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martes, 11 de junio de 2013

EN ESTO PENSAD -- junio 2013

EL VERDADERO SOLDADO

por C. H. Spurgeon


Siempre habrá guerra encarnecida entre las dos grandes soberanías hasta que se acabe con una de ellas. Es imposible que haya paz entre el bien y el mal, y solamente pretenderlo sería un triunfo para los poderes de las tinieblas. Jesucristo siempre será el enemigo del dragón, y no en el sentido pasivo sino el agresivo y vigoroso, con plena determinación de exterminar el mal. Todos Sus siervos, sean ángeles en el cielo o mensajeros en la tierra, deben luchar; han nacidos para ser guerreros. Ante la cruz pactaron nunca hacer tregua con la maldad; son una compañía guerrera, firmes en la defensa y feroces en el ataque. El deber de todo soldado en el ejército del Señor es luchar diariamente contra el dragón, con todo su corazón, alma y fuerza.
El dragón y sus ángeles no evitarán la batalla; son incesantes en sus ataques y emplean toda arma posible, sea legítima o no. Somos insensatos si esperamos servir a Dios sin oposición: cuanto más celosos somos, más seguro es el acoso de los secuaces infernales.
Puede que la Iglesia se torne perezosa o indolente, pero no así con su gran antagonista; su espíritu inquieto nunca permite pausa en la guerra; él odia la simiente de la mujer, y devoraría a la Iglesia si pudiera. Los siervos de Satanás participan de la energía del diablo, y normalmente son una raza activa. La guerra prosigue con furia en todas partes, y soñar con la paz es peligroso e inútil.
¡Gloria a Dios!, sabemos cómo terminará la guerra. El gran dragón será echado fuera para siempre, y Jesucristo y los Suyos recibirán la corona. Afilemos nuestras espadas esta noche, y oremos para que el Espíritu nos dé valentía en el conflicto. Nunca ha habido batalla tan importante, ni corona tan gloriosa. ¡Todo hombre a su puesto! Soldados de la cruz; ¡el Señor pronto aplastará a Satanás bajo vuestros pies! (Ro. 16:20).
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SIEMPRE PUNTUAL

Texto: 2 Pedro 3:8-11

Desde el primer siglo hasta ahora generaciones de creyentes han vivido esperando que el Señor viniera pronto. Pero, aquí estamos en el año 2002 y Él todavía no ha venido. ¿Por qué no? Pedro habla de esto en 2 Pedro 3.

Dios no ve el tiempo como nosotros

“Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” (2 P. 3:8). Algunos cristianos, aun en los primeros siglos, interpretaron esto como una fórmula aplicándolo a la historia de la humanidad sobre un periodo de una semana o 7.000 años. Según los cálculos de Ussher, Adán fue creado cerca del año 4.000 a.C., así que hubo cuatro días hasta la venida de Cristo; otros dos días después nos colocan en el año 2.000 d.C. cuando debería comenzar el séptimo día, o sea, el milenio. Pero ahora que estamos en el año 2012 (fecha de este artículo), esa teoría no parece muy probable. En todo caso, si Pedro hubiera escuchado semejante interpretación del texto, probablemente se habría asombrado. No es una fórmula, sino simplemente una declaración de que Dios no calcula el tiempo como nosotros. Él no está sujeto al tiempo, de modo que lo que a nosotros parece tardar mucho, a Él no parece así.

Dios es paciente

“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 P. 3:9). En su primera epístola, Pedro empleó la palabra “paciencia” respecto al diluvio: “cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca” (1 P. 3:20). Costó mucho tiempo, 120 años, porque Dios era paciente. El salmista dice: “Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia” (Sal. 103:8). 

Dios actuará puntualmente

“Pero el día del Señor vendrá...” (2 P. 3:10). Dios no es indiferente acerca del tiempo. Al contrario, Él siempre hace las cosas puntualmente. Considera, por ejemplo, cómo fue así en la vida del Señor Jesucristo:

· Nació al tiempo correcto: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gá. 4:4).

· Comenzó Su ministerio al tiempo correcto: Durante 30 años Él se ocultó en silenciosa oscuridad, de la cual no sabemos casi nada. Pero “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido” (Mr. 1:14-15).

· Subió a la fiesta al tiempo correcto: Sus hermanos le exhortaron a subir a la fiesta de los Tabernáculos, pero Él respondió: “Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto” (Jn. 7:6).

· Murió al tiempo correcto: Repetidas veces leemos que decía que Su tiempo aún no había llegado. Pero al final se fue a Jerusalén y declaró: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado” (Jn. 12:23). Juan añade: “sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre” (Jn. 13:1).

· Volverá al tiempo correcto: El autor de Hebreos aplica las palabras de Habacuc al retorno del Señor Jesús: “Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará” (He. 10:37). 

· Juzgará al tiempo correcto: “por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó” (Hch. 17:31). 

Podemos preguntar por qué tarda tanto en aparecer, pero está seguro que vendrá. Desconocemos el momento exacto de Su intervención en asuntos humanos, pero el programa de Dios será ejecutado a tiempo, exactamente según Su horario. Por esto, Pedro añade: “¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir” (2 P. 3:11).

William Yuille, traducido de la revista “MISSIONS”, mayo 2012
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¡OCHENTA Y CINCO AÑOS 
Y TODAVÍA FUERTE!
"¡Dame ahora, pues,  este monte!"
"Hoy soy de edad de ochenta y cinco años...todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza...” (Josué 14:10-11). 

Caleb es el campeón del segundo tiempo. Escúchale hablar con sus ochenta y cinco años: “Dame ahora, pues, este monte” (v. 12). Probablemente dijo esto delante de un grupo de hombres jóvenes que intentaban conseguir porciones más fáciles de poseer en la Tierra Prometida. Los montes de Israel estaban llenos de ciudades fortificadas y gigantes. ¿Quién quiere esto? ¡El abuelo!
Quizá tu vida hasta ahora no ha sido muy impresionante. Quizá no hiciste muy bien en la educación de tus hijos, o puede que hayas desaprovechado el matrimonio y seguido prioridades de segunda clase, y ahora lo sientes. No te quedes demasiado tiempo en ese valle de los sentidos. ¡Servimos a un Dios que puede redimir nuestros errores!
E. Stanley Jones pasó más de 50 años en la India. Con 83 años de edad, después de una vida de viajar constantemente durante la cual hablaba a millones, de reunirse con presidentes y primeros ministros y de ser instrumental en la conversión de multitudes, sufrió un derrame debilitador. Le dejó mudo y sin movilidad física. En sus últimos meses antes de morir, Jones llegó a hablar con labios prácticamente paralizados y dictó el manuscrito de un libro extraordinario.
En un párrafo asombroso escribe: “Mi fe tiene cicatrices, pero debajo de esas cicatrices no hay dudas. Cristo me tiene con todo el consentimiento de mi ser. Tengo 83 años, ¡y estoy más entusiasmado hoy con ser cristiano que lo era cuando con 18 años puse mis pies por primera vez en este camino!”
¿Lo oyes? Entonces, necesitamos volver a meternos en la carrera y comenzar de nuevo a correr. Con Dios, correr sin tropezar no te convierte en ganador; ¡para esto hay que acabar fuerte!
traducido de la revista “PRECIOUS SEED”, mayo 2006
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LIBRO DEL MES:

Obediencia: La Clave Para Nuestros Problemas
por Stephen Hulshizer


El autor, obrero en una asamblea en York, Pennsylvania, EE.UU. trata el tema de la obediencia en relación con la caída, la condenación, la salvación y la bendición de la raza humana. La obediencia al Señor Jesucristo es la clave para resolver el problema más grave del ser humano. El tiempo es corto, y urgente es la lección.
precio: 6 euros

Para infomarse acerca de cómo conseguir el libro, acude a  http://librosberea.blogspot.com

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ADVERTENCIA 
A TODOS LOS IMPÍOS


“¿No sabes ya de siempre, desde que el hombre fue puesto sobre la tierra, que es breve la exultación del malvado y dura un instante la alegría de los perversos? Si hasta el cielo subiera su arrogancia y tocare en las nubes su cabeza, cual un fantasma desaparece para siempre... aunque la maldad fuere dulce a su boca y la ocultara bajo su lengua...su comida en sus entrañas se corrompería, siendo como hiel de áspides en su interior” (Job 20:4-14). “Cuando está para henchir su vientre, mandará Dios contra él el ardor de su cólera, haciendo llover contra su carne sus proyectiles... Toda suerte de tinieblas le están reservadas; le devorará un fuego no encendido (por hombre), que consumirá lo que reste en su tienda... Esta es la suerte que a perverso (reserva) Dios, y ésta es la dote que Dios le adjudica”  (La Biblia: Job 20:23, 26, 29). 

LA SAGRADA BIBLIA, VERSIÓN NÁCAR COLUNGA

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LA INFLUENCIA DE LA FAMILIA 
EN LA IGLESIA

por Robert Gessner

La iglesia hace la familia, o la familia hace la iglesia? 
¿Sin darnos cuenta hemos puesto el énfasis en el lugar equivocado?

Introducción

“Pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” (1 Ti. 3:5). Al escribir a Timoteo las calificaciones de ancianos, el apóstol Pablo claramente indica la relación entre la familia y la asamblea local. Si uno no practica piadosa y diligentemente sus responsabilidades en el hogar, no podrá asumirlas en la asamblea.
Hay evidencia amplia en las Escrituras de que Satanás está en guerra contra la asamblea local y busca destruirla (Ro. 16:20; 1 Co. 7:5; 2 Co. 2:11; 11:14-15). Es obvio en el mundo hoy en día que Satanás también entiende la importancia de la familia. La corrupción de la familia como entidad puede destruir una nación, pero más importante todavía, puede destruir una iglesia local. En todo el mundo la familia está en peligro, y no por casualidad también lo están muchas asambleas.
Muchos han sido engañados de modo que piensan que la iglesia es una organización diseñada para suplir las necesidades de la familia. En muchos casos las iglesias se han vuelto centros de diversión para la familia. Si una iglesia no facilita lo que consideramos adecuado para las necesidades de nuestra familia, tanto física como socialmente, entonces buscamos otra. Si nuestros hijos tienen problemas de conducta o carecen de instrucción, en parte culpamos a la iglesia diciendo que no los alcanzó.
Con estas ilustraciones proponemos demostrar que la forma mundana de pensar nos ha hecho invertir el orden correcto de la familia y la iglesia. La familia que crece junta en el Señor contribuye al crecimiento de la asamblea. Nuestra instrucción en familia nos capacita para fortalecer al pueblo de Dios en la asamblea. Nuestra falta de instrucción en familia nos incapacita para contribuir en la asamblea, y nos convierte en receptores egoístas, más como consumidores que miembros responsables del cuerpo de Cristo.

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El Marido Negligente


     El marido de Sarai claramente tomó la posición de cabeza de su casa al principio de su viaje con Dios. “Y se fue Abram, como Jehová le dijo...Tomó, pues, Abram a Sarai su mujer...Y apareció Jehová a Abram...Y edificó allí un altar” (Gn. 12:4-7). Pero poco tiempo había pasado antes de que Abram descuidase su responsabilidad de cuidar a su querida esposa. Cuando descendió a Egipto, permitió que la preservación egoísta de su propia vida dictara su conducta. “Y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida” (Gn. 12:12). Estaba dispuesto a implicar y poner en peligro a su esposa para preservar su propia vida. “Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti” (Gn. 12:13).
A menudo el egoísmo del marido le controla hasta el punto que descuida o abandona su debida función como cabeza de la casa. “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella...Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos” (Ef. 5:25, 28). La segunda vez que la Biblia emplea la palabra “amor” es en referencia al amor de un esposo hacia su esposa (Gn. 24:67). Este amor es un acto de entrega sin egoísmo, tal como Cristo amó a la iglesia y se dio por ella. El ser cabeza de una casa requiere devoción sin egoísmo y un compromiso de tiempo y energía para el bien de los demás. La negligencia de esta responsabilidad demuestra el egoísmo de nuestros tiempos, de parte de muchos maridos. La televisión, el amor a los deportes, las aficiones y muchas otras actividades toman prioridad sobre nuestras responsabilidades en el hogar. A menudo pensamos que proveer materialmente para la familia nos excusa de proveer para su crecimiento espiritual. Pero no es así.
Ahora bien, ¿qué sucede con este marido negligente y egoísta en la asamblea? Si no toma el liderazgo en el hogar, tampoco lo hará en la asamblea. Una de las calificaciones de un líder espiritual es: “que gobierne bien su casa” (1 Ti. 3:4). ¿Por qué en casi cualquier asamblea la mayor parte de la responsabilidad es llevada por muy pocos hombres? ¿Dónde están los líderes de la asamblea? El marido que permite que su mujer trate los problemas espirituales en el hogar, obviamente no va a tomar el liderazgo espiritual en la asamblea.
El asumir responsabilidad trae problemas, ya sea en el hogar o en la asamblea. Cuando asumimos el liderazgo en un área, entonces podemos equivocarnos. En este sentido, el que no actúa tiene el lujo de no cometer errores. Y el equivocarnos casi siempre atrae la crítica. Por eso es más fácil no hacer nada y criticar a los que hacen algo. La vida pasiva y cómoda nos ha tornado hombres espiritualmente perezosos. Ha creado una atmósfera de apatía que contrista el corazón del Espíritu Santo y también de muchas hermanas piadosas en la asamblea.
Los maridos tienen mucho que contribuir al crecimiento de la asamblea. Pero en primer lugar, deben practicar el liderazgo espiritual cada día en el hogar. El tiempo dado al televisor debe cederse a tiempo para estudiar la Palabra de Dios. La afición por los deportes y cualquier otra cosa debe reemplazarse por un deseo de servir al Señor en el hogar y también en la asamblea. Muchos dones yacen dormidos en la asamblea. “Que avives el fuego del don de Dios que está en ti” (2 Ti. 1:6). Hay muchos trabajos que quedan sin hacer en algunas asambleas porque aparentemente nadie tiene tiempo. Sin embargo, aparentemente hay bastante tiempo para otras cosas no relacionadas con la propia asamblea. Maridos, preguntad sinceramente a Dios qué podéis hacer, primero para fortalecer vuestro propio hogar, y segundo para fortalecer vuestra propia asamblea. Si oramos así, esto nos abrirá toda una forma nueva de vivir que está llena de sentido y satisfacción.

continuará, d.v., en el siguiente número

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