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miércoles, 22 de junio de 2016

EN ESTO PENSAD - julio 2016

Consejos Acerca Del Noviazgo


El Contacto Físico Antes De Casarse

    1 Timoteo 5:2 manda a los jovenes a tratar a las jovencitas "como a hermanas, con toda pureza". Las caricias físicas son privilegio de los casados (Gn. 26:8-9), además, provocan emociones y pasiones sexuales y así forman parte de los actos preliminares al sexo. No tienen lugar alguno en una relación entre jóvenes cristianos fuera del matrimonio. Es una forma de ser egoísta, carnal e irresponsable, y no es un acto de amor cristiano entre la pareja. Si estás preparado para el matrimonio (no sólo en tu propia opinión) y has hallado a la persona idónea (no sólo porque tú lo sientas, sino porque se ha demostrado que es la voluntad de Dios), y no puedes esperar más para esas expresiones de amor, entonces cásate. El matrimonio es la provisión divina para la satisfacción de los deseos físicos (y es muchísimo más, pero también incluye eso). El mundo no lo cree, pero el mundo anda y razona malamente, y millones de vidas han sido arruinadas siguiendo el rumbo y las costumbres del mundo.
    Considera seriamente la respuesta correcta a esta pregunta: ¿Qué base bíblica tendrías para manifestar afecto físico a una mujer que no es tu esposa?
    Si entras en un noviazgo, un compromiso formal, ¿es lo mismo que estar casado, tienes los mismos privilegios y responsabilidades? ¿Cuándo comienza el matrimonio? Tus respuestas deben ser bíblicas.

Criterio Para Escoger A Una Esposa
1. Debe ser creyente bautizada y en comunión (2 Co. 6:14).
2. Debe ser la mujer que Dios escoge, esto es "en el Señor" (1 Co. 7:39), o sea, según Su voluntad, no sólo una cuya apariencia te agrade, o que alguien te haya sugerido y puesto en la mente, tratando de hacer parejas, ni una persona que porque sueñas con ella, o sientes cierta atracción, deduces que debe ser la mujer para ti. Hay muchos matrimonios fracasados que comenzaron así.
3. Debe ser una mujer con carácter cristiano demostrado (piadosa, modesta, casta, afable, apacible, sobria), una mujer de oración y devota del Señor que demuestra que es coheredera de la gracia de Dios. No una que ha estado buscando a un hombre, coqueta, parpadeando, apareciendo arreglada en todos los lugares “correctos” pero con su atención en los solteros.
4. Debe ser una mujer que toma el lugar de sumisión que Dios le asigna, no a regañadientes, ni de fachada, sino en verdad. Observa especialmente cómo es en su propia casa con la familia, en relación con sus padres. ¿Cómo es ella en la iglesia con respecto a los ancianos y los demás hermanos? ¿Cómo es en su forma de hablar y tratar contigo? Que no dé señales de un carácter dominante, o de querer mandar o manipular. (¿Expresa en privado que está en desacuerdo o fastidiada con sus padres, los ancianos, u otros en lugares de autoridad? ¿Es agresiva o dominante, tiene que expresar su opinión sobre todo, te aconseja o trata de sugerir qué decisiones has de tomar?)
5. Debe ser una mujer que sabe cuidar una casa, cosas como cocinar, coser, mantener la casa limpia, ordenada y atractiva.
6. Debe ser una mujer servicial, dada a la hospitalidad.
7. Debe ser una mujer no adicta a cosas materiales, no codiciosa, no desea tener lo que los demás tienen, sin ambiciones sociales.
8. Debe ser una mujer dispuesta a moverse en la vida cuando el Señor llame.
9. Debe ser una mujer que será una buena madre de hijos, que cumplirá con amor y ánimo pronto las tareas de una madre, sin malcriar a sus hijos.
10. Debe ser una mujer dispuesta a aceptar y tener por suyos los objetivos de su marido, y orientarse a él, no tratar de orientarle a ella.
11. Lo físico no es de gran importancia, ya que no te casarás con un rostro o cuerpo, sino con una persona y el carácter y conducta de esa persona.
* El hecho de que hayas encontrado a una mujer así NO indica que debería ser la tuya, porque hay más de una que es así. Es un tema para poner en oración, no solamente tú a solas con Dios, sino también y muy importante: ante los ancianos de la iglesia para su oración y consejo, antes de llegar a ninguna conclusión. Y por supuesto, antes de comenzar deberías hablar con los padres tuyos y los de la mujer pidiendo sus oraciones, consejos y permiso. No te fíes de tus sentimientos. Cierto es que si es la voluntad de Dios, alguien más que tú lo verá claro.

O. J. Gibson, de sus notas tituladas: MAN TO MAN, "De Hombre a Hombre"

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¿Qué Es El Arrepentimiento?

Tomás Kember, misionero en Obregón, México
    
La maravilla del Evangelio es que no nos manda a cambiar nuestras vidas. Sin embargo, para ser salvos nos manda a arrepentirnos. Cristo dijo: “Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mr. 1.15). Pedro dijo: “Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hch. 3.19). Pablo testificaba “acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hch. 20.21). Comúnmente se oye que el arrepentimiento significa cambiar el comportamiento, volverse a Dios, confesarle sus pecados, darle un giro a su vida, o darle la espalda al pecado, entre otras explicaciones. ¿Son expresiones correctas, o hacen que el inconverso se confunda aun más?
    El énfasis en los resultados del arrepentimiento se debe muy probablemente a la frustración de personas “salvas” cuyas vidas dan poca evidencia de un verdadero arrepentimiento. Pensamos que si enfatizamos este lado del arrepentimiento, veremos más verdadero arrepentimiento. Pero, si una persona encamada por una enfermedad no puede caminar, decirle que se esfuerce a caminar no lo hará más posible. Primero necesita ser sanada.
    Juan el Bautista predicó: “Haced... frutos dignos de arrepentimiento” (Mt. 3.8). Si bien los frutos son evidencia del arrepentimiento, hay por lo menos cuatro diferencias entre el arrepentimiento y su fruto. El primero es invisible; el otro, visible. Uno tiene que ver con la actitud; el otro con las acciones. Uno se hace en un momento; el otro de por vida. Uno es la postura adoptada por el inconverso; el otro se realiza a partir de ser salvo por el poder del Espíritu Santo. Aun la palabra en griego traducida como “arrepentimiento” significa lo mismo: metanoia  – pensamiento posterior, cambio de parecer (Diccionario Expositivo Vine).
    Si se trata de cambiar el comportamiento para poder ser salvo, entonces estamos diciendo que la salvación está condicionada a las buenas obras. La Biblia dice que la salvación no es por obras, “para que nadie se gloríe” (Ef. 2.9). No deberíamos poner condiciones si la Biblia no las pone. El arrepentimiento involucra la fe. Es creer lo que Dios está diciendo en contra de usted respecto a sus pecados y lo que ellos merecen. ¿Puede leer Romanos 3.9-19 y aceptar que cada una de estas acusaciones se aplica a usted? Esto es arrepentirse y darle la razón a Dios. “Antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Ro. 3.4). Luego añade: “Para que seas (Dios) justificado en tus palabras”. Justificar a Dios es darle a Él toda la razón.
    El arrepentimiento no es confesarle a Dios los pecados. En este caso la salvación dependería de una buena memoria. ¿Acaso piensa usted que podría recordar todos sus pecados? Basta con reconocer que es un pecador digno de la ira eterna de Dios. Tal vez esta noción de confesar los pecados se debe a que se malentiende lo siguiente: “Si confesamos nuestros pecados Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados” (1 Jn. 1.9). ¿Estas palabras son para quién? “Nosotros” se refiere al apóstol Juan y a sus lectores, personas ya salvas. Se trata de la confesión de un hijo a su Padre Dios en la familia, no de un condenado ante Dios como Juez en la corte.
    No intente cambiar su vida, estimado lector, sino reconozca su vergonzosa pecaminosidad y, ya arrepentido, descanse en esta preciosa verdad: Cristo “llevó Él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 P. 2.24). Después verá los gratos resultados del arrepentimiento en su vida.

del Mensajero Mexicano, junio, 2016, usado con permiso
www.mensajeromexicano.com
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 ¡APAGA LA TELE 
Y LEE UN BUEN LIBRO: 
LA BIBLIA!


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Los hijos desobedientes
deshonran a Dios y a sus padres.

La desobediencia no debe ser permitida, consentida, disculplada, explicada, pasada por alto, porque:

· Es pecado

· Desagrada a Dios

· Deshonra a los padres

· Radica en una actitud

· Incluye la demora

· Es de los necios

· No tiene bendición

· Será castigada

p.d.  Los padres que ni enseñan ni corrigen 
a sus hijos desobedecen a Dios. 

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La  Formación del Carácter de los Niños
parte II
Philip Doddridge (1702-1751)

Hay que enseñar a los niños a ser humildes. Esta es una gracia que el Señor nos invita particularmente a aprender de él y lo que con más frecuencia nos recomienda, sabiendo muy bien que sin ella un plan tan humillante como el que vino a presentar nunca hubiera sido recibido. Y en cuanto a la vida presente, es un adorno muy hermoso que se gana la estima y el afecto universal, de modo que antes de la honra viene la humildad (Prov. 15:33). En general, encontramos que el que se exalta a sí mismo será humillado, y el que se humilla a sí mismo será exaltado, tanto por Dios como por el hombre.

    Por lo tanto, querer el bienestar, la honra y la felicidad de nuestros hijos debiera llevarnos a un esforzarnos tempranamente a frenar ese orgullo que fue el primer pecado y la ruina de nuestra naturaleza y que se extiende tan ampliamente y se hunde tan profundamente en todo lo que tiene su origen en la degeneración de Adán. Debemos enseñarles a expresar humildad y modestia en toda su manera de ser con todos.

    Hay que enseñarles que traten a sus superiores con especial respeto y, en los momentos debidos, acostumbrase a guardar silencio y ser prudentes ante ellos. De este modo aprenderán en algún grado a gobernar su lengua, una rama de la sabiduría que, al ir avanzando la vida, será de gran importancia para la tranquilidad de otros y para su propio confort y reputación.

    Tampoco debe permitirles ser insolentes con sus pares, sino enseñarles a ceder, a favorecer y a renunciar a sus derechos para mantener la paz. Para lograrlo, pienso que es de desear que por lo general se acostumbren a tratarse unos a otros con respeto y en conformidad con los modales de las personas bien educadas de su clase. Sé que estas cosas son en sí mismas meras insignificancias, pero son los guardias de la humanidad y la amistad, e impiden eficazmente muchos ataques groseros que puedan surgir por cualquier pequeñez con posibles consecuencias fatales...

    En último lugar, hay que enseñar a los niños a negarse a sí mismos. Sin un grado de esta cualidad, no podemos seguir a Cristo ni esperar ser suyos como discípulos, ni podemos pasar tranquilos por el mundo. Pero, no obstante lo que pueda soñar el joven sin experiencia, muchas circunstancias desagradables y mortificantes ocurrirán en su vida que descontrolarán su mente continuamente si no puede negar sus apetitos, pasiones y su temperamento. Por lo tanto, hemos de esforzarnos por enseñar inmediatemente esta importante lección a nuestros hijos, y, si tenemos éxito en hacerlo, los dejaremos mucho más ricos y felices por ser dueños de sus propios espíritus, que si les dejáramos los bienes materiales más abundantes o el poder ilimitado que el poder sobre otros pudiera producir.

    Cuando un ser racional se convierte en el esclavo del apetito, pierde la dignidad de su naturaleza humana al igual que la profesión de su fe cristiana. Es, por lo tanto, digno de notar que cuando el Apóstol menciona las tres ramas grandiosas de la religión práctica, pone la sobriedad primero, quizá sugiriendo que donde ésta se descuida lo demás no puede ser practicado. La gracia de Dios, es decir, el evangelio, nos enseña a vivir sobria, recta y piadosamente. Por lo tanto, hay que exhortar a los niños, al igual que a los jóvenes, a ser sobrios, y hay que enseñarles desde temprano a negarse a sí mismos. Es un hecho que sus propios apetitos y gustos determinarán el tipo y la cantidad de sus alimentos, muchos de ellos destruirían rápidamente su salud y quizá su vida, dado que con frecuencia el antojo más grande es por las cosas que son más dañinas. Y parece muy acertada la observación de un hombre muy sabio (quien era él mismo un triste ejemplo de ello) que el cariño de las madres por sus hijos, por el que los dejan comer y beber lo que quieran, pone el fundamento de la mayoría de las calamidades en la vida humana que proceden de la mala condición de sus cuerpos. Más aún, agregaré que es parte de la sabiduría y del amor no sólo negar lo que sería dañino, sino también tener cuidado de no consentirlos con respecto a los alimentos ni la ropa. Las personas con sentido común no pueden menos que ver, si reflexionaran, que saber ser sencillos, y a veces, un poco sacrificados, ayuda a enfrentar muchas circunstancias en la vida que el lujo y los manjares harían casi imposible hacerlo.

    El control de las pasiones es otra rama del negarse a sí mismo a la que deben habituarse temprano los niños, y especialmente porque en una edad cuando la razón es tan débil, las pasiones pueden aparecer con una fuerza y violencia única. Por lo tanto, hay que tener un cuidado prudencial para impedir sus excesos. Con ese propósito, es de suma importancia que nunca permita que hagan sus caprichos por su obstinación, sus gritos y clamores, permitirlo sería recompensarlos por una falta que merece una severa reprimenda. Es más, me atrevo a agregar que es muy inhumano disfrutar de incomodarles con mortificaciones innecesarias, no obstante, cuando anhelan irrazonablemente alguna insignificancia, por esa misma razón, a veces se les debe negar, a fin de enseñarles algo de moderación para el futuro. Y si, por dichos métodos, aprenden gradualmente a dominaar su genio y antojos, aprenden un aspecto considerable de verdadera fuerza y sabiduría...
traducido de The Godly Family

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    "El sauce crece con rapidez, y lo mismo sucede con los creyentes jóvenes. Si quiere ver hombres de nota en la iglesia de Dios, búsquelos entre los que se convirtieron en su juventud...nuestros Samuel y Timoteo surgen de los que conocen las Escrituras desde su juventud. ¡Oh Señor! Envíanos muchos así cuyo crecimiento y desarrollo nos sorprenda tanto como lo hace el crecimiento de los sauces junto a los ríos".
–Charles Spurgeon (1834-1892)

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“Conquista la Voluntad del Niño”

Para formar la mente de los niños, la primera cosa que hacer es conquistar su voluntad y traerlos a una disposición obediente. Informar el entendimiento es un trabajo que requiere su tiempo, y con niños debe proceder lenta y gradualmente según puedan soportarlo.  Pero la sujeción de la voluntad es algo que debe hacerse en seguida, y cuanto antes, mejor. Porque si descuidamos la corrección a tiempo, ellos contraerán una terquedad y obstinación que después a penas serán conquistadas, y nunca sin usar tal severidad que sería tan dolorosa a mí como al niño. En la estimación del mundo pasan por benignos e indulgentes aquellos a quienes yo llamo padres crueles, que permiten que sus hijos formen hábitos los cuales ellos saben que después tendrán que ser quebrantados. Además, algunos son tan neciamente dispuestos como para enseñar en broma a sus hijos a hacer cosas que más tarde los castigarán severamente si los hacen.
    Cuando un niño es corregido, debe ser conquistado; y esto no será demasiado difícil si no se ha vuelto cabezón debido a demasiada permisividad. Y cuando la voluntad del niño es totalmente sojuzgada, y traída a reverenciar y respetar a sus padres, entonces muchas tonterías de niños e inadvertencias pueden ser evitadas. Algunas deberían ser pasadas por alto sin echarles cuenta, y otras reprendidas suavemente, pero ninguna transgresión voluntariosa debe serles perdonada a los niños sin castigo, más o menos según la naturaleza y circunstancias de la ofensa.
    Insisto en conquistar siempre la voluntad de los niños, porque es el único fundamento fuerte y razonable de una educación religiosa, y sin esto tanto precepto como ejemplo serán ineficaces.  Pero cuando sea bien hecho, entonces el niño es capaz de ser gobernado por la razón y piedad de sus padres hasta que su propia comprensión llegue a madurez y los principios de la religión se hayan arraigado en su mente.
    Aún no puedo despedir este tema. Debido a que la voluntad propia es la raíz de todo pecado y miseria, cualquier cosa que favorezca o nutra esta voluntad en los niños asegura su mal estar y falta de piedad en el futuro. Lo que sirva para parar y hacer morir la voluntad propia también promueve su futura alegría y piedad. Esto está todavía más claro si consideramos además que la religión no es otra cosa que hacer la voluntad de Dios y no la nuestra.  El gran impedimento singular a nuestra felicidad temporal y eterna es esta voluntad propia, así que ninguna indulgencia de ella puede ser trivial, y ninguna negación de ella carece de beneficio.  El cielo y el infierno dependen sólo de esto. Por esto, el padre o la madre que estudia sojuzgarla en sus hijos colabora con Dios en la renovación y salvación de un alma. El padre que trata con permisividad e indulgencia a sus hijos hace el trabajo del diablo, hace impracticable la religión, inaccesible la salvación, y hace todo lo posible para condenar a sus hijos, alma y cuerpo, para siempre.
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    Susanna Wesley tuvo 19 hijos, de los cuales son Juan y Carlos a quienes conocemos como predicadores del evangelio y compositores de himnos. Ella escribió estas y muchas otras instrucciones a su hijo Juan y aparecen en el libro: The Journal of John Wesley (“El Diario de John Wesley”), Moody Press
 

miércoles, 1 de junio de 2016

EN ESTO PENSAD -- junio 2016




 La Palabra de Dios

 
La Biblia es la Palabra inspirada de Dios. Consiste de sesenta y seis libros individuales, agrupados en dos grupos o tomos llamados el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. La división entre estos dos Testamentos marca el punto de la venida al mundo del Señor Jesucristo.
    La Biblia fue escrita por hombres, pero no hombres cualesquiera, sino hombres santos (2 P. 1:21), divinamente escogidos, guiados e inspirados por el Espíritu Santo de Dios. Dios les mandó y guió a escribir no sus propias palabras sino la Suya. Por eso es llamada la Santa Biblia o las Sagradas Escrituras. Hoy día ha sido traducida fielmente a casi todo idioma conocido. Cualquiera puede leerla, y debe ser leída por todos. Muchos desconfían de la Biblia o la critican sin haberla leído, porque se dejan influir por temores o prejuicios personales o de otros, de cosas que han escuchado o leído, pero sin leer ellos mismos la Biblia.
    Pero merece la pena leer y considerar el más grande de todos los libros. Nuestro propósito es ayudar, especialmente a creyentes jóvenes, a escudriñar, reverenciar y obedecer la Palabra de Dios, de modo que Su autoridad sea aceptada en toda faceta de nuestra vida.
   
La Autoridad de la Palabra
 
   Puesto que la Biblia es la Palabra de Dios, no de los hombres, debe ser la guía del creyente en todo. Ella contesta todas nuestras preguntas, ilumina nuestra senda en la vida, y nos guía especialmente a cumplir nuestras responsabilidades con Dios, con nuestros hermanos en Cristo y con el mundo. Dios ha hablado en Su Palabra, y por eso debemos escuchar atentamente.  La Palabra de Dios y sólo ella es nuestra autoridad final. Si el Libro nos dice: “así ha dicho el Señor”, esto resuleve todo. Leemos de personas que tuvieron temor de Su Palabra (Sal. 119:161). Otras la recibieron no como palabra de hombres, sino como es en verdad, la Palabra de Dios, que “la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Ts. 2:13). Los creyentes “sentían una misma cosa” (Fil. 2:2) en la medida que se sujetaban al Señor y fueron guiados por Su único Libro.
    Tenemos en nuestras manos y nuestro idioma este Libro para leer, entender y obedecer. Contiene toda la revelación de Dios, perfecta y completa. Nada puede ser añadida ni quitada de ella (Ap. 22:18-19). “Toda palabra de Dios es limpia” (Pr. 30:5), y “toda la Escritura es inspirada por Dios, y  útil...” La Biblia dice que es inspirada (Su testimonio interno), y la experiencia cristiana demuestra que es así. ¡Qué tesoro es!
    En este libro precioso, Dios ha guardado todo el consejo y conocimiento que necesitamos como hijos Suyos. Nos habla no sólo de la salvación, sino también de todo paso que debemos dar desde el día de nuestra conversión hasta que nuestros pies estén en las calles del cielo. Por eso debemos valorar mucho la Biblia, y hacerla nuestra compañera constante, consejero fiel y espiritual, el alimento para nuestra alma y la espada para nuestras batallas.
    Curiosamente, Satanás divide en partes la Palabra de Dios, llamando una parte “esencial” y otras partes “no esenciales”.  Pero el hijo de Dios que ama la Palabra de su Padre se deleita en decir: “...Estimé rectos todos tus mandamientos sobre todas las cosas, y aborrecí todo camino de mentira” (Sal. 119:128). En Su Palabra Dios ha revelado clara y plenamente Su voluntad, no sólo acerca de la salvación sino también acerca del bautismo, la comunión en la iglesia y el retorno del Señor Jesús. Ningún hombre ni grupo de hombres tiene derecho a modificar ni reemplazar con sus ideas el camino de la salvación ni la verdad de la Biblia acerca de esos otros temas.
    Así que, toma la Palabra de Dios y sólo ella como tu guía. Sujeta todo lo que oyes y lees de los hombres a la prueba de la Palabra. Si algo no se conforma a ella, recházalo aunque sean eruditos, estudiosos o famosos los que digan que es así. Ante los hombres que insisten que hay que obedecerles porque ellos tienen autoridad, recuerda siempre esto: hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
    Es lo que hacían los de Berea al oír la predicación de nadie menos que el apóstol Pablo. La Palabra de Dios los pone como ejemplo, diciendo: “Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hch. 17:11). Dios los llamó “nobles” porque hicieron esto. Las tradiciones venerables de los hombres, aunque estén en lugares de autoridad, no deben ni pueden reemplazar la autoridad de la Palabra de Dios. Aunque tengamos que sufrir por ello, debemos decir, como los apóstoles: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5:29).


traducido de Focus On The Word Of God, by John Ritchie Ltd., Kilmarnock, Escocia

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DOS HIJOS

“Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo”. Lucas 15:21  “Padre...yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”. Juan 17:1, 4

En estos dos textos aparecen dos hijos, y cada uno vuelve a su casa. Cada uno habló con su padre acerca de los años que habían pasado. El hijo pródigo había vivido una vida egoísta y desenfrenada. Se salió con la suya, pero ¿a qué coste? Desperdició su porción de la herencia y ensució el honor de su padre. Por esto, tuvo que volverse humildemente a su padre, y reconocer sin reservas ni autojustificación el mal que había hecho, y reconocer la pérdida de sus derechos como hijo. Ya no podía demandar nada, pues todo lo había perdido.
    Pero el caso del otro hijo, el Señor Jesús, el Hijo eterno, fue completamente distinto. ¡Hermoso Hijo! Aunque poseía todo y tenía derecho a todo, nunca actuó por Su propia cuenta, ni desperdició nada de lo que el Padre le había dado. Sólo se marchó del cielo para hacer la voluntad de Su Padre. El honor del Padre era Su gran pasión, Su única delicia. A gran precio, el sacrificio de sí mismo, cumplió la voluntad del Padre. Fue obediente hasta muerte, y muerte de cruz. Entonces, Su vuelta a casa no fue en humillación ni con confesión, sino al contrario, en triunfo y con gozo, y se sentó a la diestra del Padre en la gloria. El Hijo de Dios es digno de nuestra adoración. Además, debemos también imitar Su ejemplo, ser obedientes aunque cueste gran sacrificio, y vivir para glorificar al Padre, no para nuestras pequeñas metas egoístas.        
 
adaptado del calendario devocional “Choice Gleanings”

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 El Lado Hermoso Del Calvario

Cuando nos reunimos para recordar al Señor, en la Santa Cena, a veces nos ocupamos solamente con el lado "feo" del Calvario, ¡y no debemos olvidarlo, por supuesto! Éramos pecadores y el Señor Jesús cargó con nuestros pecados, y sufrió el juicio del Dios santo y justo, en nuestro lugar. No obstante, debemos ocuparnos también con el lado hermoso del Calvario, que es el lado visto por los ojos del Padre. Con demasiada frecuencia no apreciamos que lo que ascendió fue un olor grato al Padre. Podríamos emplear las palabras del himno:

    Amados con un amor que no tiene medida,
    Excepto el amor del Padre hacia Ti.
    Bendito Señor, tesoros en nuestro corazón,
    Son todos los pensamientos del Padre acerca de Ti.

    Todo Su gozo, descanso y placer,
    Todo Su delicia profunda en Ti,
    Señor, sólo Tu corazón puede medir
    Lo que Tu Padre halló en Ti.

    Ese lado del Calvario es expuesto hermosamente en la ofrenda quemada, el holocausta (Lv. 1). Esa ofrenda tenía que estar ardiendo continuamente delante de Jehová, y nos ilustra las perfecciones y bellezas que el Padre halló en Su Hijo cuando Él se ofreció completamente a Dios. ¡Qué devoción! Fue la encarnación de la perfección absoluta, por dentro y por fuera. Exhaló pureza y perfección en todo aspecto de Su Persona: Su mente, energía, motivos y andar. Veamos también este lado hermoso del Calvario como el Padre lo vio. Aquella ofrenda fue grata a Dios, y nuestro es el privilegio de conocer, apreciar y compartir ese aspecto de Sus pensamientos acerca de Su Hijo. 

 Steve Hulshizer, de la revista “Milk & Honey” (Leche y Miel)

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¡GRACIAS!

al Señor, y también a todos por las oraciones a favor de la hermana Dolores Fernández después de su caída y la rotura de su fémur. Tras una semana en el hospital y una larga operación, le dieron el alta y ahora está en casa, en una cama especial, y tiene también silla de ruedas porque no debe ponerse de pie durante tres meses para que se cure bien de la operación. Luego necesitará fuerzas para comenzar la rehabilitación. Sigamos orando por ella y su marido Lucas.
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 En el año sólo hay dos días en que no se puede hacer nada. Uno es ayer. El otro es mañana. Hoy es día de salvación.
"Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones"

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 Cómo Hacer de los Hijos
unos Perfectos Delincuentes
                    1. Denle a su hijo, desde la infancia, cuanto desee: así crecerá convencido de que los demás en la vida le deben algo.
2. Si dice tonterías o hace algo indebido, ríense: creerá que es muy gracioso.
3. No le lleven a reuniones de la iglesia ni le dé ninguna formación espiritual. ¡Ya escogerá cuando sea mayor!
4. Nunca le digan: “Esto está mal”. Podría adquirir complejo de culpabilidad. Más tarde, si es detenido por alguna infracción, estará convencido de que la sociedad le persigue.
5. Recogan todo lo que él tire por los suelos: así creerá que todos están a su servicio y será más desconsiderado de otros.
6. Dejen que lea lo que se le antoje. Limpien con detergente desinfectante la vajilla en la que come, pero que su espíritu se recree en cualquier basura.
7. Discutan siempre delante de él. Se irá acostumbrando y, cuando la familia esté ya destrozada, no se dará ni cuenta.
8. Denle cuanto dinero pida, no sea que sospeche que para disponer de él se debe trabajar.
9. Nunca le digan: "no". Que todos sus deseos sean satisfechos... ¡de otro modo resultaría un frustrado!
10. Denle siempre la razón y defiéndanle aunque haga lo malo: son los profesores, la gente, la ley.., quienes la tienen tomada con el pobre muchacho.

Y cuando su hijo resulte ya un desastre, exclamen que nunca pudieron hacer nada con él. 
 

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 La  Formación 
del Carácter de los Niños

Philip Doddridge (1702-1751)


Hay que educar a los niños de modo que sean obedientes a sus padres.  Este es un mandato que Dios ordenó desde el Monte Sinaí anexando al mismo la singular promesa de larga vida, una bendición que los jóvenes desean mucho (Éx. 20:12). Es por eso que el apóstol observa que es el primer mandamiento con promesa, o sea, un mandato muy excepcional por la forma como incluye la promesa. Y es por cierto una disposición sabia de la Providencia la que otorga a los padres tanta autoridad, especialmente durante sus primeros años, cuando mentalmente no pueden juzgar y actuar por sí mismos en cuestiones importantes. Por lo tanto hay que enseñar temprano y con un convencimiento bíblico de que Dios los ha puesto en manos de sus padres. En consecuencia, hay que enseñarles que la reverencia y obediencia a sus padres es parte de sus deberes hacia Dios y que la desobediencia es una rebelión contra él. Los padres no deben dejar que los niños actúen directamente y resueltamente en oposición a sus padres en cuestiones grandes y chicas, recordando: “El muchacho consentido avergonzará a su madre” (Pr. 29:15). Y con respecto a la sujeción al igual que el afecto: “Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud” (Lam. 3:27).

    Hay que educar a los niños de modo que sean considerados y buenos con todos. El gran apóstol nos dice que “el cumplimiento de la ley es el amor” (Ro. 13:10), y que todas sus ramificaciones que se relacionan con nuestro prójimo se resumen en esa sola palabra: amor. Entonces, hemos de esforzarnos por enseñarles este amor. Descubriremos que en muchos casos será una ley en sí y los guiará bien en muchas acciones en particular, cuyo cumplimiento puede depender de principios de equidad que escapan a su comprensión infantil. No existe una instrucción relacionada con nuestro deber que se adapte mejor a la capacidad de los niños que la Regla de Oro (tan important para los adultos): “Así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mt. 7:12). Debemos enseñarles esta regla, y por ella debemos examinar sus acciones. Desde su cuna hemos de inculcarles con frecuencia que gran parte de la religión consiste en hacer el bien, que la sabiduría de lo Alto está llena de misericordia y buenos frutos, y que todos los cristianos deben hacer el bien a todos los que tengan oportunidad de hacerlo.

    Para que nuestros hijos reciban con buena disposición tales enseñanzas, hemos de esforzarnos usando todos los métodos prudenciales, por ablandar sus corazones predisponiéndolos hacia sentimientos de humanidad y ternura, y de cuidarse de todo que pueda ser una tendencia opuesta. En lo posible, hemos de prevenir que vean cualquier tipo de espectáculo cruel y sangriento, y desalentar con cuidado que traten mal a los animales. De ninguna manera hemos de permitirles que tomen en broma la muerte o el sufrimiento de animales domésticos, sino más bien enseñarles a tratarlos bien y a cuidarlos, sabiendo que no hacerlo es una señal despreciable de una disposición salvaje y maligna. “El justo cuida de la vida de su bestia; mas el corazón de los impíos es cruel” (Pr. 12:10).

    Debemos, igualmente, asegurarnos de enseñarles lo odioso y necio de un temperamento egoísta y animarles a estar dispuestos a hacerles a los demás lo que les gusta que les hagan a ellos mismos. Hemos de esforzarnos especialmente de fomentar en ellos sentimientos de compasión por los pobres. Hemos de mostrarles donde Dios ha dicho: “Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará Jehová”. El que muestra compasión hacia el pobre es como si lo hiciera para el Señor, y lo que le da le será devuelto. Y tenemos que mostrarles, con nuestra propia práctica que realmente creemos que estas promesas son ciertas e importantes. No sería impropio que alguna vez hagamos que nuestros hijos sean los mensajeros cuando enviamos alguna pequeña ayuda al indigente o al que sufre necesidad; y si descubren una disposición de dar algo de lo poco que ellos tienen que les permitimos llamar suyo, debemos animarlos con gozo y asegurarnos que nunca salgan perdedores por su caridad, sino que de un modo prudencial hemos de compensarlos con abundancia. Es dificil imaginar que los niños educados así vayan a ser más adelante perjudiciales u opresivos; en cambio serán los ornamentos de la religión y las bendiciones del mundo, y probablemente se cuenten entre los últimos que la Providencia deje sufrir necesidad.

    Hay que educar a los niños de modo que sean diligentes. Esto sin duda debe ser nuestra preocupación si en algo estimamos el bienestar de sus cuerpos o de sus almas. En sea cual fuere la posición que terminen ocupando en la vida, habrá poca posibilidad de que sean de provecho, y reciban honra y ventajas si no tienen una dedicación firme y resuelta de la cual el más sabio de los príncipes y de los hombres ha dicho: “¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará, no estará delante de los de baja condición” (Pr. 22:29). Y es evidente que el cumplimiento diligente de nuestras obligaciones nos mantiene lejos de miles de tentaciones que la ociosidad parece atraer, llevando al hombre a innumerables vicios y necedades porque no tiene nada mejor que hacer.

    Por lo tanto, el padre prudente y cristiano se ocupará de que sus hijos no vayan a caer temprano en un hábito tan pernicioso, ni encaren la vida como personas que no tienen más tarea que ocupar espacio y ser un obstáculo para quienes emplean mejor su tiempo. En lugar de dejar que vayan de un lado a otro (como muchos jóvenes hacen sin ningún propósito imaginable de ser útiles o como distracción) más bien les dará tempranamente tareas para emplear su tiempo, tareas tan moderadas y diversificadas que no los abrume ni fatigue su tierno espíritu, pero lo suficiente como para mantenerlos atentos y activos. Esto no es tan difícil como algunos se pueden imaginar, porque los niños son criaturas activas, les gusta aprender cosas nuevas y mostrar lo que pueden hacer. Por eso, estoy convencido de que si se les impone total inactividad como castigo aunque sea por una hora, estarán tan cansados que estarán contentos de escapar de esto haciendo cualquier cosa que usted les dé para hacer...

    Hay que enseñar a los niños que sean íntegros. Una sinceridad sencilla y piadosa no sólo es muy deseable, sino una parte esencial del carácter cristiano...Es muy triste observar qué pronto los artifícios y engaños de una naturaleza corrupta comienzan a hacerse ver. En este sentido, somos transgresores desde antes de nacer, y nos desviamos diciendo mentiras, casi desde el momento que nacemos (Sal. 58:3). Por lo tanto, debemos ocuparnos con cuidado de formar la mente de los niños de modo que amen la verdad y la sinceridad, y se sientan mal al igual que culpables si mienten. Debemos obrar con cautela para no exponerlos a ninguna tentación de este tipo, ya sea por ser irrazonablemente severos ante faltas pequeñas o por decisiones precipitadas cuando preguntamos sobre cualquier cuestión que quieren disimular con una mentira. Cuando los encontramos culpables de una mentira consciente y deliberada, hemos de expresar nuestro horror por ella no sólo con una reprensión o corrección inmediata, sino por un comportamiento hacia ellos por algún tiempo después que les muestre cuánto nos ha afectado, entristecido y desagradado. Actuar con esta seriedad cuando aparecen las primeras faltas de esta clase, puede ser una manera de prevenir muchas más.

    Agregaré, además, que no sólo debemos responder severamente a una mentira directa, sino igualmente, en un grado correcto, desalentar toda clase de evasivas y palabras de doble sentido, y esas pequeñas tretas y engaños que quieran atribuirse uno al otro o a los que son mayores que ellos. Hemos de inculcarles con frecuencia el excelente pasaje: “El que camina en integridad anda confiado; mas el que pervierte sus caminos será quebrantado” (Pr. 10:9). Demostrémosles cada día cuán fácil, cuán agradable, cuán honroso y ventajoso es mantener un carácter justo, abierto y honesto, y, por el contrario, qué necio es mostrar malicia y deshonestidad en cualquiera de sus formas, y cuán cierto es que cuando piensan y actúan maliciosa y deshonestamente, están tomando el camino más rápido para ser malignos e inútiles, infames y odiosos. Sobre todo, hemos de recordarles que el Señor justo y recto ama la justicia y rectitud, y mira con agrado a los rectos, pero los labios mentirosos son para él tal abominación que declaró expresamente: “Todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde de fuego y azufre” (Ap. 21:8).

(continuará, D.V.)