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sábado, 15 de octubre de 2011

EN ESTO PENSAD -- SEPTIEMBRE 2011

APACENTAD LA GREY DE DIOS  
(Parte II)

 




LA OBRA DEL ANCIANO (1 P. 5:2)
“Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros”

1) El pastoreo significa alimentar. Buena enseñanza bíblica, semana tras semana, debe ser la columna vertebral de la vida de la asamblea. La enseñanza debe proveer una dieta sana y completa para el pueblo; no debe ser la repetición cansada de unos temas y bosquejos viejos y muy vistos, sino instrucción pertinente a la vida corriente, y todo el consejo de Dios (Hch. 20:27). La enseñanza debe ser sistemática, enseñando un libro de principio a final, para que su mensaje completo sea entendido.
Alimentar al pueblo de Dios con alimento que le hará fuerte en la fe es, por supuesto, una tarea difícil que requiere un compromiso serio y sacrificial de los maestros. Un anciano que yo conozco es una ilustración de esto. Él trabaja a tiempo completo en su asamblea y se concentra en la enseñanza. Sus predicaciones animan e inspiran, no sólo porque tiene don, sino también debido al tiempo que dedica a estudiar. Invierte unas 20 horas en la preparación de cada mensaje que predica, ¡y se nota! No es de sorprender que la gente está siendo bendecida y la iglesia crece. El don espiritual sumado a la labor diligente es una receta para bendición.

2) El pastoreo significa proteger. Vivimos en un mundo caído, cuyos valores seculares, corrupción moral, doctrina falsa, devoción al materialismo, sed de diversión, obsesión con el sexo y desinterés en Dios son lo opuesto a todo lo cristiano. Los ancianos deben advertir y proteger a su pueblo de los peligros de la mundanalidad. Tristemente, la asamblea también a veces puede ser un lugar peligroso cuando los creyentes  infligen heridas profundas los unos a los otros. De nuevo, los ancianos necesitan proteger al rebaño de los creyentes cuyo comportamiento no es como el de Cristo.
3) El pastoreo significa cuidado personal. Para cuidar correctamente a los suyos, los ancianos necesitan pasar tiempo con ellos, de uno en uno, tratándoles personalmente y llegando a conocer sus vidas. Es útil que cada miembro de la iglesia tenga una visita pastoral de los ancianos al menos una vez al año, en la cual oran juntos y hablan confidencialmente acerca del bienestar espiritual del miembro en la familia, en el trabajo y en la iglesia. La meta de los ancianos en esta visita es inquirir, escuchar, entender y animar.
El trabajo de los ancianos, cuando se hace como Dios quiere, pone enorme demandas sobre la persona y su tiempo. Por eso algunas asambleas encuentran que les ayuda si alguien dedica todo su tiempo al cuidado pastoral: enseñando, visitando, animando y estando disponible para cuidar de los miembros de la asamblea en las necesidades y crisis que puedan surgir. A veces los hermanos que tienen un trabajo secular que ocupa su tiempo, y los que están jubilados, no disponen del tiempo ni la energía que se requiere para hacer esta obra tan importante, y si no se hace la obra, por la razón que sea, el rebaño sufre. Además, la negligencia en el cuidado pastoral desagrada al Señor, porque Él ha mandado claramente que atendamos a este ministerio vital.                                          
continuará, d.v., en el siguiente número

John McQuoid era misionero en Etiopía, y ahora es editor de la revista misionera: "Echoes of Service" en el Reino Unido.  Él y su esposa Edith viven en Larne, Irlanda del Norte
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ASEGÚRESE

Este mensaje está dirigido todos, jóvenes y viejos, que piensan que son creyentes y que irán al cielo. Considere cuidadosamente lo siguiente, pues puede ser la diferencia para usted para toda la eternidad.
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad” (Mt. 7:21-23).
Qué terrible despertar será para aquellos que van por la vida pensando que todo les va bien, pero que en aquél día al presentarse ante el Señor de gloria, oigan la frase: “Nunca os conocí”. No hay palabras que describan la angustia de un alma que al dictársele sentencia y oye la declaración: “Apartaos de mí, hacedores de maldad”. Amigo, note que no dice pocos, sino “muchos me dirán en aquel día”. ¿Se encuentra Ud. entre los muchos? ¿Acaso es Ud. uno de los que se sientan en la congregación  pensando que todo va bien,  pero que si Dios ordenase que pasara a la eternidad, Ud. iría derecho al infierno desde la misma iglesia? Muchos han hecho esto. ¿Ud. se ha bautizado y está tomando la comunión sin ser salvo? Esto también es posible. El bautismo y la comunión no salvan a nadie. ¿Participa en la alabanza, los cánticos? El Señor habló de los que en vano le adoran y le honran con los labios, pero su corazón está lejos de Él. ¿Está Ud. enseñando en la escuela dominical sin ser realmente salvo? Esto también ha pasado con otros. La actividad en la iglesia no salva a nadie. ¿Tiene Ud. la responsabilidad del bienestar eterno de hombres y mujeres que buscan consejo espiritual en Ud.? De ser así, ¿es Ud. de éstos que Dios llama ciego guía de ciegos ¿o su consejo es realmente de Dios? ¿Es Ud. un asalariado, un seminarista o pastor? ¿Depende Ud. de alguna experiencia religiosa, carismática como muestra de que es salvo? Hasta los paganos han hablado en lenguas, visto visiones y hecho milagros. ¿Qué prueba bíblica tiene Ud. que irá al cielo, no al infierno? ¡Es tiempo de despertar y pensar acerca de estas cosas! Es tiempo de examinar su alma. Dios dice: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en fe; probaos a vosotros mismos. ¿No os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros? si ya no sois reprobados” (2 Co. 13:5). Dios requiere que nos aseguremos de nuestra “vocación y elección” (2 P. 1:10).
No olvidemos que muchos están en el camino ancho que lleva a la perdición, y que tan sólo unos pocos en el camino estrecho que lleva a la vida eterna. Esta es la razón por la cual Dios dice: “Temamos, pues, que quedando aún la promesa de entrar en su reposo, parezca alguno de vosotros haberse apartado” (He. 4:1). Si su objetivo es el cielo y no lo alcanza, nada queda sino eterna perdición. Si está siendo engañado por una de las muchas maneras que Satanás tiene para destruir el alma, y no lo sabe o no le importa, entonces en el día en que el Juez Justo aparezca para probar los corazones de los hombres, su llanto por toda la eternidad será: “¡Ay, ay, demasiado tarde!”. Con toda urgencia le digo: ASEGÚRESE. No se requiere un sacrificio muy grande de su parte para que sepa sin duda alguna que sus pecados han sido perdonados y que en verdad va rumbo al cielo.
¿Cuáles son algunas de las señales de la vida eterna? Dios dice que tenemos que nacer de nuevo. ¿Qué quiere decir este nuevo nacimiento? Leemos: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co. 5:17). ¿Sabe Ud. lo que esto quiere decir en su vida? “Él que dice: Yo le he conocido, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y no hay verdad en él” (1 Jn. 2:4). ¿No merecen estas palabras meditación? “Mas el que aborrece a su hermano, está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a donde va porque las tinieblas le han cegado los ojos” (2:11). ¿Anda Ud. en las tinieblas o en la luz? Dios es luz. Si estamos haciendo la voluntad de Dios, caminamos en luz como Él está en luz, y no como alguien ciego en tinieblas. “Él que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre” (2:17). ¿Acaso no vale la pena luchar por esto? porque también se nos dice: “Él que hace pecado, es del diablo” (3:8). “Él que no ama, no conoce a Dios; porque Dios es amor” (4: 8). “Por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:16). ¿Cuáles son los frutos? “No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos” (7:18). ¿Qué sabe Ud. acerca del fruto del Espíritu: caridad (amor), gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza?
Es necesario que nos analicemos y nos probemos, no con sentimentalismos ni buenas intenciones, sino a la luz pura de la Palabra de Dios. Permítame urgirle, no importa quien sea, dónde esté, a qué iglesia pertenezca, el “trabajo cristiano” que esté haciendo, si es blanco o negro, viejo o joven, mujer o hombre,  protestante, católico romano, judío o de cualquier otra religión: ASEGÚRESE. Recuerde, sólo hay UN Dios, UN camino de salvación, UN cielo y UN infierno. “Si el justo con dificultad se salva, ¿a dónde aparecerá el infiel y el pecador?” (1 P. 4:18).
“Este pueblo de labios me honra; mas su corazón lejos está de mí” (Mt. 15:8). “Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada” (15:13). El tiempo es un corto espacio, la eternidad es incalculable. El cielo jamás dejará de existir, como tampoco el infierno. Si es uno de los SUYOS, demuéstrelo. Escuche bien: Dios odia la tibieza. Él quiere a hombres y mujeres determinados, afirmados en la verdad, firmes en la Palabra viviente, sin ser arrastrados por todo viento de doctrinas, sino bien establecidos en la Roca que es Jesucristo. Qué triste condición existe hoy día en iglesias evangélicas donde apenas hay diferencia entre aquellos que profesan ser cristianos, y los del mundo. El mundo, la carne, y el diablo son los enemigos de todos, incluso de os que profesan ser hijos de Dios. Se nos dice que Satanás se disfraza como un ángel de luz. ¿Acaso no es esto motivo para examinarnos nosotros mismos? Que nos ASEGUREMOS de nuestra salvación. Le ruego que no permite que la pereza ni la indolencia espiritual le mantenga en un estado de engaño acerca de si mismo, porque es el camino de la perdición. No posponga ni un segundo más su examen espiritual, ni tenga de sí mismo compasión. No diga: “mañana”, porque el camino de mañana conduce a la ciudad de nunca.
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¿Cuántos caminos hay al cielo? Cada religión parece tener su propio camino (o caminos) para llegar, pero no están de acuerdo unas con otras, y no pueden tener todas la razón. Algunas dicen que sólo hay un Dios. Otros dicen que hay muchos dioses. Otros dicen que Dios no existe. ¿Cómo pueden tener razón todos? ¡No pueden!
¿Realmente existe un camino al cielo?  Sí, existe. ¿Es posible conocerlo? Sí, podemos. Jesucristo dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Esta declaración no deja lugar para otros caminos a Dios. Sin embargo, mucha gente toma a la ligera estas palabras de Cristo. Piensa que era un buen maestro religioso pero nada más. Sí, es verdad que Jesucristo era un buen maestro, ¡y los maestros buenos dicen la verdad! Es por eso que debemos tomar muy en serio lo que dijo.
Un día Jesús hablaba con un hombre religioso, y le dijo: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). La respuesta no está en la religión. Hay un problema más grande que debe ser solucionado. Es el pecado. El pecado es como un muro que nos separa de Dios. Durante los siglos de la historia los seres humanos han intentado escalar el muro, elevándose moralmente, o evitar el muro diciendo que no existe. Pero sí, existe, y no podemos escalarlo porque– desde la perspectiva de Dios– el pecado nos ha hecho espiritualmente muertos (Ef. 2:1). ¡Los muertos no pueden escalar!
Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo para proveer el camino por el cual nosotros podamos “nacer de nuevo” – recibir vida espiritual y una relación personal con Dios.  Porque no es nada que podamos hacer por nosotros mismos, la salvación es llamada “don” o “dádiva” en la Biblia, y es algo que se recibe “gratuitamente”, no a cambio de prácticas religiosas.  Esta dádiva fue comprado a gran precio por el Señor Jesús, que puso Su vida pagando por nuestro pecado. Allá en la cruz del Calvario, Él “llevo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Pedro 2:24). Luego, el tercer día Cristo salió de la tumba victoriosamente y jamás morirá otra vez. Esta dádiva de vida nueva—el único camino al cielo—se te ofrece. ¿La aceptarás? ¿Reconocerás ante Dios que estás muerto espiritualmente en pecados? ¿Por la fe confiarás en Jesucristo para ser tu Señor y Salvador? “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
El camino al cielo no es nada que podamos merecer por obras, ni deducir por nuestra cuenta. Al contrario, es sólo por medio de la fe en Jesucristo, y está al alcance de todos los que arrepentidos confíen en el Señor Jesús. No es por obras sino por la sublime gracia de Dios (Efesios 2:8-9).
Amigo, ¿estás en el camino al cielo?
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¿ES BÍBLICO EL SISTEMA UNIPASTORAL?
escribe Mark Frees, ex-pastor
Ante todo, tomemos tiempo para leer cada uno de los siguientes versículos:

“Y constituyeron ancianos en cada iglesia...” (Hch. 14:23).

“Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia...Les dijo...Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en el que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar (pastorear) la iglesia del Señor” (Hch.20:17-28).

“Pablo y Timoteo...a todos los santos en Cristo que están en Filipos, con los obispos y diáconos” (Fil. 1:1)

“Por esta causa te dejé en Creta, para que...establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” (Tit. 1:5).

“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia” (Stg. 5:14).

“Ruego a los ancianos que están entre vosotros... Apacentad (pastoread) la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente” (1 P. 5:1-2).

“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros” (Ef. 4:11).

“Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene un salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación” (1 Co. 14:26).

En el verano de 1990, mientras pastoreaba una preciosa y pequeña iglesia en la zona rural del estado de Mississippi, fui guiado a predicar una serie de mensajes acerca del modelo del Nuevo Testamento para la iglesia y su liderazgo. Aquella decisión fue fatídica. Mientras oraba y escudriñaba las Escrituras durante un periodo de varias semanas, había una pregunta inquietante que persistía en entrometerse – una pregunta que presento aquí para la seria consideración del lector: ¿Dónde se encuentra en la Escritura el mandato de que un hombre sea el líder espiritual y la autoridad de la iglesia local? No importa que éste sea el patrón incuestionable seguido por la cristiandad hoy, sino ¿dónde se halla en la Escritura?
Un examen cuidadoso de las Escrituras impresas al principio de este escrito convencerán, creo yo, al honesto lector, de la misma manera que me convencieron a mí, de ciertas verdades:

(1) El patrón del Nuevo Testamento es para que la iglesia sea guiada, no por un “pastor” solitario, sino por un grupo de hombres, designados en la Escritura como “ancianos” o “sobreveedores”. Está claro que estos dos términos se refieren al mismo oficio, (“anciano” aparece para referirse al oficio mismo, “sobreveedor” —obispo— a la función del oficio).

(2) No hay ninguna alusión a un oficio de “pastor” en la iglesia local separadamente o superior al de anciano. Estas Escrituras muestran con sencillez que a los ancianos o sobreveedores, se les ha dado el papel primario de pastorear el rebaño. En términos generales, “pastor” es el nombre que describe el don – enfatizando el ministerio de pastorear, y “anciano” describe el carácter del hombre que ocupa ese oficio. Son términos intercambiables (aunque puede haber otros aparte de los ancianos que ejerzan un don pastoral – maestros de la Biblia, por ejemplo). Sí, Dios ha dado “algunos como pastores”, pero en ningún lugar en la Escritura se refiere a nadie como el  pastor de una asamblea local. A menos que alguien piense que estamos sutilizando sobre palabras, déjeme que recalque que la terminología no es la clave del asunto aquí. El punto que debe tenerse en mente con claridad es que, en el Nuevo Testamento, las iglesias nunca fueron pastoreadas por un hombre, cualesquiera que fueran su título o designación, sino siempre por un grupo de hombres. No leemos nada de ningún “pastor mayor”  que tenga más grado debido a su edad o tiempo en el ministerio, ni nada de un anciano presidente. De hecho, tales títulos se hallan cerca de la blasfemia, ya que Cristo es “el Príncipe de los pastores” (1 P. 5:4).
(3) La implicación clara es que los ancianos normalmente son establecidos por el Espíritu Santo desde dentro del cuerpo local, no llamados o importados de fuera – y ciertamente no de los rangos de un “clero” profesional. No puedo evitar el creer que el proceso de “búsqueda pastoral” moderno de hoy en día, completo con resúmenes, negociaciones de salario, sermones de prueba, y cosas por el estilo, es una penosa ofensa al Espíritu de Dios. De nuevo, nuestra pregunta debe ser: ¿Dónde se halla todo esto en la Escritura?

(4) El ministerio público de la Palabra no es para ser confiado a un hombre en una iglesia local, ni siquiera a los ancianos como grupo. Este ministerio está abierto para cualquier hermano que ha sido divinamente dotado para ello, y no depende de haber sido “ordenado” por autoridad humana. Pablo no estaba escribiendo a un círculo de clérigos “ordenados” cuando dijo: “Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina...”, etc. Aparte de la cuestión de si todos los dones mencionados por Pablo en este versículo siguen operando en la iglesia, ¿tiene esta breve vista de la iglesia del Nuevo Testamento el más mínimo parecido al ministerio singular de hoy?

Consecuencias Tristes

La mayoría de las iglesias de hoy en día confían el liderazgo del rebaño y casi todo el ministerio público a un pastor solitario, quien ha sido elegido de entre el “clero” profesional, importado de fuera de la iglesia, y contratado para recibir un salario convenido (en oposición al apoyo voluntario) por sus servicios. ¿Puede el lector – con su Nuevo Testamento abierto ante él – negar que éste es un desvío drástico del patrón bíblico? Sin duda lo es, y ha tenido severas consecuencias en la vida espiritual de nuestras iglesias. Los siguientes son algunos de los problemas que son creados o agravados por este sistema unipastoral que no es bíblico:

(1) Perpetúa la deplorable distinción entre “clero” y “laico”. Ningún engaño pernicioso del diablo ha sido tan desplegado como esta distinción completamente no bíblico. Los pastores de hoy en día se afligen porque son incapaces de involucrar al “laico”, sin ni siquiera considerar que es al mismo sistema que divide a los cristianos en dos clases al que hay que culpar. ¡La respuesta no es “involucrar” al laico, sino eliminarlo! ¡Fuera con la idea de que la obra cristiana es el área de unos pocos especiales!

(2) Produce en los creyentes la ausencia de responsabilidad en testificar a los perdidos, animar a los hermanos, profundizar en el estudio de la Biblia, visitar a los enfermos, etc., fuera de una consciente o subconsciente suposición de que éstas son “las tareas del predicador”. A menudo el único que visiblemente obra por Cristo en la comunidad es el pastor, cuyo testimonio está perjudicado por el hecho de que cobra por hacerlo. Y, ¡cuán raro es el estudio serio de la Biblia fuera del estudio del pastor! Hay un engaño bien extendido de que sólo el pastor “ordenado” está cualificado para minar las riquezas de la Palabra de Dios, y que sólo él es responsable de usar la Palabra para animar a los hermanos y advertir a los perdidos. Como resultado, hombres que han sido creyentes en Cristo por treinta o cuarenta años y “debieran ser ya maestros” (He. 5:12) siguen alimentándose a sí mismos. En nuestras iglesias actuales ésta no es la excepción desafortunadamente. Es la norma. De todo el daño ocasionado por el sistema no bíblico de darle el ministerio de la iglesia a un mero profesional (o en iglesias grandes, a un personal de profesionales), la debilitación de los hombres de nuestras iglesias es quizás el efecto más trágico.

continuará, d.v., en el siguiente número

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