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sábado, 30 de marzo de 2024

EN ESTO PENSAD - abril 2024

 Lázaro Muerto y Resucitado

Lucas Batalla


Texto: Juan 11.1-27

En este capítulo vemos que acabó de suceder una tragedia familiar, la enfermedad y muerte de Lázaro. Era un tiempo de mucha tristeza para Marta y María, aunque ellas creían en el Señor. Han pasado muchos siglos, y todavía la gente muere, de accidentes, enfermedades y debilidades. Oímos decir que con la medicina moderna, o con ciertas vitaminas y curas naturales, podemos evitar las enfermedades y la muerte, pero cierto es que nada ni nadie cura la muerte. Por eso oímos decir: “de algo hay que morir”. El cuerpo se va debilitando, el ser humano es humillado por ello, y al final viene la muerte. Es inevitable. Es así desde que el Señor dijo a Adán que en el día que comiere del árbol prohibido, moriría. Pero Eva comió, luego Adán, y luego oyeron estas solmenes palabras de Dios: “polvo eres y al polvo volverás” (Gn. 3.19). He allí el principio de la muerte, y esa sentencia divina se aplica  a todo ser humano. En todas partes del mundo hay cementerios y sepulcros.
    Siempre es triste, y especialmente en el caso de los que no son creyentes, que no son salvos, porque significa el juicio y la perdición eterna (He. 9.27). Siempre es triste la muerte de un ser querido, aún cuando es creyente, porque significa que no le veremos más durante un tiempo. Y si no es creyente, el caso es peor, porque la pérdida es para siempre.
    Este capítulo cuenta que Lázaro enfermó y murió. Hubo oraciones, dolencias, tristeza, y ceremonias probablemente de velorio y entierro. Todo eso pasó sin intervención del Señor. Los versos 2-9 relatan que Él esperó a propósito. Creer en el Señor no significa que no vayamos a enfermar ni morir. Cuando el Señor dijo “Lázaro duerme” (v. 11), los discípulos no entendieron (v. 12), y luego Él aclaró: “Lázaro ha muerto” (vv. 13-14). El sueño es simplemente una figura de la muerte del creyente, porque luego despertará y estará mejor. No usa esta figura para con los incrédulos, porque no tienen esperanza. El Señor se alegró por los discípulos en esa situación, por los propósitos que tenía. Ellos serían fortalecidos en su fe (v. 15), y Dios sería glorificado (v. 4).
    Así que, no fue a Betania hasta el cuarto día después del entierro (v. 17). No le visitó cuando enfermó. Los judíos intentaban consolar a las hermanas en su dolencia (v. 19), y naturalmente había lágrimas (v. 33). Pero Cristo no fue al velorio, ni al entierro, pero no por indolencia y falta de interés, sino tenía un plan que nadie se podía imaginar. La primera que habló con Él fue Marta: “si hubieses estado...” (v. 21), y luego María le dijo lo mismo (v. 32). Ellas esperaban Su visita e intervención, y le pusieron falta, pues no podían anticipar lo que iba a hacer. Y todavía hoy el Señor permite que los creyentes se enfermen y mueran, y debemos aceptar eso con fe, sabiendo que el Señor ha prometido que el creyente “no morirá eternamente” (v. 26).
    Los incrédulos, y también algunos que profesan creer, acusan a Dios de descuido o indolencia en las tragedias. La gente dice: “Murió un niño – o una niña – y ¿Dónde está Dios?” “Murió mi madre”, “Murió mi esposo, y ¿dónde estaba Dios?”. Se resienten, y algunos incluso se enojan con Dios como si Él fuera culpable, y lo utilizan como excusa para no creer. Pero ¿quiénes somos nosotros para cuestionar a Dios? Como Job, debemos aprender a poner la mano sobre la boca y no hablar más (Job 40.4), porque no entendemos Sus caminos que son más altos que los nuestros (Is. 55.8-9). Consideremos la respuesta de Marta y su fe, pues aunque estaba triste y no entendía, dijo: “Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará” (v. 22). El Señor le dio promesa: “Tu hermano resucitará” (v. 23), pero ella pensaba en el futuro distante, y respondió: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero” (v. 24). Luego añadió: “Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo” (v. 27).  No se debilitó en la fe, sino en su tristeza seguía confiando. En las tristezas y tragedias de la vida debemos asirnos firmemente del Señor y Sus promesas, porque sabemos que Él tiene propósitos buenos respecto a nosotros, y no se equivoca. El enojo y el resentimiento son reacciones de incrédulos.

continuará, d.v. en el próximo número

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EJERCÍTATE  
Carlos Tomás Knott  (parte 2)

viene del número anterior


En Hebreos 12.1-4 vemos otros ejercicios para la piedad. “…Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado”. Correr es difícil si llevamos demasiado peso. El Señor Jesucristo debe ser nuestra motivación y ejemplo. Si nos ejercitamos en eso, no seremos débiles – nuestro ánimo no se cansará. Con la fortaleza de la piedad, podremos resistir no solo el pecado sino la prueba, y tendremos la bendición de Santiago 1.12.
    Es importante estar creciendo siempre, sea cual sea nuestra edad o nivel de conocimientos. Algunos creen que están bien, cuando realmente necesitan poner más atención. El problema es que su concepto de su salud espiritual no corresponde a la realidad. Gálatas 6.3 informa: “… el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña”. Alguien dijo que la satisfacción es el sepulcro del progreso. Claro que estamos satisfechos con el Señor y Su obra. Pero ni siquiera los apóstoles se daban por satisfechos respecto a sí mismos (Fil. 3.13-14). “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co. 15.58). Para continuar en la firmeza, la constancia y el crecimiento, debemos ejercitarnos para la piedad.
    Pablo dijo al joven obrero Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Ti. 2.15). Esto indica que no es automático que seamos aprobados por Dios en nuestro servicio. Hay que procurarlo diligentemente. Esto también es ejercitarnos para la piedad. Específicamente se trata de cómo usamos la Palabra de Dios. Hay que leer y estudiarla con cuidado, para asegurar que nuestra manera de usarla es buena y correcta, de acuerdo con la voluntad de Dios. Esdras era un “escriba diligente” (Esd. 7.6). ¿Cómo se ejercitaba para la piedad? “Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos” (Esd. 7.10). Si viviera hoy, no pasaría su tiempo en teléfono y las redes sociales, porque el provecho para la piedad está en otra cosa. Él se preparó, se esforzó para conocer y obedecer la Palabra de Dios, y luego Dios le utilizó. A nosotros nos toca ejercitarnos para prepararnos bien, y si lo hacemos, seremos instrumentos para honra, santificados (2 Ti. 2.21), y Dios nos podrá utilizar cómo y cuándo quiere.
    El ejercicio para la piedad incluye el cuidado de la dieta espiritual. “Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad” (2 Ti. 2.16). “Cesa, hijo mío, de oír las enseñanzas que te hacen divagar de las razones de sabiduría” (Pr. 19.27). “Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho” (Tit. 3.9). Es necesario evitar “las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia” (1 Ti. 6.20). Tales cosas no son aptas para el consumo, sino perjudiciales. Conducen a la impiedad, no a la piedad. También debemos evitar a los que “tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” (2 Ti. 3.5).
    Algunos, para ver cómo hacer algo, observan en persona, o en YouTube cómo otros lo hacen, pues eso les ayuda. Y el apóstol Pablo felicitó a Timoteo por observar y seguir su ejemplo. “Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos…” (2 Ti. 3.10-11). No se trata de simplemente conocer el ejemplo que Pablo dio – el mero conocimiento – sino de seguir su ejemplo, y eso es ejercitarse para la piedad. 
                                                                   

  continuará, d.v. en el siguiente número

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  La Voz de Dios    

parte 2
Mervyn Wishart

viene del número anterior


3. En la tormenta

El Salmo 29 ha sido llamado la más vívida descripción de una tormenta en nuestro idioma. Se levanta sobre el mar. “Voz de Jehová sobre las aguas… Jehová sobre las muchas aguas” (v. 3). Llega con fuerza a la tierra del Líbano, derribando delante suyo los cedros masivos. “Voz de Jehová que quebranta los cedros” (v. 5). Luego se mueve al sur: “Voz de Jehová que hace temblar el desierto; Hace temblar Jehová el desierto de Cades” (v. 8). Siete veces declara que la voz de Jehová es la fuerza de la tormenta, y la describe como poderosa y majestuosa. “Truena el Dios de gloria” (v. 3).
    Para el pueblo de Dios hay consuelo en la tormenta: “Jehová preside en el diluvio, y se sienta Jehová como rey para siempre” (v. 10). Él está en control, y Su autoridad es indiscutida. El que en la tormenta manifiesta Su impresionante poder, “dará poder a su pueblo”. Aunque embravecida la tormenta, “Jehová bendecirá a su pueblo con paz” (v. 11).
    Cuán apropiado es que David comienza el salmo con una exclamación: “Dad a Jehová la gloria y el poder” (v. 1). Aunque somos creyentes, las tormentas pueden llegar a cada una de nuestras vidas. Es reconfortante ver que Jehová es nombrado dieciocho veces en este salmo, haciéndonos saber que el Señor está en control, aun en medio de la furia de la tormenta. Como en Galilea, Él puede decir a las grandes olas: “Calla, enmudece” (Mr. 4.39; Nah. 1.3).
    
4. En la tranquilidad
    Elías, el hombre que estuvo firme sobre el Monte Carmelo para retar a los 450 profetas de Baal, huyó para salvar su vida de Jezabel (1 R. 19.3). Comenzó a mirar adentro – con introspección – en lugar de mirar arriba al Señor. Se volvió egocéntrico, y cuando el Señor le preguntó: “¿Qué haces aquí, Elías?”, repetidas veces habló de sí mismo: “He sentido un vivo celo… sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida” (vv. 9-10, 14).
    Pero el Señor obraba para restaurar a Su siervo. Le había enviado un ángel que le tocó y dos veces trajo comida y agua. Le dio fuerzas para caminar cuarenta días y noches. Entonces el Señor le habló directamente: “Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado” (vv. 11-12). Cuando Elías oyó ese sonido apacible, “cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva.  Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?” (v. 13). “Ve, vuélvete…” (v. 15).
    En la tranquilidad escuchó la voz del Señor, y recibió corrección y dirección. Nosotros también debemos buscar un lugar tranquilo, lejos del ruido y el clamor del mundo, donde podamos afinar nuestro oído para escuchar la voz apacible y delicadao de Dios. “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Sal. 46.10).

continuará, d.v. en el número siguiente

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  LA TRIBULACIÓN

parte 6
por Jeff Brown

viene del número anterior
Babilonia
    Apocalipsis 17 habla de un gran y poderoso sistema de religión falsa, que predominará en la tierra durante la primera parte del periodo de la Tribulación. Ese sistema consta de la cristiandad apóstata (los que son dejados atrás después del Rapto), unida a otras falsas religiones en el mundo, y es retratada como una prostituta (“ramera”, Ap. 17.5). Durante la Tribulación muchos santos serán martirizados por los de ese sistema religioso. Aproximadamente a la mitad del periodo de los siete años, el anticristo (inspirado por demonios), y los de su séquito (diez “reyes” confederados, Ap. 17.10) se volverán contra ese sistema malo y lo destruirán.
    Apocalipsis 18 habla de un “imperio” comercial que estará centrado en una ciudad. Esto también será destruido por Dios al final del tiempo de la Tribulación. A lo largo de los años ha habido mucha especulación sobre la ubicación de esa ciudad. De 404 versos en el libro de Apocalipsis, 278 aluden al Antiguo Testamento. Cuando en el Antiguo Testamento leemos de Babilonia, siempre se refiere a una ciudad literal. Por eso, parece que Babilonia será reedificada (así como Jerusalén), y luego será totalmente destruida.

Armagedón
    No solo los creyentes, sino también muchos inconversos han oído de Armagedón. Pero, ¿qué realmente es Armagedón, por qué sucederá y cuándo será eso?


Meguido y el valle de Jezreel

¿Qué Es Armagedón?
    Armagedón es el conflicto más grande en la historia humana, y sucederá al final del periodo de la Tribulación. (véase Dn. 11.40-45; Jl. 3.9-17; Zac. 14.1-3 y Ap. 16.14-16). “Ar” (heb. “har”) significa monte, y “Magedón” significa “de Meguido” (Ap. 16.16). Es el monte desde el cual se ve el valle de Esdraelón (nombre helenístico para el valle de Jezreel), en el norte de Israel. Allí se reunirán los ejércitos del mundo, bajo influencia del dragón (Satanás). Armagedón no parece ser una sola batalla, sino una serie de conflictos intensos y batallas, ¡que terminarán en destrucción masiva! Como vimos previamente, la Babilonia religiosa será eliminada. Entonces Jerusalén será tomada con gran pérdida de vidas (Zac. 12.1-3; 14:1-2). El remanente de la nación, que huyó a los montes del sur, será protegido (Miq. 2.12). Entonces la nación se arrepentirá y será regenerada antes de la batalla final y la destrucción de los ejércitos del anticristo. Esa destrucción comenzará en Bosra, después en Jerusalén y el valle de Cedrón (heb. nahal kidron), que es también el valle de Josafat. Esa destrucción de las fuerzas del anticristo se extenderá desde Armagedón (Ap. 16.16) hasta Edom (Is. 63.1), en un área de 320 kilómetros. Será el más vil y grande derramamiento de sangre en la historia del mundo: “… salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios” (Ap.. 14.20). 

¿Por Qué Sucederá Esto En Armagedón?
    Hay al menos dos razones por las que tomará lugar esa gran batalla. Primero, vemos la soberanía divina, en que ha escogido el lugar donde el juicio divino caerá sobre los enemigos de Dios. Toda la oposición humana y satánica se unirá en contra de Israel, la nación escogida de Dios, y todos serán traídos a esa región para el juicio de Dios. Dios será magnificado, y se preparará el escenario para el reino milenario de Cristo. Segundo, hay un razonamiento humano con respecto a Armagedón. La humanidad (inspirada satánicamente), deseará eliminar a todos los judíos, pues creen que ellos son la causa de todos los problemas del mundo.

¿Cuándo Sucederá Armagedón?
    La Biblia aclara que Armagedón sucederá después del arrebatamiento de la iglesia, y justo antes del final del periodo de la Tribulación. Si eres un cristiano, cuando leas este artículo, será al menos 7 años después de ahora. Marcará el final del reino del anticristo y el falso profeta, y entonces vendrá Cristo al mundo por segunda vez, con gloria y gran poder. En aquel día Sus pies estarán sobre el Monte de los Olivos. Volverá al mismo lugar de donde salió cuando ascendió al cielo (Zac. 14.1-6; Hch. 1.11).

Conclusión
    Hemos visto que el periodo de la Tribulación destacará los más intensos terrores y juicios globales que jamás ha conocido la tierra. No obstante, nos asegura que, como creyentes, nunca experimentaremos esa terrible fase de la historia del mundo. Los propósitos eternos de Dios se realizarán finalmente, y después del reino milenario de Cristo sobre la tierra, habrá “un cielo nuevo, y una tierra nueva” (Ap. 21.1). Bien se ha dicho: “La Tribulación es cierta, pero también es cierto el triunfo. En el tiempo que nos queda ahora, antes del Rapto, procuremos conducir al Señor las almas perdidas, edificar a los santos, y glorificar a nuestro Salvador en nuestra vida personal y eclesial.


traducido de la revista Present Truth (“La Verdad Presente”), Vol. 21, nº 245,
246, 247, 249 y 250 enero-febrero, abril-mayo, junio-julio 2023, febrero-marzo2024.
Todos los artículos en inglés están disponibles en su página web: www.truthdefended.com

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 7 Razones que Demandan el Uso del Velo
Según 1 Corintios 11

William M. Banks, Hamilton, Escocia


Introducción

Hoy más que nunca cuestionan y dudan de los papeles y las contribuciones distintas de los varones y las mujeres en la asamblea. Los conflictos vienen de voces en la sociedad que insisten en la igualdad de los sexos y también debido a la confusión que ahora ha surgido sobre la “identidad de género”. Estos asuntos afectan el tema del ministerio de la mujer, y debemos tener claros los roles distintos de hombres y mujeres en la asamblea. Las corrientes en la sociedad, queramos o no, suelen ejercer ciertas presiones sobre la asamblea. Sin embargo, notamos que el tema doctrinal que tenemos delante es basado en la enseñanza del Nuevo Testamento, no en la cultura sino en la perdurable y firme autoridad de las Sagradas Escrituras. Recuerda, también, que es inmensa la contribución práctica de las hermanas.1 Es cierto que la función de muchas asambleas hoy depende de ellas.
    El tema de 1 Corintios 11.2-16 tiene que ver con el concepto de “la cabeza”, pues la palabra aparece nueve veces. Cinco veces el uso es metafórico, y cuatro veces es literal, por ejemplo, en el verso 4 el primer uso es literal, mientras el segundo es claramente metafórico (véanse los siguientes versos: v. 3 – tres veces; v. 4 – dos veces; v. 5 – dos veces, v. 7; v. 10). Nota también que los versos 17-34 tratan el tema del señorío, pues el título “Señor” aparece ocho veces (v. 20; v. 23 – dos veces; v. 26; v. 27 – dos veces; v. 29; v. 32). “Cabeza” denota autoridad y responsabilidad, no superioridad. No se debe inferir ninguna diferencia cualitativa o esencial. Por eso, es totalmente apropiado que aparezca en el mismo contexto que el señorío. Si apreciamos el señorío, esto conducirá automáticamente a la aceptación y práctica del concepto de cabeza, que significa autoridad y responsabilidad…


1. Para Someterse Al Hombre Como La Autoridad Designada Por Dios
    La primera razón está en la primera mitad del verso 5. Emplea metafóricamente la palabra “cabeza”, ahora no de Cristo como fue el caso con el varón, sino respecto a la cabeza de la mujer: el varón. Surge la pregunta: ¿de qué modo puede ella deshonrar al varón? La respuesta es: cuando no se somete a la autoridad divinamente dada al varón.

2. Estar Descubierta Equivale a “Unisex”

    Si no se cubren, es lo mismo que si se hubiese rapado (vv. 5-6). La palabra traducida “rapado” aparece cuatro veces en el Nuevo Testamento: dos veces en el verso 6, una en Hechos 8.32, “… cordero mudo delante del que lo trasquila”, y Hechos 18.18 que informa que Pablo se había “rapado la cabeza” en Cencrea. Ya que Pablo se rapó la cabeza, está claro que de ese modo el pelo está más corto que normalmente sería el caso para el hombre, hasta el cuero cabelludo.
    La largura del pelo de la mujer no debe dar ni la mínima indicación de “unisex”, que es una táctica del diablo para borrar las distinciones entre los sexos. El cabello largo de la mujer debe distinguirla claramente del otro sexo, pues de otro modo es “vergonzoso”.
2  De paso nota que si el cabello de la mujer es su velo (como algunos enseñan), entonces, ¡cuando su cabeza está descubierta no tiene pelo!

3. Para Reconocer que la Autoridad Visible de Dios Es Conferido Al Varón
    Pablo declara de manera inequívoca que “la mujer es gloria del varón” (v. 7).  Esto no está bien recibido en la sociedad moderna. ¡Quien hable así será acusado de misoginia! Pero está claro el registro bíblico. Hay dos razones por las que ella es la gloria del varón.
· Por decreto divino en la creación (v. 8). Dios en Su soberanía puso al varón primero en el orden de la creación, y la mujer fue tomada del hombre (Gn. 2.22-23). El varón no procede de la mujer, sino ella de él.
· Por el propósito divino en la creación (v. 9). “Y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón” (vea Gn. 2.18).
    …La mujer creyente que cubre la cabeza acepta que la autoridad visible de Dios está establecida en el varón.

1 Los textos bíblicos relevantes incluyen: Juan 12.1-11; Lucas 10.38-42; 1 Timoteo 5.10, etc.

2 Del griego aiscros, bajo, indecoroso, vergonzoso. También significa deshonroso, véanse también 1 Co. 14.35 y Ef. 5.12.

continuará, d.v. en el siguiente número

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LA VERDAD SOBRE
LA RESURRECCIÓN DE JESUCRIST
O


Los autodenominados “Testigos de Jehová” enseñan que Cristo resucitó como espíritu, no en Su cuerpo humano, y que apareció a Sus discípulos en diversos cuerpos carnales que formó y desintegró. Pero la resurrección siempre tiene que ver con el cuerpo, lo cual es lógico porque el espíritu no muere. Abraham, Isaac y Jacob ya habían muerto cuando Dios se describió a sí mismo como Dios de ellos (Lucas 20.37). Cristo aclaró que sus espíritus aún vivían, “porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven” (Lucas 20.38). Y realmente viven, no solo en la memoria de Dios. Esa es otra invención de los Testigos. El Señor les dijo a los saduceos algo pertinente para los Testigos: “¿No es ésta la razón por la que están ustedes equivocados: que no entienden las Escrituras ni el poder de Dios?... ustedes están muy equivocados” (Marcos 12.24, 27 NBLA).
    Si Cristo resucitó en espíritu, ¿dónde, pues, está Su cuerpo? Los Testigos dicen que Dios se deshizo de él; fue disuelto en sus átomos constitutivos. Pero Jesús dijo: “Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré”. Entonces los judíos le respondieron: “En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú lo levantarás en tres días?”. “Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó… sus discípulos se acordaron… y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había hablado” (Juan 2.19-22 NBLA).
    Pero Jesús, resucitado, se les apareció a los discípulos que “pensaban que veían espíritu” (Lucas 24.37). Los “Testigos” hubieran dicho que sí, que era espíritu. ¿Qué dijo Cristo? “Palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24.39). Estas palabras “yo tengo” significan que aún tiene cuerpo. Más de medio siglo después, el apóstol Juan recordó esta ocasión: “Lo que... palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida” (1 Juan 1.1).
    Cuando “les mostró las manos y el costado” (Juan 20.20), los discípulos sabían que era el mismo Jesús que había sido crucificado. Él les dijo: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy” (Lucas 24.39). Sin embargo, “todavía ellos, de gozo, no lo creían” (Lucas 24.41). También, Él “comió delante de ellos” (Lucas 24.43), y convencidos, “los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (Juan 20.20).
    Todos los que están en los sepulcros saldrán, los salvos a vida, y los no salvos a condenación (Juan 5.29). Estos últimos “serán salados con fuego” (Marcos 9.49), siendo preservados en el fuego eterno y por Él. Pero el Señor Jesús prometió: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5.24). Amigo, reflexiona ahora. ¿Cuál será la resurrección suya? ¿La de vida, o la de condenación?

    Tomás Kember
publicacionespescadores.com/folletos

"El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y ésta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas" (Juan 3.18-19).

jueves, 29 de febrero de 2024

EN ESTO PENSAD - marzo 2024

 EJERCÍTATE

“Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Ti. 4.7-8).

El ejercicio físico es saludable por sus beneficios para el cuerpo, y muchos lo practican de alguna manera. Pagan una cuota por asistir a un gimnasio, y van cada semana a hacer sus rutinas de ejercicios con las pesas y otras máquinas. Algunos aprovechan de un entrenador que les aconseja y supervisa sus ejercicios, para sacar más provecho. También se cuidan de la dieta. Procuran comer cosas naturales, y evitan el consumo de cosas que no favorecen la salud.
    Curiosamente, pocos cristianos se ejercitan para la piedad. Solemos creer que la piedad es algo que Dios nos da, pero no es así. La salvación es solo de Dios, por la gracia, no por obras. No podemos contribuir a ella, y por eso estamos eternamente seguros, porque es obra Suya. En cambio, la piedad requiere nuestra participación. Pablo enseña que, para adquirir la piedad, uno debe ejercitarse. Para ilustrar el punto, menciona el ejercicio corporal que “para poco es provechoso”. Tiene sus beneficios, pero solo “para poco”.
    Cuánto tiempo y dinero gastan algunos en gimnasios, máquinas de ejercicio y comidas especiales, y todo es para poco provecho a plazo corto. Desembolsan más para todo eso que para ofrendar al Señor. En cambio, con la palabra “Pero” – contraste – declara que “la piedad para todo aprovecha”. La piedad es provechosa en dos tiempos: “esta vida presente” y “la venidera”.

    
Para sacar ese provecho, hay que ejercitarse. Hay que involucrarse y disciplinarse, como uno hace en el ejercicio corporal. Gastan dinero en gimnasios, porque si no, no pueden entrar. ¿Qué pasaría si tuvieran que pagar por entrar a un estudio bíblico? No que quisiéramos cobrarles, pero es extraño que pagan por algo de poco provecho, y desatienden lo que para todo es provechoso. Se hacen un horario estructurado para ejercicios y sueño, y usan sus relojes inteligentes para ver cuántos pasos dan y cuántas horas de sueño de calidad tienen. Pero en la esfera espiritual, hay un gran descuido, y quizás tienen un concepto equivocado de su propia madurez espiritual. No tienen un horario estructurado de ejercicios espirituales. No tienen una rutina para crecer en la piedad. Por ejemplo, a penas leen la Biblia, y aunque la lean un poco, no se esfuerzan para estudiarla. Son más fieles en asistir al gimnasio que en asistir a las reuniones de la congregación. Saben que, en el gimnasio, no se trata de estar presente, sino de esforzarse para cumplir los ejercicios. Pero en la vida espiritual, a lo mejor solo están presentes en algunas reuniones. A pocos se les ocurriría buscar el consejo de un “entrenador” (anciano, o maestro de la Palabra), para mejorar – el discipulado. Al salir de una reunión, no podrían decir qué provecho específico han sacado para su vida espiritual. En casa, y durante la semana, se esfuerzan poco. No es sorpresa que no crecen, que no adquieren más conocimiento, sabiduría y fortaleza espiritual para crecer en la piedad. Algunos tienen “manos caídas” y “rodillas paralizadas” (He. 12.12).
    El apóstol Juan escribió: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Jn. 2). Es un deseo comprometedor. ¡Si nuestra salud física dependiera de nuestra salud espiritual, muchos estarían débiles o enfermos, y otros estarían muertos! Esto es porque no se ejercitan para la piedad.
    Sabemos que si uno come bien, pero no hace ejercicio, el cuerpo no puede aprovechar las calorías y los nutrientes. Entonces, o lo elimina, o lo convierte en grasa y así lo almacena. Piensa en la cantidad de creyentes que asisten continuamente a reuniones y estudios bíblicos, pero solo para ver y oír. Parece que su idea de ser espiritual es tener muchas reuniones y conferencias. Pero ni eso es para muchos un ejercicio para la piedad, pues solo asisten, oyen, luego participan del refrigerio o las comidas servidas, y se despiden. ¿Qué provecho han sacado para la piedad? La degustación de sermones ha venido a ser para algunos como una diversión, o una actividad social que toma el lugar del cine, el estadio o las fiestas. Pero si no se ejercitan, si no lo aprovechan para crecer en algo específico, ¿de qué les sirve? Pueden estar presentes físicamente, pero en muy mala salud espiritual, por falta de ejercicio personal en la piedad.
    El escritor de Hebreos nos advierte que “es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (He. 2.1). Cristo dijo a Nicodemo: “Os es necesario nacer de nuevo”, y al oír esto decimos: “¡Amén!” Pero aparentemente pensamos que, si somos creyentes, poco nos es necesario. Decimos que somos salvos por la gracia, no por obras, y no vemos la importancia y el valor de las obras en la vida cristiana (véase Ef. 2.10). Según Hebreos 2.1, nos es necesario ser diligentes en oír y aplicar la sana enseñanza. Esto es, no solo escuchar, sino atender con diligencia. También el apóstol Pedro nos aconseja así: “poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (2 P. 1.5-7). Dios no nos da la diligencia. Nosotros la debemos poner. Dios no añade a nuestra fe las cosas nombradas. Nos toca a nosotros. Tenemos que añadirlas, y para eso hay que poner toda diligencia – es nuestra responsabilidad. Son ejemplos de cómo ejercitarse para la piedad. Si no hacemos los ejercicios, no tendremos más piedad en nuestro carácter y nuestra vida. No vale la excusa: “es que soy así”, para explicar por qué no hay mejora en nuestro carácter y conducta. Debemos ejercitarnos para añadir a nuestra vida la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la paciencia, la piedad, el afecto fraternal y el amor. Reflexionemos: ¿qué ejercicios, que esfuerzos realizamos para crecer en estos aspectos de la vida cristiana? ¿Tenemos metas, un plan estructurado, y una rutina? ¿Nos analizamos, “medimos” o “pesamos” para ver si hemos crecido?

Carlos Tomás Knott,   continuará, d.v., en el número siguiente

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¿HOY REALMENTE EXISTEN APÓSTOLES?

“Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo” (2 Co. 11.13). Observa bien, que de los 120 creyentes reunidos en Jerusalén, solo dos satisficieron los requisitos declarados en Hechos 1.21-22. El Señor escogió uno de ellos: Matías (Hch. 1.26), para unirse con los otros 11 apóstoles. Más adelante,  el Señor llamó de manera especial a Pablo (1 Co. 9.1), pero después de él, no hay más (Hch. 20.29-30). Los que hoy presumen de serlo son falsos, fraudulentos y engañadores.

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  LA TRIBULACIÓN

parte 5
por Jeff Brown

viene del número anterior


Los Dos Testigos (Ap. 11.3-12)

 
Entendemos que estos dos individuos entran en el escenario durante la primera mitad de la Tribulación, y son grandemente usados por Dios durante tres años y medio (Ap. 11.3); este verso dice 1.260 días. Quizás relata el tiempo en días porque Dios valora cada día de su testimonio y también de las pruebas que enfrentan los Suyos. Es aun posible que su ministerio colabore en la salvación de los 144.000 que salen a predicar. Cuando los dos testigos cumplan el tiempo de testimonio, la Bestia estará supremo en el cenit de su reinado, y habrá tremenda persecución de los santos salvados durante la Tribulación. ¿Quiénes son esos dos testigos? No lo sabemos porque la Biblia no lo declara. Se vestirán de cilicio (v. 3), y eso nos recuerda los profetas del Antiguo Testamento que en el Nombre de Dios proclamaron aflicción y tristeza, dando también un mensaje de esperanza. Los poderes de esos testigos y sus milagros son similares a los hechos de Moisés y Elías (Ap. 11.5-6), que aparecieron juntos con Cristo en el monte de la transfiguración (Mt. 17.3). Al final de los 1260 días, la Bestia los vencerá y los matará. Sus cuerpos quedarán en la plaza de Jerusalén durante tres días y medio, y su muerte será causa de gran regocijo en todo el mundo. Pero serán resucitados públicamente, y un terremoto destruirá la décima parte de Jerusalén y matará a 7.000 personas (Ap. 11.11-13). Los demás se aterrorizarán y darán gloria “al Dios del cielo”.

Los Últimos Tres Años y Medio

 
    Los primeros tres años y medio serán “principio de dolores” (Mt. 24.8), y entonces llegará el tiempo de la “gran tribulación” (Mt. 24.21). ¿Qué provocará este cambio? La primera bestia, el Anticristo, demandará la adoración universal, y pondrá su imagen en el templo. Así comenzará el peor tiempo de persecución en la historia, para el pueblo de Dios y los que creen el evangelio del reino (los santos de la Tribulación). Dios establece que la segunda mitad de la Tribulación será tres años y medio, 1.260 días (Ap. 11.3), o 42 meses de 30 días (Ap. 13.5). En la primera mitad de la Tribulación comenzaron los juicios divinos, pero en la segunda mitad se extenderán geográficamente, y aumentarán en intensidad. Estos son los juicios de los sellos, las trompetas y las copas.

Los Juicios de la Tribulación

 
    Durante el tiempo de la Tribulación, Dios mandará a la tierra tres grupos de juicios sucesivos: los sellos, las trompetas y las copas. Cada juicio en su turno será más intenso, devastador y extenso que el anterior. Podemos entender que los juicios de las trompetas saldrán del séptimo sello, y los juicios de las copas saldrán de la séptima trompeta. El comienzo de estos juicios (los sellos) viene temprano en el periodo de la Tribulación (Ap. 6), cuando se abra el libro sellado (Ap. 5). Ese libro representa las escrituras – el título de propiedad – del planeta. Satanás el usurpador se adueñó del mundo, pero solo Cristo es digno de abrir esos sellos y el libro (Ap. 10.2, 8).

¿Qué Son Esos Juicios?

1. Los Sellos 

    El Anticristo establecerá con diplomacia su gobierno mundial al comienzo, cuando se abrirá el primer sello de la Tribulación (Ap. 6.1-2). A partir de entonces, Cristo seguirá abriendo los demás sellos. Los juicios de esos sellos incluyen una masiva guerra mundial, y un hambre mundial, quizás como resultado de la guerra. Luego, y posiblemente debido a esos dos sellos, el mundo será visitado de gran mortandad. Como resultado de la guerra y el hambre, las fieras y la muerte, morirá 25% de la población del mundo (Ap. 6.4-8). Si basamos el cálculo sobre la población mundial corriente, ¡serían 2 mil millones de personas! Después de eso habrá un gran terremoto, seguido por cataclismos nunca vistos, en los cielos (sol, luna, estrellas) y en la tierra (montañas e islas), (Ap. 6.12-17). Es interesante notar que los 144.000 siervos/testigos serán sellados y protegidos de esos juicios (Ap. 7.2-4). La apertura del séptimo sello introducirá los juicios de las siete trompetas (Ap. 8.1.-2).


2. Las Trompetas

     Con el avance del tiempo los juicios aumentarán en severidad y extensión. Los juicios de las trompetas comenzarán con la destrucción de 33% de los árboles y toda la hierba verde (v. 7), y 33% del mar se convertirá en sangre (vv. 8-9). Después de esto, 33% de los ríos y las fuentes de las aguas serán convertidas en ajenjo (vv. 10-11). Entonces habrá convulsiones en los cielos que apagarán 33% de la luz del sol, la luna y las estrellas, y eso afectará el día y la noche (Ap. 8.12). Apocalipsis 9.1-12 describe el juicio de la quinta trompeta, cuando criaturas como demonios, parecidos a escorpiones y langostas, subirán del pozo del abismo. Se les prohibirá matar a las personas, pues las atormentarán tanto que muchos desearán la muerte – pero no será permitido. La sexta trompeta traerá como juicio 200 millones de jinetes que matarán al 33% de la humanidad. Ya que antes murieron 25% de la población en los juicios previos, eso significa que del 75% que queda, morirán 33% de ellos. Esto significa que en ese momento solo quedará vivo 50% de la población anterior del mundo.  Sin embargo, increíblemente, los que quedan todavía rehusarán arrepentirse (Ap. 9.13-21). Entonces la séptima trompeta traerá los juicios más severos que jamás han azotado al mundo: las copas de ira.

3. Las Copas de Ira

    Apocalipsis 16 revela la extensión e intensidad de los juicios de esas copas de ira. Jamás ha habido juicios tan fuertes en la historia del mundo. Comenzarán con llagas malignas que aparecerán en todos los que reciben la marca de la bestia. Luego todos los mares se cambiarán en sangre y morirá todo ser viviente que hay en el mar. Después, las aguas dulces (ríos, lagos, etc.) serán cambiados en sangre. El calor del sol aumentará, se quemarán los hombres, y sin embargo blasfemarán y no se arrepentirán. Entonces llegarán tinieblas densas con dolores continuos. Se secará el río Éufrates (v. 12), y eso abrirá paso para la venida de grandes ejércitos del oriente, para unirse a los demás en el conflicto final de Armagedón. Al secarse el río, serán activados espíritus inmundos, espíritus de demonios (vv. 13-14). La séptima y final copa causa gran devastación y prepara el escenario para la segunda venida de Cristo en poder y gloria.  El más grande terremoto en la historia tendrá efectos globales, destruirá enteramente al sistema mundial y juzgará severamente a todos los inconversos. Causará grandes cambios topográficos en la tierra (islas y montañas, v. 20) y caerá un enorme granizo. Sin embargo, habrá resistencia, no arrepentimiento.
    Estimado lector, si eres creyente, ¿no sientes gozo de saber que estás a salvo? No solo eres salvo de los terrores y horrores de los siete años de la Tribulación, sino también de una eternidad en el lago de fuego. Y si no eres creyente, reconoce ahora el terrible rumbo de tu vida, y arrepiéntete mientras haya tiempo.

continuará, d.v.

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 Manasés el Malvado  

parte 2
Lucas Batalla

viene del número anterior
Textos:

2 Reyes 21.1-18;

 2 Crónicas 33.1-2


El problema hoy con las iglesias que aflojan y cambian con el mundo, es que, como Manasés, no les importa cómo parecen las cosas “ante los ojos de Jehová”, sino actúan por lo que quiere el pueblo, y para complacer a sus esposas e hijos. Copian lo que ven en otras iglesias “exitosas”, y piensan que si vienen más personas y hay más libertad, todo estará bien. Manasés también quiso complacer a los hombres y no a Dios. El resultado final se ve en 2 Crónicas 33.6, “se excedió en hacer lo malo ante los ojos de Jehová, hasta encender su ira”. 2 Reyes 21.16 añade: “derramó Manasés mucha sangre inocente en gran manera, hasta llenar a Jerusalén de extremo a extremo; además de su pecado con que hizo pecar a Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehová”. El rey malvado no solo hizo mal, sino, porque era rey, afectó malamente a toda la nación. 2 Crónicas 33.9 explica: “Manasés, pues, hizo extraviarse a Judá y a los moradores de Jerusalén, para hacer más mal que las naciones que Jehová destruyó delante de los hijos de Israel”. Es el pecado de hacer a otros pecar, como había hecho Jeroboam en el reino del norte: “y Jeroboam apartó a Israel de en pos de Jehová, y les hizo cometer gran pecado” (2 R. 17.21). Hoy también los líderes de las iglesias que no se ciñen a la Palabra de Dios son culpables de hacer pecar al pueblo de Dios. 2 Crónicas 33.10 dice que Dios les habló, pero no escucharon. Por eso, el duro castigo llegó (v. 11). Los asirios aprisionaron con grillos a Manasés, lo ataron con cadenas y lo llevaron a Babilonia. Nuestras decisiones y hechos tienen consecuencias. El pueblo que aprobaba lo que hacía Manasés no podía protegerlo de los asirios que Dios mandó como castigo.
    Entonces, el malvado rey reaccionó, cuando fue humillado. “Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres” (v. 12). No se humilló, sino fue humillado por Dios. Siempre es mejor humillarse que ser humillado (Stg. 4.10; 1 P. 5.6), pero algunos solo aprenden a base de golpes. Alguien dijo: “Si Dios te trata duramente, no es porque Él sea duro, sino porque tú eres duro”. Ahora bien, analizando el caso de Manasés, es cierto que se humilló, pero no está muy claro si se convirtió o no. Debemos recordar que el malvado rey Acab también se humilló (1 R. 21.27-29), y eso no fue una conversión. Nabucodonosor y Darío también reconocieron y temieron al Dios de Israel, pero sin convertirse. Así que, es bueno que Manasés se humillara, y por eso leemos: “Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios”. Dios le restauró a su trono (2 Cr. 33.13). Pero queda la duda acerca de su condición espiritual, pues no dice que tuviera fe, ni que fuera justificado como Abraham o David.
    En los versos 14-16 leemos de sus buenas obras, que manifestaron un nuevo temor de Dios de parte del rey. Pero esas reformas quedaron incompletas en dos sentidos. Primero, quitó algo, principalmente limpió al templo y la ciudad de Jerusalén, pero no deshizo todo lo que había hecho para los dioses falsos en los versos 3-7.  Segundo, leemos en el verso 17 que no consiguió reformar al pueblo: “Pero el pueblo aún sacrificaba en los lugares altos, aunque lo hacía para Jehová su Dios”. No querían cambiar, pues eran sinceros pero equivocados. Por la maldad de Manasés el pueblo había pecado de tal manera que pasó el punto de no retorno. Años después, el profeta Jeremías declaró esta triste noticia de parte de Dios: “Y enviaré sobre ellos cuatro géneros de castigo, dice Jehová: espada para matar, y perros para despedazar, y aves del cielo y bestias de la tierra para devorar y destruir. Y los entregaré para terror a todos los reinos de la tierra, a causa de Manasés hijo de Ezequías, rey de Judá, por lo que hizo en Jerusalén” (Jer. 15.3-4). Generaciones futuras iban a sufrir el castigo divino en parte debida al mal ejemplo y el mal liderazgo de Manasés. Lo mismo pasará en las iglesias, cuando en el tribunal de Cristo algunos sufrirán pérdida porque siguieron al liderazgo malo y equivocado, en lugar de obedecer a Dios. Otros, engañados por una falsa profesión de fe, ni siquiera llegarán al tribunal, pues irán al castigo eterno.
    Los versos 18-19 (2 Cr. 33) resumen “los demás hechos de Manasés”, diciendo: “he aquí todo está escrito en las actas de los reyes de Israel” (v. 18).  El verso 19 dice: “Su oración también, y cómo fue oído, todos sus pecados, y su prevaricación, los sitios donde edificó lugares altos y erigió imágenes de Asera e ídolos, antes que se humillase, he aquí estas cosas están escritas en las palabras de los videntes”. Todo está escrito para nuestra enseñanza, para que no repitamos esa triste historia.
    Finalmente, “durmió Manasés con sus padres, y lo sepultaron en su casa” (v. 20), “en el huerto de su casa” (2 R. 21.18), no con los otros reyes, porque su vida era una desgracia. Pero el efecto malo de Manasés no cesó con su muerte, pues había sembrado la maldad en el corazón de muchos, y además, le sucedió su malvado hijo Amón. Debemos reflexionar bien en el temor de Dios antes de actuar, porque para bien o para mal, influiremos a otros. ¡Que el Señor nos guarde de ser como Manasés!       

Lucas Batalla, de un estudio dado en agosto, 2023

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La Voz de Dios

Mervyn Wishart

1. En las tinieblas
No hay mejor capítulo que Génesis 1 para comenzar nuestro estudio sobre la voz de Dios. En sus 31 versos leemos nueve veces: “y dijo Dios”.
    Las primeras palabras habladas en la creación y la inspiración están en el verso 3. “Y dijo Dios: Sea la luz”. Aunque la luz tarda ocho minutos del sol a la tierra, cuando Dios habló, la iluminación llegó instantáneamente: “y fue la luz”. El sol y la luna no fueron creados hasta el día cuatro. Dios creó luz antes de crear la fuente de luz. El escéptico diría: “eso nunca podría suceder”, pero el creyente lo acepta exactamente como la Biblia dice.
    Hay tres textos bíblicos que hablan con sencillez y poder de la obra de creación. Cuando era creyente joven, me ayudaba pensar en ellos juntos.


    ¿Quién es el Creador del mundo?
    “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1.1).
 

    ¿Cómo fue creado el mundo?
    “Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Sal. 33.9).
 

    ¿Cómo podemos entender esto?
    “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios” (He. 11.3).
    

    Al sonido de Su voz en aquel primer día de la creación, Dios hizo resplandecer la luz en las tinieblas. Otro día llegó, cuando en las tinieblas del Calvario se escuchó la voz del Hijo de Dios, que gritó: “Consumado es” (Jn. 19.30). En ese momento las tinieblas espirituales desaparecieron y nuevamente la luz brilló.

2. En el huerto
    La primera ocasión de oír un ser humano la voz de Dios fue en el huerto de Edén. Fue un ambiente perfecto, un huerto planificado y plantado por el Jardinero celestial. “Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer” (Gn. 2.9). Primero menciona lo placentero – delicioso a la vista, y luego lo necesario – para comer. Para completar la escena idílica, el verso 10 informa: “Y salía de Edén un río para regar el huerto…”. El huerto era perfectamente ordenado. Adán todavía estaba solo, y Jehová Dios le dio la responsabilidad de labrarlo y guardarlo (Gn. 2.15). Notamos que aun antes de la caída, la intención divina era que el hombre trabajara diariamente.
    No nos informa cuánto tiempo Adán y Eva pasaron en feliz comunión diaria con Dios durante el tiempo de su inocencia. El pecado nos roba el gozo de la comunión con Dios, y en cuanto a Adán, esa dulce comunión dio lugar al miedo. “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día” (Gn. 3.8). El Señor llamó a Adán diciendo: “¿Dónde estás tú?” (Gn. 3.9). Adán respondió: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (Gn. 3.10). Fue una experiencia nueva; una emoción que antes desconocía. Por primera vez en su vida, sabía lo que era tener miedo. A pesar de su hermosura, Edén llegó a ser un huerto de derrota y fracaso.
    En contraste glorioso, la Escritura habla de otro huerto cerca de Jerusalén (Jn. 19.41). Allí el Señor Jesús resucitó el tercer día, muy de mañana, del sepulcro nuevo de José (Mt. 27.58-60). Era un huerto de victoria y triunfo.

continuará, d.v., en el número siguiente

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  DOS COSAS

Hay dos cosas que cada cristiano, si puede, debe hacer cada primer día de la semana. La primera es: recordar al Señor en el partimiento del pan. “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan” (Hch. 20.7). La segunda es: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado” (1 Co. 16.2). Esto es llamado: “la ofrenda para los santos” (v. 1). El mandamiento tiene la misma fuerza para ambas cosas.                                                                                      

Mervyn Wishart

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NICODEMO,
Y EL NUEVO NACIMIENTO


La prioridad
“Nicodemo…vino a Jesús de noche” (Juan 3.1-2).

¿Por qué “de noche”? ¿Estaba demasiado ocupado de día? ¿No quería que nadie lo viera con Cristo? ¿No quería esperar hasta la mañana? Sea lo que fuere, el punto importante es que vino. Amigo, no posponga más venir a Cristo. Él dijo: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6.37).

La eternidad
“No puede ver el reino de Dios” (Juan 3.3).

Pareciera que Cristo sorprendió a Nicodemo al decirle: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3.3, 7). O sea, sin ser hijo, uno no será ciudadano. El futuro con Dios es para la familia de Dios. Si Nicodemo hubiera muerto en ese momento, no habría ido al cielo.

La necesidad
“No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3.7).

En el versículo 3 aprendimos que el nuevo nacimiento es la preparación para ir al cielo. Ahora, en el versículo 7, vemos la solución para el problema de la carne. “Lo que es nacido de la carne, carne es” (v. 6). La “carne” a veces es física, pero otras veces habla del principio pecaminoso que opera en todos nosotros (Romanos 7.23). La carne es incorregible. Por eso, Dios la soluciona con “lo que es nacido del Espíritu” (v. 6). Es un requisito, no una recomendación. Solo Dios (el Espíritu) puede dar la vida y la victoria (v. 8).

La responsabilidad
“¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?” (Juan 3.10).

Nicodemo no se puso a la defensiva al descubrir su falta (vv 3-7). Ahora entiende su falla: no sabía (v. 10), no había recibido (v. 11) y no creía (v. 12). Cristo lo confrontó con su ignorancia, su indisposición y su incredulidad. Era una irresponsabilidad para un “maestro de Israel” (v. 10), porque “si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mateo 15.14).

La finalidad
“Es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3.14-15).

Irónicamente, para este nacimiento se necesitaba una muerte, la de Cristo. Las personas mordidas por las víboras en el desierto, al mirar a la serpiente de bronce, vivían al instante (vea Números 21.6-9). Amelia Hull lo expresa así en su himno:

“La mirada de fe al que ha muerto en la cruz infalible la vida nos da.
Mira, pues, pecador, mira pronto a Jesús, y tu alma la vida hallará”.

“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3.16), lo cual significa nacer de nuevo.

Tomás Kember
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miércoles, 31 de enero de 2024

EN ESTO PENSAD - diciembre 2023

NOTA: Pedimos disculpas por el despiste de no publicar el nº de diciembre 2023. Para rectificar, lo presentamos aquí, aunque tarde y fuera de secuencia en el blog. 


¿TE IMPORTA
EL SEGUNDO MANDAMIENTO?


“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra” (Éxodo 20.4).

Alguien preguntó: ¿Qué opinas de poner un belén? Pero, a fin de cuentas, ¿qué importa nuestra opinión o la de otra persona? La pregunta correcta es: ¿Qué piensa Dios? o ¿Qué dice la Escritura? Dios prohibe el uso de imágenes. Los católicos romanos se suelen justificar diciendo que no las adoran, sino que son ayudas para la memoria. Es la misma excusa que usan los evangélicos cuando decoran sus casas o locales con el belén (nacimiento). Dios no dice: “no te harás ciertas clases de imágenes”, sino “No te harás imágen, ni ninguna semejanza...”. Lo repite en Levítico 26.1, “No haréis para vosotros ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros a ella; porque yo soy Jehová vuestro Dios”. Algunos dicen que solo lo hacen en su casa, fuera de la vista de otros, para no ofender. Pero ofenden a Dios. La Palabra de Dios responde: “Maldito el hombre que hiciere escultura o imagen de fundición, abominación a Jehová, obra de mano de artífice, y la pusiere en oculto” (Dt. 27.15).  
    ¿Qué dijo el apóstol Pablo a los de Atenas? “...No debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres” (Hch. 17.29). No es correcto usar arte e imaginación de hombres para representar a Dios. No, ni siquiera un belén.

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Las Hazañas de la Oración

“La oración ha partido el mar y parado las aguas de ríos, de peñas ha sacado torrentes de aguas, apagó fuegos impetuosos, tapó bocas de leones, desarmó víboras y su veneno, juntó las estrellas contra los malos, paró la luna, detuvo el sol en su carrera, abrió puertas de hierro, soltó almas de la eternidad, conquistó a fuertes demonios y trajo legiones de ángeles del cielo. La oración ha controlado las pasiones ardientes del hombre, y ha puesto en fuga y destruido vastos ejércitos de ateos soberbios y valientes. La oración ha resucitado a muertos, y otros vivos por ella han evitado filo de espada. La oración hizo a un hombre subir de lo profundo del mar, y llevó a otro al cielo en un carro de fuego. ¿Qué no ha hecho la oración?”

– autor desconocido


    Realmente es Dios que hace todas esas cosas, por Su gran poder, pero las hace en respuesta a nuestras oraciones.

    Cuando el Señor Jesús enseñó a los discípulos a orar, dijo: "Padre nuestro, que estás en los cielos". Nunca les enseñó a orar a María, los santos, los ángeles o los muertos. El rosario no está en la Biblia. Ningún santo en ningún lugar en la Biblia jamás oró a otro sino a Dios. El rey David, en un Salmo dijo a Dios: "Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne" (Sal. 65.2).  

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La  Autoridad

Jesucristo declaró: "Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra" (Mt. 28.18 NBLA). Por lo tanto, "les enseñaba como quien tiene autoridad" (Mt. 7.29). La gente decía: "Con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen" (Lc. 4.36). Hablando de sí mismo, el Salvador dijo que Dios "le dio autoridad de hacer juicio" (Jn. 17.2 NBLA). Incluso en cuanto a Su propia vida Él dijo: "Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo" (Jn. 10:18 NBLA). La autoridad es algo precioso en las manos de una persona responsable.

Juan Dennison, Devoción A Diario, lectura para el 30 de julio

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 La Herejía “Amigable”   

La Importancia de la Impecabilidad de Cristo,  parte 2

viene del número anterior

¿Podemos dudar, entonces, que esta “pequeña” y “amigable” herejía no es una de las favoritas del diablo? Pues por medio de ella puede meter un pie por la puerta de muchos que nunca admitirían una falsa doctrina más obvia. Muchos que nunca aceptarían un atentado directo contra la deidad de Cristo, por ejemplo, abrazarán esta aparentemente inofensiva enseñanza que, en principio, la niega. El adversario, que se deleita sobre todas las cosas en reducir la estima de los hombres a Cristo, debe sentir un vivo placer viendo a cristianos que abrazan en forma de semilla algo que repudiarían con vehemencia si estuviera en plena floración.
    Pero a veces surge la pregunta, ¿podría Cristo ser plenamente humano si no podía pecar? La respuesta, naturalmente, es que sí. Nuestro Señor tomó en sí mismo forma de verdadera humanidad—cuerpo, alma, y espíritu—y esta naturaleza humana Él la retendrá durante toda la eternidad. Pero la humanidad que Él tomó no fue una humanidad caída, como la nuestra, ni siquiera una humanidad inocente, como la de Adán, que fue inicialmente sin pecado, pero, como bien sabemos, tenía la capacidad de pecar. Más bien, nuestro Señor tomó forma de una humanidad santa.
    Su humanidad fue única, la del “santo ser” nacido de una virgen (Lc. 1.35). No había ni un rasgo de pecado, ni la posibilidad de pecar en Él. Esto sólo pudo ser por la unión inseparable a Su naturaleza divina en una Persona gloriosa, sin mancha, e inefablemente santa.
    Pero entonces, objetan algunos, las tentaciones no eran reales si no había posibilidad de pecar. Ah, piensa de nuevo. Si te estoy vendiendo un diamante que sé que es auténtico, y se lo llevamos al joyero para que lo inspeccione para tu beneficio, ¿hay alguna posibilidad de que falle la prueba? Ninguna. ¿Es real la prueba? Por supuesto. Pero, ¿cuál es el propósito de la prueba? No para saber si el diamante es o no auténtico—pues eso ya lo sé—sino para demostrar que es auténtico.
    Y esto es lo que fue la tentación de Cristo. ¿Fue real la prueba? Ciertamente. Pero, ¿había alguna posibilidad de que Él no la pasara? Ninguna, pues Su santidad prístina brilla un millón de veces más que el diamante más intachable del mundo. La prueba fue real, pero su propósito no fue ver si Él podía fallar o no, sino demostrar que, al contrario del primer Adán, Él no podía fallar, ni fallaría.
    Hermanos, ¿no hace bien a nuestros corazones el pensar en Él de esta manera? A Él no se le llama el “segundo Adán”, sino el “postrer Adán”, porque no hacen falta más. Los consejos eternos de Dios no pendían de un hilo de contingencia, pues la obra de la redención estaba en manos que no podían fallar.
    Pero, ¿cómo puede Cristo simpatizar con nosotros en nuestras tentaciones si Él fue incapaz de pecar? La verdad es, (aunque a algunos no les guste oírlo), que Él no simpatiza con nuestras inclinaciones pecaminosas, si eso es lo que entendemos por tentaciones. Un Dios santo nunca puede simpatizar con el pecado. La cruz fue una prueba de ello. Más bien, Él “condenó al pecado en la carne” (Ro. 8:3).
    Nuestro Señor, como el gran Sumo Sacerdote, simpatiza con nuestras debilidades. Él fue el “varón de dolores”. Él sabe lo que es estar cansado, y tener hambre, y ser rechazado. Él comprende el dolor físico y el dolor más profundo de un corazón afligido. Él sintió la punzada del dolor y lloró sobre la tumba de un ser querido. Sí, Él simpatiza con nuestras debilidades y pruebas, pero nunca, nunca con nuestras inclinaciones al mal.
    Este es un punto vital, pues aquellos que desean tener un Salvador cuya experiencia en la tentación refleja precisamente la suya, no se dan cuenta de que si esto fuera así, Cristo debería haber poseído una naturaleza pecaminosa. En Santiago 1:14 está más claro que el agua que, para nosotros, la tentación implica atracción por las concupiscencias de nuestra naturaleza pecaminosa. ¿Nos rebajaremos hasta tal bajeza al declarar que nuestro Señor conoce por experiencia lo que esto es? ¡Perezca el pensamiento!
    Hebreos 4:15 nos dice que el Señor Jesús fue tentado, o probado, en todo según nuestra semejanza, “pero sin pecado”, o, literalmente, “excluido del pecado”. La frase es la misma empleada en Hebreos 9:28, donde se habla de Cristo ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos, pero que aparecerá por segunda vez “sin relación al pecado”. Esto es, en Su segunda venida, al contrario de la primera, el pecado no será el asunto en cuestión.
    También, cuando leemos que fue tentado en todo según nuestra semejanza, “excluido del pecado”, sabemos que en Su tentación, o prueba, el pecado no era lo que tenía en mente. Él soportó toda manera de prueba, pero nunca hubo ninguna cuestión de inclinaciones al mal o de la posibilidad de pecar.
    ¿Y cómo puede ser? Porque Él fue, y es, y siempre será, santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores. A Él el serafín en los días de Isaías atribuyó tres veces la absoluta santidad. Es Dios manifestado en carne—nuestro glorioso e impecable Señor y Salvador Jesucristo.

Mark Frees, de la revista Uplook, octubre 1994,
traducido con permiso

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  Levítico: “Sed Santos”


Hoy son pocos los creyentes que leen y entienden el libro de Levítico, pero es de gran importancia. Su importancia y relevancia hoy se ven en que es citado más de cuarenta veces en el Nuevo Testamento. Además, hay textos en el Nuevo Testamento que nos enseñan la importancia de conocer el Antiguo Testamento, pues fue escrito para nosotros (1 Co. 10:6, 11; Ro. 15:4). En el libro de Hebreos, todas las citas dadas son del Antiguo Testamento. El Tabernáculo, los sacrificios y el sacerdocio figuran en la enseñanza.
    Podríamos decir que Levítico es un manual de sacerdotes, y además tiene instrucciones para todo el pueblo de Dios. La palabra hebrea: “godesh”, que significa “santo” o “santidad”, aparece más de 150 veces en el libro. La santidad es muy importante en nuestra relación con Dios, pues Él es santo (Lv. 11.44-45). Todo aspecto de nuestra vida debe ser gobernado por este mandato: “sed santos”. Algunos hoy descartarían eso, diciendo que no estamos bajo la ley, y que Levítico fue escrito para Israel, no para la iglesia. Pero hablar así es una muestra de ignorancia, pues el apóstol Pedro, inspirado por Dios, citó Levítico cuando escribió a las iglesias: “como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 P. 1.14-16).
    Observa que, en Levítico, el sacerdocio es introducido para un pueblo ya redimido. En Éxodo Dios redimió al pueblo, sacándolo de Egipto, y lo consagró para sí. Luego, en Sinaí, estableció el sacerdocio y las ordenanzas para los sacrificios y la santidad. Los sacerdotes no eran para el mundo – por ejemplo, los egipcios, sino para el pueblo redimido por la sangre de la pascua. Dios no establece sacerdotes para el público general, ni como mediadores, pues un sacerdote no puede salvar a nadie. Su ministerio es a Dios, y a favor de los redimidos, no para los inconversos. En nada se parece como los sacerdotes romanos, cuyo origen es pagano, no bíblico.
    El libro contiene muchísimas instrucciones para los sacerdotes, y para los que traen los sacrificios. Todos esos detalles indican que Dios tiene derecho a decirnos cómo debemos acercarnos a Él para adorarle, y para recibir perdón. No deja las cosas a nuestras ideas, opiniones o interpretaciones. No hay lugar para modificar Sus instrucciones. Todavía en nuestro tiempo, la adoración “en espíritu y en verdad” (Jn. 4.24) debe ser como Dios dice. Esta importantísima lección divina ha sido enfatizada desde Génesis 4, cuando Caín intentó presentar lo que le pareció bien, en lugar de lo que Dios había señalado. No fue aceptado, porque no hizo bien. En Levítico 10, veremos que, a dos hijos de Aarón, Nadab y Abihú, se les ocurrió ofrecer espontáneamente fuego extraño a Dios. Por ese atrevimiento, murieron repentinamente. Hay que hacer las cosas cómo Dios manda, sin modificaciones ni improvisaciones. Ofni y Finees, los hijos malvados del sumo sacerdote Elí, pecaron y causaron blasfemia, pero su padre no les estorbó. Con su debilidad, parcialidad e infidelidad Elí honró a sus hijos, no a Dios. No siguieron las instrucciones divinas en Levítico, así que, Dios intervino con muerte repentina (1 S. 2.12-36). Murieron el padre y los dos hijos en el mismo día (1 S. 4). Dios no puede ser burlado.
    Aunque no estamos bajo la ley, las enseñanzas e instrucciones en Levítico tienen gran valor hoy para la iglesia. Todo creyente es un sacerdote, como escribió el apóstol Pedro: “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 P. 2.5). “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 P. 2.9-10).
    Además, en el Nuevo Testamento tenemos claramente expuesto el patrón divino para la iglesia, y nos incumbe estar atentos (2 P. 1.19), y ser fieles a Dios en todo lo que nos ha mostrado. Seamos santos.

Carlos

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"En Memoria De Mí"

En la Cena del Señor, cuando Cristo dijo: “haced esto en memoria de mí” (1 Co. 11.24), habló de traer a la memoria. En esa reunión no debemos ocupar la mente con otras cosas, sino exclusivamente con Él. La adoración es ocupación con la Persona y obra de Dios, no con otras cosas.
    Para ser mejores adoradores, necesitamos disciplinar nuestra mente para pensar solo en Cristo, y eliminar toda otra idea. La Cena del Señor no es una reunión libre en la que uno puede compartir cualquier cosa, dar un testimonio o dar a conocer unos motivos de oración, o pedir himnos favoritos para complacerse. No es tiempo de orar intercediendo por otros hermanos o dando gracias por otras cosas. Los pensamientos y las palabras deben ocuparse con el Señor, Su Persona y Su obra redentora. Todo debe hacerse “trayendo a la memoria” a nuestro Señor Jesucristo. Si lo que piensas decir no es "en memoria de Él", mejor guardarlo para otro momento.

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 No Su Nacimiento, Sino Su Muerte

Según 1 Corintios 15.3-4, el evangelio que predicamos es: "Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras". Gracias a Dios, Cristo nació. Pero el tema no es Su nacimiento, sino Su muerte y resurrección. Juan Dennison escribe lo siguiente:
"Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis" (1 Co. 11.26). Pero, ¿por qué usar pan y vino? ¿Por qué no un mini-pesebre para recordar "que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores" (1 Ti. 1.15)? ¿Por qué no un martillo de bronce para recordar su vida en Nazaret como carpintero (Mr. 6.3)? ¿Por qué no una roca para recordar que "No está aquí, sino que ha resucitado" (Lc. 24.6)? ¿Por qué no una trompeta de oro para recordar que Él dijo: "Vendré otra vez" (Jn. 14.3)? Lo demás no tendría sentido si no fuera cierto que "Cristo murió por nuestros pecados" (1 Co. 15.3). Pero cada domingo, los ángeles (1 Co. 11.10), y Dios mismo escucharán una y otra vez la proclamación simbólica de que "Cristo... murió por los impíos" (Ro. 5.6). ¡Qué proclamación! ¡Qué privilegio!

John Dennison, Devoción A Diario, lectura para 16 de febrero.

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    La Tribulación,  parte 2
Jeff Brown


viene del número anterior
La Terminología de la Tribulación

 
    Las Escrituras se refieren a la Tribulación directa e indirectamente. Aun tan temprano como en Deuteronomio 4.27-31 (una vista profética de la historia de Israel), Dios revela a Su pueblo que serán esparcidos y posteriormente restaurados a la tierra cuando busquen al Señor. Sin embargo, tendrá un tiempo de angustia/tribulación, “en los postreros días”. Otros escritores describen la Tribulación de diferentes maneras: “tiempo de angustia para Jacob” (Jer. 30.7); “otra semana” (Dn. 9.27); “la ira venidera” e “ira” (1 Ts. 1.10; 5.9); “tiempo de angustia” (Dn. 12.1) y “día de angustia… aprieto… alboroto… asolamiento… tiniebla… oscuridad… y de entenebrecimiento” (Sof. 1.15). El periodo de la Tribulación marca el comienzo del “día de Jehová” o “... del Señor” (Sof. 1.14-15; 1 Ts. 5.2; 2 Ts. 2.2).
    Ahora, en el día de la Gracia, Dios ha estado indirectamente en control, pero en la Tribulación Dios intervendrá directa y visiblemente en los asuntos de este mundo. El lector haría bien en leer ciertos pasajes de las Escrituras para entender mejor este tema. Los principales pasajes que ayudarían son: Daniel 7-10, especialmente la profecía de las 70 semanas en Daniel 9.24-27; el sermón del Monte de los Olivos (Mt. 24.4-28) donde el Señor habla de la primera mitad de la Tribulación en versos 4-14, y la segunda mitad (“la gran Tribulación”) en versos 15-28. También ayuda 2 Tesalonicenses 2.1-12, y finalmente, la descripción más amplia y detallada de la Tribulación está en Apocalipsis capítulos 6-19.

El Propósito de la Tribulación

 
    Este periodo es todavía futuro en la historia del mundo, y será un tiempo de grandes juicios, sufrimientos y trastornos mundiales. Sin embargo, al mismo tiempo será una gran oportunidad para anunciar el evangelio. Los juicios de la Tribulación aumentarán en extensión e intensidad durante los siete años. Será un tiempo de juicio divino sobre el mundo pecador que en gran parte ha rechazado a Dios y a Su Hijo. Una vez en los días de Noé el mundo entero fue juzgado por el diluvio (Mt. 24.37-39). Pero también será un periodo de misericordia y gracia cuando posiblemente millones serán salvos como resultado del testimonio de los 144.000 testigos (Jl. 2.30-32; Mt. 24.14; Ap. 7, 9). La Tribulación también será para preparar la nación de Israel para su conversión y el establecimiento del reino. La Biblia la describe como “dolores de parto” (Jer. 30.5-7; Mt. 24.8). Un parto normal es precedido por muchos dolores (como la Tribulación), pero después, hay gozo y contentamiento (como en el reino milenario de Cristo).

La Profecía de Daniel

 
    El Señor Jesús citó como auténtico el libro de Daniel en Mateo 24.15. Si vamos a entender el orden de los acontecimientos en la profecía, es necesario estudiar este libro. Gabriel reveló a Daniel cosas del plan profético de Dios para con Israel y las naciones. Otras revelaciones posteriores en el Nuevo Testamento apoyan la profecía de Daniel y predicen esos eventos futuros (el sermón de Mt. 24, “el día del Señor” en 2 Tesalonicenses 2, y los capítulos 6-19 de Apocalipsis).

Interpretación Bíblica

 
    En las Escrituras hay varias maneras de expresar periodos de tiempo: horas, días, semanas, años, etc. En la interpretación de la Palabra de Dios, la regla básica es que, si el texto puede entenderse en sentido ordinario y literal, así debemos entenderlo, salvo cuando indica otro sentido. Por ejemplo, los días de creación en Génesis 1 son literalmente días de 24 horas, mientras que el día del Señor es un periodo de tiempo que dura mucho más que 24 horas, y está asociado con el juicio (Jl. 2.11; Jer. 46.10). Así que, al estudiar las “semanas” de Daniel 9.24-27, debemos determinar qué quiere decir “semana”; qué tiempo indica. Al pueblo judío la expresión “setenta semanas” podría significar igualmente una semana de días o de años (Éx. 21.2; Lv. 25.8; Dt. 15.1; 31.10-13).

continuará, d.v., en el siguiente número

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Advertencia a los que Todavía no son Salvos

Dios no tiene la culpa, sino tú. Dios dijo a través del profeta Isaías, "Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra" (Isaías 45.22). Ya tienes la invitación, pues estás incluido en "todos". No le toca a Dios actuar ahora, sino a ti. Si sigues incrédulo, no digas que Dios no te ha llamado, pues al hablar así le harías mentiroso. Cristo dijo: "Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo" (Juan 12.32). Cristo hizo esto, pues eres uno de "todos", sin embargo, no has confiado en Cristo para ser salvo. Por tu culpa. El apóstol Pablo declaró: "Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego" (Romanos 1.16). No eres salvo porque no crees. No demores más, ni eches la culpa a Dios. El año se acaba. Reflexiona y actúa.

Medita Que Has Perdido
    1. Medita que has perdido por siempre un año más,
    un año de tu vida que nunca volverá.
    Sus horas han marchado, llevándose al volar
    las huellas del pecado que te han de condenar.

        Veloz el año pasa; ¡quizás tu última ocasión!
        Sé salvo mientras dura el día de salvación.

    2. Medita que pasaron al mundo eternal
    mil seres que empezaron contigo el año actual.
    Son almas que abandonan la humana vanidad;
    son voces que pregonan cercana eternidad.

    3. Medita que el Maestro, brindando salvación,
    mil veces a la puerta llamó del corazón.
    Quizás la voz que hubiste así de rechazar,
    por vez postrera insiste, cansada de llamar.
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  El Carcelero: Salvo y Seguro

La historia de la conversión del carcelero en Filipos es singular. Nos cuenta cómo un hombre funcionario del imperio romano se convirtió a Cristo repentinamente, cambiando su destino eterno para siempre. Pablo y Silas, dos predicadores del evangelio, fueron acusados falsamente, azotados y encarcelados. El carcelero, tomando su trabajo muy en serio, los metió en el calabozo de más adentro. Veamos ahora algunas cosas en cuanto a este hombre.

Su sueño

El carcelero, aunque estaba de guardia, se quedó dormido. Desconocía lo que estaba sucediendo en la cárcel: que Pablo y Silas cantaban himnos a Dios. Pero de pronto ocurrió un gran terremoto que en seguida despertó al carcelero de su sueño. Quizás usted también se encuentra como ese carcelero, sin darse cuenta de lo que sucede a su alrededor, de su proximidad a la eternidad, y de la pronta venida del Señor Jesucristo. Las Escrituras lo exhortan: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado” (Isaías 55.6).

Su suposición

Después del terremoto, y viendo todas las puertas de la cárcel abiertas, el carcelero supuso que los presos se habían escapado. Aunque la idea era bastante lógica, no era cierta, ¡y casi le costó la vida, pues desesperado, sacó su espada y se iba a matar! A lo mejor usted también ha hecho ciertas conjeturas en cuanto a la eternidad, que podrían parecerle lógicas y correctas, pero que le costarán no solo su vida, sino su alma. Unos creen que no hay nada después de la muerte. Se equivocan. Otra creencia muy común es que la entrada al cielo se logra mediante las buenas obras. La Biblia es muy clara al respecto: “Todas nuestras obras justas son como trapo de inmundicia” (Isaías 64.6 RVA). El cielo es demasiado puro como para entrar de esa manera.

Su salvación

Temiendo las consecuencias de no haber guardado la cárcel con seguridad, el carcelero estaba a punto de quitarse la vida. Pero Pablo clamó a gran voz: “No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí” (Hechos 16.28). Lo dijo porque suicidarse es hacer mal. Pocos presos le hubieran dicho eso al carcelero, pero gracias a Dios, Pablo le habló así, deseando su bienestar. Así que, en ese momento, entendiendo que su suposición era incorrecta, y que sería un error quitarse la vida, aquel carcelero entonces comenzó a pensar en su condición espiritual, y ansioso preguntó: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16.30). Obviamente, habló así porque había escuchado el mensaje que Pablo y Silas predicaban en Filipos, ya que trabajaba y vivía ahí. El carcelero entonces se tomó en serio el mensaje, sabía que Dios ofrece salvación y que él no era salvo. Su pregunta fue honesta, directa y urgente: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” La respuesta fue clara y sencilla. No le mandó hacer varias cosas, como hacer obras, cumplir los sacramentos, hacer un peregrinaje, diezmar, bautizarse, y cosas parecidas. Simplemente dijo: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16.31). Es el evangelio en breve, y acto seguido le explicaron bien las cosas, pues el siguiente verso dice: “Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa”. Hoy el mensaje no ha cambiado, y si usted, con la conciencia despierta respecto a su culpabilidad delante de Dios por ser pecador, pone su fe y confianza en Cristo, también será salvo.

Su seguridad

“Serás salvo”. ¡Qué confianza y seguridad! Muchos creen que no es posible saber en esta vida que uno irá al cielo, pero el apóstol le aseguró: “serás salvo”. Habiendo confiado en el Señor Jesucristo como su Salvador, este hombre tuvo la confianza de que su salvación estaba asegurada. ¿Por qué? ¿Qué hay en el hecho de confiar en Cristo que hace que la salvación sea tan segura? Es porque el sacrificio de Cristo por el pecador ha satisfecho las demandas del justo juicio de Dios contra el pecado. Dios lo resucitó de los muertos, y lo ha sentado en el lugar más alto del cielo. Por eso, todos los que confían en Él serán salvos por la eternidad.
Samuel Chesney
 adaptado de su tratado publicado por Publicaciones Pescadores
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