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lunes, 2 de septiembre de 2013

EN ESTO PENSAD - septiembre 2013

Retocado Por El Artista


Allí está colgado un cuadro pintado hace muchos años por algún maestro famoso. Pero ahora, después de tanto tiempo, los colores han perdido su viveza, y no brillan como antes. Todo está barnizado por los supuestos preservadores de la obra, y tapado con el polvo de los años, hasta que a penas puedes detectar el rostro que una vez miraba a todos desde el cuadro. El dueño decide restaurarlo y lo envía a un restaurador, tal vez dejando que se retoquen los colores de nuevo. Generalmente sabemos que el cuadro volverá a su dueño medio arruinado por el proceso. Después de todo, no parece como cuando el maestro dijo: “ya está” y firmó su obra. Pero ahora, aquellos dedos han estado tiesos y parados por generaciones, y no hay otra mano que pueda imitar su toque con eficacia. Hace poco que un cuadro de Rossetti fue exhibido con esa inscripción en su marco: “Retocado por el artista”. Nada menos que eso sería una restauración auténtica.
¿Quién de nosotros ha mantenido el fervor de su primera devoción? ¿Quién no ha olvidado sus primeros votos y dejado su primer amor? ¿Quién no ha sido hallado falto en su servicio y sacrificio por los demás, y ahora se da por satisfecho recordando lo que hacía en otros tiempos? El mejor de nosotros necesita renovar su consagración. El único Restaurador y Avivador de almas está todavía esperando y dispuesto a cumplir Su promesa antigua. Si nuestro poder para hacer bien parece paralizado, bajo Su poder la mano seca será sanada y restaurada. Si nos hemos vuelto insensibles a la voz celestial, los oídos sordos serán abiertos. Si nuestra vista espiritual se ha entenebrecido, los ojos ciegos serán abiertos – sí – y los cojos saltarán de gozo y cantará la lengua del mudo.
“He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Ap. 21:5). Para algunos esta promesa suena increíble, y no la pueden recibir. Les parece que no hay nada que pueda hacerles lo que eran antes o lo que una vez esperaban ser. Perdieron sus oportunidades, echaron a perder sus años y arruinaron sus almas más allá de toda esperanza humana. Pero aun el milagro de la naturaleza que se repite cada primavera les reprende diciendo: “¡Oh vosotros de poca fe!” En diciembre los campos están sin color, los árboles sin hojas y las aves sin canción. Pero ahora, andando por los campos, los pastos y los bosques en pleno verano, confesamos de nuevo: “renuevas la faz de la tierra” (Sal. 104:30). Así hace Dios cada año con el campo.
¿Y no habrá una renovación de la vida interior, dentro de nosotros? ¿No hay renovación para el corazón tan asolado y triste? ¿No se pueden recuperar las bendiciones desaparecidas? ¿No hay una resurrección desde los sepulcros donde todo gozo y esperanza fueron una vez enterrados? Por cierto hay algunas cosas que están definitivamente perdidas y más allá de todo rescate. Pero, aun así, dice la Palabra de Dios: “aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Co. 4:16). Y así es con nuestro Dios. Puede que Él arruine mis planes, abate mi orgullo y esparza mis amigos. Aunque Él vacíe mi hogar, entierre mis tesoros y debilite mi cuerpo, bendito sea Su Nombre, sé que “él restaura mi alma” (Sal. 23:3 Biblia de las Américas).
T.H. Darlow, de la revista UPLOOK, mayo, 1992, traducido con permiso.

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Si te dicen: "Dios te bendiga", diles que Él ya lo ha hecho, según Efesios 1:3

bendición
bendición espiritual
toda bendición espiritual 
 toda bendición espiritual en los lugares celestiales
 toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo

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“La serpiente me engañó, y comí” (Gn. 3:13).

Todavía es así. La serpiente es encantadora y persuasiva. El pecado puede parecernos tan agradable, tan aparentemente legítimo. ¿No quiere Dios nuestra felicidad? Y en el momento de la tentación Satanás nos promete la felicidad. Pero es el padre de mentiras, y debemos rechazar su voz seductora y asirnos de la Palabra de Dios. No te engañes; Dios no puede ser burlado. El pecado trae tristeza y destrucción a tu vida. Dios te ama, claro, pero no por eso consiente el pecado. Él desea lo mejor para ti. Obedécelo.  

Donald Norbie, traducido del calendario “Choice Gleanings”

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El Valor de la Paciencia

Texto: Salmo 37:1-7

Este salmo comienza diciéndonos: “No te impacientes” (v. 1), y en el versículo 7 dice: “guarda silencio”. Una de las cosas grandes que Dios quiere enseñarnos a través de este salmo es la paciencia. En el versículo 5 nos dice: “confía en él, y él hará”. Fijémonos que estas cosas se dicen aquí cuando abundan los malignos y la iniquidad. Es una situación difícil de soportar.
Nosotros oramos y pedimos muchas cosas – algunas el Señor contesta ahora y otras luego. Dependemos de la voluntad y sabiduría del Señor y de Su gracia y misericordia. El Señor está guiándonos por la vida, y trabajando también en nosotros. Quiere desarrollar en nosotros otra cosa importante, que es la compasión. También quiere enseñarnos a ser estables y firmes en la fe, no variables con altibajos. Quiere que soportemos las pruebas y dificultades sin venirnos abajo, sino confiados en Él. Pero esto no es automático, sino que es una lección que vamos aprendiendo poco a poco. Nos dice: “confía en él; y él hará”. Y entonces vienen circunstancias contrarias como en este salmo, que nos hacen confiar en Él. Si confiamos en el Señor, podemos tener paciencia, ser benignos y misericordiosos.
Cuando pasamos tiempo en la sala de espera del Señor, la oración, Él va obrando en nosotros y a favor de nosotros. Hay que ser pacientes. Hay creyentes que se convierten y en seguida quieren ser y hacer como los que llevan años en el Señor. Esto es un deseo bueno, y hay que felicitarles, no desanimarles. En el Nuevo Testamento no había que esperar años y años para servir al Señor. En seguida quieren predicar, desean testificar bien, tienen hambre de saber mucho más acerca de la Biblia, y todo esto es bueno y son señales de vida. Pero todo esto cuesta su tiempo y el crecimiento viene de día en día, sobre la marcha en la vida, y no es instantáneo. Dios también quiere formar el carácter de los Suyos.
Santiago 1:2-4 nos aconseja la paciencia en las pruebas. El versículo 3 dice que la prueba de nuestra fe produce paciencia, como también leemos en Romanos 5:3. Santiago 5:7-8 dice que tengamos paciencia, ¿hasta cuándo? Hasta la venida del Señor. Necesitamos la paciencia en toda la vida. El versículo 8 nos recuerda que el Señor vendrá. Él cumplirá Su promesa. Dice que Su venida “se acerca”. En el versículo 10 nos llama a considerar el ejemplo de los profetas, que tuvieron que vivir en circunstancias contrarias. Sufrieron oposición, crítica, persecución, tenían pocos amigos, tenía que ir contra la corriente de su generación. Esto es ser fiel y paciente en las pruebas. Luego  en el versículo 11 vemos la paciencia de Job, que sufrió mucho pero el fin del Señor era bueno para con él, y así es también en nuestra vida. La vida cristiana no es una carrera de corta distancia, sino más bien como un maratón. Pero esto no quiere decir que sólo los hermanos más viejos pueden servir al Señor y que los jóvenes esperen pacientemente sin hacer nada hasta que mueran los hermanos viejos, y entonces tendrán oportunidad. No debe ser así. Bueno es comenzar como joven, y servir siendo fiel y paciente toda la vida. Cuando venga el Señor, que nos halle sirviéndole, sea cual sea nuestra edad. 
Hebreos 10:35-36 nos dice: “no perdáis, pues vuestra confianza que tiene grande galardón, porque os es necesaria la paciencia”. Aquí paciencia significa “perseverancia”. Y el más grande galardón (v. 35) es que vendrá el Señor y nos llevará a Su casa. Así que, sirvámosle con paciencia, esto es, con perseverancia, hasta que Él venga.
de un estudio dado por Lucas Batalla

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"...despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel..." (He. 12:1-2)

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 El Filósofo

Un filósofo es el que tiene amplio conocimiento de ciertas cosas, un pensador, tal vez habiendo leído mucho, y que intenta razonar casi todo en la vida. Cuentan de cierto filósofo que había estudiado mucho y tenía grandes conocimientos. Un día le tocó viajar en barco, y para pasar el tiempo abordo preguntó al piloto si había estudiado la astronomía.
“¿Astronomía?” respondió el otro. “No, señor, nunca he oído de eso”.
El filósofo comentó: “Cuánto lo siento, porque has perdido la cuarta parte de tu vida”.
Poco después el barco chocó con una roca y comenzó a llenarse de agua. El marinero se quitó el abrigo para echarse al agua y nadar hacia la orilla. Volviéndose al pasajero le preguntó: “¿Sabes nadar?”
“¡No, no puedo!” gritó el filósofo desesperadamente.
“Lástima, lamento decirte que toda tu vida está perdida; porque este barco se hunde”.
Uno puede saber mucho de astronomía, matemática, geología, medicina, agricultura y muchas otras cosas, pero si no conoce al Señor Jesucristo, al final se perderá eternamente. ¿De qué le servía al filósofo sus conocimientos si no sabía nadar cuando se hundió el barco?
¿De qué sirve la riqueza, el conocimiento, la fama, el poder o la gloria de esta vida al que está a punto de morir y pasar a la eternidad sin Cristo?  Jesucristo preguntó: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36). 
Hay cosas que sirven para la vida, que no sirven en la hora de la muerte. Si queremos llegar a la orilla eterna sanos y salvos, hay cosas que debemos aprender. Primero, que somos por naturaleza pecadores perdidos e incapaces de agradar a Dios. La Biblia lo enseña, pero pocos asimilan la lección:
“Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:10-18).
Además, estando perdidos, no podemos salvarnos a nosotros mismos. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). La solución no está en el hombre, sino en Dios: “no de vosotros”. “No por obras para que nadie se gloríe” dice Efesios 2:9.
El que quiere ser sabio, que aprenda esto: la única obra que vale para perdonar y salvar a los pecadores es la de Jesucristo en la cruz del Calvario. Allá Él terminó la obra de salvación, mediante Su sacrificio, y satisfizo las justas demandas de Dios contra todo pecador. Por eso al morir en la cruz Cristo gritó: “¡Consumado es!”. Los que son sabios le creen y aceptan Su sacrificio. A cada pecador sólo le queda reconocer de manera personal su condición perdida, arrepentirse y recibir a Jesucristo como Señor y Salvador. Sin hacer esto, por mucho que sepa o logre en esta vida, se perderá por toda la eternidad. Por eso te urge confiar única y completamente en el Señor Jesucristo. ¿Lo harás?

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LA INFLUENCIA DE LA FAMILIA 
EN LA IGLESIA

Parte IV

por Robert Gessner



4
La Madre Manipuladora
Aunque en el Nuevo Testamento hay dos exhortaciones directas hechas a los padres (Ef. 6:4; Col. 3:21), no hay ninguna a las madres. Esto no niega la importancia de la madre en la familia, sino que enfatiza más bien la responsabilidad del padre como cabeza de la familia, y lo importante que es que la esposa le apoye en esta posición. Hay ejemplos en las Escrituras de madres que se involucraron en intriga y decepción dentro de la familia. La madre de Jacob es quizás el más claro ejemplo de una madre manipuladora.
Desde el principio parecía que las cosas no andaban bien en esta familia. El padre y la madre se dividieron en sus afectos hacia sus hijos. “Y amó Isaac a Esaú...mas Rebeca amaba a Jacob” (Gn. 25:28). ¿Quién estaba equivocado? ¡Los dos! Esto de tener favoritos es un juego muy peligroso en la familia. Rebeca parecía empeñarse en ganar la competencia. Y a continuación leemos una de las narrativas más tristes en la Biblia. La madre, convencida de que tenía a Dios de su lado (Gn. 25:23), aparentemente pensaba que el fin justificaba los medios. Ella involucró a su hijo Jacob en un complot contra Esaú, su hermano mayor, lo cual a Jacob casi le costó la vida, y le obligó al exilio. Para lograr su meta, ella tuvo que engañar a su marido ciego. El resultado fue que ella nunca más vio a su hijo favorito.
Rebeca no esperaba en Dios, que Él obrara en Su tiempo para hacer Su bendita voluntad, y ella con su manipulación en el hogar trajo muchos años de tristeza a la vida de Jacob. La culpa cayó directamente sobre Jacob, no sobre su madre que perpetró todo el complot. Su padre dijo: “Vino tu hermano con engaño, y tomó tu bendición”. Su hermano dijo: “se apoderó de mi primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición” (Gn. 27:35-36).
¡Cuántas madres como Rebeca, pensando que saben lo  mejor para sus hijos, manipulan en su matrimonio y hogar, fuerzan su voluntad y moldean así a sus hijos, marcándolos para años futuros! No lo haría en público. Aunque allí ellas parecen sumisas, en realidad no son así en casa. Si presionamos a nuestros hijos a conducirse carnalmente, o meterse en lugares o  responsabilidades que Dios no quería para ellos, esto siempre traerá dificultades, especialmente en la familia espiritual que es la asamblea. Esto lo ilustra Mateo 20:20-28. Diez de los discípulos se llenaron de indignación contra Jacobo y Juan. Iba a brotar contienda entre los discípulos. Aunque Jacobo y Juan eran los objetos, ellos no comenzaron el problema. Era la madre de los hijos de Zebedeo quien había ido al Señor llevando a sus hijos, y pidiendo que ellos ocupasen los mejores puestos en el reino. Hasta cierto punto es natural que una madre quiera que sus hijos tengan más éxito que otras personas, pero aunque sea natural, no es espiritual. Mucha de la contienda que surge en las asambleas hoy en día tiene sus principios en este espíritu de competencia que fomentan las madres en el hogar. “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Fil. 2:3).
Las madres, si son mujeres virtuosas, no de fachada sino en verdad, probablemente tienen la mejor oportunidad para promover por palabra y ejemplo este deseable espíritu humilde. El espíritu afable y apacible, y la oración de una madre humilde tienen un efecto inolvidable en su hijos. Pero el espíritu orgulloso e inquieto de una madre ambiciosa causa problemas que también tienen un efecto perdurable. El mundo nos enseña a insistir y presionar a los demás hasta que logremos nuestras metas. Pero la Palabra de Dios nos enseña a encomendarnos a Dios para que se haga Su voluntad. “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad...Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo” (1 P. 5:5-6).



5
El Hijo Rebelde

Dos veces la Biblia emplea la frase “desobedientes a los padres” (Ro. 1:30; 2 Ti. 3:2). En el primer caso habla de una sociedad que ha abandonado a Dios en su forma de pensar. Hoy  día vivimos en esta clase de sociedad. En el segundo caso, en 2 Timoteo, habla de los postreros días antes de la segunda venida de Cristo. Hermanos, vivimos ahora en estos días. Entonces, no debe sorprendernos el ver la desobediencia a los padres como una característica principal de nuestra sociedad. La Biblia nos advierte de ella para que tomemos precauciones en nuestras propias familias. La tragedia es que esta característica no sólo ha penetrado en la familia cristiana, sino que a menudo es permitida y defendida como parte necesaria y buena del desarrollo de la familia moderna. La psicología moderna ha convencido a muchos que la permisividad es un ingrediente esencial para el crecimiento y desarrollo correcto y sano de nuestros hijos.
El hijo menor en la parábola de Lucas 15, que vino a ser el hijo perdido, es un ejemplo hoy en día de muchos de nuestros hijos. Las primeras palabras que salen de su boca son: “Padre, dame”(Lc. 15:12).  En medio de la plenitud, él sólo veía la vida como el cumplimiento de sus deseos y su voluntad. La demanda de su porción reveló su corazón egoísta, su impaciencia e insubordinación. Cuando volvió en sí, y reconoció el error de sus caminos, dijo: “Padre... hazme” (Lc. 15:18-19). Ahora reconoció que la vida no es un juego egoísta de tomar todo para sí, sino que es un proceso disciplinario de hacer y formar un carácter interno. Es muy triste que en nuestra sociedad afluente hayamos fracasado como padres, porque no hemos reconocido el valor de la disciplina. Sin disciplina no hay educación ni aprendizaje. “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere” (Pr. 3:11-12). “...El muchacho consentido avergonzará a su madre... Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma” (Pr. 29:15, 17).
“Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos” (He. 12:9). Aquellos de nosotros que tuvimos padres que nos disciplinaban tenemos mucho por lo cual estar agradecidos. Algún día tu hijo te dará las gracias por haberle corregido. Si fallas en esta responsabilidad ahora (la cual es un deber desagradable a la carne), tarde o temprano perderás su respeto.
El hijo no disciplinado y rebelde crea grandes problemas en la asamblea. Viene a ser un ejemplo de insubordinación a la autoridad para otros jóvenes y adultos. No se trata aquí sólo de "niños" sino también de los hijos jóvenes adultos. Hoy en día se crían en un ambiente donde esperan ver insubordinación en sus amigos del vecindario y del colegio, porque es el “menú del día”. Pero no deben esperar este tipo de comportamiento en la asamblea. La desobediencia, la insolencia y la disolución de hijos sin disciplina de padres cristianos hace doblemente difícil el trabajo de criar hijos para aquellos padres que buscan conscientemente criarlos "en la disciplina y amonestación del Señor", como Dios manda (Ef. 6:1-4).
La sumisión a otro en el temor de Dios es un ingrediente esencial para una vida de asamblea gozosa, unida y fructífera. “Someteos unos a otros en el temor de Dios” (Ef. 5:21). “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos...” (He. 13:17).
Padres, contribuiréis mucho a la salud de la asamblea si insistís en la disciplina y la obediencia en vuestro hogar. Estad unidos, firmes y consistentes en vuestras decisiones. Cuando digáis que “no”, no permitáis que se os interprete como “quizás”. Si el tiempo lo permite y es menester, podéis explicar porqué, pero no cambiéis la decisión. Por supuesto,  los que estamos en autoridad nos equivocamos a veces, en el hogar y también en la asamblea. Y cuando esto sucede, debemos ser suficientemente humildes y espirituales como para reconocerlo y rectificarlo. Pero tengamos claro que la sumisión no depende de la perfección de los que están en autoridad, porque sólo Dios es perfecto. Es importante aprender a obedecer bíblicamente aunque se hayan equivocado alguna vez los que están en autoridad. “Por causa del Señor someteos a toda institución humana” (1 P. 2:13).

continuará, d.v., en el siguiente número