Entradas populares

lunes, 2 de febrero de 2015

EN ESTO PENSAD -- febrero 2015

  
 Vivir Como El Águila

El águila es el rey de las aves y tiene una gran capacidad de sostener el planeo y también para reposar noblemente. Es obvio que está hecho para las alturas y puede respirar aun a grandes alturas. Sus ojos ven bien en un cielo brillante y puede mirar al sol cara a cara. Pertenece más al cielo que a la tierra. Los naturistas que estudian esa criatura señalan que destaca por su forma, su vuelo y su fortaleza.
    En cuanto a forma, está perfectamente preparado para volar con máxima velocidad y mínima resistencia; sus huesos son ligeros, huecos y cilíndricos – la estructura especial que combina ligereza y fortaleza; sus plumas, movibles cada una como una pequeña ala, para propulsar con mínimo esfuerzo.
    Respecto a su vuelo, el águila está constituido para encontrar y dominar vientos tempestuosos, volar ante ellos y sobrepasarlos en velocidad; o si conviene, puede dar la vuelta y volar contra viento. El águila no tiene miedo de la tormenta, y puede luchar con tempestades feroces. Por otra parte, es capaz de reposo largo y sostenido. Ningún otro ave puede estar parado y quieto tanto tiempo, con tanta firmeza y reposo tan perfecto. Su fortaleza es tal que es un ave incansable; puede mantener vuelo continuo durante muchas horas mientras planea descansando sobre sus alas. Es emblema de fortaleza y coraje, como el león entre las bestias. Después de mudar sus plumas, es revitalizado y viene a ilustrar en la Biblia la actividad incansable y triunfante de los que tienen en Jehová su fortaleza.
    Cuán pocos cristianos desean ascender los montes de Dios y gustar cual águilas la vida vigorosa, enriquecida e iluminada, en comunión con el Altísimo. Es una vida solitaria, alerta y consciente de la presencia del Señor. El profeta evangelista conocía al Señor como su Pastor, Fortaleza y Suficiencia (Is. 40:11-31). El ser humano en su mejor momento es como la hierba, pero en cuanto a Dios, Su grandeza es inescrutable. No desfallece ni se fatiga con cansancio (Is. 40:28); nunca faltará (Sof. 3:5), ni cambiará (Mal. 3:6). En el lugar secreto del Altísimo montamos con alas como águilas y miramos las cosas desde la perspectiva divina.
    William Carey el humilde zapatero montaba las alturas de la presencia de Dios hasta que veía a los millones de personas perdidas en la India. Su sueño de la evangelización de la India vino a ser su vocación. Años después, el misionero Adoniram Judson yacía encadenado en una cárcel sucia en Birmania. Otro preso le dijo con desprecio: “Dr. Judson, ¿qué prospectiva hay ahora para la conversión de los paganos?” Judson respondio: “La prospectiva es tan animadora como las promesas de Dios”. Para el médico inglés, Dr. David Livingston, misionero a África, nada tuvo valor excepto en relación con la extensión del reino de Dios en este mundo. Veía como águila, porque moraba espiritualmente en las alturas con Dios, en Su secreto.
    ¿Cuál es nuestro deseo, dinámica y visión AHORA? ¿Qué más podemos decir acerca de necesidad de evangelizar en nuestra generación? El deseo de Dios es esparcir, sembrar y servir. Con frecuencia nuestros deseos son sólo las cosas pasajeras de este mundo. La vida aguilar les describe a bien pocos. Muchos buscamos la comodidad y la seguridad, no queriendo ser esparcidos y enviados para sembrar y servir. Tal vez seríamos misioneros si podríamos vivir en buenas casas y estar cómodos. Nuestros deseos son demasiado terrenales, y pueden conducirnos a la mortandad (Sal. 106:15). Hermanos, la noche está avanzada. Hasta que aparezca la Estrella de la Mañana, no olvidemos que en la obra del Señor el “éxito”, la cosecha, siempre viene a precio de sacrificio personal, sufrimiento y aun la muerte (Hch. 15:26; Sal. 126; Lc. 9:24-26).

Les Rainey (1914-2012) sirvió incansablemente como misionero en varias partes de África, las Islas Bahamas e Israel. De la revista “Missions”, febrero de 1993.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 
Los Pecados No Confesados

    En 1 Juan 1:9 tenemos esta afirmación: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. En otras palabras, si los cristianos confesamos nuestros pecados, Él nos perdonará. Él es fiel debido a que Él prometió y Él es justo porque Él expió. El pecado confesado es pecado perdonado, y el pecado perdonado es un pecado limpiado. Y, puedo añadir, la confesión tiene que incluir una renuncia, porque si no se renuncia al pecado, no será perdonado, a pesar de que haya sido confesado.
    La razón de que hay tantos que son tibios, fríos o indiferentes, la razón de que tantos no se gozan de su salvación, la razón de que no se gozan en la lectura de la Palabra de Dios, ni en la oración, y de que no reciben respuesta a la oración, la razón de que no tienen testimonio, es que hay algún pecado secreto, algún pecado oculto que no ha sido confesado, y que está ahí, en el corazón. ¿Por qué no lo confiesas? No lo puedes ocultar de Dios. Él conoce todo acerca de ese pecado. ¿Por qué no hacer una confesión total y plena a Dios y ser así perdonado? Hasta que no lo hagas, Él no puede hacer absolutamente nada por ti.
Oswald Smith, de su libro: “Pasión Por Las Almas”, Editorial Portavoz, pág. 167

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

LOS QUE HABITAN EN TU CASA

“Bienaventurados los que habitan en tu casa; perpetuamente te alabarán” (Sal. 84:4).

    ¿Oíste hablar de aquel hombre que naufragó y fue descubierto muchos años después en una isla desierta? Había construido tres chozas. Cuando le preguntaron por qué las había construido, él respondió: “La primera es donde vivo, la segunda es donde me congrego, y la tercera es donde antes solía congregarme”. Así son las malas costumbres de algunos llamados creyentes. Tratan a la iglesia como si fuera un restaurante, no como su hogar espiritual. Esto es un error. Amigo, puedes visitar a muchas casas, ¡pero sólo puedes pertenecer a una!
    Escucha: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas” (Hebreos 13:17). ¿Conoces a algún mecánico en particular que conozca tan bien tu coche que lo consiga mantener funcionando siempre? ¿O un médico que te conozca lo suficientemente bien, para que pueda cuidar bien de tu salud? ¿Y qué de un padre espiritual que te conozca lo suficientemente bien para ayudarte a crecer hacia tu entero potencial en Dios? Pablo dice: “Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 Corintios 4:15). ¿Quién es tu padre espiritual? Si no puedes responder, ¡puede que seas un huérfano espiritual, o un bastardo!
    El hijo pródigo, cuando falló, regresó a la casa de su padre, porque es allí donde empieza la restauración. Él pudo haber entrado en muchas de las casas que se encontró por el camino, pero su padre no estaba en ellas. Sólo una familia le podía dar la bienvenida, cubrir su desnudez, curar sus heridas, y restaurarle en su lugar de hijo. ¿Entiendes lo que quiero decir?
    Solamente si permaneces conectado y comprometido a tu familia espiritual podrás crecer y cumplir el propósito que Dios tiene contigo. Y eso no se produce haciendo sólo visitas, sino habitando juntos.
— autor desconocido 
 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
EL AVIVAMIENTO
 
“...y cuando comenzó el holocausto, comenzó también el cántico de Jehová” (2 Cr. 29:27).

    En muchos lugares los creyentes claman a Dios deseando un “avivamiento” en este día de desliz y dejadez. Hacen campañas especiales, invitan a predicadores de renombre, y hacen grandes esfuerzos. Muchas veces hay resultados a plazo corto, pero pronto desvanecen y las cosas se vuelven a su estado anterior. ¿Cuándo aprenderemos que el avivamiento verdadero y genuino sucede sólo cuando nosotros mismos reconocemos y confesamos nuestros pecados, nos apartamos de ellos y damos primeramente a Dios Su porción? La verdadera obra de Dios siempre comienza en el lugar santo. Sin arrepentimiento no hay avivamiento. Debe ser primero un avivamiento de santidad y adoración en espíritu y verdad. ¡Entonces el cántico del Señor comenzará!
J. Boyd Nicholson, del calendario Choice Gleanings, adaptado

Avívanos, Señor.
Sintamos el poder,
Del Santo Espíritu de Dios,
En todo nuestro ser.
Avívanos, Señor,
Con nueva bendición.
Inflama el fuego de Tu amor,
En cada corazón.

 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -


 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

 ¿A esto lo llamas AMOR?
¿Puedes ver amor en la siguiente chica?
    Paco está trabajando en otro país como emigrante. Cada tres días manda una carta a Susana, su novia. Después de volver, se quiere casar con ella. Por medio de las cartas desea que los dos estuvieran listos para una convivencia feliz. Susana ha leído la primera carta para contestar y pedir a Paco un poco de dinero para comprarse unos vestidos. Las cartas posteriores a esa primera, suman 66, están cerradas, en un cajón, ya que Susana ni siquiera las ha leído. Sin embargo, ella le escribe de vez en cuando, diciéndole cuánto le ama, y ya de paso, le pide un poco más de dinero. ¿Puedes ver amor en Susana?
    ¿Entiendes el ejemplo? Jesucristo decía que volvería por los Suyos. Mientras tanto nos ha dejado Sus 66 cartas de amor en un libro. Él espera que tú leas cada día en Sus cartas. Él quiere prepararte para que puedas estar eternamente con Él. ¿Lees Sus cartas? ¿Sólo sabes pedirle favores? ¿A esto llamas amar a Dios? ¿No es más bien menospreciarle con engaño? Jesús decía: “El que me ama, mis palabras guardará” (Juan 14:23) y “El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios” (Juan 8:47). Proverbios 28:9 advierte: “El que aparta su oído para no oir la ley, su oración también es abominable”.

¿SABES LA RESPUESTA?
Marca con una X la respuesta correcta:


En este relato, Susana está engañando a Paco.
☐ SÍ / ☐ NO
El que no lee la Biblia con entusiasmo menosprecia a Dios.☐ SÍ / ☐ NO
Si esta persona se tiene por religiosa, está engañada.
☐ SÍ / ☐ NO
La persona que se excusa con no poder leer la Biblia, pero tiene tiempo, por ej., para ver la tele o para charlar, engaña a Dios.
☐ SÍ / ☐ NO
Sólo la persona que obedece a lo que Dios dice en Sus cartas antes que a los hombres ama a Dios, y los demás le menosprecian.

☐ SÍ / ☐ NO
¿Estás dispuesto a dejar de menospreciar a Dios, no poniendo nada más a Su lado (ni el dinero, la salud, la pareja, la diversión, las tradiciones religiosas, la ciencia, el trabajo, ni tu propia vida)?
☐ SÍ / ☐ NO
  - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
EL REMANENTE: 
UNA DOCTRINA ALARMANTE
A. W. Tozer

“También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo”. Romanos 9:27

Quiero abordar una doctrina bíblica que resulta muy problemática y alarmante. Me temo mucho que la Biblia es un libro mucho más inquietante de lo que pensamos. Antes de explicar lo que quiero decir, me gustaría que leyera las palabras de un himno. Me encanta este himno de Edwin Hodder (1837-1904) sobre la Palabra.

Señor, tu Libro es cual jardín precioso,
con flores brillantes y de mil colores;
en el que puede el visitante ocioso
reunir ramilletes de suaves olores.

Tu libro es cual venero muy profundo,
y hallará joyas preciosas en su sima,
–ocultas a los ojos de este mundo–
aquel peregrino que en ella camina.

Tu Palabra es cual la hueste sideral:
con mil rayos de luz pura y deslumbrante
ilumina al viajero terrenal
enseñando el sendero al caminante.

Tu Libro es como una amplia armería,
donde el soldado repara su armadura,
y encuentra, en la lid de cada día,
arnés, escudo, yelmo y arma segura.

    Todo esto es cierto. Me gusta mucho escuchar este himno, y también cantarlo. Sin embargo, me temo que ésta es la actitud que adoptamos respecto a las Escrituras: que es una joya hermosa que llevar colgada del cuello o en nuestro dedo, o un ramillete para ponérselo en alguna ocasión especial cuando está bien visto; algo que es fragante. Y es todo eso. Pero también es algo más, y en nuestra elegancia sencilla, me temo que no permitimos que la Palabra de Dios nos diga lo que tiene que decirnos.
    Con independencia de lo que digan los educadores, sea cual fuere la moda religiosa del momento, ésta es la doctrina que se enseña claramente en las Escrituras, que los sectarios han malentendido y han forzado para su propia destruccion. Y es que todo sectario dice: “Soy del remanente”, y cada grupo que se reúne dice: “Somos el pueblo”. Pero yo me niego a rechazar esta doctrina porque algún otro la haya forzado para su propia destruccion. No tengo para usted esperanzas etéreas ni ramos fragantes; lo que sí tengo es una doctrina terrible que duele y angustia, y que hace que mi espíritu se entristezca. Es la doctrina del remanente.

Sólo un fragmento
    ¿Qué es la doctrina del remanente? Simplemente esto: que en este mundo ciego, caído y pecaminoso en el que vive la humanidad, y en cualquier momento dado, la inmensa mayoría de sus habitantes está perdida. Y con “perdida” no quiero decir que se hayan equivocado de camino, se hayan quedado cortos, sean menos de lo que querían ser o no hayan logrado cumplir sus sueños. Con “perdidos” quiero decir alienados de Dios, enemigos Suyos, sin perdón, vida ni esperanza.
    ¿Qué significa esta doctrina del remanente? “Remanente” significa un pequeno fragmento, un resto sobreviviente. Significa que alguna cosa permanece aún cuando el resto del cuerpo está en otra parte. El texto de Romanos 9:27 habla de Israel, pero expone claramente la doctrina como algo aplicable a toda la raza humana, además de la Iglesia. Esto era cierto entre las naciones antes de Abraham; fue cierto de Israel después de él; y es cierto de la Iglesia tras Pentecostés. Me alarma constatar que desde Pentecostés ha sido cierto que un número impresionante de personas que se consideran cristianas –la inmensa mayoría– son nominales, y sólo se salva un remanente.
    Veamos algunos ejemplos sacados de la Biblia. Jesús dijo: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre” (Lc. 17:26). Según las Escrituras, Noé halló gracia a los ojos del Señor, y hubo otros siete miembros de su familia que se salvaron de entre toda la población. No sé cuál era el número de la población mundial, pero sé que en el momento del Diluvio, sólo se salvaron ocho personas. Y sé que está escrito que como fue en los días de Noé será también en los días en que venga el Hijo del Hombre.
    Alguien me dirá: “Sr. Tozer, se lo está tomando demasiado en serio. Recuerda que Elías también se sintió como usted y dijo: ‘Oh, Dios, sólo yo he quedado’, y Dios le dijo: ‘Anímate, Elías: tengo noticias para ti. En Israel han quedado siete mil que no han doblado sus rodillas ante Baal ni ante su imagen’”. Siete mil nos parecen muchos, ¿no? ¿No reconforta saber que en Israel hubo siete mil judíos auténticos que no doblaron sus rodillas ante Baal?
    Permítame que me entregue a una breve especulación. Supongamos que la población de Israel en aquella época fuera de siete millones de personas. Creo que es una cifra bastante prudente. Eso significaría que una décima parte del 1% de la población no se había arrodillado ante Baal, y todos los demás sí. Eso supondría un individuo de cada mil. Si tomásemos en ese momento a mil judíos, 999 de ellos adoraban en secreto a Baal para no tener problemas, y sólo uno se negaba valientemente a hacerlo. Pero supongamos, para ser totalmente justos, que redujéramos a la mitad la población israelita, y supusiéramos que sólo había tres millones y medio. Entonces el porcentaje es de uno entre 500. Cada vez que viéramos una sinagoga o un edificio donde hubiera 500 judíos leyendo la Torá o escuchando salmodiar a los sacerdotes, de ellos 499 seguían a Baal y uno era salvo.
    Recuerda que cuando Cristo vino por primera vez solamente hubo unos cuantos que le reconocieron. Nosotros lo damos por hecho, al igual que lo hacía Israel, que cuando venga el Mesías le reconocemos.
    Creían lo mismo que Sansón cuando se recostó a dormir en el regazo de Dalila. Él creía que su vida se presentaba bien, que había tenido cierta experiencia con la religión, y que por consiguiente no había nada de qué preocuparse. Pero cuando despertó, descubrió que le habían capturado, y pronto le sacaron los ojos y se vio atado a un molino mientras otros se burlaban de él en nombre de un dios falso. Sansón había confiado en sí mismo, un proceder que siempre resulta malo y peligroso.
    O bien confiamos en nosotros mismos y gozamos de una falsa paz, o tenemos problemas, oramos en medio de ellos y descubrimos la verdadera paz. Hoy día la mayoría de creyentes confía en sí misma, y goza de una paz engañosa. Si hicieran lo que enseña la Biblia, se preocuparían y se alarmarían al ver cómo son, y se acercarían a Dios con una Biblia abierta, permitiendo que ésta los diseccionara y los reconstruyese, dándoles paz. Y la paz que obtiene alguien cuando lo diseccionan el Espíritu Santo y Su espada, que es la Palabra, es una paz legítima.
    Hay dos tipos de tranquilidad, y no debemos olvidarlo. Bueno, quizás ahora existan tres tipos. Hay la clase de paz que se puede comprar embotellada; luego, existe la que se deriva de confiar en nosotros mismos, creyendo en cosas buenas sobre nosotros mismos, aunque no sean ciertas. Esto aporta cierto grado de tranquilidad a la mente.
    Luego tenemos la tranquilidad que nos sobreviene tras una perturbación del alma, que la conmociona hasta sus cimientos y hace que el hombre o la mujer acuda a Dios con una Biblia abierta y clame: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos” (Sal. 139:23). Entonces, cuando Dios hace esto, tenemos una experiencia con Él que nos proporciona una tranquilidad afirmada sobre la Roca. Pero en el caso de la mayoría de evangélicos modernos, sus líderes salen fuera para traerles la tranquilidad.
   
La Iglesia tranquilizada
    La primera oferta del Señor no es ni mucho menos la tranquilidad. Al principio el Señor nos ofrece liberacion, perdón, renovación y justicia; después de eso viene la tranquilidad. Pero ahora nosotros comercializamos la paz, vendiéndola como si fuera jabón, y pidiendo a nuestro pueblo, en el nombre de Juan 3:16, que se acerque y tenga paz. De modo que tenemos una Iglesia tranquilizada, que lo pasa estupendamente en banquetes, en fiestas, en charlas de cafetería y en actividades de comunión. Y encima canta al Señor diciendo: “Tu Palabra es cual vergel, Señor”.
    Sólo llamo la atención sobre esto porque existe el peligro de que convirtamos la Palabra de Dios en algo destinado a darnos paz. Si se fija en las puertas de las iglesias, las que se quedan abiertas todo el día en las zonas más transitadas, verá como siempre hay gente que entra y se sienta. Lo hace, como dijo el poeta: “para invitar a sus almas, traer a la mente el recuerdo del hogar y el camino, y recobrar la calma”.
    Los hombres de negocios y los publicistas hacen eso, y los místicos de la India y de Burma también. No es necesariamente una práctica cristiana. Es positiva, pero no basta. Organizamos nuestros cultos para tranquilizar a las personas y paralizarlas. Esta doctrina del remanente debería alarmarnos. No deberíamos dar las cosas por hechas, sino sentirnos alarmados.
    A Pablo esto le preocupaba, y escribió: “sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Co. 9:27). He conocido a predicadores que estuvieron toda la vida predicando y acabaron contando chistes malsonantes; acabaron sucios, siendo ancianos desagradables. Es perfectamente posible ser maestro de escuela dominical, ser miembro de la junta directiva, cantar en un coro y participar de los cultos de la iglesia, para luego descubrir que somos parias y que nunca hemos formado parte del remanente. Esto resulta alarmante, pero no voy a disculparme por decirlo. Me temo que no estamos lo bastante preocupados. Esto no debería perturbarnos, porque todo se resume en este texto: “Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo” (Ro. 9:27).
    Durante la vida de Jesús hubo algunos viejos amigos de Dios, pero cuando pensamos que sólo la población de Jerusalén durante la Pascua era de un millón de personas, y que en Pentecostés había un millón de personas en la ciudad pero sólo se convirtieron 3.000, decimos: “¡Menuda cosecha!” Bueno, pues 3.000 sobre un millón, desde mi punto de vista, no es una cosecha impresionante.
    Me pregunto si habrá habido algún momento en que se haya producido una cosecha abundante. Sé lo que se decía del misionero escocés John G. Paton (1824-1907), que fue a las Nuevas Hébridas (islas Vanuatu) y no encontró un solo cristiano; cuando se marchó, no quedaba un solo pagano. Pero siempre he cruzado los dedos al leer esta afirmación, porque no está de acuerdo con la doctrina del remanente. Porque esta doctrina dice que “aunque el número de personas religiosas sea como la arena del mar, sólo un remanente será salvo”. No es que no puedan serlo, no es que Dios no quiera que se salven; es simplemente que no se salvan.
    Cuando vino Cristo, encontró a pastores y sabios. Leemos acerca de esos amigos de Dios, y nos alegramos por ellos. Pero el asunto es que, típicamente, eran un número muy reducido de personas.
    Hablando sobre la segunda venida de Jesús, nos dice: “Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mt. 24:12). No dice sólo el amor de muchos, pero cualquier estudiante de griego dirá lo mismo. En este versículo existe un artículo definido evidente: “los” muchos. Lo que se enfriará será la capacidad específica de amar.

continuará en el nº siguiente
del libro FE AUTÉNTICA, capítulo 9, Editorial Portavoz