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jueves, 1 de noviembre de 2012

EN ESTO PENSAD -- noviembre 2012


EL

escribe William MacDonald

“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:16).

Si este fuera el único versículo en las Escrituras que aborda el tema,
podríamos concluir justificadamente que la salvación se consigue por la fe más el bautismo. Sin embargo, hay 150 versículos más en el Nuevo Testamento que condicionan la salvación a la fe sóla. Por lo cual concluimos que uno o dos versículos como el de este día, no pueden contradecir a los otros 150.

   Aunque el bautismo no es esencial para la salvación, es indispensable como expresión de obediencia. La voluntad de Dios es que todos los que han confiado en Su Hijo como Señor y Salvador, se identifiquen públicamente con Él en las aguas del bautismo de los creyentes.
    El Nuevo Testamento no contempla tal anomalía como la de un creyente sin bautizar. Esto supone que cuando una persona es salva, se bautizará. En el libro de los Hechos, los discípulos practicaban lo que podríamos llamar el “bautismo instantáneo”. No esperaban tener un buen grupo, ni un servicio formal ni el confortable escenario de un local de iglesia, sino que, sobre la base de su profesión de fe, la persona era bautizada sin demora.
    La secuencia entre creer y ser bautizado es tan estrecha que la Biblia habla de ambos simultáneamente: “El que crea y sea bautizado...” En nuestro afán por evitar la enseñanza no bíblica de la regeneración bautismal, permitimos con frecuencia que el péndulo vaya demasiado lejos en la dirección opuesta. La gente se queda con la idea equivocada de que en realidad no importa si se bautizan o no. Pero sí importa.
    Oímos a veces a alguien que afirma con mucha verbosidad: “para ir al cielo no necesito estar bautizado”. Generalmente contesto: “Sí, es verdad, usted puede ir al cielo sin ser bautizado, pero se quedará sin bautismo por toda la eternidad”. No habrá oportunidad para el bautismo allá en el cielo. Acudir al bautismo es uno de los actos en los que podemos obedecer al Señor ahora o nunca.
    Todos los que han confiado en Jesucristo como Señor y Salvador no deben posponer el tiempo de su bautismo. De este modo se identifican con Él en Su muerte y resurrección y se comprometen públicamente a caminar con Él en novedad de vida.

de su libro DE DÍA EN DÍA, lectura para el 28 de junio, Editorial CLIE

Nota del editor: No se trata de bautizar a los infantes o niños, pues no hay ejemplo ni enseñanza a favor de esto en el Nuevo Testamento. Los apóstoles evangelizaron principalmente a los adultos, además, es necesario hacer esto para establecer iglesias.

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EL MILENIO = Mil Años Literales

El milenio no es ninguna idea ni teoría de escuelas teológicas, ni una filosofía, ni es invento humano ni sueño utópico, sino que es lo que dice la Palabra de Dios. Es el plan y la promesa de Dios. Seis veces en Apocalipsis 20:1-7 dice “mil años”. ¿Qué significa esta expresión? Por supuesto, significa 1.000 años, no figurados ni espiritualizados sino literales y contables. He aquí las tres creencias principales acerca del milenio:

Los Amilenarios  (es incorrecto decir "amilenialista", etc.)
Lo espiritualizan, como Agustín, basándose en la interpretación alegórica, no literal, de las Escrituras. Dicen que no significan años literales. Así que, no creen en el reino milenario de Cristo, ni que Israel tenga futuro, a pesar de Romanos 11:1-29. Es una interpretación que desciende de Agustín y la teología católica romana.

Los Posmilenarios
Creen que Cristo vendrá después de los mil años, que primero la iglesia tiene que dominar el mundo, establecer la justicia, y luego, Cristo vendrá. Por esto se meten mucho en la política y obras sociales, intentando mejorar el mundo, a pesar de 2 Timoteo 3:13.

Los Premilenarios
Las promesas y profecías son literales. Jesucristo viene justo antes de los mil años, establecerá el reino y reinará, desde Jerusalén. ¡No puede haber reino sin venir primero el Rey! Israel tiene futuro. Dios cumplirá con Israel el pacto unilateral hecho con Abraham (Gn. 12:1-3) y confirmado posteriormente a Isaac y Jacob.

     Algunos amilenarios suelen usar Salmo 90:4 y 2 Pedro 3:8  “un día como mil años”, para enseñar que “mil años” es solamente una figura. Pero observamos que la expresión “como” es un símil, una comparación, no una fórmula matemática. “Con el Señor”, que mora en la eternidad y no está sujeto a tiempo como nosotros, ciertamente es así. Pero no con nosotros los seres humanos ni en este mundo nuestro. A nosotros los  mil años son mil años. Los mil años no son una figura de nada, sino que son mil años literales. 
Sólo en un reino literal de mil años pueden cumplirse literalmente todas las promesas hechas a Israel desde los tiempos de los patriarcas. ¡Y así se hará! 

William Randolph, en su excelente libro  CLAVES PROFÉTICAS, desecubre las raíces católicas del amilenarismo:


LA PROCEDENCIA HISTÓRICA DEL AMILENARISMO

Tiempo de Cristo:
Los judíos piadosos consideraban la Escritura como ................Literal
(Hch. 1:6,  “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”)

Tiempo de Cristo:
El Señor Jesús consideraba la Escritura como...........................Literal  
(Mt. 5:18, “Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde                  pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido”.)

Siglo II:
La iglesia primitiva consideraba la Escritura como......................Literal
(Los escritos de los llamados "padres apostólicos", tales como Policarpo e Ireneo, lo evidencian.)

Siglo III:
Orígenes y Filo consideraban la Escritura como........................Alegórica
(Esto resultó al intentar reconciliar la teología con la filosofía de Platón.
Este nuevo punto de vista se convirtió en el oficial para la Iglesia Católica Romana)

Siglo IV:
Agustín, obispo de Hipona (354-430 d.C.) consideraba la Escritura:
si hacía referencia al futuro, como............................................Alegórica 
si no hacía referencia al futuro, como.  .....................................Literal

Siglos VI al XII:
El Oscurantismo:
El punto de vista Católico Romano revisado de las Escrituras...Agustiniano

Siglos XV y XVI:
La Reforma:
Lutero, Calvino, etc. continuaron considerando las Escrituras
desde el punto de vista.............................................................Agustiniano

Martín Lutero y otros reformadores, al salir de la Iglesia Católica Romana, llevaron consigo estas ideas contaminadas por el punto de vista agustiniano de las Escrituras. Ésa es la base histórica del amilenarismo.


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El Señorío De Cristo Y La Conversión


“El evangelio que tenemos en la Biblia es el evangelio del reino de Dios. Presenta a Jesús como Rey, Señor, la autoridad máxima... pero en los últimos siglos algunos vienen predicando otro evangelio, un evangelio centrado en el hombre. Es el evangelio de la gran oferta, el evangelio de la ganga, de la oportunidad especial e irresistible... los evangelistas dicen: “Pobre Jesús; está llamando a la puerta de tu corazón. Por favor, ábrele la puerta. ¿No le ves ahí fuera, en la nieve y el frío? ¡Pobre Jesús, ábrele la puerta!” No es de extrañar que el oyente piense que podría hacerle a Jesús un gran favor si viene a ser un cristiano” (Juan Carlos Ortíz, Discípulo, p. 12).
“Hay miles de personas que han tenido alguna experiencia emocional que ellas llaman conversión, pero que nunca han sido verdaderamente convertidas a Cristo. Jesucristo demanda un cambio en nuestra manera de pensar y vivir, y si la vida no corresponde a la profesión, si la experiencia, sea cual sea, no da la talla que la Biblia indica que es una conversión, entonces tenemos que dudar de la experiencia, no de la Biblia”. (anónimo)
“No sugerimos ni por un momento que toda alma recién nacida de nuevo tenga (o podría tener) la plena comprensión intelectual de todo lo que está implicado en la soberanía del Salvador. Tal comprensión viene poco a poco en el despliegue de la vida, experiencia por experiencia. Es el desarrollo espiritual que profundiza gradual y continuamente...en el cual el Espíritu Santo, obrando en el alma la obediencia de fe, nos conduce a comprender más y mejor lo que Dios ha revelado”. (Reginald Wallis, The New Sovereignty ("La Nueva Soberanía", p. 56). “No hay rebeldes en el reino de Dios”  (Wallis, op cit., p. 46).


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¿POR QUÉ MURIÓ EL BURRO?

Una vez cuando viajaba en un coche por el campo, vi un burro cerca de la carretera, tan flaco que parecía sólo cuero y huesos.
“¡Pobre borriquito!” – me dije – “Seguramente está enfermo”.
Al acercarme vi que alguien le había amarrado la boca. No la podía abrir; la cuerda le cortaba como cuchillo; la sangre le pintaba la nariz. Frené y me acerqué con deseos de ayudarlo. Quise librarlo de la cuerda. Sentía satisfacción de poder tratarlo con misericordia. Pero de repente el animal comenzó a correr, dejando una nube de polvo tras sí. Ni siquiera pude tocarlo. Menos quitarle la cuerda.
Tristemente regresé al coche. Una semana después pasé por el mismo sitio. Encontré el cadáver del burro. La cuerda, teñida de sangre, todavía le ataba la boca. Me pregunté entonces: “¿Por qué murió el burro?”  ¡Pues porque alguien le amarró la boca! Era cierta la respuesta, pero no me dejaba satisfecho. Pues, a pesar de ellos, el burro tuvo una oportunidad de escapar de la muerte. Yo hubiera podido librarlo.
Me vino una segunda respuesta: El burro murió por interpretar mal mis intenciones. Temía que yo le iba a hacer algún daño. Desgraciadamente esa equivocación le costó la vida. Si el burro hubiera comprendido mi deseo, hubiera aceptado mi oferta.
Realmente, reflexionando un poco más, se entiende el comportamiento del animal: ¡era un burro! ¿Cómo podía entenderme? Hay que perdonarle al pobrecito su equivocación y su incredulidad.
Pero igual equivocación cometen muchos racionales, muy especialmente en lo espiritual. La Palabra de Dios nos enseña que Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9); y que Él “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Muchos han oído que Cristo murió por nosotros. Saben que “Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3); que en Él “tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados por las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7); que Cristo invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28); y que Él afirma: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).
Algunas personas han aceptado estas promesas de Dios y han sido libradas del pecado. Han encontrado vida abundante y eterna. Pero otras no. Cuando Jesucristo vino, hubo quienes interpretaron mal sus intenciones. Él les dijo: “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5:40).
No eran burros en sentido despectivo, pero se portaron como el animal del relato. Hoy en día hay muchos que cometen semejante equivocación. Me refiero a que el burro murió por interpretar mal mis intenciones. No sea Usted así con Dios.


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La Necesidad De Disciplina 
En La Educación De Nuestros Hijos

Cada edificio tiene un fundamento. Cuanto más grande el edificio, más fuerte tiene que ser el fundamento para apoyar toda la estructura. Educar a los hijos es semejante a edificar un edificio, y el fundamento en este sentido figurado, para ilustrar, sería la disciplina. Cuando edificamos algo, primero ponemos el fundamento, y así es con nuestros hijos. 
Para que sea provechosa nuestra educación de ellos, necesitan en el fondo una actitud receptiva y atenta a la instrucción, la cual vamos a conseguir mediante la disciplina bíblica. Pero esto no es todo, porque después enseñamos a los hijos los preceptos de la vida, instrucción en justicia, los cuales forman la estructura. Puedes criar a un hijo sin disciplina, pero no lograrás mucho más que verle crecer físicamente, y tal vez ni esto. Sin el buen fundamento no podrás sobreedificar mucho en su vida. 
No es que los niños no puedan aprender. Me atrevo a decir que gran parte del problema son los padres (y los abuelos también muchas veces). Si sólo los padres se pusieran firmes y fueran constantes en la educación de sus hijos, los hijos aprenderían. Los niños son muy observadores, inteligentes y capaces de aprender. Pero los padres tienen que tomar en serio su responsabilidad y no ser vacilantes, blandengues, perezosos, egoístas, etc. Es triste y trágico ver a los padres consintiendo a sus hijos, creyendo que están enseñándoles el amor, dejándoles que se acostumbren a salirse con la suya y manipular todo a su alrededor, que es en efecto criar unos monstruos que después serán soltados para trastornar el mundo. Humanamente hablando, y así hablamos, de nuestra responsabilidad humana, los años sin disciplina dejarán al niño marcado, y limitarán su eficacia cuando sea adulto. Dios puede enderezar lo torcido, claro que sí, pero esto no da excusa a ningún padre a torcer a sus hijos cuando sabe que Dios no lo quiere. Esto sería el error de los que dicen: “perseveremos en el pecado para que la gracia abunde”, y la respuesta apostólica es: “En ninguna manera” (Ro. 6:1-2). Proverbios 25:28 dice: “Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda”. Así que debemos enseñar disciplina y dominio propio a nuestros hijos, recordando la ley de la siembra y la cosecha. La Biblia dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6).
Considera el testimonio de Susana Wesley, la madre de Juan y Carlos Wesley, quienes junto con Jorge Whitefield fueron hombres claves en el avivamiento de Inglaterra y de las colonias americanas durante el siglo XVIII. Ella escribió lo siguiente en cartas a su familia acerca de la educación de los hijos. Habló de cómo ella les educó y cómo ellos debían educar a sus hijos, esto es, a los nietos de Susana. Pocos abuelos hoy muestran esa sabiduría:

“Para formar la mente de los niños, lo primero que hay que hacer, es conquistar su voluntad y traerles a un estado y temperamento obediente. Formar el entendimiento del niño es una obra que requiere tiempo, y un proceder gradual según ellos puedan recibirlo; pero la sujeción de la voluntad es algo que tiene que ser hecho en seguida, y cuanto antes, mejor. Porque si descuidamos la corrección puntual, ellos contraerán una actitud obstinada y terca, que después será difícil conquistar, y nunca será conquistada sin tanta severidad que duela al padre tanto como al niño. En la estimación del mundo, son benignos e indulgentes los que yo llamo padres crueles, porque permiten a sus hijos adquirir hábitos que saben que después van a tener que quebrantar” (The Journals Of John Wesley, Perry Parker: John Wesley, Moody Press, Chicago, 1979, pág. 105).

Los Ocho Propósitos De La Disciplina

Cada padre/madre o futuro padre/madre, se haría un favor, si estudiara bien esta sección, memorizando los ocho propósitos y ante todo, recordando las Escrituras asociadas con cada punto, y meditando frecuentemente sobre ellos durante los años que esté criando hijos. Bruce E. Ray, en su excelente libro, No Rehuses El Corregir, dice:

“...el objeto de toda corrección según la Biblia es ayudar a nuestros hijos a ser discípulos obedientes de nuestro Señor Jesucristo. Todos los actos de los padres en cuanto a guía, disciplina y corrección deben estar regidos por este motivo supremo, que tiene implicaciones de tremenda importancia con respecto al método de la aplicación de la corrección” (No Rehuses El Corregir, Bruce Ray, CLIE, pág. 51).

No debemos disciplinar a nuestros hijos de una manera egoísta, caprichosa o variable. No debe haber mareas altas y bajas en nuestro proceder con ellos, sino una mano estable y consistente sobre el timón. Debemos aplicar la disciplina bíblica en amor, con firmeza y deliberadamente para la gloria de Dios.  A continuación nos detendremos para considerar en detalle cada uno de estos ocho puntos:

Ocho Propósitos De La Disciplina Y Corrección Bíblica

1. Manifestar amor genuino.
(Proverbios 13:24; Hebreos 12:6, 8)

2. Enseñar las consecuencias de desobediencia y rebelión.
(Eclesiastés 8:11; Romanos 13:1-5)

3. Expulsar la necedad del corazón.
(Proverbios 22:15)

4. Instruir en justicia.
(Proverbios 29:15)

5. Quebrantar la voluntad y el espíritu.
(Salmo 32:4; 51:17)

6. Enseñar la obediencia a toda autoridad correctamente constituida.
(Juan 3:12; Hebreos 12:11; Romanos 13:1-5)

7. Dar descanso, satisfacción y alegría a los padres.
(Proverbios 23:13-14; 24:24; 29:17)

8. Obedecer y así agradar a Dios, quien nos da los hijos.
(Salmo 127:3-5; Efesios 6:4)

1. La Disciplina Manifiesta El Amor Paternal Y Preocupación Por El Bien Del Niño

Proverbios 13:24 y Hebreos 12:6-8 se unen para enseñarnos que no tenemos que “equilibrar la disciplina con el amor” como algunos dicen hoy en día. ¿Por qué no?  Porque la disciplina ES amor. Amor y disciplina no están en extremos opuestos del cuerpo de enseñanza. Los que verdaderamente aman a sus hijos lo van a demostrar, no a través de la permisividad, ni de la corrección que se queda en palabras y nada más, sino con la corrección que acompaña el uso diligente de la vara. Diligencia quiere decir, no actuando con pereza, no haciendo la vista gorda, no disculpando al niño  por las circunstancias ("está cansado", etc.), ni perdonándolo cuando llora o profesa estar arrepentido antes de ser corregido. Si dicen "lo siento, Mamá", responde con amor pero con diligencia ante el Señor. Por ejemplo: "Yo también lo siento, cariño, y el Señor más, pero ahora tengo que corregirte como Dios manda". Significa ser puntual, sincero, y eficaz en la aplicación de la vara.
Nuestro problema es que confundimos el amor con las emociones. Si pensamos en el amor como una emoción, razonamos, que lo que hace al niño sentirse bien, contento y cómodo, es amor. Con esto como punto de referencia, la corrección con la vara desaparece prácticamente, excepto tal vez en algunos casos muy raros y extremos, como por ejemplo si el niño desafía descaradamente a sus padres. Aun el Dr. James Dobson, a quien muchos siguen como el gurú de la familia desde que escribió su primer libro, Atrévete A Disciplinar, tiene una posición débil y no bíblica respecto a la corrección. Él aconseja reservar la vara para casos extremos, pero la Biblia no dice esto, sino que dice que la vara es para corregir al niño desobediente. Parte del problema está en que nadie puede definir bíblicamente cuáles son los casos extremos. Así que, ante la duda, los padres abandonan el uso de la vara, francamente porque es más cómodo a corto plazo, pero pagarán después. Es triste verles abandonar una de las principales herramientas que Dios ha dado para la educación de los hijos: la vara. ¿Y cómo pretenderán demostrar a sus hijos, y peor, a Dios en el Tribunal, su amor, cuando no guardan Su Palabra?  Dios dice: “El que lo ama, desde temprano lo corrige”.
continuará, d.v., en el siguiente número

Carlos Tomás Knott, del libro DISCIPULADO EN EL HOGAR