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lunes, 28 de septiembre de 2009

EN ESTO PENSAD -- OCTUBRE 2009

ASPECTOS DE LA GLORIA DE CRISTO (Parte II)

William MacDonald

Sus Glorias Adquiridas

Si nuestro Señor se hubiera quedado en el cielo, nunca habría podido ser nuestro Salvador. Pero al ir a la cruz y luego resucitar de la tumba, Él vino a ser perfecto como Salvador. Así es que leemos:

“Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos” (He. 2:10).
“y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (He. 5:9).

Claramente Él no podía ser perfeccionado en cuanto a Su Persona. Siempre ha sido perfecto en este respecto. Pero podía venir a ser el perfecto Salvador.
El Señor aludió a esta gloria adquirida cuando, anticipando el Calvario, dijo: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado” (Jn. 12:23b).
Además de Su gloria adquirida como Salvador perfecto, el Señor Jesús ganó otros honores mediante Su encarnación y obra de sacrificio. Sin la encarnación, nunca hubiera llegado a ser Mesías, porque el Cristo debía ser descendiente de David. Sin el Calvario, nunca hubiera sido Sumo Sacerdote, Abogado, Mediador, Intercesor, Redentor, Buen Pastor, Heredero de todo, Juez o Cabeza de la Iglesia. Nunca hubiera tenido el Nombre que es sobre todo nombre, ni hubiera sido el Primogénito de entre los muertos. Todos los títulos que son fruto de Su encarnación, muerte, sepultura y resurrección son glorias adquiridas.
Él hace referencia a otra instancia de Su gloria adquirida en Juan 17:10,

“y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos”.

El hecho de que Él sea glorificado en Sus santos es algo que sólo puede ser como resultado de Su obra en el Calvario.
En 2 Tesalonicenses 1:10a, Pablo relaciona esto de manera especial con la segunda venida del Señor:

“cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron”.

La Gloria De Su Resurrección Y Ascensión

De nuevo en Juan 17:1, nuestro Señor habla como si lo del Calvario ya hubiese sucedido. Ora pidiendo que el Padre le glorifique, esto es, levantándolo de los muertos, para que el Hijo entonces glorificase al Padre.
Tenemos un pasaje similar en Juan 13:31-32,

“Entonces, cuando hubo salido, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará”.

Hablaba de Su muerte como la forma en que sería glorificado, y por la cual traería gran gloria al Padre. Parafraseando el versículo 32, podríamos decir: “Ya que Dios es glorificado por la obra de Cristo en la cruz, Dios le glorificará, esto es, levantándolo de los muertos, y lo hará pronto”. Esto es exactamente lo que sucedió: le resucitó el tercer día.
Aquí hay versículos adicionales que hablan de la gloria de Su resurrección y ascensión:

“¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” (Lc. 24:26)
“Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Jn. 7:39).

“Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho” (Jn. 12:16).

“El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad” (Hch. 3:13).
“...recibido arriba en gloria” (1 Ti. 3:16)

“Y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios” (1 P. 1:21).

La gloria de Su resurrección y ascensión empalma con Su eterna gloria en el cielo. Son inseparables.
continuará, d.v., en el siguiente número

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¿Es nuestra música adecuada
para fines espirituales?

El Nuevo Testamento nos invita utilizar canciones, o sea, música para la adoración a Dios y la edificación de los creyentes. Pero el énfasis está en que deben ser canciones espirituales (comp. Ef. 5:19; Col. 3:16). Con respecto al texto, el criterio para evaluar lo que es espiritual y bueno para Dios y los creyentes, debe ser el contenido espiritual fundado en la Biblia. La melodía y la realización musical de los cánticos espirituales deberían apoyar al texto, conformándose a él, y contribuir a la edificación espiritual de los creyentes.
La música espiritual debe estar en consonancia con la naturaleza de Dios y la obra de Su Espíritu. A éstas pertenecen armonía, paz, afabilidad, pureza y claridad, dignidad y decencia (comp. entre otros Fil. 4:9; 1 Co. 14:33; Col. 1:10; 1 Ts. 2:12). Las canciones espirituales deben producir efectos espirituales edificantes en el oyente, tanto en lo que se refiere al texto como a la interpretación musical. El texto, que es lo principal de la música espiritual apropiada, debe ser subrayado discretamente y no cubierto con bullicio. Que no estorbe la obra del verdadero Espíritu Santo. El texto no debe discrepar de la Palabra de Dios. Las canciones espirituales deben fomentar en los oyentes las buenas cualidades espirituales mencionadas en la Biblia; no deben ser contraproducentes para este fin:

· Humildad y la negación de sí mismo en lugar de un “yo” hinchado (1 P. 5:5-6; Gá. 2:20; Ro. 12:3).
· La disposición a someterse, en lugar de rebeldía y el hecho de imponerse (Ef. 5:21).
· Paz y unanimidad en lugar de contiendas y divisiones (Gá. 5:22; Ro. 14:19; Fil. 2:2).
· Disciplina y templanza en lugar de éxtasis y excitación del “yo” (2 Ti 1:7; Tit. 2:11-12).
· Discernimiento, sobriedad y vigilancia en lugar de trance y despertar toda clase de sentimientos (1 P. 5:8; Tit. 2: 2 y 6; 2 Ti. 2:26; 1 Ts. 5:6)
· Apartarse del mundo y negación de los deseos mundanos (1 Jn 2:15-17; Stg. 1:27; Gá. 6:14; Tit. 2:12; Ro. 12:1-2)
· Quietud delante de Dios (Hab. 2:20; Zac. 2:13; 1 P. 3:4)
· Simplicidad y sencillez (2 Co. 1:12; 2 Co. 2:17; 2 Co. 11:3)

Las canciones espirituales no deben satisfacer la carne de los creyentes con sus melodías, ni tampoco excitarla (“no proveáis para los deseos de la carne”, Ro. 13:14). De manera muy especial tenemos que tener cuidado de que no despierten deseos sensuales o sexuales, fomentando la fornicación, como ocurre con la música pop y rock (1 Ts. 4:3; 1 Co. 6:18; Col. 3:5). Tampoco deben incitar a la rebelión y autorealización, a satisfacer las propias apetencias (1 Ti. 1:9; 2 Ti. 3:2; 2:22; 1 P. 2:11). No deben restringir los sentidos (“sobriedad”) y el autocontrol (1 P 5:8; 1 Ts 5:6; Tit 1:8). No deben embriagar emocionalmente al oyente (Ef 5:18) o influenciarle inconscientemente, ni tampoco distraer del contenido espiritual de las canciones.

Rudolf Ebertshäuser, págs. 21-23 de su libro, La "alabanza" carismática y la adoración bíblica en Espíritu y en verdad. Ediciones Cristianas Bibliques
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un mensaje urgente acerca del suicidio

"No Te Hagas Ningún Mal"


"Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido. Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal..." Los Hechos de los Apóstoles 16:27-28

No es muy difícil entender lo que le pasó a aquel hombre. Acabó de atestiguar la
ruina de su carrera, y la pérdida de todo por una circunstancia inesperada. Repentinamente vino el terremoto, y todo se derrumbó ante sus ojos. En pocos minutos experimentó pánico, miedo y desesperación. El texto dice que: "Se iba a matar". No vio ninguna salida, y decidió matarse con su propia espada. Quizá pensaba: "mejor morir que seguir así". ¿Conoces su situación o sentimiento? Muchos, si son honestos, tendrían que decir que "sí", porque saben lo que es sentir la tentación a suicidarse. Frustrados, enojados, desengañados o deprimidos, descienden en el remolino de la depresión y la única salida que ven es ésa.
Pero el suicidio no es ninguna salida; es hacer mal. El apóstol gritó: "no te hagas ningún mal". Sí, el suicidio es un mal. Es pecado: "no matarás". Es el colmo del egoísmo. El carcelero pensaba que todo estaba mal, pero ignoraba dos cosas muy importantes, que quizá tú también ignoras:
1. Todo iba a ser mucho peor si él se matara.
2. Todo podía llegar a ser mucho mejor, para siempre, si a través de aquella situación él aceptara por fin la solución de Dios, que es la salvación en el Señor Jesucristo. Amigo, amiga, lo mismo te digo. "No te hagas ningún mal". Por mala, negra y desesperada que sea tu situación, ten en cuenta dos cosas:
1. Si te matas, será tu pecado final, y no solucionarás nada, sino que irás de mal en peor. Saltarás de la sartén al fuego. Te harás mal. No lo deseo y más cierto es que Dios no lo desea. Recuerda: No es la solución.
2. ¡Hay esperanza! Todo podría llegar a ser mucho mejor, para siempre, si por fin, aunque sea a través de esta situación, tu depresión, humillación o desesperación, tú aceptaras por fin la solución de Dios, que es la salvación en el Señor Jesucristo.
Dios no quiere hacerte mal, sino mucho bien. Pero, ¡qué difícil es hacerte escuchar! Aquel carcelero no escuchó hasta llegar a ese punto tan extremo en su vida. Y quizá para esto mismo tú hayas tenido que sufrir un "terremoto" , quebrantos o pérdidas, y quizá aún llegar al lugar donde contemplas lo impensable, para que por fin estés dispuesto a escuchar y aceptar la ayuda que Dios tanto quiere darte. ¿No ves que tu religión, filosofía y sociedad no tienen la respuesta? Entonces, permíteme presentarte con la verdadera buena noticia, el Evangelio: borrón completo, vida nueva y eternidad feliz. ¿Estás interesado? Espero que sí. Espero tu respuesta, pero mientras tanto, como amigo te ruego: "no te hagas ningún mal".
escrito por Juan Soldado Medina y Carlos Tomás Knott

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martes, 1 de septiembre de 2009

EN ESTO PENSAD -- SEPTIEMBRE 2009

Aspectos De La Gloria De Cristo

William MacDonald

Cuando hablamos de las glorias de Cristo, nos referimos a la excelencia suprema de Su Persona, Su posición o Su obra. Podría significar Sus perfecciones morales y espirituales que vemos con los ojos de la fe mediante la Palabra de Dios. También podría significar Su visible magnificencia y esplendor en el cielo en el tiempo presente o cuando vuelva a la tierra como Rey de reyes y Señor de señores.
Es imposible enumerar las glorias del Señor Jesucristo. Sobrepasan el vocabulario humano. En este capítulo nos limitamos a siete aspectos de aquella gloria que se hallan en las sagradas Escrituras.

Su Gloria Personal, Original, Como Dios El Hijo

Esto se refiere a todas las excelencias y perfecciones de la deidad de Cristo. Es una gloria que es eterna e inherente. Él es nada menos que el resplandor de la gloria de Dios (He. 1:3). El Señor Jesús no podía vaciarse de esta gloria ni dejarla en el cielo, porque es una parte intrínseca de Su persona. Ella incluye todos Sus maravillosos atributos y virtudes. Al venir a la tierra, Él cubrió esta gloria con un velo – un cuerpo de carne – pero estaba allí todo el tiempo, y en ciertos momentos brilló, como por ejemplo en Su transfiguración (Mt. 17:1-8; Mr. 9:1-8; Lc. 9:28-36).

Su Gloria Posicional En El Cielo

Desde la eternidad el Señor Jesús ocupaba una posición de honor y de esplendor indescriptibles. Él era continuamente la delicia de Su Padre y el objeto de la adoración de los ángeles. Pero ante la necesidad de redimir a los seres humanos, Él no sintió que tenía que aferrarse a esa posición a todo coste. Al contrario, se despojó a sí mismo (Fil 2:7a), tomó forma de siervo, y vino al mundo hecho semejante a los hombres. Sin duda Carlos Wesley pensaba en esta gloria posicional al escribir estas palabras: “Manso, Su gloria deja, nace para que el hombre no muera”.1
Es de extremada importancia reconocer que al despojarse así el Salvador, se refiere sólo a Su posición en el cielo; no a Su Persona. Por ejemplo, un príncipe puede dejar el palacio para vivir en una selva, pero no hay forma en que pueda dejar de ser quién es, un príncipe.
En Juan 17:5, el Salvador oró así: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. En otras palabras, Él pedía la restauración de aquella gloria posicional que Él tuvo con el Padre pero que abandonó al venir al mundo.

La Gloria De Su Vida En El Mundo Como El Hijo Del Hombre

Como un hombre en el mundo, el Señor Jesucristo era glorioso en los milagros que hizo. Por esto leemos así: “Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria...” (Jn. 2:11a). Era glorioso en las perfecciones de Su carácter. No conoció pecado, no hizo pecado y no hubo pecado en Él (2 Co. 5:21; 1 P. 2:22; 1 Jn. 3:5). Era tan maravillosamente perfecto que no podía hacer nada por Su propia voluntad. Sólo podía hacer aquellas cosas que el Padre le diera (Jn. 5:19)2, y sólo podía hablar lo que el Padre le decía (Jn. 12:49; 17:8). Pilato tuvo que admitir que no hallaba pecado en Él (Lc. 23:14, 22; Jn. 18:38; 19:4, 6). La decisión de Herodes fue que Cristo no había hecho nada digno de muerte (Lc. 23:15). Uno de los ladrones crucificados al lado Suyo testificó que Jesús no había hecho nada malo (Lc. 23:41). Aun Judas confesó que había traicionado sangre “inocente” (Mt. 27:4).
El Salvador no sólo era glorioso en Su impecabilidad, sino también en Sus palabras. Las personas de Nazaret se maravillaron oyendo las palabras de gracia que salieron de Sus labios (Lc. 4:22). Los alguaciles enviados a detenerle confesaron: “Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre” (Jn. 7:46). Era glorioso en Su humanidad perfecta. Esto se conoce como la gloria moral de nuestro Señor Jesucristo.
continuará, d.v. en el siguiente número

Notas:
1 De su himno en inglés: “Hark The Herald, Angels Sing”.
2 Esto de paso contesta la pregunta de algunos: “¿Jesús podía haber pecado?” Sólo podía hacer lo que veía hacer al Padre, y esto excluye el pecado. Él siempre hacía lo que agradaba al Padre (Jn. 8:29), y esto también excluye el pecado.
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LA MÚSICA ESPIRITUAL Y LA DE LA GRAN RAMERA
Es interesante notar que, en los pasajes del Nuevo Testamento en que se habla de la música, aparece también la música que está al servicio de Satanás, de la que encontramos dos menciones. En el relato de la caída de la gran Ramera, Babilonia, vemos que la música pagana desempeña un papel importante en la seducción de los hombres hasta el final. Junto a otros métodos, la gran Ramera utiliza la música para darles a beber el "vino del furor de su fornicación" (Ap. 18:3): "Y voz de tañedores de arpas, y de músicos, y de tañedores de flautas y de trompetas, no será más oída en ti..." (Ap. 18:22-23). También es relevante para la Iglesia la segunda mención de la música que es contraria a Dios; la hallamos en la advertencia que hizo el apóstol Pablo a los corintios para que se alejaran de toda participación en la idolatría pagana: "Ni seáis honradores de ídolos, como algunos de ellos, según está escrito: Sentóse el pueblo a comer y a beber, y se levantaron a jugar" (o tocar, cantar o bailar). (1 Co. 10:7).Más adelante hablaremos nuevamente de esta advertencia contra la música en la idolatría pagana.
El Nuevo Testamento nos permite contemplar el canto de alabanza de los redimidos del Cordero en la gloria celestial. En Apocalipsis 5:8-9 hallamos la nueva canción de los veinticuatro ancianos ante el Cordero, con acompañamiento de arpas; en Apocalipsis 14:2-3 hallamos la nueva canción de los arpistas y de los 144.000 delante del Cordero; en Apocalipsis 15:2-4 tenemos el cántico de Moisés entonado por los que vencieron a la bestia, con acompañamiento de arpas. Haremos bien en reflexionar a menudo sobre estas escenas de adoración celestial inspiradas por Dios, para comprender más profundamente el carácter de la verdadera adoración y para poder reconocer mejor su falsificación.
En dichas descripciones, hallamos reverencia y sometimiento, humildad y abstención de toda autorrealización; hallamos armonía celestial y un deseo de honrar y glorificar en el espíritu al Dios eterno y al Cordero. Si comparamos esta adoración celestial, a la que todos somos llamados, con el ruido de las guitarras eléctricas, batería y órganos electrónicos, combinado con baile y embriaguez extática, cosas que actualmente se valoran como "alabanza y adoración", el contraste nos debería abrir los ojos, nos debería avergonzar y asustar. ¡Cuánto nos hemos alejado ya de la verdad de Dios!

Rudolf Ebertshäuser, págs. 19-20 de su libro, La "alabanza" carismática y la adoración bíblica en Espíritu y en verdad. Ediciones Cristianas Bibliques
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¿Cómo Debemos Orar?

ORAR = Hablar Con Dios. Adorar. Alabar. Expresar Gratitud. Presentarle nuestros problemas y quejas. Pedir. 1 S. 1:26-27; Mt. 21:22; Stg. 1:5

Algunas Formas De Oración:
CLAMAR = Pedir con exigencia vehemente. Lam. 3:56; Lc. 18:7
IMPLORAR = Pedir con lágrimas. Is. 38:5; He. 5:7
INTERCEDER = Pedir a favor de otros. Est. 4:8; He. 7:25
INVOCAR = Pedir alegando lo prometido. Gn. 4:26; Ro. 10:13
ROGAR = Pedir con insistencia y ahínco. Éx. 33:13; 1 Ti. 2:1
SUPLICAR = Pedir con humildad y sumisión. 1 R. 8:38-39; Hch. 21:5
BENDECIR = Hablar bien. Alabar. Adorar.
IMPRECAR = Someter una queja, denunciar y pedir juicio.

Es el termómetro: revelador del calor y la salud espiritual en la iglesia.
Es el diálogo: medio de comunión consciente con nuestro Padre celestial.
Es la mano: que pide Sus bendiciones, consejos, guía, sabiduría.
Es la mejor arma: para combatir el diablo, acercándonos a Dios en oración.
Es la respiración: el aliento vital del creyente. Una de las señales de una conversión verdadera es la oración (Hch. 9:11). ¿Cómo va tu vida de oración?
Carlos

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Una calurosa bienvenida cristiana te espera entre los hermanos de la
ASAMBLEA BÍBLICA "BETEL"
Calle Torreblanca, nº6 (detrás de la muralla Macarena), 41003 Sevilla
Correspondencia: Apartado 1313, 41080 Sevilla, España

Horario de cultos semanales:
domingo: 11:00 mañana - Cena del Señor y Exposición Bíblica
7:00 tarde Predicación
jueves: 8:00 tarde - Oración y Reflexión de la Palabra

"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones". Hechos 2:42
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