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lunes, 4 de noviembre de 2013

EN ESTO PENSAD -- Noviembre 2013

LOS SANTOS SEGÚN LA BIBLIA

La palabra “santo” viene de la palabra griega “hagios” que significa “consagrado a Dios, santo, sagrado, piadoso.” Casi siempre es usado en plural, “santos” “...Señor, he oído de muchos a cerca de este hombre, cuántos males ha hecho a Tus santos en Jerusalén” (Hch 9:13). “Aconteció que Pedro, visitando a todos, vino también a los santos que habitaban en Lida” (Hch 9:32). “...Lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos...” (Hch. 26:10). “Saludad a todos los santos en Cristo Jesús” (Fil. 4:21). En la Escritura hay 68 usos del plural de “santo”, y no se refiere a la gente en el cementerio ni a figuras en las paredes de algún templo católico.
La idea de la palabra “santo” es un grupo de gente apartada para el Señor y Su reino. Hay tres referencias que aluden al carácter piadoso de los santos: “que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos...” (Ro. 16:2); “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12); “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos” (Ef. 5:3).
Por lo tanto, bíblicamente hablando, los “santos” son los que se han arrepentido y han confiado en el Señor Jesucristo como su único Salvador. Estos son los verdaderos cristianos, la iglesia que es el cuerpo de Cristo. Todos los creyentes son considerados santos. Todos ellos son santos... y al mismo tiempo son llamados a ser santos. 1 Corintios 1:2 dice claramente: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos...” Las palabras “santificados” y “santificación" provienen de la misma raíz griega, como la palabra que es traducida comúnmente “santos”. Los cristianos son santos, en virtud de su unión con Jesucristo. Es la posición que Dios les otorga por la gracia. Pero también son llamados a ser santos, para que en la práctica su vida se vaya ajustando cada vez más a su posición en Cristo. Esta es la descripción bíblica y el llamado de los santos.
Ahora bien, ¿Qué entiende por “santos” la Iglesia Católica, en comparación con la enseñanza bíblica? No mucho. En la teología Romana Católica, los santos no viven, sino que están muertos; están en el cielo. En la Biblia, los santos están vivos en la tierra. En la enseñanza Romana Católica, una persona no se convierte en santo, a menos que él/ella sea “beatificado” o “canonizado” por el Papa o un obispo prominente. En la Biblia, cualquiera que ha recibido al Señor Jesucristo por la fe, es santo por declaración de Dios, por la gracia, no por mérito propio. En la práctica Romana Católica, los santos son reverenciados, se les reza y en algunos casos, son adorados. En la Biblia, los santos son llamados a reverenciar, adorar y orar únicamente a Dios.
adaptado del artículo hallado en internet: //www.gotquestions.org/Espanol/santos-cristianos

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Los Peligros De La Prosperidad

El peligro entra cuando consciente o inconscientemente dejamos al Señor Jesucristo en segundo lugar. Tan cierto como hagamos esto, comenzaremos a perder el poder espiritual.Gracias a Dios, muchos creyentes pueden aguantar la adversidad. Pero no tantos pueden salir ilesos de la prosperidad. Al crecer la cuenta bancaria del hombre, hay gran peligro que mengüe su vida de oración y poder espiritual para ganar almas. Conocí a un hombre que fue instrumental en la conversión de buen número de personas. Andando el tiempo, Dios le prosperó grandemente en su negocio. Y allí comenzó su descenso. Estaba tan ocupado que comenzaba a olvidarse de Dios. Tenía tanto que hacer, que reducía su tiempo de oración, lectura y meditación de la Palabra. Trataba de seguir por el impulso de su vida espiritual anterior, pero no funciona así. Ha ampliado y reedificado dos veces los edificios de su negocio; pero aunque sean más altos los edificios, no están más cerca del cielo.   
del libro A Man's Foes (Los Enemigos del Hombre), por J. Howden. 

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LOS HIJOS - ¿ALEGRÍA O ALBOROTO?
parte III


UNA VARITA DE AMOR NOS LIBERA DE LA HOSTILIDAD.

Esta es la bendición de la varita. Una vez usada, una vez que hemos corregido al niño, nos podemos olvidar completamente de lo ocurrido y se puede restaurar la relación entre el padre y el niño. Por el contrario cuando sólo reprochamos y regañamos contínuamente, nos vemos obligados a mantener una hostilidad hacia el niño ya que éste no ha sido corregido. La hostilidad también se prolongará si en lugar de usar la vara le privamos de algo bueno, por ejemplo, no jugar con sus amigos, no cenar, etc. Nuestra responsabilidad es darle lo que es bueno, y privarle de lo que is malo. Por lo tanto, privarlo de una cosa buena sólo crea resentimiento y prolonga la hostilidad. La varita debe verse como corrección más que como castigo.  Así el niño la identifica como algo para su propio bien.
Cuando la varita se usa con regularidad para la menor desobediencia, nunca se relaciona con enojo, desagrado o rechazo, porque el padre o la madre ha corregido inmediatamente, sin enojarse. La corrección siempre debe ser la misma, ya que lo que se corrige es el acto de desobediencia y no el tipo de desobediencia o los resultados de la desobediencia. Esta es la varita de corrección que da esperanza y no una varita de venganza y juicio.
Los niños pronto se dan cuenta de que la varita está saturada de nuestro amor y la aceptan como una varita de educación y no sólo de castigo. A manera de ilustración...Una mañana, mientras que yo estaba muy ocupada preparando el desayuno, le dije a una de mis hijas que se pusiera los zapatos y los calcetines. Estoy segura de que ella tenía la intención de obedecer pero se puso a jugar y se le olvidó. Entonces le dije que se echara sobre el pequeño taburete porque había desobedecido, y le tendría que corregir. Estaba muy ocupada en la cocina y no fui en seguida como debería haberlo hecho. Pero cuando fui, la encontré acostada boca abajo, cantando y esperando tranquilamente la corrección. Ella aceptaba la varita como el resultado inevitable de su desobediencia. Todos nuestros hijos aceptan la varita dulcemente, porque se han dado cuenta de que es para educarlos porque los amamos. Y luego, qué libertad sentimos para mostrarles nuestro gran cariño.
   continuará, d.v. en el siguiente nº

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La Amistad del Mundo

Demas es el ejemplo clásico del peligro de la amistad del mundo. "Demas me ha desamparado, amando este mundo" (2 Ti. 4:10). Así escribió Pablo en su última epístola desde la cárcel. Demás había sido un misionero, sin embargo, el amor de mundo logró entrar en el corazón del misionero, y su testimonio fue extinguido y su alma debilitada. Cuando más necesario era que estuviera al lado de su gran compañero Pablo, fracasó y le desamparó. En cambio,  John Hooper de Gloucester, Inglaterra, fue encarcelado largo tiempo por su fe en el Señor. En enero del año 1555, justo antes de morir por su fe, escribió: "Cuidado, no contemplen demasiado la felicidad o la miseria de este mundo; porque la consideración y la consecuente amor o temor de ellos les desviarán de Dios". Si Demas hubiera pensado así, podría haber sido como Hooper.
Quizás algunos de nosotros estamos en peligro de ocuparnos demasiado con la felicidad o la miseria que el mundo nos ofrece, y de olvidarnos de Dios.
Dice un refrán: "Dime con quien andas, y te diré quién eres". Hay que escoger. Si rehusamos ser atraidos por la amistad, los placeres y las diversiones del mundo, entonces tendremos su hostilidad. Francamente, nos aborrecerá. "Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece" (1 Jn. 3:13).

del libro A Man's Foes (Los Enemigos del Hombre), por J. Howden. págs. 42-43 
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Mejor Salario

Muchos obreros tienen el problema de cómo conseguir mejor salario, mejor recompensa por el trabajo. Para conseguir esto, se han hecho sindicatos que profesan representar al trabajador. Se organizan marchas y huelgas para hacerse oír. A fin de cuentas a todos nos gustaría ser bien recompensados por nuestro trabajo, y aun la Biblia dice: “el obrero es digno de su salario” (S. Lucas 10:7).
Pero he aquí una pregunta seria que considerar: ¿Qué paga o salario recibirás cuando vayas a la presencia de Dios? “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Amigo, si eres honesto reconocerás que aunque puedas ser más o menos buena persona ante los hombres, delante de Dios eres un pecador. “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Pecas en pensamientos, actitudes, palabras, hechos y aun por omisión – no haciendo todo el bien que debes. S. Marcos 7:20-23 describe el corazón como manadero de toda clase de pecado. Y como pecador, debes recibir la paga justa que te corresponde.
En esta vida es fácil evitar a las personas que no quieres ver, pero es imposible evitar un encuentro personal con Dios. Llegará tarde o temprano, porque la muerte es cierta. “De cierto moriremos” (2 Samuel 14:14). “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto, el juicio” (Hebreos 9:27), y “cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14:12).
He aquí buenas noticias. Después de anunciar que la paga del pecado es muerte, y que la merecemos todos porque todos somos pecadores, Dios declara: “mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:23). No se puede pagar o ganar por mérito un regalo; simplemente es ofrecido y recibido, pues de otro modo no sería regalo. Dios te ofrece la dádiva (el regalo o don) de vida eterna. Puedes intentar llegar al cielo haciendo “buenas obras” o siendo religioso, pero la Biblia enseña que estos son caminos equivocados. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
Entonces, ¿cómo recibe uno este regalo? El verso anteriormente citado dice: “por medio de la fe”, es decir, mediante la confianza en el Señor Jesucristo. Es un regalo de Dios, no de la iglesia. La fe es confianza inquebrantable en Jesucristo, el Hijo de Dios. Siendo que Él murió pagando por tus pecados, resucitó al tercer día y vive para siempre, da vida eterna a los que confían únicamente en Él. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (S. Juan 3:36). 
No hay otro que pueda salvar, perdonar y dar vida eterna. El apóstol S. Pedro lo afirma: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos de los Apóstoles 4:12).
¿Quieres recibir lo que mereces –la paga de tus pecados– o algo mejor, la dádiva de Dios, vida eterna en Cristo Jesús? Dios te ofrece un gran regalo, y no hay otro igual ni que valdrá en la eternidad. Sólo hay perdón, paz y vida eterna en el Señor Jesucristo. Deja todo lo demás y deposita tu confianza única y totalmente en el Salvador.

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LA INFLUENCIA DE LA FAMILIA 
EN LA IGLESIA
Parte V

por Robert Gessner

Conclusión

A la luz de estas seis ilustraciones, debemos concluir que la vida de una asamblea refleja la vida espiritual de las familias que la forman. La vida espiritual de la asamblea no puede subir más allá de la vida espiritual de las familias representadas en ella. Como padres, debemos aceptar la responsabilidad del liderazgo tanto en la familia como en la asamblea. Si notamos una declinación espiritual en la familia, la notaremos también en la asamblea.
Como padre que desea agradar al Señor, personalmente yo actuaría con un espíritu de oración en las siguientes áreas dentro de mi familia.

1. Diariamente el padre, con el apoyo de su esposa, debe encontrar tiempo para sentarse y explicar algo de las Escrituras a sus hijos. Los hijos deben entender de las Escrituras por qué sus padres creen como creen. “Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras” (2 Ti. 3:15).

2. Con frecuencia el padre y la madre deben orar con sus hijos. Los hijos deben escuchar a su padre orar, no sólo dando gracias por la comida, sino también oírle orar por los parientes, los hermanos en la asamblea y los misioneros. Demasiado a menudo los hijos nos oyen criticar en lugar de orar.
Estos dos temas requieren una porción de tiempo en el horario de cada día. Los padres deben reducir sus compromisos o actividades en este mundo tan ocupado, para permitirles tiempo con la familia para actividades espirituales. Es el objetivo de Satanás ocupar todo nuestro tiempo para que no dediquemos tiempo a la vida espiritual.

3. Al televisor, el reproductor de video o DVD, y los juegos de ordenador y aparatos como el "x-box", "playstation" etc. hay que aplicarles el cuchillo de recorte y restricción. No habrá progreso espiritual en la familia mientras que estos medios dominen el tiempo. No sólo es el contenido que destruye o niega todo lo que enseñamos, sino que también es el tiempo que nos roba del tiempo más importante del día cuando la familia podría juntarse. Algunos hacen su lecturita rápida de la Biblia y luego se tiran horas jugando y mirando programas o películas. La televisión y los juegos, como el alcohol, crea una adicción. Es difícil controlarlo si está encendido. Si los padres pueden estar unidos y resueltos en su decisión, probablemente en vez de disculparla y restringirla, lo mejor sería sacarla de la casa. Puede sustituirse por muchas otras actividades sanas. Como alguien ha dicho: “Hay vida después de tele”.

4. A menos que circunstancias extraordinarias lo hagan absolutamente imposible, el marido debe desear e insistir que su esposa esté en el hogar. Él es quien debe proveer para la familia, y los hijos necesitan a su madre en casa a todas las edades. El apóstol Pablo exhortaba a las mujeres jóvenes a ser “cuidadosas de sus casas” (Tit. 2:5), y esto no se limita a las mujeres o la cultura de aquel entonces, pues es doctrina apostólica. La madre que trabaja fuera de la casa no es en ningún sentido como la madre que se queda en el hogar y trabaja diligentemente en su casa para que sea un lugar limpio y ordenado, bien cuidado, y con un ambiente de amor espiritual y materno. Es una gran parte del ministerio que Dios le ha dado. El estado y arreglo de su casa demuestra qué clase de esposa y madre es (Pr. 31 “virtuosa”), y sus hijos están aprendiendo de ella. Podríamos razonar y filosofar en esta área, pero en nuestro corazón sabemos que hay una diferencia. A lo mejor tendremos que vivir en una casa más pequeña, tener un coche menos, uno más viejo o ninguno, ropa no tanto de moda, menos lujos, una dieta más sencilla, etc., pero valdrá la pena. Los hijos que se crían aprendiendo a negarse los lujos y las comodidades de la vida generalmente tienen mejor disciplina para los tiempos difíciles de la vida.

5. Debemos dejar de temer que vamos a perder a nuestros hijos si insistimos que sean diferentes. Es este espíritu de claudicar y hacer concesiones al mundo que nos trae problemas. “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2 Co. 6:14). Lo que les guardará del mal es Dios y la instrucción en Su Palabra, no nuestros inventos ingeniosos para divertirles. Si en verdad esperamos que nuestros hijos sean diferentes, deb

emos respaldar estas esperanzas con normas en amor y con constancia.

Son sólo cinco sugerencias, y ruego los considere seriamente delante del Señor. Conforme cada padre ore al Señor pidiendo Su dirección y ayuda, Él le dará más luz. Lo importante es que nos demos cuenta de que es hora de tomar medidas, tiempo de actuar, y que hay que comenzar ahora. En la familia, muchas veces el mañana de las buenas intenciones nunca llega, y cuando nos demos cuenta, nuestros hijos ya serán mayores, y habremos perdido las grandes oportunidades irrepetibles que Dios nos dio.

El hermano Robert Gessner es anciano en una asamblea en Allentown, Pennsylvania, EE.UU.  Su libro en inglés fue traducido y adaptado con permiso por Carlos Tomás Knott.

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La Imagen de la Bestia


Hace algún tiempo, los técnicos de la firma Coca-Cola intentaron en América una experiencia asombrosa. Hicieron pasar repetidamente por la pequeña pantalla, en una cualquiera, la frase “¡Beba Coca-Cola!”, pero a una velocidad tan rápida en su intercalación que nadie era consciente de haberla visto. Sin embargo, el ojo lo transmitía al subconsciente, con el resultado de que las ventas de Coca-Cola se incrementaron tomando un auge vertiginoso y los “stocks” de bebida se agotaron.  El público, una vez informado, tuvo tanto miedo que fue decretada una ley en los Estados Unidos prohibiendo este tipo de manipulación psicológica.  (Véase el capítulo 7 del libro La Iglesia al Final del Siglo XX, Ediciones Evangélicas Europeas, donde el doctor Francis A. Schaeffer, fundador del “The Abri-Fellowship” en Suiza, destaca las diferentes formas de manipulación de los espíritus actualmente utilizados o que son posibles.)
Casi todos los países del mundo son ahora dictaduras donde, naturalmente la televisión llega a ser un instrumento de poder absoluto.  Aun en las democracias que quedan libres, la televisión está en la mayoría de las veces sometida a un monopolio más o menos controlado por el Estado. La técnica moderna ha encontrado medios prácticamente irresistible de manipulación psicológica que serán ciertamente más y más aplicados en el mundo.  Se puede adoctrinar a la gente sin que se den cuenta de ello, si la ley no lo prohíbe.
El libro del Apocalipsis habla de un dictador mundial, el Anticristo, que se hará adorar por una imagen que habla. (Apocalipsis 13:15) Embrutecidos por años de televisión, la gente tragará fácilmente el programa satánico. ¿Qué más lógico? ¿Qué más diabólico?
Tú sólo tienes una vida.  Vida que está esfumándose ya.  Tu tiempo vale más que todo lo otro. ¿Cómo lo vas a usar?  Sería una tontería inimaginable perder la quinta o aun la séptima parte de tu tiempo delante de la “caja”. ¿No es mejor usar la décima parte contemplando la faz de Dios?
del libro: SI QUIERES IR LEJOS, por Ralph Shallis, Editorial CLIE
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viernes, 4 de octubre de 2013

EN ESTO PENSAD -- octubre 2013

LOS HIJOS - ¿ALEGRÍA O ALBOROTO?
parte II

(la primera parte apareció en el nº de agosto, Nº 128)


¿CÓMO EDUCAR?
(La lucha está conmigo mismo para hacerlo como Dios quiere).
¿Pero cómo podemos educar? ¿Cómo podemos educar a nuestros hijos para que nos obedezcan? Dios nos ha dado la respuesta en Su Palabra.
Proverbios 22:15 dice: “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él”. 
(Pero, Señor, seguramente Tu no quieres decir que use una vara, un palo, con mi hijo. Me pregunto: “¿Que debo ser un policía con una vara para mantenerlo en orden? Le amo demasiado para querer hacerle daño”). “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige”. Proverbios 13:24.
(Pero sigo discutiendo con el Señor: Hay otras formas de disciplina. Las palabras pueden ser varas...un reproche, un regaño.) “No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas (corriges) con vara, no morirá. Lo castigarás (corregirás) con vara, y librarás su alma del Seol”. Proverbios 23:13, 14.
(Pero yo quiero dejar que él crezca libre, sin inhibiciones.) “La vara y la corrección dan sabiduría: Mas el muchacho consentido avergonzará a su madre”. Proverbios 29:15.
(Otra vez intento justificarme: Estas pequeñas desobediencias todavía no son muy serias. Él es tan pequeño. Voy a esperar hasta que sea más grandecito, y entonces, comprenderá más y podré hacerle entrar en razón.) “Castiga (corrige) a tu hijo en tanto que hay esperanza; y no se apresure tu alma para destruirlo”. Proverbios 19:18.
(Pero temo que si lo disciplino, sólo será más rebelde.) “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma”. Proverbios 29:17.
Me he tenido que preguntar a mi mismo: ¿Creo lo que el Señor dice en estos versículos? ¿Que si yo amo a mis hijos y quiero obedecer a Dios en cuanto a ellos, tengo que tomar una varita y pegarles físicamente cuando desobedecen? (En las Escrituras la palabra hebrea para vara quiere decir palo, ramo o ramita de un árbol). Creo sinceramente que eso es lo que Él quiere decir. También creo que si yo, con fe, obedezco a Su Palabra, Él cumplirá cada promesa que ha hecho en cuanto a la educación de mi hijo.
Es por eso que mi obediencia a Dios, al educar a mi hijo, requiere que cada vez que le pida hacer cualquier cosa, debo insistir que obedezca. Si no me obedece inmediatamente al pedirselo en un tono de voz normal, entonces tengo que tomar la varita y corregirlo (el amor exige esto) lo suficiente para que duela y así no va a querer que se repita.

EL AMOR TIENE SU PRECIO

Un amor egoísta desea un camino fácil. Yo podría ser egoísta en mis sentimientos hacia mi hijo y evitarme el dolor de verlo sufrir ahora para luego enviarlo al mundo sin preparación para el sufrimiento natural que la vida le impondrá. Pero un amor que da de sí mismo comprende que la obediencia cuesta y duele.  Dios muestra Su amor para con Sus hijos cuando los educa a través del sufrimiento. “Porque el Señor a quien ama disciplina y azota a todo el que recibe por hijo. Si sorportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos”. Hebreos 12:6-7. Y luego el lenguaje es aun más duro cuando dice que si Dios no nos disciplina, somos “bastardos, y no hijos”.
El dolor que la varita produce en el cuerpo evita el dolor que más tarde el carácter sufriría debido a una vida controlada por el egoísmo. “Los azotes que hieren son medicina para el malo, y el castigo purifica el corazón”. Proverbios 20:30.
“Conozco, oh Jehová, que Tus juicios son justos, y que conforme a Tu fidelidad me afligiste”. Salmo 119:75.
“Bueno me es haber sido humillado (afligido),  para que aprenda tus estatutos”. Salmo 119:71. “Antes que fuera yo humillado (afligido), descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra”. Salmo 119:67.
El niño al que nunca se le educó a temprana edad a someter su voluntad a la de otra persona, necesitará sufrir “disciplina” más tarde, para poder llegar a la madurez cristiana. En Su gracia, Dios disciplinará a esa persona, pero después de tantos años de dejarse llevar por su propia voluntad y sus caprichos, habrá mucho más dolor y sufrimiento. “Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud”. Lamentaciones 3:27.
Usar la varita con mi hijo no es muy agradable, pero inmediatamente después de corregirlo lo puedo tomar en mis brazos, besarlo y decirle que le amo mucho pero que él debe obedecerme. El Señor nos trata a nosotros de esta manera, ¿no es cierto? ¿Quién de nosotros no se acuerda de alguna ocasión en que hemos sido disciplinados severamente por nuestro Dios y luego hemos oído Su dulce voz diciendonos, “He hecho esto contigo porque te amo”? “Venid y volvamos a Jehová; porque el arrebató y nos curará; hirió y nos vendará”. Oseas 6:1.
continuará, d.v. en el siguiente nº

NOTA DEL EDITOR: Este material es bueno no sólo para los padres, sino también para los abuelos, especialmente cuando cuidan diariamente a sus nietos (cosa que deberían hacer los padres, no ellos). Existe la tendencia de sólo jugar con ellos y consentirles demasiado, en lugar de educarlos con amor en el Señor.

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La Certidumbre y La Seguridad de Salvación


No todos entienden con claridad la diferencia entre la certidumbre de la salvación y la seguridad de la salvación. No son iguales. La certidumbre se refiere a la certeza que uno tiene de que es salvo. Es decir, sabe que los versículos que hablan de la salvación y de las personas salvas se aplican a él. La certidumbre significa saber por cierto que uno ha sido justificado por la fe, ha nacido de nuevo como un hijo de Dios, y por consiguiente tiene la salvación. Así uno de los ministerios del Espíritu Santo es el de iluminarnos y asegurarnos en cuanto a nuestra salvación. Él mismo es el sello: “el Espíritu Santo de la promesa” y “las arras de nuestra herencia” (Ef. 1:13-14). Entonces, el que tiene certidumbre de salvación es uno que sabe estas cosas, y se ve retratado en los versículos que hablan de esa bendita certeza. Si comprendes y aplicas así las Escrituras, ellas quitan la duda respecto a tu estado espiritual, y como consecuencia te proporcionan confianza, esperanza, paz y gozo verdadero. Dios quiere que cada creyente sepa que tiene vida eterna (1 Jn. 5:13).
Luego hay la doctrina de la seguridad de la salvación. Esta doctrina nos enseña que cuando uno ha nacido de nuevo, y ha sido justificado por la fe, no es posible que pierda esta salvación tan grande, porque quien le salva es Dios. El creyente es guardado por el poder de Dios (1 P. 1:5). Puesto que la salvación es por la gracia de Dios, por la fe, tendría que fallar la misma gracia de Dios para que un creyente se perdiera. La salvación es eternamente segura precisamente porque depende de Dios, no de nosotros. Él es el Salvador, y eso significa que ni nos salvamos ni nos guardamos salvos – esas cosas las hace el Salvador. Por eso Él asegura que los que tienen vida eterna "no perecerán jamás" (Jn. 10:28). ¡Es imposible estar más seguro que en las manos de Cristo y del Padre, y sellado por el Espíritu Santo! La seguridad de la salvación, al igual que la certidumbre, trae al creyente confianza, esperanza, paz y gozo. Gracias al Señor, "irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios" (Ro. 11:29).                            
Carlos

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“Da, pues, a tu siervo corazón entendido...” (1 R. 3:9).
“...y sus mujeres desviaron su corazón” (1 R. 11:3).

He aquí un hombre con un buen comienzo pero un pobre final, y tristemente aun hoy esto caracteriza la vida de muchos. Salomón había comenzado muy bien, porque no le pidió a Dios las cosas usuales: muchos años, muchas riquezas, y la muerte de sus enemigos (véase 1 R. 3:11). ¡Este espíritu agradó a Dios tanto que le dio además todas esas cosas! Pero el corazón guiado pronto se volvió un corazón equivocado (700 esposas suelen hacer eso), y Salomón abrazó a los dioses falsos de esas mujeres. Tenía que haber tomado su propio consejo dado en un tiempo más inocente de su vida: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” (Pr. 4:23). Nosotros también debemos guardar este consejo, y el que Pablo dio a Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo” (1 Ti. 4:16). En la vida espiritual, el descuido es fatal.

Norman C. Funston, traducido y adaptado del calendario devocional, “Choice Gleanings”

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Procura llegar a las reuniones con tiempo - 
no corriendo al último momento.

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 LA CITA
“Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto, el juicio” (Hebreos 9:27). 
“Dios...ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia” (Hechos 17:30-31).

Ningún poder ni cantidad de riquezas en el mundo puede alterar esta cita. En Eclesiasatés 8:8 Dios declara: “No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte”. Además, después de esto hay otra cita, de hecho el día ya ha sido establecido cuando cada uno dará cuenta de sí ante Dios (Romanos 14:12). Apocalipsis 20:11-15 describe la escena cuando los muertos saldrán de sus sepulturas y estarán de pie ante Dios en el Gran Trono Blanco. Allí serán juzgados según las cosas que están escritas en los libros de sus obras, donde Dios registra todos sus pecados. Y el que no se halla inscrito en el libro de la vida será lanzado al lago de fuego. Esta es la segunda muerte. Dios no solamente nos dice esto, sino que también declara que “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18).

PERO

“...no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:9).
“Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15).
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
¿TE HAS ARREPENTIDO Y CREÍDO EL EVANGELIO?

Dios declara: “al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:5).  El Hijo de Dios vino al mundo para salvarte del pecado y sus consecuencias fatales. Derramó Su preciosa sangre al morir en la cruz del Calvario, y sólo esto satisface la justicia perfecta del Dios santo. Tú eres un pecador por naturaleza y hechos. Jesucristo, el Justo, murió por los injustos. Es tu Sustituto que murió en tu lugar, pagando lo que debes a Dios por tus pecados: la muerte. Resucitó al tercer día y vive en el poder de una vida indestructible. Nadie más puede perdonar tus pecados y darte vida eterna – sólo el Señor Jesucristo.  “El que en él cree, no es condenado” (Juan 3:18)
El evangelio es un mensaje poderoso, es el poder de Dios para salvación para todo aquel que cree. Hoy el Señor Jesucristo está dispuesto a ser tu Salvador. Él te ofrece perdón y vida eterna, si te arrepientes y confías en Él. Pero amigo, si le rehusas, la cita viene, el día cuando Él será tu Juez.

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LA INFLUENCIA DE LA FAMILIA 
EN LA IGLESIA

Parte V

por Robert Gessner


6.

La Hija Engañosa

Frecuentemente nos es difícil reconocer que ahora  vivimos en tiempos peligrosos. La Biblia claramente afirma que “en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Ti. 3:1). Una de las señales de los postreros tiempos es la decepción. Habrá dentro de la cristiandad y aun dentro de la asamblea cristiana aquellos que profesan ser creyentes, pero que en realidad son impostores. El Señor describió esta situación de la siguiente manera: “Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña” (Mt. 13:24-26). 
La ilustración que vemos aquí es que hay verdaderos creyentes y también hay los que sólo profesan creer, y están juntos en el mismo campo. Pablo lo describió cuando declaró: “mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2 Ti. 3:13).
El Antiguo Testamento está lleno de ilustraciones de decepción. Jeremías enfatizó esto así: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9). Ya hemos repasado el caso de Rebeca cuando ella y Jacob engañaron a Isaac. Notemos ahora la decepción de Raquel, la hija de Labán. Ella vio muchas evidencias de decepción de parte de su padre en sus tratos con Jacob. Podría decirse que Labán con su ejemplo enseñó a su hija a engañar. Pero también ella es responsable por sus decisiones y hechos. No nos debe sorprender que en una ocasión más tarde encontramos a Raquel deliberadamente engañando a su padre (Gn. 31:34-35). Labán cosechó lo que había sembrado.
¿Enseñamos a nuestros hijos a ser superficiales o a engañar, especialmente respecto a su profesión de fe? Tal vez no lo aprenden de los padres, pero ellos por su propia carne salen engañosos. Hoy  día, en la familia cristiana es muy fácil decir que eres creyente. En nuestros círculos realmente es la cosa más popular que decir. Es muy fácil que los padres presionen a sus hijos a una edad muy temprana, a hacer una oración o profesión de fe. A veces las hijas muestran más sensibilidad que los hijos en estos temas, y desean agradar a sus padres, esto puede producir hijas engañadas que engañan a otros por muchos años. Ellas aprendieron el vocabulario y comportamiento externo, pero en realidad no tienen vida espiritual en sí. Y los padres, pensando que han hecho bien, dicen: “Gracias a Dios, todos mis hijos ya son salvos”, cuando en realidad no es así, están engañados y enredados por sus propias emociones y deseos. Algunos entonces presionan a los ancianos a aceptar a sus hijos o hijas como creyentes, bautizarlos y admitirlos a la comunión. El amor paterno o materno, torcido así, puede traer tensión y conflicto a la asamblea. También pueden equivocarse así los maestros de escuela dominical, campamentos y los evangelistas de jóvenes. Hermanos, pensemos con claridad y “sangre fría” en la realidad de la conversión de nuestros hijos e hijas. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Jn. 1:12-13). La verdadera conversión es del Espíritu de Dios, y no puede ser forzada por la voluntad de los padres. A veces en nuestra ansiedad por ver convertidos a nuestros hijos, podemos animarles a hacer una oración, a decir que acepten al Señor, y realmente les presionamos a hacer una falsa profesión. Incluso después de su profesión, a menudo los padres procuran asegurarles de que son creyentes y que no deben dudarlo. Seguro que esto no es lo que teníamos pensado, pero a nosotros las cosas nos van mejor si podemos decir que nuestros hijos se han convertido, aunque su testimonio sea algo ambiguo.
Hay una cuestión que debe ser planteada en cada asamblea, aunque sea incómoda. Habría que preguntar: ¿Podría ser que mucha de la inquietud y disensión que hay en muchas asambleas sea el resultado de falsas profesiones de fe? ¿Podría ser que hay falta de hambre espiritual por las cosas espirituales, simplemente porque hay falta de vida espiritual? Reconocemos que es posible tener demasiadas dudas en esta área, pero al parecer este no es un problema muy común. Hay una lección muy importante que aprender de la historia de la iglesia. La mayoría de las “iglesias” que  han ido por el camino del aperturismo o la teología liberal, son las que dan por sentado que todos sus miembros son cristianos. Es peligroso y presumido decir esto, y es importante evangelizar aun entre los que profesan ser cristianos. Les iría mejor cuestionar su salvación y descubrir la verdad, que dar por sentado que son cristianos y luego estar perdidos por toda la eternidad. Al tratar con almas preciosas, no podemos tener demasiado cuidado. Tomemos en serio el consejo del hermano A. P. Gibbs. Como siervo de Dios, él evitaba hacer a los niños o jóvenes preguntas que ellos podrían contestar con un simple “sí” o “no”, respecto al evangelio. Siempre hacía preguntas que requerían respuestas inteligentes y reflexión. Como padres, tratemos con cuidado y un espíritu de oración esas joyas preciosas que Dios nos ha  confiado.

continuará, d.v., en el siguiente nº


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lunes, 2 de septiembre de 2013

EN ESTO PENSAD - septiembre 2013

Retocado Por El Artista


Allí está colgado un cuadro pintado hace muchos años por algún maestro famoso. Pero ahora, después de tanto tiempo, los colores han perdido su viveza, y no brillan como antes. Todo está barnizado por los supuestos preservadores de la obra, y tapado con el polvo de los años, hasta que a penas puedes detectar el rostro que una vez miraba a todos desde el cuadro. El dueño decide restaurarlo y lo envía a un restaurador, tal vez dejando que se retoquen los colores de nuevo. Generalmente sabemos que el cuadro volverá a su dueño medio arruinado por el proceso. Después de todo, no parece como cuando el maestro dijo: “ya está” y firmó su obra. Pero ahora, aquellos dedos han estado tiesos y parados por generaciones, y no hay otra mano que pueda imitar su toque con eficacia. Hace poco que un cuadro de Rossetti fue exhibido con esa inscripción en su marco: “Retocado por el artista”. Nada menos que eso sería una restauración auténtica.
¿Quién de nosotros ha mantenido el fervor de su primera devoción? ¿Quién no ha olvidado sus primeros votos y dejado su primer amor? ¿Quién no ha sido hallado falto en su servicio y sacrificio por los demás, y ahora se da por satisfecho recordando lo que hacía en otros tiempos? El mejor de nosotros necesita renovar su consagración. El único Restaurador y Avivador de almas está todavía esperando y dispuesto a cumplir Su promesa antigua. Si nuestro poder para hacer bien parece paralizado, bajo Su poder la mano seca será sanada y restaurada. Si nos hemos vuelto insensibles a la voz celestial, los oídos sordos serán abiertos. Si nuestra vista espiritual se ha entenebrecido, los ojos ciegos serán abiertos – sí – y los cojos saltarán de gozo y cantará la lengua del mudo.
“He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Ap. 21:5). Para algunos esta promesa suena increíble, y no la pueden recibir. Les parece que no hay nada que pueda hacerles lo que eran antes o lo que una vez esperaban ser. Perdieron sus oportunidades, echaron a perder sus años y arruinaron sus almas más allá de toda esperanza humana. Pero aun el milagro de la naturaleza que se repite cada primavera les reprende diciendo: “¡Oh vosotros de poca fe!” En diciembre los campos están sin color, los árboles sin hojas y las aves sin canción. Pero ahora, andando por los campos, los pastos y los bosques en pleno verano, confesamos de nuevo: “renuevas la faz de la tierra” (Sal. 104:30). Así hace Dios cada año con el campo.
¿Y no habrá una renovación de la vida interior, dentro de nosotros? ¿No hay renovación para el corazón tan asolado y triste? ¿No se pueden recuperar las bendiciones desaparecidas? ¿No hay una resurrección desde los sepulcros donde todo gozo y esperanza fueron una vez enterrados? Por cierto hay algunas cosas que están definitivamente perdidas y más allá de todo rescate. Pero, aun así, dice la Palabra de Dios: “aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Co. 4:16). Y así es con nuestro Dios. Puede que Él arruine mis planes, abate mi orgullo y esparza mis amigos. Aunque Él vacíe mi hogar, entierre mis tesoros y debilite mi cuerpo, bendito sea Su Nombre, sé que “él restaura mi alma” (Sal. 23:3 Biblia de las Américas).
T.H. Darlow, de la revista UPLOOK, mayo, 1992, traducido con permiso.

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Si te dicen: "Dios te bendiga", diles que Él ya lo ha hecho, según Efesios 1:3

bendición
bendición espiritual
toda bendición espiritual 
 toda bendición espiritual en los lugares celestiales
 toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo

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“La serpiente me engañó, y comí” (Gn. 3:13).

Todavía es así. La serpiente es encantadora y persuasiva. El pecado puede parecernos tan agradable, tan aparentemente legítimo. ¿No quiere Dios nuestra felicidad? Y en el momento de la tentación Satanás nos promete la felicidad. Pero es el padre de mentiras, y debemos rechazar su voz seductora y asirnos de la Palabra de Dios. No te engañes; Dios no puede ser burlado. El pecado trae tristeza y destrucción a tu vida. Dios te ama, claro, pero no por eso consiente el pecado. Él desea lo mejor para ti. Obedécelo.  

Donald Norbie, traducido del calendario “Choice Gleanings”

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El Valor de la Paciencia

Texto: Salmo 37:1-7

Este salmo comienza diciéndonos: “No te impacientes” (v. 1), y en el versículo 7 dice: “guarda silencio”. Una de las cosas grandes que Dios quiere enseñarnos a través de este salmo es la paciencia. En el versículo 5 nos dice: “confía en él, y él hará”. Fijémonos que estas cosas se dicen aquí cuando abundan los malignos y la iniquidad. Es una situación difícil de soportar.
Nosotros oramos y pedimos muchas cosas – algunas el Señor contesta ahora y otras luego. Dependemos de la voluntad y sabiduría del Señor y de Su gracia y misericordia. El Señor está guiándonos por la vida, y trabajando también en nosotros. Quiere desarrollar en nosotros otra cosa importante, que es la compasión. También quiere enseñarnos a ser estables y firmes en la fe, no variables con altibajos. Quiere que soportemos las pruebas y dificultades sin venirnos abajo, sino confiados en Él. Pero esto no es automático, sino que es una lección que vamos aprendiendo poco a poco. Nos dice: “confía en él; y él hará”. Y entonces vienen circunstancias contrarias como en este salmo, que nos hacen confiar en Él. Si confiamos en el Señor, podemos tener paciencia, ser benignos y misericordiosos.
Cuando pasamos tiempo en la sala de espera del Señor, la oración, Él va obrando en nosotros y a favor de nosotros. Hay que ser pacientes. Hay creyentes que se convierten y en seguida quieren ser y hacer como los que llevan años en el Señor. Esto es un deseo bueno, y hay que felicitarles, no desanimarles. En el Nuevo Testamento no había que esperar años y años para servir al Señor. En seguida quieren predicar, desean testificar bien, tienen hambre de saber mucho más acerca de la Biblia, y todo esto es bueno y son señales de vida. Pero todo esto cuesta su tiempo y el crecimiento viene de día en día, sobre la marcha en la vida, y no es instantáneo. Dios también quiere formar el carácter de los Suyos.
Santiago 1:2-4 nos aconseja la paciencia en las pruebas. El versículo 3 dice que la prueba de nuestra fe produce paciencia, como también leemos en Romanos 5:3. Santiago 5:7-8 dice que tengamos paciencia, ¿hasta cuándo? Hasta la venida del Señor. Necesitamos la paciencia en toda la vida. El versículo 8 nos recuerda que el Señor vendrá. Él cumplirá Su promesa. Dice que Su venida “se acerca”. En el versículo 10 nos llama a considerar el ejemplo de los profetas, que tuvieron que vivir en circunstancias contrarias. Sufrieron oposición, crítica, persecución, tenían pocos amigos, tenía que ir contra la corriente de su generación. Esto es ser fiel y paciente en las pruebas. Luego  en el versículo 11 vemos la paciencia de Job, que sufrió mucho pero el fin del Señor era bueno para con él, y así es también en nuestra vida. La vida cristiana no es una carrera de corta distancia, sino más bien como un maratón. Pero esto no quiere decir que sólo los hermanos más viejos pueden servir al Señor y que los jóvenes esperen pacientemente sin hacer nada hasta que mueran los hermanos viejos, y entonces tendrán oportunidad. No debe ser así. Bueno es comenzar como joven, y servir siendo fiel y paciente toda la vida. Cuando venga el Señor, que nos halle sirviéndole, sea cual sea nuestra edad. 
Hebreos 10:35-36 nos dice: “no perdáis, pues vuestra confianza que tiene grande galardón, porque os es necesaria la paciencia”. Aquí paciencia significa “perseverancia”. Y el más grande galardón (v. 35) es que vendrá el Señor y nos llevará a Su casa. Así que, sirvámosle con paciencia, esto es, con perseverancia, hasta que Él venga.
de un estudio dado por Lucas Batalla

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"...despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel..." (He. 12:1-2)

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 El Filósofo

Un filósofo es el que tiene amplio conocimiento de ciertas cosas, un pensador, tal vez habiendo leído mucho, y que intenta razonar casi todo en la vida. Cuentan de cierto filósofo que había estudiado mucho y tenía grandes conocimientos. Un día le tocó viajar en barco, y para pasar el tiempo abordo preguntó al piloto si había estudiado la astronomía.
“¿Astronomía?” respondió el otro. “No, señor, nunca he oído de eso”.
El filósofo comentó: “Cuánto lo siento, porque has perdido la cuarta parte de tu vida”.
Poco después el barco chocó con una roca y comenzó a llenarse de agua. El marinero se quitó el abrigo para echarse al agua y nadar hacia la orilla. Volviéndose al pasajero le preguntó: “¿Sabes nadar?”
“¡No, no puedo!” gritó el filósofo desesperadamente.
“Lástima, lamento decirte que toda tu vida está perdida; porque este barco se hunde”.
Uno puede saber mucho de astronomía, matemática, geología, medicina, agricultura y muchas otras cosas, pero si no conoce al Señor Jesucristo, al final se perderá eternamente. ¿De qué le servía al filósofo sus conocimientos si no sabía nadar cuando se hundió el barco?
¿De qué sirve la riqueza, el conocimiento, la fama, el poder o la gloria de esta vida al que está a punto de morir y pasar a la eternidad sin Cristo?  Jesucristo preguntó: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36). 
Hay cosas que sirven para la vida, que no sirven en la hora de la muerte. Si queremos llegar a la orilla eterna sanos y salvos, hay cosas que debemos aprender. Primero, que somos por naturaleza pecadores perdidos e incapaces de agradar a Dios. La Biblia lo enseña, pero pocos asimilan la lección:
“Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:10-18).
Además, estando perdidos, no podemos salvarnos a nosotros mismos. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). La solución no está en el hombre, sino en Dios: “no de vosotros”. “No por obras para que nadie se gloríe” dice Efesios 2:9.
El que quiere ser sabio, que aprenda esto: la única obra que vale para perdonar y salvar a los pecadores es la de Jesucristo en la cruz del Calvario. Allá Él terminó la obra de salvación, mediante Su sacrificio, y satisfizo las justas demandas de Dios contra todo pecador. Por eso al morir en la cruz Cristo gritó: “¡Consumado es!”. Los que son sabios le creen y aceptan Su sacrificio. A cada pecador sólo le queda reconocer de manera personal su condición perdida, arrepentirse y recibir a Jesucristo como Señor y Salvador. Sin hacer esto, por mucho que sepa o logre en esta vida, se perderá por toda la eternidad. Por eso te urge confiar única y completamente en el Señor Jesucristo. ¿Lo harás?

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LA INFLUENCIA DE LA FAMILIA 
EN LA IGLESIA

Parte IV

por Robert Gessner



4
La Madre Manipuladora
Aunque en el Nuevo Testamento hay dos exhortaciones directas hechas a los padres (Ef. 6:4; Col. 3:21), no hay ninguna a las madres. Esto no niega la importancia de la madre en la familia, sino que enfatiza más bien la responsabilidad del padre como cabeza de la familia, y lo importante que es que la esposa le apoye en esta posición. Hay ejemplos en las Escrituras de madres que se involucraron en intriga y decepción dentro de la familia. La madre de Jacob es quizás el más claro ejemplo de una madre manipuladora.
Desde el principio parecía que las cosas no andaban bien en esta familia. El padre y la madre se dividieron en sus afectos hacia sus hijos. “Y amó Isaac a Esaú...mas Rebeca amaba a Jacob” (Gn. 25:28). ¿Quién estaba equivocado? ¡Los dos! Esto de tener favoritos es un juego muy peligroso en la familia. Rebeca parecía empeñarse en ganar la competencia. Y a continuación leemos una de las narrativas más tristes en la Biblia. La madre, convencida de que tenía a Dios de su lado (Gn. 25:23), aparentemente pensaba que el fin justificaba los medios. Ella involucró a su hijo Jacob en un complot contra Esaú, su hermano mayor, lo cual a Jacob casi le costó la vida, y le obligó al exilio. Para lograr su meta, ella tuvo que engañar a su marido ciego. El resultado fue que ella nunca más vio a su hijo favorito.
Rebeca no esperaba en Dios, que Él obrara en Su tiempo para hacer Su bendita voluntad, y ella con su manipulación en el hogar trajo muchos años de tristeza a la vida de Jacob. La culpa cayó directamente sobre Jacob, no sobre su madre que perpetró todo el complot. Su padre dijo: “Vino tu hermano con engaño, y tomó tu bendición”. Su hermano dijo: “se apoderó de mi primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición” (Gn. 27:35-36).
¡Cuántas madres como Rebeca, pensando que saben lo  mejor para sus hijos, manipulan en su matrimonio y hogar, fuerzan su voluntad y moldean así a sus hijos, marcándolos para años futuros! No lo haría en público. Aunque allí ellas parecen sumisas, en realidad no son así en casa. Si presionamos a nuestros hijos a conducirse carnalmente, o meterse en lugares o  responsabilidades que Dios no quería para ellos, esto siempre traerá dificultades, especialmente en la familia espiritual que es la asamblea. Esto lo ilustra Mateo 20:20-28. Diez de los discípulos se llenaron de indignación contra Jacobo y Juan. Iba a brotar contienda entre los discípulos. Aunque Jacobo y Juan eran los objetos, ellos no comenzaron el problema. Era la madre de los hijos de Zebedeo quien había ido al Señor llevando a sus hijos, y pidiendo que ellos ocupasen los mejores puestos en el reino. Hasta cierto punto es natural que una madre quiera que sus hijos tengan más éxito que otras personas, pero aunque sea natural, no es espiritual. Mucha de la contienda que surge en las asambleas hoy en día tiene sus principios en este espíritu de competencia que fomentan las madres en el hogar. “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Fil. 2:3).
Las madres, si son mujeres virtuosas, no de fachada sino en verdad, probablemente tienen la mejor oportunidad para promover por palabra y ejemplo este deseable espíritu humilde. El espíritu afable y apacible, y la oración de una madre humilde tienen un efecto inolvidable en su hijos. Pero el espíritu orgulloso e inquieto de una madre ambiciosa causa problemas que también tienen un efecto perdurable. El mundo nos enseña a insistir y presionar a los demás hasta que logremos nuestras metas. Pero la Palabra de Dios nos enseña a encomendarnos a Dios para que se haga Su voluntad. “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad...Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo” (1 P. 5:5-6).



5
El Hijo Rebelde

Dos veces la Biblia emplea la frase “desobedientes a los padres” (Ro. 1:30; 2 Ti. 3:2). En el primer caso habla de una sociedad que ha abandonado a Dios en su forma de pensar. Hoy  día vivimos en esta clase de sociedad. En el segundo caso, en 2 Timoteo, habla de los postreros días antes de la segunda venida de Cristo. Hermanos, vivimos ahora en estos días. Entonces, no debe sorprendernos el ver la desobediencia a los padres como una característica principal de nuestra sociedad. La Biblia nos advierte de ella para que tomemos precauciones en nuestras propias familias. La tragedia es que esta característica no sólo ha penetrado en la familia cristiana, sino que a menudo es permitida y defendida como parte necesaria y buena del desarrollo de la familia moderna. La psicología moderna ha convencido a muchos que la permisividad es un ingrediente esencial para el crecimiento y desarrollo correcto y sano de nuestros hijos.
El hijo menor en la parábola de Lucas 15, que vino a ser el hijo perdido, es un ejemplo hoy en día de muchos de nuestros hijos. Las primeras palabras que salen de su boca son: “Padre, dame”(Lc. 15:12).  En medio de la plenitud, él sólo veía la vida como el cumplimiento de sus deseos y su voluntad. La demanda de su porción reveló su corazón egoísta, su impaciencia e insubordinación. Cuando volvió en sí, y reconoció el error de sus caminos, dijo: “Padre... hazme” (Lc. 15:18-19). Ahora reconoció que la vida no es un juego egoísta de tomar todo para sí, sino que es un proceso disciplinario de hacer y formar un carácter interno. Es muy triste que en nuestra sociedad afluente hayamos fracasado como padres, porque no hemos reconocido el valor de la disciplina. Sin disciplina no hay educación ni aprendizaje. “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere” (Pr. 3:11-12). “...El muchacho consentido avergonzará a su madre... Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma” (Pr. 29:15, 17).
“Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos” (He. 12:9). Aquellos de nosotros que tuvimos padres que nos disciplinaban tenemos mucho por lo cual estar agradecidos. Algún día tu hijo te dará las gracias por haberle corregido. Si fallas en esta responsabilidad ahora (la cual es un deber desagradable a la carne), tarde o temprano perderás su respeto.
El hijo no disciplinado y rebelde crea grandes problemas en la asamblea. Viene a ser un ejemplo de insubordinación a la autoridad para otros jóvenes y adultos. No se trata aquí sólo de "niños" sino también de los hijos jóvenes adultos. Hoy en día se crían en un ambiente donde esperan ver insubordinación en sus amigos del vecindario y del colegio, porque es el “menú del día”. Pero no deben esperar este tipo de comportamiento en la asamblea. La desobediencia, la insolencia y la disolución de hijos sin disciplina de padres cristianos hace doblemente difícil el trabajo de criar hijos para aquellos padres que buscan conscientemente criarlos "en la disciplina y amonestación del Señor", como Dios manda (Ef. 6:1-4).
La sumisión a otro en el temor de Dios es un ingrediente esencial para una vida de asamblea gozosa, unida y fructífera. “Someteos unos a otros en el temor de Dios” (Ef. 5:21). “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos...” (He. 13:17).
Padres, contribuiréis mucho a la salud de la asamblea si insistís en la disciplina y la obediencia en vuestro hogar. Estad unidos, firmes y consistentes en vuestras decisiones. Cuando digáis que “no”, no permitáis que se os interprete como “quizás”. Si el tiempo lo permite y es menester, podéis explicar porqué, pero no cambiéis la decisión. Por supuesto,  los que estamos en autoridad nos equivocamos a veces, en el hogar y también en la asamblea. Y cuando esto sucede, debemos ser suficientemente humildes y espirituales como para reconocerlo y rectificarlo. Pero tengamos claro que la sumisión no depende de la perfección de los que están en autoridad, porque sólo Dios es perfecto. Es importante aprender a obedecer bíblicamente aunque se hayan equivocado alguna vez los que están en autoridad. “Por causa del Señor someteos a toda institución humana” (1 P. 2:13).

continuará, d.v., en el siguiente número

viernes, 2 de agosto de 2013

EN ESTO PENSAD -- agosto 2013

LOS HIJOS: ¿Alegría o Alboroto?

Hace poco, orando en casa, nuestro hijito de cuatro años dijo: “Señor, ayúdame a mirar Tus ojos y hacer lo que Tú dices”. Qué forma más sencilla de expresar la idea del Salmo 32, versículos 8 y 9: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y freno”. Así quisiéramos responder nosotros como padres a Dios; no como el mulo, carente de entendimiento, que ha de ser llevado de un lado para otro, sino con un corazón sumiso que ya resolvió obedecer, y sólo espera ser guiado por el ojo de su Señor. En oración pedimos esta calidad de obediencia para nosotros y para nuestros hijos.
Toda victoria que Dios nos ha dado en nuestra experiencia surgió cuando, agotados nuestros recursos, reconocimos nuestra derrota personal. Sólo entonces tomó Él las riendas para realizar Su obra en nosotros. Es con nuestros hijos, más que nada, que nos vemos obligados a depender totalmente del Señor.

Educar Es Más Que Enseñar
En Proverbios 22:6 Dios promete: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. La palabra “instruye” en este pasaje debería traducirse “educa” porque en el original implica mucho más que la mera enseñanza del niño. Muchos de nosotros enseñamos el camino correcto a nuestros hijos, pero no los educamos para seguir ese camino. Al niño se le puede educar a obedecer voluntariamente a sus padres y a confiar en ellos.
El diccionario da la siguiente definición: Educar es “desarrollar el vigor físico y la inteligencia; dirigir la voluntad”. Esto es lo que Dios quiere que hagamos con nuestros hijos.

Todos Los Padres Educan A Sus Hijos
Consciente o inconscientemente, todos nosotros estamos educando a nuestros hijos. Cuando le pedimos a nuestro hijo que haga algo, y no lo hace, le estamos educando a esperar hasta oír la orden dos veces antes de obedecer, o hasta que levantemos la voz, o hasta que le amenacemos. Le podemos educar a obedecer inmediatamente después de pedirle algo una sola vez y en un tono de voz normal. La clave está en la educación.
El niño a quien sólo se le ha enseñando “el camino a seguir”, puede oír otras enseñanzas y apartarse del camino. Pero, la promesa al padre que educa a su hijo es: “CUANDO FUERE VIEJO NO SE APARTARÁ DE ÉL”.
Vemos dos ejemplos en la Biblia. Uno, el de un niño que fue educado en el camino que debía seguir, y otro, el de dos hermanos a quienes sólo se les enseñó el camino a seguir pero no se les educó.
En 1 Samuel 1:11 Ana pidió al Señor un hijo. Su oración era: “Señor, dame un hijo y te lo dedicaré”. Ella no dijo: “Señor, si me das un hijo haré todo lo que pueda para enseñarle que Te sirva, y si él quiere, si no se opone, lo llevaré al templo para que Te sirva”. No dudó, no por un instante, de que Samuel haría lo que ella decidiera. 1 Samuel 1:27-28 dice: “Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva será de Jehová. Y (Samuel) adoró allí a Jehová”. Samuel fue al templo y sirvió y ayudaba de buena gana al sacerdote Elí. En 1 Samuel 3, es evidente que Samuel fue educado para obedecer; cuando era jovencito, se levantó tres veces de su cama para correr hacia Elí para preguntarle qué deseaba. Además, sirvió al Señor durante toda su vida.
En contraste tenemos a los dos hijos del sacerdote Elí. 1 Samuel 2:12 dice: “los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová”. La Biblia nos dice que los hijos de Elí eran desobedientes e inmorales. Elí sabía lo que sus hijos estaban haciendo y sin duda les había enseñado a hacer el bien. En 1 Samuel 2:23-24 Elí es reprende: “Y les dijo, ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo, pues hacéis pecar al pueblo de Jehová”. Pero reprender no es educar.
Elí descuidó la educación de sus hijos: “ellos no oyeron la voz de su padre” y Jehová quitó el privilegio de ser sacerdotes a las generaciones subsiguientes de Elí. En 1 Samuel 3:13 dice: “Y le mostraré que yo juzgaré a su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado”. Elí honró más a sus hijos que a Jehová (1 S. 2:29).
Elí amaba al Señor, era honesto y sincero, desempeñaba correctamente su puesto sumosacerdotal, pero no educó a sus hijos a obedecer.
por Al Fabrizio y Sra., 4ª impresión en Español, Sheva Press, 1979
(continuará, d.v., en el nº de octubre)

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Saluda A Los Que Nos Visitan

Ofrecer una “bienvenida calurosa” debe ser ocupación de todos los miembros de la comunidad. Aunque, por otra parte, también es cierto que en las congregaciones donde hay muchos miembros se hace más difícil aplicar este acto, que en sí mismo, es la llave que abre la puerta hacia la demostración de nuestro interés y amor fraternal... aunque por desgracia, y en honor a la verdad, sea un tema bastante descuidado.
Esta contrariedad ya se reflejaba en el antiguo Israel, por lo que Jesús tuvo que avisar del problema, diciendo: “Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más?” (Mt. 5:47). Pensemos, pues, que como bien dice el refrán: “La primera impresión es la que queda”...
Por si algunos no se han percatado todavía del problema, es necesario resaltar la enseñanza y entender que son los que están dentro de la iglesia —integrados en ella— los que deben recibir e integrar a los demás (a parte de bíblico, es de sentido común), y bajo ningún concepto son los que vienen de afuera, los que tienen que integrarse en la comunidad. Esto es un principio de evangelización insoslayable, que si no se tiene bien en cuenta, por demás están todas las actividades evangelísticas que se puedan hacer.
No se entiende muy bien el bloqueo que evidencian algunas iglesias, incapacitadas incluso para poder saludar; esto ya no se convierte en una cuestión de espiritualidad, sino más bien de educación (cortesía). Cuán sencillo es brindar un simple saludo, un apretón de manos, y preguntarle a la persona que nos visita: “¿Cuál es su nombre”, o, —si es de otra congregación, y mostrarle nuestra satisfacción por el hecho de tenerle entre nosotros, ¡nada más! Creo que no es tan complicado.
Para expresar el amor de Dios es imprescindible que haya un “primer nivel” de comunicación, que se ha de ofrecer a cada uno de los miembros de la comunidad, y por encima de todo, a aquellas personas que nos visitan.

del libro: LLAMADOS A EVANGELIZAR, por J. M. Recuero, pág. 20
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 La Doctrina y La Unidad

“Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Ef. 4:3-6).
Se oye decir aun entre nosotros que hay doctrinas en las que podemos ceder para que haya mayor unidad entre creyentes. Esto es un error. Primero, en el texto citado ya existe la unidad, y que es del Espíritu (v. 3); no es hecha por los hombres. No hay unidad entre carnales y espirituales, entre mundanos y santos, entre falsos maestros y los que no enseñan otra doctrina. No hay unidad entre los que han nacido de nuevo y los que son cristianos nominales.  Hay un solo cuerpo de Cristo, y no incluye nada falso. 
Observa también que la unidad del Espíritu es de la “una fe” (v. 5). Esto se refiere a la fe una vez dada a los santos (Jud. 3), por medio del Señor, los apóstoles y profetas, y que está escrita en el Nuevo Testamento y completa la Palabra de Dios.  Hermanos, esa fe no se divide en categorías de doctrinas principales y secundarias o no esenciales.  En Mateo 23:23 el Señor enseñó que no todo lo que hay en la Escritura es de igual importancia, sin embargo, todo debe ser guardado. Nada que la Escritura enseña debe ser despreciado o marginado para conseguir una unidad. Está claro que para ser salvo, es necesario el evangelio. Pero para el creyente – el discípulo – TODO es necesario. Hay que enseñar "todo el consejo de Dios" (Hch. 20:27), guardar "todo" (Mt. 28:20), y contender ardientemente por la fe. Sigamos el viejo consejo de Proverbios 23:23, “compra la verdad, y no la vendas”. Toda la Palabra de Dios es verdad (Sal. 119:160; Jn. 17:17). La unidad del Espíritu no se guarda a expensas de la sana doctrina. No hay rebajas.  
                                                                   Carlos

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EL LIBRO DEL MES

FIRMES Y ADELANTE, por Lucas Batalla
Con esta colección de sus predicaciones, el autor nos anima a no retroceder, claudicar ni tirar la toalla. Nos recuerda las órdenes del Jefe: “Estad firmes” (Ef. 6:14; 2 Ts. 2:15), y que el único  rumbo para los verdaderos creyentes es: “adelante” (He. 6:1). “...Nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (He. 10:39). ¡Gracias a Dios, marchamos en pos del Señor Jesucristo, y Él no se vuelve atrás!
                  precio:  7 euros

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¿Quién Es Realmente Un “Cristiano”? 

—¿Es usted cristiano? 
—Espero que sí; intento serlo. 
—¿Es usted un ser humano? 
—Espero que sí; intento serlo. 

Una respuesta es tan irrazonable e ilógica como la otra. Así como usted nació poseyendo una naturaleza humana, debe usted "nacer de nuevo" para ser cristiano (Juan 3:3-8; 1 Pedro 1:23). La cuestión no radica en “tratar” en ninguno de los dos casos. 
Muchos confunden el comportamiento cristiano con el nacimiento cristiano. Se debe obtener primero la vida cristiana, la  naturaleza cristiana, antes de poder vivir tal forma de vida, es decir, el comportamiento cristiano.
Un cristiano es una “nueva criatura” en Cristo (2 Corintios 5:17). El versículo que nos resume la biografía de la vida cristiana es “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí [esta es la vida cristiana]; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios...” [este es el comportamiento cristiano] (Gálatas 2:20). 
Los discípulos del Señor Jesucristo fueron llamados cristianos por primera vez en Antioquía (Hechos 11:26). Estos primeramente fueron discípulos, y su discipulado se manifestaba a través de una obvia diferencia en su comportamiento. Tal diferencia sólo revelaba su unión con el Salvador, el Señor Jesucristo, quien conquistó el pecado, quien da la vida y quien la transforma. Por lo tanto, el nombre de “cristianos” designaba su relación con Cristo. 
Obviamente, esta relación sobrenatural con Cristo no es el resultado de esfuerzo humano -- social, moral o religioso. “Porque por gracia [bondad inmerecida] sois salvos por medio de la fe; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras...” [para que seamos cristianos de comportamiento] (Efesios 2:8-10). Cristo dijo: “O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo...” (Mateo 12:33). “...porque de adentro, del corazón de los hombres, salen...” las cosas “que contaminan al hombre” (Marcos 7:21-23). “Mas el fruto del Espíritu [la vida de Cristo en los verdaderos creyentes] es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza...” (Gálatas 5:22-23). 
Así que, si de veras usted se ha arrepentido de su pecado y ha creído el evangelio, ha depositado su confianza en el Señor Jesucristo creyendo que Él murió por usted pagando por sus pecados, que resucitó y vive a la diestra del Padre en el cielo, entonces ha nacido de nuevo. Los que han nacido de nuevo, y sólo ellos, son cristianos, y se les nota en el fruto que llevan en su carácter y forma de vivir.
Los demás sólo son seres humanos, por religiosos y devotos que sean. Y por mucho que vayan a misa o hagan buenas obras, nada de todo esto puede suplir lo que ellos necesitan para ser cristianos de verdad: una conversión, un nuevo nacimiento.
Entonces, ¿cómo se define usted?

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LA INFLUENCIA DE LA FAMILIA 
EN LA IGLESIA

Parte III

por Robert Gessner


3

El Padre Permisivo

La primera vez que la Biblia menciona la palabra “amor”, es el amor de un padre hacia su hijo (Gn. 22:2). Pero en el Nuevo Testamento, a los maridos se les manda amar a sus esposas (Ef. 5:25), sin embargo, no manda a los padres amar a sus hijos. Se les manda criarlos “en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4). Algunos maridos tienden a olvidar su voto de amar a su esposa; demandan mucho y tienen poca simpatía hacia ella. A la vez, como padres, estos hombres suelen actuar negligentemente respeto a la educación de sus hijos. Pensando que así se muestra el amor, les consienten en lugar de disciplinarles y amonestarles. Suelen dejar a su esposa estas tareas menos agradables, o bien si intervienen ellos, lo hacen de una manera incorrecta, con enojo carnal y no con el amor y interés de un hombre espiritual.
El padre de Absalón ilustra al padre que se vuelve demasiado permisivo con su hijo y no le cría correctamente. Al recalcar la historia de Absalón, en 2 Samuel del 13 al 18, descubrimos que su padre, David, lloró la muerte de Absalón, pero cuando vivía fracasó en administrarle la justicia que sus hechos merecían. El amor tiene que ir mucho más allá del deseo de concederles a nuestros hijos todo lo que desean, o permitirles hacer lo que les apetezca. David permitió que su amor hacia su hijo reemplazara su consideración de la justicia en la tierra. Joab dijo correctamente: “Hoy has avergonzado el rostro de todos tus siervos, que hoy han librado tu vida, y la vida de tus hijos y de tus hijas...pues hoy me has hecho ver claramente que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento” (2 S. 19:5-6).
El amor del padre debe conducirle a criar a sus hijos en el Señor para que puedan servir a Dios con eficacia. A veces esta educación de los hijos necesita el uso de la palabra “no” cuando sería más fácil decir “sí”, y no sólo cuando tienen 2 o 3 años de edad, sino también cuando son más mayores. Requiere que con consistencia vivamos y hagamos respetar las normas piadosas de nuestro hogar. Requiere la negación que a veces ocasiona “dolor” temporal en el hogar. La Palabra no tiene nada bueno que decir acerca de hijos consentidos, sea cual sea su edad.
Ahora bien, si un padre no hace respetar los valores de la verdad de Dios en su hogar, tampoco lo hará en la asamblea. Es necesario, imprescindible, que un anciano tenga “hijos creyentes" [lit. “fieles”], "que no estén acusados de disolución ni de rebeldía” (Tit. 1:6).  Él no permite que sus hijos hagan cualquier cosa que les apetezca. A veces el camino más fácil es el de menos resistencia, pero no es el mejor. Nuestros hijos no deben ser como marionetas cuyos movimientos son todos controlados, ni es éste el caso en la mayoría de las casas. Pero esto sí, deben tener riendas sobre ellos, o pronto se desviarán en sendas de gran peligro. El padre que no puede decir “no” en su hogar, no podrá decir “no” en la asamblea.
Hay un ambiente de permisividad que se ha extendido en toda nuestra sociedad, y tristemente, también en muchas asambleas. Es una filosofía mundana, basada en la premisa de que si algo les hace felices, hay que permitirlo. Hemos adoptado la actitud de que tenemos que mantener contentos a nuestros jóvenes, cueste lo que cueste, porque si no, vamos a perderlos. (De ahí el énfasis en grupos de jóvenes, actividades sólo para jóvenes, y mucho de lo que sin patrón bíblico se consiente hoy  día en las iglesias). Parece que se nos ha olvidado que sólo la Palabra de Dios les puede guardar. “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra” (Sal. 119:9). Todas las concesiones y excepciones tarde o temprano traerán su perjuicio y daño.
Padres, si los ancianos son espirituales, amables y cuidadosos de vuestra asamblea, apoyadles con toda vuestra fuerza. No echéis la culpa a la asamblea por los pecados que han invadido las familias modernas. Cada padre debe demostrar a su familia que  él apoya la Palabra de Dios y a aquellos que fielmente la enseñan y practican. “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta” (He. 13:17).
Por lo presente puede pareceros bien el ser permisivos, chistosos y populares con los jóvenes, como quienes con “comprensión” les permiten alejarse de los principios de la Palabra de Dios. Pero al final veréis que sólo estabais sembrando las semillas de un descontentamiento desastroso. Y además de los problemas en esta vida, pensad en que tampoco os saldrá bien ante el Señor en Tribunal de Cristo.
continuará, d.v., en el siguiente número

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