de Dios”. ¿Y qué es el quebrantamiento?  Es aquel punto al que llegamos, unas veces con más trauma que otras, donde abandonamos nuestra propia voluntad, ideas, opiniones, preferencias, planes, etc., según el caso, y nos sujetamos a la voluntad de otro, pero no a regañadientes. Por supuesto, hay padres en este mundo que nunca se han quebrantado, y por supuesto, ¡es natural que ellos reaccionen con horror a lo que acabo de escribir, porque lo verán como una amenaza a su propia vida!  Es natural que la carne rehuya el quebrantamiento como algo desagradable, porque es así, para la carne. Por eso algunos adultos, cuando han hecho mal, en lugar de quebrantarse y reconocerlo, huyen de la disciplina eclesial. Son capaces de salir,  hacerse la víctima, e ir a otra congregación o bien formar una nueva, a gusto suyo, simplemente porque no aceptan la corrección. Es otra vez el retrato del necio. Son niños malcriados, pero con cuerpos de adultos. Pero volviendo a la corrección de los hijos, en algunos casos, antes de que un niño pueda recibir la disciplina que él necesita para ser quebrantado, obediente y feliz, sus propios padres tendrán que quebrantarse y aceptar la voluntad divina acerca de la corrección de los hijos que Dios les ha dado.
    La persona espiritual, que es discípula del Señor Jesucristo, tarde o temprano llegará a reconocer que el quebrantamiento es algo hermoso y necesario. Observamos en los Salmos 32 y 51 cómo Dios quebrantó a David, cuando leemos: “Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano” (Sal. 32:4), y: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Sal. 51:17). Un caballo quebrantado es útil, pero uno que no ha sido quebrantado no es apto. Así es con nosotros; y hablo de útil en el sentido de la posibilidad de servir y glorificar a Dios. Los padres que aman de verdad a sus hijos no descuidarán ninguna faceta de su educación, y esto incluye la disciplina con “la vara de la corrección”.  Una vez más, considera el testimonio de Susana Wesley acerca de cómo criar a los hijos para Dios:

“Cuando un niño sea corregido, se le debe conquistar; y esto no será difícil de hacer, si el niño no ha llegado a ser cabezón debido a padres indulgentes... La voluntad propia es la raíz de todo pecado y miseria... el gran y singular impedimento para nuestra felicidad eterna; la voluntad, y ninguna indulgencia puede resultar trivial. El cielo y el infierno dependen de este asunto. De manera que el padre o la madre que estudia para conquistar y ver sujeta la voluntad de sus hijos, estará colaborando con Dios en renovar y salvar almas. El padre que consiente a su hijo hace el trabajo del diablo, hace inútil la religión, inalcanzable la salvación y hace todo lo que hay en su poder para condenar eternamente a su hijo en alma y cuerpo” (Parker, op.cit. pág. 105-106)


6. La Disciplina Enseña Obediencia Inmediata A Toda Autoridad Correctamente Constituida
    “Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?”  (He.12:9). Este versículo procede en su razonamiento, de lo inferior a lo superior. Es decir que lo inferior es que los hijos obedezcan a sus padres, y lo superior es que obedezcamos a Dios. En el medio, entre estos dos puntos, colocamos la obediencia al gobierno de Dios en la iglesia local, y la obediencia a las autoridades civiles, porque Dios dice en Su Palabra que Él espera eso de nosotros. ¿Pero dónde podemos aprender esa lección y adquirir ese rasgo de carácter piadoso? ¡Los educadores modernos no enseñan estas cosas, porque se han enrollado con el amor propio y la auto-realización, que son manifestaciones del egoísmo!  Esa obediencia piadosa es algo que debe ser aprendida primeramente en el hogar, de padres piadosos que insisten en que “la obediencia significa ahora”. Si un niño no aprende a obedecer con prontitud a sus padres a quienes él puede ver, ¿cómo obedecerá al gobierno, y a Dios que no puede ver?  Que los padres permisivos reflexionen sobre ese punto.
    La base y el lugar fundamental donde se debe aprender actitudes correctas hacia la autoridad, es el hogar, y a través de la relación entre los hijos y los padres. Los padres no solamente deben administrar con justicia la vara de corrección, sino deben también instruir, reprender y corregir usando la Palabra de Dios. Esto quiere decir que deben citar las Sagradas Escrituras, abrir la Biblia y que los hijos les vean leer, o a veces hacer a los hijos leer en voz alta el texto indicado para la situación. Dios bendice Su Palabra, no nuestra lógica. Si un padre descubre que uno de los hijos ha faltado al respeto a su madre, porque hablaba con ella de forma que no haría con su padre, entonces debe aplicar la vara de la corrección, y citar o hacer al hijo leer la Escritura: “Honra a tu padre y a tu madre” (Ef. 6:2). Recuérdale, que si nunca hablaría a su padre de aquella manera, tampoco debe hablar así a su madre, y esto Dios lo manda en Su Palabra, es un mandamiento. Muchos hijos hacen esto con sus madres, las deshonran, se escapan sin ser corregidos debidamente, y esto es muy lamentable. Las mismas madres deben corregirlo cuando suceda, y no esperar que llegue “papá” para tratar el caso. Esto evitaría que la llegada de papá a casa fuera como un verdugo, en el corazón de los hijos. Las madres deben armarse de valor  para considerar: ¿mi hijo hablaría a su padre como me habla a mí, y con este tono de voz, o reaccionaría ante su padre como reacciona delante de mí? Si la respuesta es “no”, hay algo que corregir, y citando la Palabra de Dios, Deuteronomio 6:6-9 nos indica que las Escrituras deben entrar en nuestra conversación en la vida cotidiana, y la disciplina es la correctora.

7. La Disciplina Trae Descanso Y Alegría A Los Padres

    No es así en el mismo momento de aplicar la disciplina, porque a corto plazo es un trabajo difícil, y produce tristeza, como Hebreos 12:11 dice. Y en cuanto a dar descanso y gozo a los padres, a primera vista puede parecernos un tanto egoísta y cruel, pero no es así. Proverbios 29:17 dice: “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma”. Para facilitar nuestra comprensión de este texto, vamos a decir lo contrario: “No corrijas a tu hijo, y él no te dará descanso, y dará tristeza a tu alma”. Una de las buenas obras que podemos hacer en esta vida, la podemos hacer en casa, corrigiendo a nuestros hijos. Si ellos viven de una forma piadosa y obediente, eso contribuirá a un hogar tranquilo y contento, será una bendición para los demás, y dará gloria a Dios. Esta clase de educación de los hijos ha sido descuidada mucho; los padres mandan a los hijos a clases de música, gimnasia, idiomas, o lo que sea, durante el curso, y en el verano, a toda clase de campamento y excursión, con el propósito de sacarlos de casa, y tener un poco de paz y descanso, y después viene el resultado. Pero podemos tener paz y descanso con los hijos en casa, si obedecemos a la Palabra de Dios. Además de los beneficios en esta vida, está la recompensa para los padres fieles, que será dada ante el Tribunal de Cristo (1 Co. 3:14).
    Muchos padres fallan en la educación de sus hijos, porque se cansan en la lucha de corregir e instruir en justicia, porque cuesta trabajo y cansa todo el ser. La necesidad cotidiana de instruir, vigilar y corregir es algo que consume el tiempo y las fuerzas de los padres. En el caso del padre cansado después del trabajo, o que simplemente no tiene ganas de corregir a su hijo durante las pocas horas que está en casa, y lo deja casi todo para su esposa. ¡Eso no es plan! Hermano, no seas un padre indolente como Elí.  No te dé pena entristecer a tu hijo corrregiéndolo (1 R. 1:6). No es tu juguete, y debes estar en la lucha de formar su carácter y conducta. En el caso de la madre, suele estar cansada después de todo el día al pie del cañon, y cuán fácil es aflojar la disciplina. Podría pensar que si afloja, tanto ella y los hijos pueden relajarse y evitar la tensión de siempre estar corrigiendo. De hecho, algunos lo analizan así, pero se equivocan, porque se dejan tentar por la astucia del diablo, cuando sugiere: “Déjalo correr, no pasa nada. A fin de cuentas son niños, y es normal que sean así; cuando sean más mayores se tranquilizarán”. Como se suele decir: “tranqui, tranqui, no te pongas nervi”. Bien, que no nos pongamos nerviosos, pero si no corregimos a los hijos, más nerviosos y cansados vamos a estar, ¡y se puede llegar a quebrantar la familia entera!  Los hijos disciplinados bíblicamente dan descanso y alegría a sus padres, tanto ahora, poco a poco a medida que vayan aprendiendo, como después, en el futuro. Pero los padres tienen que hacer el esfuerzo, contando con la gracia de Dios, para asegurar que sus hijos sean criados en la disciplina y amonestación del Señor. Es trabajoso, pero vale la pena, y después de la siembra viene la cosecha.
    ¡Qué descanso y que alegría de alma tienen los padres que corrigen diligentemente a sus hijos!  Aunque lleguen al final del día cansados, aunque pasen momentos o tiempos de desánimo porque el fruto tarda en venir, si son fieles y perseveran en obediencia al Señor, tendrán su recompensa. Considera esta instrucción y promesa de Proverbios 23:13-15, que dice:

“No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol. Hijo mío, si tu corazón fuere sabio, también a mí se me alegrará el corazón”.

    Así que, cualquier libro, maestro, consejero “profesional”, médico u otro cuya enseñanza tiene el efecto neto de no corregir a los hijos, va en contra de la Palabra de Dios. “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Ts. 5:21).

Carlos Tomás Knott
del capítulo 5 del libro Discipulado en el Hogar

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