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jueves, 5 de marzo de 2015

EN ESTO PENSAD -- marzo 2015

   El Buey y El Asno – Dos Figuras del Siervo

S. J. Saword

“Dichosos vosotros los que sembráis junto a todas las aguas, y dejáis libres al buey y al asno” (Isaías 32:20).

Este escrito fue preparado originalmente en inglés y basado en una traducción donde la segunda parte del versículo es parecida a la Reina-Valera de 1909, “...y metéis en ella el pie de buey y de asno”, y de la Versión Moderna de 1893, “...que enviáis a tales labores el pie del buey y del asno”.

   Isaías está hablando en nuestro pasaje de la bendición milenaria cuando “sea derramado el Espíritu de lo alto, y el desierto se convierta en campo fértil”. Bienaventurados, o dichosos, dice el profeta, aquellos que en esas circunstancias siembran la semilla del santo evangelio junto a todas aguas – a toda clase de gente, en todo lugar – en aquella ocasión.
    Tanto para ellos como para nosotros, la evangelización consiste en (1) sembrar junto a todas aguas, y (2) enviar a tales labores el buey y el asno. Estas bestias se emplean en el versículo como figuras del pionero que lleva el evangelio a donde no es conocido. La responsabilidad y el privilegio de todo hijo de Dios en estos tiempos es de apoyar a los “bueyes” y “asnos” en su servicio para el Señor donde la obra es recia (dura).
    Hay una alusión hermosa a estos animales en aquel pasaje maravilloso que es Mateo 11:30, “mi yugo es fácil”, para el buey – y “ligera mi carga”, para el asno.
   
El buey
    Desde tiempos antiguos el buey ha sido el gran pionero. Sin resistir la dirección que su amo impone, él brega pacientemente en el lodo, el bosque y las tierras vírgenes. Ríos, piedras, sol, sed, moscas, cansancio; todo esto lo conoce y lo soporta. Come lo que haya y reposa donde pueda. Su forma natural es poco atractivo, y si el animal es admirado, es por la labor que realiza.
    Las Escrituras emplean esta bestia para darnos un retrato fiel de nuestro bendito Señor en Su ministerio terrenal. Él se sometía de muy buena voluntad a la dirección de Su Padre, no sólo en llevar el yugo sino en presentarse al fin para el sacrificio sobre el altar. El tipo bíblico ha encontrado su perfecto cumplimiento – y ha sido superado con creces – en la persona del humilde Siervo de Jehová. Sus pies midieron pacientemente cada centímetro del camino accidentado; Su amor venció todo obstáculo; Su santo celo triunfó sobre toda ira del hombre y sutileza de Satanás. Él hizo en su plenitud la obra que el Padre le había dado que hiciese.
    Ahora todo ha sido realizado; los padecimientos están atrás y Él ha entrado en Su gloria. Su poder soberano se despliega en la tierra en dar vida a pecadores muertos en el pecado. Y Su mandato majestuoso a los Suyos es: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”.
    Pablo el apóstol fue una réplica fiel del modelo divino. Al preguntar: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”, él dobló su cerviz pretenciosa para recibir el yugo humilde de su Maestro, y de allí en adelante su vida y fuerza fueron entregadas al servicio de su Amo. Lejos de las vias bien transitadas, en regiones olvidadas por otros, aquel esclavo del Señor hizo saber las buenas nuevas de la salvación.
    Pablo resolvió no “entrar en la obra de otro para gloriarnos en lo que ya estaba preparado” (2 Co. 10:16). Sus intereses propios no le influenciaron en las crisis, tal fue su afán por proseguir al blanco. Impertérrito ante las dificultades, impávido ante los sufrimientos, inalterable en los momentos adversos, su ambición noble fue la de pelear la buena batalla, acabar la carrera y guardar la fe. Él sabía que le está guardada una corona de justicia que el Señor, Juez Justo, le dará en un día venidero.

El Asno
    El humilde asno es la otra figura de servicio en el evangelio que emplea el profeta. Se destaca como animal de carga, como leemos en Génesis 49:14-15 de Isacar: “asno fuerte...bajó su hombro para llevar, y sirvió en tributo”.
    El siervo que desea ser un verdadero pionero tendrá que llevar cargas, como hizo su bendito Maestro. Él sentirá el peso del mensaje divino que lleva y de las almas a quienes busca. Tendrá gran compasión por los que se pierden, anhelando profundamente su salvación. Además, en la medida en que Dios le permita ver conversiones, sentirá la carga del cuidado de los nuevos en la fe y se preocupará por el bienestar de las asambleas.
    El asno es indefenso si se encuentra solo en los campos, y está expuesto a los ataques nocturnos de bestias feroces. Pero, es idóneo para los senderos estrechos de las montañas, muchas veces muy pendientes y solitarios, donde el buey nunca podría servir. Es evidente, entonces, que el Amo tiene un ministerio para cada uno.

Nosotros
    Desde que los primeros fieles pioneros del evangelio renunciaron todo para penetrar en los rincones apartados del planeta, el mundo se ha emocionado ante los relatos de héroes y mártires de la Cruz. Algunos han realizado grandes hazañas y cautivado la imaginación de jóvenes y mayores, pero también ha habido otros siervos de Cristo igualmente fieles y dedicados, que han desempeñado el ministerio del buey o del asno fuera de la vista y casi sin el conocimiento del pueblo del Señor.
    Estos bueyes y asnos también han metido el pie para sembrar junto a todas las aguas. Más les agrada, o mejor hacen, al servir en campos y senderos lejanos que estar bajo el reflector de las urbes de “la civilización”. Que el Señor nos guarde de la superficialidad del interés que se limita a aquellos cuyos nombres y actividades gozan de popularidad, y que Él nos ayude a cuidar a aquellos cuya humildad les mantiene en servicio constante y paciente, haciendo la voluntad de Dios de corazón sincero.
    Es tan palpante como siempre la necesidad de los que asumen el yugo del buey y llevan la carga del asno en la obra del Señor. ¿Estamos nosotros sembrando junto a todas las aguas? ¿Estamos “metiendo el pie” de otros en aguas lejanas, para que sean pioneros en la gran obra del evangelio? “Dichosos” los que lo hacen, dice el profeta.


Fuente: Nuestra Santificación, una compilación de artículos escritos por S.J. Saword (1894-1988), publicado en Venezuela, 1999, y utilizado con permiso en “Congregados En Mi Nombre” en 2003.

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El Arrepentimiento del Hijo Pródigo  

Charles Stanley

    Uno de los mejores ejemplos del arrepentimiento genuino se halla en Lucas 15:11-24 en la historia del hijo pródigo. El joven en la parábola pidió a su padre su herencia para que él la gastara y viviera como a él le parecía. Pero, no había pasado mucho tiempo y ya lo había derrochado todo. Entonces se encontró en una situación terrible–apacentando cerdos y enfrentando hambre. Los versículos 16-17 nos dicen: “Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!”
    La pena de quedarse desamparado es parte de la disciplina divina y el proceso de castigo y corrección. El camino del transgresor es duro (Pr. 13:15). Los que los apoyan o cobijan, en realidad dificultan su arrepentimiento, ayudándoles a seguir en su rebeldía. No obran en comunión con Dios, sino con el diablo y el pecado. No nos engañemos; no es un acto de misericordia ayudar a un rebelde no arrepentido.
    Desamparado, aquel joven llegó a reconocer su condición desesperada–entendió que su manera de vivir era mala y destructiva. Por lo tanto, no sólo sintió remordimiento por sus hechos, sino que también cambió su comportamiento. No sentía resentimiento hacia los demás, sino tristeza por sus propios pecados. Reconoció que él mismo era el problema. Los versículos 18-19 informan: “Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros”. Es la única manera de hallar perdón y bendición. Con esta parábola el Señor nos enseña el camino de vuelta a Dios.

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 EL LIBRO DEL MES

VELAD EN ORACIÓN, por Lucas Batalla 

    La oración es a la vez una necesidad y un deber. Es un trabajo, un ministerio y un arma potente. Es parte clave de la comunión con Dios. Es el aire nativo y la respiración vital del creyente. El que ora confiesa que depende de Dios y espera en Él. Por todas estas razones Satanás no quiere que los cristianos oren en su vida personal, ni que las iglesias se reúnan para orar. En nuestros tiempos muchos confiesan que la oración es la parte menos desarrollada y practicada en su vida.
    El autor nos enseña y anima para que hagamos caso de la exhortación del apóstol Pedro: “Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración”(1 P. 4:7).
precio: 4,80 Euros más gastos de envío

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EL QUIJOTE
MUCHOS LO TIENEN.
POCOS LO LEEN.

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...”
Así comienza la obra famosa de Miguel de Cervantes, y con estas mismas palabras termina el conocimiento del libro para la mayoría de la gente. Muchos tienen El Quijote, y es alabado como obra literaria. Pero pocos lo leen. ¿Tú lo has leído enteramente, del principio hasta el final, sin saltar nada? ¿Todo el libro? Si es así, te felicito, porque perteneces a un grupo muy reducido de lectores que tienen derecho de hablar del Quijote, porque lo han leído.
    ¿Y sabes qué? Dicen que en España hay dos libros que casi todos coleccionan, y casi nadie lee. El Quijote es uno de ellos, como venimos diciendo, pero, ¿cuál es el otro?    Es la Sagrada Biblia. “En el principio Dios creyó los cielos y la tierra”.  Así comienza la Palabra de Dios, y con estas mismas palabras termina el conocimiento del libro para la mayoría de la gente. Muchos tienen La Biblia, algunos la alaban como obra literaria, pero muchos la critican. Sí, son MUCHOS sus críticos y POCOS sus lectores. ¿Qué te parece? ¿Tú la has leído enteramente, de principio hasta el final, de Génesis hasta Apocalipsis, sin saltar nada? Si es así, te felicito, porque perteneces a un grupo muy reducido de lectores que tienen derecho de hablar de la Biblia, porque la han leído.
    A los demás, especialmente aquellos que siempre están criticando la Biblia, les decimos que si no la han leído enteramente, no tienen derecho a criticarla. Su crítica carece de peso, puesto que realmente desconocen la obra. Oh, sí, han leído algún texto salteado, o artículo de las que aparecen en revista, periódicos o internet, donde criticaba la Biblia, y se lo han tragado entero, sin conocer personalmente la obra criticada. O en el instituto o en la universidad le han dicho que la Biblia está llena de errores, etcétera. Y se lo han creído. Pero es incorrecto e injusto proceder así. Primero hay que leerla. Si no, no sabes de qué habla; sólo sabes lo que otros te han dicho.
    Jesucristo dijo que la Palabra de Dios es verdad (S. Juan 17:17). Los Salmos pronuncian bendición sobre los que meditan en la Palabra de Dios (Salmo 1). Los profetas de Dios alabaron la Palabra de Dios. El apóstol S. Juan promete bendición sobre los que leen el libro de Apocalipsis. Así que, simplemente te animamos a leer la Biblia. No tiene nada que perder, y hay mucho que ganar.
            Aquí en nuestra congregación, leemos y estudiamos la Biblia. Si deseas, puedes asistir y conocerla con nosotros, sin obligación ni compromiso alguno.

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EL REMANENTE:
UNA DOCTRINA ALARMANTE
II

A. W. Tozer
 
tinteros antiguos

(viene del número anterior)
    Y Cristo dijo: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc. 18:8). No dijo que no encontraría fe, sino “¿encontrará fe en la tierra?” Por lo tanto, durante la segunda venida de Cristo será como fue en los tiempos de Noé; y en aquellos días, Noé, la octava persona, fue salva por el agua, por el arca. El resto de los habitantes se ahogó.
    Si aún quiere más respaldo para esta doctrina, lea la historia de la Iglesia. Un pequeño grupo, un resto sobreviviente, mantuvo siempre la fe mientras los demás daban las cosas por hechas.

Conocidos por su fruto

    ¿Sabe cuál es el problema que tenemos como Iglesia hoy día? Que nos damos por hechos. Suponemos algo que puede no ser cierto; es algo que se fundamenta en muchos casos en una esperanza, no en una experiencia bíblica sólida. No nos han perturbado lo suficiente. No hemos permitido que Dios grabe surcos en nuestra espalda. No hemos osado presentarnos ante Dios para que nos examine. Hemos tenido miedo de lo que encuentre Dios, y preferimos esperar. Por consiguiente, hemos aguardado y nos hemos aposentado. Siempre ha habido un pequeño remanente, que se ha situado en medio de todos los demás. Puede que un millón desee con sus labios y los use para adorar, pero sólo un pequeño grupo adora de verdad en sus corazones de un modo que honra y complace a Dios.
    Cuando veamos abierta la puerta de una iglesia, y a una multitud que sale de ella y ocupa las aceras, no debemos imaginar que esto sea indicativo de una profunda espiritualidad o de un alto grado de santidad. Sigámosles a sus casas. Sigámosles dos calles y veamos cómo viven. Ésa es la forma de descubrirlo. “Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:20).
    Pidámosles que nos guíen en oración. Anunciemos una reunión de oración y veremos cómo se marchan. Anunciemos una fiesta, y veremos cómo acuden. En la Iglesia de Dios, los indicadores de “irse o quedarse” son los siguientes: cuando dice ir, “fiesta”; cuando dice no ir, “reunión de oración”. La Iglesia de Dios sigue esta pauta, y sonreímos al pensar en ello, pero es alarmante. No quiero presentarme ante el Señor tras haber tranquilizado y halagado a las personas de modo que tengan la sensación falsa de disfrutar una seguridad espiritual confortable.
    Leamos la historia de la Iglesia y veamos a los pocos, el remanente, que vivieron entre los demás. Leamos sobre los valdenses, los Amigos de Dios, los hermanos de la vida común, y veremos cuán pocos eran, pero cuántos iban “a la iglesia”. Es posible adorar a Dios con nuestros labios y no con nuestras vidas. Si su vida no adora a Dios, sus labios tampoco lo hacen.
    Me preocupa toda esa gente a la que veo cantando el Mesías de Händel, sobre todo durante la Navidad, y sin tener ni la más remota idea de lo que dice. Se ponen en pie y cantan: “vengan a Él, vengan a Él” sin saber lo que significa. Cuando Händel escribió su obra, dijo: “Cuando la concluí, me pareció ver el cielo abierto y a todos los ángeles de Dios reunidos”. Así es cómo se sentía. Pero muchos de nosotros la cantamos y la disfrutamos sólo como una pieza musical. Venimos, cantamos himnos en la iglesia, y sólo disfrutamos la dignidad de la música y un descanso del rock and roll.
    Leemos sobre el remanente 600 años antes de que naciera Cristo, en Ezequiel 9:1-6. Decimos: “Comienza por el Kremlin, oh Dios; comienza por el Kremlin y destruye a todos esos desgraciados paganos”. Dios dice: “Comenzaréis por mi santuario”.
    Decimos: “Señor, desciende a ese lugar donde hombres reunidos en habitaciones en penumbra sorben cerveza; ve hasta allí, oh Señor, blandiendo tu espada”. Dios dice: “Empiecen en los escalones de mi iglesia. Empiecen por mi santuario”.
    Decimos: “Ve a esa iglesia en la que el pastor niega la Biblia y no predica otra cosa que poesía”. Dios dice: “Empiecen por mi santuiario”.
    Pero Él nos dice: “Estén atentos, busquen la señal en la frente”. Es una marca indeleble. Envió al hombre vestido de lino con un tintero y tinta indeleble, y dijo: “Ve y señálalos, márcalos”.
    “¿A cuáles señalaré? ¿A los que se ponen en pie y oran durante más tiempo? ¿A aquellos que ofrendan más para las misiones?”
    “No, no” repuso Él, “ése no es el criterio adecuado. Éste es el baremo en tiempos corruptos: quienes suspiran y lloran por todas las abominaciones que surgen en medio de Jerusalén”.
    Eso es todo lo que tienen que hacer. Hay cosas parecidas a una ola del mar: podemos tenernos de pie y ni el mismo Pablo podría hacerla retroceder, porque le derribaría. Pero no tenemos por qué llevar la señal del remanente en la frente, ni tampoco tener éxito ni ser populares. Sólo tenemos que suspirar y clamar por las abominaciones que tienen lugar en la Tierra hoy.
    No puedo evitar que las personas hagan lo que hacen, pero al menos puedo lamentarme porque no dejen de hacerlo; y eso es algo que pienso hacer. Haré que mis lágrimas rieguen las huellas de quienes se descarrían. Y cuando las iglesias no retornen a los estándares del Nuevo Testmaento ni adoren al Señor nuestro Dios en la hermosura de la santidad, si no puedo lograr que lo hagan o convencerles de que actúen así, en estos momentos terribles de crisis al menos podré llorar porque no regresan a Dios. Y, si no puedo llorar, podré suspirar.
    No sé qué nos depara el futuro. Pero sé una cosa: en lugar de traicionar a la grey de Dios, antes que mentirles, engañarles, agitarles y motivarles con todo tipo de temas populares; antes que extraer mi material de la revista Time, predicaré la Palabra de Dios a unos asientos vacíos, y suspiraré y clamaré por la abominación que está en el mundo.
    Por lo tanto, Dios dice: “Comenzaréis por mi santuario. Comenzaron, pues, por los varones ancianos que estaban delante del templo” (Ez. 9:6). A veces parece que el problema son los jóvenes. Son personas llenas de lascivia y de ideas descabelladas; pero las Escrituras dicen que se debe empezar por los ancianos, la cabeza del hogar. “Esos pilares barbados de la Iglesia”, dice el Espíritu Santo. “Empiecen por ellos”. “Aconteció que cuando ellos iban matando y quedé yo solo, me postré sobre mi rostro, y clamé y dije: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Destruirás a todo el remanente de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén?” (Ez. 9:8).
    Si la Iglesia evangélica, la Iglesia creyente fundamentalista, no acepta esto, entonces al menos podrá suspirar y clamar a Dios porque no lo hacen.
 Capítulo 9 del libro Fe Auténtica, por A. W. Tozer, Editorial Portavoz



Isaías 10:21-22
"El remanente volverá, el remanente de Jacob volverá al Dios fuerte. Porque si tu pueblo, oh Israel, fuere como las arenas del mar, el remanente de él volverá; la destrucción acordada rebosará justicia".

Isaías 37:4
"Eleva, pues, oración tú por el remanente que aún ha quedado".

Mateo 7:21-23
"No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad".

Mateo 22:14
"Porque muchos son llamados, y pocos escogidos".
Lucas 13:23-24
"Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán".