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martes, 3 de mayo de 2011

EN ESTO PENSAD -- MAYO 2011

CELO DIVINO
 "Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es" (Éx. 34:14).


Sólo con que pensemos un momento recordaremos que, en lo que se refiere a nosotros, el celo puede ser bueno o malo. Cuando un esposo descubre que otro hombre está intentando robarle el afecto de su mujer, es justificablemente celoso. Pero cuando una persona tiene envidia de las posesiones de otro, esta clase de celo es inexcusable.
Dios es celoso, pero siempre en el buen sentido. Él desea el amor y la lealtad no divididas de Su pueblo, y se disgusta ante cualquier ofensa de Sus afectos. Su celo es completamente desinteresado, es decir, que no es egoísta; Él sabe que no les va a hacer bien el ir en pos de dioses falsos.
La mayoría de las referencias al celo de Dios están relacionadas con la idolatría de Israel. El pueblo escogido había abandonado a Jehová y estaba adorando a los ídolos. Esto era fornicación espiritual. El celo de Dios se encendía.
He aquí algunas de la multitud de referencias que hay del celo divino:
"Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso" (Éx. 20:5).
"Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso" 
(Dt. 4:24).
"Le despertaron a celos con los dioses ajenos; lo provocaron a ira con abominaciones" (Dt. 32:16). 
"Le enojaron con sus lugares altos, y le provocaron a celo con sus imágenes de talla" (Sal. 78:58).
"¿Hasta cuándo, oh Jehová? ¿Estarás airado para siempre? ¿Arderá como fuego tu celo?" (Sal. 79:5).
"Me mostraré celoso por mi santo nombre" (Ez. 39:25). 
"Jehová es Dios celoso y vengador" (Nah. 1:2).
"¿Provocaremos a celos al Señor?" (1 Co. 10:22).


Ésta última pregunta es tan apropiada hoy en día como lo fue cuando Pablo preguntó por primera vez: “¿Provocaremos a celos al Señor?” El sistema del mundo está continuamente intentando distraer a la iglesia de su amor pristino por el Salvador. Los deseos de los ojos, los deseos de la carne, y el orgullo de la vida están alerta para seducir al creyente. Puede que no seamos tentados a adorar imágenes talladas, pero el dinero, el poder, la fama, y el placer pueden llegar a convertirse en ídolos también.
El conocimiento de la intolerancia de Dios hacia todo aquel o aquello que pudiese resultar en pérdida para nuestra devoción exclusiva hacia Él debería inspirarnos para serle fieles:


Celoso es el Señor nuestro Dios,
Y con celo ardiente nos ama;
El dios extraño y la imagen tallada
Provocan y encienden Su santa ira.


Pero no es egoísta Su amor
Para los que Su sangre redimió;
Quiere el primer lugar en nuestro corazón
Pues para nosotros busca lo mejor.

William MacDonald, de su libro: ÚNICO EN MAJESTAD

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YO ESTARÉ CON TU BOCA

Texto: Éxodo 4:10-16

Moisés había estado largo tiempo en el desierto cuando recibió de Dios la gran misión de ir a sacar a Su pueblo de Egipto. Después de cuarenta años de vida pastoral, no se lo esperaba, pero Dios lo tenía en Su plan. Después de aquellos largos años en el silencio del desierto, Moisés había sido curado de creerse capaz de servir a Dios y a Su pueblo. Sentía su incapacidad humana y pedía que el Señor enviara a otro, pero insistió tanto en su humildad y desconfianza en sí mismo que al final Dios se enojó porque no aceptaba las respuestas que Dios le daba.
Muchos hermanos creyentes sienten su insuficiencia ante el ministerio de la Palabra de Dios. Se sienten cortados o torpes (v. 10). ¿Cómo pueden responder a esto que sienten? Orar y confiar en el Señor (v. 11) que hizo nuestra boca (v. 12) y que dice: “yo estaré con tu boca”. Ésta es una gran promesa que merece nuestra atención.
Hoy en día hay campamentos y retiros de evangélicos que dan “talleres” a la gente, y parece que se olvidan de Dios e intentan capacitar y mover a la gente sólo por trucos, métodos, procesos, fórmulas y parafernalia humana. Hermanos, es Dios quien tiene que estar con nuestra boca. Lo primordial es clamar a Dios y confesar nuestra dependencia absoluta en Él. Parece mentira que con el Dios tan poderoso que tenemos, tengamos que inventarnos cosas así y metemos a la gente en seminarios, institutos, escuelas de misiones, etc.; cosas que nunca tuvieron los hombres de Dios en las Escrituras. Los apóstoles no eran oradores ni hombres de carrera, sino pescadores y  “del vulgo y sin letras” (Hch. 4:13), pero el Señor les enseñó y esto era más que suficiente, ¡y tanto que sí! ¿Cómo es que en estos últimos tiempos con tanto instituto y "taller" no salen misioneros ni predicadores del evangelio como antes? Casi no los hay. Pero hay payasos y cantantes, teatro y títeres, y charlas sobre el sexo o el tabaco, etc. No predican como Pablo ni como los otros apóstoles, ni como los profetas del Antiguo Testamento. Me figuro que es porque no andan con Dios ni confían en Él, sino en sí mismos y en sus métodos. Y como resultado la iglesia moderna está por los suelos. No tiene ni la sombra del poder de la iglesia primitiva.
La realidad es que tenemos que confesar nuestro desvío e impotencia, y humildemente pedir la presencia y el poder de Dios, y confiar únicamente en Él porque es Suya la promesa: “yo estaré con tu boca”. ¿Acaso no es suficiente? En el caso de Moisés, cuando después hablaba, tembló la casa de Faraón y todo Egipto. Podían haber acabado con él después de la primera plaga, pero Dios estuvo con él y no lo permitió. Si Dios comisiona y envía a un hombre, Dios estará con él. ¡Pero ay de los hombres comisionados y enviados  por meros hombres! No son siervos de Dios sino siervos de hombres y de organizaciones.
Cuando Dios llamó a Jeremías le dijo que iba a sufrir (Jer. 1:1-19). Si lo dices a la gente hoy día, desaparece. Cuando llamó a Ezequiel le dijo que le enviaba a un pueblo duro que no escucharía (Ez. 2:1-10). ¿Quién quiere servir así? Sólo el que Dios realmente llama y envía, y Dios no nos manda con títeres y payasos, sino con Su santa Palabra y la misión de clamar en Su Nombre.
Si hacemos lo que Dios dice y lo que los verdaderos hombres de Dios han hecho, sobrarán los institutos, seminarios, “talleres”, campamentos, y otras cosas similares, porque entonces la obra de Dios se haría con el poder de Dios, conforme a la Palabra de Dios, y Dios se encargaría de los resultados como siempre ha hecho con Sus verdaderos siervos. Hermanos, abandonemos la confianza en los métodos y las organizaciones humanas, y volvámonos humildemente al Dios que llama, guía y sostiene a Sus obreros. ¡Su presencia nos basta!
de un estudio dado por Lucas Batalla, el 7 de agosto, 2008

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"Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron" (Ap. 21:4).

Este versículo ha dado gran consuelo al pueblo del Señor. Muchos creyentes hoy pasan por tiempos de dolores y sufrimientos. El dolor físico es una cosa, pero más intenso es el dolor emocional que quebranta el corazón. Gracias al Señor, podemos soportarlo, sabiendo que tenemos algo que ningún medicamento puede dar: la seguridad de una eternidad con el Señor donde jamás habrá dolor.
del calendario devocional "Choice Gleanings" 2010


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ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO

Domingo Fernández, un hermano que en su día servía al Señor en Cuba, escribió: "El destacado cantante Julio Iglesias escribió su autobiografía, a la que puso por título: "Entre el cielo y el infierno". Si Julio Iglesias fuese un experto en títulos y en conceptos teológicos no encontraría para su autobiografía un título más adecuado que el que le puso: "Entre el cielo y el infierno".
"Hay seres humanos que se sitúan en una esfera que no les corresponde, que no armoniza con su conducta. Pero Julio Iglesias se ha situado donde realmente está: "Entre el cielo y el infierno". En realidad todos los seres humanos estamos en esa misma esfera; pero no nos dirigimos todos a la misma meta. "Este mundo es el camino para el otro". La diferencia estriba en que unos vamos por lo que Jesucristo llama el camino angosto que conduce a la vida eterna feliz; y otros van por el camino ancho que conduce a un lugar de confinamiento eterno, al que Jesucristo llama infierno. ESTAMOS ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO. Ningún ser humano viene a la vida en el cielo o en el infierno. Nacemos en una esfera intermedia. Llamémosle la ESFERA DE LA OPORTUNIDAD. Cuando llegamos a tener discernimiento entre el bien y el mal, el Creador nos pone delante dos caminos: uno se orienta hacia arriba y el otro hacia abajo. Uno desemboca o conduce a la perdición. El otro desemboca o conduce al reino de Dios. Jesucristo ha llevado a cabo todo lo que necesitamos para encontrar abiertas las puertas de su reino el día que lleguemos a la meta del camino que seguimos. Cristo nos quiere llevar a su reino. Pero el diablo nos quiere llevar al destino que le espera a él. Si queremos obedecer a Dios, acogernos a los beneficios de la obra redentora de Cristo, el maligno no nos puede impedir la entrada al reino de los cielos".
"Pero si nos queremos dejar orientar por el príncipe de las tinieblas, Dios no nos va a llevar al cielo violentando nuestro deseo de seguir el camino que conduce al infierno. Estamos entre el cielo y el infierno y nuestro destino eterno depende de nuestra voluntad. Jesucristo dijo a los moradores de Jerusalén: "¡Cuántas veces os quise juntar como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, pero vosotros no quisisteis!"
Apreciado amigo lector, Ud no sabe cuánto tiempo más se quedará en esta esfera de la oportunidad, pero esto sí podemos decirle en el Nombre del Señor Jesucristo, que "hoy es día de salvación" (2 Corintios 6:2). Le animamos a que busque a Dios mientras puede ser hallado (Isaías 55:6). Si desea ayuda, nos alegraríamos de tener la oportunidad de hacerlo.

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La Fe

Mucha gente del mundo, e incluso algunos cristianos, tienen un concepto equivocado de la fe. Para algunos significa algo que acumulamos como energía y cuando llega a cierto nivel somos capaces de hacer milagros. Para otros es una fe ciega que cree algo cuando realmente no hay base para creerlo. Por ejemplo, muchos enfermos están convencidos de que serán sanados a pesar de que no hay base para esa creencia. El médico no les ha dicho que sanarán, y todo indica lo contrario, pero ellos se empeñan en decir que tienen fe.
La mayoría de los cristianos definen la fe citando Hebreos 11:1, “es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. La fe verdadera sí produce confianza respeto a lo que se espera, y convicción acerca de lo que no se ve, pero estas cosas son productos de la fe, y no la fe en sí.
La fe es creer un testimonio o una revelación divina. Tener fe es creer a Dios cuando Él habla. Entonces el creyente tiene una base para su creencia—la Palabra de Dios. Muchos creen en Dios, pero muchísimos menos creen a Dios cuando Él habla. Adán, el primer hombre, dio los primeros pasos en el camino de la incredulidad, y a lo largo de la historia el hombre ha rehusado creer a Dios cuando Él habla.
La fe es siempre la respuesta al mensaje divino: “¿Quién ha creído a nuestro anuncio?” (Is. 53:1). “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro. 10:17). “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (He. 1:1).
Los que tienen fe creen a Dios cuando Él habla de cualquier tema. Si habla de la creación, le creen (He. 11:3). Si habla acerca del juicio venidero, le creen (He. 11:7). Si habla acerca de lo que ojo nunca vio, le creen (He. 11:8). Creer a Dios cuando Él habla es lo que distingue entre el cristiano verdadero y el mundo incrédulo que le rodea, así como cuando Josué y Caleb creyeron a Dios respecto a la tierra prometida, y esto les separó del resto de la nación incrédula de Israel.
Los que tienen fe creen lo que Dios dice acerca de la salvación, el matrimonio, el futuro, el dinero, la creación, o el orden y la función de la iglesia local. Esta fe va más allá de lo que nos puedan indicar nuestros sentidos. A pesar de lo que nos diga nuestra vista, nuestro tacto, nuestras emociones, o nuestros razonamientos, la fe cree a Dios cuando Él habla.
La fe que cree a Dios siempre resulta en acción apropiada (Stg. 2:20). Ya sea el arrepentimiento, la construcción de un arca, o el andar alrededor de una ciudad, cuando creemos lo que Dios dice esto siempre nos llevará a hacer algo, aunque sea estar quietos y ver Su salvación (Ex. 14:13).
Que el Señor aumente nuestra fe (Lc. 17:5). Que aprendamos a creer a Dios cuando Él habla sobre cualquier tema, y estemos dispuestos a someternos a Su Palabra y a obedecerla.                                                               
Steve Hulshizer

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¿Renovar o Reestructurar?

Muchos hablan de la renovación en la obra de Dios. Es necesaria la renovación en cada época. David exclamó: “renueva un espíritu recto dentro de mí” (Sal. 51:10). La renovación de la adoración como congregación es tan necesaria como la restauración personal. Acerca del rey Asa fue dicho: “reparó (renovó) el altar de Jehová” (2 Cr. 15:8).
Hace algunos años compramos una mesa vieja. Estaba cubierta con numerosas capas de barniz y no era muy atractiva. Pero pensábamos que quizás había hermosura escondida debajo de esas viejas capas de barniz. Así que, las fuimos quitando y descubrimos un hermoso mueble de nogal. Le dimos una buena terminación, y ahora sus tonos ricos adornan nuestro hogar – fue renovada.
Ahora bien, si hubiésemos cortado las patas de aquella mesa para convertirla en una mesita para servir café, no habría sido renovada, sino reestructurada. Para hacer esto hubiésemos tenido que alterar el diseño original.
Israel, durante el periodo de los jueces, conoció mucho fracaso espiritual. La Palabra de Dios era ignorada y desobedecida. Pero en lugar de reconocer su pecado y volverse arrepentidos al Señor, pidieron un cambio de estructura. En vez de los ancianos locales y hombres como los jueces levantados por Dios, pidieron un rey a Samuel. “Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1 S. 8:5). Dios no se agradó. Siempre es más fácil cambiar la estructura que juzgar el pecado que hemos permitido.
Hoy hay mucha preocupación sobre la falta de crecimiento y vitalidad espiritual en las asambleas. Algunos opinan que un cambio de estructura es el remedio. Al experimentar el impacto del movimiento de liberación femenina, algunos piensan que las iglesias deberían eliminar la distinción entre los papeles de varones y mujeres, y Gálatas 3:28 es su lema.
Se sugiere que como las iglesias grandes tienen un pastor, las asambleas que desean crecer deben seguir su ejemplo. Adquiere un hombre preparado en un seminario, dale un salario, entrégale el púlpito, y tu asamblea crecerá.
Por favor, a eso no lo llames renovación. Llámalo lo que es. Es una reestructuración de la iglesia local y un alejamiento de la sencillez del patrón del Nuevo Testamento. El escritor está convencido de que las iglesias neotestamentarias necesitan renovación, pero no reestructuración.
Debe haber renovación personal. Hay necesidad de la lectura diaria de la Palabra de Dios, y de la oración, para tener una rica vida devocional. Debe haber santidad personal, apartándose del pecado en lugar de cobijarlo en la intimidad de nuestra casa o vida personal. Debe haber una renovación de celo en el testimonio a los perdidos, una preocupación ardiente por los que están en el camino al infierno. La renovación personal, espiritual, debe tener prioridad.
El pueblo de Dios necesita una renovación de pastores espirituales, un consejo reconocido de ancianos para dirigir y guiar la obra como siervos y modelos (1 P. 5:2-3). Debemos enviar obreros piadosos a predicar el evangelio y enseñar la Palabra. Clamemos a Dios por tales personas.
Nuestras reuniones necesitan renovación. Debe haber tiempos de cantar con gozo. El mensaje del himno debe determinar el ritmo. Cantemos con el espíritu y también con el entendimiento.
Nuestras reuniones de oración necesitan renovación. Estas reuniones pueden ser largas si las oraciones son cortas. Alguien ha dicho muy bien: “Largas oraciones en privado, y breves oraciones en público”. Las oraciones deben ser específicas, intensas y puntuales. No es necesario ni bueno que un hermano ore personalmente por todo o casi todo. Hay otros que pueden y deben participar y compartir la responsabilidad.
El tiempo de adoración necesita renovación. La Cena del Señor debe ser la cumbre de nuestra vida espiritual cada semana. Es allí donde el pueblo de Dios adora como congregación y exalta a su amado Dios y Salvador. No hay lugar para oraciones rutinarias o rituales formales. Es un tiempo cuando la devoción y amor a Dios en la semana pasada se destila para ocupar una hora de adoración intensa. Al recordar la muerte de nuestro Salvador por nosotros, nuestro corazón debe conmoverse y nuestros ojos deben humedecerse. También recordamos que todo esto lo hacemos hasta que venga nuestro Señor resucitado. No hay nada comparable a la Cena del Señor.
Nuestra predicación necesita renovación. Se está sacando mucho de libros de bosquejos, o de notas viejas recalentadas, en lugar del frescor y vigor de estudiar y meditar la Palabra. También necesitamos reconocer a los que tienen dones para predicar. No todos son maestros o predicadores. “Los profetas hablen dos o tres” (1 Co. 14:29). Pero un sistema de turnos no es la idea, ni tampoco es bíblico que turnen los varones. Esto está igualmente equivocado como la práctica de limitarlo todo a un hombre. Los que hablan, que hablen por el poder del Espíritu (1 Co. 2:4), y conforme a la Palabra de Dios (1 P. 4:11).
Sí, hermanos, necesitamos renovación – desesperadamente. Pero no necesitamos reestructurar las iglesias reunidas conforme al modelo sencillo del Nuevo Testamento. En lugar de esto, necesitamos el poder del Espíritu Santo. Él es el que da vida y vigor espiritual.

Donald Norbie, traducido de su artículo en la revista “Counsel” (Consejos), mayo-junio 1994

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Asamblea Bíblica “Betel”
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Horario de cultos: domingo: 11 y 19 horas; jueves 20 horas

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