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miércoles, 3 de agosto de 2016

EN ESTO PENSAD -- agosto 2016

INFORME ESPECIAL
La Psicología: ¿Ciencia o Religión?


Martin y Diedre Bobgan

Hoy es más evidente lo que escribió William Law hace dos siglos: “El hombre necesita ser salvo tanto de su propia sabiduría como de su propia justicia, porque ambas cosas producen la misma corrupción”.
    Es paradójico que hoy cuando algunos investigadores seculares manifiestan dudas y menos confianza en la consejería psicológica, en cambio cada vez más cristianos se involucran en ella. Los centros de “consejería cristiana” brotan por doquier como setas. Ofrecen lo que para muchos es la combinación perfecta: el cristianismo y la psicología. Muchos otros cristianos buscan de esos psícologos consejos acerca de cómo vivir, relacionarse con otros y afrontar los retos que surgen en la vida.
    Intentando ser más relevantes, muchos predicadores, maestros, consejeros y escritores promueven una perspectiva psicológica de la vida en lugar de la instrucción bíblica. El símbolo de la psicología, extiende su sombra sobre la cruz de Cristo, y la jerga psicológica tuerce y contamina la enseñanza de la Palabra de Dios.    La psicología es una levadura sutil y extensa en la Iglesia. Está presente en todas partes, y silenciosamente está privando de comida a las ovejas. Promete más de lo que puede dar, y lo que da no es nutricional. Sin embargo, hoy multitudes de “cristianos” miran a la psicología con respeto y asombro.
    Ahora bien, al hablar de la psicología como levadura, no nos referimos a toda la gama de estudios psicológicos, como por ejemplo, la investigación válida. Pero nuestra preocupación está con los áreas que tratan la naturaleza del ser humano, cómo debe vivir y cómo puede cambiar. Esos tratan con valores, actitudes y comportamientos que están diametralmente opuestos a la Palabra de Dios. Por lo tanto, veremos a continuación que el psicoanálisis y la psicoterapia no son compatibles con la fe cristiana.

Cuatro Mitos Acerca De La Psicología

    Entre los cristianos existen cuatro grandes mitos acerca de la psicología que han llegado a establecerse en la Iglesia.
    El primero es creído comúnmente por cristianos y no cristianos: que la psicoterapia (la consejería psicológica con sus teorías y técnicas) es una ciencia – una manera de entender y ayudar a la humanidad, fundamentada sobre evidencia empírica recogida de datos consistentes y mensurables.
    El segundo gran mito es que la mejor forma de aconsejar utiliza en conjunto la psicología y la Biblia. Los psicólogos que son cristianos generalmente dicen que están más cualificados que otros (incluso que los pastores–ancianos) para ayudar a otros a entenderse y cambiar su conducta. Según ellos, es porque tienen estudios en la psicología, y los demás no.
    El tercer gran mito es que las personas que manifiestan problemas mentales-emocionales en su conducta tienen alguna enfermedad mental. Supuestamente están psicológicamente enfermas, y por eso necesitan terapia psicológica o psiquiátrica. El argumento común es que el médico trata el cuerpo, el pastor o anciano trata el espíritu, y el psicólogo o psiquiatra trata la mente y las emociones. Los pastores sin estudios en psicoanálisis y psicoterapia no están cualificados para ayudar a los que sufren de graves problemas personales.
    El cuarto gran mito es que la psicoterapia tiene un alto grado de éxito – que la consejería psicológica profesional produce mayores resultados que otras formas de ayuda, tales como autoayuda o la ayuda de la familia, los amigos o los pastores. De ese modo la consejería psicológica da la impresión de ser más eficaz que la consejería bíblica para ayudar a algunos cristianos. Es una de las principales razones por qué tantos cristianos se preparan hoy para ser psicoterapeutas.

continuará, d.v., en el siguiente número

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El Espíritu Santo, 
Antes y Después de Pentecostés


     El Espíritu Santo, siendo Dios, es inmutable en Su persona, deidad y carácter. Sin embargo, El sí cambia de tiempo en tiempo Su manera de ministrar. Un cambio significativo es evidente en el ministerio del Espíritu Santo después de  la resurrección y ascensión del Señor al cielo. Este cambio vino en la fiesta de Pentecostés, una fiesta agrícola judía que era una de las siete fiestas de Jehová (Lv. 23). Pentecostés, de la palabra griega hebrea para “el quincuagésimo día”, recibe este nombre debido a que venía cincuenta días después del sábado de la Pascua.
    Muchos creyentes quedan bien confundidos en su entendimiento del ministerio del Espíritu Santo debido a que no prestan atención a las claras afirmaciones del Señor Jesús. Nota cuidadosamente estos versículos que muestran el cambio en el ministerio del Espíritu y el punto preciso en que tiene lugar el cambio:
    1. JUAN 14:16. El Señor Jesús dijo que El pediría al Padre que diera al Espíritu a los creyentes, para que permaneciera con ellos para siempre. Evidentemente, esto no había tenido lugar con anterioridad.
    2. JUAN 14:17. Él dijo que el Espíritu estaba entonces con ellos, pero que más tarde estaría en ellos.
    3. JUAN 7:39. Él dijo que el Espíritu no había sido dado todavía (en el sentido de estar en los creyentes) y esto no sería cumplido hasta que Jesús fuera glorificado (esto es, después de Su muerte, resurrección y ascensión).
    4. LUCAS 24:49. Justo antes de Su ascensión, Él les mandó que esperaran en Jerusalén hasta que recibieran poder de lo alto. Esto les hablaba de la prometida venida del Espíritu Santo para que morara en ellos.
   5. HECHOS 1:4-5. De nuevo les ordena que esperen por la venida del Espíritu “dentro de no muchos días”. El dijo que serían bautizados en (con) el Espíritu Santo.
  6. HECHOS 2:1-4. Precisamente en el día de Pentecostés, cincuenta días después de la muerte del Cordero de Dios sobre la cruz (Cristo, nuestra Pascua), descendió el Espíritu Santo, morando en los creyentes, y llenándolos con Su plenitud.

    Antes de Pentecostés el Espíritu había “venido sobre” los creyentes (Jue. 3:10; 11:29; 1 S. 16:13) y , cuando se enojaba, se apartaba de ellos (1 S. 16:14). Es por ello que David podía orar: “No quites de mí tu santo Espíritu” (Sal. 51:11), debido a que el Espíritu no residía permanentemente en los creyentes aún. El Espíritu daba poder para ciertas tareas, como en la obra de la construcción del Tabernáculo (Éx. 31:3; 35;30-35). También dio poder o fuerza a hombres como Sansón (Jue. 13:25; 14:6, 19; 15:14) o Jefté (Jue. 11:29). Esta energización no estaba necesariamente relacionada con las cualidades espirituales de aquellos que eran energizados. Algunos fueron llenos de una manera permanente. En ese tiempo nadie fue bautizado ni sellado por el Espíritu. Así, señalamos lo significativo de las palabras del Señor Jesús en Juan 7:39 y 14:17.
    Después de Pentecostés el Espíritu vino a vivir dentro de los creyentes (1 Co. 2:12; 6:19-20). Sin esta presencia residente, no hay nadie que sea hijo de Dios (Ro. 8:9; Jud. 19). Además, los creyentes son sellados hasta el día de la redención (2 Co. 1:22; Ef. 1:13-14; 4:30). Además, todos los creyentes son bautizados en, o incorporados en, el cuerpo de Cristo (1 Co. 12:13). Nada como el “cuerpo de Cristo”, la “iglesia de Cristo” o la “esposa de Cristo” – tres expresiónes equivalentes – había sido conocido antes de Pentecostés. Es evidente que el día de Pentecostés fue una línea divisoria en el ministerio del Espíritu Santo. En consecuencia, los versículos pre-Pentecostés como el Salmo 51:11 y 1 Samuel 16:14, nunca debieran ser aplicados para demostrar ninguna doctrina acerca del Espíritu después de Pentecostés, como muchos han tratado de hacer.
 
extracto de la lección 7 de Instrucción Cristiana Intermedia, por O.J. Gibson

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¿Para Qué Vives?


   
Me llamó la atención la publicidad en una parada de bus, porque preguntó: “Si pudieras vivir para siempre, ¿para qué vivirías?" Es interesante lo que la Biblia explica al respecto, no la posibilidad ni siquiera la probabilidad de que vivamos para siempre, sino la realidad, la certidumbre: viviremos para siempre. En el libro de Génesis leemos: “Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7). El soplo divino no dio mera vida animal al polvo de la tierra, sino que trajo a existencia a un individuo hecho “a imagen de Dios” (Génesis 1:27), una real personalidad, un alma que continuará existiendo después de la muerte y descomposición del cuerpo. El cuerpo puede deteriorarse después de la muerte, pero el individuo, la persona, sigue. La Biblia describe dos posibles destinos eternos para nuestra alma: el cielo o el infierno (Lucas 16:19-31). Ya que has sido constituido un alma que existirá para siempre, ¿para qué te propones vivir?
    El Señor Jesucristo preguntó a Sus oyentes: “¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36). Tu cuerpo ciertamente no es inmortal; se descompondrá en el polvo después de muerto, pero la Biblia enseña que también será resucitado nuevamente. Job declaró: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí” (Job 19:25-27). Job no solamente creía que su alma seguiría existiendo después de la muerte, sino que también su cuerpo sería resucitado. Su confianza estaba en la verdad de que un día su Redentor vendría un día a la tierra y que él le vería, cuerpo, alma y espíritu.
    El Redentor de Job, por supuesto, no es otro que el Hijo de Dios, el Señor Jesuccristo. Es el único que por su muerte tomó el castigo de los pecados del mundo, y también derrotó la muerte al resucitar de los muertos. Puede dar vida eterna a todos los que le aceptan como Señor y Salvador (Juan 3:16). Los que confían en Jesucristo para salvación un día le disfrutarán eternamente, cuerpo, alma y espíritu, en el cielo. Para los que le rechazan, solemnemente, les espera una resurrección del cuerpo para ir al juicio.
    Dios te ha dado la libertad de escoger lo que quieras hacer con tu vida. Puedes escoger ignorarle y al Hijo que Él libremente dio para ser tu Salvador. O puedes escoger vivir para Aquel que te diseñó, y reconocer que su veredicto sobre ti es correcto. Esto es, que eres un pecador que necesitas al Salvador Jesucristo que en Su muerte te sustituyó. Lo que no puedes hacer es vivir tu vida como te dé la gana, sin Dios, ¡y luego contar con Él cuando entres en la eternidad! Puesto que exisitirás para siempre, o en el cielo con Dios o en el infierno sin Él, en base a tu elección personal, ¿ahora mismo para qué escoges vivir?    


    Ken Munro, “Present Truth”, Vol. 18, nº 211, mayo/junio 2016

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El Peligro del Desánimo

Texto: Números 21:4-9 


     Cuando Israel iba por el desierto, y llegó cerca del final de los cuarenta años del viaje, hubo un enfrentamiento y rechazo en la frontera de Edom. En ese momento Dios cambió su rumbo y postergó un poco más su llegada a la tierra prometida. Además, en el largo camino desiértico hubo carencias y el pueblo, sediento y cansado, se desanimó. Empezaron otra vez a quejarse, sacar fallos y criticar lo que Dios había provisto –el maná– ese pan maravilloso y celestial que contenía todas las proteinas y nutrientes necesarios para sostenerlos durante cuarenta años en el desierto. Se volvieron ingratos y quejosos, y otra vez Dios los tuvo que castigar.
    Hermanos, hablemos del peligro del desánimo, y uso esa palabra y no "depresión" como se estila hoy, porque "depresión" y "deprimirse" no son términos bíblicos. Vienen del mundo, de la psicología y sabiduría de los hombres. Hay que retener la forma de las sanas palabras (2 Ti. 1:13). Entonces en la Biblia observamos casos de desaliento o desánimo. Cuando uno cede al desánimo, nada le parece bien.  Cuando viene así el desánimo, es como un ataque – y vienen el disgusto, la murmuración, la crítica y las quejas. Dios dirigía la vida de Su pueblo, y le hizo ir por camino alternativo en lugar de pasar forzosamente por Edom. ¿Y qué pasó? Se desanimaron porque no quisieron ese camino que Dios escogió, sino que quisieron entrar en su tierra sin más demora. Israel tenía un deseo, pero Dios tenía otro. Era una oportunidad para confiar y seguir adelante por la fe. Pero fracasaron ante la dificultad y la demora, y eso es un ejemplo y advertencia a nosotros.
    Si Dios controla nuestra situación como lo hacía con Su pueblo Israel,  ciertamente es para bien, aunque ahora no entendamos todo. Él no se equivoca. No es necesario que entendamos, pero sí es necesario que  confiemos. Respecto a Israel, Dios no quería que atacasen a Edom para pasar allá por la fuerza, pues Él había dado aquella tierra a los edomitas que eran parientes de Israel. Además, conociendo a Su pueblo, sabía que todavía quedaban cosas que corregir a base de pruebas.
    Miremos otro caso del peligro del desánimo. En 1 Reyes 21:1-6 vemos cómo Acab se desanimó porque no pudo hacer lo que quería. A Nabot le propuso con educación la venta de su viña y le ofreció buena recompensa. Hasta allí, bien. Pero Nabot no quiso vender su herencia, pues la apreciaba y sabía que no debía venderla. Tuvo el valor de decirle no al rey, pero el rey, en lugar de aceptar esto, se puso de mal humor.
    Mirad bien, porque el desánimo en los casos así es pecado – causado por egoísmo y el deseo de salirse con la suya. El desánimo nos debilita, y en ella hacemos cosas malas – así le pasó a Acab – escuchó a su mujer Jezabel y el resultado fue mentira, engaño, injusticia y homicidio. Juzgaron injustamente a Nabot y lo mataron. Ahora bien, Acab no era creyente, pero a veces el desánimo afecta la vida del creyente, le abre a tentación y error, a hechos carnales que sólo traen el mal a su vida. Hay que tener mucho cuidado porque en ese momento el diablo nos enviará a alguien como Jezabel, nos provocará a actuar según nuestra carne: murmurar, criticar y pecar con la actitud, la boca y los hechos. En 1 Reyes 21:18-25 viene la denuncia divina y el castigo es anunciado. En en lugar de la sangre de Nabot iba a verterse la sangre de Acab. Dios dice claramente en el versículo 25 que su mujer le incitaba. ¡Vaya compañera de viaje! Los jóvenes harían bien en pensar en esto y recordarlo para que nunca entren en relación con una persona que incita a hacer lo que no agrada a Dios. En los tiempos difíciles, en las pruebas, necesitamos a alguien que nos anime a seguirle fielmente al Señor. Tendrá que ser verdaderamente espiritual, creyente, no sólo religioso. Jezabel era religiosa, inteligente y lanzada, pero no se sujetaba a Dios ni animó a Acab a hacerlo. Estaba acostumbrada a salirse con la suya de la forma que fuera, y Acab en su desánimo le hizo caso, lo cual fue un error fatal.
    Volviendo a Números, como vinimos diciendo, Israel quería pasar por el camino de la tierra de Edom para llegar a la tierra prometida. Pero cuando Edóm le negó el paso, Dios envió a Su pueblo por otro camino para que no peleasen con Edom. Tristemente, el pueblo de Israel no quiso entender esto, ni aceptarlo, ni esperar más. Quisieron andar como ellos deseaban (Nm. 20:14-21), y cuando no podían, se desanimaron. Y la historia se repite muchas veces con los mismos resultados.
    Hoy hay mucho de esto en los jóvenes que no quieren contar con el consejo, la instrucción y guía de sus padres. Es todavía peor cuando los padres son creyentes y los hijos profesan serlo, pero no quieren sujetarse. Las exhortaciones y enseñanzas halladas en el libro de Proverbios, por ejemplo, acerca de guardar la ley de su padre, etc., les sobran. Quieren salirse con la suya como los jóvenes del mundo, los paganos, los incrédulos que se guían por las películas, las novelas y la opinión de la sociedad, no por la Palabra de Dios. A esos jóvenes en familias cristianas les pesa, disgusta y desanima el tener que sujetarse y obedecer. Piensan que como ya son adultos no tienen que hacer esto. Y a los evangélicos no tan jóvenes también les pasa igual – porque se empeñan a ir donde quieren, hacer lo que quieren, cuándo y cómo quieren, sin contar con Dios. Si piden consejo o ponen un motivo de oración, piensan que se les tiene que conceder – la única respuesta que aceptarán es: “Oh, sí, por supuesto, haz como quieras y que Dios te bendiga”, pues de otra manera saldrán de la iglesia para vivir como quieren. Por ejemplo, un hombre quiso divorciar a su esposa y casarse con otra. Cuando los ancianos le dijeron que no, se desanimó y le cayó el semblante. El domingo siguiente se puso de pie en la asamblea y anunció: “Bueno, hasta aquí he llegado, pero me bajo del tren”, y abandonó a la iglesia para ir y hacer lo que le parecía.
    Pero gran parte de los de Israel eran adultos, y erraron gravemente, como también pasa hoy con algunos adultos en las iglesias. Israel se desanimó y pecó con la boca – todo por su carnalidad. No había que consolarlos en esa condición. Dios no les mandó psicólogos, consejeros ni consoladores, ¡sino serpientes! Dios hizo lo correcto: ¡les castigó y muchos perecieron! A veces los creyentes desanimados y desobedientes buscan consuelo y solaz, buscan la compasión, sin haber obedecido, ni se han arrepentido. No hay consuelo para los tales. No les hace falta psicología sino corrección hasta que se arrepientan y acepten el camino de Dios y la provisión de Dios.
    Dice el Señor que el corazón es engañoso sobre todas las cosas, y ellos se dejaron engañar por su corazón desanimado. A tantos años del viaje todavía no habían aprendido.  Años más tarde, el rey Acab se dejó llevar por su corazón engañoso y desanimado, y el de su mujer, pecó grandemente y le costó la vida. El corazón desanimado es un consejero malo, especialmente cuando sufre por carnalidad. En ese caso lo que debe hacer es arrepentirse, humillarse, negarse y confiar en el Señor.
    No olvidemos que el diablo, nuestro adversario, anda alrededor buscando devorarnos, buscando incitarnos a la desobediencia y hacernos salir de la voluntad de Dios. Lo hace con astucia y usa circunstancias y personas que nos instigan a hacer mal. Pero hermanos, alcemos la mira al Señor, confiemos en Él siempre. Por largo y difícil que sea el camino que Él escoge para nosotros, es mejor que cualquier otro, y un día en el cielo esto estará claro. De momento, aprendamos de la historia y aceptemos por fe que la guía, el consejo y la voluntad de Dios es "buena... agradable y perfecta" (Ro. 12:2).
 de un estudio dado por Lucas Batalla 
 

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