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sábado, 31 de mayo de 2014

EN ESTO PENSAD -- junio 2014

LAS SETENTA SEMANAS DE DANIEL

“Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo, y sobre tu santa ciudad” (Dn. 9:24). 
   Lo primero que quisiera puntualizar es que esta es una profecía acerca de algo que no puede ser cambiado. Las semanas han sido “determinadas” – están planificadas y fijadas por el Dios Todopoderoso. Lo segundo que me gustaría señalar es que ese periodo de setenta semanas tiene que ver con el pueblo de Israel: “tu pueblo”, y con la ciudad de Jerusalén: “tu santa ciudad”.
    Con esto Dios declara que Sus tratos con los hijos de Israel, hasta el establecimiento del reino milenario, cubrirán un periodo de setenta semanas. Como dice el versículo 24, “para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos”. La palabra hebrea “heptad”, traducida “semanas” también puede traducirse: “sietes”. Hallamos en otros pasajes de las Escrituras (p. ej. Gn. 29:26-27) que un periodo de siete años también puede ser llamado “semana”. Teniendo esto en cuenta, observa que las setenta semanas hacen exactamente cuatrocientos noventa años.
    Las setenta semanas se dividen en tres partes. La primera sección contiene siete semanas, es decir, cuarenta y nueve años. La segunda parte cubre sesenta y dos semanas, o cuatrocientos treinta y cuatro años. Esto deja sólo la última semana, la septuagésima: “Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones” (Dn. 9:25-26).
    Ahora si vamos a Nehemías 2:1 tendremos la fecha exacta del mandamiento para reedificar a Jerusalén: “Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes...” El registro sagrado demuestra a continuación que Nehemías pidió que el rey le permitiera ir y reedificar la ciudad. La historia fija la fecha del año veinte de Artajerjes como 445 a.C. También la historia informa que la reedificación del templo [bajo Esdras] y luego de Jerusalén [bajo Nehemías] ocupó cuarenta y nueve años, los cuales cumplen la primera división de las setenta semanas de Daniel.
    Entonces, de ese periodo en adelante, se nos dice que “después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías”. La historia demuestra que cuatrocientos treinta y cuatro años después de la edificación del templo, el Mesías – que se refiere al Señor Jesucristo – fue crucificado. Después de las primeras sesenta y nueve semanas, la ciudad de Jerusalén iba a ser destruida y pisoteada: “y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario” (Dn. 9:26). Esto también está registrado en la historia. En el año 70 d.C. Tito el romano descendió sobre la tierra y destruyó la ciudad y el santuario, y llevó cautivo al resto de los hijos de Israel para ser dispersado en todas las naciones del mundo.
    Entonces Dios comenzó Sus tratos con la Iglesia, llamando a una novia para Su Hijo, el Señor Jesucristo. La nación de Israel está marginada por el tiempo presente, hasta que Dios reanude Sus tratos con ella durante la septuagésima semana de Daniel. Todo esto está corroborado por el resto de las Escrituras. Leemos, por ejemplo, acerca del anticristo: “Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Dn. 9:27). Jesucristo nos dijo que esa “abominación desoladora” vendrá durante el futuro periodo de la Tribulación (Mt. 24:15). Consulta Apocalipsis 11-13 para más detalles sobre esos tiempos y acontecimientos.
    Espero que puedas ver lo que Dios quiso revelar a Daniel. Hay setenta semanas durante los cuales Dios tratará con el pueblo de Israel. Las primeras sesenta y nueve terminaron en el momento de la crucifixión de Jesucristo. Cuando suceda el arrebatimiento de la Iglesia, Dios continuará la última semana que queda pendiente, y esa semana la llamamos el periodo de la Tribulación. Solemos llamar "Gran Tribulación" a la última mitad de ese periodo.
    Permíteme preguntarte nuevamente si estás preparado para encontrar al Señor Jesucristo. Él puede venir a por Su Iglesia en cualquier momento. Entonces, ¿estás preparado para encontrarle en el aire, o serás dejado en el mundo de los incrédulos para sufrir los juicios de la Tribulación? El tiempo es corto, y debes arreglar tus cuentas con el Señor ahora, antes de que sea eternamente demasiado tarde.

        Condensado del libro Daniel The Prophet (“El Profeta Daniel”), por M. R. DeHaan, en un artículo publicado en www.mwtb.org

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El Fruto Espiritual Sólo Viene 
De La Vida Espiritual

“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:21).

El agua no sube por encima de su propio nivel. ¡Tampoco puede un cristiano, por un esfuerzo repentino y espasmódico, subir por encima del nivel de su propia vida espiritual!
    En mi propia experiencia, he observado a hombres de Dios desatando su lengua durante todo el día en conversación liviana y frívola, permitiendo divagar su interés entre los vanos placeres de este mundo; y luego, bajo la necesidad de predicar por la noche, buscar ser indultados a última hora mediante la oración desesperada, a fin de ponerse en una posición en la que el espíritu del profeta descienda sobre él al entrar en el púlpito.
    No se recogen uvas de los espinos ni higos de los cardos. El fruto del árbol es determinado por el árbol, y el fruto de una vida por la clase de vida que es. Lo que le interesa al hombre hasta el punto de absorberle es lo que determina y revela qué clase de hombre es; y por una ley secreta del alma la clase de hombre que es, es lo que decide qué clase de fruto producirá.
    La cuestión es que a menudo no descubrimos la verdadera calidad de nuestro fruto hasta que es demasiado tarde.
    ¿En qué pensamos cuando estamos libres para pensar lo que queremos?
    ¿Que asunto nos da placer interno al meditarlo?
    ¿A qué tema vuelve nuestra imaginación una y otra vez?
    Cuando hayamos contestado estas preguntas honestamente sabremos qué clase de personas somos, y habiendo descubierto qué clase de personas somos podemos deducir la clase de fruto que produciremos. ¡Si queremos hacer obras santas, debemos ser hombres y mujeres santos!

A. W. Tozer, de su libro Renewed Day By Day (“Renovado de Día en Día”),lectura del 5 de octubre


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“Mas él, dejando el consejo que le dieron los ancianos, tomó consejo con los jóvenes que se habían criado con él, y que estaban a su servicio” (2 Crónicas 10:8).

Hoy hay consejos disponibles sobre toda clase de tema que surja. La cuestión es: ¿De quién escucharemos los consejos? ¿Es el que aconseja una autoridad en esa área? ¿Habla de experiencia propia? Con demasiada frecuencia los jóvenes tienden a escuchar a sus pares, la gente de su edad y su entorno, que opinan pronto pero carecen de conocimiento y experiencia. Bendito el joven que busca el consejo de santos de más años que tienen conocimiento de la Palabra, de los caminos de Dios, y que pueden hablar de la experiencia de andar con Él toda la vida.
William Gustafson
traducido de una lectura del calendario devocional “Choice Gleanings”

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EL LIBRO DEL MES:
¿Qué Es Una Asamblea Cristiana?
    por Littleproud
En las congregaciones de los santos, se precisa siempre ministerio respecto a la iglesia. Necesitamos saber cómo vivir y actuar ya que formamos parte de la Iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad" (1 Ti. 3:14-15). El autor de esta valiosa obra nos guía a ver los principios bíblicos que deben aplicarse en el desarrollo de diversas actividades en la asamblea local. Este libro debe ser leído y estudiado cuidadosamente por cada creyente.
precio: 7 euros
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 DOS GRANDES DESCUBRIMIENTOS

1. La Convicción Ante Dios

    Amigo, ¿Has descubierto que eres un pecador culpable ante Dios? Puede que seas una persona moral, amable y religiosa ante los hombres, y en tu propia estimación inocente en la vida. Pero ante los ojos del Dios Santo y Justo, eres un pecador. No te ofendas, sino considera cabalmente lo que la Palabra de Dios dice: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”.  Romanos 3:23. Y, “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque”. Ecclesiastés 7:20
    Leemos de algunos que reconocieron esa verdad, y así es cómo se expresaron:
· el apóstol Pedro: “Soy hombre pecador” Lucas 5:8
· el patriarca Job: “He aquí que yo soy vil” Job 40:4
· el profeta Isaías: “¡Ay de mí! que soy muerto...siendo hombre inmundo de labios”. Isaías 6:5
· el apóstol Pablo: “...los pecadores, de los cuales yo soy el primero”. 1 Timoteo 1:15
    ¿Te has visto así convicto de tu pecado ante Dios? ¿Lo has reconocido en Su presencia? Si es así, también puedes conocer el camino de limpieza del pecado. Pero si no lo has reconocido, debes ser hallado un día convicto y sin palabras (Mateo 22:12) ante el trono del juicio divino.

2. La Limpieza del Pecado
    Muchos tampoco han descubierto cómo realmente ser limpios de sus pecados. Hay una manera en que cualquier pecador puede ser totalmente perdonado y limpiado, y así hecho apto para estar en Su santísima presencia. No es por sinceridad, ni obras de justicia, ni por ocupación en las cosas de religión como por ejemplo los rezos, los sacramentos o la devoción a los santos. “Hay generación limpia en su propia opinión, Si bien no se ha limpiado de su inmundicia”. Proverbios 30:12
    Sólo hay un camino por el cual el pecador puede ser limpio ante Dios, y es éste:La sangre de Jesucristo: "y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre”. Apocalipsis 1:5. “...la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” 1 Juan 1:7. “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado” Juan 15:3.
    El pecador que reconoce su pecado ante Dios (Salmo 32:5) y confía en la sangre de Jesucristo que fue derramada por sus pecados, y cree la Palabra de Dios, el Evangelio, recibe perdón y limpieza de Dios, como Cristo dijo: “está todo limpio” Juan 13:10.

    Nunca en el infierno estará alma que no tuvo oportunidad,
   Sea pagano, o de hogar cristiano, cada cual tiene responsabilidad.
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El Recuerdo Fascinante 
de las Palabras Muertas
A. W. Tozer

"En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra tí". 
Salmo 119:11

En cualquier momento de la historia, predominan ciertas palabras y expresiones que gobiernan el pensamiento y las actividades de esa generación dentro de un campo determinado.
    Esto es cierto en el campo de la filosofía, y también en los de la literatura, la política y la religión. En cada generación, en toda época o periodo histórico, hay ciertas expresiones, palabras e ideas que se enseñorean de las mentes de los hombres. Determinan la dirección del esfuerzo humano durante esa generación. El poder de esos términos radica en que encarnan y expresan ideas primordiales.
    No subestime el poder de una idea. Juan dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn. 1:l-3). Cuando Juan dijo: “en el principio era el Verbo”, utilizó la palabra logos. En el principio fue una idea activa y expresada. Por lo tanto, en el principio hubo una idea activa, y todo fue creado a partir de ella, nacido del corazón de Jesucristo, el Hijo de Dios.
    Todo lo que nos rodea, en cualquier lugar donde vivan los hombres, nació de una idea o ideas. Por ejemplo, pensemos en la civilización. Resulta tan difícil de comprender que no estoy seguro de saber exactamente qué es la civilización, pero sin duda es mejor que la selva. Es mejor vivir en el Jefferson Hotel que en una choza de barro y dormir en el suelo. La civilización tiene sus ventajas, y nació en la mente descontenta de alguien que, allá en el pasado remoto, decidió que iba a arreglar un poco las cosas para mejorarlas. De modo que nuestra civilización nació de esa idea.
    Tomemos el concepto de libertad. En nuestro país aún queda un poco, y todo lo que tenemos, lo que vemos y hemos disfrutado a lo largo de las generaciones, nació de la idea de las mentes torturadas de determinadas personas que, incluso estando en prisión algunas de ellas, tuvieron elevados sueños de libertad. Benjamin Franklin, Thomas Jefferson y el resto de los Padres Fundadores encarnaron esas ideas de la Constitución de los Estados Unidos, que según dijo William Gladstone fue el documento más poderoso y noble jamás concebido por la mente humana. Todo empezó con una idea.   
    Lo mismo sucede con el concepto de transporte. Alguien, en alguna parte, vestido con una piel de leopardo, descubrió la rueda. Se dio cuenta de que si tomaba una pieza redonda y le practicaba un agujero en el centro, era muy fácil hacerla rodar; y de aquí nació la rueda. A partir de la rueda llegaron los automóviles, los aviones, los trenes y todo aquello que nos traslada de un punto a otro.
    Pensemos en la comunicación. Guglielmo Marconi, inventor italiano, fue uno de los primeros en desarrollar la comunicación por radio comercial y viable. Se supone que emitió y recibió su primera señal de radio en Italia, en 1895. De esta idea surgieron la radio y la televisión.
    Lo mismo sucede con la idea Reforma. Un hombre llamado David, por inspiración del Espíritu Santo, dijo: “Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño” (Sal. 32:2). Esa idea quedó aletargada durante mucho tiempo. Volvió a la vida en el corazón de Pablo, quien nos dio los libros de Romanos y Gálatas. La idea de la justificación por la fe se impuso en el pensamiento de la Iglesia primitiva, y luego volvió a sumirse en el sopor durante mucho tiempo. Renació en la mente de aquel alemán llamado Martín Lutero y de algunos de sus ayudantes, y tuvimos la Reforma.
    Fue también del corazón torturado de un hombre, el Dr. A. B. Simpson, del que nació la Alianza Cristiana y Misionera. Antes de ser una sociedad tuvo que ser una idea. Por lo tanto, toda la Alianza Cristiana y Misionera, con todos sus misioneros repartidos por el mundo, estuvo en cierto momento dentro del corazón de un canadiense llamado A. B. Simpson. Era una idea tan pequeña como una bellota, apenas tan grande como para poder medirla, pero estaba allí.
    Las ideas son poderosas; no las infravalore nunca. Pero en todo este asunto hay una trampa: las ideas, las palabras y las expresiones suelen vivir una sola generación, luego desaparecen. Sin embargo, después de su muerte se niegan a esfumarse del todo; siguen teniendo poder aun después de haber fallecido.

Las palabras muertas en la siguiente generación
    Dentro de la religión, vemos esto más claramente que en cualquier otro campo de la actividad o del pensamiento humano. Dios interviene otorgando a una generación una idea viva beneficiosa para aquel momento, una verdad viva. Esta verdad se viste, se encarna, en una expresión, una palabra o media docena de frases. El concepto expresado se incluirá en una bibliografía. Se escribirán libros sobre él, se le dedicarán revistas, y habrá predicadores que recorran el país de un extremo a otro, exponiéndolo; a su alrededor se crearán centros docentes, y se convertirá en una escuela de pensamiento en su generación. Como es una idea viva, y procedía del corazón de Dios, es creativa y poderosa, y de ella surgen grandes cosas. Luego morirá. Se marchitará en el corazón de las personas a las que contribuyó a crear, normalmente hasta la siguiente generación.
    Después de esto, seguirá influyendo. Aquellas palabras y frases muertas que una vez describieron una idea viva siguen determinando nuestra doctrina y el modo expositivo de los predicadores de ese grupo, el contenido de lo que se enseñe en las escuelas, lo que aparezca en las revistas, se escriba en los libros y se incluya en las canciones. Nadie admite que el término murió una generación atrás. La palabra pasa de boca en boca, se mueve de un lado a otro, convirtiéndose en el reclamo y en el centro de grandes grupos de personas, incluso de denominaciones. Pero ese término murió hace mucho, y ya no le queda vida, ni hace lo que se propuso hacer o hizo originariamente. Tampoco hace lo que consiguió en la primera o en la segunda generación que la utilizó.
    Y así continuamos durante una o dos generaciones más, dominadas por los fantasmas de términos teológicos, esos muertos vivientes. Vivimos rodeados de voces espectrales que claman desde las tumbas de la teología, desde esos sepulcros mohosos en que yacen los muertos. Nadie tiene el valor de ponerle freno y decir: “Eso ya está muerto”, y mirar a Dios en busca de una idea nueva. De modo que las grandes y yertas manos de las frases teológicas nos estrangulan. Nuestra vida se asfixia debido al uso constante de palabras que en cierto momento significaron algo para algunas personas, pero que para nosotros no significan nada.


continuará, d.v., en el número siguiente


tomado del capítulo 11 del libro: FE AUTÉNTICA, por A W. Tozer, 2011,
Editorial Portavoz, Grand Rapids, MI, EE.UU.
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sábado, 3 de mayo de 2014

EN ESTO PENSAD - mayo 2014

        Una Costumbre en Peligro de Extinción 

Donald Norbie
En años pasados hubo mucho ejercicio personal del corazón en cuanto a ofrendar. Individuos oraban específicamente por obreros y misioneros y les ofrendaban. Después de una reunión, un obrero podía recibir un afectuoso saludo y palabras de aprecio, y encontrarse con un billete o un cheque en la mano. O recibiría una carta de ánimo que incluía una ofrenda. Hoy en día esta costumbre personal se está extinguiendo en muchos sitios, y toda ofrenda se hace a la asamblea.
    Recuerdo cuando recibí un cheque y una carta de un misionero en Nueva Guinea. “Me enseñaste la Palabra en años pasados y me molesta el que nunca he compartido económicamente contigo. La Palabra dice: 'El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye' (Gá. 6:6).” Tales ejemplos de gratitud son tremendamente animadores para el obrero y también bendicen al dador.
    Es verdad que muchas ofrendas de individuos serán mediante una asamblea local (1 Co. 16:1-2). Esto es correcto y es parte de nuestra adoración colectiva. Puede haber gastos para el mantenimiento del local, también la responsabilidad de apoyar a ciertos obreros y orar por ellos en la asamblea. Pero aún queda mucho espacio en el cual el Espíritu Santo mueve al creyente a orar y ofrendar personalmente. Es demasiado fácil caer en la rutina monótona de echar algo en la ofrenda los domingos, y dejar que otros se ocupen de la distribución de fondos.
    Elías pide a la viuda de Sarepta un vaso de agua y añade: “Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano” (1 R. 17:11). Ella responde: “...no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija...” Su plan es de preparar una comida más para su hijo y ella, y morir. La sequía es severa en la tierra. Elías le dice: “No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo”. Elías le promete que la harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá.
    El poner al siervo de Dios primero es poner a Dios primero. La mujer hace el fuego y prepara la torta. En una asombrosa muestra de fe, lo trae caliente del fuego y se lo da al hombre de Dios. ¡Dios primero! Su harina nunca se gastó, ni su aceite se acabó nunca. Dios es fiel.
    Por medio de la predicación de Pablo y su compañía Lidia es convertida y bautizada. Entonces ella les suplica: “Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad”. La hospitalidad es una manera costosa de darse uno mismo y su casa a otros. Lidia es movida por la gracia de Dios a dar.
    Cuando ofrendamos personalmente esto nos estimula a orar con más fervor por la obra y los obreros del Señor. “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:21). Invierte dinero en la obra del Señor, y tu corazón cada vez más estará ocupado con las cosas del Señor. Se puede dar directamente en la mano, o transferencia bancaria, o enviar por correos o giro, o por alguna agencia cristiana que distribuye fondos, y también a través de la asamblea local. Pero viene de ti personalmente, de tu corazón, saturado con tus oraciones. Esto también te motivará a escribir y animar a los siervos de Dios: un ministerio animador y muy necesario. Ciertamente nuestros corazones deben ser motivados a ofrendar generosamente cuando recordamos lo que Dios nos ha dado. “¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Co. 9:15).

Donald Norbie,  traducido de la revista MISSIONS, enero 1993

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"Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; 
Porque de él mana la vida".
Proverbios 4:23

Debemos guardar constantemente el corazón, el cual representa la vida interna. Si sus pensamientos, motivos y deseos son puros, entonces la conducta será lo que debe. A. W. Tozer en uno de sus escritos dio siete puntos que los creyentes pueden emplear para evaluarse. 1) Lo que más deseamos. 2) El tema más frecuente de nuestros pensamientos. 3) Cómo empleamos nuestro dinero. 4) Qué hacemos en nuestro tiempo libre. 5) La compañía que disfrutamos. 6) A quién y qué admirarmos más. 7) De qué nos reímos. Aplicando las palabras de Filipenses 4:8, haríamos bien si en estas cosas pensamos.
W. Ross Rainey  de una lectura diaria del calendario “Choice Gleanings”

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Cuatro Testimonios Acerca de María
1. En el evangelio según Lucas leemos que el ángel Gabriel la llamó "muy favorecida". Así que no era por mérito propio sino por favor de Dios. La gracia es favor inmerecido. También le dijo: "bendita tú entre las mujeres". María fue receptora de bendiciones, no es repartidora de ellas.
2. En Lucas 1:38 María mismo se llamó: "la sierva del Señor". Su fe, humildad y obediencia dan ejemplo para todos. En Lucas 1:47 María dijo: "Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador". Luego ella necesitaba un Salvador.
3. En Juan 2:4 el Señor Jesucristo la llamó, no "Santa Madre" sino "mujer", remarcando su humanidad. En Juan 19:26 Cristo dijo: "mujer, he ahí tu hijo...he ahí tu madre". La encomendó al cuidado de Juan porque sabía que ella necesitaba ese cuidado.
4. Elisabet y los apóstoles la llamaron: "la madre de mi Señor" (Lucas 1:43) y "la madre de Jesús" (Hechos 1:14), nunca dijeron: "la madre de Dios" ni la Purísima ni nada parecido. Debemos honrarle a María por su lugar único y especial en la historia, pero no darle títulos más allá de las Sagradas Escrituras.
Carlos

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El Milagro Del Libro
por Dyson Hague

Cuanto más aumenta nuestra experiencia, tanto más el milagro de este Libro se nos abre; porque cuanto más intensamente escudriñamos en él, tanto más sólido llega a ser el conocimiento de que la Bíblia no es simplemente un libro, sino que es el Libro. Cuando Sir Walter Scott, en su hora de muerte, pidió que se le leyera en el Libro, su yerno le preguntó: “¿En qué libro?” Dio como respuesta: “Tan sólo hay un Libro, la Biblia”. En el mundo entero éste es “el Libro”. Comparados con él, todos los demás libros no son más que hojas y pedazos. Sí, es el único libro perfecto, el Libro eterno — la voz de la cual todos los demás a lo sumo son el eco. Es el libro que se halla en inalcanzable y excelsa altura, en gloria solitaria, siendo misterioso en su influencia, tan soberano, muy por encima de todos los demás libros como el cielo está por encima de la tierra, como el Hijo de Dios por encima de los hijos de los hombres.
traducido del libro "The Wonder of the Book"

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Daniel En El Foso de los Críticos
Debido a sus milagrosas revelaciones proféticas de los reinos de Cristo, ningún otro libro de la Biblia ha sido atacado como el libro de Daniel. Durante más de 1.100 años el libro ha estado en “el foso de los críticos”, y ha sido asaltado ferozmente por escritores escépticos. Alegan que en lugar de haber sido escrito por Daniel en el sexto siglo antes de Cristo, es una falsificación escrita en el tiempo de los macabeos, cerca del año 168 a.C.
    Pero no cabe duda de que el libro de Daniel existía mucho antes de lo que dicen los críticos. Josefo, el historiador judío, nos informa acerca de Alejandro Magno, predicho en las profecías de Daniel (Dn. 8:5-8). Cuando en sus conquistas llegó a Jerusalén en 332 a.C. Jaddua, el Sumo Sacerdote, le enseñó la porción de Daniel que habla de él. Alejando estaba tan contento que perdonó a la ciudad. Según esto, Daniel tenía que ser escrito antes de 332 a.C.
    Además, Ezequiel era contemporáneo de Daniel, y escribió en Babilonia el libro que lleva su nombre. Tres veces menciona a Daniel (Ez. 14:14, 14:20; 28:3). Así que Ezequiel testifica de la existencia de Daniel, y que era tan conocido por su justicia que fue clasificado con Noé, y por su sabiduría fue asociado con Job.
    Pero la autoridad más alta respecto a la autenticidad del libro de Daniel es la de nuestro Señor Jesucristo, que dijo: “Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel...” (Mt. 24:15). Así que cualquiera que niega la autenticidad del libro de Daniel pone en tela de juicio la integridad y sabiduría del Señor Jesucristo.

Condensado de The Book of Daniel (“El Libro de Daniel”), por Clarence Larkin
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El Susto Del Cura

En Ecuador se cuenta que en el convento de San Diego vivía hace algunos siglos un joven sacerdote, el padre Almeida, cuya particularidad era su afición al aguardiente y la juerga. Cada noche, el padre Almeida sigilosamente iba hacia una pequeña ventana que daba a la calle, pero como ésta se hallaba muy alta, él subía hasta ella apoyándose en la escultura de un Cristo yacente.
    Se dice que el Cristo, cansado del diario abuso, cada noche le preguntaba al juerguista: “¿hasta cuándo padre Almeida?”, a lo que él respondía: “hasta la vuelta, Señor”. Una vez alcanzada la calle, el joven sacerdote daba rienda suelta a su ánimo festivo y el aguardiente corría por su garganta sin control alguno, y con los primeros rayos del sol volvía al convento.
    Aparentemente los planes del pródigo eran seguir ese ritmo de vida eternamente, pero el destino le jugó una broma pesada que le hizo cambiar. Una madrugada el falso maestro volvía tambaleándose por las empedradas calles quiteñas rumbo a su morada, cuando de pronto vio que un cortejo fúnebre se aproximaba. Le pareció muy extraño este tipo de procesión a esa hora. Decidió ver en el interior del ataúd, y al acercarse observó su propio cuerpo en el féretro.
    Ahora, no es mi ánimo hablar de la vida disoluta de aquel señor, ni la de no pocos “profesionales” más de su religión y otras religiones que el ser humano ha inventado. No estaría demás observar que “por sus frutos los conoceréis” como dijo Cristo, y lamentar que muchos ciegos guían a ciegos (¿y al lector de este folleto?), pero dejaremos el punto allí.
    Lo que sí nos interesa es el hecho de que la historia/leyenda prosigue a una breve conclusión que de aquella noche en adelante el pródigo acuatoriano se comportó mejor.
    ¿Y esto es lo único que uno debería aprender al supuestamente ver a su propio cuerpo en un ataúd? “Aprender” realmente no es la palabra adecuada, porque de nuestra muerte segura todos ya sabemos. “Recordar” or “darse cuenta” o “reflexionar muy seriamente” es lo que realmente quiero decir.
    El hecho es que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” dice la Biblia en Hebreos 9:27. Cura borracho, hija de María, hombre de negocios, sabihondas posiblemente ilustrado pero indiferente, alumna concienzuda de la escuela secundaria, ama de casa, religioso cumplido en su culto moderno o antiguo: todos por igual.
    Y usted lo sabe. “He visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres...y ha puesto la eternidad en el corazón de ellos” (Eclesiastás 3:10-11). Esto destaca la segunda parte de Hebreos 9:27 citado arriba: “después de esto el juicio”. No es cuestión de morir una sola vez, sino también del juicio que viene después de la muerte.
    Pero qué gusto da seguir leyendo en Hebreos 9:28 y encontrar estas palabras: “Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos”. O, diría el apóstol Pablo: “Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos” (Romanos 5:6). O el apóstol Pedro: “Llevó Él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Pedro 2:24).
    Para qué enfrentar juicio y eterna condenación si Dios le ofrece eterna salvación al depositar su fe (confianza) en el Señor Jesucristo y sólo en Él, al recibirle cual pecador indigno, necesitado y contrito, como su propio Señor y Salvador?Amigo, asómese a su propio féretro, y pregúntese qué provisión ha hecho para su alma.

D. R. Alves

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DIRECTIVAS ANTE EL DOLOR
DE TENER HIJOS IMPÍOS

Edward Lawrence (1623-1695)

DIRECTIVA 1: Considere como un gran pecado desmayar ante este sufrimiento, es decir, sufrir tanto que no puede cumplir sus obligaciones o que deja de sentir gozo en su vida. Porque desmayar ante esta calamidad significa que ha basado demasiado de su felicidad en sus hijos. Sólo argumentaré con usted como Joab lo hizo con David cuando se lamentaba tan amargamente por su hijo Absalón en 2 Samuel 19:6: “Hoy has declarado que nada te importan tus príncipes y siervos”. Lo mismo le digo a usted que si su alma desmaya bajo la carga de un hijo desobediente declara usted que Dios y Cristo no le importan.

DIRECTIVA 2: Considere... que este es un dolor común entre los hijos más queridos de Dios. Usted piensa en esto como si fuera el primer padre piadoso que ha tenido un hijo impío, como si fuera raro lo que le ha sucedido. Confieso que donde una calamidad parece singular o extraordinaria, tiene más posibilidad de que el que sufre se sienta abrumado porque piensa que ha desagradado grandemente a Dios, de modo que dice con la iglesia: “Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido; porque Jehová me ha angustiado en el día de su ardiente furor” (Lam. 1:12). Pero este dolor es común y coincide con la gracia salvadora y electiva de Dios hacia ellos, y es una prueba que por lo general le toca a los justos.

DIRECTIVA 3: Considere que le hubieran podido pasar desgracias peores que esta. Le voy a dar tres males peores que lo hubieran hecho sufrir más. Primero, podría haber sido usted mismo un infeliz malo e impío. Y que el gran Jehová lo hubiera maldecido y condenado para siempre; lo hubiera hecho sufrir mucho más que sentirse atormentado por un tiempo por un hijo impío. Segundo, hubiera podido tener un cónyuge que fuera como podredumbre en sus huesos. Salomón parece decir que un cónyuge pendenciero es peor que un hijo impío. Proverbios 19:13, “Dolor es para su padre el hijo necio, y gotera continua las contiendas de la mujer”. Es como una gotera constante en la casa cuando llueve que pudre el edificio, destruye los alimentos y arruina tanto a la casa como a los que en ella viven...

[La Editorial Peregrino omitió la Directiva 4 por razones editoriales desconocidas.]

DIRECTIVA 5: Deje que las Escrituras y la razón guíen su dolor, a fin de no provocar a Dios, envilecer su alma y herir su conciencia con quejas y lágrimas pecaminosas. Con este fin, observe dos reglas: Primero, laméntese más por los pecados de sus hijos con los que provocan y deshonran a Dios y se corrompen y se destruyen a sí mismos y destruyen a otros, que por cualquier vergüenza o pérdida de cosas materiales que le puedan suceder. De este modo, demostrará que el amor a Dios y al alma de sus hijos, y no el amor al mundo, tiene la mayor influencia sobre su dolor. Porque me temo que por lo general hay en padres buenos demasiada aflicción carnal y no suficiente aflicción espiritual cuando sufren esta gran calamidad. Segundo, no deje que su dolor enferme su cuerpo y afecte su salud. Dios no requiere que se lamente por los pecados de sus hijos más que por los propios, y tampoco jamás nos pide que por dolor destruyamos nuestro cuerpo, que es el templo del Espíritu Santo. La verdad es que el dolor santo es la salud del alma y nunca perjudica al cuerpo. Porque la gracia siempre es una amiga y nunca una enemiga de la naturaleza. Por lo tanto, no se prive de ninguna oportunidad de honrar a Dios y servir a su iglesia. No cause el desconsuelo de su cónyuge ni que sus hijos queden huérfanos por culpa de un dolor que no agradará a Dios, no lo tranquilizará a usted ni les hará ningún bien a sus hijos malos y desgraciados.

DIRECTIVA 6: Esfuércese por fortalecer sus gracias personales bajo esta gran aflicción; porque necesita usted más conocimiento, sabiduría, fe, esperanza, amor, humildad y paciencia para capacitarlo y hacerlo apto para sobrellevar esta aflicción más que los que necesita para sobrellevar otras. Y tiene que ver y disfrutar más de Dios y Cristo a fin de mantener el ánimo bajo este sufrimiento más que la mayoría de los demás sufrimientos. Por el poder de Cristo será no sólo capaz de sobrellevar esta tribulación sino también de gloriarse en ella. Y más grande sea el problema, más grande será lo bueno que de él derive usted.

DIRECTIVA 7: Consuélese en que las cosas más grandes y mejores por las que usted más ha orado, confiado, esperado y principalmente amado y anhelado están a salvo y seguras. Dios es y será bendecido y glorioso para siempre, pase lo que le pase a su hijo. Todas sus perfecciones infinitas están obrando para su gloria. Cristo mismo es de Dios y cumple toda la obra de Mediador como su siervo y para su gloria. Todos los ángeles y santos benditos le honrarán, admirarán, amarán y alabarán para siempre. Dios el Padre, Hijo y Espíritu Santo – son suyos para siempre y será glorificado en toda la eternidad haciendo que usted sea bendito y glorioso. Tiene usted un hijo malo, pero un Dios bueno. Toda su obra acabará, sus pecados serán perdonados y aniquilados, sus gracias perfeccionadas y su cuerpo y alma glorificados. ¿Y cree que un hijo impío podría empequeñecer todas sus consolaciones?

DIRECTIVA 8: Por último, considere que este dolor durará sólo por un tiempo. Confieso que no conozco ni podría encontrar aunque investigara, nada que pueda elevar al corazón por sobre este dolor fuera del conocimiento y el sentido del amor infinito de Dios en Cristo hacia el hombre y de la eternidad santa y gloriosa a la cual pronto lo llevará este amor. Decirle que esto es y ha sido el caso de otros padres píos, puede aplacar algo de su dolor. Pero ¿qué valor tiene decirle que otros están y han estado tan afligidos como usted o contarle que hijos tan malos como los suyos han sido santificados y salvados, más que darle algo de esperanza sin fundamento? No tiene más valor que pensar que pueden ser salvos o pueden ser condenados, porque hay razón justificada para creer lo primero y tener esperanza en lo último. Pero para que el hombre tenga una muerte victoriosa, esté listo para vivir en ese mundo donde no hay nada de este dolor y saber que en el Día del juicio... él mismo se sentará con Cristo para juzgarlos, y que amará y se gozará en la santidad y justicia del juez de todo el mundo quien les dará aquella sentencia: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt. 25:41) – esto basta para superar todo dolor inmoderado por sus hijos impíos.


Tomado de Concerns for Their Unsaved Children, reimpreso por Soli Deo Gloria, 
una división de Reformation Heritage Books, www.heritagebooks.org 
Recopilado de la revista semestral: “Portavoz de la Gracia”, impreso por cortesía de la organización evangélica CHAPEL LIBRARY y de Editorial Peregrino.

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Instruya Bien A Sus Hijos
Quiera el Señor enseñarles a todos ustedes qué valioso es Cristo y qué obra poderosa y completa ha realizado en pro de nuestra salvación. Estoy seguro de que entonces usarán todos los medios para traer a sus hijos a Jesús para que vivan por medio de él. Quiera el Señor enseñarles todo lo que necesitan para que el Espíritu Santo renueve, santifique y vivifique sus almas. Estoy seguro de que entonces instarán a sus hijos a que oren sin cesar por tener a Jesús, hasta que ha entrado en sus corazones con poder y los ha convertido en nuevas criaturas. Quiera el Señor conceder esto, y si así sucede, tengo esperanza de que realmente instruirán bien a sus hijos -- que los instruirán bien para esta vida y los instruirán bien para la vida venidera, los instruirán bien para la tierra y los instruirán bien para el cielo; los instruirán para Dios, para Cristo y para la eternidad.

 –  J. C. Ryle (1816-1900)